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Ni tan casados por jotaceh

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Día 29: Mis mejores deseos

 

Me acuerdo cuando era un niño y salió un nuevo producto. Era un  jugo con leche, era como mezclar lo mejor de dos mundos. O algo así era el eslogan de la promoción. Todo bien, pero cuando intenté hacer lo mismo en mi casa, mezclar leche de vaca con jugo de pera, fue un tremendo desastre. No porque el trago haya quedado mal, sino porque me dio diarrea.

¿A qué voy con todo esto? Que ahora me siento igual que cuando niño. Estoy entre dos hombres que me gustan mucho. Uno es salvaje y erótico, despierta todas mis pasiones. Mientras que el otro es tierno y romántico, de esos que te gustaría llevar al altar. Y no lo digo como un sacerdote con los monaguillos.

Pero voy a dejar algo bien en claro. Esta vez no pienso mezclar lo mejor de dos mundos. No señor, voy a tenerlos bien separados y conseguir lo mejor de cada uno. Si al final, me quedan unos cuántos años para disfrutar antes que me salgan pelos en las orejas.

En el trabajo  coqueteo con Lorenzo, y él hace lo mismo, porque después del desplante de su ex, está decidido a olvidar lo, se supone.

-Te invito a tomar un helado.... - me dijo el otro día al salir de la jornada.

Supuse que me llevaría a una heladería, que nos sentaríamos en un sofá y él posaría su brazo sobre mi hombro. Yo me haría el sorprendido y actuaría tímido, aunque lo único que quiero es zamparme su verga. Sería nuestra primera cita, y como siempre, nada sucedió como yo creía.

-Mami, mamita.... ¿La quiere durita?... No se enoje, mire que le hablo del helado... - gritaba el sujeto de apariencia vulgar.

-Me da dos... - le dijo Lorenzo.

El muy desgraciado me había invitado a tomar helado, pero de esos de agua que venden en la calle. ¿Qué vendría después? ¿Subir el cerro para ver la puesta de sol? Porque esa es la alternativa gratuita al cine.

Y claro, no van a saber lo mucho que me costó subir ese montecito, me dolían todas las piernas.

-No, yo me quedo aquí... No pienso subir para ver la maldita puesta de sol... - Con Jonathan voy a la plaza y veo las estrellas.

-Está bien, yo solo quería mostrarte algo bonito... - dijo el garzón con cara de pena, como de cachorro apaleado.

-Vale, sigamos.... - tuve que retractarme.

Casi sin aliento subimos hasta la cima, y desde ahí se veía gran parte de la ciudad. Muy a lo lejos estaban los grandes edificios de cristal, como la torre Palmer. Se veían en el horizonte, tan lejos como mi chance de tener sexo con Lorenzo.

Cerca del cerro estaban nuestros barrios, esos de casas pequeñas, muchas de madera y techo de lata. Las calles angostas y sin árboles, un desierto de casitas pobres.

-Mira al fondo... El sol se está poniendo..-me dijo cuando nos sentamos en la tierra.

-Todo se ve más bello con esta luz, la vida parece más hermosa... Me gusta venir aquí y contemplar la creación... - ay no, algo me olía mal en todo eso.

-Acá venías con ti ex, ¿verdad? - le pregunté directamente.

Su llanto me comprobó que tenía razón, después me confesó que de hecho, en ese mismo lugar le había pedido ser su novio a Jonathan.

Como perra con rabia, tomé mis cosas y me fui del lugar. Me habían herido el orgullo.

-Quédate con  tu ex entonces... Mamón... - le grité antes de irme con todo el veneno por dentro.

Uno le quiere coquetear y el muy tarado solo piensa en su ex pareja. Pero eso no se iba a quedar así. Ah no señores, me iba a sacar de encima toda la humillación.

Me fui caminando directo hasta el paradero donde trabaja Jonathan.

-Hola guapo, ¿qué quieres? - me coqueteó de inmediato.

-No tengo el trasero muy abierto, necesito que me lo abran... Vamos detrás de ese árbol, ya tengo lubricante y condones... - le dije sutilmente.

El chico no lo pensó dos veces y dejó de lado sus caramelos, para llevarme detrás de los árboles, bajarme los pantalones, los calzoncillos de Hello Kitty, abrirme las nalgas y meterme de una sola vez toda su verga lubricada.

Me dolió, sí, pero más me dolió que mi Lorenzo esté enamorado todavía de mi Jonathan. ¿Por qué no se enamoran los dos de mi mejor? Nos penetramos todos, nos chupamos las orejas y vivimos felices, comiendo perdices.

 


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