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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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En Vanaheim habitan los dioses Vanir, ellos son maestros de brujería y magia. Si un problema grave surge ahí, Odín se encarga de ayudarlos personalmente, pero por primera vez en siglos no podía hacerlo por él mismo. Justo ocurrían mil cosas en Yggdrasil y tenía que atender asuntos todavía más apremiantes; su esposa, Frigga, tampoco podía ayudarlo y en otra ocasión no habría dudado en encomendar la situación a Thor, pero todavía resentía aquel acto de rebeldía que había cometido junto a Loki.

—No hay muchas pruebas y el único testimonio es endeble. —El padre de todos escuchó a aquel guerrero informar sobre la condición en Vanaheim.

—Aun así no podemos ignorarlo, si lo hacemos las consecuencias nos podrían alcanzar —dictaminó y con un gesto de la mano le pidió que le diera unos minutos para pensar.

No tenía muchas opciones y sabía que lo mejor sería que Thor se encargara, pero no podría solo, necesitaba de Loki. Había notado una extraña tensión rodeándoles, le preocupaba que involucraran sus propias inquietudes y terminaran por olvidar el objetivo principal, porque él era testigo de la debilidad que profesaban ante el contrario. Debían arreglar aquello antes, pero no disponían de más tiempo y no sabía qué tan grave era la situación en la que estaban envueltos, no podía ayudarlos. Tampoco tenía muy en claro la magnitud del problema que enfrentarían, podría ser algo simple o algo complejo. Odín tenía que hacer una elección, pero dudaba si haría lo correcto.

—Ve por Thor, Loki, Volstagg, Hogun y Fandral.

Si algo salía mal, solo quedaba confiar en que ellos podrían encargarse.

[...]

Los cinco permanecieron en silencio durante todo el trayecto, Hogun en especial tensión, ir a su mundo de origen en aquellas circunstancias no le hacía mucha ilusión.

Atali, la primogénita de Ymir amenazaba la seguridad de Vanaheim. Sus métodos todavía eran meros rumores de taberna; se decía que seducía a los guerreros que bajaban la guardia ante su increíble belleza para alejarlos de la seguridad del pueblo y así matarlos. Al principio se pensó que se trataban de bestias, pero aquello se trataba de algo más y un guerrero que fue encontrado a la orilla de una aldea en fatídico estado, aseguraba que se trataba de ella y de sus hermanos que devoraban a aquellos seres desafortunados que caían en su trampa. Su testimonio podía ser cuestionable, porque aquel guerrero había perdido la cordura y podría ser producto del trastorno que sufría su mente. La última vez que se oyó hablar de la progenitora de Ymir, fue en la época en que Thor y Loki eran apenas unos niños. No existían razones para creer en aquel guerrero, pero ignorarlo también podría acarrear una desgracia, tenían que agotar todas las posibilidades hasta resolver aquellos asesinatos que aumentaban a un ritmo alarmante.

—¿Cuál es el plan? —Todos dirigieron su mirada al rubio, su castigo había terminado y de nuevo Thor estaba al mando.

—Uno de nosotros tendrá que ser la presa, los demás vigilaremos desde las sombras —contestó con seguridad, no podía negar que creía en su capacidad para manejar aquello.

—¿Quién? —preguntó Loki restregándole en la cara su presencia. Al menos así lo interpretó.

La nave se agitó y se sostuvieron con fuerza de sus asientos, pronto llegarían a su destino.

—Yo podría hacerlo, se me da muy bien hablar con bellas doncellas —dijo Fandral un poco entusiasmado ante la idea. Puede que parezca ser como los demás guerreros que pierde la razón por el sexo opuesto, pero era todo lo contrario, él siempre manejaba aquello con sobriedad, he ahí el éxito de sus conquistas.

—No, se dice que se acerca a guerreros descuidados y no creo que puedas lucir como uno. Lo ideal será seguirla hasta cualquier lugar que sea su escondite, pero no lo hará a menos que encuentre lo que busca, y no podemos arriesgar a alguien externo a nosotros para que actúe de carnada. Por eso uno de nosotros debe serlo y ese debe ser Volstagg —explicó con la voz impregnada de decisión.

El mencionado levantó una ceja e hizo una expresión de sorpresa, pero no discutió con Thor, no había razón para hacerlo.

Loki asintió, también creía que Volstagg era el adecuado, aparentaba a veces estar abstraído en su propio mundo, pero sabía que era fuerte y con un espíritu inquebrantable. Podía hacerlo.

[...]

Odín les proporcionó toda la información que se recolectó del caso y por ello decidieron ir al lugar con más probabilidad de encontrar a Atali. Fueron discretos, se camuflaron en cuanto llegaron, no podían arriesgarse a que los propios Vanir descubrieran el propósito de su visita; primero se encargarían de reconocer el terreno y tratar de tomar ventaja, pero también eran conscientes que ella en ese dominio les ganaba por mucho; aunque Hogun conociera Vanaheim, al crecer ahí y habitar ese mundo por siglos, aun así aquella aldea en la que se llevaría a cabo el plan estaba flanqueada por montañas y bosques peligrosos. No sería fácil adaptarse a ese entorno, más cuando cuatro de ellos crecieron y estuvieron siempre acostumbrados al menos hostil ambiente de Asgard. Los Vanir en cuanto a tecnología estaban muy por detrás a los Aesir, por eso en aquel mundo persistía una naturaleza más primitiva.

Después de trazar con detalle el plan y eligiendo los lugares estratégicos en los que se situarían para vigilar a Volstagg, se fueron a una cabaña que quedaba al límite de la aldea, decidieron tomar turnos para vigilar mientras los demás dormían. El primero fue Thor y quedó de despertar a Fandral en unas horas.

No era seguro que al día siguiente Atali se revelará en aquella aldea, de hecho no era seguro que ella en realidad existiera. Pero mañana comenzarían y lo realmente importante llegaría cuando ella hiciera acto de presencia. No sabían cuánto tardaría en ocurrir aquello, podían estar ahí un día, una semana e incluso un mes. Nada era evidente y lo más razonable era después de un par de días trasladarse a otra aldea para probar suerte. Era como intentar cazar un fantasma, no sabían si reír o temer.

El rubio se subió arriba de un gran roble, con arco, flechas y unas dagas colgando a su espalda, preparado para en cualquier momento atacar si era preciso, aunque sabía nada ocurriría aún, eran cinco y ella parecía solo proceder cuando los guerreros se encontraban sin compañía. No debía preocuparse tanto, pero igual no confiaría, no ante aquella situación tan insólita.

—Linda vista —dijo con aquella voz que incluso alucinaba.

—Ve a dormir, Loki —le ordenó y pretendió ignorarlo si es que decidía permanecer ahí.

—Algunos no necesitamos dormir todos los días, sé que lo sabes, hermano —respondió con aspereza.

Sentía que cada vez que lo llamaba hermano lo hacía solo con intención de burlarse, esa palabra jamás volvería a ser la misma para él.

—Lo sé, pero quizá mañana no tengas la oportunidad de hacerlo y hazlo mientras puedas. —Ya no diría más.

—Estás nervioso, ¿cierto? —Por fin apareció junto a él, ya no solo era su voz flotando en el aire, fue y se sentó a su lado.

Giró la cabeza y su semblante se distorsionó de la rabia. ¿Hasta cuándo Loki pararía de reírse de él? Le iba a gritar que se largara y lo dejara en paz, pero no había ni un atisbo de burla en sus ojos, incluso el propio Loki lucía un poco nervioso, no sabía qué hacer, antes sin duda habrían charlado como si nada, antes, ahora no sabía cómo tratarlo.

—Un poco, no quiero arruinarlo. —Se calmó y confesó con voz apagada.

—No lo harás, naciste para proteger todo lo que te rodea —se miraron y después sonrió—, de no ser tan soberbio serías perfecto.

—No soy soberbio. —Intentó ignorar que el menor creía que podría llegar a ser perfecto, pero ya estaba cayendo en su juego sin darse cuenta.

—Por supuesto, derrochas seguridad y altanería a cada paso que das, es escalofriante. —Hizo un gesto de disgusto con su nariz y labios.

—Tú eres raro y... —Buscó una debilidad en el hechicero, pero no fue muy rápido.

—¿Raro? ¿No tienes algo mejor que decir? —Sus cejas se elevaron y observó aquellos tenues destellos que iluminaban el rostro del contrario, era la luz de las estrellas que lograba colarse entre el follaje y que incluso, pensó, ni ella podía controlar la tentación de acariciar a Thor.

—Eres idiota —contestó y apartó la mirada, no quería seguir distrayéndose con él, no era posible que olvidara lo que estaba haciendo por culpa de la presencia de Loki.

El menor suspiró y se recargó en una gruesa rama, contempló a Thor en silencio. Los minutos pasaron y creyó que se olvidó que estaba allí. Acercó su mano a la cara del rubio y recibió un fuerte golpe por parte del mayor.

—Deja de hacer eso —le recriminó—, es asqueroso. Eres mi hermano.

—¿Entonces por qué te gusta? —le provocó con una sonrisa.

Apretó los dientes y contuvo el impulso de rabia que sentía crecer en su interior.

—No me gusta, para ya.

Quería sonar furioso, pero más que furia lo que sentía era miedo, porque quizá Loki tenía razón. Le gustaba.

—No lo pienses, no te hagas daño al hacerlo. Yo no lo hago —dijo con diversión.

Thor bajó la mirada y con voz trémula pronunció:

—Loki, somos hermanos.

El menor no disfrutaba tanto como creyó ver la cara abrumada de Thor, sabía que la culpa debía carcomerle, que definitivamente lo que sentía debía torturarle. Pero tampoco se atrevía a decirle que ellos no eran hermanos, que no había nada que les conectara, que a pesar de que crecieron juntos, siempre hubo una diferencia abismal, que aquel abismo nunca podrían cruzarlo y que desde que besó sus labios en aquel mundo oscuro se dio cuenta que por primera vez se sentía cerca de él, quizá realmente la distancia desapareció, porque se sentía tan cerca de él, tanto como siempre anheló estar. Por eso no pudo arrebatarle la vida, si no lo hubiera besado estaba casi seguro que lo habría hecho, pero al final, cuando sus labios hicieron contacto una calidez le embargó y no fue capaz de alejarlo de nuevo, no quería renunciar a él. Lo quería cerca, pero también quería que sufriera, aunque él también lo hiciera. Luchaba constantemente con el fuerte deseo de llevar consigo a Thor a su demencia, o él solo consumirse en ella.

¿Realmente el abismo que les separaba dejaría de existir algún día? A pesar de unir sus labios, de fundir su piel con la de él, de ser uno. Para ellos el destino donde ambos eran felices no existía, siempre uno tenía que sufrir. Sería Loki, sería Thor, o serían ambos, pero la felicidad no aplicaba para los dos. Así no funcionaba y no había remedio. Loki se debatía entre ambos ser desdichados, él alcanzar la plenitud, o perderse en el vacío de Yggdrasil. ¿Por qué no era sencillo elegir? ¿Por qué no era obvio para él elegir el camino que le llevaba a la gloria? 

Porque a veces prefería hundirse en la miseria y en otras ocasiones pensaba que si lo llevaba consigo, al menos así estarían juntos por la eternidad.

—No te preocupes —susurró con tristeza.

[...]

—Tengo esposa e hijos, no dejaré que una cara bonita nuble mi razón —repitió varias veces para dispersar el miedo que comenzaba a inquietarlo. Tenía un mal presentimiento.

Los otros se habían metido al bosque para colocar trampas, Loki fue a las montañas y dejó varios encantamientos que le ayudarían a detectar algún movimiento, cuando regresó encontró a Volstagg jalando de sus cabellos.

—¿Todo bien? —Hubiera preferido ignorarlo, pero si continuaba en ese estado le pondría también más nervioso—. ¿Hay algo que te preocupe?

—Sé que sabes quién es Ymir, todos lo saben y la idea de que es su primogénita la que pueda estar detrás de esto...

—Es solo un rumor, podría tratarse de alguien más que intenta asustar a los guerreros utilizando el nombre de Atali, los Vanir son seres poderosos, la magia oscura no es un secreto para nadie. Puede incluso que se trate de alguna secta, nosotros estaremos cubriéndote la espalda.

—¿Y si realmente es Atali? Ymir es el primero de los gigantes de hielo, ellos son una raza despiadada. —Le miró sin ocultar su miedo.

—Lo son —dijo con voz gélida. «Lo somos».

La literatura que encontró de Ymir como de Surtur era antigua y explicaba los orígenes de aquellos seres tan colosales. Entendía el terror de enfrentarse a algo que se les relacionara y más si se hablaba de una de sus primogénitas.

—Thor confía en que puedo hacerlo...

Una vez más comprobó cómo es que la simple palabra, del que debía llamar hermano, podía influir tanto en la mente de los demás, siendo capaz de incluso lograr que Volstagg olvidara su inseguridad por la confianza que el rubio transmitía.

—Claro, él no se equivoca —habló con falsa convicción y después de palmear su hombro se alejó saboreando el odio que siempre le tendría. Aquel que nunca desaparecería, aquel que le obligaba a querer destruirlo consigo.


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