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Requiem por Pandora09

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VUELA CONMIGO

 

Sus ojos apenas distinguían las figuras frente a su rostro. Sus oídos apenas escuchaban las palabras que los otros susurraban. La noche no le permitía ver y los gritos deformaban las palabras que la puerta frente a él ahogaba.

JunSeo hyung había estado llorando. Un JunHong de trece años podía reconocer perfectamente la desesperación en el semblante de su hermano mayor. Los hermanos Bang lo habían sostenido hasta poder ocultarse los tres en el baño y JunHong no sabía qué podía hacer para ayudar a su hyung cuando los gritos rompían la calma de sus susurros.

Su madre no estaba, había llamado para avisar que estaría en el trabajo hasta tarde y JunSeo hyung había decidido salir con sus amigos a hacer cosas que a JunHong no le importaban por ser tan jodidamente pequeño, en sus propias palabras.

A su regreso, los hermanos Bang cargaban a un JunSeo completamente cubierto de sangre.

Una hora después, cuando salieron del baño, los tres sonreían cansados y fingieron sonrisas alegres cuando se encontraron a JunHong casi dormido acurrucado contra la pared del frente.

- Tan tierno –susurró uno de los hermanos Bang dándole una palmada en la cabeza.

- Es solo un niño –agregó JunSeo hyung.

 

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JunHong era demasiado pequeño.

JunHong era demasiado inocente.

JunHong era demasiado torpe.

JunHong era demasiado ruidoso.

JunHong era demasiado molesto.

JunHong era demasiado inepto.

JunHong era todas esas cosas que nadie quería ser, que nadie quería tener cerca.

JunHong era solo un lastre que JunSeo hyung estaba cansado de arrastrar a todas partes porque debía cuidar de él. Pero, aun así, JunHong quería estar con su hermano, quería seguir hasta el fin del mundo, quería conocer la vida junto a él. JunHong quería ser fantástico, como un súper héroe, igual que su hermano mayor.

JunHong admiraba a JunSeo como no podía admirar al padre que no tenía. Sus metas se limitaban a seguir los pasos de su hermano mayor sin arruinar todo lo que él había conseguido.

Porque JunSeo hyung era tan genial y maduro. Iba a lugares tan bonitos. Tenía amigos tan valientes. Era tan lindo que llamaba la atención de todo el mundo. Tenía todo el cariño y orgullo de su madre, a veces hasta recibía llamadas de su padre desde Canadá. JunSeo hyung era tan popular y todo el mundo quería estar con él y contemplar esa sonrisa, que era tan linda que podía apagar las estrellas del cielo.

O eso pensaba JunHong, ingenuo.

Porque JunSeo hyung a veces era malo. A veces no lo quería cerca. A veces no quería compartir a sus amigos. A veces se burlaba de JunHong y su puerilidad.

A veces simplemente no lo quería.

- Pero hyung –rogó JunHong, con los ojos brillantes y los puños sosteniendo los bordes de la chaqueta de su hermano mayor.

JunSeo y sus amigos habían conseguido identificaciones falsas y querían ir a un bar y celebrar su cumpleaños emborrachándose.

JunHong y su madre le habían comprado un pastel y le cantaron el Feliz cumpleaños entre el afán del mayor de salir y los gritos de sus amigos apremiándolo.

- Junnie, eres muy pequeño para ir conmigo –JunSeo le hizo un gesto a sus amigos que JunHong no comprendió y estos salieron de la casa tan rápido que apenas se dio cuenta de ello.

- Pero quiero ir contigo, por favor –con los ojos cubiertos de lágrimas, rogó hasta que su hermano lo miró con una sonrisa inmensa.

- Está bien, pero debes decírselo a mamá, eso es lo que hacen las personas grandes –su hermano le palmeó la cabeza y lo empujó hacia el pasillo-. Trae un abrigo, afuera hace frío.

Junhong corrió hasta la habitación de su madre y gritó un emocionado ‘iré con JunSeo hyung’ antes de pasar a su habitación, tomar un abrigo de lana y volver a la sala, donde no había rastros de su hermano mayor ni sus amigos.

 

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Los recuerdos de su hermano habían dejado de doler con el tiempo, cuando comprendió por qué este se esforzaba tanto por protegerlo de los peligros del exterior, aun cuando era él quien más lo hería. Las palabras de JunSeo habían dejado de doler cuando comprendió por qué las había dicho.

JunSeo dejó de doler cuando comprendió que no era su padre. Cuando comprendió que él y su hermano eran eso, solo hermanos.

Pero había recuerdos que no podía ignorar, momentos y personas que no podía superar. Risas y burlas. Uno en especial que clavaba aún, uno que era cruel e injusto.

Ese en que JongUp se burlaba de JunHong, que cubría las escapadas de su hermano frente a su madre, que ponía la cara cuando la mujer quería fingir ser una madre dedicada.

Ese en que JongUp había creído que JunHong estaba enamorado de uno de los gemelos Bang. Ese que estaba lleno de boletas de locales de comida rápida cubiertas de su nombre y el de Bang YongGuk enlazados con un corazón rojo. Con un corazón roto.

Ese recuerdo de boletas rotas, de risas crueles, de lágrimas de impotencia cuando su hermano encontró la broma de JongUp y ‘mierda, Junnie, ¿en serio? Eres demasiado… ¿bueno?, ¿puro? Lo que sea, para que alguien como YongGuk se fije en ti. Es que no eres su tipo’.

Ese recuerdo en que Zelo nació, porque probablemente nunca enamoraría a Bang YongGuk, probablemente nunca sería tan genial como su hermano, ni tan atractivo, ni tan gracioso, ni tan popular; pero sí sería mejor que él.

- Tal vez en otra ocasión –dijo, golpeando la mano con que YongGuk le acariciaba el cuello. Vio una sonrisa ladina formarse en el rostro ajeno y dio un paso hacia atrás.

- ¿En otra ocasión?

- O nunca –tomó el celular que vibraba en el piso y, sin dejar de mirar al moreno a los ojos, contestó la llamada de KiBum-. En seguida abro la puerta.

No importó cuán profundamente respiró mientras volvía a su habitación y luego se dirigía a la puerta principal. No importó cuánto limpió su mejilla para quitar la sensación de la piel ajena contra él, no podía olvidar lo cerca que había estado de caer, cuánto deseaba borrar todas esas memorias y dejarse llevar.

KiBum lo esperaba al otro lado de la puerta con una sonrisa, cubierto por un abrigo azul marino que contrastaba con su piel pálida e inmaculada. En su cuerpo no había tatuajes no perforaciones extrañas. Su prontuario estaba completamente limpio, su conducta era intachable y su sonrisa perfecta. Su corazón volvía a latir con normalidad cuando estaba a su lado, no sentía náuseas ni deseos de pecar. KiBum era lo que su vida y su corazón necesitaban.

Pero, mierda, en ese momento deseaba un montón de cosas que no encontraba en la calma de su novio.

- ¿Me extrañaste? –no respondió a la pregunta, simplemente se lanzó sobre él y lo besó como nunca había hecho, con hambre y calor, como si la fiebre estuviera atacando su cuerpo nuevamente y necesitara de sus besos para aplacarse. Como si KiBum fuera el oasis en medio del desierto-. Parece que sí.

KiBum se aferró a sus caderas y le devolvió el beso sin pedir explicaciones, simplemente sintiendo que Zelo por primera vez lo necesitaba más que para llenar un vacío.

Ninguno se molestó en cerrar la puerta o en saludar a YongGuk cuando este abandonó la casa a pasos rápidos, Zelo simplemente arrastró a KiBum por el pasillo hasta su habitación.

 

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- Por fin, hazlo –ocultó el rostro entre sus brazos y soltó un gemido luego de escuchar su ruego patético en la grabación.

Había pensado grabar solo a YongGuk rapeando para luego enviarle la grabación a Sehun junto a alguna otra letra que le llamó la atención, pero el jodido aparato había estaba grabando todo el tiempo hasta que consumió la memoria interna del celular y eso pasó mucho después de ese lapsus irracional de YongGuk tocándolo y provocándolo.

Se avergonzaba de sí mismo, no solo por haber caído en la tentación rogándole a YongGuk que hiciera lo que quisiera con él, sino que también por todo lo que pasó el resto de la noche mientras solo podía pensar en YongGuk.

- ¿Quién se te declaró que estás tan avergonzado? ¿O a quién te declaraste? –JongUp dejó caer sus cuadernos sobre la mesa junto a un paquete de galletas, haciendo todo el ruido posible para llamar su atención-. ¿Qué haces aquí todavía?

Alzó la cabeza para mirar a su mejor amigo y soltó un grito ahogado cuando vio su cabello perfectamente teñido de plateado.

- ¿Qué mierda te pasó en la cabeza, te bañaste con lejía?

JongUp frunció el ceño y luego soltó una carcajada estridente, ambos sabían que el nuevo color le quedaba perfecto. A veces se preguntaba por qué no podía querer a su amigo como algo más, pero entonces recordaba que este aún no se destetaba de Kim HimChan y olvidaba cualquier pensamiento similar.

- Entonces, ¿qué haces aquí?

Estaban sentados en una mesa en un rincón olvidado de la cafetería vacía. Había decidido ir a la universidad y esconderse ahí hasta dejar de auto compadecerse y poder volver a mirar a Bang YongGuk o a KiBum sin avergonzarse de sí mismo.

Se encogió de hombros y guardó su celular disimuladamente, queriendo olvidar todo lo que había pasado el día anterior.

- ¿No piensas ir a casa?

Con un suspiro, le frunció el ceño a su mejor amigo y negó con la cabeza.

- Quiero pasar el rato…

- ¡Entonces vamos! –JongUp, con la emoción de un niño pequeño con un juguete nuevo, agarró su mochila y corrió hacia la salida, seguido por un JunHong cuyas piernas se enredaban y ralentizaban sus movimientos.

Afuera solo pudo enarcar las cejas y mirar con burla a su mejor amigo.

- Eres patético –gruñó y recibió solo un encogimiento de hombros como respuesta-, pero no entiendo por qué siempre me arrastras en tus estupideces.

HimChan le sonreía a JongUp, mientras que YongGuk estiraba un casco de motocicleta en su dirección.

- Tienes que acompañarme a un lugar importante.

- Eso me suena a obligación –gruñó sosteniendo con fuerza su mochila y mirando despectivamente el casco que oscilaba frente a él a manos del moreno- y yo no tengo ninguna obligación contigo o con cualquier otra persona.

El casco saltó de la mano de YongGuk a la de HimChan, que abrazaba a JongUp por la espalda y les sonreía. Como respuesta, luego de que JongUp sostuviera el objeto, él le lanzó un juego de llaves a YongGuk.

- Vamos, se hace tarde.

Aunque lo intentó, su resistencia no fue suficiente para imponerse a la fuerza bruta de Bang YongGuk cuando lo arrastró al estacionamiento y lo empujó al interior de un auto negro. Podría haberse escandalizado por ser secuestrado a plena luz del día, pero sabía que decir cualquier cosa en contra del mayor sería un caso perdido, por lo que simplemente ignoró su presencia mensajeándose con su novio y JongUp, en especial con el segundo, a quien culpaba de haberle tendido una trampa.

La curiosidad comenzó a picarle cuando entraron en un condominio de casas que podrían valer más que su propia vida, pero no quiso preguntar, porque temía que la respuesta fuera lo que estaba imaginando.

- Tienes que hacerte responsable –dio un respingo y se golpeó la cabeza en la ventana, donde la tenía recargada, cuando la voz de YongGuk rompió el silencio.

- ¿De qué estás hablando? –reprodujo en su mente todas las conversaciones que había tenido con el moreno y no recordaba ninguna que los llevara a ese lugar en específico.

El auto de detuvo frente a una casa blanca de tres pisos, rodeada de árboles de hojas caídas. YongGuk lo obligó a bajarse y efectivamente enfrentar esos estúpidos consejos que le había dado sobre lazos familiares y adioses eternos.

Con su mano como rehén, lo empujó frente a la puerta de madera y cristal que abrió una elegante mujer vestida de un rosa pálido. Detrás de ella, una pequeña niña de unos cuatro años miró a YongGuk con los ojos soñadores.

- ¿Papá? –JunHong sintió que todo en su interior se contraía y rompía cuando la niña corrió emocionada hasta abrazarse a las piernas de YongGuk.

Buscó los ojos de SunHwa y se encontró con su mirada aguada, mientras se cubría la boca y sus mejillas se bañaban con tristeza.

Cuando YongGuk lo soltó para abrazar a la niña, Zelo quería seguir aferrado a su mano y correr, arrastrarlo con él a un lugar lejano, tal vez en otra dimensión o galaxia, a cualquier sitio donde YongGuk no tuviera que explicarle a una pequeña niña que su padre había muerto y nunca volvería a verla.

 

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- Estuvo acá la noche anterior –susurró SunHwa sosteniendo una taza de café con sus manos delicadas y pálidas, mientras Zelo veía a YoonSun jugar con sus muñecas sobre la alfombra.

La mujer se había resistido un poco a dejarlos pasar, pero YoonSun estaba tan emocionada por ver a su tío que no pudo hacer nada más. Zelo apenas se había presentado ante ella, habían pasado muchos años desde la última vez que se vieron, ella seguía siendo hermosa, por lo que era inconfundible, mientras que Zelo había madurado y crecido físicamente al punto en que muy pocas personas podían reconocerlo.

- Me pidió perdón por no poder darle a nuestra hija todo lo que ella necesitaba –SunHwa miró a la niña, completamente ajena a su conversación, y a JunHong, creyendo que este no escuchaba sus palabras-. ¿Qué hace él aquí?

- Me convenció de venir, después de todo lo que su hermano sacrificó no puede permitir que YoonSun sea abandonada por mí también.

- No necesito lástima, Bang YongGuk –gruñó la mujer, Zelo podía ver su mandíbula tensa y la forma en que las palabras cortaban a través de sus labios, con saña y rencor. No se molestó refutando la mentira del moreno, a él no podía importarle menos, pero YongGuk tenía algo de razón-, menos de un Choi.

Por supuesto que ella no necesitaba nada que ninguno de ellos pudiera darle, vivía en una mansión en la parte más rica de la ciudad, probablemente YoonSun asistiría a las mejores escuelas, tendría el celular más caro y los juguetes más bonitos, pero no tendría un papá y ella pensaba arrancarle todas las raíces que lo ataban a su recuerdo.

SunHwa era la hija menor del CEO de una compañía de entretenimiento que actualmente estaba a manos de sus hermanos mayores. Ella creció en ese ambiente, rodeada de celebridades y el glamour que el cargo de su padre conllevaba, salía en revistas de chismes y alardeaba de tener armarios llenos de la última moda. Viajaba por el mundo y nunca supo qué significaba pasar hambre o frío. Pero tampoco conocía la verdadera libertad, era libre dentro de una jaula de oro.

Entonces, cuando fue un poco mayor, como cualquier adolescente rebelde, se escapaba de su mansión en las noches y, junto a sus amigas, corría a los barrios bajos de la ciudad a conocer la verdadera vida.

Preciosa, con porte de modelo y delicada como una flor, todos querían estar cerca de ella, pero siendo el cliché de película occidental que era, había preferido al más malo de los malos.

No hubo amor de parte de ninguno, pero sí una peligrosa obsesión por sentirse rechazada.

Cuando Zelo decía que la gente había odiado y amado a su hermano en partes iguales, se refería principalmente a Han SunHwa.

Públicamente rechazada por JunSeo, ella buscó quitarle lo que él más amaba.

Una noche de borrachera y un ‘positivo’ como resultado un par de meses después y todo comenzó a irse al demonio.

YongNam aceptó hacerse cargo sin ningún problema, JunSeo incluso lo apoyó en esa decisión porque él sabía lo que significaba crecer sin padre y no quería que un bebé inocente sufriera por su culpa. Hasta ahí, todo bien. Pero desde el principio todo había sido una artimaña de una SunHwa infantil y herida, con dinero suficiente como para mandar a alguien acosar a JunSeo y poder obligar a YongNam a casarse con ella porque, si no lo hacía, nunca nadie volvería a ver al bebé.

JunSeo nunca le dijo exactamente que pasó la última noche que estuvo en Corea del Sur, solo recordaba haberlo visto limpiándose los restos de sangre de la cara, con la ropa hecha jirones cubierta de barro y sangre. Al día siguiente, YongNam firmó el acta de matrimonio y JunSeo voló a Canadá para no volver.

- YoonSun es mi sobrina tanto como es tu hija, aunque a ti te cueste reconocerlo.

- ¿Quieres ver la muñeca que me regaló mi papá? –la niña desvió su atención de la conversación de los mayores, con su sonrisa inocente y deslumbrante, Zelo no se pudo negar a su petición. Era jodidamente idéntica a la sonrisa de YongNam.

- Claro que sí.

- ¡Vamos a mi habitación! –la niña le tomó la mano y lo jaló para que se pusiera de pie, pero él en seguida la detuvo.

- Debes decirle a tu mamá primero –no era que él fuera a hacerle algo a la menor, pero estaba seguro de que SunHwa no estaba contenta con su visita y menos lo estaría por verlo pasar tiempo a solas con su hija- y tal vez tu tío también quiera verlas.

La niña lo miró por unos segundos con el ceño fruncido, entonces volvió a sonreír abiertamente, de la misma forma en que hacían los gemelos Bang cuando querían conseguir algo, mostrando todos sus dientes y encías.

- ¡Mami! ¿Puedo mostrarles mis demás muñecas al tío Jun y al tío Gukkie?

El rostro de SunHwa se deformó cuando ese primer y emocionado tío salió de la boca de su hija, que Zelo apenas pudo contener una carcajada.

- C-claro que sí, cariño.

Entonces YoonSun tomó la mano de YongGuk y luego la de Zelo para arrastrarlos escaleras arriba hasta una habitación elegantemente decorada de rosa y blanco en la segunda planta.

Zelo quedó deslumbrado no solo por la elegancia del lugar, sino que por la similitud que tenía con un verdadero palacio de película de Disney. SunHwa realmente no mentía cuando hablaba de no necesitar nada para la niña.

Dejó que YongGuk fuera arrastrado hasta una pequeña casa de muñecas en un rincón, mientras que él se dirigía a mirar por las ventanas.

No podía creer que realmente estaba en ese lugar, con la hija de Bang YongNam, con una de las tantas razones por las que su hermano mayor había decidido marcharse. Incluso peor, no podía creer que no pudiera odiar ni a SunHwa ni a la niña.

La ventana daba hacia un jardín que, más avanzada la primavera, debía ser la cosa más bonita del mundo. Podía imaginar a YoonSun corriendo y jugando por ahí, lanzándose a los brazos de su padre y soltando risas cantarinas.

YoonSun no tenía la culpa de nada, eso era obvio, pero comenzaba a despreciar aún más a SunHwa por haber destrozado a tantas personas sin siquiera sentir un poco de remordimiento.

- Oye, mira esto –de la nada, YongGuk apareció a su lado con la niña en brazos, que jugaba con su cabello y tarareaba en voz baja.

Zelo tomó el objeto que el mayor le tendía y sintió un nudo formarse en la garganta. Era una muñeca de género, probablemente el único juguete barato de toda la habitación.

- Ella es la reina Sunny –dijo la niña quitándole la muñeca a YongGuk para abrazarla con fuerza-, fue un regalo de mi papá.

La recordaba, había visto a JunSeo envolverla incluso antes de que la niña naciera, cuando las cosas entre él y YongNam estaban bien, cuando habían creído que ni SunHwa ni nadie podía separarlos. Recordaba la ilusión de ambos, porque incluso JunSeo había querido a esa niña, YongNam le había contagiado su ilusión de ser papá.

Una pequeña mano fría sobre su mejilla llamó su atención y se dio cuenta de que se había ensimismado durante mucho tiempo.

- Es preciosa, como tú –dijo YongGuk abrazando a la niña con fuerza.

- ¿Extrañas a papá? –la niña ignoró a YongGuk y estiró los brazos en su dirección para que la tomara.

Zelo solo pudo sonreír y aceptar el abrazo.

- ¿Ves eso allá arriba? –apuntó hacia el cielo, donde algunas estrellas brillaban por entre las nubes, anunciando la llegada de la noche y una pronta lluvia. La niña asintió con efusividad y sonrió-. Tu papá nos está mirando de allá, ¿cómo crees que lo puedo extrañar?

- Pero yo lo extraño –susurró ella, repentinamente triste, con un puchero tembloroso en la boca-. ¿Él no va a volver?

Por encima de su hombro, le lanzó una mirada asesina a YongGuk.

- Puede que no lo veas, pero tu papá siempre te estará mirando, desde donde sea que él esté –nunca había sido bueno consolando a la gente, menos a los niños, solo esperaba no morir en el intento.

Con un gritito de emoción, YoonSun lo abrazó por el cuello y apretó a Sunny contra su pecho.

- Cariño, despídete de tu tío y su amigo, ellos ya deben irse o llegarán muy tarde a su casa.

- Pero… -SunHwa no esperó a que su hija replicara, simplemente se quitó del marco de la puerta, donde había permanecido todo el tiempo, y la tomó en sus brazos, alejándola de Zelo para salir de la habitación y bajar la escalera.

- Ya es tarde –YongGuk sacudió el cabello de la niña y le basó la mejilla cuando estuvieron en la puerta principal, despidiéndose fríamente de su madre después.

Zelo, en una mezcla de ternura hacia la niña y desprecio hacia su madre, se acuclilló frente a ella y le dio un cálido abrazo y susurrándole palabras que provocaron que su semblante triste volviera a ser el emocionado y sonriente de más temprano.

- Tío Gukkie vendrá a verte más seguido, princesa. Y recuerda que tu papá está siempre contigo, aunque no puedas verlo.

- ¿Lo prometes? –susurró ella en el mismo tono, alejándose para mostrarle su pequeño dedo meñique.

Zelo soltó una risa baja y se lo prometió como ella quería.

- Adiós, SunSun.

- No llames así a mi hija –SunHwa lo tomó de la manga de su chaqueta y lo detuvo cuando quiso alejarse detrás de YongGuk. SunSun había sido el apodo con que ella se había presentado ante JunSeo la primera vez que se vieron-. ¿Qué le dijiste?

Zelo nunca se había visto a sí mismo como a alguien cruel o vengativo, pero aunque no pudiera odiar a SunHwa como quería solo por la existencia de YoonSun, tampoco podía evitar despreciarla con cada fibra de su existencia.

- Le dije que su madre es una víbora ponzoñosa –susurró sobre su oreja, fingiendo darle un abrazo-. Nos vemos, SunSun.

 

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El camino de vuelta fue largo y silencioso, pero no incómodo como el de ida. Las nubes acabaron de cerrar el cielo y una fina lluvia comenzó a caer como escarcha hasta convertirse en un diluvio.

La luz de la casa estaba cortada y su madre dormida. De alguna forma, Zelo acabó recostado sobre un montón de mantas debajo de la cama de su hermano, donde solía esconderse cuando era pequeño, pero esta vez acompañado de YongGuk y una vela que apenas iluminaba sus rostros.

- ¿No es esto un poco peligroso? –apuntó a la vela, que era pequeña y estaba dentro de un vaso para evitar accidentes.

La cama era lo suficientemente alta como para que ambos cupieran debajo recostados de lado para poder mirarse a la cara.

En lugar de responderle, YongGuk se acomodó para que sus rostros estuvieran a la misma altura.

- Gracias por lo de hoy, por acompañarme –agregó cuando Zelo enarcó una ceja en señal de duda.

Definitivamente él no diría que lo acompañó, pero solo de encogió de hombros porque no tenía ganas de discutir, se sentía exhausto.

- ¿Sabes? No tenía idea de que YoonSun fuera tan apegada a YongNam o que él le había hablado de mí –la culpa en sus palabras era evidente, pero Zelo también podía percibir un poco de ilusión o esperanza, tal vez YongGuk había comprendido lo importante que podía ser YoonSun si quería mantener viva la memoria de su hermano-. Me he dado cuenta de que hay tantas cosas que no sé.

Zelo, que comenzaba a cabecear por el sueño, cerró los ojos y se acurrucó en posición fetal.

- ¿Sí? ¿Cómo qué cosas?

- El oso y la princesa.

Soltaron una risa al unísono, no comprendía por qué YongGuk le preguntaba por eso o de dónde lo había sacado, así que soltó lo primero que se le pasó por la cabeza.

- Es una profecía de Vikingos, es que tú y mamá todavía no llegan a esa parte.

- ¿Y qué significa?

- La esperanza de Rollo –se encogió de hombros y cerró la boca.

Era la esperanza de Rollo y la suya.

- Es como JunSeo y YongNam –YongGuk enarcó una ceja-. Sí, hyung es la princesa y YongNam el oso… no te quiero contar el final de la historia –se las arregló para salir del paso, la conversación se estaba volviendo demasiado íntima y no quería cruzar esa línea con YongGuk, se sentía como ver a Rollo y Floki creando un lazo casi tan irrompible como el del constructor y Ragnar, ambos solo acabarían perdiendo.

- Lo siento.

A ratos, YongGuk parecía hablar solo por tener la necesidad de decir algo.

- ¿Por qué?

- A veces tienes cara de que se te está rompiendo el corazón, no sé si es por KiBum, por JunSeo o por YongNam…

- No sé qué quieres insinuar –sonrió un poco, esperando a que la luz de la vela lo iluminara lo suficiente como para hacer evidente su sonrisa, pero no la falsedad con que estaba formada y citó a uno de sus personajes favoritos de la serie y a la frase que le había llegado más al corazón en todas las temporadas:- mi corazón está roto desde hace mucho tiempo.

El silencio que siguió a esa declaración no fue molesto o incómodo, por el contrario. YongGuk no tuvo nada que decir y Zelo se sintió bien así, nada podía cambiar la forma que se sentía y esperaba que nadie se molestara queriendo cambiarlo. Fue un silencio tranquilo, confortante, uno que lo empujaba a dormirse, cálido y protegido.

- También llevo como un mes viviendo acá y ni siquiera sé qué estudias –el sueño se disipó un poco y lo miró sorprendido, ellos nunca se habían sentado a conversar como amigos –porque no lo eran- y pensaba que así estaba todo bien, ¿por qué YongGuk no podía hacerle la vida más fácil y cerraba la boca?

- Trabajo social –soltó de golpe, inseguro de querer seguir con esa conversación. Había pasado tantos días deseando ser amigo de alguno de los gemelos Bang, que no sabía cómo debía reaccionar ahora que YongGuk realmente quería tener un vínculo con él.

- ¿Qué hace un…?

- Trabajador social, un trabajador social puede hacer muchas cosas –dijo con voz infantil, como un pequeño niño hablando sobre su súper héroe favorito.

- ¿Cómo qué? ¿Qué es lo que tú quieres hacer?

Tomó aire profundamente, sintiendo la nariz picarle por el aroma a cera de la vela. Buscó el rostro del mayor, los planos perfilados suavemente por la escasa luz de la llama. Sus ojos oscuros brillando en la noche. Su boca moviéndose en una sonrisa pequeña y casi delicada. La flama lo hacía ver cálido, casi emocionado.

Y se sintió extrañamente feliz.

- Quiero trabajar con niños, puede ser en servicios sociales directamente en algún programa del gobierno –enmudeció unos segundos y frunció los labios, YongGuk frunció el ceño-, aunque preferiría trabajar exclusivamente con jóvenes infractores de ley.

Aunque pensó que eso divertiría al mayor, no esperó ver su rostro sorprendido.

- ¿Quieres salvar a personas como yo?

- Tú ya no eres un joven, menos un niño –imitó la sonrisa del mayor y cerró los ojos, definitivamente no esperaba eso, pensaba que cualquiera de ellos ya estaba condenado, pero tenía la esperanza de que sus errores no se volvieran a cometer.

- Quieres salvar al mundo, Choi JunHong –no abrió los ojos durante varios minutos, avergonzado de lo que podría encontrar cuando encarara a YongGuk, pero se obligó a mirarlo cuando el sueño comenzó a atacarlo con más fuerza. El moreno lo miraba con esa sonrisa indescifrable, pequeña y casi avergonzada.

- Me gustaría ayudar a la gente, no por ti, por mí o nuestros hermanos, yo no…

- Eres demasiado bueno, ¿sabes? Demasiado para tu propio bien –sintió una caricia cálida y tarde se dio cuenta de que se estaba acurrucado bajo la mano extendida de YongGuk-. ¿Y piensas quedarte aquí para siempre?

- Acá siempre habrán problemas sociales, de cualquier forma, puedo ser realmente un súper héroe y volar a donde me necesiten.

Parpadeó varias veces, hasta que la imagen frente a sí se distorsionó en una mancha borrosa, repentinamente YongGuk estaba más cerca, demasiado cerca, tanto que podía sentir su respiración sobre la boca, como el calor de la vela quemándole los labios, pero con un ardor agradable. Cerró los ojos nuevamente y decidió que era bueno quedarse dormido embriagado de esa sensación, ya al día siguiente pensaría en todo eso como un simple sueño. Tan solo un sueño.

- ¿Y si te hablo de un lugar donde siempre habrán problemas, donde siempre te necesitarán, irías ahí?

- Por supuesto –se preguntó si YongGuk sentía la caricia de voz de la misma manera que él la suya, si estaba igual de agitado, si estaba convenciéndose de que todo era un sueño, de que tenía un novio al que no le gustaría verlo así, de que no extrañaba a KiBum y, si fuera su decisión, se quedaría ahí eternamente. Se preguntó si YongGuk se daba cuenta de que ese calor sofocante que comenzaban a sentir no provenía de la vela, sino que de esa mano que se anclaba despreocupadamente a su cintura.

- Entonces vámonos, te llevaré conmigo y causaré todo tipo de problemas para que tú los resuelvas.

- Las cosas… el trabajo… no funciona… no es tan fácil –ni siquiera sabía lo que decía o lo que YongGuk había dicho, sentía la presión a su mano al costado, las figuras que dibujaban sus dedos, el calor de su aliento, el sonido de la lluvia en el exterior, el roce de las mantas, todo era tan irreal, tan abrumador que apenas podía respirar.

- Solo ven conmigo, tú salvarás a los niños del mundo y yo escribiré canciones sobre ti.

Duérmete, duérmete, duérmete –se dijo hasta el cansancio cuando sintió a YongGuk moverse y que lo tocaba en la mejilla con un beso suave.

- Vuela conmigo –susurró finalmente sobre su oreja y Zelo se sintió desfallecer.

A pesar de todo lo que pasó, el día había sido maravilloso, desde encontrárselo afuera de la universidad y haber sido secuestrado hasta la visita a YoonSun y ese lazo débil que comenzaban a fortalecer para luego acabar así, arropados por la oscuridad y el calor danzante de una solitaria vela, solos ellos dos bajo un refugio que los ocultaba del mundo, la lluvia y sus males. Solo ellos, sus respiraciones acompasadas y sus sueños convergiendo en una fantasía.

Lo intentó, pero no pudo imaginar un mejor final para ese día.

Sin pensar en las consecuencias, la culpa y la posible decepción que se llevaría cuando YongGuk superara ese estado voluble y vulnerable en que lo dejó la visita a su sobrina, permitió que este lo abrazara y se acurrucó contra su pecho deseando que la lluvia no acabara jamás.

Y, al día siguiente, cuando el calor del sol secaba los restos de la lluvia nocturna, despertó en su propia cama arropado por sus mantas.

Se preguntó si todo había sido una ilusión, si los cimientos de su vida no se habían tambaleado por un simple sueño lluvioso.

Desorientado y adormilado, escuchó risas provenientes de la cocina, la voz de su madre emocionada y los movimientos de ollas y sartenes en la cocina. No estaba seguro de querer ver a YongGuk tan pronto, al menos tan confundido como se sentía, no quería pensar mucho las cosas y acabar confundiéndose más, pero su estómago exigía alimentos, así que, a regañadientes, se levantó y caminó hasta la cocina, sin poder creer que lo que ahí lo esperaba era real.

- ¿JunSeo hyung?


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