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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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No podía apartar la mirada del doctor, se mantenía en todo momento atento a sus movimientos. Lo observaba hacer su trabajo con diligencia, incluso, lo veía saltarse las horas de comida y desvelarse por avanzar en su investigación.

Erik Selving se había mantenido apartado de sus seres queridos, ignoraba correos y desviaba llamadas que no aportaban nada a su trabajo. Entre aquellos pocos mensajes personales de los cuales el doctor resolvió echarles un vistazo —al recordar que tenía una vida más allá de aquellas sólidas paredes del centro de investigación en el que se encontraba recluido, pero igualmente continuó sin enviar respuesta por no perder más de su valioso tiempo— había un par de Jane Foster.

Loki no necesitaba ser un experto en el tema para identificar entre líneas la decepción que estaba sintiendo aquella mujer. Thor no había regresado a su lado como prometió, y para ser honestos, le importaba poco el amorío frustrado en el que estaba anclada, ni siquiera le alegraba enterarse que la pasaba mal en la ausencia del æsir.

Ya le era difícil definir lo que estaba ocurriendo en su interior; al estar todo hecho un completo desastre y encontrarse él indiferente en medio del caos, intacto aunque el daño era evidente. No estaba en sintonía con sus propios sentimientos, mucho menos lo estaría con los de una joven dolida.

Si algo aprendió al observar por días la aburrida rutina de Selving, fue que en los humanos encontraría lo que tanto anhelaba, ellos precisaban de un dios que les diera sentido a sus vidas, y él necesitaba vidas que usar a su antojo. Era el trato perfecto.

Aunque habría deseado vidas más significativas.

Thor tenía tanta suerte y parecía no darse cuenta, él ya tenía ganada la lealtad de Asgard, de seres verdaderamente poderosos que creían en él, que le entregarían todo cuanto poseían sin pensarlo dos veces.

El hechicero también quería que creyeran en él.

Dentro de su cabeza todo estaba tan desordenado que en ocasiones dudaba de su propósito. El camino había sido despejado y aplanado para que lo atravesara sin problemas, ¿pero realmente lo quería cruzar? En los momentos de vacilación recordaba lo mucho que detestaba a Thor y Asgard por despreciar lo único bueno que tenía por ofrecer, entonces se dejaba cegar por el odio y la locura que ya invadían su alma silenciando así las voces que formulaban preguntas estúpidas. Ya no necesitaba respuestas, solo debía actuar para por fin comenzar a moverse.

• • •

—¿Todo está bien? —Se sentó a su lado y el colchón se hundió por su peso.

En el aire flotaba un olor peculiar a desinfectante.

—Madre, no necesito descansar más, ya todo está perfecto conmigo —dijo con gesto de hastío evitando la mirada de aquella quien lo crió.

Si algo odiaba era mantenerse en cama sin hacer nada y así darle oportunidad a su imaginación para que vagara sin rumbo.

Frigga sonrió para sí al recordar todas las veces que vivió la misma situación, donde tenía que recurrir a amenazas o promesas para que su hijo se mantuviera en reposo; pero Thor ya no tenía la edad para acatar sus órdenes sin rechistar, ni tenía a aquel quien siempre le ayudaba a sofocar su creciente terquedad.

—Tu hermano solía leer para ti cuando te sentías mal, ¿te gustaría que lo haga en su lugar?

Su expresión se transformó de frustración a molestia. Lo último que deseaba era escuchar de él y prefirió evadir el tema.

—Deberían dejar de preocuparse por mí, si perdí la consciencia fue porque estaba un poco cansado, no he logrado dormir bien del todo.

La hechicera lo observó unos segundos en silencio. Sabía que su hijo se había enamorado de una criatura de Midgard, que la distancia debía afectarle, pero también era consciente que aquello no se comparaba con la pérdida de su hermano.

—La primera vez que te pusiste realmente mal te negaste a recibir tratamiento especial y reposo, Loki le pidió al curandero que le enseñara a cuidar de ti. Se le enseñó lo más básico, pero lo suficiente como para que pasara todo el tiempo junto a ti metido en su papel para que te sintieras mejor.

—Madre... —Iba a pedirle que parara, sin embargo, descubrió que no hablaba exclusivamente para él.

—Creí que terminaría por aburrirse y dejarte solo, que después tendríamos que lidiar contigo e ingeniárnosla para que te mantuvieras en cama, pero cada vez que venía a echarles un vistazo, Loki ya estaba acostado a tu lado mientras leía en voz alta para ambos —sonrió con tristeza y se perdió un momento en el recuerdo—: Desde libros de magia, hasta historias antiguas de Yggdrasil...

Thor se llevó una mano a la cabeza, suprimiendo cualquier gesto que delataba lo mucho que le afectaba hurgar en su memoria que parecía haberse mezclado con una emoción que nació de algún lugar desconocido y que ahora ensuciaba su recuerdo. Ya no podía acordarse de Loki como su hermano, al menos no del todo.

—Te amaba —la voz de la hechicera lo trajo a la realidad y por un instante creyó que le había leído la mente, pero su expresión melancólica le regresó la poca tranquilidad de la que gozaba—, te amaba a ti, a tu padre y a mí... No entiendo, no logro entender por qué...

Frigga no lloraba frente a él, ni siquiera sabía si su madre lloraba por algo o alguien, su carácter solía mantenerse perfectamente equilibrado entre la firmeza y la nobleza, pero nunca pensó en ella como frágil, y aunque no relacionaba el llanto con la debilidad, ella nunca se había expuesto en ese estado ante nadie.

—Intenté hacer que se sintiera cómodo. ¿Hice algo mal? —Miró a su hijo con una súplica muda—. Lo entendías mejor que nadie, debes decirme si cometí un error. Yo deseaba que Loki se sintiera en casa y pretendí ignorar que este lugar lo estaba rechazando, seguí diciéndole que era su hogar y fingí no darme cuenta que solo estaba cargando un peso a su espalda... Pero él parecía soportarlo, parecía que lo lograría, que encontraría la forma de ganarse el corazón de todos... Ya tenía el mío...

No fue capaz de responderle, por más que quería hacerlo, tampoco sabía qué había ocurrido con Loki.

—Enfermó cuando te alejaste de aquí por primera vez con tu padre, estuviste fuera quince meses en Vanaheim, y él nunca lo admitió, pero yo sabía que estaba así porque no estaba acostumbrado a tu ausencia, y hasta la última vez que marchaste a Muspelheim, él lucía apagado sin ti... ¿Qué hicimos mal? ¿Por qué traicionó nuestro afecto?

—No tiene caso pensar en ello —intentó tranquilizarla—, fue él quien eligió su destino.

«¿Tú lo crees?», le susurró una voz muy parecida a la de Loki.

—Pudimos hacer algo más por él, pudimos... —Las palabras fueron muriendo lentamente en sus labios, no servían de nada.

—No fue nuestra culpa —sentenció, no estaba dispuesto a hablar más del hechicero.

«¿Realmente lo crees?», escuchó de nuevo aquella voz.

—Pero si nosotros hubiésemos...

—Madre. No. ¡Nosotros no hicimos nada mal! —soltó lo último con fuerza.

No quería buscar culpables, no quería admitir que quizá aquello que ahora se manifestaba, aquel sentimiento tan poco propio, había tenido algo que ver con que Loki no los consideraba una familia.

Estaba confundido, no deseaba ponerse a pensar en el motivo por el cuál había fantaseado de esa forma con el que alguna vez llamó hermano. Mucho menos si con ello tenía que transformar los recuerdos que tenía con él.

Aprendieron juntos a vivir, podía rememorar desde sus juegos hasta sus luchas, sus conversaciones casuales hasta sus discusiones, su risa hasta su llanto, las recordaba incluso en sus diferentes etapas, niño o adulto, las recordaba muy bien. Y estaba muy mal que ahora arrastrara tan grotesco sentimiento que ensuciaba todo lo bueno que quedó de él en su memoria.

Lo último que quería era hablar de Loki, pronunciar su nombre una y otra vez y con ello recordar que estaba muerto, que no estaba allí para defenderse, para apuntarlos con el dedo y culparlos, para maldecirlos y para despreciarlos.

Quería de nuevo escucharlo, aunque se voz saliese impregnada de repulsión, que más daba eso, si así podía volver a verlo no le importaba que lo odiara.

Frigga lo observó con los ojos muy abiertos, estiró la mano para tocar su brazo, pero se apartó antes de que lo alcanzara. No debía estar allí.

—Lo lamento —dijo antes de levantarse de la cama y dirigirse a la puerta.

A ella no intentó asesinarla, quizá porque fue Frigga la única que hizo las cosas bien, no le correspondía a él el derecho de ser llamado el más cercano a Loki. Aunque hasta ese momento siempre se sintió así.

• • •

En el transcurso en que observó a Selving, en todo ese tiempo en que ocasionalmente veía a The Other para recibir sus amenazas, mientras miraba de cerca por medio de su magia al doctor, en medio de otros seres humanos, fue cuando más solo estuvo, a pesar de que en ocasiones lo olvidaba, pero cuando el hombre que mantenía vigilado cerraba por fin los ojos y se abandonaba al sueño, entonces regresaba en sí y la oscuridad lo envolvía como un frío manto.

No es que tuviera mucho tiempo para pensar, en realidad cada día iba trazando su plan y eran apenas unos minutos los que tenía libres, pero eran suficientes para atormentarlo.

¿Qué pasaría si todo resultaba bien?

Era curioso, pero no se sentía del todo preparado.

Una noche en especial, en la que el doctor se quedó dormido en medio de una pila de libros y con tres monitores encendidos frente a él, en aquel frío laboratorio donde analizaba hasta donde se lo permitían sus conocimientos el Teseracto, decidió dejarlo en paz y hacer otra cosa.

A comparación de los pasados meses, ya no se sentía tan débil, y ahora podía alcanzar distancias considerables con su magia.

Conocía formas de entrar a Asgard sin ser descubierto por Heimdall, y otras por las cuales llegar más rápido, esa noche decidió crear una ilusión con apariencia de Helga y hacer una visita al reino que detestaba.

Sus párpados se cerraron y comenzó a percibir como sus sentidos se duplicaban hasta separarse. Se convirtió en una hermosa doncella de cabellos castaños con una sonrisa dulce en los labios.

Al estar con los sirvientes de Thanos, había tenido la oportunidad de conocer a Eldred, fue este hechicero quien le ayudó a incrementar sus conocimientos y dominio de las artes oscuras, por ello es que no le costaría tanto llegar hasta Asgard con la energía que poseía.

Salió de una grieta de un enorme roble al comienzo del bosque y caminó en dirección al castillo. Lejos de sentir nostalgia comenzó a invadirle la ira. Todos lucían felices, indiferentes a su ausencia en el universo, como si su vida en aquel lugar jamás hubiese significado nada, y lamentablemente era la verdad, su existencia para Asgard era comparable con una bestia doméstica, su partida no afectaba a nadie.

Paró en seco antes de llegar al sendero que lo llevaría a su antiguo hogar, y al girar la cabeza se encontró frente a la taberna que solía frecuentar con Thor y los demás guerreros.

—Helga, creí haber escuchado que tenías que descansar —Fandral se acercó hasta Loki e hizo un gesto con la mano para invitarla a entrar al sitio—, pero ya que estás aquí, ¿te gustaría tomar algo conmigo?

—Sigues sin superarlo —respondió al instante y luego bufó—: bien, eso sería encantador.

El rostro del espadachín reflejó confusión, no tenía idea de a qué se había referido con lo primero, sin embargo, decidió no quebrarse la cabeza y asentir.

—Hoy luces muy bella —dijo de repente, había algo en ella que le resultaba familiar y a la vez le provocaba cierto pesar.

—Debe ser cierto aquello que dicen.... ¿El dolor te hace más fuerte? —mencionó al aire mientras se sentaba en una mesa vacía.

Había música de fondo, y las voces se mezclaban con la risa.

—¿Disculpa? —Dos y esperaba que aquellas frases extrañas no continuaran.

Loki negó con la cabeza y suspiró:

—¿Qué sucede? Pareces deprimido, ¿todo está bien con Thor? —habló con ironía, asumiendo que el Odinson influenciaba directamente en su estado de ánimo.

Fandral esta vez no intentó responder ni buscarle sentido a sus palabras, solo se mantuvo con la mirada directa en sus ojos azules que parecían contener cierto verde.

—No te preocupes —habló como restándole importancia—, Asgard cubre su espalda, el Padre de Todos al frente y tú seguramente sosteniendo su mano para que no tropiece.

Con un movimiento sutil de su mano apartó los cabellos que caían en su hombro. Vestía una blusa de seda color rojo y una falda larga.

—No es él quien me preocupa —admitió apenas audible—, es Loki.

Una de sus cejas se elevó con desconcierto, no esperaba escuchar aquello.

—Está muerto, no deberías inquietarte, ya todos lo olvidamos. Está más que superado. —Su tono de voz fue indiferente.

Sonrió y se levantó para ir a la barra a pedir unas bebidas, conocía a Helga por eso no fue necesario que le preguntara que deseaba, sabía lo que pediría.

Loki aprovechó para buscar con la mirada a Thor, quizá estaba allí charlando como si nada.

—Tampoco vendrá hoy —dijo a su espalda, con una copa de vino y un tarro de cerveza en las manos.

—¿Tampoco? —cuestionó ocultando su curiosidad mientras aceptaba la copa.

—No puede dejarlo ir. —Su expresión no se inmutó y con lentitud volvió a acomodarse frente a la que creía su amiga.

Por un instante temió escuchar la respuesta. Jane Foster.

—¿A la mortal? Tendrá que acostumbrarse. En lo que para nosotros dura un suspiro a ella se le va la vida...

Apartó cualquier emoción innecesaria y pretendió no tomarle demasiada importancia. Ya estaba por cambiar de tema cuando el espadachín expulsó:

—No, a ella no. No puede dejar ir a Loki, pensé que ya lo había logrado... —Su voz se apagó, pero tenía algo más por decir—. A veces creo que también es él quien no quiere dejarlo ir, incluso después de muerto.

Helga se mantuvo callada, Fandral se dio cuenta de la tontería que había soltado frente a la doncella y que no podía utilizar de excusa al alcohol por su disparate cuando no le había dado más que un par de tragos a su cerveza.

—Olvida lo último, no es...

—Quizá tienes razón —lo interrumpió—, incluso muerto Loki sigue sin querer dejarlo ir.

Ya no tenía más por hacer en Asgard, ya había tenido suficiente por ese día, y dejando sin palabras al æsir, se marchó sin siquiera despedirse, tan solo se levantó y dejó la copa intacta sobre la mesa.

Sus pasos fueron más cortos y lentos de lo que hubiera querido, pero estaba actuando más por instinto que por deseo. Antes de llegar al bosque giró y observó el reino que antes fue su todo, no había cambiado demasiado, se había expandido, pero seguía siendo el mismo de sus primeros recuerdos. Seguía sin sentirse su hogar y a la vez el único sitio donde encontraría lo más cercano a la felicidad.  


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