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Razones por Maos

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Bill llevaba mucho rato en la misma posición, estaba recostado de lado, dándole la espalda a la puerta de su habitación en un intento inútil de ignorar todo lo que estaba pasando fuera de esas cuatro paredes. Tenía las piernas encogidas y las manos escondidas bajo sus mangas, para evitar que se rosaran directamente entre sí, estaba demasiado alterado y la ansiedad no le permitía tocarse a si mismo sin sentir ganas de arrancarse la piel.


Cada cierto tiempo hundía el rostro contra su almohada, solo para no estar consiente de donde se encontraba o que estaba pasando, y cuando sentía que se ahogaba, se separaba para respirar aire nuevo y después volvía a cubrirse rápidamente. Sus ojos estaban inyectados en sangre, pero no estaba llorando, solo gimoteaba en voz baja, angustiado y se aguantaba las ganas de ponerse a gritar tanto como podía.


Sin embargo, no estaba funcionando, con cada segundo que pasaba, la sensación en los huesos de estar atrapado en su propio cuerpo lo agobiaba más y lo obligaba a removerse desesperado, en busca de alivio. Quería dejar de sentirse así, era como sí cada parte de su piel le quemara y lo hiciera sentir asqueroso y sucio, como una persona terrible y mala. Y la sensación tan inquietante en su pecho solo lo agitaba hasta poner su autocontrol en grandes aprietos, porque lo único que quería, era arañarse la piel hasta sacarse sangre, y no estaba muy lejos de hacerlo.


Cuando ya no pudo más, se levantó temblando, con una sensación desagradable en el estómago que le retorcía las tripas; echaba silenciosos quejiditos y gemidos, como si fuera la única forma de expresar el malestar que sentía en todo su ser. Cuando pasó frente a su armario y se observó en su espejo de cuerpo completo, las arcadas no tardaron en llegar, solo mirarse lo llenaba de asco, su reflejo estaba cubierto de sangre; no podía parar de recordar la sensación de toda esa sangre en sus manos, era tan tibia. Recordar el olor hacia que el vómito le subiera por la garganta.


Intentó correr al baño sin éxito, pues a la mitad del camino su estómago se vació de lo poco que tenía adentro, manchando el pasillo, justo entre su puerta y la de su hermano. Su cuerpo comenzó a temblar con más fuerza y los ojos se le aguaron por el esfuerzo, así que se apresuró y se encerró en el baño antes de que alguien pudiera verlo en ese estado.


No lo pensó demasiado antes de girar las llaves del agua y meterse en la regadera totalmente vestido, porque solo buscaba que el ardor en su piel parara y lo dejara respirar. Cuando el líquido helado le golpeo en la cara, su mente se desmoronó y él se deshizo en sollozos y lágrimas, era como si su cuerpo no fuera capaz de controlarse, sus ojos no paraban y su cuerpo no podía sostenerse solo.


¿Fue mi culpa?


Se dejó resbalar por los azulejos de la regadera, tomándose la cabeza con las manos, y luego cubriéndose los oídos para dejar de escucharlo todo, los gritos, los golpes, las voces, el agua, su corazón, absolutamente todo. Quería dejar de verlo, de sentirlo. Quería terminar ya.


 Anda precioso, quítate la ropa...


 No... yo... Tom aun esta despierto...


 Vamos, obedéceme Bill. Se un buen chico...


No. Ya no... Ya basta.


 Billy... No quieres hacerme enojar, ¿O sí?


 No quiero, por favor... papá... no quiero.


 Hazme me caso y ¡Ven aquí!


— ¿Bill? —Simone golpeó en la puerta— ¿Estás bien?


— ¡Maldito mocoso de mierda...!


— ¡No!, perdón, ¡perdón...!


— ¿Bill? ¿Me escuchas? —golpeó nuevamente, preocupado—¡Bill!


Ya para, ya para, ya para.


— ¡Deja de llorar que no te estoy haciendo nada malo!


— Me haces daño, espera... papá... mnmh...


 Solo quédate quieto... quédate quieto. Relájate...


 Me duele... Espera... me duele mucho...


 Te amo Billy... Te amo


— ¡Bill abre la puerta!


Ya basta, deja de pensar, ya basta.


— ¡Ábreme, es una orden!


No estás ahí. No estás ahí.


— Billy, Billy... ¿No podrías ser más estúpido? ¿Cierto?


 Voy a matarlos frente a tu cara Bill, voy a hacerlo... ¡No puedo creer que me hagas esto a mí!


 Perdón... papi... perdón... Lo lamento mucho...


Lo lamento... Yo no quería hacerlo...


— ¡William abre la jodida puerta!


— ¿Qué vas a decirles? Bill no respondió, porque no lo sabía¾ ¡¿A quién vas a decirle?! ¡Nadie va a creerte una mierda!


 A... mmm... A mi... m-mamá...


Por favor, por favor, ya basta...


 ¡Tú vas a mantener la puta boca cerrada, porque si no, voy a asesinar a tu madre, mocoso inútil! le gritó justo en la cara, acuclillado frente a él, sosteniéndole la barbilla con demasiada fuerza— ¿Me oíste?


El pelinegro quería asentir, pero el agarre era tan fuerte que no podía hacer nada.  ¡Que si me oíste!


 Mhumm sollozó con fuerza.


 Tú dices algo... Tú te atreves a decir algo... —le susurró con la mandíbula apretada, con el tono más amenazante y aterrador que había escuchado nunca—. Y te lo juro William, te juro que te follo enfrente de tu madre y tu hermano, para que vean la puta asquerosa persona que eres.


¡No! ¡No! ¡No!


— No... por favor... por favor... —eran susurros inaudibles, aterrados.


—¡Oh por dios! —gritó Simone completamente aterrada en cuanto pudo entrar al baño— Bill... ¡Bill...!


***


 


Bill no tenía ni idea de que estaba ocurriendo cuando abrió los ojos, en un primer momento se quedó inmóvil, porque no sabía dónde estaba y porque estaba seguro de que a su lado había alguien durmiendo, segundos después una pequeña fuente de luz iluminó la habitación y él pudo observar mejor donde estaba. Sin embargo, no le ayudó a calmarse, tuvo el efecto contrario, lo puso a sudar de las manos.


A su lado estaba Simone con los ojos hinchados y estaba casi seguro de que estaban en la habitación de ella, pero lo dudaba porque el dolor de cabeza le ponía la visión borrosa y no lo dejaba enfocarse bien.


—¿Cómo te sientes? —le preguntó y el menor se sintió mal de escuchar la voz tan dañada de su madre, nunca le había gustado verla llorar de pequeño, siempre que lo hacía él terminaba acompañándola.


— ¿Qué hora es? —la ignoró, y se removió, sintiendo los músculos tensos. 


— Son las ocho... —suspiró y se pasó la mano por el rostro— ¿Cómo te sientes amor? —insistió, intentando entablar una conversación.


Al pelinegro se le tensaron los músculos de la impresión, habían pasado años desde la última vez que le había hablado con tanto cariño, y eso lo asustó. — ¿D-Dónde está Tom? —evadió de nuevo, sintiéndose inmensamente incómodo.


— Él está por llegar —le aseguró, con un tono de voz suave. Le pasó una mano por el cabello y él se alejó inevitablemente, porque su actitud le daba mucho miedo. No estaba entendiendo nada—. Bill... —comenzó, pero su voz se quebró antes de poder seguir y eso lo alertó.


— ¿Qué... ¿Qué pasó?


— Cariño, —se acomodó mejor e inhalo profundo antes de empezar a hablar—. Tenemos que hablar de algo importante...


El menor se alejó completamente de ella y la miro a la cara con el rostro pálido y las manos temblorosas. No... No podía ser... No.


— ¿Mi papá...? El... —su respiración se aceleró, y finalmente sintió que el corazón se le detenía al ver las lágrimas de su madre rodando por su cara—. El...


— No Bill. —interrumpió antes de que el menor se siguiera haciendo una idea incorrecta de lo que estaba sucediendo—. Tom fue a verlo, Gordon lo llevó. No ha despertado... sigue con el respirador, pero está estable. —la forma en que lo dijo hizo que Bill frunciera el entrecejo, pues había sonado tan fría, que incluso se sintió un poco intimidado.


El pelinegro suspiró y se froto las manos, nervioso. Si era sincero consigo mismo, estaba muy confundido, porque él estaba seguro de que se sentía asustado, quizás un poco más que eso, sin embargo, no sabía exactamente de que. No sabía si le temía más a un padre vivo que muerto.


Es decir, no es que él le deseara la muerte ¿O sí? No, porque eso era algo muy malo, y no se suponía que los hijos quisieran la muerte de sus padres, eso era enfermo y malo, muy malo. Además, lo que pasó había sido un accidente, nada había sido intencional, al menos no de su parte, él y Tom sólo se estaban defendiendo, o al menos eso quería creer.


No lo recordaba muy bien, y le asustaba mucho hacerlo, porque había fragmentos en su mente, pero no podía encontrarles sentido, sólo había una imagen clara en su cabeza, y era la de su padre rodando por la escalera, golpeándose un montón de veces, gritando de dolor. Y luego mucho silencio. Él y Tom habían estado tan cerca, que no podía saber a ciencia cierta si había caído por su cuenta o por su culpa, pero estaba esa sensación de alivio en su pecho que lo hacía sentir culpable.


El nunca intentaría dañar a nadie, pero no podía olvidar el sentimiento de cuando se enteró de que quizás su padre no despertaría, fue como si le quitaran un peso enorme de encima, pero al mismo tiempo fue como un golpe en la cara, porque pensar esas cosas tan malas lo hacían ser una persona despreciable y horrible.


Después los recuerdos solo se mezclaban y los gritos y golpes le aturdían la mente, sólo podía recordar que después de todo, sus manos estaban llenas de sangre y que la cara de Tom estaba asustadísima, pero no recordaba que le había dicho o como habían llegado al hospital. Y realmente no sabía que pensar.


Por un lado, no quería que muriera, porque no podría soportar la culpa, y realmente le asustaba que fuera a que darse solo de verdad si eso pasaba, pero, por otra parte, si Jörg despertaba, entonces él lo mataría, por ser tan estúpido y mal hijo, y lastimaría a su madre y a Tom. Y probablemente cumpliría todas sus amenazas, y eso lo aterraba. Lo asustaba tanto, que lo hacía quererse orinar del miedo, porque no quería que su padre lo lastimara enfrente de su hermano, ni de su mamá, ni de nadie. No quería que lo volviese a lastimar nunca de ser posible.


— Will, ¿Qué sucede? —Simone se alertó al verlo tan nervioso de nuevo y temió que volviera a suceder lo de la ducha en ese momento. 


El mencionado levantó la mirada y apretó los labios, no se había dado cuenta de cuando sus ojos se nublaron y comenzaron a soltar lágrimas. Simone quiso acercarse, pero él negó y se abrazó a si mismo. Todo era tan complicado, tan horrible, y todo era por su culpa, nada habría pasado si él hubiera obedecido a su padre, si él no se hubiera negado, si hubiera sido bueno. Era tan estúpido.


— Perdón... Yo no quería que esto pasara... De verdad lo siento. Yo no quería esto.


— ¿Qué dices? Bill, esto no fue tu culpa mi amor, fue tu padre el que te lastimó.


El negó de nuevo, desesperado por no poder explicarse. — No... No quería arruinarlo... Yo solo no quería... esa noche no...


— Bill ¿De qué estas hablando? ¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó con la esperanza de que su hijo fuera abrirse con ella y le contara que era lo que había sucedido y por qué. Pero no fue así, obviamente no iba a ser así, porque Bill no confiaba ni un poquito en ella—. Háblame por favor...


Y Bill hubiera querido hacerlo, si hubiera podido, pero ya había echado a perder demasiadas cosas en mu poquito tiempo. Y no quería ser responsable de otro problema.


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