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Nada está escrito por Lauradcala

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Miré el reloj en mi mesa de noche, eran las dos de la mañana del lunes.
Suspiré frustrado, sabía que iba a estar distraído en clase por no haber dormido bien, por haber estado soñando con un chico que a duras penas y conocía.
Me sentía estúpido.
Me levanté y me dirigí al baño para lavarme el rostro y quitarme el sudor antes de volverse pegajoso, no podía bañarme a esas horas, lo último que quería era terminar pescando un resfriado y terminar de completar mi mala suerte.
Cuando llegué al lavabo fruncí el ceño ante mi reflejo, cuando mi padre me viera no iba a oír el final de esto.
Las ojeras que había estado acumulando los últimos días ahora estaban claramente visibles, formando unas bolsas seguidas de unas marcas oscuras bajo mis ojos remarcadas por la palidez de mi piel.
Cuando mis amigos me vieran lo más probable es que iban a inventar locas teorías acerca de un posible fin de semana alocado, y la verdad no era otra que Ángel comportándose como una mujer en sus días, con cambios de humor y depresión repentina.
Llené mis manos con agua helada y la lancé en mi rostro y cuello, eliminando los restos salados del sudor y esperando que se llevara también el rastro de mi pesadilla.
Pero lo único que se llevo fue mi cansancio.
Totalmente despabilado y sin ánimos de hacer nada bajé por un vaso de agua que me ayudó a refrescar la garganta, que no sabía que tenía seca.
Dejé el vaso en el fregadero y me devolví a mi habitación dispuesto a quedarme mirando el techo hasta que llegase la hora de ir a la escuela.
Al llegar agarre mis audífonos y coloqué una lista de reproducción suave, algo que, de ser posible, me ayudase a conciliar el sueño de nuevo.
No concilié el sueño el resto de la madrugada.
Y me sumí en un estado de melancolía.
Estúpida música y sus efectos en mis estados de ánimo.
Cuando sonó la alarma que indicaba que debía alistarme para iniciar con mi rutina maldije en silencio.
¡A esa hora debía estar despertando! ¡Pero no! ¡Había pasado las últimas horas escuchando música cursi y mirando a la nada!
Me di una ducha rápida, me puse lo primero que mis manos encontraron en el closet y bajé a comer cualquier cosa.
Bueno, no cualquier cosa.
Mi madre me esperaba con un desayuno súper completo como todos los días.
De solo verlo tuve sentimientos encontrados, mi boca se hacía agua pero mi estómago estaba hecho un nudo.
Me senté en la mesa junto a mi padre, que tomaba su café diario, y empecé a comer lentamente, casi sin ganas.
Mi madre me observaba de reojo desde la cocina, fingí no darme cuenta pero su mirada de sospecha me taladraba el rostro.
No terminé mi desayuno, no podía más, así que lleve el restante al fregadero y me di media vuelta para buscar mi mochila y dirigirme a mi escuela pero la voz de mi madre me detuvo.
-Ángel…-murmuró cuando pasé a su lado.
Me detuve y la miré a la cara.
Lucía preocupada, casi herida.
-Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿cierto? Soy tu madre, puedes confiar en mí-Me dijo suavemente.
Tragué en seco, su pregunta me tomó desprevenido.
-Si mamá, lo sé -Respondí quedamente.
Se acercó y me acarició la mejilla, su mirada era triste.
-Entonces… ¿Por qué no me has contado lo que te está molestando estos días?
-No hay nada molestándome, mamá-Respondí en un intento de tranquilizarla.
-Ángel, eres mi hijo, yo te traje al mundo y te he visto crecer, yo te conozco más que nadie, sé que hay algo que te está afectando, tu actitud ha cambiado, tus hábitos están cambiando, ¡si hasta has dejado comida en tu plato!, lo cual hiere mi orgullo como cocinera he de decir, pero eso nunca había pasado, háblame hijo.
Mi pecho se apretó ante la expresión de mi madre, pero no podía contarle lo que estaba pasando, no todavía.
-Hablaré contigo mamá, pero no ahora, no todavía, cuando esté listo te contaré-Le dije con la voz algo ahogada.
Ella sonrió y revolvió mi cabello, un gesto que solía hacer cuando era niño.
-Espero que sea una promesa, ahora vete, que vas a llegar tarde-Me dijo puyando mis costillas.
Besé su mejilla y salí disparado por mi mochila, al ver la hora me di cuenta que mi madre tenía razón, si no salía en seguida iba a llegar tarde.
Al pasar de nuevo por el comedor para salir de la casa pude notar que mi madre le lanzaba una mirada preocupada a mi padre mientras el trataba de tranquilizarla con una sonrisa, supe enseguida que estaban hablando de mí con sus miradas, estos destinados tenían unas formas bastante raras de comunicación.
Corrí hasta mi escuela, no quedaba muy lejos pero si estaba con el tiempo justo para llegar sobre el timbre de la campana que marcaba el inicio de clases.
Cuando llegué me encontré a Jessie en la entrada, usualmente nos encontrábamos por el camino y veníamos juntos pero parece que llegó antes y decidió esperarme en la entrada para dirigirnos a nuestras clases.
-Hola An… ¡Dios mío! ¿Pero qué te pasó? ¡Luces horroroso!-Exclamó ella bastante sorprendida.
-Tú también luces bastante bien, Jess -Respondí con sarcasmo.
-Lo siento, yo…-Lucía apenada, decidí sacarla de su miseria.
-No te preocupes, ya sé que luzco del asco.
-No me refería a eso, bueno en parte sí, pero en realidad me preguntaba que te paso para llegar a lucir… así-Y para enfatizar señaló "sutilmente" mi cara.
Y con sutil me refiero a que puso su dedo directamente en mi rostro.
Alejé su mano de mí y empecé a caminar, sabía que iba a seguirme de todos modos.
-Solo no dormí bien durante el fin de semana, es todo-Dije para alejar sus sospechas.
En cambio, puso una cara picara y una sonrisa traviesa.
-Así que… ¿Quién es esta vez? ¿Chico o chica? Hace rato que no sales con chicos, espero que esta vez sea un chico, ojalá sea lindo, tu ultima conquista no era muy amable.
Jessie empezó a sacar conjeturas acerca de mi posible pareja, cada una más alejada de la verdad que la otra.
-Jessie, no estoy saliendo con nadie -Le aclaré para callarla.
Tuvo el efecto contrario.
-¿Es un romance secreto? ¡Que atrevido!
-No Jessie, no es un romance secreto, en serio, no estoy saliendo con nadie.
-¿Entonces qué es? Diría que encontraste a tu destinado pero… -Miró a todas partes antes de seguir y añadió en voz baja- con eso de que no tienes marca, no podría decirlo a ciencia cierta.
Apreté los labios y no hice más comentarios para no decir nada de más.
Debería saber que Jessie es más inteligente que eso.
Mientras yo rogaba porque la tierra me tragase, Jessie abría gradualmente los ojos y la boca hasta parecer una caricatura, en otras condiciones me habría burlado de ella.
Pero no ahora.
No cuando estaba casi totalmente seguro de que había descubierto mí secreto.


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