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Nada está escrito por Lauradcala

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Ella me miró extrañada pero no comentó más nada, en cambio, me invitó a desayunar antes de irme a la universidad.

No me negué.

Comí bajo la atenta mirada de mi madre y, una vez acabé, subí para darme una merecida ducha y poder irme lo antes posible.

A pesar de tener el trabajo casi completo, quería consultar unos detalles con Daniel, cuando me di cuenta de ellos, también noté que no tenía el teléfono de mi compañero y, por lo tanto, no tenía forma de comunicarme con él excepto encontrármelo en el campus, por lo que tenía la esperanza de encontrármelo lo antes posible si llegaba temprano.

Me cambié rápidamente y salí lo más apresurado posible de la casa.

Cuando llegué, aún tenía un par de horas antes de la clase, así que me senté en una de las mesas de picnic y comencé a repasar los apuntes de Entrenamiento Auditivo para distraerme.

Al cabo de un rato, sentí que alguien se sentaba en el extremo opuesto de la mesa.

De seguro era Daniel por lo que alcé la mirada y sonreí para saludarlo.

-¡Hola Dani…! Ah, eres tú, hola -mi saludo se apagó cuando me di cuenta de mi error.

No era Daniel quien se había sentado, era Dante.

-Bueno, esa definitivamente no era la reacción que esperaba, pensé que me habías perdonado pero veo que alguien no está muy feliz de verme -contestó él algo… ¿Decepcionado? ¿Herido? No sabría decirlo.

-Bueno, te perdoné, pero sigo algo molesto, además, no esperaba verte a ti.

-¿Esperabas a alguien más, a tu amigo quizás? -su gesto se volvió serio.

-Exactamente a él -respondí un poco más duro de lo que quería, pero no me retracté.

-Bueno, supongo que podría entender tu decepción al darte cuenta que era yo.

-Sí, un poco.

-Que lastima, y yo que pensaba que ya habíamos superado la fase de palabras cortas, ¿Es que te molesta mi compañía, Ángel?

Su pregunta me tomó por sorpresa, fue casi un golpe bajo.

-No es que me moleste, es solo… -intenté disculparme, pero las palabras no salían.

-Estas molesto, lo entiendo.

-Bueno, sí, pero tu compañía no es lo que me molesta.

-¿Ah, no? ¿Entonces qué?  -su sonrisa ladeada hizo aparición.

Me pateé mentalmente, bastante fuerte.

-Bueno…es…yo… -tartamudeé sin saber que decir.

Él puso sus codos en la mesa y se inclinó sobre esta, no estaba realmente cerca de mí pero aun así logró ponerme algo incómodo.

No, no incomodo, nervioso.

-Cuéntame, Ángel, ¿Qué te molesta de mí? Si no me lo dices, no puedo cambiarlo, ¿No crees? -dijo con tono suave, casi dulce pero, aun así, misterioso.

Tragué en seco al mirarlo a los ojos, se habían oscurecido.

La atmosfera entre nosotros se tornó algo pesada, me estaba costando respirar con normalidad, ¿Pero qué era lo que estaba pasándome?

Me quedé ahí mirándolo sin poder moverme hasta que escuché unos pasos agitados que se detuvieron al lado de nuestra mesa.

-¡Hola, An…! Oh…Buenos días, profesor Weaver -saludó Daniel.

Con la presencia de una tercera persona, Dante rompió su contacto visual conmigo y se enderezó.

Mi cuello picó por un momento pero lo ignoré, no era el momento.

Al darse cuenta de quien había llegado, sus ojos se oscurecieron esta vez mas, pero esta vez de una forma peligrosa y, al mirar a Daniel, su expresión era casi de rabia.

-Buenos días, joven Saint-Claire, ¿Cómo está? -su voz era fría, monótona, amenazante.

Miré a Daniel y noté que estaba pálido, su frente se perlaba con el sudor que podría apostar era frio y sus manos temblaban ligeramente.

-Estoy…bien… -murmuró al enfrentarse a esa mirada.

-Me alegro, espero que siga así -luego se dirigió a mí- White, espero que con esto haya aclarado las labores que debe desempeñar el asistente de la clase, si tiene alguna duda, no dude en consultarme -su tono se suavizó un poco al hablar conmigo y una breve sonrisa se asomó antes de levantarse.

Antes de irse, fulminó con la mirada una vez más a Daniel y se marchó sin más.

Ambos lo miramos fijamente hasta que entró al edificio, luego Daniel se dejó caer en el asiento que había dejado libre y suspiro de alivio.

-Vaya… al principio pensé que te odiaba, ¡Pero es a mí a quien odia! ¿Qué le hice? ¿Tú sabes algo, Ángel? ¡¿Qué hice para que me odie?! ¡Solo he dado un par de clases con él! -exclamó desesperado.

-No lo sé, Daniel, supongo que le habrán dicho algo de ti que no le gustó nada -me apresuré en contestar.

No podía decirle a Daniel que se había ganado injustamente el desdén de un profesor solo porque me había elegido como su amigo simplemente porque eso desencadenaría más preguntas, preguntas que yo también tenía y de las que no había podido obtener respuesta alguna.

Bueno, no aun, o eso me había dicho Dante.

-¡Pero eso no puede ser! Yo soy nuevo en esta ciudad, ¡Aun no he tenido oportunidad de hacer nada! -exclamó él casi ofendido.

-Lo siento, es lo único que se me ocurre.

-Está bien, en algún momento tendré que enterarme, a propósito, ¿Por qué estaba hablando contigo? ¿Qué quería? -su ofensa se transformó en curiosidad bastante rápido.

-Eh… porque yo… -"Piensa, Ángel, piensa"- ¡Ah! Porque aquella vez no pudo terminar de explicarme lo que tenía que hacer como asistente de la clase, así que estaba terminando de decirme los detalles -me sonrojé al pensar la clase de "detalles" que me había explicado aquella noche después de clases.

-Dudaste… ¿estás seguro que estás diciéndome la verdad? -dijo entrecerrado los ojos con sospecha.

-Sí, es que me distraje por su repentino odio hacia ti -expliqué rápidamente.

No lucia convencido pero tenía que conformarme con algo.

-Bien, te creo, ¿y que son todos estos libros? -señaló mis cuadernos en la mesa.

-Esperaba encontrarme contigo antes de clase, así que me puse a estudiar entretanto.

-¿Desesperado por verme? Solo basta una llamada para eso -su expresión se volvió picara mientras tomaba la pose que tenía Dante un momento antes, esa que amenazaba mi espacio personal.

Pero, a diferencia de Dante, Daniel no provocó el mismo efecto en mí, no me sentí nervioso, incomodo sí, pero no tenía nervios.

-Lo haría, pero no tengo tu número, ese es el principal motivo por el que haya tenido que venir tan temprano a la universidad -dije frunciendo un poco el ceño.

-Oh…es cierto, supongo que no hemos tenido necesidad de algo así -razonó y se enderezó.

-Yo si tuve necesidad.

-¿Ah, sí? ¿Te sientes ansioso sin mí?

Intentó volver a su posición anterior pero se lo impedí.

-Necesito que revises estas ecuaciones, creo que hay algo que no encaja y quería pedirte que me explicaras el proceso que hiciste para entender tu método -dije sacando el trabajo y poniéndolo delante de él.

-¿No entiendes el método, Ángel? -sus cejas se movieron de arriba abajo rápidamente.

-¡Oh, por favor! -resoplé irritado.

Él se rió y empezó a hacer lo que le pedí un momento atrás, no sin antes intercambiar números de teléfono conmigo.

Cuando terminamos el trabajo, tenía el tiempo justo para ir a clase, así que le pedí que lo organizara y lo guardara hasta la noche, cuando teníamos que entregarlo.

Él estuvo de acuerdo y me apuró para que no llegara tarde al salón, por lo que me despedí mientras empezaba a correr a la sala, esperando no llegar con retraso, por suerte vi al profesor conversando con un estudiante el pasillo, por lo que me escabullí dentro sin ser detectado, con la respiración agitada y las piernas temblando ligeramente.

El profesor entró un momento después que me hube ubicado y empezó la clase.

Al mediodía, compré algo ligero en la cafetería y me senté a comer en la mesa donde había pasado la mañana, estaba debajo de un árbol así que corría una brisa fresca mientras la sombra apartaba los rayos del sol.

Revisé los mensajes mientras tomaba del refresco.

Jessie había respondido eufóricamente a la foto del amanecer que le envié en la mañana.

"¡Dios mío, Ángel, pero que vista más hermosa! Aun no me creo que la hayas tomado en nuestra ciudad, ¡Me muero de envidia! Voy a hacer un boceto de ella y le pediré a Carlie que la llene de color, es bastante buena en eso, ¿Sabias?"

Sonreí con el mensaje.

"Me alegra que te haya gustado, Jess, no sabía que Carlie pintaba, no lo habías dicho, ¿Es buena?"

Su respuesta fue inmediata, debía de estar en receso igual que yo.

"¿Buena? Es un dios con los colores, joder Ángel, debes ver sus trabajos, son exquisitos, cuando se lo comenté se sonrojó lo cual es bastante difícil de notar con esa piel canela que tiene, un muy bonito color para una muy linda chica por cierto, pero, en cuanto le pedí que me enseñara, aceptó casi en seguida a ser mi maestra, ¿Puedes creerlo?"

"¿Quieres clases de pintura o de otra cosa? Pareces bastante animada con esta chica."

"¿Por qué contigo todo tiene que tener doble sentido? No todos nos queremos acostar con el profesor como tú, Ángel."

Me sonrojé sin quererlo, estúpida Jessie con sus estúpidos comentarios indecentes.

"¡No me quiero acostar con el profesor! No tengo tus problemas hormonales." Tecleé tan rápido que tuve que corregir varias palabras antes de que fuera entendible para enviar.

"Lo que pare tu llanto, cariño, de todos modos, le he mostrado la foto a Carlie y está entusiasmada por pintarla, aunque dice que tendrá que comprar pinturas para lograr las tonalidades exactas, estamos en camino al almacén ahora mismo."

"No te olvides de comer."

"Comeremos algo en el centro comercial, de igual forma, aún tenemos bastante tiempo antes de entrar a clase."

"Diviértete entonces."

"Y tu no hagas nada que yo no haría."

Dejé el teléfono en la mesa y seguí con mi comida, observando a la gente pasearse por el campus.

Paseé la mirada por la entrada del edificio justo para ver como una pareja, bastante pegada uno del otro, salía de allí, parecían una pareja de profesores por la edad, ella era alta y esbelta, con una falta a medio muslo y tacones algo que lograban el efecto de piernas kilométricas, mi imaginación voló ante la vista de la mujer, era elegante y realmente hermosa.

Cuando fijé la vista en el chico mi imaginación frenó en seco y fue mi cabeza quien empezó a volar, en círculos para ser exactos.

El chico, de cuyo brazo se colgaba la mujer, era Dante.

Mi atención se devolvió a los dos a la vez, ella iba aferrada del antebrazo de él y pegaba descaradamente su cuerpo mientras le sonreía, él no hacía nada por separarse, en cambio, le devolvía la sonrisa con galantería.

Me sobresalté cuando algo mojó mi mano, al ver que había sido, noté que había apretado tan fuerte el refresco que estaba bebiendo que había terminado por romper el plástico de la botella y el contenido se había esparcido por la mesa, afortunadamente esta era hecha de madera y el líquido terminó por filtrarse sin llegar a hacer mucho daño.

Sacudí mi mano y me regresé a la pareja, mi pecho se oprimía mientras que mi estómago se apretaba fuertemente, casi llegando a doler.

El hambre se había ido por completo.

En un momento, Dante se cruzó con mi mirada, frunció el ceño por un momento, tan corto que podría bien habérmelo imaginado, para luego sonreír y devolver su atención más profundamente a la mujer que le acompañaba.

Se acercó a su oído y le susurró algo que, al parecer, a ella le había encantada pues se rió y le acarició la mejilla mientras negaba con la cabeza.

Mi cabeza empezó a girar más fuertemente mientras que mis oídos empezaron a zumbar.

Incapaz de seguir ahí, agarré con fuerza mi mochila, tirando la silla a mi paso y provocando que algunos estudiantes se giraran a verme pero no me importó, y me marché de ahí mientras el enojo hacia mella en mí.

Un último vistazo a la parejita me bastó para ver la mirada burlona que Dante me dirigía, esta vez sí estaba seguro de era para mí, no había nadie más armando un escándalo en la zona verde del campus.

Me senté en las graderías del polideportivo, hacia sol pero no importaba, necesitaba alejarme lo máximo posible de la escena que había visto y esto era lo mejor posible que había podido conseguir sin salir de la universidad.

No me entendía a mí mismo, no tenía razones para estar enojado, ¿No había sido yo acaso, quien le había reclamado por su enojo sin fundamentos ante mi amistad con Daniel? Él también tenía derecho a tener amigos y, como le había recalcado más de una vez, él y yo no éramos nada.

"Un amigo no se pega a ti de esa forma, tú lo sabes" susurró una voz en la parte trasera de mi cabeza con tono maliciosa.

Si, lo sabía, tenía suficiente experiencia para conocer ese tipo de lenguaje corporal.

ESE lenguaje corporal en una chica.

Ese era el gesto típico comportamiento de alguien que quiere algo más que una amistad.

Sacudí mi cabeza para apartar esos pensamientos, yo no tenía derecho a opinar al respecto, él podía hacer lo que quisiera, él podía darle esa sonrisa a quien quiera, él podía divertirse con quien quisiera.

"Pero tú quieres que sea contigo" susurró la vocecilla.

"¡Cállate ya!" le exclamé enojado.

Pero la vocecilla se burló de mí una vez más antes de callarse por completo.

Hasta mi propio cerebro se reía a mi costa.

Miré la hora, aún faltaba un rato más antes de ir a clase.

En la cancha, algunos chicos jugaban futbol y un par de chicas intentaban encestar en el aro de básquetbol.

Suspiré, me habría gustado unírmeles para liberar tensión pero, lo cierto es, que yo no sabía hacer ningún deporte aparte de correr y sería bastante estúpido que un chico se pusiese a correr alrededor de la cancha sin razón alguna.

Creo que debí quedarme mirando fijamente porque una de las chicas que encestaba se fijó en mí y, diciéndole algo a su compañera, me indicó que me les uniera.

Miré a mí alrededor y, cuando no vi a más nadie, me señalé a mí mismo para corroborar que era a mí a quien le hablaban.

Ellas soltaron una risita y asintieron enérgicamente por lo que no tuve más remedio que acercármeles.

Junto a ellas pude notar que eran bastante bonitas, aunque mayores que yo.

La que se había fijado en mi era de tez chocolate, cabellos negros ensortijados y ojos café claro; la otra era el total opuesto, rubia y de ojos azules, daba la impresión de ser una muñeca encarnada.

-Hola -murmuré.

-¡Hola! Nos estabas mirando fijamente, pensé que te gustaría practicar con nosotras, ¿Cómo te llamas? -habló la morena.

-Soy Ángel -me presenté.

-Lindo nombre, te queda, me llamo Cristal -dijo la rubia.

-Mi nombre es Roxanne -saludó la morena.

-Hola.

Ellas se miraron y se rieron un poco más, en ese momento noté que eran destinadas, esa mirada solo podían ser de almas gemelas.

-¿Quieres jugar con nosotras, Ángel? -preguntó Cristal.

-En realidad, no soy muy bueno en nada deportivo que no sea correr -expliqué con algo de vergüenza.

-¡Inténtalo! Yo no era muy buena hasta que Cristal me enseñó -dijo Roxanne con cariño.

Tragué saliva y asentí tomando el balón que me ofrecía.

No pudo haber ido peor.

El balón dio en el tablero pero, en vez de entrar en el aro, rebotó y cayó justo en la bonita cara de la rubia, quien soltó un quejido y se agarró la nariz.

-¡Lo siento mucho! -exclamé preocupado y apenado a la vez.

-No te preocupes, estoy bien, fue un accidente -respondió Cristal con voz nasal.

Cuando retiró la mano, pude ver la marca parcial de las letras que anunciaban la marca del balón, en otro momento me habría reído pero la pena era más fuerte, Roxanne en cambio sí se burló descaradamente.

-El color rosa te queda -le dijo.

Cristal arrugó la nariz lo que solo la hizo reír más.

Cuando me convencieron de que en realidad no era importante, se dedicaron a enseñarme como mejorar mis tiros por el par de horas que me quedaban antes de entrar nuevamente a clase.

Cuando faltaban quince minutos, me despedí de ellas no sin antes de hacerme asegurarles que nos volveríamos a ver por ahí, al parecer pasaban su tiempo en el polideportivo que en otro lugar de la universidad.

Llegué al salón y me senté al lado de Daniel, quien me había guardado un puesto y nos pusimos a conversar antes de que el profesor llegara.

La clase transcurrió sin novedades, el profesor recogió los trabajos al llegar e inició la clase con el primer tema mientras todos tomábamos apuntes desesperadamente.

Al terminar, estábamos exhaustos, el profesor había intentado pasar rápidamente por todos los temas básicos antes de empezar con la temática fundamental la próxima semana por lo que pasamos la clase intentando comprender una lección antes de que él pasara rápidamente a la otra.

Hasta el enérgico Daniel lucia cansado, al salir del salón estaba reprimiendo bostezos.

-Esto ha estado algo difícil -comentó mientras caminábamos por el pasillo.

-No mucho, solo…algo apresurado -le respondí.

-A eso me refiero, es difícil seguirle el paso a ese hombre.

-Mmm-hm -murmuré en asentimiento cuando enfoqué mi atención en otra cosa.

La pareja del mediodía salía por la puerta igual de juntos que antes, al cruzar el umbral ella se despidió con un beso en la mejilla y se sonrieron antes de salir por caminos diferentes.

El sentimiento desagradable que había olvidado se volvió a posar en mi estómago, esta vez con más intensidad que antes.

-Vaya, ¿Quién lo diría? El profesor Weaver tiene un lado amable -comentó Daniel.

-Sí, ¿Quién lo diría…? -repliqué con sarcasmo.

Daniel me miró algo sobresaltado por mi tono.

-¿Estas bien, Ángel? Luces contrariado, si sigues frunciendo el ceño así vas a terminar con marcas de expresión -dijo con burla, aunque por debajo de eso podía notar un poco de ansiedad.

Lo miré y relajé mi expresión.

-Estoy bien, solo…cansado, ¿Te molesta si me voy primero? -pregunté con entusiasmo, obviamente fingido.

-Sí, claro, no hay problema -dijo rápidamente, algo confundido.

-Te mandaré un mensaje cuando llegue a casa, ¿Vale? -dije mientras me alejaba.

-Vale… -murmuró.

Cuando salí por la puerta corrí al sitio donde estaba seguro que encontraría a Dante, el estacionamiento.

Debía apresurarme, había perdido tiempo deshaciéndome de Daniel y podría encontrarme con que Dante ya se había ido.

Pero no, apenas estaba desactivando la alarma de la camioneta cuando aceleré el ritmo y me arrojé hacia él.

Hacia sus labios para ser precisos.

Lo agarre de la camisa y, apoyándolo contra la camioneta sin darle oportunidad alguna de escapar, lo besé, descargando toda la rabia que había sentido por verlo con esa mujer, deseando marcarlo, deseando que me recordara cuando estuviera con ella, deseando retenerlo de estar con ella.

Deseando.

Al principio pareció algo indeciso pero no duró mucho antes de que empezara a responder, regresándome la misma intensidad que le entregaba, si no era más, mientras clavaba sus dedos en mi cintura y acortaba la poca distancia que nos separaba.

Sonreí satisfecho y trasladé mis manos a su cabello, desordenándolo en el proceso y apretándolo como había hecho antes con su cabeza, él gruñó contra mis labios y se separó un poco, lo suficiente para poder hablar.

-¿Ángel, que…? -empezó a decir con voz ronca.

Lo miré a los ojos, sus pupilas lucían más grandes de lo normal.

-¿No te gusta? -pregunté, interrumpiéndolo.

-No es eso, pero…

-Entonces cállate y disfruta -sentencié.

-¿Qué…?

Pero no lo dejé terminar sino que volví a unir nuestros labios.

Estaba actuando por una emoción, lo sabía, sabía que iba a arrepentirme de esto pero… pero… pero se sentía jodidamente bien y no iba a detenerme.


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