Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nada está escrito por Lauradcala

[Reviews - 101]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Limpiar Texto         Capítulos          
  1. I
  2. II
  3. III
  4. IV
  5. V
  6. VI
  7. VII
  8. VIII
  9. IX
  10. X
  11. XI
  12. XII
  13. XIII
  14. XIV
  15. XV
  16. XVI
  17. XVII
  18. XVIII
  19. XIX
  20. XX
  21. XXI
  22. XXII
  23. XXIII
  24. XXIV
EDITAR ESTE CAPÍTULO
Comenta este capítulo         Estar con Dante de esta forma se sentía distinto ahora que lo conocía un poco más. Aun persistía esa urgencia de tenerlo cada vez más cerca pero, al mismo tiempo, no tenía prisa alguna. Sus labios ya no atacaban a los míos, en cambio, parecía estarse tomando su tiempo en hacer lo que quería y yo lo estaba dejando. -Ángel, ¿quieres quedarte a dormir? -preguntó ansioso. -Bueno, aun si mi mamá no me hubiese amenazado con que no volviese a casa esta noche, igual querría quedarme. -¿Cómo que te amenazó?  -Le he contado sobre ti y sobre Daniel. Su expresión pasó de una juguetona a estar molesto. -¿Qué tiene que ver Saint-Claire en el asunto? -preguntó molesto. -Pues… -Ángel, respóndeme. -Es que, por un tiempo, pensé que Daniel era mi destinado -dije sonrojándome. Dante se enderezó, quitándose de encima de mí, y se sentó en el extremo del sofá. -¿Estas molesto? -pregunté suavemente. -¡Por supuesto que estoy molesto! ¿Cómo podrías creer algo así? -ok, lo enojé. -Lo siento ¿sí? Pero es bastante fácil confundirse cuando no tienes marca alguna y, de repente, un nombre empieza a formarse de la nada, podría ser cualquiera -dije ofuscándome en mi sitio. Me miró confundido. -¿No tener marca alguna? ¿A qué te refieres con eso? -preguntó. -Pues eso, Dante, nací sin una marca y, de la nada apareció esa línea detrás de mi oreja, imagínate el susto que me dio -expliqué. -¿No tenías marca del destino? ¡Es imposible! -Al igual que el tener dos marcas, tú también eres una excepción. Su rostro tomó una expresión extraña que no supe descifrar antes de sonreír y acercarse peligrosamente a mí de nuevo. -O sea que, de alguna manera, tu siempre estuviste esperándome -susurró. -¿Qué? -Piénsalo, tu marca apareció solo cuando me conociste. Resoplé y puse los ojos en blanco. -Bájate de esa nube, Dante, ni siquiera yo sé por qué pasó todo esto ¿sí? -dije con aires de suficiencia. -¿Estás seguro? Porque yo sí creo firmemente en ser tu destinado perfecto. -Eres un creído. -Bueno, tú no eres precisamente la definición de humildad, además, si no tuviese la razón, ¿por qué estás aquí conmigo y no con Saint-Claire? -Se llama Daniel. -Para mí no tiene la importancia suficiente como para ser llamado por su nombre, además, se atrevió a acercarse a mi propiedad y no es algo que me agrade del todo. -¿Tu propiedad? -Tú eres mío, Ángel, y yo no comparto. Su gesto era serio y, tan cerca como estaba, podía ver claramente como el color de sus ojos se oscurecía tomando un tono peligroso que calzaba con su amenaza. -No soy un objeto al que le puedas poner tu nombre encima -declaré cruzándome de brazos. -Ah, pero Ángel, tú ya llevas mi nombre en ti -se burló. Yo sonreí con malicia. -No completo, aun podría ser Daniel u otra persona, ¿Sabias? -dije con una sonrisa burlona. Palideció ligeramente. -¿Qué? -dijo casi sin aliento. -Lo que oyes. -¿Tu marca no está completa? -No. Negó con la cabeza y apoyó su frente en mi hombro. -Oye, no es para tanto, tranquilízate -dije algo alarmado, temía que fuese a morir en mis brazos o algo así, ¿Dante estaba teniendo un ataque de pánico? -¿Aun cabe la posibilidad de que no seas tú? -preguntó en un susurro. -Bueno, tu destinado siempre puede ser otra persona que lleve mi nombre. Me miró a los ojos tristemente. -Ese es el punto, yo no conozco a alguien más que lleve tu nombre y, de ser así, al que amo es a ti, Ángel. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho y mi cuello picó por lo que empecé a frotarlo para aliviar la sensación. Dante escaló un poco más sobre mí hasta estar un poco más alto que yo y, quitando mi mano de mi cuello, corrió mi cabello, descubriendo mi marca y se quedó observándola un momento. La mano que sostenía mi muñeca se tensó un poco pero me quedé quieto. Sentí que se movió y luego me di cuenta de lo que hacía. Bueno, sentí lo que hacía. Dante sopló un poco sobre la marca antes de depositar un beso sobre ella que envió una corriente eléctrica bastante agradable por todo mi cuerpo. -¿Te gustó? -murmuró en mi oído con voz ronca. -Si… hazlo de nuevo -susurré sobrecogido por la sensación placentera. -Tus deseos son órdenes. Se acercó de nuevo a mi cuello pero esta vez no hubo beso sino que paso suavemente su lengua por toda la extensión del nombre incompleto que mi marca deletreaba. Si antes había sentido una corriente eléctrica ahora estaba en corto circuito. Tomé a Dante por los hombros y lo alejé rápidamente de mi cuello para atacar sus labios con urgencia. Creo que se sorprendió un poco por la agresividad pero no tardó en responder a mis demandas no dichas. Pasó su lengua por mi labio inferior en un gesto que supuse era para pedir mi permiso, lo comprobé cuando separé un poco más mis labios y su lengua se filtró en mi boca, explorando y paseándose a gusto. ¿Y yo? Yo estaba endemoniadamente excitado con la situación. ¿Cómo habíamos pasado de una conversación a esto? No tenía ni idea pero, a estas alturas, ya no tenía idea de nada. Dante suspiró ligeramente y se separó unos milímetros, lo suficiente para poder hablar coherentemente. -Ángel, si es que quieres llevar esto más lejos, no creo que el sofá sea lo más cómodo -murmuró con la respiración agitada. -¿Vamos a la habitación? -sugerí. -Si no lo decías, igual iba a arrastrarte allá. Se levantó y caminó hasta su cuarto, conmigo siguiéndole a corta distancia. Recordaba este sitio siendo pulcramente ordenado pero, esta vez, estaba ligeramente diferente. Miré a Dante y noté que lucía un poco avergonzado. -Tendrás que disculpar mi desorden, estaba volviéndome loco mientras me contenía por no acercarme a ti -murmuró pasando una mano por su cabello, causando que su flequillo cayera sobre su frente. No hice comentarios al respecto. Los libros, antes organizados, ahora lucían como si alguien hubiese tratado de leerlos todo el tiempo y los hubiese arrojado a la repisa sin fijarse donde caían; la cama estaba un poco desordenada y el escritorio estaba lleno de papeles. Me sentí un poco culpable, el pobre había tratado de buscar distracciones para no buscarme. Negué con la cabeza y me acerqué a él. -Lo siento -dije. -¿Qué? -lucia sorprendido. -No voy a repetirlo. Él sonrió y se volvió a acercar a mí. -Oye, ya sé que comentaste que no te gustaba ir debajo y eso pero, ¿Te gustaría intentarlo conmigo? -preguntó emocionado. -¿Qué? ¡No! -exclamé. -Por favor, Ángel. -¡Claro que no!  -¿Por qué no?  -¿Es una broma? ¡Va a doler como el infierno!  -No se supone que deba doler, ¿Quién te dijo eso? -Nadie me lo dijo. -¿Entonces? -Es que… me dolió -me sonrojé hasta el cuello luego de decir eso. -¿Qué? -¡Oh por Dios, no te hagas, ya me escuchaste! -exclamé avergonzado. -Pero, ¿Qué fue lo que hicieron?  -No lo sé, era la primera vez que intentaba algo como eso y el chico era un experto, o al menos eso fue lo que me dijo, el punto es que me dolió mucho y ni siquiera pudimos hacer mucho más porque me estaba retorciendo de dolor, podría jurar que hubo algo de sangre -me estremecí al recordarlo. Tenía quince y el otro chico era de unos diecinueve, llevaba un tiempo viéndome con él y me convenció de probar algo nuevo. Yo era curioso y hormonal, así que acepté. Todo fue bien al principio hasta que intentamos llevarlo más allá. ¿Resultado? Yo gritando y llorando de dolor y el tipo asustado al ver su hombría manchada con algo rojo. No volví a verlo luego de eso y yo terminé sin poderme sentar cómodamente por poco más de una semana. -¿Y que se supone que hacías cuando eras tú el que iba arriba? -preguntó Dante. -Pues yo solo iba directo al asunto, las preparaciones previas eran asunto del otro, no es como si me importara realmente, yo solo iba en busca de algo de diversión. -¿Nunca te preocupaste por, no sé, investigar cómo funciona realmente el proceso?  -No, yo no quise volver a intentarlo y las otras partes eran expertas en la materia por lo que no era necesario involucrarme, ellos tenían algo que yo quería y yo tenía algo que ellos querían, era un acuerdo de mutuo beneficio. Dante miró al techo con gesto de exasperación. -Dios… no puedo creer que este escuchando esto -suspiró. -¿Por qué? -Porque te estas enfocando en una mala experiencia para juzgar el resto -me miró fijamente- ¿Confías en mí? -Esa pregunta es estúpida, si confió. -¿Entonces vas a dejarme? -No. -¡Ángel, por favor! -¡Va a doler! -¡Te estoy diciendo que no duele! -¿Cómo sabes? -Porque, a diferencia de ti, yo si investigué y tuve unas buenas experiencias -y sonrió como si recordara algo gratificante. -Si tanto te gustó, ¿Por qué te empeñas en que sea yo el que vaya debajo? -Porque me muero por ser el que te haga cambiar de opinión. -Eres imposible. -Mira Ángel, yo podría ceder algunas veces y tener una relación equitativa contigo, pero entiende que yo también me muero por ser el que te brinde placer, ¿Qué hay de malo con eso? -¡Que no se va a sentir bien! -¿Cómo puedes afirmar algo de lo que no tienes plena seguridad? -Porque lo sé y ya. -Einstein decía que la definición de locura era hacer siempre lo mismo y esperar diferentes resultados. -Deja de usar personajes del viejo mundo para intentar convencerme. -¿Está funcionando? -No. -¿Qué tengo que hacer para que cambies de opinión? -Nada, porque no vas a conseguirlo. Alzó una ceja antes de sonreír pícaramente y acercarse lentamente a mí. Tragué y, sintiéndome repentinamente acorralado, empecé a retroceder hasta que la parte trasera de mis rodillas chocó con la cama y caí de espaldas sobre el colchón. Dante no perdió segundo alguno y estuvo en seguida a horcajadas sobre mí, sujetando mis muñecas sobre mi cabeza. -¿Seguro que no hay nada para hacerte cambiar de opinión? -preguntó. Negué con la cabeza, incapaz de decir palabra alguna. El volvió a sonreír y bajó su cabeza para besarme lentamente, tentadoramente. Justo cuando estaba empezando a seguirle el paso, abandonó mis labios para empezar un recorrido de besos que iban desde mi mandíbula hasta mi cuello y regresaban a mi rostro para pasar al otro lado. Me estaba volviendo loco. -Dante… -murmuré. -¿Te estoy convenciendo? -susurró contra mi piel, su aliento era cálido. -No. -Seguiré en lo mío entonces. Volvió a atacar mi cuello y, esta vez, hizo uso de su lengua, torturándome lentamente y volviéndome una fuente de jadeos y murmullos incoherentes. Soltó mis manos para poder escabullir las suyas por debajo de mi camiseta, desvistiendo mi torso antes de que pudiese darme cuenta de lo que sucedía, no es que me dejara procesarlo mucho tiempo pues sus caricias empezaron a seguir el ritmo de sus labios, nublando mi mente e impidiéndome formar algún pensamiento racional. Creo que mi cuello iba a dar pena a la mañana siguiente pues Dante estaba haciendo lo que quería con él. Cuando sus manos rozaron ligeramente uno de mis pezones, gemí ligeramente y lo sentí sonreír contra mi garganta antes de bajar su otra mano a la parte delantera de mis pantalones y presionar suavemente. Ahí fue cuando gemí ruidosamente y a él no se le ocurrió reaccionar de mejor forma que reír burlonamente. -A alguien le gusta lo que estoy haciendo -dijo con sorna. -¡Oh, cállate! -murmuré con un hilo de voz. -Me pregunto qué tan insonorizado está este edificio. No pude responderle porque mi voz se quedó atrapada en mi garganta cuando volvió a presionar mi entrepierna y mi pecho de forma simultánea. Estaba en el paraíso, mi mente estaba en blanco y mi cuerpo estaba sumido en un mar de sensaciones placenteras. Y se detuvo. Justo cuando estaba empezando a escalar aquel precipicio por el cual pensaba lanzarme de cabeza con gusto al acantilado de éxtasis que me esperaba debajo, el bastardo se detuvo. Abrí los ojos y lo busqué, pues se había quitado de encima de mí, para encontrarlo en la cabecera de la cama mirándome con una sonrisa ladeada. -¿Qué haces? -reclamé sonrojado y jadeante. -Es que, creo que estoy haciendo algo mal y no puedo continuar, Ángel, tú no quieres que tenga el control y no puedo forzarte -dijo pensativamente. -¿Qué? ¡No puedes dejarme así! -exclamé mientras señalaba el bulto que se había formado en mis pantalones. -Tendrás que buscarle una solución a tu pequeño problema, eres tú quien se niega a dejarme divertirme un rato. -¿De verdad planeas dejarme así? ¡Tú sabes que es doloroso! ¡Se supone que no iba a doler!  -Ah, pero estamos hablando de dos situaciones distintas, estar debajo no debe doler, dejarte a medias, por el contrario, si puede doler -murmuró como si analizara ambas situaciones. -¡Has lo que quieras pero, por Dios, no te atrevas a dejarme así! -exclamé con enfado. Y no, no me di cuenta de lo que había dicho hasta que vi la sonrisa de suficiencia que me lanzo Dante. Sí, me había ofrecido en bandeja y le había dejado ganar por la calentura. Me sonrojé e intenté replicar pero hasta yo sabía que iba a ser inútil. Dante se levantó de la cama y se dirigió al closet, de donde sacó una botellita que contenía lo que parecía un gel. -Esto, Ángel, es lo que hizo falta en tu primera vez, se llama lubricante -dijo mostrándome el líquido con expresión burlona. -Ya sé que es, termina rápido con esto. -Oh, pero Ángel, yo planeo hacer esto bastante lento. -¿Planeas torturarme?  -Planeo volverte loco y que aún me pidas por más. ¿Cómo podía decir semejante cosa con esa expresión tan tranquila? Era todo un misterio para mí. Dejó la botellita a un lado y volvió a estar a horcajadas sobre mí. -Solo por hoy, no vamos a llevar el asunto totalmente hasta el final, aun cuando me muero por estar dentro de ti, pero es que podría hacerte bastante daño, sin embargo, puedo divertirme contigo de otra forma -dijo desabrochando mi pantalón. Me saqué los zapatos con los pies mientras él jalaba mis jeans y los arrojaba a algún sitio a sus espaldas, no creo que le importara mucho donde caían. Pensé que era injusto que yo estuviera en ropa interior mientras él estaba completamente vestido así que tiré de su camiseta para sacársela y poder contemplar el cuerpo que me había fascinado desde el momento en que lo vi. Dante no se detuvo solo con dejarme en ropa interior sino que rápidamente se deshizo de mi bóxer, tomándose su tiempo en recorrerme con la mirada en cuanto estuve desnudo. -Deja de mirarme, es vergonzoso -dije cubriéndome el rostro con las manos. -¿Por qué? Me gusta lo que veo -tomó mis manos y las alejó de mi cara- no tapes su rostro, quiero ver tus expresiones. -¿Por qué? -Porque quiero conocer todas tus facetas, es por eso que voy a dejarte boca arriba, aun cuando sería más fácil si lo hiciera contigo mirando hacia el colchón. -¿Seguro que no va a doler? -Estoy seguro que no, deja de asustarte, no voy a hacer nada que te haga daño. Le creí y asentí mientras lo dejé continuar en lo suyo. Dante tomó la botellita y regó una buena cantidad en la palma de su mano, me miró fijamente y se acercó para besarme lentamente, sin afán, como si tratara de descubrir que sabores podía encontrar en mi boca. Estaba bastante distraído y no sentí cuando su mano, llena del gel lubricante, se cerró en torno a mi erección, deslizándose con facilidad y arrancando gemidos involuntarios de mi garganta que Dante se encargaba de ahogar con sus labios. Estuvo un buen rato así, besándome y trabajando con su mano hasta que me pidió que alzara mi cadera un poco. Me extrañé pero le obedecí. Dante deslizó una almohada debajo, logrando que mi pelvis quedara un poco elevada. No sabía por qué lo hizo pero decidí confiar y dejarme hacer. Noté que volvió a tomar la botellita y llenó su otra mano con el líquido viscoso, sus labios nunca abandonando los míos. Creo que intentaba distraerme. Sentí como un dedo rodeaba mi parte trasera, sin entrar, y me tensé. -Relájate, Ángel, deja de preocuparte, si no te relajas si va a doler -murmuró suavemente en mi oído. -¿Cómo quieres que me relaje? Esto es vergonzoso. -No es la primera vez que estás desnudo con alguien, ¿de qué te preocupas? -Es…distinto. Sonrió y comenzó a repartir besos por mi garganta. Sus labios retornaron a los míos al tiempo que un dedo se abría paso dentro de mí. Me sobresalté debido a la repentina intrusión y él me miró fijamente. -¿Duele? -preguntó alarmado. -No. Asintió y comenzó a moverse en mi interior. La sensación era incomoda, por describirla de alguna manera. No estaba acostumbrado a esto y ciertamente no se sentía bien, aunque tampoco dolía, definitivamente era distinta a aquella dolorosa vez, aun así no podía encontrar la maravillosa sensación que Dante tanto se esforzó en venderme. -Ángel, relájate de una vez ¿quieres? -regañó. -No puedo, se siente raro, ¿Qué rayos estas buscando ahí, de todas formas? -Tu punto G, Ángel. -¿Mi punto…? ¡Ah! Me cubrí la boca totalmente sonrojado cuando un grito involuntario se escapó de ella mientras Dante se reía. Hace un momento, de alguna forma había rozado algo dentro de mí que había enviado una intensa corriente eléctrica que había recorrido toda mi espina dorsal y se había repartido por todo mi cuerpo, haciéndome ver estrellas por una milésima de segundo. -No tu punto A, tu punto G, que creo haber encontrado -se burló él al ver mi reacción. -No es momento para burlarse y encárgate de tu trabajo -me quejé, desviando la mirada. Él volvió a reír, rozando de nuevo ese nuevo descubrimiento que había hecho y haciéndome temblar. Su mano libre volvió a jugar con mi delantera y, en cuestión de minutos, yo estaba a merced de Dante, quien estaba haciendo lo que se le antojara con mi cuerpo, enviando espasmos placenteros que se acumulaban en mi bajo vientre a medida que el tiempo avanzaba. Una parte de mí, la que aún no había sido alcanzada por la niebla que obnubilaba mis sentidos, se retorcía de ira al reconocer que Dante había tenido razón y que no estaba sintiendo dolor en lo absoluto, al contrario, esta era la mejor experiencia sexual de toda mi corta vida. Dante me observaba fijamente, atento a cada una de mis expresiones. Cuando alcancé el punto máximo de placer y creí que había logrado obtener un vistazo del tan anhelado nirvana, arqueé mi espalda mientras me dejaba llevar y gritaba el nombre de Dante a los cuatro vientos. Él se alejó de mí mientras yo me deshacía en jadeos y luchaba por regular mi respiración. Sus labios se acercaron a los míos y dejaron un corto beso antes de que sus ojos buscaran mi mirada. -¿Qué tal estuvo? -preguntó preocupado. -Cállate, me distraes del paraíso. Esta vez se rió con ganas mientras negaba con la cabeza. -No tienes remedio, Ángel -dijo. -¿Y tú? -pregunté cuando noté que sus pantalones estaban un poco más estirados de lo normal. -Me encargaré luego, no tienes energías para algo mas -dijo con un ademan de mano. -Quítate la ropa -ordené mientras alcanzaba la botella con lubricante. -¿Qué vas a hacer? -preguntó, pero igual me obedeció. -Devolverte el favor. No me preguntes como no me desmayé al ver a Dante sin ropa, simplemente no lo sé, pero aun no consigo hacerme a la idea de semejante ser camine por la tierra tranquilamente, derrochando perfección por cada poro de su piel. Vale, puede que el asunto de ser almas gemelas distorsione mi percepción un poco pero, por las reacciones de otras personas, podía confirmar que el hombre que estaba frente a mi estaba bien por donde sea que lo mirases. Dante se sentó en la cama y esperó a que yo hiciera lo que fuese que tuviese planeado hacer y yo no tardé mucho en ejecutar mis ideas. Me senté sobre él, con una pierna a cada lado de su cadera, y tomé su orgullosamente erguida hombría entre mis manos llenas de gel. Dante reaccionó de forma exquisita, echando su cabeza hacia atrás y descomponiendo su expresión picara por una de absoluto placer. Me aproveché de eso y mordí su cuello suavemente, lo que hizo que gimiera. Sus ojos encontraron los míos y sus manos empezaron a tocar la piel que encontraran a su paso antes de tomarme de la nuca y besarme. Cuando su mano libre bajó y alcanzó mi vientre, se separó de mis labios y bajó la mirada para luego mirarme sorprendido. -¿Estas excitado otra vez? Eso fue rápido -dijo con sorpresa. -Bueno, ¿Vas a hacer algo al respecto?  -Ciertamente no puedo dejarte así. Sonrió con picardía antes de volver a tomar mi erección y mover su mano. Como esta vez no tenía más distracciones pude enfocarme en la sensación que estaba provocándome y, sin darme cuenta, empecé a imitar sus movimientos con mi mano, logrando que gimiera y se retorciera debajo de mí. Atrapé sus labios, deleitándome cada vez que intentaba retener un gemido y no lo lograba o cuando ahogaba sus jadeos en mis labios. Dante acabó en mi mano con un gruñido gutural y yo le seguí poco después, cayendo ambos sobre la cama entre jadeos. -Bueno…eso fue divertido -murmuró. -Si… -dije tratando de contener un bostezo. -¿Quieres dormir?  -¿Mmm? -murmuré sin ganas de hablar. -No te duermas aun, Ángel, debemos tomar una ducha primero. -No… -murmuré queriendo irme a la inconsciencia que tan tentadoramente me llamaba. -Anda ya, pequeño perezoso, vamos al baño y te dejaré dormir después. Decir que fui a la ducha sería una mentira a medias porque Dante iba evitando que me cayese la mayor parte del tiempo. Me sentía relajado y con sueño, quería dormir y aprovecharme de la sensación que aun recorría mis sentidos. Nos bañamos rápida pero concienzudamente y, una vez estuvimos secos, nos metimos entre las sabanas sin molestarnos en ponernos algo de ropa. No tenía sentido, después de lo que habíamos hecho, la ropa simplemente sobraba. -Ya puedes dormirte, Ángel -murmuró Dante cuando me tuvo rodeado entre sus brazos. Murmuré algo incoherente antes de dejarme llevar por Morfeo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).