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Ni tan casados por jotaceh

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Día 34: Bar de osos

Como hice un escándalo en el mercado, decidí renunciar al trabajo. De todos modos la jefa no me dejaría estar allí luego de lo que hice, y tampoco quería soportar a Lorenzo, quien me recriminaría por lo que pasó con su eterno amado.

-¿Y ahora qué? ¿Vas a querer regresar a la vida de siempre? - me preguntó Leticia tras contarle lo sucedido.

-Claro que no, hicimos todo esto para empezar desde cero y no voy a dejar pasar la oportunidad... Me dediqué a buscar solo sexo, y ese fue mi error... Desde ahora buscaré revivir mi juventud... Lo prometo... - es lo que deseo hacer ahora.

Pero, ¿cómo lograrlo? Me puse a pensar en todo aquello que no hice cuando era joven por culpa del miedo, y de haberle pedido matrimonio a Leti tan pronto.

Así me di cuenta que nunca había tenido amigos de verdad, que no había ido a discos gay y que era eso lo que deseaba conseguir. Aunque no tenía muy claro la forma.

-A ver... Es difícil hacer amigos... Y tendrían que ser maricas para que te acompañen a esas discotecas... Creo que lo mejor que puedes hacer es trabajar en una, vas a estar rodeado de hombres homosexuales, harás amigos y coquetearás todo lo que quieras.... - fue la brillante idea de Gabriela.

La gorda tenía razón, era la mejor forma de introducirme al submundo fleto y es mucho más sano que meterme con dos chicos que fueron pareja. Y recalco lo de fueron, porque espero que después de lo que hice, no regresen jamás.

Al día siguiente, busqué por Internet todas las discotecas gay de la ciudad. Supe las direcciones y decidí ir a todas ellas para buscar trabajo.

-¿Sabes bailar arriba del cubo? - me preguntaron en la primera.

Me rechazaron porque solo necesitan a un tipo que se mostrara frente a todos, coqueteara y pusiera en honda al resto. Yo no calzaba.

-¿Has hecho pole dance? - el siguiente lugar fue más lejos.

Tampoco me aceptaron y es que querían a un símbolo sexual que excitara a la audiencia. No soy eso.

-¿Sabes hacer tragos? - en el siguiente querían a un barman. Tampoco calificaba.

Estaba derrotado, nadie quería mis servicios, hasta que llegué al lugar indicado.

-¿Sabes limpiar el piso? - me preguntó la mujer a cargo.

-No debe ser muy difícil... - contesté.

-Contratado... - señaló la señora.

Y así conseguí mi trabajo en un pequeño bar de osos. Sí, como oyen, fue en el único antro que me aceptaron, un pub pequeño, escondido en las calles del centro de la ciudad, sin mucha ventilación, rodeado de hombres mayores, grandes y peludos, que fumaban y bebían sin control.

-Mira, vamos a ser sinceros... Estos viejos son muy cerdos y siempre botan comida al piso, o vomitan en el pasillo camino al baño... Tu trabajo será tener todo limpio para estos cerdos, ¿entendido? - fueron las instrucciones de mi nueva jefa, para luego darme mi uniforme.

Así terminé esa tarde, con un oberol azul, muy grande que pertenecía al gordo que trabajaba en esto antes que yo, con una mopa en la mano y al lado de un balde con agua y cloro. Sin muchas ganas comencé a limpiar el piso, mientras llegaba gente.

-¿Y este quién es? - preguntó alterado el primer flaco que vi llegar al bar.

-Se llama Nicolás, es el nuevo asistente de limpieza... - le gritó la jefa a quien luego sabría es uno de los barman.

-Hola tú... Mira, voy a ser directo... La reina de este lugar soy yo, todos los clientes me adoran porque soy hermoso, joven y divertido... Los osos jóvenes son para mí, los viejos te los puedo dejar como limosna... Los ricos son para mí, y los pobres quizás para ti, a menos que sean guapos o jóvenes... ¿Ok- habló la diva meneando las manos y hablando con un tono muy agudo.

Pensé que ese tipo de personas solo eran estereotipos de la televisión, pero ahí estaba frente a una yegua loca loca.

-En fin, me llamó Mauricio, pero para ti soy la señora Mauri ¿entendido? - solo atiné a asentir con la cabeza.

Toda la situación fue extraña, pero supongo que no hay inicios buenos, pero el mío fue horrible, porque no van a creer quién llegó después.

-¡Amiga! Necesito un consejo... - llegó corriendo un joven al bar.

No era viejo, no era gordo, no era oso, era Jonathan.

-¿Qué haces tú aquí? - se alteró el vendedor cuando me vio en el lugar.

-A ver....¿Ustedes se conocen? - preguntó la señora Mauri.

-Claro, éste es el desgraciado que me quitó a mí Lorenzo... La yegua que se metió con ambos... - le confesó alterado a su amigo barman.

La yegua loca de Mauricio abrió los ojos como si le hubieran metido la polla de una sola vez y se levantó de su asiento de descanso en la barra para caminar hasta mí y mirarme con desprecio.

-Eres de lo peor, desde que te vi supe que no eras de fiar... - fruncía la boca como vieja  tomando jugo de limón.

-Por favor, conociendo a ese tarado y viéndote a ti, sé perfectamente que han follado... ¿A quién quieren engañar? Si eres igual, o más puta que yo... - los encaré porque me cansaron.

-Yo los he visto en el baño... - comentó uno de los osos ahí presentes.

Y ahí quedaron las dos yeguas, negras como carbón porque las había atrapado.

Respiré hondo y seguí limpiando el piso. Es obvio que ambos van a seguir molestando, pero continuaré ahí, porque... Se me ocurrió la brillante idea de dejar todo mi dinero en depósito al banco por tres meses y no puedo tocar los billetes hasta ese plazo. Así que necesito el dinero del sueldo para comer.

 


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