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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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TaeYong se removió de los brazos que lánguidamente le rodeaban y en un rápido pero silencioso movimiento logró retirarse de las pegajosas mantas. Arrugó el entrecejo al mirarle una última vez: el hombre que roncaba sobre la cama apenas había durado unos diez minutos antes de llegar al orgasmo y con ello desplomarse sobre su gran vientre. Al menos había sido dinero fácil, pero no por ello menos desagradable.

Con sigilo dejó atrás el departamento, e internándose en el subterráneo tomó el primero de los vagones del metro que a esa hora, siendo las seis de la tarde, iba lleno. Se hundió en su celular y con los brazos apretujados entre el resto de las personas fue capaz de revisar su buzón de entrada.

Solo había un remitente, y sonrió al reconocerlo.

“TY, amor, recuerda que antes de las siete estaré allí. Si me demoro un poco no te preocupes, es que tuve que ir a recoger algo. Te gustará, espero (a07;▽a07;*)ゞ

Te amo.”

La sonrisa en sus labios pronto comenzó a temblar y tuvo que esconder el rostro lejos de la mirada de los demás.

¿Cómo iba a ser capaz de decirle que tenía a un nuevo cliente más tarde, en plena celebración de su primer aniversario?

Yuta no le perdonaría esta vez. Y no le culparía en lo más mínimo; en su lugar, casi por seguro, jamás habría aceptado una relación con alguien así para empezar. Por muy comprensivo que fuera su novio, claramente esto iba por encima de la buena voluntad de cualquiera.

Sin embargo, no podía rechazar la oferta.

Salió del vagón. Fue inútil tratar de convencerse de que no le estaban observando y todo era parte de su imaginación un tanto despierta: claramente, más de una de las personas a su alrededor le quedó mirando, y tal vez no solo por el hecho de estar corriendo escaleras arriba. No podía quitarse la sensación asfixiante de que más de alguien lograba reconocerle cada vez que estaba en público. No podía, por mucho de que lo intentara. Por eso fue que siguió corriendo y alcanzó el nivel superior, fuera del subterráneo, donde sin embargo la brisa primaveral tampoco fue capaz de eliminar siquiera uno de sus miedos. Pensó en Yuta esperándole con una sonrisa, pensó en Corea, en sus abuelos, hasta en su mejor amigo perruno al que había dejado a cargo de ellos, y eso fue suficiente para apresurar el paso.

Dentro del departamento, estaba oscuro pese a que aún no había anochecido. Dio un paso y algo crujió bajo sus pies. Agachándose, recogió el objeto que acababa de aplastar y le dio la vuelta, reconociendo que era un sobre. Permanecía blanco bajo la tenue luz incluso después de haber sido pisado, y una vez sacó lo que había en su interior debió encender las luces.

Las palabras que se desplazaban en la hoja, escritas a máquina, estaban en un japonés poco menos que deficiente. Se demoró en leerla completa, pese a que era concisa y no abarcaba más que la mitad de la página. Al hacerlo, caminó hacia el cajón donde guardaban objetos pequeños de diferente índole, y sacó de allí una pluma con la cual garabateó algunas palabras.

Volvió a salir y, por primera vez en muchos meses, no le importó si los residentes de los departamentos vecinos le quedaban viendo. De hecho, no le importó nada.

Ya no tenía la capacidad para ello.

———

Yuta llegó de nuevo a la calle, mirando a ambos lados de forma frenética, empujándose entre los transeúntes que aún repletaban el lugar. No pidió disculpas cuando le gritaron, tampoco se detuvo a ver si había herido a alguien con sus empujones. Corriendo, pronto alcanzó el parque donde lo había conocido. Los cerezos aún no estaban en flor; empezarían a estarlo pronto, según lo que tenía entendido.

Entre las familias, parejas y escolares que disfrutaban del atardecer, no lo encontró. Gritó su nombre, sin encontrar más que las miradas burlescas y curiosas del resto.

—Mierda, mierda…

El teléfono se le cayó al piso cuando intentó sacarlo de sus bolsillos, y cuando lo tomó otra vez apenas reparó en la pantalla trizada mientras intentaba llegar a la agenda de contactos. Marcó. No obtuvo respuesta. Repasó con ayuda de sus rápidas piernas el lugar, y pisó el césped de todo el perímetro al hacerlo, sin quitar su mano derecha del teléfono que mantenía apegado a su oído. Cuando hubo terminado, ya llevaba más de diez llamadas sin ser atendidas.

Se echó al piso e intentó pensar, sentado en cuclillas. El corazón le iba a mil. En la nota, al final, había algo más que palabras: dos gotas habían emborronado la tinta, haciéndola aun así lo suficientemente legible como para entender. El papel seguía húmedo en esa zona, por tanto, no podía estar lejos. Enfocándose en ello, juntó fuerzas para levantarse otra vez y corrió en dirección al departamento.      

A los pies del edificio, sin embargo, obtuvo la respuesta que buscaba.

—¡Miren!

Se abrió paso entre los espectadores, hasta ingresar a la recepción. Tomó la ruta más corta que conocía para subir, y con ayuda del ascensor llegó al último piso. Allí, dobló por el pasillo y subió por las escaleras que llevaban a la azotea.

Yuta no dejó de correr, y sin embargo sintió que el tiempo se ralentizaba. Recordó las palabras que había leído tan solo minutos atrás y a las que había tenido que dar forma en su propia mente debido a las continuas faltas gramaticales de los párrafos, que los hacían casi inentendibles.

Esas, que al comprender, confirmaron sus peores miedos.

“Sé que querías que aprendiera japonés por si lograbas establecerte y traernos contigo pero, nieto querido, temo que tan solo una de las dos cosas es capaz de cumplirse. Ya estoy progresando, ¿ves?

TaeYong, no soy capaz de escribirte esto con mi puño y letra, pero tienes que saberlo de todas formas. La abuela murió anoche. Dicen los doctores que fue una falla multiorgánica, que iba a suceder tarde o temprano.

No te sientas culpable, hiciste todo lo que pudiste por ella. Estoy seguro de que lo sabía también.

Haremos los funerales mañana. Cuando esta carta llegue, no te sientas presionado a venir, si es que aún estás a tiempo. Sé que el dinero no te sobra, pero te agradezco tanto por haberle permitido vivir un poco más y mejor. Eres un buen nieto.

Con amor, tu abuelo.”

Esas palabras tan solo habían sido la introducción a lo que hacía que corriera con todo lo que daban sus piernas, en dirección al borde del edificio. Gritó.

—¡TaeYong…!

Al último de la nota, las palabras estaban difusas por lo que no podía ser otra cosa más que lágrimas. La tinta de la pluma estaba borrosa, pero legible.

“Yuta, te amo como nunca amé a nadie antes

Y lo siento

Lo siento muchísimo”

—¡¡TAEYONG!!

Vio su cabeza girar apenas, lo suficiente para ver su perfil.          

Su pupila estaba temblorosa.

Y en sus labios, aparecía una sonrisa que dejó salir dos palabras.

Lo siento.

Extendió el brazo derecho hacia él, dando una zancada… y la figura de Lee TaeYong se dejó caer al vacío.


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