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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

Algo triste es no tener nada que hacer un sábado por la noche, pero me alegra poder actualizar esta historia. Me gusta mucho escribirla.

Pido disculpas por los errores que puedan encontrar, pero espero y disfruten la lectura :)

Avery POV

 

El día de la boda había llegado, y ya estando lista, me encontraba esperando por la morena. Si bien, Camila era de las chicas que no necesitaban arreglarse mucho para verse bien, también era de las chicas que se tomaba su tiempo para hacerlo. Cosa que me molestaba a veces, como ahora, por ejemplo. Bufé, luego de haberlo hecho repetidas veces, y mire la hora en mi celular, otra vez.

 

Me encontraba en la sala de su casa, en compañía de sus padres. Mariana me consolaba diciendo que ya no debía de tardar en bajar, mientras Roberto me decía la hora en la que tenía que traerla a casa, y que no quería que me pasará de lista con su niña. A Mariana yo solo le sonreía, mientras que a su esposo le decía, como en repetidas ocasiones, que Camila solo era mi mejor amiga.

 

— Te ves muy bien, ese traje te hace ver muy elegante. — me halago Mariana con una sonrisa.

 

Me ajusté un poco el saco, riendo ligeramente. Había optado por un traje de vestir en vez de un vestido, si iba a ir a esa boda al menos lo haría de la forma más cómoda posible.

 

— Gracias Mari.

 

— El negro te sienta. — dijo, acomodando la prenda por mis hombros.

 

— ¿Que se pondrá Camila? — le pregunté.

 

La verdad es que me moría de ganas por saber, la morena no me había querido responder cuando le pregunté a ella.

 

— Tendrás que esperar a verla. — sentenció.

 

Suspiré.

 

— No será pronto entonces. — resople, negando.

 

— Te equivocas. — la mujer miró en dirección a mis espaldas.

 

Fruncí las cejas y di media vuelta, mis ojos casi se salieron de sus cuencas y mi mandíbula casi tocaba el suelo. Me quedé sin palabras… y sin aliento.

 

Era como esa escena de película, cuando la chica baja las escaleras, con una sonrisa, y pareciera que todo lo que la rodea es una luz, desaparecido todo lo demás. Y uno solo piensa, que no ha visto nada más lindo, más perfecto, más sublime, en toda su insignificante existencia.

 

Camila tenía el cabello suelto, y lacio. Un vestido de tirantes, color rojo, con detalles florales, algo largo pero que descubría su espalda lo suficiente para atrapar cualquier mirada. Tenía unos tacones que hacían juego, pero que casi no se veían, ya que el vestido era largo. Y al final, solo un rebozo del mismo color, que le cubría los hombros. Y todo eso, no era nada en comparación, con la sonrisa que tenía plasmada en el rostro.

 

— Te vez hermosa cariño. — dijo Roberto, sacándome de mis pensamientos.

 

Me había salido de órbita por unos segundos. Ni había notado que Camila ya estaba a mi lado.

 

— Ese vestido te queda perfecto mi niña. — Mariana se veía muy contenta, con sus manos en su rostro.

 

Carraspee un poco, con la intención de que mi voz por fin saliera. Camila me miró, expectante. Creo que era momento de que yo dijera algo.

 

— Te ves muy bien Camila, ese vestido es hermoso. — la morena sonrió complacida, se veía muy contenta.

 

Me dió gracia, porque si se ponía así por lo que le dije, me hubiera gustado saber cómo se hubiera puesto si le decía lo que en realidad tenía en mente.

 

— Quiero tomarles una foto. — Mariana dijo emocionada, juntando las manos.

 

— Mamá vamos a una boda, no al baile de graduación. — recalcó Camila girando los ojos.

 

— Si lo sé, también les tome fotos juntas en esa ocasión, así que no me contradigas y posa para la cámara.

 

Mientras Camila bufaba, yo solo sonreí y la tomé por la espalda baja, mirando a la cámara que ahora Mariana tenía en las manos. Detrás de ella estaba Roberto de brazos cruzados y semblante serio, pero sereno.

 

— ¿Ya? — preguntó Camila impaciente.

 

— Una más.

 

— Relájate, aún tenemos tiempo. — le susurré a la morena.

 

— Lo sé, pero mi mamá es… ugh.

 

— Así son las mamás… pero en serio Camila, te ves hermosa. No debería extrañarte el que tu mamá quiera tomar un par de fotos.

 

Aun hablando muy cerca de su oído, pude ver cómo Camila sonreía tímidamente, con las mejillas ligeramente sonrojadas.

 

— Están muy juntas. — dijo Roberto con seriedad.

 

Me aparté de manera sutil, mirando al suelo.

 

— Listo. — anunció la mujer, satisfecha.

La sesión de fotos había acabado.

 

Nos despedimos de ambos, y por fin nos fuimos a la iglesia donde sería la ceremonia religiosa. No es que yo fuera creyente, pero aún tenía las esperanzas de que dejaran a Carol en el altar; o mejor aún, que el pobre tipo dijera que no al final. Hasta había hecho una apuesta con mi padre al respecto.

 

Cuando ya nos encontrábamos en la iglesia, nos sentamos al lado de mi padre y Amelia, quienes sonrieron al vernos.

 

— Lindo traje. — me dijo mi papá abrazándome.

 

— Lo mismo digo.

 

— Estás preciosa Camila. — dijo Amelia con una sonrisa.

 

— Concuerdo, estás hermosa querida.

 

— Gracias. — Camila se veía algo tímida ante los halagos.

 

— ¿Ese es el tipo que se va a casar con Carol? — pregunté, señalando a un hombre de edad avanzada, pero con porte firme.

 

— Si, el mismo. — afirmó mi padre. — Ya perdiste la apuesta, está aquí y no sé a movido.

 

— Ya que, ahora solo hay que esperar a ver si dice que no.— suspiré derrotada.

 

— Nunca apostamos si alguien venía a intervenir. — noto mi padre.

 

— Cierto… apuesto eso.

 

— ¡Hey! no es justo. Yo tuve la idea.

 

— ¡Por dios, basta con ustedes dos! Tengan algo de respeto. — riño Amelia.

 

Mi papá y yo quedamos sobrecogidos ante el arrebato de la mujer y decidimos guardar silencio, Camila no pudo ocultar la ligera risa que salía de sus labios.

 

— ¿Disculpe? — un hombre de edad media y notoria inclinación sexual se acercó hacia mí.

 

— Diga. — lo mire alzando una ceja.

 

— ¿Usted es Avery Preston? — asentí, con extrañeza. — Sería tan amable de acompañarme, la señora Martin quiere hablar con usted.

 

Mi cara fue de asombro total, ¿para qué quería Carol hablar conmigo?

 

— Claro, pero solo si mi pareja me acompaña.

 

El chico miró a Camila y se encogió de hombros.

 

— No veo ningún problema, si son tan amables de seguirme por favor.

 

Me puse de pie y me acomode el saco, terminando, le brinde mi mano a la morena. Camila parecía contrariada.

 

— No pasará nada malo, te lo prometo.

 

— Está bien. — cedió, tomando mi mano.

 

— Volveremos en unos minutos. — le anuncié a mi padre y Amelia, quienes solo asintieron.

 

Seguimos al chico quién nos llevó más allá del altar de la iglesia. Pasando todavía más adelante, nos llevó a una de las puertas laterales de la capilla, abrió la puerta y nos cedió el paso.

 

— Pasen. — invito.

 

Asentí y junto a Camila nos adentramos a la pequeña habitación. Sentí cierta tensión al enfocar mi vista en la mujer que ahora estaba a escasos metros frente mío.

 

— Gracias Vlad, puedes retirarte. — dijo Carol de forma amable.

 

Cosa bastante rara viniendo de ella. El muchacho solo asintió y cerró la puerta tras de sí. Al ver que estábamos finalmente a solas, Camila se aferró más a mi brazo.

 

— Has crecido bastante. — comentó la mujer, mirándome de arriba a abajo.

 

— Y tú te has encogido. — conteste indiferente.

 

Para mi sorpresa, ella río.

 

— Es la edad, algún día lo entenderás. Les pasa a todos. — Carol se acomodó el cabello y el vestido. — Me alegra que hayas venido, y me sorprende al mismo tiempo.

 

— No lo hice porque quisiera hacerlo, lo hice porque le prometí a mi madre que me llevaría bien con la familia. Eso te incluye a ti, para mí desgracia.

 

Ante mis palabras, Camila acarició mi brazo, intentando calmarme.

 

— Violette. — dijo en murmullo. — Siempre te has parecido más a tu padre, pero tienes los ojos de tu madre, y su nariz. Algo que ella heredó de mí.

 

Ante la mención de mi madre, todos mis sentidos se pusieron en alerta.

 

— Mejor vayamos al grano ¿Para qué me llamaste? — la corte, impaciente.

 

— Cierto… me disculpo, empecé a divagar. — el que se disculpara conmigo me causaba cierta desconfianza. — Nuestra relación nunca fue buena. Y toda la culpa fue mía lo sé… no espero que me perdones ni nada parecido, sé que sería mucho pedir. Pero quiero que sepas que he cambiado, me he dado cuenta de mis errores y creo que después de todo lo que te hice, lo menos que puedo hacer es pedirte perdón. Está claro que también le debo muchas disculpas a tu padre, pero por alguna razón quería hablar contigo primero. Tú fuiste la que más injusticias recibió por mi parte.

 

Me quedé sin palabras, jamás en la vida creí que esto pasaría. Digo, era Carol de quién estábamos hablando.

 

— Estás muriendo cierto... es la única explicación que encuentro. — dije, aún sin creerlo.

 

Camila miró a Carol, igual de sorprendida que yo.

 

— Esa sería una buena explicación, pero no la única. Tú misma deberías poder adivinarlo, después de todo, parece que estás en la misma situación que yo. — comento, con una sonrisa.

 

— ¿A qué se refiere? — preguntó Camila, finalmente hablando.

 

— Amor, niñas. La respuesta es amor, ese sentimiento que nos hace hacer cosas que normalmente no haríamos, desde la cosa más loca, hasta la más imposible. Ese sentimiento que nos logra abrir los ojos. — Carol se acercó hacia nosotras, sin borrar su sonrisa.

 

Sentí su mano acariciar mi mejilla.

 

— En mi caso, el amor me hizo darme cuenta de todo lo que estaba haciendo mal, y de todo lo que tenía que arreglar. — tanto Camila como yo, no apartamos la mirada de la mujer, no podíamos creer lo que estábamos viendo. — Tu y esta chica seguro que lo entienden. Se les nota en la mirada.

 

Mire a Camila, quien chocó su mirada con la mía. Y como algo que nunca había pasado, las dos la alejamos de manera inmediata.

 

— Carol yo… no sé qué decir. Son demasiadas cosas…

 

— Y lo entiendo. — me cortó. — No quiero presionarte ni nada, solo quería decírtelo. Quizás y más adelante podamos discutirlo mejor. Por ahora lo mejor será que esto quede aquí, la ceremonia empezará en cinco minutos.

 

Asentí sin más, y Camila y yo salimos, regresando a nuestros asientos.

 

— ¿Paso algo?, Estás algo pálida. — remarcó mi padre al verme.

 

— Y Camila se ve algo ida. — dijo Amelia.

 

— Les explicamos después, la boda ya va a empezar. — dije tomando asiento, siendo seguida por la morena, quien no dijo nada.

 

No podía culparla, lo que acababa de pasar era una locura.

 

Si de algo estaba segura ahora, después de hablar con Carol, era que ni mi papá ni yo, íbamos a ganar la apuesta.


--

 

Camila POV

 

Después de la ceremonia, que surgió sin percance alguno, y algo emotiva. Nos dispusimos a salir para irnos al salón donde sería la fiesta. Pero antes de eso, Avery había quedado de recoger a sus abuelos maternos, quienes no habían podido ir a la ceremonia religiosa por cuestiones de tiempo.

 

Durante el transcurso del viaje, Avery no dijo nada, se veía sumergida en sus pensamientos, y no la culpaba, yo estaría igual o hasta peor que ella. Pero además de eso yo también estaba lidiando con mis propias preocupaciones, después de que Carol intuyó que Avery y yo éramos pareja, sin siquiera haberlo escuchado de nuestra parte, me saco un poco de órbita. Recuerdos del pasado intentaron surcar por mi mente, pero me negué a dejarlo pasar. Avery se iría mañana en la mañana, y definitivamente las cosas no podían acabar raras o incómodas entre nosotras.

 

— ¿Qué piensas? — le pregunté a la ojiazul, rompiendo el silencio.

 

— Estoy pensando seriamente en que por alguna razón caí en un universo paralelo. — respondió, aún con su vista enfocada en el camino.

 

Al parecer lo que su tía había dicho sobre nosotras no era algo que hubiera llamado su atención. Sentí cierto alivio.

 

— Creí que era la única que lo pensaba. — bromeé, pero Avery no reaccionó como yo esperaba.

 

— Nunca creí que Carol fuera capaz de pedirme perdón, yo creí que me odiaría hasta su muerte, y acabaría yo yendo a su funeral solo para asegurarme de que realmente estuviera muerta… así se supone que debían ser las cosas. — Avery negó con la cabeza.

 

Parecía realmente contrariada.

 

— ¿Estas molesta? — quise saber.

 

— No sé ni cómo sentirme, si te soy sincera. — respondió, riendo sin gracia.

 

En parte, creo que la entendía, todo este asunto con Carol fue algo realmente inesperado, y que ninguna de nosotras jamás imaginó que pasaría. Avery ahora estaba en una situación donde no sabía qué hacer, o cómo reaccionar ante todo lo que pasó.

 

— ¿Sabes que deberías hacer?

 

Ante mi pregunta Avery me miró por unos segundos.

 

— ¿Qué? — cuestionó.

 

— Deberías olvidar todo lo que acaba de pasar en la iglesia, total hoy no hay nada que vayas a poder hacer al respecto, solo te pasarás todo el día tratando de encontrarle explicación o razón a lo que Carol te dijo.— La ojiazul pareció muy interesada en lo que le estaba diciendo.— Así que en vez de preocuparte, mejor enfócate en que es tu último día antes del campamento, en que verás a tus abuelos después de mucho tiempo, y de qué me puedes presumir ante tus primos que te caen mal.

 

Aún sin apartar su vista de la carretera, Avery surco una ligera sonrisa.

 

— Eso suena bien… creo que podría hacerlo.

 

Asentí contenta y suspiré.

 

Poco después, llegamos al hotel donde los abuelos de Avery se estaban hospedando y bajamos del auto, entrando al lobby del edificio.

 

— ¿Los ves en alguna parte? — preguntó Avery, pasando su mirada por todo el lugar.

 

— Umm… ¡ahí están! — exclamé.

 

La pareja iba saliendo del ascensor y nos detectaron enseguida. Avery no espero más y salió de manera apresurada a su encuentro, en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, su abuela la abrazo, y su abuelo las abrazo a ambas segundas después.

 

Fue un muy bonito encuentro. Después de unos minutos, decidí acercarme yo también.

 

— Camila querida. — me saludo Margaret, estirando los brazos hacia mí.

 

Jared me sonrió, mientras tenía un brazo sobre los hombros de Avery.

 

— Hola Maggie. — recibí su abrazo con una sonrisa.

 

— Estás hermosa. Y no lo digo solo por el vestido.

 

— Gracias.

 

— Ven aquí. — dijo Jared abriendo los brazos.

 

Si algo me gustaba de los abuelos de Avery, era que me trataban justo como trataban a la ojiazul.

 

Cuando terminamos con los abrazos y las palabras de bienvenida emotivas, nos dirigimos al auto de Avery. Jared alegó que él iría al frente con su nieta, por lo tanto, a Maggie y a mí nos tocó ir en la parte trasera.

 

— Nunca creí que llegaría el día en que tu hermana se casará querida. — le dijo Jared a Margaret.

 

— Eso es algo grosero Jared… pero no puedo culparte. Me sorprendió a mí también. — admitió la mujer.

 

— Si eso les sorprende, no creerán lo que me dijo. — comentó Avery con una pequeña sonrisa.

 

— ¿Que te dijo ahora? — preguntó Maggie comenzando a molestarse.

 

— No es para que te enojes abuela, pero no te lo vas a creer.

 

— Está bien, ¿Y qué es?

 

— Bueno, fue hoy, cuando ya estábamos en la iglesia, me mandó a llamar y…

 

Mientras Avery les contaba a sus abuelos la experiencia que había tenido con Carol, yo solo pensaba en que mañana ella se iría a ese campamento y no la vería en un mes entero. Tenía que aprovechar este día.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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