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Nada está escrito por Lauradcala

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Cuando llegué a la entrada, mis padres ya estaban esperándome a un lado de la camioneta familiar, mi madre se había puesto un vestido veraniego y mi padre lucia casual en jeans y camisa manga corta.

Me acerqué a ellos y nos subimos al auto, dirigiéndonos a nuestra tarde en el parque.

Mi padre condujo hacia las afueras de la ciudad, a un claro que conocía bien y que tenía rato de no visitar, estaba en medio de un pequeño bosque por lo que dejamos el auto a un lado de la carretera e hicimos nuestra caminata de diez minutos para llegar a nuestro destino.

El claro no era la gran cosa, pero aun así tenía su encanto, no estaba lleno de flores ni nada por el estilo pero su pasto era tan verde que parecía artificial, y el sol lo iluminaba directamente sin importar si era muy temprano en la mañana o bien entrada la tarde, y durante la noche, las estrellas lucían su brillo en todo su esplendor.

Este lugar era especial para mi familia, mis padres tenían aquí sus citas cuando querían estar solos y, tiempo después, me enteré del incomodo detalle de que fui concebido en ese lugar, cosa que me recuerda el por qué había dejado venir, nadie quiere ir a un sitio que le traiga pensamientos de sus padres mancillando la naturaleza.

Pero a estas alturas ya no importaba el asunto, digo, algún dia tenía que superarlo ¿No?

Mi madre saco una manta que había traído para que pudiéramos sentarnos junto con la cesta que contenía nuestra merienda.

Ellos se sentaron mientras que yo directamente me acosté sobre la tela disfrutando el sol que me daba directo en el rostro.

Mis padres hablaban mientras se miraban a los ojos y yo los observaba de reojo, el ver la ternura con que se trataban hizo que mi estómago diera una sacudida, por ahí había alguien designado a mirarme de esa forma, alguien que se supone que sería mi felicidad completa, pero yo no sabía quién era, hasta hace dos días ni siquiera sabía que existía, pero ahora ansiaba por conocerla.

-Ángel -La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos.

Me senté para mirarlo a la cara.

-¿Si?

-¿Ya pensaste que carrera quieres estudiar?-Preguntó con recelo, habíamos discutido por el tema en veces anteriores.

-No…

-Hijo, sé que es algo difícil de hacer, pero queremos que estudies algo que te sirva en un futuro, aunque también queremos que seas tú mismo, sabemos que te gusta la música, pero también eres muy bueno con los números, ¿Por qué no buscas algo que combine ambas cosas?-Dijo mi madre con esa voz dulce que la caracterizaba

-Porque la música es mi método de escape, mamá, no podría convertirla en mi trabajo, no sería lo mismo-Respondí algo contrariado

-¿Has pensado en trabajar conmigo? Sabes que la compañía está creciendo y muy pronto podría conseguir un ascenso, si todo sale bien, me gustaría tenerte como mi mano derecha-Dijo mi padre algo emocionado

-No suena mal, pero vestir traje no es lo mío-Comenté con una sonrisa ladeada

-Bueno, aunque te verías muy bien en traje, estoy segura que Dominic podría hacer algo al respecto-Mi madre podía ser mi cómplice cuando se lo proponía.

-No creo que a mis jefes les guste la idea de un ejecutivo en jeans

-Bueno papá, si no se puede, ¿Quién soy yo para ir en contra del sistema?

-Pero, si haces un buen trabajo en la universidad, tal vez pueda apelar por tu cerebro en vez de tu vestimenta, estoy seguro que eso sería suficiente para aceptar a un ejecutivo en jeans-Mi padre había caído en las peticiones de mi madre, de nuevo.

-Eso sería genial, pero aún tengo que pensarlo-Dije para dejar en claro que no había tomado una decisión.

-Por supuesto, cariño, pero siempre hay que tener opciones-Dijo mi madre.

-Si, seguro

Cuando el sol había bajado un poco y la tarde empezaba a refrescar, mi mamá sirvió la merienda en platos que había traído de casa, sándwiches de pavo con verduras y limonada, solo ella podía cocinar algo tan sencillo y que pareciera una comida de lujo, bueno, puedo estar exagerando, pero la comida de mi madre me encantaba.

Comimos y dejamos a un lado el tema de mi profesión a un lado, no era bueno estirarlo mucho porque podríamos llegar a fuertes discusiones, mis padres querían que fuese un ejecutivo como mi padre pero yo no sabía si quería estar en una oficina por el resto de mi vida, así que siempre había dejado el tema abierto, sin dar respuestas definitivas y tratando de no matar sus esperanzas.

Merendamos y conversamos toda la tarde y, cuando llegó la noche, nos acostamos sobre la manta y comenzamos a buscar constelaciones, bueno, a fingir que buscábamos constelaciones porque la verdad era que ninguno sabia de astronomía, pero nos divertimos inventando dibujos que no existían, fue un gran dia, usualmente entre el trabajo de mi padre y mi escuela no teníamos tiempo para pasar juntos, así que fue grandioso compartir momentos como ese, sobretodo la cara de felicidad de mi madre que revelaba que había disfrutado tanto o más que nosotros mismos.

Regresamos a casa cuando ya era bien entrada la noche, y convencimos a mi madre de que al dia siguiente podía organizar las cosas que habíamos llevado, estábamos cansado y no sería justo que se desvelase limpiando, parece que el cansancio pudo con ella porque nos hizo caso y se fue a dormir al tiempo que nosotros.

Al llegar a mi habitación solo me quite los zapatos y el pantalón y, en camiseta y ropa interior, me dejé caer sobre el colchón quedándome dormido al instante.

El sol me daba en la cara, fruncí el ceño y cubriéndome el rostro con la almohada, del cansancio de la noche anterior había olvidado cerrar las cortinas y ahora la luz de la mañana insistía en despertarme.

Maldije en voz baja y me levanté a cerrarlas pero, cuando me dispuse a seguir durmiendo, ya no podía conciliar el sueño.

Me acosté sobre mi espalda y me dedique a fulminar con la mirada al techo, como si el tuviese la culpa de mis intentos frustrados por dormir.

Unos minutos después estaba colocándome una sudadera y mis tenis de deporte, ya que estaba despierto no era mala idea aprovechar la mañana y correr un poco.

Me lavé la cara y los dientes y salí por la puerta dándole los buenos días a mi madre al pasar por la cocina.

Los domingos no solía salir a correr, por lo general era el único dia que me tomaba un respiro de todo, pero como el dia anterior no había hecho nada demasiado exigente, como correr o estudiar, hacerlo el domingo debía compensarlo bastante bien.

Me coloqué los audífonos y, colocando algo movido y ruidoso, deje que la adrenalina corriera.

Empecé por un trote suave, no iba a desgarrarme un musculo tampoco, y fui aumentando la velocidad a medida que me emocionaba, al llegar al parque ya estaba algo sudado y jadeante, bueno, cualquiera lo estaría, el parque quedaba a 5km de mi casa.

Me acerqué a un bebedero público y me hidraté un poco antes de estirar y regresar.

Cuando estaba bebiendo el agua me fijé en una figura que se me hacía familiar.

Era un chico, cabello negro y piel ligeramente bronceada, solo un poco, casi imperceptible, y corte militar.

Creía conocerlo pero no sabía de dónde.

Sentí una punzada en el cuello.

Entonces el chico se dio la vuelta y encontré de donde lo conocía.

Era Dante, el chico de ojos dorados.


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