Todo comenzó ese día. No. Fue mucho antes, solo que es difícil encontrar el punto exacto de partida donde todo se torció para resultar en un desastre.
¿Cómo pasó?
¿Por qué los ojos de su hermano cambiaron? Ya no lo mira igual, lo mira con dolor y compasión.
Thor nunca miró su debilidad con tanta empatía. Él nunca sintió afinidad por sentimientos inferiores. Su hermano era un ser orgulloso que no cometía errores, pero ahora los estaba cometiendo por él.
Pensó que quizá la calamidad nació entre la ovación de la multitud, en medio de las tropas, con el castillo refulgiendo al máximo, frente al trono bañado en oro y la mirada indescifrable del Padre de todos, junto a las palabras: «Thor Odinson, mi heredero, mi primogénito».
Tan arrogante, tan seguro de sí mismo, desprendiendo un aura brillante que te obligaba a creer en él, no dejaba ningún resquicio para dudar de su autenticidad; pero Loki no era como el resto. Era el mejor entre los mentirosos, reconocía el engaño a primera vista, y en el porte de su tonto hermano veía mil fallos.
Una pequeña broma no le vendría mal, arruinar su momento sería muy gratificante para su deleite, solo retrasaría lo que eventualmente sucedería. No veía el problema.
Su hermano era el futuro rey de Asgard, más bien, a su debido tiempo lo sería.
Sin embargo, el bufón resultó ser el burlado, y es que no esperó ser una reliquia más tomada junto con el cofre de los antiguos inviernos. Su cordura se turbó y su interior se volvió a quebrar por segunda vez.
Por segunda ocasión se enteró que era el monstruo con el que asustaban a los niños æsir, pero esta vez no tuvo oportunidad de lamentarse.
Odín en un profundo sueño, Thor exiliado y una guerra aguardando por Asgard.
Hizo lo que tenía que hacer, lo que requería verdadero valor y sacrificio, lo que ni Thor haría por su propio pueblo; él lo haría consciente de su situación, al tanto que no era el hijo de Odín ni Frigga, mucho menos el hermano de Thor, solo un Jotun con el poder de eliminar a su raza entera con tal de proteger aquello que lo acogió con un interés de por medio.
Él lo haría sin intenciones ocultas, desinteresadamente, por amor verdadero a Asgard.
Cruzaría la línea, se mancharía las manos y lo correcto tendría una sola cara sin importar el bien o el mal.
Pero, ¿por qué era él quien colgaba de Gungnir?
—Yo lo podía haber hecho, padre —con desesperación deseaba hacer llegar a Odín sus sentimientos—. ¡Lo podía haber hecho! ¡Por ti! ¡Por todos nosotros!
Los ojos que siempre creyó llenos de sabiduría, ahora los notaba difusos, ausentes de afecto.
—No, Loki.
La voz que llegó hasta sus oídos, hubiera preferido que jamás lo alcanzara.
Thor inició la guerra, él solo les estaba regalando la victoria sin necesidad de teñir Yggdrasil de sangre inocente æsir. Estaba tomando el cargo de los actos de su hermano, también hacía el trabajo sucio para dejar limpia a una raza que lo adoptó. Se mancharía las manos de sangre azul, la misma que corría por sus venas. ¿Y era él quien estaba mal? ¿Era Loki quien cometió el error?
El Padre de todos sujetaba con firmeza el tobillo de su hijo, de aquel que exilió y del que siempre estaría orgulloso, cometiera la estupidez más grande o no, se llevaría toda su fuerza en sostenerlo.
Debió darse cuenta desde el principio que nunca fue amado, ser la sombra de Thor debió darle una pista.
Con el desprecio tan palpable, más que el rechazo, prefirió perderse en el abismo del universo que quedarse ahí un segundo más, junto a los seres de los que anhelaba reconocimiento, y ahora sabía, jamás se lo darían.
La mirada de Thor lo confundía, había cambiado al punto que no lo reconocía, todo por una mortal. Le tomó por sorpresa descubrirse dolido por ello, como una vieja herida que se abría nuevamente, pero no lograba recordar cuando se la hizo por primera vez.
Una lágrima se escurrió en su mejilla, la última que derramaría por Asgard.
—¡Loki, no!
Mientras caía, la voz de Thor resonó en su cabeza, una voz desgarradora que le asustó más que el vacío que le envolvía.
«Tonto», pensó entre otras maldiciones.
No le importó en ningún momento deshacerse de Thor, no dudó al intentar asesinarlo, ni siquiera titubeó al apuntar su lanza contra él, y era el único que estaba llorando su muerte.
Las últimas décadas, cuando Odín había decidido favorecer a su primogénito, este se volvió altivo, con Mjolnir en su poder y la mirada atenta del universo a cada paso que daba, la benevolencia se le escurrió como si fuese un líquido y el hechicero más que nunca tuvo que recurrir a su astucia para conseguir atraparlo entre sus redes de mentiras y travesuras. Llegó hasta el punto que lo apartaba de su camino como si fuese una piedra, y ahora parecía llevarse la vida en aquel lamento que proferían sus labios:
—¡No!
Antes sus planes tenían contra planes, por eso logró llevarlo a Jotunheim, pero avisó antes a un guardia para que pusiera alerta a Odín y los trajera de regreso. Aunque el Loki que regresó fue uno hecho un lío.
Al tener en sus manos el cofre de los antiguos inviernos, tomando su verdadera forma, Odín lo descubrió y aprovechó para echarle en cara todo lo que le atormentaba. No esperó que aquello desatara el sueño del Padre de todos.
Cuando de su vista desapareció el puente Bifrost que destruyó Thor con Mjolnir, cuando el silenció lo abrazó en lugar de la voz que clamaba por su hermano, un hermano que nunca lo fue y seguía ignorándolo. Ahí fue consciente que no tenía ningún plan, mucho menos un contra plan.
En su naturaleza no estaba la satisfacción, ni la derrota, pero no veía una luz a la cual aferrarse, ni una razón para seguir intentándolo.
Ya no era necesario para Thor, había encontrado a alguien que suavizó su corazón y ya no pertenecía a ningún reino de Yggdrasil. Estaba más que perdido.