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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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El frío metal encajándose en sus costillas le dificultaba la tarea de respirar. La atmósfera en sí no ayudaba mucho, a comparación de Asgard, el aire de Svartalfheim estaba cargado de un fino polvo que incluso sentía impregnarse en sus poros.

Con ayuda de sus piernas y brazos salió arrastrándose por debajo de la ahora destrozada nave. De las palmas de sus manos brotó una tenue luz azul que fue adquiriendo intensidad hasta ser capaz de abarcar el área suficiente para observar lo que le rodeaba. Solo había sombras que parecían alargarse en su dirección, pero quizá fuera su propio miedo el que crecía, porque ahí no estaba Thor y temía no tenerle a su lado cuando aquello que les derrumbó volviera a atacar.

Alzó uno de sus brazos para iluminar un poco más y al pasear su mirada notó algo extraño. Había una roca del doble de su tamaño, tan deforme que tuvo que observarla por un momento al creer que se trataba de algo más. Poco a poco distinguió en ella un par de ojos que le estudiaban. Su cuerpo entero se paralizó, un escalofrío le recorrió por completo y fue incapaz de apartar la mirada.

Más que una naturaleza salvaje e instintos animales, lo que Loki descubrió fue una inteligencia superior y una perversidad sin límites.

Estaba perdido, no había escapatoria ante aquel ser y saboreó con pesar su propia muerte. El sudor resbalando por su piel, el corazón bombeando sangre con tanto ahínco como si se tratara de su última encomienda y el temblor que incrementaba a cada segundo en sus extremidades.

Con movimientos felinos, lo que antes creyó era una roca, se acercó con sigilo.

No quería morir así, no quería sin antes lograr algo que le volviera inmortal, alguna hazaña buena o mala, importaba poco en ese instante, que le asegurara que en todo Yggdrasil jamás olvidarían su nombre.

Sin querer sus labios pronunciaron un último deseo: «Thor, aléjate».

«Él ya está muy lejos», le respondió aquel ser.

Carecía de boca, pero Loki entendió que no necesitaba una, su voz era el espacio mismo.

«Estoy con Thor y estoy contigo, ¿quién será el más valiente?».

No podía responder, ni siquiera podía emitir algún gemido.

«Loki Laufeyson, ¿no sabes que el conocimiento es más que poder? ¿Eres realmente digno de poseerle? Yo solo veo a un cobarde».

El frío siempre lo soportó muy bien, pero lo que sea que estuviera frente a él, parecía conocerle mejor que sí mismo y sintió la temperatura en el aire elevarse hasta resultar insoportable.

«Mata al que creíste era tu hermano, así, tú y yo podremos tener algo en común».

Aún mantenía su vista fija en aquellos ojos que proyectaban un abismo. A su alrededor todo era como brasas, el calor consumiendo y derritiendo cada una de sus partículas.

¿Matar a su hermano? No, no era su hermano. ¿Matarlo? Sí, todo sería más sencillo para él sin Thor. ¿Qué era Thor? Era una estrella para los Aesir, un dios para los mortales. ¿Para él qué era? Era...

 

«—¡Vete de aquí! —le gritó con rabia. Quizá no escuchó, o tal vez no le importó lo que le dijo porque fue y se sentó junto a él—. Déjame en paz. —Escondió su rostro entre sus rodillas, mientras no podía evitar frenar las lágrimas que se escurrían por sus mejillas.

—Yo también perdí, no tienes que ponerte así. —Jaló de los cabellos azabaches.

Su ira subió como vapor al cielo, elevándose hasta ser imposible frenarla o retenerla entre las manos.

—¡¿No entiendes?! ¡Quiero estar solo! —Levantó la cabeza y se encontró con su propio reflejo en los ojos celestes—. Padre estaba mirando, él vio como todos me dejaron atrás. —Con sus mangas se frotó la cara para eliminar todo rastro de llanto.

—Qué importa —comenzó a decir—, no importa si no puedes alcanzarlos, Loki, yo me quedaré atrás contigo. No es divertido... No quiero salir a jugar con ellos si no estás tú.

Mantenía apretados sus puños y sus nudillos se volvieron blancos, el menor lo observó todo con un sentimiento de culpabilidad. No quería que Thor llorara, no quería que alguien más lo viera así, porque podrían pensar que era igual de débil que él, y eso no era cierto. Su hermano era el más fuerte.

—Tonto —dijo con voz temblorosa y estiró los brazos hasta alcanzar la cabeza rubia y envolverla en un abrazo.

Loki lo escondió, temeroso ante la debilidad que le profesaba a Thor.

—Hermano, nunca les creas. —Se apartó y le tomó de las mejillas—. Prométemelo.

—Pero y si padre...

—A nadie, ni a mí, no creas nunca que eres débil. —Le miró con tanta intensidad que creyó le podría destruir.

—Lo prometo.

El mayor sonrió con aún los ojos rojos, mostrando una visión que se tatuó en la retina de Loki y con delicadeza depositó un beso en la punta de su nariz. »

 

Era su mejor amigo, el único en quién podía confiar. Ni Odín, ni Frigga, ni nadie más que Thor. Era él, el único al que le dejaría su vida en las manos, al que le contaría las curiosidades que descubría en los libros y con quién cerraría los ojos hasta perder la consciencia, sin temor a ser juzgado, sin miedo a ser rechazado. Pero...

«No puedo matarlo, si lo destruyo ahora, no verá cuando gobierne Asgard».

El aire que respiraba quemaba sus pulmones. La coherencia de sus pensamientos poco a poco flanqueaba entre el pasado y el presente.

«El amor no te llevará a ninguna parte, no llenamos el vacío con algo tan insignificante como eso. Te daré una oportunidad».

Cerró los ojos un instante y al abrirlos fue como despertar de una pesadilla, solo su pulso acelerado delataba que acababa de atravesar por algo desconcertante, pero ni rastro del ser extraño, la temperatura era normal y él seguía de pie mirando a la nada.

Todo lo que sufrió, todo el dolor se había esfumado.

Fue capaz de dar un paso hacia delante y confundido caminó con temor para buscar a Thor.

[...]

No tenía idea de lo que estaba pasando, solo con firmeza lanzaba ataques con su espada al aire. Nunca logró acertar un golpe, por más que giraba y giraba sobre sus pasos, jamás sintió que le hería, pero sí advertía como aquella criatura se acercaba. Podía percibir su olor repugnante y su piel se erizaba ante su frío aliento. Lo que más le inquietaba eran aquellos sonidos primitivos que emitía, perturbadores que podría jurar le sangrarían los oídos.

En un momento, ya con su fuerza al límite, tropezó y su cabeza rebotó contra el duro suelo. Antes de perder el conocimiento, logró escuchar de nuevo: «Thor, aléjate».

[...]

No fue necesario que buscara tanto, le encontró tirado a unos metros de la nave. Estaba inconsciente y cuando se inclinó para sentir su pulso, vio la lanza Gungnir a un lado suyo.

Era dorada, perfecta para Odín. Thor no lo sabía, pero El padre de todos la escondió ahí, la había utilizado contra los Gigantes de Hielo cuando salvó Midgard y era capaz de controlar El Destructor. Construida por los Elfos Oscuros y ahora abandonada en su mundo de origen, Loki quería descubrir si él era capaz de manipularla.

Cuando la tomó entre sus manos supo que podía canalizar su energía a través de ella y también energía externa, pero no contaba con tanto poder como para conseguir lo segundo.

Se concentró y logró emitir un pequeño rayo. Tenía que practicar si quería lograr más que eso, y como recordándole que no estaba solo, Thor tosió.

Acercó la punta de sus dedos al borde de los labios del rubio y el tacto húmedo le confirmó que aquello era sangre. Tenía que hacer algo, tenía que despertarlo. Pero en cambio se quedó ahí, arrodillado junto a su cuerpo, con una voz que le gritaba que con la lanza le quitara la vida.

Se puso de pie y observó la mística Gungnir, miles de encantos la forjaron, él era un hechicero, podía matar a Thor ahí, con ella.

Apuntó al corazón del mayor que yacía con una expresión de dolor, no sabía qué fue lo último que vio antes de caer de la nave, quizá fue la sonrisa de alivio que compartieron. Moriría pensando que eran hermanos, y jamás se habría imaginado su trágica muerte, mejor para él, se ahorraría la pena.

—Tenías razón, no soy débil. Puedo ser incluso el más poderoso —habló con voz solemne—. Sé que habrías preferido morir con honor, pero qué más honor que morir a manos del futuro rey de Asgard, del mismo mundo al que tú deberías gobernar.

Aún sentía la humedad de la sangre en sus dedos y recordó con melancolía que para matarlo como debía, tenía que hacer algo antes.

Colocó la punta de la lanza en su pecho, la armadura le protegía, pero no sería suficiente. Sin mover ni un centímetro el arma, fue bajando su mano para poder agacharse. Recargó una rodilla en el suelo e inclinó la cabeza. Acercó su rostro al de Thor.

—Lo prometo —musitó y besó sus labios.

Fue apenas un roce, uno donde Loki trató de imitar el gesto que había tenido el rubio con él hace tanto tiempo atrás. Recordaba que se sorprendió de aquello y que se había quedado atónito, que el calor que ya era escaso en su cuerpo le abandonó por completo, pero sobretodo, que deseó que ese momento durara más.

Ahora ya no eran unos niños y ni siquiera eran hermanos, entonces aquel gesto tenía que ser más significativo. Nada mejor que un beso en los labios.

[...]

—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —preguntó apenas y despertó.

—Calla y no te muevas. —Le empujó para recostarlo de nuevo.

—¡Hermano! —Le miró sorprendido—. ¡Estás bien!

Su expresión se convirtió en una de alivio.

—Caímos de la nave, tú saliste expulsado y yo quedé atrapado en ella, pero tú te golpeaste muy fuerte en la cabeza, es mejor que te quedes quieto hasta que haga efecto el hechizo que te lancé.

—No, yo... Luché contra algo o alguien, es mejor marcharnos ahora. Es peligroso —dijo con el rostro desencajado.

—Fue una alucinación, Thor.

—Entonces ¿qué nos derrumbó? —Se incorporó, pero le atacó un mareo que le hizo llevar una mano a la cabeza.

—Estábamos muy cerca del poder de Gungnir, probablemente fue su magia la que hizo que la nave perdiera el control. —Cruzó sus brazos y le observó con seriedad.

—¿La lanza? Entonces... —paseó la mirada a su alrededor hasta detenerse en el largo metal dorado que descansaba tras la espalda de Loki—. La encontraste.

—Así fue. —Le imitó y también contempló aquella arma por la que habían pasado tanto dolor.

—Aun así, no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras esperamos a que padre nos encuentre.

Alucinación o no, no podría olvidar jamás el terror que experimentó en ese lugar y sabía no podía estar ahí por más tiempo.

—Buscaremos la forma de regresar a Asgard, pero necesitas descansar un poco más para recuperarte por completo. —Le advirtió con la mirada que no estaba dispuesto a negociar aquello.

—Loki —le llamó en voz baja, como temiendo ser escuchado por alguien más—: ¿También tuviste una alucinación?

Inconscientemente sus ojos se enfocaron en su boca.

—No, yo no me golpeé la cabeza.

Con astucia logró ocultar el miedo terrible que aún persistía en sus entrañas. No quería ni imaginarse lo que aquella criatura les haría si regresara, probablemente, ya no sería tan amable para dejarlos con vida; pero algo le decía que ya no estaba interesado en ellos. O quizá logró divertirse lo suficiente al jugar con su mente, al menos así se sentía Loki, como si hubieran jugado con su propia alma.

Si de algo estaba seguro era que no sería capaz de apartar la sensación de la sangre en sus dedos, y tampoco el rastro de los labios de Thor en los suyos.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó con desesperación.

Desconocía el tipo de horror que enfrentó el rubio, para ser sincero no le interesaba escucharlo, suficiente tenía con su propia experiencia.

—El que sea necesario —respondió.

Notas finales:

¡Por amor al arte! ¡Gracias por leer!

¿Así o más predecible el nombre del capítulo? 7u7

 


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