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Razones por Maos

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— Tom, ven… tenemos que hablar.

Simone apareció por la puerta de la habitación y el corazón se le desbocó en el pecho al verla tan demacrada y triste, se miraron a los ojos fugazmente y eso bastó para que algo dentro de él se prendiera en alerta, algo en su mirada le había gritado que no estaba ahí para darle buenas noticias, y por eso lo primero que hizo fue mirar a Bill, para cerciorarse de que estaba bien y que seguía con él.

Tom no evitó notar que a su madre la acompañaba un hombre que no era Gordon, y eso le pareció muy extraño, pero lo dejó pasar, porque no era algo que tomara relevancia dentro de su cabeza, donde todo lo importante se limitaba a su hermano y nada más. Era un señor mayor, que tenía pinta de doctor y el semblante muy serio, casi intimidante; se puso nervioso casi al instante sin saber muy bien porque, pero en cuanto los adultos entraron a la habitación él se echó para atrás, gritándoles con ese simple acto que no iban a lograr sacarlo de ahí por las buenas.

— Buenos días, muchacho, soy el doctor Schell, —saludó con un tono animado que hizo que Tom se sintiera bastante confundido—. Tú debes ser Tom ¿No es así? —el menor asintió sintiéndose muy incómodo por el tono tan amigable que estaba utilizando con él, miró a su madre en busca de ayuda, pero ella ya no estaba allí, estaba absorta en Bill, y no parecía que fuera a prestarle atención pronto.

Tom se mordió el labio inferior y sintió la necesidad de correr a esconderse detrás de su madre, pero se contuvo y prefirió aferrarse a las orillas de la silla en la que estaba sentado, al final de cuentas, su madre tampoco iba a hacer mucho por ayudarle.

— Bien Tom, ¿Te parece si salimos un momento a platicar? —la negación le salió natural y Schell casi sonrió enternecido por ello—. Oh, vamos, será tan rápido que no vas a darte cuenta, —insistió y Tom negó volviendo a mirar a su madre, pero ella ni siquiera estaba escuchándolos—. Además, tu mami quiere estar un momento a solas con tu hermano.

— No quiero.

Su voz rasposa y cansada no fue más que un susurro casi inaudible, el doctor se acercó un poco más a él y se acuclilló para estar a su altura. — Son sólo diez minutos ¿eh?, iremos a la cafetería a que desayunes y volveremos.

— No.

— ¿Por qué no?

Tom torció el gesto, no tenía ganas de hablar, en realidad no tenía ganas de nada, solo quería que lo dejaran en paz, no entendía porque todos se empeñaban en tratar de alejarlo de su gemelo ¿Qué acaso no comprendían que tenía que estar con él?

— Si es por Will, te prometo que él va a estar bien, tu mama va a estar con él todo el tiempo…

Tom quiso decirle que eso mismo era lo que le preocupaba, pero se quedó callado, después de todo, él no tenía derecho de llamarla mala madre, cuando por su culpa su hermano había intentado matarse.

— No. Va a despertar… y yo… mnh… va a despertar… —la ansiedad ya estaba alcanzándolo de solo pensar que iban a separarlos, y Schell apuntó eso como nota mental.

— Tom, son solo diez minutos ¿Sí?, los sedantes que recibió Will…

— Es Bill. —le corrigió con la mandíbula tensa.

— ¿Ah?

— No le gusta que le digan Will, es Bill.

Schell asintió y se corrigió. — Lo lamento… Los sedantes de Bill son muy fuertes, él no va a despertar hasta dentro de un buen rato. —le prometió y Tom no sintió que fuera sincero, pero de todas maneras asintió, porque sabía que ese hombre no iba a parar de insistir, y entre más rápido fuera todo, mejor.

Justo antes de que salieran por la puerta, su madre lo jaló de los hombros y lo abrazó con mucha fuerza, él sin quererlo se tensó entre sus brazos por la sorpresa y avergonzado evitó mirarla a la cara. — Voy a estar con él todo el tiempo cariño. —él asintió—. Tom, te amo mucho, ¿de acuerdo? No importa qué, te amo.

El rubio asintió sin poder articular palabra. Sintió como se le formaba un nudo en la garganta y como su corazón se volvió loco dentro de su pecho de nuevo, pero se aguantó las ganas de llorar, y salió detrás del médico, sintiéndose de pronto muy débil y nervioso. Y se odió, por ser tan débil y por abandonar de nuevo a su hermano aun cuando había prometido no hacerlo de nuevo.

Simone dejó que todo lo que llevaba adentro se le escapara en cuanto el mayor de sus hijos abandonó la habitación, se acercó con las piernas vueltas gelatina a la camilla y tomó con ambas manos el rostro de su hijo menor. Ahora que lo sabía todo, sólo sentía que quería retroceder en el tiempo y estar a su lado en todo momento, cuidándolo y protegiéndolo de todos y todo.

— Lo lamento tanto… —le susurró al oído y le besó la sien, esperando con todo su corazón que él pudiera perdonarla algún día por haberlo dejado solo en todo, por no haber estado allí para él y por no haberlo protegido como se suponía que debía haber hecho. Pero sobre todo, le pedía al universo que la ayudara a soportarlo para que pudieran salir de eso juntos.

— Mi vida, lo siento… lo siento… lo siento mucho… —se disculpó de nuevo en susurros lastimeros—, pero todo va a estar bien Bill… —le prometió, esperando que él pudiera escucharla—. Todo va a estar bien… No voy a dejar que nadie te dañe de nuevo…

Simone volvió a llorar con fuerza, recordando todo de nuevo, como Gordon se lo había confesado momentos atrás y ella no había querido creerle, no en un principio al menos, y como no quiso verlo después de que se lo dijo, no quiso escucharlo y a lágrima viva le había gritado que se fuera del hospital, y él así lo hizo.

Pero aún después de eso, no pudo ignorarlo, la duda había quedado sembrada en ella, y después de que el medico de Bill se lo confirmara con sospechas, sintió que todo por lo que había luchado en su vida no había valido nada, que ella misma no valía absolutamente nada y quiso morirse por ello. Luego las dudas se encargaron de ponerla paranoica, porque ¿Cómo sabía Gordon eso?, ¿Y si él que había cometido semejante atrocidad había sido él y no su exmarido?, ¿Y Tom?, ¿Acaso a él también…? Pero por primera vez en mucho tiempo había sido inteligente y en lugar de inventarse historias y autocompadecerse, se dejó asesorar por una trabajadora social y el médico de su hijo.

Por eso había permitido que el psicólogo infantil se llevara a Tom, aun cuando lo único que quería era tener a sus dos hijos pegados a ella, porque si Tom había pasado por algo parecido a lo del menor, entonces necesitaba saberlo, además, era indispensable que empezaran ayudarlo de inmediato fuese el caso o no, pues Tom, después de Bill, era indudablemente el más afectado de todos.

Simone dejó de pensar en aquello cuando sintió en el dorso de su mano una tibieza húmeda, el corazón le bombeo con fuerza contra el pecho, y cuando miro hacia abajo, se encontró con que Bill tenía sus pequeños ojos abiertos y atestados en lágrimas. Por un momento lo único que quiso fue abrazarlo con mucha fuerza, para sentir que estaba con ella, y que afortunadamente, no lo había perdido, pero se detuvo al notar que algo no marchaba bien.

El pelinegro temblaba horriblemente bajo sus manos y la miraba aterrado, lo cual la hizo sentir dolida, pero no se apartó de su lado. — ¿B-Bill?, ¿Qué ocurre? —el menor gimió bajito, como cachorro lastimado y apartó la mirada, comenzando a respirar entrecortadamente, tan rápido que Simone los soltó de inmediato y corrió a buscar a alguien para que fuera a ayudarlo.

Bill se mordió los labios con toda la fuerza que tenía y dejó que de su garganta salieran un montón de sonidos llenos de impotencia y dolor, de pura desesperación. Él ya no quería estar allí, no quería que lo salvaran, no quería seguir sintiendo dolor. Maldita sea, no quería estar vivo ¿no lo había dejado claro? Solo quería desaparecer, dejar de existir, quería sentirse en paz por una jodida vez en su vida… ¿Por qué no lo dejaban morirse en paz?

Su cabeza estaba hecha un caos, revuelta y colapsada por ese shock emocional que estaba experimentando, él no era dueño de su cuerpo, ni de nada, no podía controlarse, no podía pensar claramente. Sólo eran su cuerpo y su mente tratando de aliviarle un poco el alma, pero no estaba funcionando.

Él menor sólo sintió como su cuerpo convulsionó por el llanto incontrolable y se abrazó a si mismo en busca de un poco de consuelo que lo ayudara a mantenerse calmado, pero era imposible, estaba seguro de que sus lágrimas no podrían parar jamás, de que su dolor nunca iba a terminar y por eso se rindió ante sus sentimientos, agotado. El cuerpo le dolía, la garganta le quemaba, la cabeza le daba vueltas. Pero, sobre todo, le pesaba la vida. Le pesaba su vida, lo aplastaba hasta dejarlo sin aliento y lo hacían querer morirse en ese mismo instante. Dios, como odiaba estar vivo.

***

Mientras tanto, en la mesa de doble plaza estaba un sándwich entero, un plato con manzana picada a medio comer y un jugo de uva sin abrir. Tom estaba frente a ellos fingiendo comerlos, Schell se limitaba a observarlo detenidamente en silencio, sin perderse ninguno de sus movimientos, analizándolo.

— ¿Ya podemos volver? —el medico lo miro a los ojos y sonrió amablemente. Negó—. Ya pasaron los diez minutos… —se quejó en voz baja, mordiéndose los labios—. Usted dijo que solo serían diez minutos…

 Si, pero tú no has comido nada.

— Usted lo prometió…

— Lo sé Tom, pero no podemos irnos de aquí hasta que comas algo. —Tom levantó la mirada sintiéndose traicionado— En cuanto termines el plato de manzana podremos volver, ¿De acuerdo?

Tom torció la boca y bufó, odiaba que le dijeran que debía hacer y que no. Odiaba que quisieran engañarlo. Odiaba no estar con Bill. — No tengo hambre. —le contestó con sequedad, molesto.

 Podemos esperar aquí hasta que te de hambre, no tengo problema con eso. —el rubio resopló y se cruzó de brazos, el medicó se mantuvo en su posición, esperando a que él hablara.

— Yo sé porque estamos aquí… —dijo en voz baja después de un par de segundos y tomó el plato de mala gana.

 ¿Ah sí?, ¿Y por qué estás aquí?

 Para hablar de Bill… —comentó sin mirarlo a la cara, llevándose un trozo de fruta a la boca.

— ¿Quieres hablar de Bill?

— No, yo no… usted quiere hablar de él.  —dejó salir un suspiro tembloroso y cerró los ojos un segundo, se sentía tan presionado, en verdad no tenía la fuerza para enfrentarse a eso en ese preciso momento—. Sé que quiere saber por qué… pero yo no lo sé… o bueno… tal vez…

A Schell le llamó la atención lo tenso que se puso de repente, así que se inclinó un poco hacia él, sin invadir demasiado su espacio personal, pero demostrándole que estaba ahí para escuchar lo que fuera que quisiera decirle.

— Es que yo estaba tan molesto con él… —al rubio se le quebró la voz en la última palabra y se pasó las manos por los ojos muy rápido, quitándose cualquier rastro de lágrima—. Le dije tantas cosas malas… Mmngh… El quería decirme… y yo…

— Tom…

— Yo sabía que él estaba pasándola mal por algo… pero no era el único y yo solo me enojé tanto… —le temblaron los hombros y escondió la cara entre sus manos, detestaba que lo vieran llorar.

— Tom… Oye, escúchame, —el aludido suspiró hondo y lo miró con los ojos hinchados—. Las personas que intentan suicidarse no tienen sólo un motivo ¿ok? No fue tu culpa.

¿No era su culpa? Eso sólo lo decía porque no conocía toda la historia. — Mhum…

— El que tu hermano intentara quitarse la vida tiene un trasfondo mucho más profundo que eso… —alargó su brazo y le apretó el hombro para reconfortarlo—. No tienes por qué atormentarte con esto ¿vale? —asintió, sin sentirse convencido—. Ahora, dices que estaba pasándola mal por algo ¿Por qué?

— Mmm… él se veía mal… pero jamás quiso contármelo… y n-no dejé que lo hiciera cuando quiso hacerlo… —se limpió la nariz con el dorso de la mano y aspiró fuerte. Era una mierda de hermano.

— ¿Quiso contártelo? —asintió y suspiró tendidamente—. ¿Y qué fue lo que dijo?

— No sé… No dejé que me lo dijera… —se lamentó—. Él solo repetía una y otra vez que mi papá lo había lastimado… pero también me había lastimado a mi… no sé porque lo decía como si yo no lo supiera…

El medicó frunció las cejas preocupado. Sabía que estaba acercándose, así que decidió hacer la pregunta clave.  — Tom, ¿Qué es lo que les hacia su padre?

El rubio levantó la mirada un instante y luego volvió a mirar hacia abajo, nervioso. Se lamió los labios y hablo con la voz rasposa. — Mmm… el era un poco agresivo… pero solo cuando bebía de más. —sintió un escalofrío en la columna al recordar lo enojado que se veía esa noche, lo fuerte que estaba golpeando a Bill, su cara roja de rabia—. Solo un par de veces fue tan malo que los moretones se quedaron por días… normalmente no pasaba de bofetadas o empujones. Gritaba mucho…

— Tom, ¿Alguna vez te hizo algo más?

El menor lo miró confundido, no había entendido la pregunta. — ¿Algo más?

— Si, algo que te hiciera sentir incomodo ¿tal vez?, ¿te lastimó de alguna otra forma?

— No… —frunció el entrecejo y se mordió el interior de la mejilla… ¿Algo cómo qué?, tal vez… no…

 Tom, está bien… estoy aquí para ayudarte.

 Él no me hizo nada más. —contestó con brusquedad y se movió hacia atrás. Schell supo en ese instante que habían terminado, si lo presionaba no iba a obtener nada productivo, sin embargo, no había obtenido una respuesta concreta y eso lo dejaba inquieto—. Quiero volver con Bill.

— Esta bien, volvamos —el rubio lo miró con ojos grandes y sintió que el corazón le latía fuerte. Se puso de pie tan rápido que sintió que se mareaba—. Tom, —lo llamó y el giró impaciente—. Hablaremos después ¿de acuerdo?

— Esta bien… —respondió en voz baja. Y caminó tan rápido como pudo en dirección a la habitación de su hermano.

***

Lo primero que Tom notó después de bajar del ascensor fue que su madre estaba con la mirada perdida, recargada a lado de la puerta con los hombros temblorosas, por eso corrió hasta ella sin importarle que estuviera prohibido hacerlo. Cuando llegó y la miró tan seria y perdida, sintió mucho miedo y por un momento creyó que se desmayaría. Lo primero que cruzó por su mente fue que había pasado algo malo y por eso se metió sin ni siquiera dedicarle una palabra.

Las emociones se le cruzaron en el pecho y sintió que quería llorar y reírse al mismo tiempo, allí estaba Bill, entero… despierto. Se veía tan mal. Se acercó muy lento, pero incluso cuando llegó a su lado él no se volteó a mirarlo. Parecía muy cansado, muy triste.

 ¿Bill? —su tono cálido y suave hicieron que el pelinegro apretara los dientes, o al menos hizo el ademán de hacerlo, pues estaba tan cansado y sedado que apenas podía mantener los ojos abiertos—. Bill… lo siento… —se disculpó y cuando él siguió ignorándolo sintió muchísimas ganas de llorar.

 Bill… —carraspeó para que la voz no le saliera mala—. No quise dejarte solo… p-pero… él doctor…

 Mnnh… —emitió un suave quejido y giró el rostro mientras apretaba los ojos. No quería escucharlo, no quería saber nada de él, ni de su madre… ni de nadie.

 Amm… Yo… P-Perdón… yo no quise decirte esas cosas… per…

 Cállate. —se le aceleró el pulso de sólo escuchar su voz rasposa y bajita, pero sonaba tan distante y fría que los nervios le apretaron la barriga y sintió como su temperatura corporal comenzaba a subir.

— Humm… Bill…

— Cállate ya… —una vez más y el corazón del mayor de los gemelos se estremeció.

— L-Lo siento… Mmm… si no quieres que hable…

— V-Vete… —le interrumpió y Tom sintió que se deshacía. La garganta se le secó y las manos le temblaron.

— ¿Qué?

— Vete… Vete ya… —su voz era grave y sin emoción, pero los ojos de nuevo estaban mojándose, ni siquiera sabía porque lo hacía, pero no quería estar cerca de nadie, no quería que fueran a decirle un montón de tonterías que no le importaban y no le servían de nada, quería estar solo. Nada más.

Y Tom no supo que decirle, no supo que hacer, el rechazo de Bill había quebrado lo último de fuerza que le quedaba. Y salió. No dijo nada, pero no aguanto más y se desahogó contra el pecho de su madre y ella lo aceptó en el abrazo más maternal que había recibido en mucho tiempo.

Había perdido a Bill… Y dolía.

Dolía mucho.


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