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Razones por Maos

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Todo comenzó justo después de que Tom le gritara a Bill todas esas cosas tan horribles acerca de su padre, dejándolo sólo y hecho mierda, saliendo de la recamara sin darle la oportunidad de defenderse o hacer algo. El menor se derrumbó tras el azote que dio su hermano con su puerta, no podía controlarse, simplemente era demasiado para él. Se quedó minutos enteros llorando a lágrima viva en el suelo, justo al lado de su cama, sin las ganas ni las fuerzas suficientes para subirse a ella y llorar un poquito más cómodo.


Estaba sacando todo el dolor que se había estado guardado por tanto tiempo, no había podido reprimirlo más, era incontrolable; Bill estaba en verdad sufriendo, su tristeza y angustia eran tan abrumantes, que no podía ni siquiera calmar sus sollozos para que nadie lo escuchara, la situación era más grande que él, y su cuerpo solo quería dejarlo salir, era como si su interior le rogara por un respiro, un poco de calma, solo para no pudrirse más por dentro.


Su cuerpo entero era un remolino de sentimientos y emociones que le hacían sentirse miserable y completamente perdido, no sabía cómo remediar las cosas, no sabía que debía hacer para que todo volviera a la normalidad, lo único que quería, era volver en el tiempo para que todo fuera como antes, para que su madre y Tom volvieran a ser felices. Odiaba que las cosas estuvieran así por su culpa.


Por otra parte, Bill estaba en un debate interno que no hacía más que ponerlo peor, si era que se podía; se sentía atrapado, y su mente estaba dividida en dos extremos, tenía que tomar una difícil decisión, o una muy fácil, dependía del punto del que se viera. ¿Debía guardarse todo de nuevo? ¿Tenía que seguir llorando en silencio? ¿O debía hablar? ¿Debía pedir ayuda?


En realidad, podría haber sido la decisión más fácil del mundo, si no fuera por toda esa culpa y miedo que Jörg se había encargado de sembrar en él durante tantos años, toda esa inseguridad y vergüenza que lo habían obligado a callarse antes. Ahora sentía que era muy tarde, sentía que ya había arruinado suficientes cosas y tenía mucho miedo de todo. Lo único que sabía con certeza, era que ya estaba muy cansado y que ya no podía con eso. Solo que muy en el fondo quería intentarlo, quería darse una oportunidad, aunque fuese la última.


No fue mucho tiempo después que su cuerpo se agotó y solo le permitió soltar quejiditos y suspiros cargados de nostalgia, su cerebro pareció volverse lento y todo su cuerpo comenzó a adormecerse, relajándolo poco a poco, hasta el punto de casi dormirlo, aunque su calma se limitaba solo a lo físico, pues en su mente todo estaba hecho un desastre. Fue ahí, en medio de la calma y el caos, que finalmente tomó una decisión.


Decidió que Tom no podía hacerle eso, que no podía llegar a decirle todas esas cosas y reclamarle, como si él lo supiera todo y pudiera echarle toda la culpa solo porque creía que era lo correcto. Tom no tenía el derecho de tratarlo de esa forma, de lastimarlo con palabras hirientes y luego irse sin dejarlo explicarse, sin darle una oportunidad. Por eso decidió que él ya había sufrido lo suficiente como para al menos ganarse el beneficio de la duda; Tom se lo debía, aunque todavía no lo supiera.


Así que se puso de pie con un poco de dificultad a causa de la poca fuerza que le quedaba por haber llorado tanto en los últimos días, se sostuvo con sus piernas temblorosas y se limpió la cara con las mangas de su suéter, sólo para verse un poquito menos destrozado, pues tampoco se trataba de ir a causar lástima. Salió de su habitación antes de que le diera tiempo de arrepentirse y tocó con mucha más fuerza de la que pretendía a la puerta de su hermano.


Esperó por varios segundos eternos, y al no obtener respuesta, volvió a golpear con un poco menos de seguridad. Esta vez la puerta si se abrió y a Bill se le revolvió el estómago, lleno de nervios, sólo pensar en lo que estaba por hacer lo hacía morirse de miedo.


Tom lo miró con mala cara y Bill pudo darse cuenta por sus ojos hinchados y nariz roja, que él también había estado llorando, aunque supuso que no lo había estado haciendo por su pelea, o por miedo y vergüenza, justo como él, eso lo hizo sentir bastante mal consigo mismo, porque no soportaba el tener que sufrir por los demás cuando nadie se preocupaba por él. Y porque le jodía mucho ser tan débil y llorón


Suspiró temblorosamente y se mojó los labios antes de comenzar, pensando en cómo debía iniciar la horrible charla, pero Tom ya lo había interrumpido incluso antes de que pudiera pronunciar su primera palabra.


— Vete —le ordenó y Bill estuvo a punto de hacerlo, pero se negó a abandonar tan rápido y lo enfrentó, mirándolo directo a los ojos, con el estómago deshecho por la ansiedad—. No quiero verte aquí, no quiero saber nada de ti por ahora.


— Por favor... sólo escúchame... —pidió, sintiéndose abatido, con cada vez menos ganas de seguir hablando, pero se mantuvo firme—. No me voy a ir Tom. No antes de que me escuches...


— No quiero escuchar nada William. Solo desaparece, no me interesa...


— Tienes que saber porque... —insistió, comenzando a desesperarse—. E-Es algo importante... solo déjame entrar... ¿Sí?


— Maldita sea —susurró entre dientes, fastidiado— ¿Eres tonto o qué? No quiero escucharte Bill, creí haberte lo dicho antes, no-me-importa.


Por un momento el pelinegro estuvo a punto de irse a llorar de nuevo, pero algo dentro de sí lo detuvo, una pequeña llamita de quien sabe que lo obligó a mantenerse ahí de pie, resistiendo, aunque por dentro sentía que se desmoronaba lentamente. — Yo te estoy diciendo que tienes que oírme Tom... n-no puedes culparme por esto... no sin saber...


Tom quiso golpearle en la cara de sólo escucharlo, porque le parecía que Bill no podía ir a decirle esas cosas en ese momento, no había manera de que pudiera no ser culpable de algo que el mismo había visto con sus propios ojos, y Tom solo estaba luchando internamente para no odiarlo, porque si algo grave llegara a pasar con su padre, entonces no sabría cómo afrontarlo. Así que se limitó a apretar los puños, intentando mantenerse en control y no dejar salir toda esa rabia que estaba sintiendo contra todo. La verdad era que no quería pelear con Bill, pero tampoco estaba para aguantarlo, no cuando ni siquiera podía soportarse a si mismo. — Si no te vas de aquí no respondo Bill, —le advirtió— ¡Déjame en paz!


— ¡No! —levantó la voz, esperando que con ello Tom entendiera lo importante que era eso para él, pero no parecía hacerlo, y estaba perdiendo la calma lentamente por ello— ¡Tengo que decirte esto! ¡Por favor!


— ¡Con un demonio William lárgate! —le gritó sin importarle la cara y quiso cerrar la puerta, pero Bill la detuvo con ambas manos, dispuesto a hacer que Tom lo escuchara—. ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Sal de aquí!


— ¡Tom déjame hablar! —pidió de nuevo, caminando tras él, entrando a su habitación sin su permiso— Si solo pudieras oírme... tal vez... tal vez entenderías...


— ¡Qué no! Mierda, eres tan necio, ¡Vete!


— ¡No! —respondió mientras se apretaba las manos entre sí con mucha fuerza—. ¡Tienes que entender que él me lastimó mucho Tom! —gritó, sintiendo lágrimas en los ojos, pero estaba demasiado molesto como para echarse a llorar desconsoladamente— ¡Escúchame! —grito casi desesperado, por la actitud tan fría de Tom.


— ¿Otra vez con eso? —dijo incrédulo e irritado— ¡No es una puta excusa! ¡No lo es!


— ¡Pero si lo hizo! ¡Tom, por favor...! —la adrenalina le estaba corriendo por todo el cuerpo, pero aun así no se sentía capaz de decirlo, y más allá del miedo o la vergüenza, era porque ni siquiera lo había asimilado bien, porque jamás lo había pensado de esa forma. Su padre lo había violado, si. Pero él nunca lo había visto así. Porque para él no era su padre, era otra persona, una muy mala que tenía su rostro, pero no era su padre—. Él... Él me hizo mucho daño... —gritó, solo para sepultar la voz en su cabeza que le gritaba esa horrible palabra— Me hizo... mmm, me...


— ¡¿Te lastimo?! ¡Tú lo lastimaste más! —le contestó indignado, fastidiado por la actitud tan victimaria de su hermano—, Mi padre no pudo hacerte más daño del que tú le hiciste a él... —Tom estaba muy enojado y dolido, sentía que quería gritarle hasta hacerlo llorar, pero también sabía que estaba siendo injusto con él. Sabía que quizás todo lo que le había estado ocultando hasta ese momento tenía que ver con eso, con todo lo que había estado ocurriendo. Pero sólo no podía ser paciente y bueno en ese momento. Lo único que deseaba, era que sintiera un poquito del dolor que él estaba sintiendo.


— No es verdad... No... —negó y sintió que la cara se le mojaba de a poco—... Yo lo hice, porque él iba a lastimarte... estaba ayudándote... Él iba a pegarte...


— ¿Entonces es mi culpa no? —se rió sin gracia y se apretó la frente con sus manos sin poder pensar claramente—. Acepta tus acciones... deja de culparlo... porque si el muere... maldita sea Bill, si muere va a ser toda tu jodida culpa.


— ¡Tom él iba a lastimarlos!, él dijo que iba a lastimarlos... Por favor créeme... —pidió, sorbiendo su nariz, apretando sus temblorosas manos en dos puños carentes de fuerza.


— ¡Ya cállate! —lo interrumpió, ya no quería escucharlo más, estaba harto de todo— No puedes defenderte, No puedes culparlo por tus acciones ¡Sabías lo que hacías! ¡No puedes justificarte!


— ¡Yo no quería dañarlo! Pero él... él me... ¡Él me hacía cosas horribles! Mmm... —el pelinegro se mordió los labios, con la respiración agitada, un tanto desesperado por no poder confesarse, por no poder decirlo como era, su lengua parecía adormecerse y sus labios se sellaban de pronto, no podía pronunciarlo—.Te lo juro Tom... Él era muy malo conmigo... Él...


— ¡¿Él qué, Bill?! ¡¿Qué hizo tan horrible para que tu quisieras matarlo?!


Bill sintió que iba a llorar en verdad fuerte si Tom no le dejaba explicarse. — ¡Yo no quise hacer eso! —se defendió con la mandíbula temblando— ¡Deja de decirlo!


— ¡Eso hiciste! —le gritó con más fuerza, avanzando hacia él—¡No pudo hacer nada para merecer eso! ¡Por tu culpa él va a morir!


— ¡¡No es cierto!! ¡No vuelvas a decirlo! —de pronto Bill se sintió más alterado que antes y comenzó a llorar con mucha más fuerza, haciendo que Tom saliera de sus casillas y comenzara a gritarle de nuevo, cosas que realmente no sentía, pero que aun así decía.


En el momento en que se dio cuenta de que Tom no iba a apoyarlo o al menos intentar entenderlo, Bill supo que había tomado la decisión incorrecta, y que tal y como siempre había pensado, Tom ni nadie iba a ayudarlo, era demasiado tarde. Y él era demasiado ingenuo y estúpido como para creer que algo así iba a funcionar.


Se cubrió el rostro con las manos para ahogar los sollozos que se le escapaban, y sin querer escuchar más de los insultos de Tom se dio la vuelta y salió de ahí, a pasos realmente lentos y tambaleantes. Ignoraba los gritos de su hermano y se tragaba los propios, intentando recuperar su respiración y la cordura, al menos hasta estar encerrado en su habitación. Sin embargo, los diez pasos que lo separaban de la puerta de Tom a la suya se le hicieron pesadísimos, pues su cuerpo no cooperaba con él y solo quería dejarse caer. Ya no quería nada más, solo quería que todo le dejara de doler. De verdad lo deseaba.


Su rabia, odio y enojo se desataron justo después de que cruzó el umbral y la puerta se cerró tras de sí. Todo ocurrió demasiado rápido, de un momento a otro Bill se encontraba realmente enojado, mucho más de lo que podría llegar a enojarse en toda su jodida vida. Estaba tan molesto, que, en medio de toda su angustia y frustración, comenzó a destrozar cada centímetro de su habitación, rompiendo, arrojando y destruyendo todo aquello que se le cruzaba por enfrente. Gritando de rabia e impotencia, lleno de coraje, no pensaba en nada concreto, sólo en deshacerse de ese sentimiento tan horrible que no le dejaba en paz. Era incapaz de expresar sus sentimientos de otra manera, así que desquitaba con todas sus ganas cada gramo de dolor, odio y cualquier otro sentimiento de mierda que le estuviera sofocando e impidiéndole respirar con claridad.


Sintió completo odio hacia todo, hacia su madre, hacia Gordon, incluso hacia Tom. Detestaba su vida, pero detestaba mucho más a su padre por haberlo convertido en un ser tan horrible y asqueroso, y sobre todo se odiaba a si mismo, por haberlo permitido, por callarse, por pensar en todos antes qué en él, por ser tan jodidamente cobarde y estúpido, tan ingenuo y considerado, por ser tan dependiente de personas que ni siquiera mostraban el mínimo interés por él.


Estaba tan sumergido en su autodesprecio, que no se dio cuenta cuando su madre y Gordon entraron a su habitación, ambos se veían aterradísimos por la situación. Habían subido corriendo al escuchar los estruendosos golpes que provenían de su cuarto, pero Bill no se detuvo en ningún momento, siguió destrozando todo, sin detenerse a pensar en lo importantes que esas cosas habían sido para él, ya no le importaba.


Y cuando su padrastro intentó detenerlo, él solo pudo estallar en su contra, soltándole golpes y patadas llenas de rabia, queriendo lastimarlo de la misma forma en la que todos lo habían lastimado a él. Se revolvía inquieto, no quería tener a nadie cerca, porque todos los que se le acercaban le hacían daño y ya estaba harto. No quería estar con nadie nunca más, quería estar solo por siempre, quería dejar de sentirse así. Quería terminarlo todo de una vez.


Simone no supo reaccionar, se dedicó a mirar todo desde el marco de la puerta, congelada. Y Nadie se percató de Tom, que miraba desde atrás, asustado por el estado tan desquiciado en el que estaba su gemelo. Lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que quería que todo acabara ya. Porque eso les estaba pesando demasiado a todos. Y no sabía si resistirían más.


 


***


Gordon se encontraba en la cocina, bebiendo un vaso de agua y calentando un poco de pizza vieja que no pensaba comer, estaba intentando encontrar una solución para todo lo que estaba sucediendo, pero estaba demasiado cansado como para pensar en algo que valiera la pena. Simone había subido a la habitación de Tom, después de lo ocurrido con Bill y de hablar por mucho tiempo a solas, decidieron que ella intentaría hablar con el mayor de los gemelos, para entender un poco de lo que había sucedido y saber porque demonios su hijo menor se estaba comportando así.


Él estaba recargado en la barra de mármol, mirando fijamente hacia la luz amarilla que emanaba el horno de microondas, buscando una pequeña distracción, aunque fuera momentánea, únicamente buscaba un momentito de paz. Casi saltó asustado cuando se giró y se encontró con el menor de los gemelos del otro lado de la mesa de la cocina, no se había dado cuenta de cuando había llegado. Tenía la mirada sombría y el rostro demacrado, su expresión era completamente seria y sus ojos estaban rojísimos por el llanto, no era para menos, pero aun así Gordon no pudo evitar sentir pena por él. Se acarició las sienes suspirando y sonrió casi imperceptiblemente, lleno de cansancio y estrés.


— ¿Necesitas algo, Bill? —preguntó en tono cansino, más por compromiso que por querer ayudarlo de verdad, no es que le molestara, pero en ese momento, de lo único que tenía ganas era de dormir y descansar un poco de todo aquello.


Sin embargo, Bill no habló, en realidad pareció no haberlo escuchado, porque ni se inmutó; estuvo quietísimo y se mantuvo en silencio mientras se abrazaba a si mismo con su brazo derecho. Pareció temblar levemente, pero Gordon se quedó inmóvil, siendo paciente, esperando a que el otro hablara cuando estuviera listo.


— S-Siempre pensé que se iba a detener... —susurró con la voz cortada, bajando la mirada a sus pies—. No sé, sólo era algo que solía pensar.


El mayor se tallo los ojos con ayuda de sus dedos índice y pulgar para desperezarse un poco y prestar verdadera atención a lo que le estaba diciendo. No entendía muy bien de lo que le estaba hablando, pero suponía que se refería a su padre; según había entendido, Jörg había vuelto al alcoholismo y había estado desquitándose a golpes con sus hijos. Entendía perfectamente el silencio de los gemelos respecto al tema, él también había vivido su infancia bajo las reglas de un padre abusivo y alcohólico. Así que supuso que, si Bill iba a hablarle de ello, lo menos que podía hacer era escucharlo de verdad.


— ¿Hablas de los golpes Bill? —preguntó, solo para estar seguro, pero el menor no dio señales de haberlo escuchado y no le respondió, ni siquiera lo miraba a la cara, Gordon quiso acercarse para saber si estaba bien, pero no sabía en que estado mental se encontraba el chico, y no sabía si reaccionaría mal, así que solo se dedicó a mirarlo, esperando.


— Nunca lo hizo... —lo ignoró y sonrió de lado, con los ojos aguados. Su mandíbula comenzó a temblar segundos después, al igual que todo su cuerpo, a Gordon le pareció que iba poniéndose cada vez más pálido y no pudo evitar preocuparse mucho—. Nunca... Nunca, se detuvo... Y yo solo... Sólo quería hacer que dejara de lastimarme...


— Bill... no mereces estar así por esto... Él no lo vale —Gordon quería intentar consolarlo, pero no sabía cómo hacerlo ¿Qué se supone que debía decirle de todos modos? ¿Qué todo iba a estar bien? ¿Qué no se preocupará? Él sabía que nada iba a estar bien, al menos no pronto, porque todo indicaba que las cosas iban empeorar un poco más antes de mejorar, y no iba a mentirle tan descaradamente.


— Hijo, sé que esto es muy duro para ti y para Tom... pero ahora mismo tienes que calmarte o si no esto podría ponerse peor... —a Bill se le resbalaron más lagrimas por la cara, pero él no sabía cómo hacerlo sentir mejor, en realidad no era muy bueno con eso, estaba haciendo lo mejor que podía—. Quizás lo mejor será que traiga a tu madre...


— ¡No! —pidió el pelinegro con la voz suplicante— E-Ella no... No debe sa-saberlo...


— Hijo, no debes preocuparte por eso, ella lo sabe... Tom se lo dijo.


— No, no, no... ella no lo sabe... —el menor se frotó una mano contra la mejilla y cerró los ojos con mucha fuerza, temblando hasta perder el equilibrio. Gordon se alarmó enseguida, y lo primero que pensó fue en llamar a emergencias— G-Gordon... n-nadie lo sabe... no pu-edes decírselos... Mi p-papi no quiere que nadie s-sepa... las cosas que ha-hacemos.


De pronto todo estaba siendo muy extraño y a Gordon ya no le agradaba la forma en que Bill parecía estar contando las cosas, porque esas palabras solo lo hacían crear escenarios horribles dentro de su mente. pensar en situaciones muy desagradables y aterradoras. Sin embargo, no quería hacerse de una idea errónea por eso continuó preguntando.


— ¿Qué cosas hacían Bill? ¿D-De que hablas hijo? —su voz se quebró sin que él pudiera evitarlo, Bill comenzó a hiperventilar y a negar un montón de veces. Sus sollozos le hicieron doler el pecho y un sinfín de alertas se prendieron en su cabeza.


— T-Tomi no quiso escucharme... —Bill ignoró de nuevo sus preguntas y sollozo y gimió lastimosamente—. No quiso creerme...


—Bill...


—Fue mi culpa... Mmnhh... Si lo fue... —se lamentó, llorando con mucha fuerza, preocupando demasiado a Gordon, que anhelaba correr a su lado para sostenerlo, pero solo pensaba en una forma de acercarse sin alterarlo más—. Fue mi culpa... L-Lo fue...


— Escúchame bien Bill, nada de lo que ese... hombre te hizo fue tu culpa —el mayor intentó guardarse su angustia, queriendo creer que esas ideas tan terribles eran solo producto de su estrés, no quería pensar en que todo aquello era real, que ese chico tan dulce, ese chico que casi era su hijo, había sido lastimado de tal forma por su propio padre.


— Tom tenía razón... Yo quería que el muriera... —confesó y se echó a llorar muy fuerte otra vez—. P-Porque ya n-no quería que me lastimara... Y-Ya no...


Y entonces, todas las señales pasadas y recientes cobraron sentido, y todas sus conjeturas se volvieron realidad. Fue como recibir una bofetada en todo el rostro, una que dolía más de lo que alguien se pudiera imaginar. Sintió que una parte de su mundo, esa que había estado construyendo en los últimos años junto a la madre del niño que se estaba quebrando frente a él, se desmoronaba en segundos, dando paso a una culpa y dolor terribles, pero sobre todo dio paso a la furia, que contuvo con todas sus fuerzas para no empeorar la situación.


Quiso comenzar a gritar, quiso salir corriendo hacia el hospital para asegurarse de que ese desgraciado hijo de puta nunca volviera a despertar, para golpearlo y hacerlo sufrir, aunque esto fuese imposible; pero se guardó ese odio para después, ahora mismo lo que debía hacer, era calmar al pelinegro e intentar ayudarlo, ya después desquitaría su enojo y dolor de otra forma.


Comenzó a caminar con extrema lentitud hacia él, intentando no asustarlo de ninguna manera, para empezar, quería que dejara de parecer tan enfermo, pues su palidez y temblor no eran normales. Conforme se acercaba, en su mente solo estaba intentando recordar números de emergencia y rutas de hospitales cercanos, por si Bill volvía a perder el control, por si algo realmente malo llegara a pasarle, era como si algo dentro de su cabeza le estuviera avisando acerca de algo, algo muy importante que sus ojos aún no lograban ver...


Fue hasta que Bill se desplomó frente a él que se dio cuenta; lo primero que pensó fue en su ineptitud y estupidez por no notarlo. Después su cuerpo entero se llenó de pánico impidiéndole actuar con rapidez, lo tercero y último fue gritarle con toda su capacidad pulmonar a Simone.


Casi instantáneamente su cerebro comenzó a maquinar más rápido gracias a la adrenalina que le recorría al cien todo el cuerpo. Corrió hacia el cuerpo delgado y pálido del menor y se encargó de detener la hemorragia que corría por su brazo izquierdo, toda su manga estaba cubierta de sangre y él con las manos temblándole y los ojos picándole intentó hacer una especie de torniquete que evitara que siguiera perdiendo sangre.


No le presto ni la más mínima atención a los gritos de Simone, mucho menos a su llanto desesperado. Sólo pasó de ella, dejándola completamente bloqueada, de nuevo, en el umbral de la puerta. Él corrió hasta el coche, y con la cara ya empapada por la angustia, metió al muchacho al auto. En cuanto lo encendió solo se dedicó a pedir, a cualquier ser divino que existiera, que no fuera demasiado tarde. Porque jamás podría perdonárselo.


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