Los días se convirtieron en meses y estos en años, en el reino sayayin reinaba la paz, Kakaroto seguía con sus entrenos y con preparar a la nueva armada de su planeta, Nappa siempre poniendo orden en el palacio, un consejo de ancianos contentos por el heredero al trono, un Raditz que reinaba junto a 18 y a su hijo Hiru, futuro rey del planeta Androide, el cual heredo un gran poder y los hermosos ojos de su madre.
Por su parte Vegeta seguía reinando como el mejor soberano de todas las décadas junto a su familia, había defendido su pueblo y su hogar.
Vegeta había salido de una importante reunión de próximas alianzas, caminaba por uno de los pasillos del palacio, cuando escucho una fuerte explosión cerca de allí, y al sentir dos ki que conocía muy bien decidió ir a investigar que hacían.
Nappa: ¡Lo siento Vegeta!, pero la cámara de entrenamiento no soporta el poder de Gogeta.
Vegeta: Era de esperarse. ¡Kakaroto!
La cámara estaba completamente bajo escombros y dos risas se escuchaban en ella. Era Kakaroto junto a Gogeta que les parecía divertido destruir el lugar donde entrenaban.
Kakaroto: Creo que Vegeta nos mandara a entrenar muy lejos de palacio.
Gogeta: Muy cierto Papá. Ajajajjajaj.
Vegeta: ¡Es la decima vez que hacen eso!, ¡Kakaroto!
Gogeta: Oh oh….
Kakaroto: ¡Huyamos!
Ambos pretendían huir del lugar para no recibir la reprenda de Vegeta. Pero solo uno de ellos logro escapar.
Vegeta: ¡Luego iré por ti Gogeta!
Kakaroto: Vamos Vegeta, es imposible que pueda controlar su ki, aun no tiene la edad suficiente para controlarlo.
Vegeta: Claro que lo tiene, además tu estas ayudándole con eso, ¿o me equivocó?
Kakaroto: Oh vamos, solo que no seas tan duro, sabes que siempre quiere mejorar para agradarte. Se parece tanto a ti en tu mirada y en la forma de pelear, piensa demasiado igual que tu.
Vegeta: Ya basta Kakaroto, ahora te reprenderé por lo que hiciste.
Kakaroto: Hmmmm…eso suena bien.
Vegeta aprovecho para atraparlo en la pared y besarlo de manera desenfrenada. El otro sayayin solo se dejo llevar y correspondió a ese castigo que le encantaba que Vegeta le diera.
Parece que la relación de ambos era muy apasionada ya que no desaprovechaban cada momento para amarse o darse algo de cariño siempre y cuando nadie los viera y mucho menos aquel ser que ambos procrearon con su genes sayayines. Ya que había heredado la curiosidad de Kakaroto y la inteligencia de Vegeta, una combinación explosiva para un ser que apenas tenía 10 años.
Después de unas horas, después del beso que Vegeta le dio a Kakaroto, ambos terminaron en su habitación para concluir su escena de amor.
Kakaroto se encontraba tirado en la cama, completamente dormido y desnudo, mientras Vegeta salía de la ducha y se vestía para ver en donde se había metido Gogeta.
En otra parte del palacio, Gogeta jugaba con las flores y animales que se encontraban en uno de los jardines principales, ese lugar era el mismo en que Vegeta se detenía a pensar y a recordar a su madre.
Gogeta observaba las nubes pasar mientras se encontraba en el pasto, pero unos pasos en el césped la asustaron.
Vegeta: Sabia que te encontraría aquí Gogeta, mira lo que encontré, debes de tener más cuidado.
Gogeta: ¡Papá, no sentí tu ki!
Vegeta: No quería que te dieras cuenta.
Gogeta: ¡Mi relicario!, gracias por encontrarlo.
Vegeta: Debes de tener más cuidado, lo encontré en los escombros.
Gogeta: Tienes razón, siempre lo he llevado, no sé cómo lo perdí ¿No es así?
Vegeta se acerco mas a la niña, una pequeña sayayin de cabellos negros y mirada curiosa, la piel clara y las mejías rojas que detonaban su buena salud. Vestía con su traje formal sayayin pero de niña y en un costado de su armadura la decoraba el escudo real de su familia.
Vegeta: Este relicario me lo dio mi madre y luego se lo di a tu padre, pero ambos decidimos que desde que eras un bebe lo llevarías como prueba de nuestro amor y es por eso que debes de cuidarlo mucho.
Gogeta: lo siento, no volverá a pasar. ¿Me perdonas?
Vegeta: Esta bien hija, pero con la promesa de que aprenderás también a controlar tu ki, ¿estás de acuerdo?
Gogeta: Lo prometo y te quiero mucho.
La pequeña niña se acerco para abrazar a su padre, este no dudo en corresponder a ese ser que también era parte de él. La escena de cariño fue observada por un sayayin que no dejaba de sonreír y sentirse muy feliz por tener esa familia.
Kakaroto: Me encanta verlos así.
Vegeta cuando escucho la vos del otro sayayin, se sonrojo mucho y se separo un poco de la niña, le daba un poco de pena mostrar su amor de esa manera.
Vegeta: Mejor no digas nada, y tu jovencita debes de ir a tus clases de historia.
Gogeta: ¡Muy bien!
Kakaroto: No te preocupes, que después que termine tu clase te llevare de paseo.
Gogeta: ¡Siii!
Vegeta: Kakaroto, ella es la futura reina de nuestro planeta, así que los juegos luego.
Gogeta: ¡Por favor, déjame ir después con él!
Kakaroto: Vamos Vegeta, solo es una niña. Cuando crezca tendrá tiempo para todas esas locuras de la realeza.
Vegeta: Hmmmm…está bien….pero no siempre hará lo mismo.
Gogeta: ¡Gracias papa!
La pequeña princesa se despidió de sus padres y se retiro a cumplir de sus responsabilidades como sucesora ya que luego saldría del palacio para disfrutar de las bellezas de su planeta.
Vegeta y Kakaroto quedaron solos en aquel bello jardín, como cuando eran más pequeños y jóvenes, recordaron sus momentos, sus encuentros, sus promesas, su historia.
El sayayin de cabellos alborotados beso a Vegeta y luego lo abrazo con fuerza. Vegeta le correspondía con el mismo amor.
Su amor a pesar de todo perduro, hubo guerras, enemigos y todos ellos fueron vencidos, ahora tienen una familia feliz, algo que una vez fue casi eliminado de sus sueños pero debido a su amor incondicional lograron obtener.
Los años siguieron pasando, la pequeña princesa se volvió reina, gobernó con grandeza, gracias a la buena educación, valor, su sangre guerrera y el amor que sus padres le dieron. De ellos se contaron historias que en el pueblo sayayin se hicieron leyendas y cuentos de su pueblo, jamás olvidarían a los reyes de antaño que defendieron siempre su hogar y a su pueblo.
Ahora sus descendientes continuaban su legado, y jamás olvidarían esa bella historia de amor que comenzó cuando apenas eran tan solo unos niños.
Fin.