Día 26: De a dos
Y al final no me acosté con Jonathan, porque la voz de Leticia ganó en mi cabeza y terminé siendo una buena persona. Vaya mierda.
Después me arrepentí un poco, pero intenté imaginar cuánto mejor sería tener una relación verdadera con un muchacho y no tan solo unos minutos de pasión.
Al otro día me levanté temprano producto de una pesadilla. En ella, tanto el vendedor de dulces como Lorenzo, se habían enamorado de mí. Esa parte era genial, tan solo que como no quería perder a ninguno de los dos, llevé una relación con ambos. Todo hermoso, dos chicos atractivos estaban conmigo y podía cambiar cuando me cansaba. La pesadilla comenzó en el momento en que ambos se volvían a encontrar y como si nada hubiera sucedido, se olvidaban de mí para seguir los dos juntos, para retomar su noviazgo.
Desperté muy agitado, esa sería una situación horrible en la vida real. En la vida de Nicolás, pero ahora soy otra persona, más joven y sin nada qué perder.
Me levanté muy entusiasmado. Porque no voy a cometer los mismos errores de antes. Mi yo anterior, hubiera salido corriendo de tal dilema, tan solo que ahora voy a seguir y si llegan a descubrirme, hasta les voy a pedir un trío.
-Hola guapo... - saludé a Lorenzo al llegar al mercado.
El chico no me respondió y es que estaba cabizbajo.
-¿Te sientes bien? - pregunté al verle con pena.
De la nada, el chico me abrazó y lloró en mi hombro, sacando afuera todo lo que tenía contenido en su pecho.
-Mi ex... El muy desgraciado me dijo que había conocido a otra persona y que estaba muy interesado en él.... - dijo sollozando.
-¿En serio? - sonreí de alegría y es que podría referirse a mí.
El garzón me quedó mirando raro y es que si soy su amigo, debería empatizar con su dolor.
-Que mal hombre... Por eso no tienes que confiar en ese tipo de gente... Pero, ¿por qué te afecta tanto? ¿Todavía lo quieres? - me causó extrañeza.
Y esas palabras fueron como meterle un cuchillo en el estómago, porque se largó a llorar con mucha más energía.
-Creo que sí.... Todavía no puedo olvidarlo... Lo amo... - dijo afligido.
Maldito desgraciado, se suponía que estaba interesado en mí y al final solo soy una distracción para olvidar a su pareja anterior. Me alegra que Jonathan haya conocido a otro... Ay mierda, verdad que soy yo. Se me olvida.
-Mira, lo mejor en estos casos, es olvidarlo saliendo con otra persona... ¿Conoces a alguien que te pueda ayudar? - le aconsejé fingiendo un poco.
-A ver... No, nadie me quiere... - seguía llorando la María Magdalena.
Si será estúpido, ese era el momento en que me tenía que mirar a los ojos y solicitar mi ayuda. Fingiríamos una relación y de a poco, mientras me meto con Jonathan también, él se enamoraría de mí. Ambos me amarían y al darse cuenta que no pueden vivir sin mí, nos casaríamos los tres para vivir el resto de nuestras vidas felices.
Te amo, Nicolás...
Yo también te amo, Nicolás...
Yo también los amo, hombres con pene...
Sería el mejor final para mi historia romántica. Don Nicolás y sus dos vergones.
-Si quieres yo puedo ayudarte a pasar las penas... - fui directo al grano.
-¿Harías eso por mí? - se alegró un momento.
Asentí con la cabeza. Después de eso, hice mi gran jugada y lo besé, por segunda vez.
Este podría ser el inicio se una historia de amor, sería la escena perfecta, tan solo que el tarado comió algo con ajo y le apestaba la boca como puerco. Obviando eso, todo había salido perfecto. Ahora solo me falta conseguir a mi amante vendedor callejero.