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Ni tan casados por jotaceh

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Día 57: Ganso con desmayo

 

Estuve una semana sin poder sentarme, me dolía hasta lo más profundo de mi alma. Prometo que nunca más en mi vida comeré un estúpido pepino.

-¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Vas a resignarte con tu primo?- me preguntó Gabriela cuando ya me vio bien de salud.

-Claro que no, por fin he encontrado una diversión este pueblo de mierda y lo voy a aprovechar... Ya verás que caerá...- estoy decidido a ello.

Necesito un consejo profesional, por lo que decidí ir hasta el prostíbulo para hablar con Clarisa. Así, aprovechaba también de ver cómo se estaba gestando el bebé en su vientre.

La cabrona que regenta el prostíbulo me dejó entrar hasta su habitación, donde la encontré recostada en la oscuridad.

-Hola, ¿cómo estás?- entré hasta su pequeño cuarto de madera.

Pude sentir la humedad que imperaba en el lugar. El espacio era reducido, apenas entraba una cama. Al fondo había una ventana diminuta que apenas permitía que ingresaran unos escuetos rayos de luz. Todo allí era deprimente.

-Hola... Nunca nadie viene a verme... - me dijo levantándose y sonriendo nerviosa.

-¿No tienes familia? - le pregunté.

-No, soy huérfana... - parecía que toda su vida era triste.

¿Cómo le iba a pedir consejo si la veía tan mal? Preferí ocupar ese tiempo para hacerle compañía e intentar que se sintiera bien.

-Y cuéntame... ¿Quién es el padre del bebé? ¿Tienes una relación con él? - quise saber de algo bonito que tuviera por lo menos.

Al rato, tras ver su cara de desconcierto, me percaté que había sido ridícula mi pregunta y es que ella es prostituta, por lo que cualquier cliente podría haberla embarazado y obviamente no tenía ninguna relación amorosa.

-Disculpa... Pero ¿tienes algún amigo? - a alguien debería tener en este mundo.

-¿Quién va a ser amiga de alguien tan feo? En el orfanato siempre se burlaban de mí, nadie quería estar cerca porque les daba asco... - y me partió el corazón con esas palabras.

Verla ahí, en un rincón miserable diciendo aquello tan triste, no dándome ningún indicio de haber sido feliz en su vida, me destruyó el alma. ¿Cómo puede haber personas que sufren tanto? 

-Y después que adopte a tu hijo... ¿Qué vas a hacer? - tal vez buscaría algo mejor.

-Seguiré trabajando en lo mismo, en ningún otro lugar me han dado trabajo y un hogar. Si no estoy aquí, quedaría en la calle... Por lo menos el cielo me permitirá saber que mi hijo será feliz... - ay, que se me escapó una lagrimita. 


-¡¿Qué hiciste qué?! - Gaby me gritó tan fuerte que la mansión entera se enteró.

Le tuve que contar a mi amiga que le prometí a Clarisa que no solo adoptaría a su hijo, sino que a ella también. Tendré mucho dinero, ¿por qué no puedo compartirlo con otros? Especialmente con quien tanto ha sufrido.

-Mira, si quieres una mascota fea podemos adoptar una iguana... Pero a esa cosa no... - ella estaba muy enojada.

-¿Por qué te enfada tanto la idea? ¿Qué tienes en contra de la pobrecita? - la gorda no suele ser mala persona.

Me observó bastante mal, gruñó cual perro antes de responderme.

-Estoy segura que me vas a cambiar por ella, que la harás tú mejor amiga y que me vas a dejar de lado...-si es tan tierna cuando quiere.

-Claro que no mensa, tengo mucho amor en mi corazón para todas... - la abracé muy fuerte, aunque no pude rodearla por completo.

Al final quedamos en que ella no se colocaría tan celosa, y es que al final todos podemos ser una gran familia. Rara, pero familia.

Estaba muy feliz por mi buena obra, caminaba a la cocina, cuando me encontré de frente con el descarado de Florencio.

-Todavía estoy esperando mi tratamiento... - me dijo el viejo verde.

-Pues no lo voy a hacer... Olvídalo... - dije tajante.

-Bueno... Pero si no lo haces voy a tener que revelar lo que he averiguado... Que esa gorda de allá arriba no es tu esposa, que la verdadera está en la capital y que por ende, no van a ser padres... Ah, y ni hablar de contar que eres gay... - sacó las garras la desgraciada.

Me dio mucha rabia escucharle hablar, pero estaba en sus manos. El viejo tenía razón, sabía un secreto que de saberse pondría en riesgo mi herencia, y con ello, el futuro de Clarisa y su hijo. ¿Qué podía hacer? Tuve que ceder.

No es muy grato contar esto, porque sigo teniendo pesadillas cada vez que me acuerdo. Fue lo más cercano que he estado de una violación.

Tuve que entrar a su cuarto, el cual cerró con llave, no quería que nadie entrara de improviso. Después se lanzó contra mí, besando mi cuello y acariciando mi entrepierna. Era como si un demonio quisiera quitarme el alma.

-Relájate... Si te va a gustar... - me susurró al oído.

Intenté pensar en otra cosa, en hombres guapos, en sus espaldas grandes, sus brazos poderosos y en sus entrepiernas. Tenía que hacer lo que quería ese monstruo que se suponía mi tío.

Al rato me quitó la ropa, lamiéndome la piel hasta que llegó a mi pene, con el que se entretuvo un buen rato. Quería complacer al viejo para que no revelara la verdad, tan solo que le daba tanto asco que mi erección cayó.

-¿Qué es esto?... ¿Acaso no se te puede parar como a un hombre? - Florencio se enojó.

-Que no me gusta ser activo... - le respondí enojado.

-Entonces no me sirves... Maricón... Fleto... Afeminado.... Joto... - y no escuché más groserías porque me puse la ropa y me fui.

Y así dicen que los gatillazos son malos, en mi caso, el hecho que se haya desmayado el ganso fue mi salvación. ¡Dios bendiga la disfunción erectil! 

 


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