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Nada está escrito por Lauradcala

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-Ángel, ¿quieres hablar? -la dulce voz de mi madre resonó en el silencio que se había formado alrededor nuestro.

-No… -susurré.

-Por favor, no te encierres de nuevo -suplicó ella.

-Ven a nosotros cuando estés listo, de paso nos cuentas quien te hizo esto, así yo podría, no sé, tener una charla bastante animada con esa persona -coincidió mi padre.

Me reí un poco, podía asegurar que esa charla no iba a ser nada pacífica.

Sentí como los hombros de mi madre se relajaron con mi risa y me separé de ella para verla a los ojos, al hacerlo, ella frunció el ceño y acarició mi mejilla.

-Tus ojos reflejan un corazón roto, ¿Qué ha pasado? -su tono era triste y me oprimió el pecho.

-No es nada -murmuré.

Mi padre se ubicó al lado de ella y también me miró, el humor de hace un momento lo había abandonado y ahora eran ambos quienes me miraban con el entrecejo tensamente fruncido.

-Fue ese chico, ¿Cierto? -dijo él con voz grave.

No respondí pero no hubo mejor respuesta para ellos.

-Ángel, no sé qué es lo que pasó pero tengo la certeza de que tu tristeza debe tener una explicación, te conozco, eres impulsivo y, a lo mejor, no te has dado la oportunidad de conocer todo lo que deberías conocer, dale una oportunidad al universo, hasta el momento ha demostrado ser bastante sabio -habló mi madre con esa voz sabia que solo ellas tienen.

Por ahí dicen que la verdad duele, creo que las palabras de mi madre se sintieron como una patada en el hígado.

Asentí lentamente con la cabeza.

-¿Tienes clases mañana? -preguntó mi padre.

-Sí, tengo introducción a la ingeniería en la mañana -respondí.

-¿Estas en condiciones para ir?

-Estaré bien.

-¿Ya cenaste? -preguntó mi madre.

Es gracioso como el consuelo de una madre puede reducirse a comer, toda la preocupación maternal se enfoca en la alimentación de sus hijos, el resto de asuntos pasan a segundo plano luego de eso.

-No mamá, no…tuve tiempo -respondí.

-¿Tienes hambre? Hoy me emocioné y preparé lasagna, te guardé un poco aunque ya debe estar fría, ¿Quieres? -comentó ella con una sonrisa.

Mi estómago rugió con el hambre que no había notado antes, ella sonrió y, tomándome del brazo, me jaló hasta la barra de desayunos, que casi nunca usábamos, mientras ella calentaba mi cena.

Mi padre se sentó a mi lado y me observaba fijamente, analizándome.

-¿Qué pasa? -pregunté cuando ya empecé a sentirme incómodo.

-Me estaba preguntando qué clase de persona es esa que te ha cambiado tanto en tan poco tiempo a la vez que pensaba lo gracioso que puede ser el destino en ocasiones -comentó con fascinación.

Me sonrojé furiosamente y devolví mi atención a mi madre mientras el olor de la comida llenaba el recinto.

-Déjalo en paz, Dominic -dijo mi madre.

-Tienes que admitir que tú también tienes curiosidad, Susan -comentó él.

Ella se volteó y, mientras intentaba ocultar una sonrisa, respondió.

-¿Bromeas? Muero por conocer al que ha sido designado para mi hijo pero, no por eso, voy a sofocarlo con mis preguntas, esperaré a que él decida traerlo a casa -esto último lo dijo con una gran sonrisa mientras me miraba.

En este punto ya tenía mi cara cubierta con mis manos.

Luego imaginé la escena, yo trayendo a Dante a casa, presentándolo como mi alma gemela, mi madre emocionada acogiéndolo como el otro hijo que le fue negado, mi padre estrechándole la mano mientras lo miraba seriamente y lo hacía sudar de miedo antes de estallar en risas y hacerlo pasar con palmaditas en la espalda.

Algo se removió en mi estómago, algo que se sintió bien.

Cuando el olor a comida se intensificó, quité mi mano de mi rostro para descubrir que el plato con mi cena yacía humeante debajo de mi nariz.

Mi estómago rugió de nuevo y ataqué el primer bocado más grande que pude conseguir antes de que mi cerebro procesara que lo más seguro es que estuviera endemoniadamente caliente para ingerirlo.

Sí, me quemé la boca.

Mi madre vino en seguida con un vaso de agua acompañado de una expresión burlona.

-Tengo a un animal por hijo -comentó mientras yo me ahogaba en el líquido.

Mi padre reía a mi lado.

-Es tu culpa, mamá -dije cuando hube tragado.

-¿Cómo es mi culpa el que comas como un cavernícola? -preguntó ella mientras cruzaba los brazos y enarcaba una ceja.

-Cocinas demasiado delicioso, sacas lo peor de mi -respondí mientras intentaba de nuevo con un trozo más pequeño.

-No sé si halagarme u ofenderme con ese comentario -dijo ella sonrojada.

-Estoy con Ángel en esto, tu comida es deliciosa, cariño -mi padre miraba a su mujer embelesado.

El rostro de mi madre se volvió carmesí.

-¡Oh, por favor! No hagan eso mientras estoy comiendo, me van a causar indigestión -exclamé fingiendo estar ofendido.

-Deja de llorar, Ángel, dentro de poco tu estarás igual -murmuró mi padre maliciosamente.

-Por Dios no, esas cosas cursis no van conmigo -dije horrorizado.

-Veremos cómo te comes esas palabras después… -mi madre había sido contagiada con la malicia de mi padre.

Me apresuré en terminar la cena, esmerándome por no hacer más comentarios que pudieran desencadenar más escenas como esas pero, la verdad era, que lo agradecía.

Mis padres estaban haciendo lo mejor que podían para elevar mi ánimo y yo podía ver a través de ello.

Cuando subí a mi habitación, me preparé para acostarme pronto, sacándome la ropa y quedando en ropa interior.

Al ver por la ventana, decidí que dormir con tan poco no sería bueno así que busqué una camiseta y me la puse.

Un zumbido me sacó de la rutina.

Mi celular estaba vibrando en algún punto dentro de la habitación, dentro de la mochila que no lograba encontrar.

Después de unos minutos de deambular por ahí, la encontré debajo de los pantalones que había tirado al suelo hacia un momento.

Solo de pensar en el regaño que mi madre me habría dado por mi desorden me hizo sonreír.

La pantalla mostraba que tenía varios mensajes sin leer entre lo que incluían a Jessie, por supuesto, algunos mensajes en el chat con mis amigos y a Dante.

Tragué en seco cuando vi al último remitente.

Sacudí la cabeza y me apresuré a abrir la conversación con Jessie.

"¡Necesito tu ayuda, no sé qué hacer! Mis padres quieren que pase mi primer fin de semana de universitaria en casa, ya sé que es un viaje corto pero, la verdad, no quiero alejarme de Carlie, ¡me está enseñando muchas cosas! No quiero perder la rutina, ¿Qué hago?"

Jess en la ciudad el fin de semana…

Nunca admitiría esto en voz alta y mucho menos en su presencia pero realmente quería verla, la necesitaba, mis padres me apoyaban pero necesitaba su locura en estos momentos.

Le respondí de inmediato.

"¿Sigues despierta? Has lo que quieras hacer pero puedes verlo desde este punto de vista, es la primera vez que te separas de ellos y te extrañan, a Carlie la ves todo el tiempo y, probablemente, luego estarás mas ocupada y no podrás venir tan a menudo, deberías venir."

"Estoy despierta, ¿Tú crees?"

"¡Seguro! Les alegraras el dia, además, necesito hablar contigo."

"¿Paso algo? ¿Estás bien?"

"Si, estoy bien, no ha pasado nada."

"Algo me dice que no te crea, no es usual de ti que quieras hablar de nada."

"¿Sabes qué? Quédate este fin de semana en la universidad."

"Ya, Ángel, no hagas berrinche, solo estas dándome la razón, algo te pasa, estaré en la ciudad mañana por la tarde."

"Está bien."

"Llamaré a mis padres mañana en la mañana para avisarles, pasaré la tarde con ellos y desayunaré el sábado contigo, no te libraras de mí, quiero saber que pasa contigo y lo quiero lo más pronto posible."

"Creo que me arrepiento de haberte dicho eso."

"Soy tu mejor amiga, no puedes librarte de mí ni porque me supliques."

"Desgraciadamente, lo sé."

"Sábado a las nueve."

"Ok."

Cerré la conversación y abrí el chat con los chicos.

La conversación durante el dia había girado, básicamente, en las experiencias de cada uno en su primera semana de universitarios, todos estaban emocionados por la llegada del Viernes y, al parecer, ya todos tenían planes.

Esta vez no participé de la conversación.

Nuestro grupo de amigos se había disuelto un poco debido a los estudios de tal manera que, en la ciudad, solo quedábamos Jeremy, Noah y yo.

Maia y Derek se habían ido a estudiar a otro país, ella quería ser doctora mientras que él aspiraba convertirse en abogado.

Jeremy, por otra parte, había empezado a estudiar Administración de empresas y Noah decidió dedicar su vida a la Química.

Suspiré cuando vi el último mensaje pendiente, lo abrí mordiendo el interior de mi mejilla, intentando crear un dolor más fuerte que el que causaba la presión en mi pecho.

"Ángel, ya sé que no quieres verme, hice mal, te daré el espacio que deseas y que mereces pero, cuando estés listo, por favor avísame y permíteme darte las explicaciones de mis actos, espero puedas comprenderme después de eso."

No respondí, no quería hacerlo.

Dejé el celular en la mesita de noche y me acosté, esperando descansar del dia de locos que había tenido.

Me desperté cuando la luz gris empezó a filtrarse por la ventana.

Me sentía bien, había dormido profundamente y sin sueños, deseé seguir en la cama pero tenía clase bastante temprano y debía levantarme al instante o me la perdería.

Me duché rápidamente, afuera llovía a cantaros y, por poco, no había luz.

Me coloqué mi ropa y me puse una chaqueta un poco gruesa por encima, además de medias gruesas antes de ponerme las botas.

Dentro de la casa estaba a una temperatura agradable pero estaba seguro que afuera debía de estarse congelando.

Bajé al comedor, mi madre ponía la mesa mientras mi padre bebía su café matutino.

-Buenos días, cariño -saludó mi madre.

-Buenos días, mamá -dije besando su mejilla.

-Afuera está cayendo un diluvio, deberías llevarte el auto -dijo mi padre mirando por la ventana de la cocina con el ceño fruncido.

-¿En qué irás a trabajar? -pregunté.

-Tengo una reunión por la tarde, tus clases terminan en la mañana ¿Cierto?, llamaré a la oficina para avisar que no iré en la mañana.

-¿No es más sencillo que me dejes en la universidad de camino al trabajo?

-Voy a usarte como excusa para tomarme un pequeño respiro, últimamente hemos tenido montones de trabajo con los nuevos contratos que conseguimos, déjame descansar, Ángel -suspiró él.

-Aprovechado -me burlé.

-Considéralo como un trato de mutuo beneficio, yo descanso y tú no te mojas -razonó él.

-Está bien, gracias.

Mi madre nos sirvió el desayuno y se sentó con nosotros, comimos y conversamos de todo un poco antes de que me disculpara y me despidiera para irme.

-¡Conduce con cuidado, cariño! -exclamó mi madre cuando salía de la casa.

-¡No te preocupes! -Grité de vuelta.

Corrí hasta la camioneta, que estaba estacionada al frente de la casa, en un intento de mojarme lo menos posible.

Fue buena idea el usar la chaqueta, afuera la ciudad parecía estarse congelando.

Me la quite y la extendí en el asiento del copiloto para que se secase con la calefacción y me puse en marcha.

Tuve que manejar bastante despacio, casi no podía verse el camino por la lluvia y temía chocar con algo o alguien, aun así, logré llegar con el tiempo justo.

Dejé la camioneta en el estacionamiento y, luego de volverme a colocar la chaqueta y tomar la mochila, corrí hasta el edificio lo más rápido que pude.

Por suerte, los de la universidad habían tenido consideración por las personas en general y habían apagado el aire acondicionado, sino habrían tenido más cuerpos congelados que la ruta de subida del Everest.

La clase fue bastante entretenida, el profesor había explicado los diferentes campos de aplicación de la carrera y había utilizado su propia experiencia laboral para citar varios ejemplos.

Cuando salí del salón, el pasillo estaba atestado de gente que no quería mojarse con la lluvia que no paraba de caer ni daba signos de disminuir.

Me abrí paso con dificultad y, cuando iba a salir por la puerta, alguien me agarró del brazo y me detuvo.

Era Dante y me miraba con rostro preocupado.

Le fruncí el ceño con enojo y, cuando me solté de su agarre, me crucé de brazos.

Él miró a su alrededor un momento y me hizo señas de que lo siguiese, suspiré irritado y me guió hasta una esquina alejada de ojos curiosos.

-Lo siento, sé que dije que iba a darte tu espacio pero no me pude resistir, ¿Ya te vas a casa? -dijo.

-Si -respondí tajante.

-¿En qué?

-Mi padre me prestó su auto.

El terror se adueñó su expresión.

-¿Vas a conducir con esta lluvia? -preguntó asustado.

-Bueno, vine conduciendo con esta lluvia, no veo por qué no pudo devolverme con ella.

-Ángel, por favor, espera a que se calme un poco la tormenta, es peligroso conducir así -suplicó.

-¡Pero si tú también has debido de venir conduciendo!

-Vine en taxi y planeo quedarme aquí hasta que la lluvia pare un poco.

-Pues yo no.

-Ángel, por favor, no conduzcas con el tiempo así, hay muchas cosas en tu contra -el tono que usaba Dante era de urgencia, mi lado curioso deseaba saber por qué insistía tanto.

-Estaré bien -dije suavemente, deseaba calmarlo.

Y también quería irme de allí.

-Eso no puedes saberlo -dijo él, podría jurar que la voz se le habría quebrado si alargaba la frase un poco más.

-No lo sabré si no lo intento, hasta luego Dante.

Le di la espalda y me apresuré a la salida.

-¡Ángel! -gritó pero ya yo corría al estacionamiento.

Me subí al auto en cuanto tuve oportunidad y prendí la calefacción apenas estuve detrás del volante.

Me quedé mirando el limpiaparabrisas moverse por un momento mientras pensaba en Dante hace un momento, su preocupación no era normal, lucia asustado, aterrado, como si temiera que muriese.

Luego recordé que él ya había perdido a su alma gemela antes y me sentí mal, solo quería disminuir las posibilidades de que eso pasara de nuevo.

Sacudí la cabeza y me puse en marcha, esta vez conduje a paso de tortuga, activando todas las luces que tenía el auto y agudizando mi visión.

Llegué a mi casa casi media hora después cuando, en condiciones normales, el viaje habría durado solo ocho minutos.

Entré en la casa y me paré en el tapete para secar las botas antes de entrar.

Aún faltaba un rato para el mediodía por lo que mi mama debía estar aun en la cocina preparando el almuerzo.

No me equivoqué.

Además, mi padre estaba trabajando en la barra de desayunos con una laptop y, de tanto en tanto, desviaba la mirada a mi madre y sonreía.

-Hola -saludé.

-Hola, cariño, ¿Qué tal las clases? -saludó mi madre.

-Estuvieron bien -respondí.

-¿Tuviste problemas en la carretera? -preguntó mi padre.

-No en realidad, conduje con mucha preocupación, casi no se ve el camino.

-Menos mal llegaste a salvo -suspiró mi madre aliviada.

-Tu madre me ha estado regañando toda la mañana por haberte dejado conducir con este mal tiempo -dijo mi padre.

-Bueno, no lo habría hecho si tú no fueses tan imprudente, no puedes dejarle un auto a un adolescente cuando afuera llueve a cantaros -dijo ella con las manos en la cintura.

-Déjale ser, cariño, el chico sabe lo que hace.

Mi padre me guiñó un ojo mientras mi madre volvía a regañarlo, sabía que solo había estado preocupada así que entré a la cocina y la abracé por los hombros.

-Relájate, mamá, llegué bien y no tuve ningún inconveniente, ¿no estas satisfecha con eso? -dije.

-Bueno si, pero estuve preocupada toda la mañana -respondió ella.

-Pues es hora de relajarte.

-Supongo que sí, ahora ve a cambiarte, esa ropa está húmeda y no quiero que te resfríes.

-Como órdenes.

Hice un saludo militar para divertirla y subí a mi cuarto.

Me quité la ropa rápidamente y, luego de secarme con una toalla, me puse algo para estar en casa, pantalones de chándal y camiseta sin mangas.

Volví al comedor justo para ver a mi madre en medio de las piernas de mi padre mientras compartían un beso ahí, justo al lado de la cocina.

Rodé los ojos y me retiré sin ser notado, en cambio me fui a la sala y me puse a ver televisión mientras esperaba la hora del almuerzo.

Por la tarde, recibí un mensaje de Jessie.

"¡Que diluvio! Casi no puedo ver a través de mi ventana."

"Lo sé, ha estado así todo el dia."

"Creo que quiero bañarme bajo la lluvia como cuando era niña, ¿recuerdas?"

"Si, pero pescarías un resfriado."

"Valdría la pena, ¿Qué dices?"

"Creo que le preguntaré a mis padres."

"Gallina."

"Sabes que no iba a hacerlo realmente."

"¡Venga ya! Levanta tu trasero y juguemos bajo la lluvia."

"Te veo en tu casa en un par de minutos."

"Ese es mi chico."

Dejé el teléfono en el sofá y me dirigí a la puerta, pero antes me asomé al estudio donde mi madre estaba leyendo un libro.

-Mamá, voy a salir con Jessie -dije al entrar.

-¿Con esta lluvia? ¿Están locos? -dijo ella mirándome como si de verdad hubiese enloquecido.

-En realidad, me ha pedido que juguemos bajo la lluvia -eso sonó mejor en mi cabeza, lo admito.

-¿Cuándo van a madurar ustedes dos?

-Algún dia.

-Cuando llegues te metes directamente al agua caliente, te estaré esperando con chocolate caliente.

-Eres la mejor.

-Sí, vete ya antes de que te amarre a la pata de tu cama.

Corrí a la casa de mi amiga quien me esperaba fuera de su casa dando vueltas con su rostro hacia el cielo, disfrutando del agua que caía.

-¡Mi mamá manda a preguntar que si piensas madurar algún dia! -exclamé sobre el ruido del aguacero en cuanto estuve a su lado.

-¡Ángel! -gritó ella y se lanzó encima de mí para abrazarme.

-¿Qué tal, Jess?

-¡Genial! Hacía mucho que no disfrutaba de la lluvia.

-Sí, hace bastante, ¿Qué quieres hacer?

-¡Ven! Esto va a encantarte.

Me tomó de la mano y me guió al jardín delantero de su casa.

Cuando llegamos debajo del árbol que estaba al frente, saltó a un charco que se había formado allí, llenándose de barro y salpicando un poco a mí también.

-¿Qué haces? -pregunté riendo.

-¡Salta conmigo! Luego podemos limpiarnos en el agua.

Miré un momento hacia su casa, Richard y Angélica nos espiaban a través de la cortina de la sala mientras reían y hablaban.

-¡¿Ángel, que esperas?! -gritó Jessie, sacándome atrayendo mi atención.

Resoplé y me metí en el barro, ella saltaba y giraba mientras que yo me quedé ahí, con el lodo hasta los tobillos y siendo salpicado por ella.

En un momento de distracción sentí que algo me golpeó el costado, cuando revisé me di cuenta que Jessie había tirado un puñado de lodo en mi dirección.

-¡Eres un aguafiestas! -dijo entre risas.

La miré y sonreí de lado, me agaché y, tomando algo del barro, se lo lancé justo en el cuello, ensuciando a la vez su pecho y barbilla.

-¡Y tú una bruja! -exclamé.

Vale, esto era divertido.

Ella saltó hacia mí y caímos en el lodazal, ensuciándonos de pies a cabeza.

Intenté levantarme pero ella me lo impidió y no estuvo satisfecha hasta que ambos estábamos totalmente cubiertos de suciedad.

-Te luce el moreno, Jess -dije.

-Gracias, no puedo decir lo mismo de ti, tus ojos grises no combinan.

-Vamos a lavarnos antes de que se seque.

-¿Una carrera? -lucia entusiasmada.

-¿Por qué no?

Ella se levantó y salió disparada calle abajo conmigo corriendo detrás.

Esto se sentía bien, era como cuando solíamos jugar de niños, antes de que nuestros padres nos descubrieran y nos regañaran por volver sucios, eso o nos apuntaban directamente con la manguera para limpiarnos.

Luego de un rato, cuando la gran mayoría de lodo había caído con el agua, nos sentamos en el andén enfrente de su casa mientras la lluvia seguía cayendo sobre nosotros.

-¿Qué pasó ayer, Ángel? -dijo ella de repente.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

-¿Por qué? -pregunté de vuelta.

Ella me miró.

-Me estas ocultando algo, no sé qué es pero sé que es importante, ayer no eras tú mismo y, aun cuando has estado sonriendo, estoy segura de que algo pasa por tu cabeza, eso o estas reprimiéndolo, de cualquier forma, sé que hay algo mal.

Esta mujer me conoce demasiado bien, es un peligro si me llegase a distanciar de ella.

-¿Es necesario hablarlo ahora? -pregunté.

-Si no, te aprovecharías de la distancia y te consumirías a ti mismo en soledad, no puedo dejar que eso pase.

-No lo haría.

-Esa cabeza dura tuya no sabe procesar muy bien las emociones, Ángel, siempre ha sido así.

La miré fijamente un momento antes de superar y murmurar.

-Tenías razón.

-Usualmente la tengo, ¿en que la tuve esta vez?

-Con Dante.

Ella se giró tan rápido que casi fue un borrón por un momento.

-¿Qué? -su voz salió bastante aguda.

Le conté ligeramente lo que había pasado el dia anterior, enfocándome más en el hecho de que el chico tenía dos marcas que en cómo había llegado a descubrirla, ese era tema para otro momento.

La cara de Jess era épica, en otra situación me habría burlado pero no estaba de ánimos.

-¿Sabes, Ángel? Últimamente cuando te pregunto qué te pasa, siempre me sales con algo que me vuela la cabeza -dijo luego de un rato.

-Sí, bueno, si a ti te vuela la cabeza a mí me está matando.

-¿Hablaste con él? ¿Qué paso luego de eso?

-Nada más, no quiero hablar con él.

-¿Por qué?

-¿Cómo te sentirías si tu alma gemela te conoce, sabe quién eres y, aun así, decide ocultarte su identidad?

-Me sentiría defraudada, se supone que el amor de un destinado es incondicional, ¿Por qué hacer algo que te aleja de él?

-Exacto, quiero asimilarlo Jess.

-Te entiendo, yo habría hecho algo parecido, probablemente.

-¿Tú, la que cree en el lazo del destino más fervientemente que nadie?

-Soy humana, Ángel, también puedo salir herida.

-Eres una bruja, Jess, todo lo solucionas con tus embrujos.

-No eres gracioso.

Me reí y nos quedamos ahí un rato más, disfrutando del diluvio que caía sobre nosotros antes de que Richard nos ordenara que ya había sido suficiente y que íbamos a enfermarnos.

Nos despedimos y volví  mi casa, donde mi madre me envolvió en una toalla y se aseguró de que me bañaba con agua caliente y no la usual fría.

Luego tomamos chocolate caliente mientras esperábamos que mi padre volviese de trabajar para la cena.

El resto del fin de semana pasó rápidamente, mi tiempo estuvo repartido entre mis deberes, mi familia y pasar tiempo con Jessie, que no fue mucho pues sus padres la querían con ellos.

Cuando llegó el lunes, no quería ir a clase.

Había pasado un buen fin de semana y no quería volver  a llenar mi cabeza de números pero me obligué a mí mismo a levantarme.

El agua fría de la ducha sacó los últimos vestigios de sueño de mi cuerpo y me terminó de despertar, me puse lo primero que encontré en el closet y bajé, desayuné con mis padres y me fui a la universidad.

La mañana pasó mejor de lo que esperaba, las clases no estuvieron tan aburridas como pensé y las pasé bastante rápido.

Cuando el dia finalizaba, Daniel me alcanzó en el pasillo, nos detuvimos un momento a hablar antes de dirigirnos a la clase de Matemáticas financieras.

Un grupo de chicas, las que siempre murmuraban acerca de lo buenísimo que estaba Dante durante la clase, chocó con nosotros al pasar apresuradas por nuestro lado pero solo una de ellas se regresó para disculparse.

Era bonita y tenía un rostro amable, aunque su expresión demostrara arrepentimiento en su estado más puro, no dejó de disculparse hasta que le aseguramos que no pasaba nada y la acompañamos al salón.

Cuando entramos, ella se fue hacia donde sus amigas y nosotros tomamos nuestro asiento habitual.

Cuando Dante llegó, hubo los usuales murmullos y risitas antes de que el silencio tomara lugar.

El profesor miró un momento en mi dirección y su expresión mostró alivio antes de pasar a la tristeza y recobrar su semblante serio.

-Un dia de estos vas a matar al profesor Weaver, te lo aseguro -murmuró Daniel a mi lado.

-¿Por qué? -pregunté bajito.

-Parece deprimido y, como fue a ti a quien miró, podría creer que mataste a su perro, no sé qué se traen ustedes dos pero ese pobre hombre va a morir de un disgusto.

-No es mi culpa, no tenemos relación alguna, de pronto saqué una nota baja en alguna actividad.

-Ángel, no hemos hecho ninguna actividad en esta clase.

-Entonces es que sacaré una nota baja en una actividad futura.

-Espero que sea eso.

Lo miré con una ceja alzada.

-¿Quieres que saque una nota baja?

Él contenía la risa mientras negaba con la cabeza.

No hablamos más durante el resto de la clase a pesar de que estaba siendo bastante interactiva.

El profesor alabó a la chica que habíamos acompañado antes, que descubrí se llamaba Zaira, por sus aportes significativos al tema que estábamos viendo y la pobre se sonrojó a mas no poder mientras sonreía, él le sonrió de vuelta y podría creer que estaba a punto de colapsar ahí mismo.

Dante debía dejar de sonreír así, va a acabar con alguien.

Cuando la clase fue dada por terminada, todos salieron con Daniel y yo terminando la fila, esta vez, sin un llamado que me hiciera quedarme.


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