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Ni tan casados por jotaceh

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Día 42: Ya saben todo

 

¿Han sentido alguna vez que todo sería más fácil si fuéramos un árbol? Pues eso sentía yo en ese momento, envidiaba al pino que estaba a mi espalda, el pobre no tenía que conquistar a alguien para amar, no tenía que mentir y es que ni siquiera tiene boca, no puede hablar. ¿Por qué no nací con raíces?

En fin, estaba en un gran aprieto y no llegaría ningún superhéroe a ayudarme, ni que existiera Súpermarica o Pussyman. ¿Qué iba a decir o hacer teniendo a esos tres ahí?

Uno creía que yo era pobre, que vivía con unas amigas y que, aunque antes fui promiscuo, ahora podíamos iniciar una linda relación. Otro estaba furioso conmigo porque le quité a su novio, después de haber estado con ambos y de haberle pedido que se hiciera pasar por el padre irresponsable y narcotraficante de la bendición que espera Leticia. Mientras que el último me conoce desde hace años, sabe que soy ginecólogo y que estoy casado con la embarazada, a él le mentimos y el muy tarado le dio dinero al vendedor de dulces para que se separada de su hijo, el que jamás podría ser suyo porque le gustan las vaginas como a un gato el agua.

- ¿Qué haces tú aquí?... Delincuente de mierda, en realidad creí que eras el amante de Leticia, por eso te di esos cinco millones... Ahora quiero que me los devuelvas...- Claudio fue el primero en reaccionar. Tomó a Jonathan de su camisa para amenazarle, ése nunca olvida temas de dinero.

-¿Cinco millones?.... ¿Tanto dinero? - Lorenzo estaba sorprendido, aunque todavía no comprendía nada.

-Creo que lo mejor será que nos vayamos, no soy partidario de las peleas...-quería alejar a mi lindo garzón de esos dos, porque iban a arruinar mi chance.

-No, no... yo te puedo explicar...- Jonathan estaba muy asustado, mostrando toda la pluma, como conejito asustado. –Ése de ahí me convenció, yo nunca tuve nada que ver con la mujer ésa.... Y el dinero... el dinero... ya me lo gasté, no te lo puedo devolver, soy muy pobre...-y hace tiempo me preguntaba qué había hecho con tantos billetes.

-Ya sé que no tienes nada que ver con Leticia, que eres maricón y que le comías el culo a ese otro joto de allá...- Claudio desbordaba homofobia.

-Vaya, todos saben de su infidelidad...- comentó triste Lorenzo, parecía perrito apaleado. Me dieron ganas de apapacharlo enterito.

-¿Acaso no te da vergüenza? Tienes treinta años, dejaste a tu esposa y tu profesión, para ir a los barrios pobres y aprovecharte de estos tarados que hacen todo por dinero... A ver, ¿cuánto le has pagado a este nuevo?... ¿Qué te gusta que te hagan? ¿Te gusta que te traten de perra?- sin soltar a Jonathan, mi antiguo amigo me atacó con su odio.

-Espera... espera... hay algo que no me cuadra... ¿Treinta? ¿Profesión? ¿Esposa?- el vendedor de dulces, se había dado cuenta que Claudio había dicho toda la verdad sobre mí, si es que no olvidó ningún detalle.

-¿Nico? ¿De qué está hablando este sujeto? - Lorenzo me miraba con extrañeza.

-A la mierda, así que también les has mentido a ellos... ¿Te hiciste pasar por otra persona? Qué patético eres...- mi antiguo amigo no se medía ni un poco contra mí.

Ahí comprendí que no llegaría a ningún lugar, que al final todas las mentiras salen a la luz y que no ganaba nada si mantenía esa fantasía. Me habían descubierto. Agaché la cabeza y me di por vencido.

-Está bien, lo admito, todo lo que les he dicho es una farsa... Sí me llamo Nicolás, pero no tengo veinticinco, sino que treinta... Hace diez años me casé con mi mejor amiga, con quien comencé un noviazgo tratando de ocultar que en realidad soy gay...Quería recobrar el tiempo perdido, volver a mi juventud y hacer todo lo que me había perdido, pero ya me percaté que eso es imposible... La mujer que vive conmigo es mi exesposa, con quien seguimos siendo buenos amigos... Lo siento por haberles mentido...- confesé intentando no llorar, pero al no lograrlo, decidí irme corriendo, ya era mucha humillación por un solo día.

Corrí por el parque como novia plantada en el altar, llorando desconsolado. Sin percatarme, tropecé con una persona.

-Disculpe...-dije intentando ocultar mi rostro, no quería que se diera cuenta de mi tristeza.

Me quedé parado ahí, esperando que ese hombre o mujer se marchara, pero no lo hacía.

-Pero que tonto, le pidió disculpas a una estatua...- un niñito comenzó a reírse de mí.

Solo en ese momento levanté la cabeza y vi la estatua de concreto que estaba plantada en medio del parque. ¡Qué vergüenza!

Seguí corriendo después de eso, cuando volví a tropezar. ¡Malditas estatuas! Pensé, iba a seguir sin disculparme, porque se trataba de algo inanimado, cuando la cosa esa me tomó del brazo y yo quedé petrificado. ¡Que esa mierda se estaba moviendo! Me morí de miedo, estuve a punto de hacerme en los calzones, cuando escuché una voz familiar.

-No llores, menso... si igual me gustan mayores...- era el lindo de Lorenzo.

Su sonrisa me pareció la estrella más brillante del firmamento. Él estaba ahí, frente a mí, después de saber toda la verdad, de enterarse que le había mentido una vez más y no le importaba.

-Tengo treinta y soy ginecólogo... mi mejor amiga era mi esposa y mi otra mejor amiga es una pervertida que le gustaría vernos teniendo sexo...- no quería tener ningún otro secreto con él.

-¿Y? Nada de eso cambia lo que siento por ti... Me gustas, no sé por qué en realidad... siento una atracción extraña por ti y ya pasé por esa etapa en la que necesito confirmar que quiero estar contigo... - intentó justificarse.

-Gracias...- le sonreí, me alegraban mucho sus palabras.

Y en ese momento, me dio un beso en la boca. No fue el mejor, ni siquiera tuvo lengua, pero fue tierno, bastante lindo, como de niño que se enamoró en primaria. Conocer a Lorenzo fue en realidad lo mejor que me ha sucedido, fue una racha de buena suerte. 

 


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