El ronco gemido salido de lo más profundo de su garganta quedó ahogado por la boca que gustosamente devoraba la suya. Sus labios y lenguas danzaban juntos a un ritmo lento y apasionado que les provocaba a ambos cosquilleos que nacían ahí donde comenzaba el contacto y se concentraban por un momento en su abdomen para después extenderse hacia cada extremo de sus seres. Sintió un nuevo espasmo sobre su miembro mientras éste seguía siendo masajeado por esas manos expertas.
Movió su boca para abarcar más terreno, dedicándose a besar a su compañero por toda la barbilla hasta alcanzar el lóbulo de su oreja, robándole un nuevo gemido, después se dirigió a besar el largo cuello mientras seguía moviendo sus caderas a un ritmo enloquecedor. Se separó un momento con un sonido húmedo para mirar a su amante. Bill lo miraba hacia arriba con una intensidad tal que casi parecía que sus ojos emanaban luz. Stan se mordió los labios ante la visión. El rubio retiró los dedos con los que había estado preparándolo, Stan se incorporo un poco, sosteniendo su peso sobre sus rodillas para alinear sus caderas.
Bill se encontraba sentado sobre la cama con la espalda recargada contra las almohadas en la cabecera, Stan estaba sentado a horcajadas sobre él con una rodilla a cada lado de la cadera del rubio.
-Eres hermoso…
Susurró Bill sin perder de vista uno solo de los movimientos del castaño. Stan cerró los ojos sintiendo un sinfín de emociones y sensaciones desbordarlo, se acomodó sobre el cuerpo del otro y se mordió los labios de nuevo al sentir la cabeza del miembro de Bill presionar contra él. Lentamente se fue dejando caer, sintiendo el miembro palpitante deslizarse hasta llenarlo por completo de una manera deliciosa. Habían hecho esto tantas veces que la sensación había dejado de ser extraña o dolorosa pero no por eso menos intensa. Stan seguía encontrando un tanto rara la idea pero no por eso dejaba de disfrutar enormemente de sus encuentros que eran extremadamente placenteros.
Bill había llevado sus manos hacia sus caderas para ayudarlo a sostenerse. Le gustaba dejarlo tomar el control. Stan se sentía más confiado y seguro de esta forma y tan solo ver la cara del castaño mientras disfrutaba era más que suficiente para encenderlo de una manera que no creía pudiera lograr nadie más (ni le interesaba comprobarlo).
No pasó mucho tiempo hasta que Stan comenzó a moverse, lentamente al principio, subiendo y bajando por ese largo falo, sintiendo ese punto en su interior que lo hacía ver destellos de colores tras sus parpados ser golpeado una y otra vez a medida que aumentaba el ritmo. Roncos y largos gemidos lo asaltaban sin parar y se mezclaban con los gemidos y resoplidos de Bill quien comenzó a mover sus propias caderas para encontrar a Stan cuando se dejaba caer sobre él. Stan se arqueó un poco hacia atrás ante la sensación, exponiendo sin darse cuenta su pecho, lo cual Bill aprovechó de inmediato para comenzar a lamer sus pezones que estaban completamente erectos, haciéndolo soltar nuevos gemidos y pequeños gritos de placer.
Stan pudo sentir el miembro dentro de él tensarse y comenzar a escupir su semilla en su interior. Aceleró su ritmo hasta que una explosión de sensaciones lo llenó, haciendo su cuerpo entero tensarse mientras su propia simiente se derramaba sobre la mano que seguía acariciándolo.
Se quedaron quietos por un rato, disfrutando de los espasmos post-orgásmicos mientras dejaban que su respiración y su pulso regresaran lentamente a su ritmo normal. Sus bocas se encontraron nuevamente.
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Stan sonrió ligeramente al sentir pequeños besos de mariposa sobre la parte de atrás de su cuello. Recostado sobre su lado izquierdo, Bill lo abrazaba desde la espalda. No terminaba de creer lo rápido que su relación con el rubio había avanzado en tan poco tiempo. No podía decir que su vida fuera perfecta, seguía teniendo problemas, éstos nunca terminaban. No todo era color de rosa y por supuesto que siempre había algo nuevo que enfrentar y superar. Pero ahí, sintiendo el calor que le ofrecía la compañía del otro, no podía dejar de pensar no había nada en el mundo que no pudiera vencer, él tenía una razón para seguir luchando.
-Te amo…
Susurró quedamente, sintiendo como el abrazo se apretaba más.
-Yo también te amo.
Sí, ya no tenía nada que temer.
FIN