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Razones por Maos

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Simone conoció a Gordon en una galería de arte; una tarde después de que la mujer firmara un contrato con el local para exhibir varios de sus cuadros se topó con él, un fotógrafo que acababa de ser rechazado por el mismo dueño que le había parecido tan amable en un inicio.

"Un trabajo demasiado insulso" le habían dicho al pelinegro antes de cerrarle la puerta en la cara y Simone pensó que así era, pero no se lo dijo, no hasta que formalizaron su relación y Gordon ascendió de puesto ante los ojos de los gemelos, pasó de ser el sujeto de la cámara al nuevo mejor amigo de mamá.

Y eso ya era dar un gran paso, pues los gemelos no se habían mostrado especialmente felices al conocerlo, ambos por motivos diferentes. En un inicio no le prestaron verdadera atención, porque conocían a su madre; eran máximo dos citas buenas, generalmente a la tercera volvía echando humos, maldiciendo lo asquerosos y maleducados que eran los hombres y entonces después de unos días volvía a lo mismo. Era un círculo vicioso que nunca paraba y habían terminado por acostumbrarse.

Así que, cuando un miércoles por la noche el tal Gordon se presentó en su casa con un pastel en una mano y una sonrisa verdaderamente estúpida en la cara, los chicos no supieron cómo reaccionar, así que defendieron su territorio con lo mejor que tenían, que bueno, no era mucho, pero su esfuerzo era reconocible, después de todo, con trece años recién cumplidos su maldad poco desarrollada no les daba para mucho.

Tom no hizo más que mirarlo con el ceño fruncido durante toda la cena, Bill se mantuvo callado en todo momento, evadiendo los intentos de Gordon por iniciar una conversación. El pelinegro solo se limitaba a mirarlo con inquieta sospecha, intentando averiguar qué era lo que ese hombre tenía de especial para ganarse el privilegio de cenar en la misma mesa que ellos. Y la jugada final realmente nadie la esperaba, por primera vez en mucho tiempo ambos gemelos se coordinaron y se negaron a probar el pastel a pesar de que este se veía realmente bueno. Simone se vio realmente avergonzada por tanto rechazo, pero al mayor parecía no importarle demasiado. Sabía que era un proceso lento.

Pasaron varias cenas incomodas antes de que Tom callera rendido ante los encantos de Gordon y su bellísima guitarra acústica, sin embargo, a Bill le costó mucho más trabajo confiar en él. Y tenía dos muy buenas razones.

La primera; era un hombre, y esa era una razón suficiente por si sola. Pues Bill había desarrollado un absoluto e intenso miedo hacia cualquier hombre que lo superara en edad o tamaño, sin mencionar claro, que estar demasiado cerca de uno lo ponía tenso y le secaba la garganta. La segunda; Gordon había desarrollado el molesto hábito de llevarles presentes a los gemelos; solo de vez en cuando y nada muy elaborado, dulces, CD’s, revistas de autos y motocicletas, cosas inocentes, con el único propósito de ganarse la confianza de los hijos de la mujer de la que se había enamorado.

Pero Bill asoció todo eso con cosas realmente malas, que sólo lograron alejarlo más del mayor. Y no era su culpa, no estaba siendo paranoico, él solamente reaccionaba en base a su experiencia; por lo tanto, el pelinegro evitaba a toda costa quedarse a solas con el mayor, no le dirigía la palabra y mucho menos se atrevía a mirarlo a los ojos. En su presencia solo usaba jeans y sudaderas holgadas, en su mayoría hurtadas del closet de su hermano, lo hacía simplemente porque no quería que él se interesara, no quería llamar su atención, no quería más de eso.

Simone tomo estas actitudes como otro efecto colateral de la adolescencia rebelde de Bill, porque en su cerrada mente y su entorno tan aparentemente tranquilo, la idea de que algo malo estuviera sucediéndole a uno de sus hijos no podía ni siquiera cruzarse por su mente, mucho menos que dichos sucesos hipotéticos estuvieran siendo perpetrados por el padre de los mismos. Y su solución no varió de lo usual, pues regañó y castigó en repetidas ocasiones al menor por la descortesía con la que trataba a su novio, aun cuando este le había dicho que lo dejará pasar, ya que era obvio que esa actitud no iba a ayudarlo a él a ganarse su confianza.

Pero Simone no lo dejo pasar y convirtió esa situación en otra carga mental para Bill. Otro peso más sobre sus hombros. Otra razón para hundirse un poco más, ahogándose en ese charco de mierda del que nadie parecía querer sacarlo.

Simone parecía haber olvidado que era Bill con quien peleaba, que a quien le gritaba y acusaba de querer arruinarla era el menor de sus hijos, pues parecía que estaba empeñada ganar una batalla que ella misma se había inventado. En realidad, era bastante absurdo, pero la mujer no era capaz de ver más allá de si misma y sus problemas.

No es que verdaderamente fuera una mala madre y no se preocupara por sus hijos, porque si que se preocupaba por ellos, después de todo eran parte de ella y reflejaban lo más importante de su vida.

Para ella era mucho mejor y más aceptable pensar que lo único que ocurría era que Bill estaba enojado por el divorcio y su nueva pareja, y que simplemente quería hacerle la vida imposible, era mil veces mejor a aceptar que su hijo estaba sufriendo y que su actitud representaba lo grave y destructiva que era la situación en la que estaba involucrado, prefería mil veces pensar que en su familia todo estaba perfecto. Y hasta cierto punto era entendible ¿Qué madre querría saber que su hijo estaba siendo violado por su propio padre?

Simone estaba cegándose a sí misma, porque su vida estaba marchando bien después de todo lo que había tenido que sufrir a manos de Jörg y su estúpido alcoholismo, había necesitado de once años para aceptar que su vida estaba yéndose a la mismísima mierda, que ni a ella ni a sus hijos les hacía bien seguir ahí, con tantos gritos, llantos y golpes. Y ahora, después de casi dos años, todo había terminado y se negaba a aceptar que tal vez no todo estaba bien.

Y creía firmemente que ese egoísmo estaba justificado, después de todo, el problema no era real si Bill no hablaba de él, así que para ella estaba bien. Y en su defensa, en ese momento, ella no sabía que estaba sacrificando la vida de su hijo por esa momentánea felicidad.

***

Tuvo que pasar poco más de medio año para que Bill pudiera confiar un poco en el novio de su madre, pero finalmente sucedió en una tarde de abril. Ese día Tom había ido a casa de Georg sin invitarlo, no es que él también fuera su amigo, pero antes, cuando las cosas eran normales y él era feliz, Tom lo invitaba a todas partes, parecía que no pudieran hacer nada separados.

Y aunque eso había dejado de pasar unos meses antes, a Bill no dejaba de molestarle. Sabía que era su culpa que Tom ya no quisiera pasar cada segundo del día pegado a él, peor igual dolía, porque en el fondo, esperaba que Tom se quedara ahí para siempre, sin importar cuantas veces le gritase o lo alejara, porque él estaba seguro de qué si las cosas fueran al revés, el si se quedaría.

Así que esa tarde estaba especialmente deprimido, porque se sentía más solo de lo habitual y en la escuela habían vuelto a castigarlo por quedarse dormido en clase. Cuando llegó a casa su cuerpo inmediatamente adopto una postura tensa, en el sillón de la sala se encontraba Gordon mirando la tele.

Bill cerró la puerta detrás de él con extremada lentitud y se abstuvo de ponerle seguro, por si necesitaba escapar en algún momento.

— Hola. —el mayor lo saludo desde su lugar con una sonrisa amable que a Bill le crispó los vellos de la nuca.

No respondió y se limitó a buscar a su madre con una mirada llena de pánico, pero no la encontró. — Salió —anunció—, dijo que volvería en unas horas y me pidió que te sirviera la comida.

El pelinegro se quedó pasmado, completamente aterrado con esas palabras, el interior se le revolvió y quiso ponerse a llorar ahí mismo, ¿Por qué su madre había hecho eso? ¿Por qué lo dejaba solo de nuevo con un hombre? No se atrevió a moverse ni un centímetro, y la respiración se le aceleró al recordar que llevaba puesto el uniforme, no pudo evitar pensar que quizás a Gordon le gustaría verlo en él tanto como a su padre, y eso lo asustó aún más. No paraba de pensar que quizás ese sería el momento perfecto para que el mayor le cobrara cada una de las atenciones que había tenido con él.

— ¿Entonces que dices? ¿Comemos? —la pregunta la proceso tarde y negó lentamente, sin saber qué hacer, totalmente bloqueado, con el estómago revuelto y el corazón brincándole en el pecho—. Oh bueno, entonces ¿Qué te parece si vemos la tele juntos?

¿Vemos la tele juntos?

Fueron cuatro palabras, simples cuatro palabras que lograron derrumbar al menor por completo, sin poder evitarlo los ojos se le llenaron de lágrimas y su cuerpo comenzó a temblar de una forma que asustó demasiado a Gordon.

— ¿Bill? —lo llamó asustado y caminó hasta él—.  ¿Qué está sucediendo? ¡Bill! —gritó al notar que no reaccionaba y lo sujeto del hombro, el niño se asustó y salto en su lugar regalándole una mirada completamente aterrada.

— No quiero… por favor… No. —susurró demasiado agudo—. No. No quiero hacerlo…

Gordon lo miro sin comprender. — ¿Qué es lo que no quieres Bill?

— No quiero ver la tele… Por favor…

El mayor pensó que eso verdaderamente era demasiado extraño, pero evitó hacer preguntas y se dedicó a clamar al chico, después intentaría averiguar que era eso que lo había alterado tanto desde un inicio. Lo jalo guiándolo al sillón, escuchándolo sollozar, sin comprender ese miedo y ansiedad. Cada ciertos pasos se resistía, como si fuera a llevarlo a algún lugar aterrador.

— No, no, por favor… G-Gordon…

— Bill, necesito que te calmes ¿De acuerdo? —el niño no contestó y simplemente aferro sus manos a su suéter con la intención de mantenerlo cerrado—. Bill… —volvió a llamar, pero el pelinegro no hacía más que llorar y temblar—. No veremos la tele ¿Ok? Pero tienes que clamarte.

Eso fue suficiente para que el menor levantara la mirada y lo mirara confundido ¿Entonces no iban a…? Las lágrimas le pararon de repente, porque tal vez si seguía llorando entonces el cambiaría de opinión y lo haría llorar de verdad, sólo se limitó a abrazarse a sí mismo con mucha fuerza, pues necesitaba sentirse un poquito seguro.

— Genial, así está mejor. —el hombre agradeció que el chico parara y lo mirara a la cara—. Ok… ¿Por qué lloras Bill?

El menor en ese momento se sintió estúpido por reaccionar de esa forma y desvió la mirada avergonzado, se tensó nuevamente al sentir la mano del mayor en su brazo, pero al notar que no iba más allá soltó un suspiro y habló.

— Lo lamento… —su voz era demasiado floja, pero es que aun tenía miedo de lo que pudiera pasar.

— No pasa nada muchacho. —lo reconforto al notar su mirada avergonzada—. Todo tenemos días malos… Pero me preocupa que llegaras y te pusieras así, ¿Te pasó algo? ¿Alguien te lastimó?

Bill negó rápidamente, y se mordió los labios. No mentía, no le habían hecho nada… No ese día. — Bueno, pero no es normal que llores así de la nada. ¿Qué ocurre?

El pelinegro lo miro de reojo, todavía sin atreverse a hacer movimientos rápidos, preso del miedo, después de todo, aunque Gordon pareciera estar tranquilo y fuera amable con él, no significaba que no iba a hacerle daño de un momento a otro, e incluso si no lo hacía, debía arreglarlas cosas, porque no quería que fuera de chismoso y lo delatara con su madre, eso le traería aún más problemas.

— Yo solo… es que… —se mordió los labios sin saber que decir.

— No te preocupes, no le contare a nadie si no quieres… —aseguró el mayor y entonces vio como el chico se relajó un poco.

Ahora solo faltaba contarle cualquier cosa e irse a encerrar a su recamara. — Tom se ha ido sin mi… —susurró.

— Oh… —Gordon no supo que decir ¿Eso no podía ser todo o sí?, asintió lentamente, solo para ver si el chico continuaba y le dijera algo que lo hiciera entender el porqué de su histeria inicial.

— Quiero decir… él y yo siempre hacíamos todo juntos —intentó explicarse con la mirada gacha—. Y ya no… me dejó solo y… bueno.

— ¿Te puso triste? —el chico asintió—. Lo entiendo Bill… Pero no estás solo, tu madre y yo... estamos aquí. Tu padre también. —a Bill se le revolvió el estómago.

— Sí…

— Pero eso no es todo ¿O sí?

El menor volvió a morderse los labios — No… Digo si, estoy cansado... Mmm... Quiero ir a mi cuarto.

— Bill, no es bueno que te guardes las cosas —insistió Gordon—, si quieres hablar, puedes hacerlo, yo puedo ayudarte.

Bill negó y sintió que el pecho se le oprimía muy fuerte, si no se iba pronto se pondría a llorar de nuevo. — Mmnh… ¿Puedo ir a mi cuarto?

— Bill.

— ¿P-por favor? ¿Puedo irme? —Gordon suspiró y asintió.

— Espera… —lo detuvo antes de que subiera la escalera y el pelinegro jadeó con miedo, Gordon lo miro fijamente, preocupado— De verdad puedes confiar en mi… —dijo después de un corto silencio y Bill respiro tranquilo—. Puedes contarme cosas, estate seguro de que no se las diré a tu madre. —afirmó con una sonrisita y Bill asintió nuevamente, más relajado, su cerebro sabía que él no iba hacerle daño, aunque no su cuerpo, por eso seguía tenso y con ganas de salir corriendo.

Así que se soltó lentamente y evadió sutilmente el abrazo que el mayor estaba dispuesto a darle. Le agradeció con timidez antes de subir a su habitación, y sin pensarlo dejo la puerta abierta, ahora estaba un poco más seguro, al menos por el momento Gordon no representaba una amenaza. Se sintió un poco más ligero después de confesar lo de Tom, qué a pesar de no ser realmente la razón de su llanto, si lo atormentaba un poco.

Se recostó en su cama con los ojos cerrados, y se permitió pensar que tal vez Gordon, a pesar de ser un hombre, no era tan malo, y que quizás en algún momento, podría llegar a confiar totalmente en él. 


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