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Razones por Maos

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Tom llevaba un buen rato mirando a Bill disimuladamente, alternando la mirada entre la pantalla rota de su celular y el serio rostro de su hermano, una y otra vez sin cansarse; de vez en cuando abría la boca con intención de llamar su atención, pero volvía a cerrarla sin atreverse a hacerlo, estaba buscando valor y el momento correcto para iniciar una conversación.

— Bill. —le llamó con la voz muy bajita, como queriendo probar antes de hablarle de verdad—. Bill… ¡Hey! —elevó un poco el tono, sonriendo—. Oye Bill… Biiiilll… —se le salió una risita traviesa, se sentía como un niño pequeño jugando.

Recostó su cabeza contra su brazo derecho y con una sonrisa ladina le jaló los audífonos con su mano libre para que le prestara atención, pero Bill solo levantó la mirada un segundo y volvió a centrase en su cuaderno de física. El rubio resopló con las mejillas hinchadas y dejó caer la cabeza, chocando su frente contra la mesa haciendo un ruido sordo.

El pelinegro lo miró de reojo un momento y prefirió ignorarlo por segunda vez; se suponía que estaba estudiando para pasar los últimos exámenes del año, pero sus distraídos pensamientos simplemente no lo dejaban y Tom con su comportamiento infantil simplemente le hacían imposible el concentrarse. Por lo tanto, solamente estaba fingiendo leer sus apuntes que de ninguna forma lo ayudaban tampoco, pues no les entendía nada, para empezar ni siquiera eran suyos, se los había pedido a Gustav —su amigo a fuerzas— después de que su madre lo obligara a hacerlo. Estaba a segundos de ponerse a gritar de lo frustrado que se sentía.

El de rastas lo miro insistentemente por otro par de minutos hasta que se cansó de ser ignorado y le tiró del brazo, pero su gemelo se zafó del agarre mucho antes de que su cerebro pudiera registrarlo. El menor se alejó por instinto y escondió las manos en su regazo, Tom se sintió confundido por un momento, estaba acostumbrado a que Bill reaccionara de esa forma con Gordón, incluso con su madre, pero jamás lo hacía con él. Era extraño.

— No me toques Tom. —le dijo muy serio y Tom sintió que se le apretaba el pecho por un momento.

— Perdón. —se disculpó al instante y se sintió un poco cohibido. De pronto ya no sentía más ganas de estar ahí. Se sentía incómodo.

El pelinegro torció la boca y apartó la mirada avergonzado, sintiéndose culpable al notar la mirada dolida de su hermano, en realidad no había querido hacer eso, pero es que Tom lo había asustado y su cuerpo simplemente había reaccionado solo.

— No… Bueno, es solo que… Me asustaste. —explicó el menor, intentando remediar el asunto, porque ahora Tom parecía triste y era su culpa—. ¿Qué querías decirme? —preguntó con una pequeña sonrisa para restar incomodidad, esperando que Tom no estuviera molesto con él.

— Ah… pues… No sé, jaja… —se rascó la cabeza, y se mordió los labios, ahora no sabía que decir, creía que Bill iba a echarle bronca por lo anterior y ahora le sonreía—. ¡Oh, si! —sonrió recordando, con un cosquilleo alegre en el vientre, estaba aliviado, no quería ponerse a pelear con su hermano de nuevo—. ¿Quieres salir?

— ¿Salir a dónde?

— ¿Afuera…?

Bill arqueo la ceja ante la broma y negó. No tenía ánimos de salir. — Tengo que estudiar. —se excusó y se encogió de hombros.

— No importa, puedes estudiar al rato. —animó Tom con un poco más de confianza.

— No, si mamá llega y no me ve estudiando me va a castigar. —Tom suspiró de mala gana, porque eso era verdad—. Si quieres salir puedes ir tu solo…

— Así no es divertido —se quejó el rubio y frunció el ceño, preguntándose si salir con Bill sería divertido después de tanto tiempo sin salir juntos por voluntad propia, pero prefirió no pensarlo mucho y solo convencerlo, de alguna forma debía averiguarlo—. Vamos Bill, mi mamá no va a llegar hasta las nueve y… Apenas son las cinco. —informó después de mirar la pantalla de su teléfono.

— No Tom, ni siquiera entiendo esto, no puedo perder el tiempo.

— ¡Si puedes! Yo te ayudo… Te juro que te ayudo al volver ¿Siiii? —pidió el mayor en voz aguda y Bill giró los ojos—. Llevaremos a Pumba. —ofreció y como por arte de magia el cachorro apareció en el comedor, el pelinegro lo tomó en brazos y lo sentó en sus piernas—. Mira, él si quiere ¿Qué dices?

El menor levantó la mirada, interesado, pero negó. — No, además, tú no sabes de física —le reprochó, sintiendo que quizás si tenía ganas de salir con Tom. Pero no, no podía, si reprobaba el jodido examen se iba a armar una bronca enorme con su madre y no tenía la fuerza para lidiar eso.

— ¡Sé más que tú! —se defendió Tom, y era verdad.

— No voy a ir.

— ¡Bill!

— No.

— ¡Anda!

— ¡Que no Tom!

— ¡No seas mal padre! Nunca paseas a Pumba. —le reclamó y el cachorro ladró, Tom lo señalo—. ¡Ves! Te lo está pidiendo.

— No metas al perro en esto. —se quejó el menor, y lo cargo para poner su cara a la altura de la suya—. Tu no opines. —le susurro y le besó la nariz.

— Por favor… Hazlo por él…

— No Tom, eso es chantaje…

— Williaaaam…

— Deja de joder Tom… —le ordenó mientras acomodaba a Pumba de nuevo en sus piernas y fingía leer la libreta, pero él volvió a pedírselo, arrodillándose—. ¡Tom, párate! —pero siguió rogando y a Bill se le escapó una risita—. Ya cállate tonto…

— ¿Entonces sí? —preguntó de nuevo y el cachorro jadeó moviendo su pequeña cola.

***

Bill sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, no acostumbraba salir por placer, en realidad solo salía de casa para ir y venir de la escuela, y si Gordon podía ir a dejarlos era mucho mejor para él. No es que odiara estar afuera, en realidad le gustaba sentir el viento en el rostro, mirar el cielo, respirar aire fresco, calentarse con el sol, disfrutaba mucho estar fuera, pero solo si era necesario, le ponía de nervios salir sin tener ningún lugar a donde dirigirse, vagar no era lo suyo, se sentía perdido y muy poco seguro.

A demás le daba ansiedad las multitudes de gente, por eso no salía por la tarde y volvía muy rápido de la escuela, odiaba tener que cruzarse con muchas personas en su trayecto de regreso, pues muchos estudiantes y trabajadores salían a esa hora. En resumidas cuentas, no le gustaba la gente y prefería encerrarse en su habitación a tener que cruzársela.

Con Tom a su lado y el cachorro frente a él no se sentía tan asustado, pero el hecho de solo salir por salir, no le dejaba disfrutar del trayecto. Y su gemelo no calmaba su inquietud, pues cada vez que le preguntaba a donde iban él le contestaba qué a ningún lado, que solo paseaban. Estaba arrepintiéndose muy rápido de haber seguido a su hermano.

Tom por su parte no podía dejar de sentir los nervios de Bill en sí mismo, era muy extraño, porque cuando decidían ignorarse él rubio no podía sentir a Bill, incluso si estaban en la misma habitación; pero si por algún motivo decidían entablar comunicación, entonces a Tom lo inundaban un mar de emociones y sensaciones que sabía no eran suyas. Y eso lo desesperaba, porque lo desestabilizaban mental y emocionalmente, era como si de pronto un caos viniera a instalarse a su cuerpo para confundirlo y colapsarlo. No le gustaba pensar que eso era lo que sentía su hermano a diario, porque de ser así, algo muy malo tendría que estar pasando con él.

A veces pensaba que con eso Bill le gritaba por ayuda, pero al intentar preguntarle siempre se molestaba, nunca quería hablar de nada con él, y generalmente terminaban peleando por eso; Tom sentía que algo estaba haciendo muy mal si no podía lograr que su gemelo confiara en él, porque sabía que algo estaba mal con Bill desde hace mucho tiempo, lo había sentido, lo había visto, pero sus padres no parecían notarlo.

Y siempre que se lo comentaba a sus padres, ellos le contestaban que no era nada, que solo era la edad, pero él sabía que no era así. Tom sabía que Bill les ocultaba algo, pero no sabía que. Alguna vez se encontró con Bill llorando en las noches, o vomitando lo que comía, incluso llegó a pensar que su hermano sufría de bulimia, pero de nuevo su madre le dijo que no exagerara y él lo dejó pasar. Había muchas cosas más, sus calificaciones, su falta de amigos, su estúpida manía de no dejar que absolutamente nadie lo tocara, su falta de apetito, su silencio, su maldito silencio que lo hacía sentir tan solo todo el tiempo.

Pensar en eso lo hacía sentir una angustia tremenda, porque no sabía qué hacer, después de todo el y Bill tenían la misma edad, y no tenía la suficiente madurez como para entender y enfrentar de una forma correcta esos problemas. Con cada día que pasaba sentía que perdía a Bill, era como si poco a poco se estuviera quedando sin gemelo y eso lo aterraba, porque perder a Bill era lo más horrible que podría pasarle en la vida.

Lamentablemente, después de tanto tiempo alejados, después de tantos conflictos y peleas, de tantos secretos, Tom ya no sabía cómo demostrarle a Bill que él lo era todo en su vida, y que podría contar con él para siempre. Con esa relación tan rota, hasta él se preguntaba a veces si podría seguir contando con el apoyo de su hermano, si lo seguía queriendo, porque en ocasiones parecía que no y eso lo dañaba más de lo que le dejaba ver a su familia.

— Estas nervioso —afirmó mientras caminaban, en algún momento Bill se había pegado demasiado a él y su pregunta lo hizo sobresaltarse por la sorpresa.

— ¿Eh?

— Estas nervioso. —repitió sin quitarle la mirada de encima y el pelinegro se sintió apenado por eso—. ¿Qué pasa? —preguntó en tono casual, no queriendo arruinar el momento.

— Nada… —respondió en un suspiro—. Es solo que… hace frío ¿No crees?

— Un poco, sí. —el rastudo no supo que otra cosa decir y se quedó en silencio por varios minutos—. Bill… —lo llamó y el respondió con un pujidito—. Ayer bese a una chica… —le comentó, aunque ni siquiera supo porque lo hizo, él sólo había estado intentando encontrar un tema de conversación que no los orillara a gritarse y maldecirse.

El menor frunció el ceño si entender del todo, no era como que fuera su primer beso, Bill sabía que no lo era, así que no sabía porque quería hablar del tema. — Tú has besado a muchas chicas… —le contestó, en tono obvio— ¿Qué pasó con ella?

— Nada en especial realmente… sólo quería contártelo…

— Ah… Bueno, está bien.

— Si, ¿Tú has besado a… alguien? —le preguntó con cautela, intentando no ser muy entrometido, pero no funcionó, pudo sentir como su cuerpo entero se tensó.

— ¿Por...Por qué preguntas? —el pelinegro sintió que el estómago le daba vueltas ¿A caso, él sabía algo?

— No sé, curiosidad, creo. —se encogió de hombros y lo miro directo a los ojos—. ¿Entonces? —el mayor no quería ser tan pesado, pero en verdad quería saber, tenía ésta loca idea en la cabeza, que le decía que quizás Bill se comportaba así porque tenía miedo de contarle algo, y Tom en su, quizás, estúpida inocencia, creía que se trataba de un problema de orientación. Mas especifico, quería saber si el acomplejamiento de Bill se debía a que era gay, y creía que quizás atreves de esas preguntas podría lograr que él hablara.

— Si… —susurró, pero se arrepintió al instante, definitivamente no podía contarle esas cosas a Tom. Se mordió los labios para castigarse por creer que hablar solo un poco de eso no haría daño. Pero es que le pesaba tanto, sólo quería dejar de sentirse tan atrapado. Solo un poquito.

— ¿De verdad? —Tom sonó bastante sorprendido, en realidad no pensaba que Bill fuera a contestarle, mucho menos con una respuesta afirmativa—. ¿Puedo saber con quién?

— No. —respondió automáticamente. No podía decir nada, no debía. De repente sintió la necesidad de salir corriendo.

— Oh, vamos… No le diré a nadie. —pidió, sintiendo que quizás se estaba acercando un poquito a la verdad.

— No. Ya olvídalo. —el rastudo frunció el ceño por la repentina seriedad en el tono de su hermano. Esperaba que sonara fastidiado, pero no tan frío.

— ¿Era una chica? —preguntó sin contenerse, necesitaba saberlo, pero Bill lo volteó a ver con los ojos muy abiertos y eso lo asustó un poco—. Era un… ¿Chico?

— ¡No! —casi gritó, el corazón se le aceleró, era tan estúpido, si tan solo no hubiera respondido a su primera pregunta—. Olvídalo Tom, ¡mierda!

— Una chica entonces… —insistió— ¿Era linda?

Bill agachó la cabeza, concentrándose en el andar del cachorro y frotándose las manos con fuerza. No, no, no. No había sido una chica linda… Ni siquiera había sido un chico, había sido con un hombre… Qué asco, Tom no debía saberlo. Sintió como el cuello comenzó a sudarle y los oídos a pitarle. No había sido una chica… ¿Quién tenía su primer beso con su padre? ¿Qué persona se besaba de esa forma con su padre? Era un enfermo… Tan asqueroso. Sintió náuseas y todo el cuerpo comenzó a arderle, estaba tan sucio.

— ¿Bill? —llamó Tom algo preocupado al ver que no respondía. Parecía que  estaba muy alterado—. A mi no me importaría si…

— Quiero volver… —lo interrumpió y gimoteo sin levantar la cabeza—. Ya no quiero caminar… Quiero volver…

— Bill, perdón si te molestó… Solo quería saber… —intentó disculparse, temiendo que Bill se enojara y se fuera.

— ¡Cállate Tom! —le gritó y se paró de golpe, quedándose en medio de la calle y Pumba se giró a mirarlo asustado—. ¡Sólo cállate un momento!

— Bill…

— Solo quiero volver… —pidió con la voz aguada—. Ya vamonos…

— Está bien… Está bien… Solo cálmate. —pidió un poco asustado ¿Qué mierda estaba pasando?

— Hay que volver… —repitió en varios tonos más bajos.

— De acuerdo… Si, volvamos. —susurró para intentar calmarlo.

Tom levantó al perrito del suelo y lo cargo en su brazo derecho, y con la mano izquierda tomó el brazo de Bill con mucha delicadeza, guiándolo de regreso. Cuando estuvieron en la casa, el pelinegro corrió a esconderse en su cuarto y minutos después se escuchó la regadera del baño, y no se apagó hasta después de una hora.

Tom no entendías nada de lo que había pasado, pero estaba seguro de que nunca volvería a preguntarle nada parecido a su gemelo. Y ahora más que nunca sabía que algo en Bill no estaba bien y que necesitaba ayuda. Porque las cosas eran más graves de lo que pensaba, todo iba más allá de lo que él creía. Algo realmente malo estaba ocurriendo.

Pero, si sus padres no le creían y Bill no cooperaba ¿Cómo iba a ayudarlo? ¿Qué se supone que debía hacer?

Y para empezar… ¿Qué es lo que tenía Bill?

¿Qué jodidos le ocurría a su gemelo?


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