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Razones por Maos

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Bill mantenía la mirada clavada en un plato lleno de verduras al vapor sin probar, había permanecido casi una hora frente a él y seguía prácticamente intacto. En su mano derecha sostenía con demasiada fuerza un tenedor de plata, centrando toda su ansiedad reprimida en ese simple acto, estaba intentando pretender que realmente llegaría a probar algo del dichoso plato, sin embargo, con cada minuto que pasaba, sus ganas de vomitar se acentuaban cada vez más.

 

De vez en cuando se atrevía a levantar el rostro para echarle una miradita a la puerta de la cocina, buscaba alguna señal que indicara que Tom seguía en casa, que realmente no se había ido como lo había visto hacer apenas unos minutos atrás. No quería creer que lo había dejado ahí tirado, como si no le importara la cantidad de veces que le había insistido que no se fuera sin él. Pero sin embargo lo había hecho y eso lo tenía con una tremenda angustia en el pecho ¿Qué había hecho mal?

 

Al verse así de vulnerable, su cerebro reasignó prioridades y decidió que, definitivamente comer no era una de ellas, lo único verdaderamente importante era mantenerse a salvo y lo más alerta posible; además, de todos modos, no habría podido probar ni un solo bocado aunque quisiera, pues los nervios le habían revuelto el estómago de tal forma, que dudaba poder comer algo en los próximos días. Aun así, se dedicaba a partir los ya de por sí pequeños trozos de comida para mantenerse ocupado y así ignorar con más facilidad la potente mirada de Jörg.

 

— ¿No te gustó lo que te preparé Bill? —la voz del mayor era de reproche, pero el pelinegro estaba demasiado privado por el miedo, como para intentar responder. Jörg se lo dejó pasar, porque estaba de buen humor y porque le era placentero ver lo sumiso que Bill se había vuelto.

 

En ese mismo instante el pelinegro deseo con todas sus fuerzas tener a Pumba a su lado, pues el cachorro —que ya no era tan cachorro— era el que lo había ayudado a disimular su falta de apetito en los últimos meses.

 

Era bastante sencillo en realidad, porque cuando nadie estaba mirando, él pelinegro se encargaba de darle a su pequeño y goloso amigo la mayor parte de sus alimentos y así no tenía que estar aguantando las estúpidas reprimendas que su madre y Tom le daban. Y ahora estando en casa de su padre, no podía dejar de pensar que, si hubiera podido hacer eso, tal vez no estaría metido en ese problema y en su lugar estaría en cualquier otro parte, lejos de esa casa y su horrible habitante.

 

Pero lamentablemente el bulldog no estaba ahí, su padre se había negado rotundamente a dejarlo entrar a su casa, y con eso había logrado sumergir a Bill en un estado profundo de desesperación, pues su estabilidad mental y emocional habían comenzado a depender bastante de su relación con la mascota. E incluso cuando Bill se lo pidió llorando Jörg no aceptó, y era básicamente porque el cachorro había sido un regalo de Gordon y Jörg había estado teniendo problemas con eso. No podía aceptar que su Bill estuviera recibiendo regalos de otro hombre, mucho menos del novio de su exmujer.

 

Se había sentido, de alguna retorcida manera, amenazado por él, porque en su enferma mente Gordon representaba peligro para su relación con Bill, y era por eso que, ante la competencia, se vio obligado a volver a la etapa de seducción: había comenzado con los regalos voluminosos y costosos de nuevo, y eso estaba acabando ¾otra vez¾ con el intento de relación que Tom y Bill habían intentado salvar.

 

Se podría creer que Tom estaba siendo egoísta, porque Bill realmente no tenía la culpa de ello, pero después de tanto tiempo sintiéndose olvidado, la razón ya no era la que influía en sus decisiones y acciones. Estaba constantemente enojado y resentido, y no era para menos. Ahora más que antes era un hecho que los gemelos se estaban derrumbando, pero nadie parecía estar haciendo algo por arreglarlos.

 

Por otra parte, los primeros días después de que Jörg se enterara que Bill recibía regalos del novio de su exesposa, habían sido un tormento para Bill. Jörg había comenzado a acosarlo con preguntas acerca del tipo de relación que llevaba con el hombre y sin escuchar las constantes negativas del menor, ante la relación que no llevaba con Gordon, el mayor se había inventado una historia en la que Bill lo engañaba. Y Bill la había pasado muy mal debido a eso.

 

— ¿Lo amas más que a mí?

 

Le había preguntado en una ocasión mientras se encargaba de acariciarle la espalda desnuda, él había negado eso, pero Jörg siguió insistiendo toda la noche, y entre más lo repetía más enojado y celoso se ponía. Esa había sido de las peores experiencias del pelinegro; y había terminado mucho más asustado de lo que había estado antes, porque por muy doloroso que fuera todo lo que su padre hacía con él, nunca lo había lastimado tan apropósito como esa noche.

 

Es decir, su padre nunca lo golpeaba o sostenía más fuerte de lo necesario, a menos que él se portará mal y luchará, claro. Pero esa vez había sido golpeado sin razón alguna y le había dejado moretones por todas partes, además le había dicho muchas cosas que lo hicieron sentir realmente mal. Bill no se había sentido tan mierda en mucho tiempo.

 

Pues, a pesar de todo, decepcionar a su padre no era algo que quisiera hacer, mucho menos quería hacerlo sentir mal, no después de todo lo que le había dado, y debía ser obvio que él no quería más a Gordon que a Jörg, simplemente no podía quererlo más.

 

Gordon no era su padre, y por eso no debía siquiera pensar en quererlo, aunque él fuera muy bueno con él y no lo lastimara, porque estaba mal. Y sí quererlo significaba tener que desnudarse ante él y besarlo en esos lugares prohibidos, entonces no quería.

 

Además, Gordon dejaría de tratarlo bien en algún momento, con el tiempo dejaría de preocuparse por él y lo regañaría o ignoraría tal como lo hacían su hermano y su madre. Así que de ninguna manera podía enojar a su padre. Después de todo era el único que aún le decía que lo amaba y Bill estaba aterrado de perderlo y quedarse completamente solo. Y aunque no le gustara y hasta odiara su forma de amarlo, debía aceptarlo, de todas formas, probablemente ese sería el único tipo de afecto que recibiría en su vida.

 

Pero incluso asumiendo todo eso, aún no había podido acostumbrarse a ello y por eso estaba tan asustado. Tom y él habían planeado salir juntos después de haberse mantenido peleados por una semana, pero en algún momento del día Tom había cambiado de planes, y sin avisarle, le había pedido a su padre permiso para ir a una fiesta con Georg y Jörg lo había dejado, así que ahora se encontraban solos y aún era muy temprano. Bill estaba entrando en pánico. Nada estaba bajo su control en ese momento.

 

— ¿No tienes hambre Billy?

 

El mencionado simplemente se encogió en sí mismo y escondió las manos bajo la mesa al escuchar el diminutivo por el que siempre lo llamaba cuando estaban en la cama. Se encontró a su mismo rogando internamente porque Tom se hubiera olvidado de la dichosa fiesta y volviera para evitar lo que estaba a punto de pasar.

 

— ¿Qué te he dicho sobre no contestar? —preguntó en advertencia y el menor se disculpó en un susurró.

 

— No tengo habré. Lo lamento.

 

Cuando estaba en ese estado de miedo, todo en él se volvía automático y simplemente intentaba actuar en función de complacer a su padre.

 

— Entonces deja eso y vamos a la sala ¿Quieres? Hoy tenemos toda la noche para nosotros solos.

 

— No... —se apresuró a decir, pero se arrepintió al instante— Quiero decir... —gimió bajito intentando encontrar las palabras— No aún....

 

Estaba demasiado nervioso, mucho más de lo normal. Aún era muy temprano y Bill no estaba preparado, sabía que las cosas serían muy desagradables por la enorme cantidad de tiempo con la que disponían, y su mente solo estaba buscando excusas para retrasar lo inevitable. No podría hacerlo en ese momento. No se sentía capaz de poder soportarlo, y es que él no se había preparado para eso, porque Bill había creído que saldría con Tom, y que ese día todo estaría bien. Había creído que gracias a Tom se había salvado por esa noche, pero la realidad era que gracias a él ahora pasaría una de las peores sesiones de dolor y angustia de su vida. Y no pudo evitar sentir que su corazón se quebraba un poquito más por ello.

 

Solo veremos una película…  Tal vez juguemos después, si te portas bien. —susurró acercándose por detrás y eso solo lo hizo querer llorar—. Pero tienes que relajarte… —Bill contuvo las arcadas al sentir el tibio aliento contra su cuello.

 

Algo estaba realmente mal con él, porque nunca había sentido tantas ganas de salir corriendo como en ese momento. Algo muy malo iba a pasar, lo presentía. Sin embargo, asintió, porque no podía negarse dos veces en una noche sin que Jörg perdiera los estribos por ello.

 

Se levantó de la silla con mucha lentitud y sin despegar la mirada del suelo lo siguió hasta el sofá. Jörg aprovecho para apagar las luces y efectivamente poner una dvd, pero no uno cualquiera, al mayor le gustaba excitarse primero con un poco de pornografía, y dado que tenía la oportunidad, lo haría.

 

El menor se estaba sintiendo muy enfermo, pero continuó andando hasta quedar de pie frente a su padre, esperando alguna indicación, pero esta no llegó. Sin avisarle lo jalo hacia él y lo sentó en sus piernas, paso su brazo por encima de su vientre apretándolo hacía sí, en un claro gesto de posesión, Bill era suyo y de nadie más; sin poder contenerse le olió el cabello.

 

— ¿Cómo te ha ido en la escuela Billy? —le preguntó mientras lo acariciaba por encima de la sudadera que llevaba puesta. No supo si realmente quería que contestará, pero al no ser reprendido pero su falta de respuesta supo que lo único que debía hacer era mantenerse en silencio y quedarse muy quieto.

 

Las preguntas siguientes Bill dejó de escucharlas, su mente se había perdido, eso solamente pasaba cuando la cantidad de estrés era tanta que doblegaba al menor. Podía sentir todo, pero al mismo tiempo no, era como estar lejos de su cuerpo y verlo desde fuera, todo parecía menos real.

 

Cuando se estaba dando cuenta la mitad de su ropa ya estaba en el suelo, botada sin cuidado y estaba sintiendo mucho frío. La luz de la pantalla era lo único que alumbraba la sala y eso hacía que Bill se sintiera un poco mejor, no ver lo que ocurría lo ayudaba a ponerse relajado, sin embargo, no podía dejar de escuchar los gemidos fingidos provenientes de ella, había visto pornografía solo contadas veces y todas y cada una habían sido en compañía de su padre. Ver esas escenas solo lo hacían sentir más sucio y culpable de lo habitual.

 

Así que, como acostumbraba cerró los ojos, concentrándose en cosas bonitas que lo ayudaban a perderse un poquito de lo que estaba pasando, sin embargo, no duró mucho, pues la voz de Jörg lo trajo de vuelta a la realidad.

 

— Eres tan bonito Billy… —alagó mientras repartía besos por su pecho—. Tan lindo… Te amo mucho…

 

Bill volvió a sentir ganas de llorar al escuchar eso, porque a pesar de esas lindas palabras, todo aquello se sentía mal y erróneo, así que se mordió los labios para no hacer ruido, todo estaba saliendo relativamente bien y no quería arruinarlo. Pero su aparente clama se vio afectada cuando sintió los pantalones más flojos de lo normal.

 

Llevo las manos sin pensarlo hacia la cinturilla de su pantalón y lo sostuvo con mucha fuerza. Por la mirada que su padre le dio supo que todo iba a terminar mal.

 

***

Bill había estado recostado bocabajo en el sofá por mucho tiempo antes de que Jörg le ordenara que se vistiera, y a pesar de todo el dolor lo hizo, porque no quería que Tom llegara y lo encontrara así.

Vio cómo su padre se tomaba su sexto trago antes de sentarse a su lado y abrazarlo, Bill había luchado contra todo su ser para no alejarlo y escapar de ahí. Jörg le pidió perdón muchas veces, por haberlo lastimado tanto, Bill las aceptó enseguida, después de todo, si lo había lastimado de esa forma era solamente por su falta de disciplina y su increíble habilidad para hacerlo enojar. Al fin al cabo era culpa del pelinegro, no podía darse el lujo de hacerse el difícil.

Jörg lo apretó contra sí muy fuerte, pegando su espalda a su pecho, para acariciarlo por los muslos y el vientre un rato, solo para saciarse de esa ansiedad que le daba cada vez que veía el cuerpo de su hijo; le repartió besos por todo el rostro y justo cuando estaba por besarlo en la boca, Tom apareció por la puerta de entrada. Bill se alejó lo más rápido que pudo de su padre, con el corazón acelerado, el mayor simplemente se levantó, tambaleándose un poco por la cantidad de alcohol en su sistema y desapareció por las escaleras.

No saludó a Tom y no se despidió de Bill, simplemente se fue, y el mayor de los gemelos se preguntó qué era lo que había estado pasando antes de su llegada para que Bill pareciera tan derrotado y triste.

El pelinegro sintió la necesidad de explicarse, pero tenía la garganta tan rota que le daba miedo que su voz sonara horrible. Además, no tenía muchas ganas de hablar con Tom, estaba enojado con él, y sólo deseaba poder irse a su cuarto, darse una ducha muy larga y luego dormir, si es que las imágenes de hace unas horas se lo permitían.

— ¿Qué pasó Bill? —preguntó con la esperanza de que su gemelo no estuviera muy molesto con él y le contara porque se veía tan mal.

El menor simplemente negó antes de levantarse con más lentitud de la que hubiera querido. Tom dio un paso hacia él queriendo ayudarlo, pero no se dejó y sólo se alejó.

— Bill… ¿Papá estaba borracho? ¿Te lastimo? —preguntó con miedo de escuchar la respuesta, pues Bill tenía la misma cara que ponía su madre cuando Jörg la golpeaba y ellos eran niños.

— No. —susurró.

— ¿Seguro…? Bill, parece que te ha dado una paliza… —el menor sintió como si fuera a echarse a llorar, pero se contuvo mordiéndose los labios—. Si te lastimó podemos decirle a mamá y…

— No —repitió esta vez con más fuerza—. Te pedí que no me dejaras solo hoy.

— Si estas molesto por eso… podemos salir mañana… Yo lo lamento… es que Georg…

— Solo te pedí que no me dejaras… Te lo pedí muchas veces… —lo interrumpió, con la mandíbula apretada, se estaba sintiendo muy enojado de pronto—. Nunca te pido nada Tom… Y tú te fuiste y ni siquiera avisaste…

— Bill podemos salir otro día… Hombre, no te pongas así…

— No vamos a salir otro día… —contestó con la voz más sería y Tom sintió una presión en el pecho, se sentía culpable al escucharlo con la voz tan afectada, pero es que Georg había sido muy convincente, en realidad nunca pensó que Bill fuera a ponerse así, no creyó que fuera a lastimarle por hacer aquello, pues la mayoría del tiempo su hermano parecía querer evitarlo a toda costa, así que no creyó que abandonarlo fuera a ser tan malo. Se había equivocado.

— ¿De qué hablas Bill? —pregunto con confusión y cierto miedo por su tono.

— No te preocupes… No vas a tener que salir conmigo nunca más… Te lo prometo. —el menor se giró y caminó en dirección a su cuarto. Había tomado una decisión, y Tom lo supo, esa vez si la había jodido.

Sólo que en ese momento no sabía cuánta razón tenían sus palabras y cuan devastadoras eran.


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