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Razones por Maos

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Esa mañana las cosas se sentían extrañamente diferentes, se había despertado con un mal presentimiento que lo tenía con una sensación inquietante en el pecho y no sabía realmente por qué le estaba ocurriendo, pero se sentía muy diferente a cuando le daban los ataques de pánico o cuando se moría de nervios por algo, y eso lo ponía más ansioso que de costumbre.


Se sentó con lentitud en su cama y se tallo los ojos con las manos hechas puños, se sentía muy cansado todavía, pero no se estaba lo bastante calmado como para poder seguir durmiendo, así que se puso de pie con mucho cuidado y caminó por la habitación con los pies descalzos, esperando no encontrar nada en el piso que fuera a dañarle. Abrió la puerta de su habitación muy lento, para evitar que esta hiciera algún ruido que fuera a despertar a alguien en la casa.

Todavía era muy temprano, y apenas estaba aclarando, así que lo más probable era que todos siguieran durmiendo. Caminó sin prisas hasta el baño y cerró la puerta tras él, se acomodó frente al retrete y se bajó el pijama, mientras orinaba se había quedado mirando hacia el frente, pensando en todo y nada realmente, pues estaba demasiado cansado como para pensar en algo que valiera la pena, así que simplemente centro su atención en las grietas del mosaico viejo y opaco. Estaba sintiéndose un poco más tranquilo, la ansiedad estaba cediendo y entonces se dio permiso de relajarse, así al menos no empezaba mal el día.

Sin embargo, su calma matutina se fue al demonio cuando de pronto la puerta del baño se abrió de golpe y con fuerza, el corazón le brinco en el pecho y lo primero que hizo fue cubrirse la entrepierna, sintiéndose muy vulnerable y asustado de pronto. El color se le había escapado del rostro y ahora el cuerpo entero le temblaba por la impresión. Cuando alzó la mirada para ver quién era, se encontró con unos ojos obscuros que lo miraban apenado, su dueño cerró la puerta de inmediato pidiendo disculpas y él pudo recuperar la capacidad de respirar. Todo había ocurrido en no más de cinco segundos, pero a Bill le había parecido una eternidad.

Se acomodó las ropas con prisa y rápidamente le puso el seguro a la puerta. Afuera estaba Gordon, sintiéndose como un imbécil por no haber llamado a la puerta antes, pero se le olvidó pronto, cuando recordó porque había abierto la puerta así de rápido en primer lugar.

Y es que en la mano traía una nota hasta cierto punto inquietante, con la letra deformada de Simone. En ella ponía ciertas cosas que hacían que a Gordon se le deshiciera el pecho en preocupación. No podía entender cómo es que aquella mujer tomaba decisiones tan apresuradas y hasta cierto punto estúpidas, y no es que le gustara desprestigiar el buen juicio de la mujer a la que juraba amar más que a nada, pero es que en ocasiones no había como defenderla, era una mujer impulsiva y de sangre caliente, y eso por más que le gustara a Gordon, a veces más que de ayuda, les resultaba perjudicial.

Decidió rápidamente que lo más importante en ese momento era encontrar a la castaña y bajo con prisa las escaleras, abriendo puertas y asomándose por todos lados, sin embargo, ella ya no estaba en la casa, cuando se asomó al exterior se dio cuenta de que su automóvil no estaba en la entrada y con cierto enojo arrugó la nota y la tiró al suelo. No iba a hacer una rabieta, pero ganas no le faltaban. Se puso a respirar hondo varias veces y quiso pensar que Simone estaba bien donde quiera que estuviera, que ella iba a regresar en cualquier momento y que iban a resolver la situación juntos, sin precipitarse, pensando en lo mejor para los gemelos y para ella.

Sintió el frío matutino en sus brazos desnudos y recordó lo que acababa de pasar hacía algunos minutos, así que regresó hacía la segunda planta rápidamente. La puerta del baño seguía cerrada y por debajo se colaba la luz naranja, así que suponía que adentro continuaba estando Bill. Llamó a la puerta un par de veces y esperó a que le contestaran, pero no hubo ninguna respuesta y eso lo puso tenso, no esperaba que el haber abierto la puerta accidentalmente mientras el chico hacía sus necesidades fuera a causar un gran problema, pero al parecer si, y eso lo puso más frustrado que antes.

Dentro del baño estaba el pelinegro con las piernas abrazadas al pecho; respiraba hondo y se mordía los labios insistentemente, odiaba cuando las cosas se le salían de control y la ansiedad se le desbocaba en la barriga, pero odiaba aún más cuando acciones tan estúpidas y simples le desencadenaban los episodios de TEPT.

Y es que su mente no dejaba de pensar en todas las veces en las que su padre se había metido con él al baño, o a la ducha, o cuando ni siquiera lo dejaba cambiarse tranquilamente en su habitación y llegaba sin previo aviso a molestarlo, cuando no lo dejaba ni un maldito segundo en paz. Le daban inmensas ganas de llorar de solo recordar todos los momentos de tranquilidad que le había arrebatado, porque incluso ahora, cuando se suponía que ya no estaba en peligro, seguía sintiéndose aterrado de que en cualquier momento fuera a entrar por la puerta. Era por esto que nunca estaba calmado, siempre alerta, esperando a que regresara por él, a lastimarlo, a matarlo por haber sido tan idiota como para dejar que su madre y su hermano se enteraran de todo lo que había pasado entre ellos.

Era viernes en la tarde, Jörg había pasado por los gemelos al colegio después de clases y ahora estaban los tres sentados a la mesa, comiendo en silencio algunas de las sobras que habían encontrado en el refrigerador de la casa.

Tom tenía cara de disgusto, porque odiaba que su padre se apresurara y en lugar de recogerlos los sábados por la mañana se los llevara un día antes. Le arruinaba los planes y en lugar de divertirse tenía que pasar malos ratos por las peleas que empezaba de la nada o en el peor de los casos, tener que soportar la inestabilidad de su padre cuando se emborrachaba en casa.

— ¿Qué pasa Tom? ¿No te gustó la comida? —el silencio que había habido hasta ese momento se rompió por la rasposa voz de Jörg, que miraba con una pequeña sonrisa aparentemente amable al mayor de los gemelos—. Vamos, que no me voy a enojar si no te gusta como cocino.

Tom se debatió un momento en si debía responder a eso o no, porque no sabía si su padre estaba de buen humor, no sabía si iba a ponerse a gritar o en su lugar iba poner buena cara e iba a ofrecerle otra cosa con mejor aspecto, sin embargo, la molestia que tenía le pudo y sin considerar consecuencias contestó con tono irritado—. Pues la verdad es que no sabe nada bien. No me gustó

— ¿Ah no? —el rastudo negó y Jörg asintió lentamente, como si estuviera pensando en algo realmente importante—. ¿Y a ti Bill? ¿Tampoco te gustó?

El menor de los gemelos se tensó inmediatamente y no quiso ni levantar la mirada, sabía que esa pregunta no llevaba la misma intención para él que para Tom, pues su padre se iba a enfadar con él dijera lo que dijera, además, sabía de sobra que si se atrevía rechazar cualquier cosa que viniera de su padre, le iba a esperar algo horrible después, así que por esto mismo asintió sin despegar la mirada del plato.

— Habla, maldita sea, ¿Si qué? —preguntó con tono más severo, y Bill alzó el rostro con los nervios apretándole el estómago. Tom se dio cuenta de esto mismo, pero hizo como si no pasara nada, así tal vez las cosas no se salían de control.

— Si me gustó papá

— Oh, ¿En serio? —su tono de voz entre sarcástico y amable leerizó los bellos al menor, que varias veces lo había escuchado ya cuando lo estaba lastimando—. Pues entonces solo a Tom le tocara pizza —ambos muchachos se quedaron confundidos, pero Bill prefirió apartar la mirada y solo esperar resignado a lo que pasara después.

— ¿Vamos a ordenar pizza? —pregunto el rastudo con un poco más de entusiasmo, ignorando el repentino pesimismo de su hermano.

— Nop, tú vas a ir por ella —se sacó la billetera del bolsillo trasero del pantalón y le pasó dos billetes al mayor.

— ¿No podemos pedirla? —preguntó de nuevo, esperando que esta vez dijera que sí.

— No Tom, si quieres la pizza vas a ir por ella, y si no vas, entonces te acabas eso rápido.

— Bueno, bueno, ya. —arrastró la silla hacia atrás y se levantó—. Voy por ella, ¿traigo para todos entonces? —el mayor había preguntado esto con la intención de ayudar a su hermano, porque sabía perfectamente que él también estaba asqueado con esa comida horrorosa de a saber cuántas semanas, sólo que no entendía porque había dicho que si le gustaba cuando era obvio que no.

— No, solo para ti, y es mejor que la comas allá, porque aquí no va a entrar ni una miga ¿entendiste?

— Pero Bill...

— Pero Bill nada, eso le pasa por mentiroso, además de castigo va a tener que acabarse tu plato también —eso último lo dijo mirando al menor con saña, directamente a los ojos. A Bill se le cerró el estómago de solo pensar en todo lo que tenía que comerse, y en lo asqueroso que se veía.

— Papá —quiso replicar, pero el miedo que le tenía no le dejaba ni alzar un poco la voz.

— Es mejor que empieces ya, si no quieres que me moleste mas William. —Tom miró con lástima a su hermano y de pronto ya no quería salir a comprar nada, pero sabía que si decía algo las cosas podían ir peor para el otro, así que mejor se callo y se despidió con la mano.

Bill, por otro lado, de solo imaginarlo ya estaba angustiándose, ni siquiera podía comerse la mitad de lo suyo sin querer vomitar además eso de comer tampoco es que fuera su hobbie, pues esa delgadez suya no era de a gratis, y lo peor de todo es que su padre lo sabía, y lo hacía solo para molestarlo. Iba a ponerse a llorar, pero no quería que Tom lo viera así, por lo que simplemente asintió, esperando a que el rubio se fuera rápido, y así fue, en menos de cinco segundos ya estaba fuera de la casa.

A Bill se le deshizo el cuerpo en temblores de puro miedo y le dolía la garganta del nudo tan grande que se le había formado; Jörg parecía disfrutarlo por la enorme sonrisa burlona que tenía en la cara.

— ¿Qué esperas? Anda, come.

— N-NoNo puedo —su tono suplicante solo sirvió para sacarle una carcajada a su padre, que azotó su puño en la mesa, haciéndolo brincar.

— Rápido —amenazó, pero el niño comenzó a respirar agitado, sin mover un solo músculo—. No voy a repetirlo William Muevete.

Y entonces, con la mano temblándole levantó la cuchara y la metió en el plato de sopa fría, y comenzó a comer lo más rápido que su cuerpo en crisis le permitía, pero a su padre no parecía no serle suficiente, por eso lo seguía presionando, para que fuera más rápido y por todo, hasta que llegó el punto en el que el menor colapsó y las arcadas se escucharon por toda la habitación. Sin poderlo evitar y aún con comida en la boca, su cuerpo devolvió todo lo que ya había ingerido.

Se cubrió los labios con ambas manos, esperando ingenuamente que eso detuviera todo el vómito, pero en su lugar este se le escurrió entre los dedos y las lágrimas le invadieron las mejillas. Cuando su cuerpo dejó de convulsionar, levantó la mirada, aterrado de ver la reacción de su padre, pero lo único que vio en su rostro fue seriedad y eso lo hizo sentir muchísimo más desesperado y aterrado que antes. Quería pedir disculpas, pero la garganta le escocía, y quiso correr al baño para asearse, pero el miedo lo tenía paralizado y no lo dejaba mover un solo músculo.

— Eres un maldito cerdo William —dijo con una seriedad inquietante que hizo a Bill llorar con mucha más fuerza, esperando con horror el castigo que su padre iba a darle—. ¿Ahora que vas a hacer? ¿Eh?

— Uhmm

— Cállate, sabes cuánto odio que llores. —le advirtió, ahora sí, mostrando su enfado— ¿Qué pensaste? ¿Qué aquí se acababa todo? —sonrió de forma horrible y se levantó de su asiento— Pues no, ahora por asqueroso y estúpido vas a comerte toda esa porquería y todo lo que te falta de comida.

Will lo miró con los ojos abiertísimos y todo en su mente se paralizó por un segundo, ¿Quería que se comiera...? Estaba a punto de empezar a suplicar, desesperado, hiperventilando, porque eso era demasiado horrible y cruel. El miedo que sentía se transformó en uno mucho más fuerte e inquietante y su llanto se volvió más fuerte y suplicante, pero antes de que su mente se perdiera y perdiera el control por completo, escuchó la carcajada de su padre. Era burlona y cruel, y Bill dejó de entender que estaba pasando.

— ¡Oh Dios mío! —continuó carcajeándose—. Debiste ver tu rostro Billy En verdad jaja, ¿Creíste en verdad que iba a obligarte a comer tu propio vomito? —su rostro era como el de un niño travieso y eso desbarató la mente de Bill de nuevo—. Es increíble que lo creyeras. En fin ve a lavarte, tenemos mucho que hacer y tu hermano no tarda en volver.

Bill no podía entender absolutamente nada, su mente completamente estresada no estaba procesando todo lo que estaba sucediendo. Su papá, el hombre que hace unos momentos lucía amenazante y aterrador ahora estaba sonriente y relajado. No parecía el mismo hombre de hace unos segundos, y eso solo lo confundía, porque no sabía cómo debía actuar, no sabía qué hacer, había olvidado incluso como respirar.

— ¿Estas sordo? Vamos, ve a limpiarte, hueles a mierda. —y ahí iba, otro cambio de humor, ahora parecía enfadado de nuevo, fastidiado. Y eso hacía que Bill se sintiera inseguro, incluso parpadear le daba miedo—. Increíble, eres un inútil.

Lo tomo por el brazo con fuerza y lo levantó de un tirón, arrebatándole un grito de sorpresa al menor, quien apenas podía sostenerse en pie. Lo jaloneó sin cuidado hasta las escaleras y una vez ahí lo empujó hacia el primer escalón, en donde calló de rodillas.

— Ve a lavarte antes de que me arrepienta y en serio te haga comer esa mierda. —esa vez a Bill le costó menos moverse, y sin voltear a mirarlo corrió escaleras arriba, aterrado de que fuera a enojarse más.

Una vez en el baño Bill se deshizo de su camiseta y pantalones que ahora estaban todos manchados de vómito, se quedó únicamente en calzoncillos y comenzó a enjuagarse la boca en el lavabo, aun llorando y suspirando como niño pequeño, y es que no podía evitarlo, estaba aterrado.

Se lavó las manos, aun sintiendo los espasmos en el cuerpo, tanto de miedo como de frio, tomo la pequeña toalla que estaba a lado del lavabo y se secó las manos con cuidado, intentó respirar hondo para encontrar un poco de calma, pero su cuerpo estaba demasiado alterado como para tranquilizarse con solo unas cuantas respiraciones. Y cuando estaba encontrando un poco de calma, la puerta del baño se abrió, azotándose contra la pared con fuerza.

Del otro lado estaba su padre, ya sin ninguna prenda encima, con una erección enorme y una cara de deseo que lo pasmaba. No pudo reaccionar, simplemente se abrazó el torso y suspiro, lamentándose de su situación.

— No te detengas por mí, continúa —Bill pensó en decirle que ya había terminado, pero no sabía si eso iba a irritarlo, así que solo se giro hacía quedar de frente al lavamanos e hizo lo primero que se le ocurrió, tomo su cepillo de dientes, el naranja con rosado, porque el azul con verde era de Tom, y habían tenido una pelea por eso. Su mente intentó refugiarse en ese pensamiento, pero le fue imposible cuando sintió a su padre pegado a su espalda, con su asqueroso pene rosándole la espalda baja y parte del trasero.

Suspiró, en un intento de contener su llanto, pero sus ojos no obedecían y seguían derramando lágrimas, sin embargo, a su padre parecía no importarle en lo absoluto, estaba más interesado en mirarle el cuerpo entero y casi desnudo a su hijo.

El menor siguió con su rutina, intentando pretender que nada de eso estaba pasando realmente. Estiró su brazo derecho para poder alcanzar la pasta dental, y fue ahí cuando su padre aprovechó para colar su mano por su cintura y abdomen, su piel comenzó a arder y todo su cuerpo se puso tenso, pero continuo con lo suyo, porque estaba demasiado asustado como para detenerse. No quería saber que le esperaría si hacía enojar a su padre de nuevo.

— Eres muy lindo mi niño —le susurró en la oreja y él dio un brinquito por la sorpresa—. Tan bonito, te amo...

Bill dejó que esas palabras se le resbalaran, porque odiaba escucharlas de esa boca en esas situaciones, el pelinegro creía profundamente en el amor y en lo bonito que era, y que esas palabras tan fuertes e importantes se las dijera su padre mientras le metía la mano en los calzoncillos y le acariciaba los genitales, hacía que todo perdiera sentido y que su corazón se partiera en un millón de partecitas irreparables.

Siguió con lo suyo, mientras sentía las manos de su padre recorrerle por todos lados, mientras le susurraba esas cosas asquerosas que le quebraban el espíritu. Se tensó mucho cuando Jörg le bajó la única prenda que evitaba su desnudes hasta los tobillos, y su respiración se volvió completamente irregular cuando los dedos de su papá viajaron entre sus nalgas y sus labios asquerosamente húmedos y calientes le besaron el cuello, haciéndolo sentir increíblemente sucio manchado.

— No quiero... —suplicó sin poder evitarlo.

— Shh... No lo arruines Billy —advirtió muy cerca de su oído y el solo pudo lamentarse en silencio—. Vamos, continua.

Y así lo hizo, se inclinó hacia enfrente para poder enjuagarse la boca, solo que al terminar ya no pudo enderezarse de nuevo, pues la pesada mano de su padre lo empujaba hacia abajo, obligándolo a mantener esa posición tan humillante y horrorosa. Escuchó a su padre susurrar algo que no entendió y después aguantó la respiración, intentando mantenerse calmado y en silencio, pero el dolor pudo con el y no pudo evitar los quejidos de dolor que le vinieron. Lloró con más fuerza, porque a pesar de todas las veces que su padre le había hecho eso, aún no podía acostumbrarse a la sensación y al dolor que le causaba, y esperaba con todas sus fuerzas algún día poder hacerlo, porque ya no quería sufrir más por eso.

Después de un rato ya no le importaba el hacer ruido el llorar con fuerza, los jadeos lastimeros se le escapaban sin esfuerzo, y en su mente solo podía pedir que acabara pronto. Sintió de pronto como su padre se pegaba a su espalda y lo abrazaba con mucha fuerza, casi asfixiándolo.

— Eres un buen niño Bill. Un muy buen niño —le halagó con toda sinceridad, como si quedarse quieto e intentar no llorar con fuerza mientras lo violaba fuera digno de reconocer y sentirse orgulloso—. Ahora mírate —le ordenó, pero el menor no le obedeció, así que le tomó por la quijada y le obligó a levantar la mirada.

Bill dejó salir un sonido completamente abrumador y dolorido cuando abrió los ojos y se cruzó con su propio reflejo, con sus ojos hinchados por el llanto, el rostro rojo por el esfuerzo y la cara mojada, y lo peor de todo y lo que le hizo sentirse como la peor mierda de todas, fue ver a su padre detrás de él, sonriendo con un placer enfermo, moviéndose detrás suyo, orgulloso.


Fue ahí cuando ya no pudo soportarlo más y comenzó a luchar, como muchas otras veces en el pasado, y así como esas, su padre tuvo que someterlo con extremada fuerza, lastimándolo y amenazándolo. De ahí en adelante, las cosas fueron mucho peor para Bill, y por ende, mucho mejor para Jörg.

***

Cuando Tom llegó a casa ya había obscurecido, se había quedado fuera un poco más de tiempo del que había necesitado, pero es que no quería volver a esa casa de ambiente hostil, se sentía mejor afuera, vagando sin rumbo y pensando en sus cosas.

Al entrar un olor a naranja le inundó las fosas nasales, todas las luces de la casa estaban apagadas a excepción de la cocina, a donde fue a pasos largos. Al entrar en su pecho su corazón se arrugó dolorosamente, allí dentro estaba Bill, de rodillas en el suelo, tallando el asiento de la silla en la que había estado sentado hace tan solo unas horas.

El menor ni siquiera levantó la mirada, estaba demasiado cansado como para gastar energía en ver a su hermano completamente feliz y entero llegar de una salida seguramente genial y divertida. Tom por su parte se sintió terriblemente mal al verlo así, se imaginaba lo que había pasado, y al ver los ojos tan rojos e hinchados de su hermano, se sintió peor, por solo pensar en él y no intentar ayudarlo antes. Su hermano se veía roto, destrozado.

— Hola Bill —saludó, porque realmente no sabía que decir. Y como era de esperarse, el pelinegro no contestó—. Mmm, oye ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está papá?

Bill dejó salir un suspiro largo y dejó el cepillo con el que estaba tallando en el piso, pensó en sentarse mejor para poder mirar a Tom a la cara, pero el cuerpo le dolía entero y sobre todo le ardía horriblemente entre las piernas, así que mejor se quedó así, aunque sintiera que las piernas se le dormían y la espalda incómoda.


— P-pues... Mmm —la voz le salió chillona y temblorosa, y es que Bill todavía seguía en ese trance de recuperación que le quedaba cada que su padre abusaba sexualmente de él. Ese en donde nada parecía real y su cuerpo y mente no eran capaces de sentir nada, en donde se sentía infinitamente vació y perdido—. Mi papá... —el menor carraspeó, porque llamarlo de esa forma después de haber sido violado por él, le traía un conflicto emocional enorme—. El salió, dijo que que iba con unos amigos

— Ahh, si claro, seguro fue por unos tragos y unas putas ¿no crees? —el mayor de los gemelos intentó acabar con la incomodidad con esa simple frase, para no sentirse tan mal al estar frente a su roto Bill, pero obviamente, no funcionó. Así que lo intentó de nuevo—. Ya sabes, es lo único a lo que puede aspirar ese hombre, ¿Con quien más? El se las merece y ellas a él ¿no? —Tom esperaba ingenuamente sacarle una sonrisa a su hermano, pero pareció que tuvo el efecto contrario, porque el rostro de Bill se volvió mucho más sombrío.

El menor de pronto sintió muchas ganas de llorar de nuevo, Tom prácticamente acaba de llamarlo prostituta sin siquiera saberlo, y a pesar de eso, se sintió como una profunda ofensa, sintió que lo único que quedaba de él ese día, se había deshecho en ese mismo instante. Pero Bill, como siempre, pensando en no joder la situación todavía más, forzó una pequeña sonrisa imperceptible y fingió una risa carente de sentimiento.

— Mhum... Si.

— Si, bueno ¿Y por qué limpias? ¿Te castigó? —a pesar de lo incomodo y raro que se sentía todo, Tom aún seguía sintiendo esa responsabilidad de estar con su hermano, aún cuando ya era tarde.

— Algo así —le dio la espalda y volvió a limpiar la silla que ya estaba completamente limpia, pero que Bill seguía tallando por la pura ansiedad que sentía—. No pude comerlo todo y vomité —comentó en varios tonos más bajos, avergonzadísimo—. Fui un cerdo y manché todo y papá dijo que lo limpiara...


— ¡Bill! Oye hombre, no te digas así de feo, a cualquiera le hubiera pasado... a mi me habría pasado —se acercó un poco más a él y se puso de cuclillas para estar a su altura—. No te sientas mal, nadie podría soportar esa comida horrorosa ¿eh?, de todos modos, ¿Por qué dijiste que la querías?

Bill no supo como contestarle a su hermano, no se iba a poner a explicar que si hubiera dicho que no, probablemente ahora estaría tirado en su cuarto chorreando sangre por la paliza que su padre le hubiera dado.

— No lo sé... me puse nervioso, creo.

— Ah bueno, pues no lo vuelvas a hacer —el rubio quiso golpearse en la cara por esa horrible respuesta—. Pues como ya acabaste, creo que me voy a la cama. —Tom se inclinó hacia él con toda la intención de remediar su horrible actuación de hermano mayor con un beso de buenas noches en la mejilla, porque sabía lo mucho que a Bill le gustaban ese tipo de cosas, pero se detuvo en el momento en el que le toco el hombro, porque Bill se tensó horriblemente y casi juró que se puso a temblar. Se asustó tanto de su reacción, que mejor se alejó y se levantó rápidamente—. Buenas noches... —susurró y salió de ahí.

En ese momento, después de ver todas esas horribles imágenes que su mente le ponía sin consideración, al pelinegro se le cerró la garganta, con un enorme nudo que tenía en ella, y la respiración se le aceleró de manera preocupante, porque él pánico que finalmente se había apoderado de él ya no lo dejaba respirar normalmente, sentía que se ahogaba y que le dolía la garganta por todo lo que estaba intentando guardarse. Se frotaba el pecho con las manos, intentando inútilmente apaciguar toda esa angustia que le dañaba desde dentro. Quería dejar de escuchar su voz, de respirar su olor, de sentir sus pesadas y callosas manos en su cuerpo, pero entre más se esforzaba por olvidarlas, más las sentía en él.

Empezó a llorar con mucha fuerza y desesperación, buscando aire a bocanadas por la incapacidad de sus pulmones de soportar todas las reacciones corporales que su cuerpo sufría cuando se encontraba en ese estado. Su angustia era tal que comenzó a dañarse a sí mismo, rasguñándose la piel, intentando borrar todo el dolor que su mente le estaba obligando a sentir.

No se dio cuneta cuando empezó a suplicar a gritos que todo eso acabara, que lo por favor lo dejara en paz, que ya no lo dañara. Bill se volvió un desastre viviente y cuando sintió que iba hundirse en ese profundo y aterrador mar de dolor, unos brazos delgaditos y temblorosos lo tomaron por los hombros y lo salvaron. Por primera vez en muchos años, sintió que alguien verdaderamente lo estaba salvando.

Abrió los ojos para encontrarse con los de su gemelo, y ni siquiera le dio tiempo de pensar en lo mucho que había intentado evitarlo anteriormente, o en que quizás a Tom le daría asco estar cerca suyo, no, en ese preciso momento, el miedo al rechazo se había visto opacado por el terror que le tenía a su padre y fue por eso que se aferró a Tom sin pensarlo ni un segundo, buscando protección y refugio. Ni siquiera se detuvo a ver que su hermano estaba también deshaciéndose en angustia por el estado en el que él se encontraba.

Su cerebro no podía procesar todas las palabras reconfortantes que Tom le decía, porque estaba muy ocupado intentando devolver al organismo del menor a la normalidad, pero a pesar de eso, Bill no dejaba de sentirse seguro en sus brazos.

Cuando estuvo más consciente de lo que había ocurrido, se percato de que Gordon estaba en el cuarto de baño junto a ellos, pero a una distancia prudente, sin embargo, no quiso decir nada y se soltó a llorar a lagrima tendida contra el hombro de su hermano, que a pesar de estar en una posición incomoda no dijo nada.

La escena era increíblemente triste a los ojos del mayor de los tres, porque a pesar de que Tom quería hacerse el fuerte para Bill, en los ojos se le veía lo asustado que estaba. Era chocante ver como ambos estaban intentando no desmoronarse, y aún estando devastados, se daban apoyo mutuo, intentando curar las heridas del otro, ignorando completamente las suyas.

Estuvo a punto de acercarse a ellos, para hacerles saber que no estaban nada solos, pero antes de que pudiera dar el primer paso, su celular comenzó a sonar, haciendo eco por toda la casa, el soltó un suspiró de fastidio por lo inoportuna que era la llamada, pero noto que Tom le decía con la mirada que fuera a atender, y eso hizo, pues era muy probable que al teléfono estuviera Simone, y la necesitaba ahí, no solo por los gemelos, sino por él mismo, pues lidiar con eso solo era terriblemente pesado.

Cuando llegó a la habitación y tomo el celular, soltó un suspiro de alivio, efectivamente era Simone, al contestar la calló antes de que pudiera terminar de decir la primera palabra.

— No digas nada no quiero oírlo —del otro lado se escuchó un sonido de confusión, pero Gordon continuó hablando—. Solo vuelve ¿de acuerdo? Te necesitamos aquí...

Y colgó.

Notas finales:

Quiero pedirles muchísimas disculpas por la tardanza, ha sido todo un problema para mi terminar esto, en verdad odio ser tan irregular con las actualizacaiones.

Sólo espero que les guste, muchas gracias por continuar leyendo y aguantando mi rresponsabilidad y mis zafadas de mente jajaja.

Espero que tengan un lindo día... o una bella noche, no sé cuando lean esto...

Y bueno, con mucho cariño les dejo este cap. Que lo disfruten :)


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