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Mischievous AU (Rev! OR no baai) por Adry Robledo

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No era un error. No tenía idea de cómo, ni estaba seguro de si podría fundamentar correctamente sus convicciones; incluso si An decidía preguntarle por ellas (que más que seguramente sería, precisamente, lo primero que haría en cuanto le llamara para contarle cómo le había ido) pero él estaba convencido de que el supuesto "error" no había sido un accidente, y optaba por encasquetarle la culpa al destino, porque sí, esa mierda era sabia, y nadie iba a convencerlo de lo contrario. ¿Que por qué? Porque era tan terco como el demonio, y tan caliente como el infierno, así de simple.  

En otras palabras, e indistintamente de los detalles, para Ritsu, ese, era el primer día de lo que, a él le gustaba pensar, como el resto de su vida adulta, real, e independiente de la constante supervisión maternal, y del cobijo siempre seguro de una empresa familiar; porque estaba planeado que eso tenía que ser: el primer día de una vida absolutamente propia, el día posterior a su emancipación, a su cuatro de julio, su independencia (una verdadera esta vez, y no otra de esas disfrazadas de amenazas huecas con las que, en tantas ocasiones, había flagelado a su madre).  

Su graduación como nanahikari (de clóset) de cuna, efectivamente había llegado, sí, pero no de la forma en la que tenía contemplado.  

Vio como la señorita recargada al otro lado de la pequeña cabina le lanzaba otra de sus, aparentemente típicas ya, miradas suela-cabello; había notado que solía detenerse durante un largo rato en sus ojos. Eran verdes, como un jade, lo sabía, raros para un japonés y por eso mismo él solía presumirlos sin siquiera tirarle al humilde, de hecho, esta vez sonrió agradeciendo por el silencioso cumplido y sin una pizca de remordimiento; probablemente porque sabía que, para ese momento la joven había entendido ya que él no la miraría con los mismos ojos con los que a ella le hubiera gustado mirarle.  

El asunto era que, para ella, ese chico nuevo, en definitiva y sin lugar a dudas, era tan lindo y deslumbrante como su sonrisa, eso nadie podría quitárselo.  

Bajaron del elevador en el tercer piso, Ritsu asegurándose de caminar a la misma altura de su guía, observando los departamentos de edición a sus costados, y resintiendo las miradas curiosas del resto de empleados; el oji-jade elevó la barbilla, y la chica lo miró, buscando transmitirle confianza que, de alguna forma entendía, no le hacía mucha falta.  

— Este es tu nuevo departamento. -Ella sonrió nuevamente, indicándole un lugar que, y Ritsu lo afirmaría de nuevo en voz alta, apestaba a cámara de tortura medieval. - Sé que no es lo que esperabas, pero estoy segura que, si trabajas duro, la directiva considerará tu transferencia al departamento de literatura.  

— No te preocupes. - Sonrió de nueva cuenta, peinando su cabello con las manos. - El manga shojo está fuera de mi zona de confort, pero no me desagrada. Soy la clase de persona a quien le gusta aprender de todo un poquito; al final si me entero que no es lo mío, ten por seguro que me tendrás solicitando una transferencia.  

Ella forzó una sonrisa, entre maravillada por su optimismo y aterrada por que, tras cruzar el umbral de Esmeralda, esa sonrisa se desvaneciera del mismo modo en que ocurría, cada mes, con el resto de chicos lindos de Marukawa. - Si necesitas cualquier cosa, pídemela ¿sí?  

Volvió a sonreírle antes de agradecerle por ser el encanto de persona que era. 

Y la chica se fue casi saltando de regreso a su puesto de trabajo, mientras Ritsu se daba la vuelta y se acostumbraba a respirar por la boca. El olor era desagradable, sí, pero no peor al que expedía su club favorito al amanecer: una mezcla de tabaco, alcohol y esencia de hombre tan impresos al aire como lápiz labial en un espejo.  

Se aproximó con cuidado a uno de los chicos del departamento, y pensó que sería bastante lindo de no ser por las ojeras, el tono poco sano de su piel, la basura en su cabello, la suciedad en sus uñas, y, claro, la peste que desplegaba su completa existencia. - Disculpa...  

— ¿Eh? - Se oyó como si le hubiera respondido con su último aliento de vida, como un zombie de la vieja escuela intentando comunicarse, y Ritsu soltó una carcajada.  No tenía idea de en qué se había metido, pero era nuevo, y bizarro, y un poco divertido.  

— Soy nuevo en Esmeralda, ¿me puedes decir quién es el editor en jefe?  

— Tú... Brillas mucho.  

— Gracias.  

— Y hueles bien.  

— Si pudiera decirte lo mismo, lo haría. Pero igual gracias.  

El pelinegro creo una curiosa mueca en forma de sonrisa, que más bien daba miedo, y Ritsu se rio sin esforzarse mucho por evitarlo. — ¿Así que el nuevo, no? - El que parecía más joven se giró con lentitud hacia la dirección opuesta de su área de trabajo, y el "nuevo" casi pudo escuchar los oxidados engranajes de su cuello movilizarse con dificultad. - ¡Takano-san! ¡El chico nuevo ya llegó!  

Ritsu siguió con la vista las pupilas de su nuevo compañero, hasta toparse con una masa de piel pálida y cabello negro desparramada sobre la extensión del escritorio y la silla giratoria, derritiéndose miserable sobre infinidad de basura (manuscritos) a medio revisar que, a juzgar por las numerosas notas sobre-escritas próximas a los bocetos, el castaño pudo adivinar que no era, ni mucho menos, la primera vez que pasaban por la fase de corrección.  

No fue sino hasta que el editor en jefe elevó -con la misma velocidad que el pelinegro anterior- la cabeza, que Ritsu pudo volver a decir algo.  

— ¡Vaya, esta sí que es una sorpresa! - Dijo sonriendo, incluso más radiante que antes, y despertando con la alegría de su voz al resto de su nuevo equipo de trabajo. - La situación es algo particular, pero me alegra que volvamos a encontrarnos. Soy Onodera Ritsu y, en definitiva, estaré feliz de trabajar bajo tu cuidado. Yoroshiku onegai shimasu. - Finalizó con una reverencia tan leve que sus jades no se permitieron separarse de los ojos ajenos.  

Algunas personas de otros departamentos se habían detenido a presenciar la escena del chico castaño vestido de rosa, de actitud optimista e inmune al olor a muerte, presentándose al editor en jefe del departamento Esmeralda de edición de manga para chicas. Takano, mientras, se quitó los lentes, observando una sonrisa que, por el momento, se auto-consideró incapaz de descifrar, y deteniéndose por varios segundos a leer la playera que parecía saludarlo en diferentes idiomas.  

— ...Brillas demasiado. 

Fue todo lo que pudo decir en respuesta, y el resto del departamento coincidió. El resto de la editorial, mientras tanto, sólo tenía presente que, al departamento Esmeralda, se había unido una nueva doncella.  

 

Notas finales:

Sinceramente, no estaba segura de si escribir este capítulo así, es decir, siguiendo la línea del capítulo primero del anime (y no creo hacerlo muy seguido) pero consideré que, por lo menos este momento era crucial.

Espero llevar esta historia hasta sus últimas consecuencias. ¡Gracias por leer!


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