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Hanami [YuTae] [NCT] por Kuromitsu

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El sábado usualmente no era un día para salir del apartamento, a menos de que fuese estrictamente necesario. Salir significaba, casi por definición impuesta, el tener que gastar dinero, y eso era lo que precisamente faltaba en sus bolsillos. Se lo recordaba la hoja de “aviso de desalojo” que el casero ponía todos los días en la parte frontal de su puerta, sin importar que la retirase en cada mañana cuando salía a buscar trabajo. Luego, al volver por las tardes (siempre con el mismo resultado: las manos vacías), comía una burda barrita de cereal antes de ir a dormir, y repetir lo mismo al día siguiente, con las esperanzas quemadas y deshechas, igual que las colillas de cigarrillo que se acumulaban en su ahora quebrado e inutilizable cenicero de cristal.

Pero ahora la idea de quedarse en casa un día sábado era algo prohibido, y no tanto porque los cerezos en flor invitasen a disfrutar de la primavera en el exterior.

Calzándose las zapatillas de deporte justo antes de salir, dejó atrás a paso ligero su departamento y pronto se encontró con la grava bajo sus pies y los pétalos que, inusitadamente, no parecieron elementos tan molestos como antes. En la derecha, por la línea que seguía el arroyo a través del parque antes de internarse bajo las calles, una cabellera color azabache le hizo apurar el paso como nunca antes.

—¿Tu párpado está mejor?

Supo, apenas al divisarle, que la frase dicha internamente a sí mismo de que necesitaba entregar currículums incluso en fin de semana no se trataba más que de una excusa. Se sentó a su lado, intentando solamente concentrarse en el agua que corría frente a sus ojos.

Mirar de forma directa el rostro perfecto de Lee TaeYong no era una táctica muy inteligente, a menos que planease soportar las consecuencias en su pecho que eso conllevaba.

—Yuta…

—Ah, de seguro te debe doler como mil demonios, qué digo —metiendo su mano en el bolsillo, contabilizó los últimos billetes que quedaban, apenas suficientes para subsistir el resto del mes. Frunció los labios unos momentos, para después dejar escapar una sonrisa que ocultara un poco el pánico financiero que estaba teniendo en esos momentos—. Puedo ir a comprar antinflamatorios si es que los necesitas y…

—Yuta, no.

Parpadeó, mirando la mano huesuda que se encontraba apretando a la suya. Trazó la línea de sus venas que subían por su brazo, para después seguir la línea de su clavícula dejada al descubierto por la camiseta color negro que llevaba puesta y, luego, posó la vista por la manzana de adán hasta llegar a su barbilla, sus labios rosados, su nariz afilada y, por último, sus antes increíblemente penetrantes ojos.

Ahora, además del color morado que adornaba a uno de ellos, el cariz de misteriosa sensualidad parecía oculto tras un velo de apatía.

—Te agradezco por lo de ayer, pero no quiero que nos volvamos a encontrar. Nunca. Te evitaré, y si me ves haz lo mismo, por favor. Adiós.

Dejó caer su mandíbula inferior. La presión en su mano se fue junto con su presencia, y el sonido de sus pasos alejándose, quebrando las briznas de pasto con un ligero crujido, se hizo distante hasta desaparecer. La sorpresa fue lo primero que le hizo anclarse al suelo, incapaz de entender por qué de pronto TaeYong no quería verle más. ¿Acaso había dicho algo inapropiado? No, tan solo le había dicho el día anterior que, de alguna forma u otra, quería conocerle más. 

Luego, el orgullo fue como una tonelada sobre sus pies, impidiendo que alcanzara la figura escuálida de quien osaba a dejarle con las palabras en la boca y con las interrogantes a ebullición hasta casi hacerle explotar. Si quería irse, estaba bien. Perfecto. Seguirían siendo totales desconocidos, no importaba; TaeYong no era el primer chico atractivo al que encontraba por ahí.

Pero después, fue la sensación ligeramente cosquillosa en su estómago la que le hizo entender que, ciertamente, era el primero de todos los hombres a los que había conocido que realmente le empujaba a saber más. A intentar adentrarse en un mundo impropio, ajeno.

Con la respiración entrecortada, detuvo su andar antes de que pudiera adentrarse en las afueras del parque y con ello se perdiera en las laberínticas calles. No dudó y le obligó a que se diera la vuelta, con cuidado de sus frágiles muñecas, sonriéndole en un desesperado intento por hacerle desistir en su huida.

—TaeYong, si de verdad no quisieras saber más de mí no tendrías en tu poder una hoja que me pertenece, ¿no crees? 

—¿Cómo es que tú…? —la tensión con la que le sostenía disminuyó hasta hacerse polvo. Una sonrisa asomó a los labios de TaeYong, tímida primero, luego un poco más cálida—. Supongo que no podré huir de ti.

—No es como si tú realmente lo quisieras, tampoco.

Dándose cuenta de la soltura con la que acababa de hablar, rio, en un intento por hacerlo pasar como una mera broma; mas, TaeYong no siguió el juego. En cambio, le vio asentir.

—Estás en lo cierto, pero el querer es distinto al deber. Y no debes estar cerca de mí. Te arrepentirías tarde o temprano.

—Quiero averiguarlo por cuenta propia, si no te molesta —le vio morderse el labio inferior, con la vista fija en el piso, y lo intentó una última vez—. Por favor.

Después de unos segundos interminables, le vio asentir, y aquel pequeño movimiento de cabeza se sintió como la mayor de las bendiciones. Los currículums que llevaba bajo el brazo y lo vacía que se encontraba su billetera fueron factores que pasaron a segundo plano cuando le invitó a por un café, el que fue excelente compañía de una larga charla de la cual se despidió solamente una vez el sol hubo bajado por el horizonte y, con ello, un nuevo número telefónico apareciera en sus contactos.

Ya sabía cosas básicas como su color favorito (el negro), su signo zodiacal (cáncer), o que era un gran fanático de Studio Ghibli, tema que por lo menos les había llevado una hora completa de entretenida discusión acerca de cuál era la mejor de todas aquellas películas, sin obtener un ganador claro. Eran apenas pinceladas débiles de sus gustos que moldeaban su personalidad, la cual igualaba en belleza a su aspecto, pero que le hicieron sentir en aquel momento como un hombre afortunado por haber conocido a alguien tan increíble como él.

Fueron todas cosas que hicieron que olvidara casi por completo aquella pequeña amenaza; casi, porque tiempo después todo hizo sentido.

Y el arrepentimiento llegó tal como TaeYong predijo aquel día. 


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