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Ni tan casados por jotaceh

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Día 71: Por la ventana

 

Pasaron un par de horas hasta que del hall central me llamaron para informarme que tenía una visita. Ah no, estaba seguro que era Manuel o Claudio que querían pedirme perdón, pero no, porque soy yo quien ahora se hará el difícil.

-¿De quién se trata?- consulté sin interés aparente.

-Le busca don Getulio...- dijo la señorita.

¿Qué? ¿Quién mierda tiene ese nombre tan...? Y en ese momento recordé que se trataba del esposo de la señora Mauri, pero, ¿qué quería conmigo?

-Hágalo pasar por favor...-di la instrucción, aunque no estaba muy seguro. Nada que venga de esa víbora puede ser bueno.

Esperé a que la visita subiera por el ascensor, mientras imaginaba cómo sería aquel hombre y es que para casarse con el sujeto ese, debe ser alguien muy desesperado.¿O no? Y es que la muy perra había engatusado a dos papasotes ella sola, ¿cómo lo hace? ¿Cuál es su secreto?

No pude seguir con mis conjeturas, porque el viejo tocó a la puerta. Respiré profundo antes de jalar la perilla y abrir la estructura de madera. Y por fin, tenía frente a mí al marido de la roba amantes y era todo lo que me esperaba, un viejo de mierda.

-Hola guapo, vengo a vengarme...-dijo el anciano antes de besarme en la boca.

Se trataba de todo un vejestorio, un hombre sin cabello en la cabeza, con grandes lentes de aumento exagerado, boca chupada que daba a entender que esos no eran sus dientes de verdad. Toda su piel estaba arrugada, me atrevería a decir que hasta sus orejas estaban como pasas. Y para qué hablar de su ropa, llevaba el pantalón hasta más arriba del ombligo, podría ser que a la altura de los pezones, si es que no se le habían caído.

Y eso no fue lo peor, porque su beso fue como colocar los labios en el tubo de la aspiradora. Me succionó todo e introdujo su lengua reseca en mi boca como si se tratara de una trucha ahumada.

-Lo siento, es que no me controlo... Ya sabes, así somos los hombres ardientes... gatito...- y me guiñó el ojo el muy descarado.

Había sido lo más horrible que me había pasado, incluso peor que el hombre burro que me dejó en el hospital, o el gordo con pene de bulldozer. Y lo peor es que se creía un galán, ¿con qué ropa? Si es horrendo. Me quedé congelado con la puerta en la mano mientras el viejo entraba como Pedro por su casa a la suite.

-Mira, iré al grano... Mauricio me dejó por dos hombres que se suponían eran tus amantes... y como ellos fueron capaces de engañarnos, te propongo que nos venguemos... Tengamos sexo y saquemos celos en esos infelices... ¿qué te parece, baby?- me quedé igual de pasmado que Manuel, mi cerebro se había atrofiado con tanta estupidez.

-Nico... que te está ofreciendo sexo...- apareció Clarisa, quien parece había escuchado todo.

No podía creer que eso fuera real. Me encanta que me ofrezcan idilios y todo eso, tan solo que no una uva pasa, por favor, que entre tantos pliegues de piel ni siquiera debe encontrarse el pito.

-¿Estás de acuerdo?- insistía Getulio.

¿Qué debía hacer? Estaba en la misma situación que el anciano, nos habían engañado y aunque sabía que no daríamos celos a nadie, solo podríamos dar pena y quizás, un poco de asco, decidí aceptar. Total, no tenía nada más interesante que hacer.

-Está bien viejito... Toma tus viagras y ven a mi cuarto...- acepté caminando a mi cama.

El esposo de la señora Mauri me hizo caso muy entusiasmado, y llevando sus manos a su cinturón de cuero, se bajó los pantalones decidido a follar como si fuera todo un adolescente. Quien sabe, quizás tenía el síndrome de Benjamin Button y era joven por dentro.

Getulio se sacó el pantalón, la camisa, los calcetines, la camisa de franela, los suspensores, el cinturón, la cadenita de Santa Pancracia, porque según él "no podía ver el pecado". Y tras eso, se acostó en la cama con las manos en la nuca y algo que parecía una erección.

Nico, piensa que por lo menos no te va doler... es demasiado chica... pasaba esa idea por mi cabeza justo antes de desnudarme.

Intenté ser sensual y sacarme la ropa con toda la pasión que podía producir, intentando recordar a los guapos con quienes he follado. Esta sería una misión difícil, pero no imposible. Terminé desnudo y para impresionar a mi compañero, decidí acercarme como un felino hasta el viejo. Le miré con lujuria, como si realmente me calentara.

-Eres hermoso...-dijo la momia, aunque no tenía cómo saber si me veía bien, porque sin esos lentes horrorosos no veía ni mierda.

Mi primer contacto con Getulio fue cuando besé sus pies, quería ir lento y besarle de a poco su piel, la misma que sabía a ungüento para el reumatismo. Sabía que lo excitaría con mi técnica de lamer pies, por eso levanté la mirada para ver su deleite, tan solo que en vez de encontrarme con eso, vi como el pobre daba su último suspiro. Que el viejo había estirado la pata, le había fallado el motor y ahora estaba muerto en mi cama, en bolas y con los pies repletos de mi saliva.

-¡Lo maté!- grité desesperado y es que no sabía que duraría tan poco, si tampoco era tan, tan anciano.

Mi grito alertó a Clarisa, quien de inmediato fue hasta el cuarto para saber qué había ocurrido.

-Rayos.. ¿está muerto?- me preguntó asustada.

-Sí.... se fundió...- y es que no se movía.

Mierda, que las cosas no podían ir tan mal, esto ya había sido demasiado. Ahora resultaba que tenía tan mala suerte que mataba gente.

-¿Qué vamos a hacer con el cadáver?- le pregunté a la fea.

-Tenemos que llamar a la policía...- mencionó la mujer mirándome con sorpresa, como si eso fuera lo más obvio.

-Claro que no... no quiero pasar la vergüenza de reconocer que me iba a acostar con un sujeto tan horrendo... No, eso no... Mira, vamos a vestir al viejito, lo vamos a dejar en el pasillo y que crean que le dio un patatús así, de pronto... total es tan anciano que nadie sospechará...- era lo mejor que podíamos hacer.

- ¿Qué? ¿Y cómo vas a explicar la erección? Todavía no se le baja... eso ya quedó parado...- comentó pesimista como siempre.

-Quizás era necrofílico y le excitaba la muerte.... Ay, qué se yo... solo ayúdame, mala amiga...- sentencié antes que la chica me mirara mal y aceptara hacer lo que le dije.

Le colocamos toda esa ropa horrenda que traía, lo envolvimos en una sábana para moverlo y lo cargamos hasta la entrada. Aunque era pequeño, pesaba demasiado, así es que lo tuvimos que llevar entre los dos.

Recorríamos la sala de estar de la suite cuando de pronto ocurrió algo sorprendente, de la nada, Getulio suspiró profundamente y es que no se había muerto, tan solo que me asustó de tal manera que solté la sábana y me tiré hacia atrás.

-Mierda....-recuerdo que fue todo lo que dije cuando me percaté que me había espantado tanto que sin querer, y lo juro que fue así, terminé lanzando al viejo por la ventana.

-¿Qué hiciste?- me reclamó mi amiga.

-¿En qué piso estamos?- es lo que atiné a preguntar al percatarme que el cuerpecito de ese hombre estaría volando por los aires.

-Nico... que estamos en el piso dieciocho...- me recalcó Clarisa.

-¿Y tú crees que resista la caída?- a veces el cuerpo humano puede llegar a sorprender.

-No lo puedo creer... se supone que eres tú el doctor, ¿cómo no te diste cuenta que no estaba muerto?- me reprochó.

-Bueno... ahora sí debe estarlo...- mi cabeza era un desastre.

Mierda....

Mierda.....

¡¡¡¡¡¡¡MIERDA!!!!!!

Que ahora de caliente desesperado, me he convertido en un asesino. ¡Que he matado a un pobre anciano! Lo he tirado por la ventana, y con el pito parado.

-No te preocupes... Desde ahora harás lo que yo te diga... De esta saldremos juntos...- me aseguró Clarisa, aunque yo solo pensaba en lo molido que debió haber quedado Getulio tras caer dieciocho pisos. Y tan bonito que lo había vestido. 

 


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