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Requiem por Pandora09

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PRINCESAS, OSOS, CANCIONES Y SANGRE

 

Habían pasado un poco más de tres semanas desde la muerte de Bang YongNam y desde que su hermano había comenzado a vivir en la casa de la familia Choi. YongGuk logró acoplarse al ritmo de Zelo y su madre en tiempo record. Llegaba cada noche a dormir, estaba puntual en la cena –que era la única comida que Zelo y su madre se obligaban a compartir a diario-, ayudaba en los quehaceres y apoyaba a la señora Choi con las cuentas –aunque esta y su hijo se negaran, principalmente porque Zelo no tenía la más remota idea de cuál era su trabajo.

Su semblante había mejorado, ya no se veía tan pálido y enfermo como la primera noche. A veces sonreía y a la señora Choi le encantaba pasar tiempo con él.

JunHong comprendía que no quisiera hablar de su hermano, que recordarle lo deprimiera, pero no comprendía que hubiera cortado contacto con el resto de su familia. Natasha llamaba a su madre para tener noticias de él y Zelo llamaba a la señora Bang para saber de YoonSun. No le gustaba que fuera así de distante con su familia, pero tampoco se había detenido a tener una conversación decente con YongGuk.

Era día sábado nuevamente y había pasado el día soportando un dolor de cabeza casi insoportable –el anuncio de una gripe igual de atroz-, por lo que había decidido quedarse en casa a pesar de la insistencia de KiBum por salir a un bar. Su madre, en cambio, tuvo una mejor idea: ver series y comer palomitas bajo una gruesa manta.

Se acomodó, como ya se había hecho costumbre, entre su madre y YongGuk frente al televisor.

- ¿Qué veremos? –preguntó YongGuk mientras su madre programaba la serie. Apenas Zelo vio la imagen promocional, supo que no sería una buena idea.

- Yo creo que deberíamos ver Vikingos, o algo de acción, o me quedaré dormido –dijo empujando a su madre y buscando él la serie.

- ¿Qué hay de malo con esa? –la mujer hizo un puchero al que fue apenas capaz de resistirse.

- Deberías complacer a tu madre –dijo YongGuk con la boca llena de palomitas.

- Leí el libro, malísimo –realmente solo le leyó las primeras páginas y no le gustó. Después de que escuchó las críticas y conoció la trama, con menor razón la vería.

- ¿De qué se trata que es tan mala?

- De una chica que se suicida y deja grabaciones a todas las personas que, de alguna forma, influyeron en su decisión de quitarse la vida –soltó rápidamente luego de suspira, haciendo clic sobre la imagen en miniatura de Travis Fimmel como Ragnar Lodbrok con la esperanza de que, al comenzar rápido el primer capítulo, no tuvieran tiempo para discutir nada más-. Si me preguntan, la idea de culpar o siquiera insinuar la participación de otras personas en un suicidio me parece egoísta y errónea. No defiendo el bullying, pero sí la capacidad de cada persona de decidir qué hacer con su vida. Prefiero ver a muchas personas asesinarse libremente y sin culpas.

Ni su madre ni YongGuk dijeron algo, no supo si se debía a que la serie ya había empezado o a su opinión y la trama de la serie que tanto estaba llamando la atención. Él no estaba interesado en verla desde el principio, luego de la muerte de YongNam, la posibilidad de hacerlo se volvió imposible.

Durante las tres horas siguientes, apenas intercambiaron palabras, algún comentario por aquí y otra opinión por ahí, pero nada que no estuviera relacionado con los bárbaros. Pronto se dio cuenta de que a YongGuk le había gustado la serie tanto como a él, por lo que se sintió feliz de haber conseguido distraer su atención. Cada cierto tiempo, su madre soltaba alguna exclamación de sorpresa, reía o expresaba en voz alta su fascinación por los personajes, en especial por Floki, que también era el favorito de Zelo, con toda su extravagancia y su aura oscura. No podía comparar esa serie con cualquier serie adolescente, pero Floki conseguía ser extraño y llamativo incluso en un contexto tan arcaico como la era vikinga.

A Zelo, después de Floki, le gustaba Rollo. Sí, no sonaba muy bonito seguir al hermano traidor, pero no podía evitar sentirse ligeramente identificado con él. Viviendo siempre a la sombra de Ragnar, Rollo hacía lo que podía para sobrevivir, aunque sus decisiones no siempre fueran las adecuadas.

Le recordaba un poco a JunSeo, el hijo perfecto. El hermano perfecto. El hombre perfecto. Y JunHong, el eterno seguidor. El de las malas decisiones. El dispuesto a todo por la aceptación del mayor.

Pero no, quería convencerse de que él no era Rollo ni JunSeo, Ragnar. Tampoco quería verlo a la inversa, no quería alcanzar la cima de todos sus sueños solo para caer de cara contra el asfalto como JunSeo, pero tampoco quería lograr sus metas por medio de artimañas y traiciones. No quería ser apuntado con un dedo, pero tampoco quería seguir sintiéndose el rechazado, el olvidado e indeseado por la única persona cuya aceptación le importaba.

- ¿Zelo? –YongGuk le golpeó el hombro y soltó un gemido ahogado por el dolor, lo miraba con el ceño fruncido.

- ¿Qué ocurre, bebé? –la voz de su madre se escuchó distorsionada por los gritos de guerra provenientes de la batalla en la televisión.

Sintió los dedos fríos de YongGuk acariciarle la cara y, cuando vio las palmas de sus manos, estas estaban cubiertas de sangre.

Se tocó las mejillas y palpó el líquido tibio y espeso cubriéndolo, mientras que una risa grave se escuchaba por toda la sala.

Frente a él, JunSeo sostenía un hacha ensangrentada.

 

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YongGuk cambió paños húmedos durante toda la mañana luego de que la señora Choi cuidara de JunHong durante toda la noche. Habían decidido que, si empeoraba, lo llevarían a urgencias, pero mientras solo fuera fiebre, lo cuidarían en casa. Él se comprometió a no dejar solo a Zelo en ningún momento para que la señora Choi pudiera descansar un poco y luego ir al trabajo.

Escuchaba los gemidos de Zelo cuando se movía en la cama. Lo veía temblar bajo la sábana. Le secaba el sudor y le sostenía la mano cuando las lágrimas le recorrían la sien. Quería saber qué soñaba, qué eran esas cosas que veía que lo hacían sonreír, que le provocaban ese llanto silencioso que apenas podía contener cuando llamaba a JunSeo en voz baja, cuando gruñía el nombre de YongNam.

No podía recordar la última vez que había cuidado de alguien, que había velado el sueño de alguien, ni siquiera si realmente lo hizo alguna vez y definitivamente no se sentía orgulloso de eso… La señora Choi incluso había tenido que anotarle sus indicaciones y los números de emergencia porque él apenas sabía llamar a una ambulancia.

- El oso –mascullaba cada cierto tiempo, cuando abría los ojos rojos y lo miraba, como si le estuviera atravesando el alma-, el oso y la princesa.

Estaba acostumbrado a las alucinaciones de la gente por culpa de las drogas, a las risas estridentes provocadas por la hierba y los llantos ahogados producto del ácido, pero no conocía los delirios por culpa de la fiebre. Se preguntaba qué era eso que veía Zelo cuando cerraba los ojos, que lo obligaba a abrirlos chillando de pánico.

- Es solo una gripe –había dicho la señora Choi luego de que Zelo se desmayara en la sala y ella le tomara la temperatura. Estaba volando en fiebre-. Siempre ha sido escandaloso hasta para enfermarse.

No comprendió a qué se refería con lo último, YongGuk apenas se había cuidado a sí mismo estando enfermo, así que no tenía material con el que comparar a JunHong, por lo que simplemente obedeció a la señora Choi y anotó todas las indicaciones que el médico le dejó cuando lo llevaron al hospital al mediodía.

Reafirmó la teoría de la gripe y le recetó medicamentos para bajar la fiebre y controlar el virus. De todas formas, YongGuk siguió poniendo compresas tibias en su frente y vientre, encontrándose con una gran sorpresa la primera vez que le levantó la camiseta.

Su piel era pálida e inmaculada como siempre la había imaginado, no tenía cicatrices ni moretones. Sus pectorales no eran muy exagerados, pero sí eran marcados y compactos, como los músculos del resto de su cuerpo. Su vientre estaba caliente y sudaba frío, se estremecía cada vez que lo tocaba con curiosidad.

Lo que lo sorprendió no fue lo bien formado que estaba su cuerpo ni lo caliente de su piel, fueron las marcas negras en su bajo vientre.

JunHong no era del tipo de personas que se marcaban a sí mismas y ese tatuaje era una sorpresa, una muy grata sorpresa.

El menor siempre había sido el hijo correcto, el que imitaba a su hermano en todas las cosas buenas que hacía. La diferencia es que siempre fue más cobarde y, con el tiempo, esa cobardía se volvió precaución y Zelo mutó a una persona completamente distante y calculadora. No comprendía qué fue lo que lo hizo ser de esa manera, pero ya no podía cambiarlo.

Se preguntó si ese tatuaje había marcado el antes y el después entre el niño nerd que había sido con el hombre en que se había convertido. Se preguntó dónde quedó ese JunHong adorable y temeroso que había conocido. ¿Cuándo Choi JunHong se convirtió en Zelo?

La mancha negra sobre su piel eran los perfiles de un hombre y una mujer unidos por un moño. No tenía idea de lo que significaba pero le encantaba.

JunHong volvió a moverse, de nuevo mascullando sobre el oso y JunSeo, llamando a la princesa y llorando por YongNam.

Comenzaba a creer que Zelo lloraba a su gemelo por todo lo que él no había llorado.

Pasaron casi dos horas luego de que le dio la medicina que recetó el médico antes de que la fiebre bajara considerablemente y YongGuk permaneció junto a Zelo todo el tiempo. Le limpió el sudor y le cambió las compresas hasta que ya no fueron necesarias.

Nunca había cuidado de alguien, pero le debía demasiado a él y a la señora Choi como para no hacerlo.

La señora Choi lo felicitó por mantener a su hijo con vida cuando llegó y YongGuk solo pudo decir que era su forma de agradecerle todo lo que hacía por él.

A veces estaba tentado a preguntarle por qué lo aceptaba en su casa, por qué había aceptado a YongNam a pesar de todo lo que JunSeo sufrió por su culpa. La señora Choi era un misterio, igual que su hijo menor. Igual que todas las cosas que YongGuk siempre había odiado. No la conocía mucho, no más de lo que había visto de ella en el poco tiempo que llevaba quedándose en esa casa o lo que había escuchado decir alguna vez a YongNam o JunSeo, por lo que podía creer cuánto había despreciado a esa mujer siendo un niño, su sonrisa afable y su voz cariñosa, como si los quisiera de verdad, como si estuviera feliz de tener hijos y de que estos tuvieran amigos, incluso si solo eran pandilleros y delincuentes. Había aborrecido su instinto maternal, sus gestos delicados y su rostro bonito. Era la mujer perfecta y YongGuk solo tenía a una perra desalmada por madre.

No podía creer que realmente existieran personas como los Choi hasta que YongNam se atrevió a corromper y destrozar a JunSeo. No se lo había merecido, pero se lo había buscado.

Se preguntó si Zelo hubiese acabado igual de haberse involucrado con uno de ellos.

Muy poco ganaba haciéndose pajas mentales, así que se aseguró de que Zelo volviera a dormir y decidió descansar un poco acurrucándose a su lado y durmiéndose en seguida.

Cuando despertó, estaba solo en la cama.

Buscó a en la habitación y en el baño, encontrándolo por fin, en la cocina, envuelto en una manta y con un plato de sopa humeante frente a él. La señora Choi miraba a su hijo con el ceño fruncido.

- Estaba alucinando, mamá –se defendió temblando.

- Sí, claro.

- ¿Dónde estabas? –preguntó YongGuk haciendo hasta lo imposible porque el alivio que sentía no se filtrara en su voz.

- En el patio, columpiándose –gruñó la señora Choi y golpeó a Zelo en la cabeza, que solo se encogió de hombros y probó la sopa.

- Era justo lo que necesitaba –dijo con la voz baja y ronca por la gripe.

- Lo que necesitas es una paliza y una neumonía –volvió a golpearle la cabeza y luego lo abrazó.

YongGuk solo los observó en silencio. Su familia nunca había sido realmente unida. Su madre había trabajado toda su vida y, cada vez que podía, les sacaba en cara que ella los había parido. No era una mujer mala, pero sí una madre descariñada. Muy contrario a la señora Choi, que era tierna, delicada y, sorpresivamente, protectora. A pesar del abandono de su marido, ella había sacado adelante a dos hijos perfectos en todo sentido, inteligentes, educados, cariñosos y, por qué no decirlo, atractivos.

La familia Choi, a pesar de ser una familia fragmentada de una madre y sus hijos, era la idea de una familia perfecta que YongGuk siempre quiso tener.

Cenaron entre risas y regaños en broma de parte de la señora Choi. YongGuk por primera vez se sintió en casa, como si ellos realmente lo quisieran ahí. Tal vez era por agradecimiento por haber cuidado de Zelo, no le importaba si tan solo era por pena, de cualquier forma se sentía bien y quería disfrutar de eso tanto como fuera posible.

- Oye, Zelo –el menor levantó la cabeza de la sopa y lo miró con curiosidad-, ¿qué es eso del oso y la princesa de lo que tanto has hablado?

Vio las mejillas del menor teñirse de un delicado rosa y soltó una carcajada cuando se negó a contestar.

 

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Gracias a los cuidados de su madre y YongGuk, luego de cuatro días, JunHong se sentía como nuevo, sin rastros de la fiebre ni gripe.

Pensaba faltar a clases por lo que quedaba de semana, así que ni siquiera planeaba quitarse el pijama. Sus notas eran lo suficientemente altas como para no preocuparse por una semana de ausencia y contaba con que JongUp podría prestarle sus apuntes como siempre.

Durante la tarde estuvo hablando con KiBum, a quien no había visto durante esos cuatro días y le contó que ya se sentía mejor, por lo que este prometió ir a su casa. Así era su relación con Kim KiBum, discutían, pasaban días sin hablarse, se enojaban y al final volvían como si nada hubiera pasado. Zelo no se molestaba demasiado preocupándose por su relación porque las cosas siempre acababan bien para ellos sin tener que hacer dramas.

Decidido a darse una ducha, salió de su habitación cargando una toalla, ropa de cambio y su celular. YongGuk había estado todo el día encerrado en la de JunSeo “trabajando”. JunHong no tenía idea de cuál era su trabajo, si habían días en los que ni siquiera salía de la casa, por lo que no dudó en entrar cuando vio la puerta entreabierta y al moreno sentado en el suelo dándole la espalda y con audífonos en las orejas.

Silenciosamente, de la misma forma en que él a veces se metía a su habitación solo a mirarlo hacer los deberes de la universidad, caminó hasta estar a su lado y sentarse. YongGuk estaba rodeado de hojas llenas de garabatos y susurraba por lo bajo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se dio cuenta de que no hablaba solo, sino que cantaba por lo bajo. Rapeaba por lo bajo.

Tenía la voz grave y vibrante, Zelo pocas veces había escuchado una voz así, tan masculina y armoniosa al mismo tiempo.

Sin dudarlo un segundo, usó su celular para grabarlo. Le gustó mucho lo que escuchaba.

Sin cerrar la aplicación de grabadora, tomó una de las hojas y abrió los ojos con sorpresa cuando comprendió realmente lo que Bang YongGuk estaba haciendo.

Escribía canciones, algo que nunca habría esperado de él. Y era absolutamente talentoso.

What my heart tells me to do. BadMan. Fermata. Goodbye. Leyó algunas de forma superficial, encontrando en esas hojas a una persona completamente desconocida, alguien sensible y emotivo, alguien irreal.

Por primera vez se preguntó si había visto siempre a los gemelos como a una sola persona.

Algunas canciones estaban marcadas solo con letras o números. AM 4:44, 1004, T, Q, X…

- Cuando tu piel blanca y pura toca la mía –comenzó leyendo en voz alta, preguntándose en qué o quién había estado pensando cuando escribió eso.

- ¿Qué estás haciendo? –soltó un grito agudo y dejó caer las hojas que sostenía cuando YongGuk habló de golpe y lo miró con el ceño fruncido.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí y no le importó, tampoco que YongGuk o mirara como si estuviera espiando su más íntimo secreto, simplemente se sentó a su lado y le mostró las hojas.

- Eres realmente bueno.

- Por algo me pagan –le quitó las hojas y las ordenó en un montón para dejarlas a un lado y cerrar el notebook que Zelo no había visto sobre sus piernas.

Así que ese es su trabajo.

- No sabía que eres compositor –dijo por decir algo más que por querer hacer verdadera conversación. Siempre que estaba cerca de YongGuk sentía que debía decir algo.

- No lo soy –respondió el otro, tajante.

- Bueno, puede que no lo seas, como dices –Zelo pocas veces elogiaba a la gente o tenía algo bueno que decir, pero cuando lo hacía, lo hacía sinceramente-, pero deberías, de verdad que tienes talento.

- ¿Eso crees?

- No soy un erudito en el tema, pero me gustó lo que leí.

YongGuk no era una persona muy sonriente y solía hacerlo solo cuando quería burlarse de la gente, por lo que se llevó una gran sorpresa cuando las comisuras de su boca se curvaron y sus labios se adelgazaron hasta ser solo dos finas líneas enmarcando un juego de dientes perfectos y encías saludables. YongGuk nunca había sonreído de esa manera, menos para Zelo, y no sabía si sentirse feliz por eso o aterrado.

- Si tú lo dices, tal vez sea hora de que una gran compañía me descubra –vagamente pensó en Sehun y decidió que, si podía ayudar a YongGuk, lo haría sin dudas.

No hizo muchas preguntas sobre esta afición de YongGuk, pero el mayor le explicó que había nacido cuando estuvo en la correccional y tuvo la imperiosa necesidad de encontrar un escape. Escribir lo había ayudado a sentirse libre y humano, en sus propias palabras.

Durante casi media hora, le mostró sus letras, le contó sobre sus musas y todo lo que lo inspiraba. Su favorita acabó siendo BadMan y su crítica a la sociedad. Por primera vez en toda su vida, se sintió cercano a Bang YongGuk.

Cuando un mensaje hizo vibrar su celular, pero lo ignoró y también el hecho de que seguía grabando, tomó sus cosas y se puso de pie, recordando que tenía una cita y todavía debía ducharse.

Tomó sus cosas y caminó hasta la salida.

- Gracias por compartir esto conmigo –dijo apuntando a las hojas- y por cuidarme.

YongGuk lo siguió con la mirada y caminó hasta él, hasta tocarle suavemente una mejilla.

- Es mi forma insignificante de agradecer todo lo que tú haces por mí –lo que apenas habían sido nudillos subiendo y bajando por la piel tibia de su mejilla, se convirtió en una palma acunándola-. Eres demasiado blanco –sintió un estremecimiento cuando una mano se sostuvo de su cadera- apuesto a que no tienes ninguna cicatriz –un dedo pulgar levantó apenas su polera y se abrió paso hasta alcanzar las marcas negras de su tatuaje-, completamente inmaculado –la ropa en sus manos cayó en un montón sobre el piso y Zelo gimió cuando la otra mano de YongGuk se sostuvo de su otra cadera y su nariz le acarició el cuello-. Siempre tan delicado y provocativo –cerró los ojos con fuerza, preguntándose cómo había acabado ahí. Sentía las caricias sobre la piel de su vientre bajo, el aliento cálido de YongGuk recorriendo su cuello, ¿qué estaba pasando?-. I wanna see your smile. I wanna see your smile. I wanna see you high. I wanna see you high –Zelo estaba lejos de ser políglota y comprender del todo esas palabras, pero las conocía, las había leído y se preguntaba en quién había estado pensado YongGuk cuando las escribió-.¿Sabes cuántas personas han querido corromperte alguna vez? ¿Cuánto deseo mancillar tu perfección?

- Por favor, hazlo. Por fin, hazlo.


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