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Razones por Maos

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Advertencia: Contenido explícito. Recomiendo discreción.

 

Las cortinas estaban corridas, la poca luz que emitía la luna se perdía entre la tela y la habitación no podía estar más obscura. La noche era fresca; tenía frío y se mantenía quieto, respirando tan lento como su agitado corazón le permitía, con la vista fija en la puerta del cuarto.

 

El aliento contra su oreja le ponía la piel chinita y le daba escalofríos que le recorrían la columna entera, aun así, Bill no podía dejar de atormentarse con la idea de que la puerta no tenía puesto el pestillo.

 

Su cerebro solo podía pensar en qué si Tom se despertaba e iba con él, podría abrir la puerta muy fácilmente. Y si eso pasaba, le traería muchos problemas.

 

Movió el brazo muy lentamente con la idea de encender la luz de la lámpara, tal vez así todo acabaría rápido y podría volver a dormir, pero Jörg la interceptó en el camino y la aprisiono contra su abdomen desnudo.

 

¾ No te muevas Bill...

 

La voz le taladro en los oídos, las cosas se volvían tan reales cuando escuchaba su voz, toda realidad lo golpeaba cuando los susurros le raspaban en los oídos y lo hacían temblar. Las cosas habían avanzado tan rápido, que Bill no supo en que momento habían llegado a eso.

 

La sorpresa inicial vino cuando Tom recibió esa habitación tan bonita unas semanas atrás. Esa vez, lo primero que sintió fue un calorcito agradable en el vientre al ver la enorme sonrisa de su gemelo, luego un miedo terrible lo invadió al pensar la forma en que quizás Jörg le cobraría ese regalo al rubio.

 

Y entonces su mente se llenó de preguntas, ¿Eso significaba que ya no le daría más regalos a él? ¿Su padre ahora haría esas cosas con Tom? Y lo más importante, ¿Había hecho él algo para ya no ser el centro de atención de su padre?, pero no hubo necesidad de plantearlas, porque ese día Jörg le contestó una por una con cada prenda que le quitaba, con cada beso y cada caricia.

 

Durante esa noche él se había escabullido a su habitación, y entonces entendió que el “regalo” de Tom no había sido más que un pretexto para correrlo de allí y que él no tuviera obstáculos para pasar las noches a su lado.

 

El movimiento brusco lo tomó por sorpresa y lo trajo de vuelta a la realidad, jadeó asustado cuando se encontró boca abajo; intentó levantar la cabeza, pero la pesada mano de su padre lo mantenía sujeto de la nuca con una de sus manos, así que simplemente giro el rostro para no ahogarse contra la almohada. Con la otra mano le presionaba la espalda baja impidiéndole el movimiento.

 

Podía oír como su corazón golpeaba con fuerza contra su pecho y venía de nuevo esa sensación de desesperación al no poder moverse, que empeoraba cuando sentía eso de su padre frotarse contra su trasero desnudo, una y otra vez, rápido y fuerte.

 

— Ya... Papá… Ya... —pidió con la voz rota, removiéndose bajo el agarre—. ¡No quiero!

 

Pero Jörg lo ignoro como casi siempre. Bill tenía un límite, sabía que era suficiente cuando el pecho se le apretaba tan fuerte que él aire ya no podía pasar por sus pulmones, o cuando ya no podía retener las lágrimas y se le escapaban todas.

 

¾ Mngh, no… Espera… ¾volvió a pedir, manoteando y pateando¾. ¡Espera!

 

El mayor se alejó con un bufido exasperado y el menor se alejó hasta quedar en el otro extremo de la cama, pegado a la cabecera, se abrazó intentando calmar la ansiedad, respirando agitado, cubriendo su cuerpo desnudo de la mirada aterradora de su padre.

 

— No me gusta… ¾gimió bajito, tenía miedo, le asustaba mucho cuando su padre hacia eso. Rogaba internamente para que todo terminara ya.

 

— Va a gustarte. Solo deja de moverte. —aseguró mientras se acercaba a él rodeando la cama.

 

— Pero me lastima... —al pelinegro le tembló el labio.

 

— Está bien… no quise hacerlo, fue un accidente ¿Sí? Lo lamento… —el mayor se disculpó y le acarició la mejilla suavemente.

 

El pelinegro asintió mientras se mordía los labios para evitar sollozar. No quería que Jörg se enojara con él. — Ya quiero dormir...

 

— No, aún no. Yo sé que eres un niño muy fuerte, aguantaras un poquito más. —afirmó con una sonrisa. El menor bajó la mirada ¿De verdad su padre creía que era fuerte?

 

— Mmm... Bueno...

 

El mayor sonrió y le dio un beso en la mejilla. — Que buen chico eres. Sabes que te quiero mucho ¿Verdad?

 

Bill volvió a asentir, él lo sabía, Jörg lo repetía mucho, pero su amor no le gustaba, su cariño le daba mucho miedo. Se tensó al sentir nuevamente esas manos tan grandes en sus caderas, arrastrándolo lentamente hasta él.

 

¾ Solo será un ratito más… ¾susurro contra sus labios¾. Solo mira como me has dejado.

 

Jörg llevo la mano del menor hasta su entre pierna, Bill la cerró en un puño e intentó alejarla. Pero el mayor era claramente más fuerte y lo obligó a posarla totalmente extendida contra su pene erecto cubierto por la tela del boxer.

 ¾ Lo sientes ¿Verdad? ¾preguntó, pero el menor mantenía la cabeza gacha, eso que estaba haciendo estaba muy mal, él lo sabía, los niños no debían tocar las partes privadas de otros niños—. Esto es totalmente tu culpa.

 

Bill chilló cuando la mano del moreno se posó sobre la suya y la apretó con fuerza. ¾ Vamos a intentar algo nuevo…

 

¾ Noo... ¾Bill alargo la palabra en suplica, las cosas nuevas siempre eran horribles, y lo hacían sentirse todavía peor que antes, el solo quería que esa noche todo acabara ya.

 

¾ Si Billy, va a ser muy divertido. Todo será muy rápido y luego podrás dormir ¿Ok?

 

Sin esperar respuesta Jörg soltó la mano del chico y se dispuso a quitarse la última prenda, esa que hasta el momento no había tenido el valor de quitarse. Pero ya iba siendo hora después de todo, había estado esperando mucho por ello.

 

Así que cuando estuvo totalmente desnudo se acercó a Bill lentamente, con la mirada brillante, deleitándose con esa linda cara inocente, tan llamativa; hubiera sido tan bueno de no ser por las lágrimas.

 

***

 

Era domingo y Tom había despertado un poco tarde, cuando abrió los ojos se encontró con que faltaban cinco minutos para las diez. Se levantó con pereza y se calzó unas sandalias para no caminar descalzo por la casa.

 

Se asomó a la cocina y se encontró con su padre totalmente arreglado, comiendo con prisa un plato de cereal.

 

— Tom. —lo llamó después de tragar—. Tengo que salir ¿Ok? Bill se está bañando. —dejó de lado el plato vacío y caminó hasta él—. En el refrigerador hay jamón, preparen sándwiches. Los veré más tarde ¿Ok?

 

— Aja... —contestó con voz soñolienta mientras se tallaba los ojos.

 

— Cualquier cosa llamen al celular —gritó desde la entrada—. ¡Pórtense bien!

 

El golpe de la puerta cerrándose hizo eco en toda la casa. El rubio se dejó caer en una de las sillas del comedor y enterró el rostro entre sus brazos, queriendo dormir nuevamente.

 

Sin embargo, se levantó como resorte en un instante sintiéndose repentinamente alegre. Corrió escaleras arriba y entro sin permiso al cuarto de su gemelo, dejándose caer sobre la cama con una leve sonrisa.

 

Espero paciente hasta que la regadera dejó de escucharse y entonces sintió la presencia de Bill entrando a la habitación.

 — ¿Qué haces aquí? —a pesar de que su tono no era frío, Tom sintió un pinchazo doloroso en el pecho y todo rastro de alegría se escapó de su rostro.

 

— Papá salió... —respondió evitando la pregunta. No quería pelear con él ese día.

 

— Ya lo sé. ¿Por qué estás aquí?

 

Tom suspiró derrotado y se incorporó, su repentino animo matutino se había ido a la mierda. Bill estaba frente a él con rostro serio y sintió que su corazón se apachurraba un poquito. No soportaba la indiferencia del pelinegro. Torció el gesto, toda esa situación lo tenía desanimado, solo quería que Bill volviese a ser Bill, porque esa situación ya no podía manejarla.

 

— Creí que podríamos hacer algo divertido... —comentó sin atreverse a mirarlo a la cara—. Ya sabes, la casa está sola. Antes solíamos hacer cosas... Juntos.

 

— No tengo tiempo para eso Tom. Tengo deberes.

 

Eso era una verdad a medias, Bill si tenía deberes, pero no iba a hacerlos, solamente quería librarse de Tom, pues las cosas comenzaban a tornarse pesadas después de que los encuentros comenzaran a subir de tono, el gemelo menor dejó pasar tiempo con Tom porque estar a su lado lo llenaba de ansiedad, cada vez que estaba junto a él su muro comenzaba a derrumbarse y le invadían unas ganas desenfrenadas de contarle ese secreto que hacía que se pudriera por dentro.

— Lo sé, yo también los tengo, pero podemos hacerlos más tarde...

 — No.

 

— Pero Bill, hace mucho que no pasamos tiempo juntos. — se quejó.

 

— Ya te dije que no. Ahora salte que debo cambiarme.

 

Tom se levantó afligido y caminó a paso lento hasta salir de la habitación, giró y entonces la puerta se cerró en su nariz. Bill lo estaba matando lentamente.

 

Por su parte el pelinegro sentía un revoltijo en la barriga, en su interior sabía que no debía ser tan duro con Tom, pero todo el tiempo estaba a la defensiva, había veces en las que no podía controlarlo. Se sintió mal. En realidad, el también ansiaba pasar un momento divertido con su gemelo, necesitaba que por un momento todo fuera como antes.

 

Así que rápidamente abrió la puerta de su habitación, se sorprendió al ver al rubio sentado frente a su puerta, pero lo dejó pasar.

 

— Podemos jugar play... —sugirió en un susurró, sintiéndose nervioso.

 

Al mayor se le iluminó la mirada en cuanto las palabras salieron de los labios del pelinegro y la vida pareció volver a él. — ¡Si! —gritó casi demasiado emocionado.

 

— Bien. ¿Te veo abajo?

 

— Si, sí. Voy a acomodar la consola en la sala. —se puso de pie y sonrió enormemente—. Te espero allá.

 

El pelinegro asintió y Tom le susurró un "gracias" antes de bajar por la escalera.

 

&

 

Cuando Tom se sentó a su lado se puso un poco tenso, la cercanía no era tanta, pero igual Bill lo sentía casi encima suyo; aun así, tomó el mando con más ánimo del esperado, había extrañado eso. Hubiera querido empezar a hablar de un montón de tonterías con su hermano, pero de alguna manera no se sentía completamente seguro para hacerlo, el simple hecho de estar en aquella casa lo ponía tenso y alerta.

 

Pero Tom logró relajarlo un poco cuando comenzó a contarle acerca del nuevo chico que había llegado a su grupo, incluso se sorprendió a si mismo sonriendo sin esfuerzo por la manera tan graciosa en la que el rubio hablaba.

 

Todo fue bien durante un rato, en el que Bill pudo reír un poco y por un momento Tom se sintió completo de nuevo hasta que notó algo. Las manos de Bill estaban llenas de pequeñas heridas, rasguños y raspones.

 

Tom no las había notado antes, aunque tampoco es que pasara el tiempo suficiente con Bill como para poder hacerlo. No sabía si debía preguntarle, porque no quería que su gemelo se enojara y lo dejara solo de nuevo. Pero a pesar de todo no pudo contenerse. — ¿Te has peleado con alguien? —preguntó sin despegar la vista de la pantalla.

 

Bill lo miro confundido. — ¿Qué?

 

— Tus manos... —señaló el rastudo poniendo pausa al juego—. Parece que hubieras golpeado a alguien.

 

A Bill se le detuvo el corazón un momento, ¿Que se supone que debía contestar? — Ah sí. No. Bueno... No.

 

— ¿Qué? —ahora fue el turno de Tom para sentirse confundido—. Sabes que no le diré a mamá...

 

— No te importa Tom. Solo olvídalo. —susurro sintiéndose acorralado. Jalo de las mangas de su playera para cubrir los rasguños.

 

— Vamos Bill. No le diré a nadie...  Además... Si alguien te está lastimando… yo podría ayudarte. —el rubio lo miró a los ojos y Bill sintió que podría llorar en ese instante, si tan solo supiera—. ¿Bill?

 

El pelinegro lo miró detenidamente, se sentía expuesto, toda esa confianza que Tom irradiaba lo abrumaba, era justo por eso que no quería estar cerca de él. Porque todo él lo invitaba a contarle. Esa mirada que solo Tom podía darle lo hacía pensar que si hablaba todo estaría bien.

 

Y la realidad era otra. Así que con todo el dolor de su alama negó, y decidió mentirle una vez más. — No es nada. Solo me caí.

 

La desilusión en Tom fue evidente. Él sabía que Bill mentía, pero no quiso decirle, era obvio que su hermano ya no confiaba en él. Sus emociones se agolparon en su pecho y solo pudo asentir.

 

— Pediré tu ayuda. —habló Bill después de un largo silencio.

 

— ¿Eh?

 

— Si quieren golpearme de nuevo. Te pediré ayuda. —aclaró. En realidad, tal vez no lo haría, pero no le gustaba ver la cara triste de Tom.

 

— Vale. —respondió con una pequeña sonrisa.

 

— Si.

 

Bill suspiró, la verdad era que todos esos raspones se los había hecho el mismo, durante su ducha se había encargado de limpiar sus manos tan a fondo, que de tanto tallarlas su piel comenzó a abrirse y a sangrar, y a pesar de ello Bill seguía sintiendo que estaban sucias, manchadas por él líquido blanco.

 

— ¿No te duele? —preguntó el de rastas acercando su mano, acariciándolas suavemente.

 

— No. ¾el pelinegro se sobresaltó y las apartó con rapidez, no quería que Tom lo tocará, no quería mancharlo. Ya bastante mal se sentía con él mismo.

 

— Bueno... Entonces juguemos. —sonrió el rubio y puso play a la partida.

 

Sin embargo, después de eso Bill había perdido todo el interés; ahora apretaba los botones sin prestar verdadera atención al juego, de un momento a otro ya no quería estar ahí, ahora prefería ir a encerrarse en su habitación, así podría sentirse más en control.

Aunque claro, sería mejor si fuera en casa de su madre, pues la habitación en casa de su padre le traía demasiadas emociones malas y recuerdos horribles que más que calmarlo lo ponían ansioso y lo hacían sentir atrapado, completamente ahogado.

Aunque, a pesar de eso, era mejor estar allí encerrado que estar afuera, rodeado por todos esos problemas que solo le hacían doler la cabeza. No estar adentro significaba tener que afrontar todas esas situaciones sobre las que no podía ejercer control, pues de alguna u otra forma, ya no sabía cómo lidiar con absolutamente nada, todo representaba un desgaste tan grande que prefería ocultarse, dejando que las cosas se acumularan y después le explotaran en la cara.

Fuera de esas cuatro paredes todo parecía ser un caos, con Tom estando encima suyo, queriendo pasar su tiempo con él, preguntándole qué le ocurría; con su madre gritando, regañándolo por todo, castigándolo y luego su padre mirándolo todo el tiempo, haciéndole señas, poniéndolo incómodo.

 

Y la escuela, no podía con ella, no se concentraba en las tareas, no entendía los temas, los maestros ya estaban cansados de él, sus notas ahora eran peores que las de Tom y esa ya era demasiado. Además, estaban esos compañeros suyos que habían comenzado a molestarlo cuando empezó a maquillarse y que seguían metiéndose con él a pesar de que ya no lo hacía; sus amigos ya no le hablaban, aunque él tampoco hacia intentos por acercarse a ellos.

 

Luego estaba el profesor de literatura, que todo el tiempo estaba encima suyo, haciéndole preguntas, sacándole plática. Si era sincero, le daba miedo, porque siempre quería tenerlo cerca, y Bill solo podía pensar en que él también quería tocarlo y besarlo. Por eso y por lo anterior ya no quería volver a la escuela.

 

Ya no quería estar ahí y había intentado decirle a Simone que lo cambiara de colegio, pero su madre no lo escuchaba nunca, solo gritaba, parecía que era lo único que sabía hacer. El pelinegro sintió que se echaría a llorar en cualquier momento, así que se levantó rápido y le dio una estúpida excusa a Tom antes de irse.

 

Subió las escaleras corriendo y se encerró en su cuarto, el único lugar con la capacidad de hacerlo sentir seguro y terriblemente sofocado al mismo tiempo.  


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