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Ni tan casados por jotaceh

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Día 93: El cuchillo

 

Con mi mejor amiga, y madre de mi hijo, nadie se mete.

Cuando supe que Gianluca había golpeado a Clarisa, una gran rabia me invadió, pero tuve que contenerme para acompañarla en ese momento tan difícil.

-¿Cómo fue todo? - le pregunté cuando se encontraba más calmada.

-Fue un accidente - mencionó sin mirarme a los ojos.

-Nadie se parte la cabeza por accidente. Dí la verdad, ¿desde cuándo te está agrediendo? - era evidente que estaba mintiendo.

Sé que le daba vergüenza y es que pensó por varios minutos si contarme o no lo que había sucedido.

-Es que soy muy insegura y le celaba demasiado. Comprendo que se haya molestado y bueno, en un par de ocasiones perdió el control y me golpeó, pero siempre fue porque yo comenzaba - buscaba justificar a aquel animal, lo que me causaba más ira.

-Aunque hayan discutido, nada le permite levantarte la mano. Eso es inaceptable. ¿Cómo puedes tolerarlo? ¿Acaso no tienes amor propio? - sin querer le grité.

Al segundo después me arrepentí y es que no era el momento para hacerle sentir aún peor.

-Soy fea y por fin un hombre se había fijado en mí. Un hombre guapo, de esos que en otro contexto ni siquiera se fijarían en mí, pero él es diferente, él me eligió y no puedo permitirme perderlo. ¿Entiendes? Nadie más se fijará en una mujer como yo- Clarisa estaba al borde de las lágrimas, sumamente congojada.

No supe qué responderle y es que aunque soy su amigo, en muchas ocasiones le he tratado de fea. Solo en ese momento me di cuenta todo el daño que le había causado sin siquiera quererlo. Muchas veces las palabras dejan cicatrices más profundas que los golpes.

-Descansa, yo me encargaré que nunca estés sola - traté de tranquilizarla hasta que llegó el doctor para curarla.

Sin embargo, no solo llamé al médico, sino que también a la policía.

-¿Qué es lo que sucede ahora? - preguntó el mismo oficial que atendió las riñas con mis vecinos.

-El novio de mi amiga le pegó. Ella está en cama, tiene una herida en la cabeza. Queremos denunciarle por violencia intrafamiliar - fui serio por primera vez en mucho tiempo.

-Muy bien, pero es ella quién debe denunciarlo, no usted - que hombre más pesado.

Tuvimos que esperar a que el doctor saliera para hablar con la mujer.

-Clari, traje a un policía para que denuncies al desgraciado de Gianluca - le ordené, tan solo que no recibí una afirmación.

-No, si ya te dije que fue un accidente. No hay nada que denunciar - quería encubrir al canalla.

-Clarisa, este es el momento para que seas fuerte y enfrentes a tu agresor - no quería que eso quedara en nada.

Pero no pude lograr lo que me proponía. Mi amiga no quiso denunciar a su pareja y el oficial se marchó mirándome feo, como si le hubiera hecho perder su tiempo.

Iba a discutir con Clari, pero no era el momento, debía descansar. Por eso, decidí hacer lo que cualquiera en mi lugar: hacer justicia con mis propias manos.

-Tú, tienes que ayudarme - le dije a Anastasia cuando la encontré en la cocina.

-¿Con qué? - la muchacha estaba sorprendida.

-Gianluca le pega a Clarisa y quiero hacerle pagar por sus fechorías. ¿Me ayudas? - fui directo al grano.

-Ese hijo de puta. Cuenta con toda mi ayuda, ¿qué llevo? ¿Garrote con púas o cadenas? - estaba lista para la acción.

Lo bueno de conocer a un musculoso, es que sabes perfectamente que si no está en la cocina tragando esteroides, está haciendo pesas en el gimnasio.

Dicho y hecho, porque cuando ingresamos al centro deportivo donde le reclutamos, le vimos de lo más cómodo montado sobre una máquina, levantando  pesas como si no le hubiera abierto la cabeza a su pareja hace un par de minutos. ¡Hijo de tu reverenda puta!

-Yo le agarro de los brazos y tú de las piernas - sentenció extasiada Ani,  intentando acercarse al hombre.

-No, espera a que vaya al baño, en ese momento lo abordamos - era parte de mi brillante plan pensando en dos segundos.

Nos escondimos tras unos gomeros y cuando le vimos caminar hasta las duchas, le seguimos. Para nuestra suerte, a esas alturas de la noche ya nadie estaba en el Gym 24 horas.

Cerramos la puerta de la ducha y nos quedamos a solas con nuestro prisionero.

-Es muy grande, ¿cómo le vamos a desestabilizar? - me susurró Anastasia.

-¿Trajiste tu dildo extra jumbo? - esa era nuestra arma secreta.

Cuando tuve ese juguete sexual en mis manos, me dispuse a rociarlo con todo el contenido de un frasco de lubricante. Ese penote iba a entrar sí o sí.

Los que han sido pasivos sabrán que cuando el macho te mete la verga de una sola vez, te desvaneces, sientes que las piernas se debilitan y quedas en un estado de indefención. Y eso mismo le sucedió al hombre maltratador.

Sigilosamente llegamos hasta él, quien se disponía a sacarse la ropa. Sin que se diera cuenta, nos pusimos a su espalda y de una sola estocada le introdujimos el dildo por el ano. Todavía recuerdo su grito de dolor y me siento genial.

-Así te queríamos ver desgraciado. ¿Con que te gusta pegarle a mujeres indefensas? - fue lo primero que le dije cuando lo vi en el suelo restregándose de dolor. Ani mantenía el juguete en su interior con sus manos.

-Lo puedo explicar - suplicaba envuelto en dolor.

-No, no puedes. Nadie toca a mis seres queridos y tú lo has hecho. Ahora es tiempo de pagar por tus pecados - dije una frase a lo protagonista de animé, casi como Sailor Moon.

Cual delincuente, saqué de mi pantalón un cuchillo, el arma que me serviría para darle un aviso a ese desgraciado.

-¿Qué es eso? ¿Qué me vas a hacer? ¡¡El pito no!! - gritó como si fuera a matarle a su hijo primogénito.

Bueno, no se me había ocurrido cortale la verga, y eso que era buena idea, pero no, no iba a ser tan sanguinario. Además que con lo grande que tiene estaría toda la noche cortándole la carne. ¿Y después qué? ¿Sopa de tula?

-Ya verás qué sucederá - pronunció Anastasia riendo como villana de James Bond.

OK, disculpen las referencias añejas, ahora que estoy soltero y célibe he visto muchas películas y series.

Así me dispuse a cometer mi plan. Limpié el cuchillo antes de comenzar a cortar lo que realmente iba a ser mi venganza: una tetilla.

-Ay no, ahora parece tuerto. Pobre chico, le falta una teta - se reía de él mi amiga, mientras le sostenía. Gianluca convulsionaba del dolor.

Terminé mi trabajo y como buen mafioso, me marché con una frase célebre.

-Esto es por Clarisa, si sé que vuelves a tocarle aunque sea un pelo, te juro que ahora sí te cortaré la polla - y apuntando su entrepierna con mi cuchillo, me marché de la forma más malote que podía.

Y es verdad, no voy a permitir que a nadie que yo quiera le hagan daño. Y de ser así, se tendrán que ver conmigo, el cuchillo Nicolás.

 


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