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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

No se me ocurre más que decir lo siento. Y bueno, también tarde pero seguro.

Avery POV

 

— ¿Tu qué crees que sea, niño o niña? — me preguntó mi padre mientras caminábamos por los pasillos de la clínica para maternidad.

 

Amelia estaba justo a su lado, leyendo uno de los tantos folletos que daban en la entrada.

 

— Niño, aunque realmente no me importa mucho el sexo. — le respondí encogiéndome de hombros con simpleza.

 

— ¿Lo suficiente para hacer una apuesta? — cuestionó él elevando las cejas.

 

Amelia le dió un golpe en el vientre logrando que se retorciera un poco. Con eso de el embarazo se podía llegar a poner un poco agresiva; me había lanzado un libro hace poco menos de una hora por insinuar lo apretado que le estaba quedando la ropa.

 

— No arruines el día con tus estúpidas apuestas James, hoy es especial, nos dirán el sexo del bebé. — dijo Amelia mirando a mi padre con advertencia en la mirada.

 

— Miren que bonita pared. — comenté tratando de mantenerme alejada de los problemas.

 

Poco después de que llegamos a la consulta Amelia fue con la doctora por unos papeles que necesitaban mientras yo y mi padre esperábamos. Queríamos ir con ella, pero por la mirada que nos había lanzado, sospechamos que ella no quería eso.

 

— Va a aprovechar para hacerle un millar de preguntas a la doctora, le he dicho que puede hacermelas a mí, pero parece que no le gusta admitir que en esto sé más que ella. — comentó mi padre con una pequeña sonrisa.

 

— Eso es algo que ella haría.

 

Nos quedamos en silencio por unos segundos. Yo estaba más que ansiosa por ver el ultrasonido, ya que sería la primera vez que podría ver a mi hermano, o hermana.

 

— ¿Cómo van las cosas con Camila?

 

Ante la pregunta de mi padre, no pude evitar sonreír. Con solo oír el nombre de la morena me ponía en ese estado. Era algo que no podía evitar.

 

— Todo bien. Lo estamos tomando con calma. — respondí tratando de sonar calmada.

 

— He de admitir, que no me lo esperaba. Parecían solo ser amigas, no quiero decir que hermanas, pero…

 

— Por favor no digas eso. — pedí haciendo una mueca de disgusto.

 

— Cierto, perdón. Suena raro. Pero bueno, fue una sorpresa para mi, una muy grata. — dijo pasando su mano por su nuca. — Camila es una muy buena chica, Avery.

 

— Si, lo sé. — dije asintiendo con la cabeza. — Única, también. — añadí.

 

— ¿Estás enamorada?

 

Me mordí el labio reprimiendo las ganas de confesarle que lo estaba desde que tenía diecisiete, o tal vez desde mucho antes. Pero decidí guardarme eso para mí.

 

— Creo que sí papá. — me limité a responder.

 

El hombre me sonrió y me revolvió el cabello.

 

— Mi hija enamorada y mi esposa esperando un bebé. No podría irme mejor en la vida.

 

— Entonces eres feliz. — le dije.

 

— Sí, y mucho.


--

 

Lunes en la mañana, salí de mi auto y caminé hacia la puerta de la casa de Camila, con la intención de irnos juntas a la universidad.

 

Suerte la mía que, al tocar la puerta, quien me recibiera fuera Roberto. No había cara más sería que la que ponía al verme.

 

— Buenos días señor. — saludé forzando una sonrisa.

 

Al parecer iba de salida al trabajo.

 

— Igualmente. Maneja con cuidado, porque si algo le pasa a mi princesa por tu culpa…

 

— Me cortará las extremidades y se las dará a los perros en frente de mí, ya lo sé. — suspiré con fastidio.

 

— Advertida estás. — dijo para después pasar por mi lado, saliendo.

 

No espere nada más y me adentre a la morada. Seguí los ruidos que provenían de la cocina y me encontré al resto de la familia en la mesa.

 

Camila sonrió al verme y justo cuando se iba a poner de pie, hice un movimiento con mi mano para que se detuviera. En cambio, camine hacia ella y le besé la mejilla.

 

Mariana y Antonio sonreían. Aunque no como lo hacían normalmente, lo que era un poco sospechoso. Sacudí cualquier presentimiento y decidí sentarme junto a Camila como si nada. De todas formas, esta era como mi segunda casa.

 

Estire mi mano y tome un pan tostado con mantequilla. Podía sentir la mirada de Camila seguir cada uno de mis movimientos. Tenía una sonrisa y se mordía el labio. Parecía entusiasmada.

 

— En mis tiempos, las parejas se saludaban con un beso en los labios. — soltó Mariana logrando que me atragantara con la primera mordida que le había dado al pan.

 

Empecé a toser y Camila me dio pequeñas palmadas en la espalda.

 

— ¿No podías esperar a que dejara de masticar? — le reclamo ella a su madre. — Ten, bebe un poco. — dijo ofreciéndome un vaso de jugo.

 

Bebí hasta que pude normalizar mi estado. Me habían soltado una bomba, pesada y sin aviso.

 

— Te estabas poniendo azul. — dijo Antonio riéndose.

 

— ¿Mejor? — cuestionó la morena aún con su mano en mi espalda, ahora dando suaves caricias sobre esta.

 

Asentí y dejé el vaso en la mesa.

 

— Lo siento, no creí que te sorprendería tanto. — se disculpó Mariana.

 

— No entiendo. Si les dijiste, ¿Por qué tu papá no me mato en la entrada? — mire a Camila con duda.

 

— Es porque él no lo sabe aún, solo ellos. Mamá me aconsejó esperar un poco más.

 

— Podría ser en unas dos semanas. Tiene cita con el dentista y con los medicamentos en su sistema podría llegar a ser más condescendiente.

 

Ese era un buen consejo.

 

— ¿Y tú qué piensas Mariana? habló de mi relación con tu hija.

 

Camila tomó mi mano por sobre la mesa y le dio un ligero apretón.

 

— Pienso que ya se habían tardado. Llevo esperando esto por años.

 

La miré con asombro y Camila se rió.  

 

— Al parecer mi madre está en esto tanto como nosotras.

 

— Así es. Cuentan con mi apoyo y mi bendición.

 

Una parte de mi sabía que Mariana no se lo tomaría mal, pero era muy bueno escucharlo.


Camila POV

 

Después de desayunar, Avery y yo salimos de mi casa camino a la universidad. Era evidente que Avery estaba de buen humor.

 

— Tu mamá es asombrosa. — dijo de repente.

 

— Grito de la emoción cuando le conté sobre nosotras.

 

— Mi papá y Amelia también están felices.

 

Me emocioné.

 

— ¿Qué tal el ultrasonido? — pregunté con entusiasmo.

 

— Todo bien.

 

— Y…

 

— ¿Y?

 

— ¡Vamos dime! — le exigí con impaciencia. — ¿Qué es?

 

Avery sonrió burlándose de mi arrebato y se encogió de hombros.

 

— Es una niña. — soltó finalmente.

 

— ¡Eso es genial! Va a ser preciosa. ¿Ya eligieron un nombre?

 

— Oye tranquila. — pidió Avery divertida por mi reacción. — Sigue en el vientre de Amelia.

 

— Lo siento, es que me encantan los bebés. — me excusé. — ¿Recuerdas el babyshower de la tía Lidia? Fue hermoso, le dieron muchos regalos.

 

— Recuerdo un poco, casi me desmayo ese día. Sabes que los vientres de embarazo avanzado me dan miedo. — dijo sacudiéndose ante el recuerdo.

 

— ¿Será así cuando tengas hijos? — le pregunté con real interés.

 

Yo al menos en un futuro si me imaginaba con un bebé en brazos.

 

— Es algo que planeo superar. No me imagino ignorando el hecho de que mi hermana está en el vientre de Amelia solo por mi estúpido miedo.  

 

El hecho de que no se haya asustado con mi pregunta ya era mucho qué decir. Avery estaba madurando, y me gustaba ser testigo de ese cambio.

 

Cuando llegamos al estacionamiento de la universidad, salimos del auto y caminamos muy juntas.

 

Justo en el momento en que iba a tomar la mano de Avery escuchamos una voz llamar su nombre. Era una chica.

 

— Hola Holly. — saludo Avery deteniendo su paso.

 

— Me enteré de que ganaste el torneo de voleibol. — comentó la pelinegra voluptuosa. — Eso hay que celebrarlo.

 

— ¿No fuiste a la fiesta? — le pregunté mirándola con cierta desconfianza.

 

Ella me miró con una sonrisa ladina. Maldita ofrecida.

 

— Me refería a una celebración un poco más privada. — dijo volviendo a mirar a Avery. — ¿Te importa si te la robo por unos minutos, Camilita?

 

Mire a Avery esperando una objeción por su parte, pero lo único que ella hacía era sonreír de manera nerviosa pasándose la mano por la nuca.

 

Bien. Si ella no decía nada lo haría yo.

 

— Escucha suripan…

 

— Lo lamento Holly. — me cortó la ojiazul. — No estoy interesada.

 

— ¿Estás hablando en serio? — cuestionó claramente ofendida.

 

Sonreí triunfante.

 

— No te ofendas querida. — le dije con falso pesar. — Pero ella prefiere una celebración privada conmigo.

 

Antes de que Holly respondiera o Avery dijera algo más, tomé el brazo de la castaña y la arrastré conmigo.

 

— Creo que no volverá a hablarme en la vida. — dijo Avery mientras yo seguía arrastrándola.

 

— ¿Tienes un problema con eso? — le cuestioné volteando a verla.

 

— No, no, para nada. — se apresuró a responder, negando rápidamente con la cabeza.

 

— Eso creí.

 

Pero antes de que pudiera seguir con mi camino Avery detuvo nuevamente su paso y por consecuencia, me detuve yo también.

 

— Ven aquí. — dijo pegándome a ella, tomando mi cintura. — ¿Te pusiste celosa? — su sonrisa surcada daba a conocer su diversión ante el asunto.

 

Intenté zafarme, pero Avery apretó su agarre.

 

— No es eso. — mentí. — Sabes que Holly nunca fue de mi agrado.  

 

— Mentira. — soltó ya con su rostro muy cerca del mío. Apretó mi cintura y se remojó los labios.

 

El beso fue simplemente inevitable.  Para cuándo nos estábamos separando, mordí su labio inferior estirándolo un poco.

 

— No es que no confíe en ti. — le dije pasando mi mano por su nuca. — No confío en ellas.

 

— No me interesa nadie más. — replicó Avery y al contrario de lo que pensé, le creí sin dudar.

 

Le di un beso corto y me separé de ella.

 

— Tengo clase y tú también. Hay que irnos.

 

La ojiazul hizo una mueca, pero tomó mi mano y caminamos juntas hacia mi facultad.


--

 

— El chisme corre muy rápido por aquí, Avery rechazó a Holly, y todo el mundo sabe que fue por ti. — dijo Amanda sentándose en el pupitre de estaba justo detrás del mío.

 

— Me ahorro el trabajo. — me encogí de hombros.

 

— ¿No te preocupa? Ahora muchos se van a estar preguntando desde cuándo te gustan las chicas, o cómo es que tú y Avery empezaron a salir.

 

— Para empezar, no podría importarme menos lo que digan sobre mi sexualidad, ya no estoy en preparatoria. Y no se deberían machacar con la idea de mi relación con Avery, somos mejores amigas desde siempre y por muy cliché que eso suene, no es difícil imaginar que algo así podría pasar.

 

— Tú sí que no piensas tolerar las estupideces de los demás. — dijo Amanda riéndose. — Mejor cuéntame… ¿Ya le dijiste a tus padres?

 

— Solo a mi madre. Tengo miedo de causarle un infarto a papá.

 

— Un ataque de cólera querrás decir.

 

Bufé.

 

— ¿Cómo se lo digo sin que alguien termine herido? — pregunté con cierto grado de martirio.

 

— No creo poder ayudarte con eso Mila.

 

Eso lo sabía, pero no quitaba el hecho de que me molestara, algo se me tenía que ocurrir, y pronto.

 

Avery POV

 

— Se siente raro no estar en los entrenamientos, aunque tampoco es que lo extrañe mucho. — le dije a Jax mientras acomodaba mis cosas en la mochila.

 

— Al menos ahora tendrás las tardes libres.

 

— Eso quisiera. Se acercan los finales, ¿Recuerdas?

 

El pelinegro abrió grande los ojos, asustado hasta la médula.

 

— Estamos fritos. — murmuró mirando a la nada.

 

— Habla por ti, yo voy a estudiar como maniaca. — dije pasando mi mano por su hombro y comenzando a caminar fuera del aula.

 

No me iba a martirizar por esos exámenes finales, simplemente iba a estudiar de manera organizada y no habría ninguna sorpresa.

 

Las cosas con los exámenes finales no sólo me preocupaban a mí, a Camila le inquietaba también. Pero era algo típico de ella, siempre procuraba tener buenas calificaciones, y para ello, evitaba las distracciones a toda costa. Su casa, según ella, era una total distracción en estos momentos. Así que decidió ir conmigo para poder estudiar tranquila.

 

Ambas estábamos en el sofá familiar de mi sala de estar, con Yago, durmiendo plácidamente en el sofá individual. Tanto ella como yo nos encontrábamos enfocadas en nuestros apuntes de estudio. De hecho, la morena llegaba a cierto grado de concentración que resultaba bastante atractivo. Fruncía la nariz y achicaba los ojos cuando se perdía, y mordía su lápiz cuando se concentraba. Está bien, mentí. Solo ella estaba enfocada en sus apuntes.

 

Solté un pesado suspiro que llamó la atención de la latina y me miró.

 

— ¿Te cansaste? — me preguntó.

 

Nunca podría cansarme de mirarla.

 

— Un poco. — mentí, mientras me acercaba más hacia ella.

 

Me sonrió con ternura y dejó sus apuntes a un lado.

 

— Podemos descansar unos minutos, ¿Te parece? — asentí y ella estiró sus brazos abrazando mi cuello.

 

Le di un pequeño beso en la frente y me acurruqué más en ella. Terminamos ambas acostadas en el sofá.

 

Mi mano derecha se coló hacia su cintura y pasándola por debajo de su blusa acaricie su piel, tersa y suave. Logré que Camila se removiera un poco, al mismo tiempo que sentí lo erizada que se puso su piel.

 

— Eres hermosa cuando te concentras.

 

Camila elevó una ceja y sonrió divertida.

 

— ¿Solo cuando me concentro? — me cuestionó sin borrar su sonrisa.

 

Negué.

 

— Te vez hermosa todo el maldito tiempo. — sentencié, besándola finalmente.

 

Sus labios siempre eran suaves, su simple tacto era ya un regalo. Y morderlos, jugar con ellos, sentir el aliento cálido que salía de ellos; era toda una experiencia.

 

Camila disfrutaba los besos lentos, profundos y húmedos. Sentía sus jadeos en todo el cuerpo y cuando sentí sus dedos enterrarse en mi nuca fue cuando decidí ir más allá.

 

Me separé, más por aire que por otra cosa. Pero fue un error mirarla, su pecho subía y bajaba al ritmo de su agitada respiración; sus labios ligeramente hinchados por tanto uso, y sus mejillas, sonrojadas por el calor de su cuerpo. Fue un esfuerzo no volver a besar sus labios, y no lo hice, en vez de eso besé su cuello.

 

— Avery. — jadeó apretando mi hombro. — Debemos… debemos parar.  

 

La ignoré y mordí su piel. Camila gimió, y me tense. No iba a poder detenerme si ella hacía eso.

 

— ¿Qué tanto quieres que pare? — pregunté sin alejarme mucho de su cuello.

 

Apretó mis hombros y se sacudió ligeramente.

 

— No quiero, pero debemos. No… no puedo hacerlo.

 

— Está bien sentirse nerviosa, sé que nunca has estado con una chica, pero soy yo. Confía en mí. — dije, pasando mi mano por su mejilla.

 

— No. No es eso. — al oírla decir eso me aparte mirándola con cierta confusión. — Estoy algo indispuesta estos días, razones biológicas.

 

Lo entendí al instante, no se necesitaba ser mujer o un genio para suponerlo. Pero era una total tragedia, más si se añadía el hecho de que yo estaría en las mismas dentro de un par de días.

 

— Aww Mila, lo había olvidado. ¿Te sientes bien? — dije apartandome de encima de ella. — ¿No te dieron cólicos?

 

Camila sonrió ligeramente y se sentó acomodándose la ropa, la excitación del momento había quedado de lado.

 

— Los sentí un poco en la mañana, pero no dudo que lleguen pronto.

 

Me senté a su lado y acaricie su pelo mientras ella cerraba los ojos ante el contacto.

 

— ¿Hay algo que pueda hacer? — le pregunté.

 

Hizo un puchero mientras asentía levemente.

 

— Un baño de burbujas me vendría de maravilla.

 

A Camila siempre le gustó lo grande y cómoda que era mi bañera.

 

— Te preparé el baño entonces. — dije besando su frente.

 

Antes de que me alejará la morena me detuvo tomando mi brazo. La miré alzando una ceja.

 

— ¿Quieres bañarte conmigo? Cabemos las dos perfectamente.

 

Bueno, obviamente no iba a negarme, eso sería descortés.

 

— Claro, prepararé las cosas.


--


Al contrario de lo que pensé, desnudarme frente a Camila y verla hacer lo mismo se sintió de lo más natural. Al igual que cuando me sumergí en el borde de la bañera, sintiendo el calor del agua y la espalda de la morena posada en mi pecho.

 

La habitación estaba solamente iluminada por velas con aroma a jazmín y la música suave que se oía de fondo.

 

Junté un poco de agua con las manos y me moje el cabello, haciendo lo mismo con Camila.

 

— Esto es muy agradable. — dijo soltando un suspiro, recargando su cabeza en mi hombro derecho.

 

— Lo es. — concorde.

 

Besé su coronilla acariciando su brazo extendido por el borde de la bañera.

 

— Ya quiero que lleguen las vacaciones de invierno. Tendríamos más tiempo para pasar juntas. Ir a citas. — dijo con los ojos cerrados.

 

Me quedé en silencio por unos segundos. La verdad era que aún no habíamos tenido una cita, y tampoco le habíamos puesto título a nuestra relación.

 

Nunca había tenido una relación seria, así que honestamente no sabía muy bien lo que debía hacer. ¿Qué tan malo sería sí…

 

— Camila. — le llamé. A lo que me respondió con un murmuro. — ¿Quieres ser mi novia? — Ante mi pregunta, volteó su mirada hacia mí, dando a conocer su sorpresa. — Perdón si no escogí el mejor momento, es la primera vez que he hecho esa pregunta y…

 

La morena posó su dedo anular en mis labios para callarme, y al verla noté su sonrisa.

 

— Me encantaría ser tu novia. — dijo ella expandiendo su sonrisa, mostrando sus dientes aperlados.

 

Se removió quedando frente a frente conmigo, y paso sus brazos por encima de mis hombros.

 

— Gracias por darme una oportunidad, sé que no tengo un historial muy prometedor con respecto a las relaciones. — dije pasando mis dedos por su mejilla.

 

— No hagas que me arrepienta Preston. — susurro juntando su frente con la mía.

 

— Un día te dije que tomaría todas mis oportunidades, sin importar los altibajos, el miedo y todo aquello que nos presionaba. Te dije que quizás llegaría el día que nada de eso me iba a detener. — Camila no apartó su mirada de la mía en ningún momento mientras hablaba, y eso era lo que me impulsaba a seguir. — Sé que, si estás conmigo, no habrá nada tan malo, ni nada que logré hundirme. Lo daré todo, incluso lo que no tengo. Esa es mi promesa.

 

Sin decir nada, Camila junto sus labios con los míos, sellando algo más que un beso. Y ahí, a la luz de las velas, con el agua caliente resbalando por nuestra piel, se sintió todo de lo que tanto nos habíamos escondido en el pasado. Ya no teníamos miedo.

 

 

 

 

Notas finales:

Nos vemos hasta la próxima. 


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