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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, pues aqui comenzamos el año oficialmente. Perdon por la tardanza me tome unos dias para descansar porque estoy agotada. Espero les guste el capitulo y espero verlas por aqui. Les quiero mucho y les deseo muchos exitos este nuevo año.

 

Besos

 

B.B

Conviene no llorar[B1] 

 

 

— ¿Cómo está?

 

— ¡Misaki! … ¿cómo fue que llegaste tan rápido?

 

—Miyagi deja llegar a tu hermano y cuéntale lo que sabes.

 

—Lo siento Misaki… no sabemos mucho. Kaoru está con él en el quirófano y también Nowaki, le están haciendo una cesaría de emergencia.

 

Misaki se sentó en una de las sillas de la sala de espera, ayudado por Shinobu y por Miyagi, que una vez habiéndolo dejado sentado, corrió a buscarle un vaso de agua porque lo notó muy pálido.

 

— ¿Usami sama no vino contigo? —le preguntó Shinobu con suavidad, mientras sostenía su mano gentilmente, quizás buscando darle aliento, pero esa pregunta solo le causó más dolor y sus ojos se llenaron de lágrimas, aunque pensó que ya no tendría más para derramar.

 

No supo exactamente cuando las cosas empezaron a ir mal, supuso que desde que abordaron el avión para ir a su luna de miel. Pero con la información que ahora tenía, sabía que todo había estado mal desde el principio y esas últimas horas solo sirvieron para que le estallaran en la cara todas las mentiras que le rodeaban.

 

En ese momento le parecía considerablemente absurdo que hubiese estado tan ciego. Había llegado esa noche con los ojos cubiertos con una venda invisible que no lo dejaba ver la realidad, a una ciudad hermosa, bulliciosa e iluminada. Había cruzado las puertas del lujoso hotel donde pasaría su primera noche de bodas, sonriendo como si fuera el día  más perfecto de su vida, y ciertamente lo había sido, solo que  esa ilusión duró poco.

 

Cuando cruzaron las puertas de la habitación, Akihiko, que había estado un poco parco y serio, volvió a ser el novio atento y enamorado que había sido hasta  la boda. Entre risas y besos, cobijado entre los fuertes brazos de su esposo, había entrado a la lujosa suite. Akihiko lo había besado largamente y luego había servido champan en dos preciosas copas de cristal. Misaki lo bebió risueño, sintiendo las cosquillas de las espumosas burbujas en su garganta y el calor del alcohol llenar a sus venas de una cadenciosa suavidad. Estaba ebrio de amor, de alegría, de orgullo, de esperanza.

 

Akihiko se bebió de un solo trago la espumosa champaña y atrapó con sus labios húmedos y amargos los tibios labios de Misaki, desnudándolo, mientras lo besaba con una desesperación que  a Misaki no le pareció en ese momento más que las mismas ansias que el tenia de que sus cuerpos se hicieran uno.

 

 Habían esperado tanto.

 

Cerró los ojos y respiró profundo, tratando de no llorar frente a su cuñado, pues ¿cómo podría contarle la verdad que ahora sabia? Ahora tenía la imagen completa y real de una mentira que no pensó jamás que ensombrecería su felicidad.

 

Miyagi llegó con el vaso de agua y se lo hizo beber despacio, pero Misaki no tenía espacio en su mente sino para los recuerdos recientes, que lo hacían estremecer de dolor.

 

Akihiko no lo había dejado llegar a la habitación para desnudarle, allí mismo, en medio de la estancia principal de la suite, lo había desnudado, tocándolo en todas partes con una avidez exagerada. Misaki reía, reía como si todo aquello fuera el comienzo del camino a la gloria y al principio lo había sido, sí, había sido la más perfecta de las experiencias.

 

Desnudos, sudorosos, jadeantes y excitados, se besaron con desenfreno cuando Akihiko lo cargó y lo llevó al interior de la habitación. Lo dejó en la cama con cuidado, abriendo sugestivamente sus piernas,  besó y acarició el pequeño y rosado agujero de Misaki con sus dedos expertos, masajeando firmemente. Misaki jadeó, su culo temblando de anticipación. Akihiko lo miró con una expresión excitada y ansiosa, apretó un dedo contra él, sin empujar aun, esperaba que Misaki se relajara.

 

 Misaki lo hizo pronto y el dedo se deslizó profundo en su interior. Misaki perdió el aliento con la intrusión  y sus piernas abiertas temblaron. Su rostro sonrojado, sus labios rosados y húmedos, sus ojos nublados por el deseo. Akihiko movió el dedo en un cadencioso vaivén haciéndolo gemir.  El pene de Akihiko pulsaba por el deseo y le tomó una increíble cantidad de fuerza de voluntad no meterse entre aquellas tentadoras piernas y empujarse muy profundo dentro del rosado agujero que tragaba ahora su dedo.

 

—¡Aki-hiko! — gritó Misaki entre gemidos, cuando el dedo de su esposo tocó un punto en su interior que ignoraba que existía.

 

—Justo allí. — murmuró Akihiko, con una sonrisa lasciva en su rostro. —Te voy a ahogar de placer Misaki, siente, siente todo lo que puedo darte. No necesitarás nada más.

 

Si Misaki hubiera tenido un segundo para pensar en otra cosa que no fuera aquel delicioso dedo en su culo haciéndolo ver estrellas, quizás habría notado que aquellas palabras eran tan reales como la mentira que escondían.

 

Pero no, entre respiraciones temblorosas sentía solo el empuje de ya no sabían cuántos dedos en su interior, más y más profundo, haciéndolo ver estrellas.

 

Para cuando Misaki pensó que se iba a volver loco de tanto placer, Akihiko lo hizo pararse más en la orilla del profundo abismo, su boca se posó sobre el duro pene de Misaki, que húmedo y caliente, aceptó gustoso la calidez de los diestros labios que lo chuparon y lamieron a placer. Misaki abrió la boca en un gemido  silencioso, con los ojos vidriosos y perdidos.

 

Aquella era una hermosa visión y Akihiko no perdió el ritmo  mientras miraba como Misaki se enloquecía de placer. Cuando sus dedos acariciaron una vez más aquel punto suave, Misaki grito y se corrió con espasmos incontrolables, llenando la boca de Akihiko de semen.

 

—Eres tan vulnerable, tan hermoso, tan frágil. —murmuró Akihiko, besándolo suavemente, mientras Misaki intentaba recobrar el control de su cuerpo.

 

—Yo…jamás… algo así.

 

Misaki no encontraba palabras para describir lo que su cuerpo había sentido, pero su esposo no las necesitaba, se veía en la languidez de su cuerpo esbelto, en el brillo de sus ojos, en su pene enrojecido semi erecto y en el sudor que cubría su piel sonrojada por el orgasmo.

 

Akihiko absorbió la maravillosa vista, sintiéndose enfermo y miserable, había tanto amor en la mirada pura e inocente de Misaki y el solo podía darle eso, sexo, pasión, deseo.

 

No queriendo arruinar el momento para Misaki, obvió los pensamientos y se abocó a darle lo único que podía darle.

 

Misaki gritó, sus ojos desenfocados y su cara sonrojada cuando Akihiko apretó su pene contra su agujero. Apretó los dientes ante la un poco dolorosa sensación, se mantuvo quieto y respiró profundo, finalmente, sus músculos cedieron  y Akihiko se empujó dentro lentamente.

 

Gimiendo y con un poco de miedo, Misaki agarró su brazo.

 

— ¿Estás bien? ¿Te duele? —preguntó Akihiko, respirando con dificultad, con los músculos tensos por el esfuerzo de no moverse. Misaki estaba gloriosamente apretado.

 

Misaki estaba jadeando también, un brillante sudor cubriendo su frente y los hermosos ojos verdes fijos en el rostro apuesto de su esposo. Su expresión era perfecta, allí había amor, confianza, deseo, pasión.

 

—Pu-puedes moverte. — susurró con un suspiro.

 

Sus miradas se mantuvieron cuando Akihiko comenzó a moverse. Era impresionantemente íntimo, Misaki sintió como todo su cuerpo respondía al asombroso placer. Akihiko juntó sus rostros mientras lo penetraba con un suave vaivén, para besarlo profundamente. Era un poco demasiado intenso, pero a Misaki le encantó.

 

 Los besos profundos continuaron por largos minutos mientras el pene de Akihiko entraba y salía del apretado culo de Misaki, solo se podía escuchar el chasquido de sus labios y los gemidos que lograban escapar de los ávidos besos.

 

Para cuando Akihiko aumentó el ritmo, dejaron de besarse para solo mirarse intensamente, apenas respirando entrecortadamente. Akihiko golpeaba contra él y ya no era gentil, los dedos largos y duros se clavaban en la delgada cadera de Misaki mientras su pene tocaba cada vez ese punto  dentro de Misaki,  que enviaba un agudo placer a través su cuerpo.

 

Misaki gemía, jadeaba,  necesitaba más, pero no sabía más de que. Estaba excitado, nunca había lo había estado  tanto en su vida. Le encantaba el sentimiento de vulnerabilidad que lo llenaba, le encantaba la sensación de pertenecerle a Akihiko, de sentirlo moviéndose en su interior, el grueso pene de su esposo tomándolo esa primera y maravillosa vez, era más de lo que había deseado, de lo que había esperado.

 

Era suyo,  su corazón, su alma, y ahora también le pertenecía su cuerpo. Le pertenecía a Akihiko y Akihiko también le pertenecía a él. En medio de todo aquel deseo, de toda aquella pasión, aún no podía creer que realmente estuviera pasando todo aquello.

 

Las embestidas de Akihiko se intensificaron. Akihiko también jadeaba mientras sus empujes se volvieron casi salvajes, la cama crujía  y Misaki apenas podía respirar.

 

—Akihiko… por favor. — susurró entrecortadamente cuando sintió que iba a desmayarse, mientras un segundo orgasmo se construía en su ingle.

 

 

—Casi estamos allí mi amor. — susurró Akihiko, antes de embestirle con más fuerza una y otra y otra vez,  Misaki estaba jadeando, sollozando, rogando.

 

Finalmente en medio de respiraciones rápidas y jadeantes, Akihiko se corrió dentro de su esposo. Misaki sintió los chorros de caliente semen llenando su culo.

 

 —Te amo. Te amo tanto. — murmuró entre gemidos y una oleada de placer llenó su cuerpo, explotando en un orgasmo alucinante que por unos segundo apagó su mente.

 

Se aferró a Akihiko, espasmos tras espasmos de placer recorriendo su cuerpo, el orgasmo parecía no acabar. “Shhhh,” susurró Akihiko, besándole los hinchados labios, los ojos hermosos llenos de lágrimas, las mejillas húmedas y sonrojadas.

 

—Shhh pequeño, aquí estoy, aquí estoy.

 

Misaki abrió los ojos somnolientos con un poco de dificultad. Akihiko le sonrió, con aquella sonrisa hermosa y sensual que Misaki amaba tanto, el rostro varonil y apuesto de Akihiko estaba sonrojado y sudoroso, su cabello despeinado y húmedo. Era la cosa más sexy que Misaki hubiera visto jamás.

 

— No es justo. — murmuró roncamente con un suave puchero.

 

Akihiko arrugó el ceño y Misaki lo sacó de su duda.

 

—El sexo te pone más apuesto.

 

Akihiko, primero sonrió y luego rio abiertamente, de una forma relajada y alegre, una que Misaki no había visto hasta entonces.

 

 Los labios de su esposo tomaron los suyos con extrema suavidad después de que la risa terminara.

 

—Es porque no puedes verte, si pudieras hacerlo, sabrías que no hay nada ni nadie más perfecto que tú en este momento.

 

Los besos no pararon hasta mucho rato después, palabras suaves apenas sin sentido, murmuradas entre caricias. Akihiko se levantó de la cama un largo rato después y se dirigió al baño, dejando a un adormilado Misaki entre las revueltas sabanas.

 

Y entonces la verdad tocó la puerta, para dejar que el destino retomara el curso que debía haber llevado desde el principio.

 

Misaki escuchó a los lejos el teléfono de Akihiko sonar insistentemente, la regadera podía oírse en el baño y temiendo que fuera algo importante decidió atender.

 

Era el padre de Akihiko y Misaki no le vio ningún problema de atender a su suegro e informarle que Akihiko se estaba bañando, tomaría el mensaje y quizás se uniría a su esposo bajo la regadera.

 

—Alo.

 

—Hijo ¿eres tú?… — respondió una voz gruesa  que se atropellaba entre las palabras.

 

Misaki pensó que su suegro quizás había bebido de más en la fiesta.

 

— ¿Usami sama?¿Está bien? ¿Necesita algo de Akihiko? Él está…

 

—Misaki, oh Misaki… perdónalo… él no sabe lo que hace. N-no sabe el daño que va a hacerte.

 

En ese punto y tras esas desesperadas palabras, Misaki estaba más confundido que nunca.

 

— ¿Usami sama de que habla? ¿Se siente bien?

 

—De esa mentira de matrimonio Misaki…de que mi hijo no te ama, nunca va a amar a nadie. — Se hizo una pausa y Misaki escuchó un sollozo antes de oír de nuevo, la voz sollozante de su suegro. — Mi hijo tiene por corazón una piedra y todo es por mi culpa.

 

Misaki apretó el teléfono con temor, eran las palabras de un borracho, pero también eran sus dudas  hechas realidad.

 

—No… no entiendo lo que dice. — murmuró con miedo. Miedo a escuchar lo que sabía seria el fin de sus sueños.

 

—Yo le rogué que no lo hiciera Misaki, te lo juro. Pero el no escuchó, quería salvar nuestro imperio, todo lo que yo destruí y tu… tu eres su única esperanza. El muchachito que siempre lo amó, el que le daría todo lo que necesitaba para salir del hueco donde yo los hundí a todos.

 

Misaki pensó entonces en su vida aquellos últimos meses. Con sus hermanos casados, el único que quedaba para heredar el imperio de su padre era él y Akihiko lo sabía.

 

— Es mentira… eso es mentira. — murmuró más para él que para el que estaba rompiendo su corazón, con una llamada que no debió atender.

 

—Lo… lo siento hijo, lo siento. — murmuró Fuyuhiko con pesadez entre lágrimas de pesar y de embriaguez.
— Yo le pedí… te juro… le pedí que no lo hiciera, pero él siguió adelante, dijo que te haría feliz, dijo que tu no lo notarias.

 

Misaki oyó como el hombre sollozaba y sintió su corazón romperse, pues ahora sabía que sus palabras eran reales, aquello no eran desvaríos de un borracho, era la verdad, la más pura verdad.

 

—Lo siento…

 

Fue lo último que escuchó, antes de dejar caer el teléfono en la alfombra y mirar como la puerta del baño se abría, trayendo consigo a la persona que le había destrozado el corazón, dejando un hueco enorme en su pecho.

 

—Misaki. — le llamó Akihiko con cautela, sabiendo con solo mirarlo, que algo muy malo había ocurrido.

 

—Tu… padre… —murmuró Misaki, mirándolo sin verlo. —Está, está ebrio… él.

 

Los ojos de Misaki se llenaron de lágrimas y un monstruoso dolor de cabeza se instaló, martillando sus sienes.

 

—Te casaste conmigo para salvar la empresa de tu familia.

 

Las palabras fueron tan débiles que Akihiko apenas alcanzó a  oírlas. Maldijo a su padre por haberle arruinado la vida en el último momento, una vez más.

 

— Misaki.

 

— ¡Dime la verdad! ¡Quiero la verdad! — gritó conmocionado, anticipando que Akihiko le mentiría nuevamente.

 

Akihiko suspiró, mirándolo con impotencia.

 

— Sí, lo hice.

 

Misaki se cubrió la boca con los temblorosos dedos de una de sus pálidas manos.

 

— ¿Cómo pudiste? ¿Cómo fuiste capaz de tratarme como si fuera una transacción comercial?

 

— No es así como son las cosas, estas sacando todo de contexto.

 

Misaki trastabilló al tratar de caminar, para huir de la mirada fría que ahora ostentaba Akihiko. Este, aun temiendo la reacción de Misaki, se acercó y lo tomó por el brazo para ayudarlo a sentarse en la cama.

 

Los ojos de su pequeño esposo estaban llenos de lágrimas y sus manos cerradas en puño, temblaban ligeramente.

 

—Nuestro matrimonio puede funcionar Misaki, olvida lo que un viejo borracho te dijo y no permitas que dañe tu felicidad.

 

Misaki alzó la mirada y se encontró entonces con el rostro de un extraño, ya no lo conocía, ya no sabía quién era el hombre con el que hasta hace unos minutos pensó que sería feliz la vida entera.

 

— ¿Dime una cosa? — preguntó trémulo. — ¿me amas?

 

Akihiko se pasó la mano por el pelo en un gesto exasperado.

 

—Eres muy importante para mí. — respondió finalmente.

 

Misaki sintió su corazón llenarse de ira.

 

—Responde lo que te pregunté.

 

— No hagas preguntas de las que no quieres oír la respuesta.

 

Akihiko estaba tenso y molesto, pero eso a Misaki en aquel momento era lo que menos le importaba, solo necesitaba escuchar la verdad.

 

—Dime la verdad. —Insistió trémulo.

 

Akihiko caminó y se paró frente a una de las ventanas, aunque era de madrugada se podía ver el ir y venir de muchas personas en las iluminadas calles.

 

—La respuesta es no, no te amo. Te aprecio, me gustas, te respeto y te deseo, pero no te amo.

 

Se giró cuando escuchó los sollozos de Misaki, sintió su corazón estrujarse al verlo tan inocente y frágil con su rostro escondido entre la manos, llorando como un niño pequeño.

 

—No había necesidad de que supieras eso. Mi padre no debió decirte nada.

 

Akihiko se había arrodillado frente a él, descubriendo su rostro y mirándolo con seriedad.

 

—Misaki, has crecido rodeado de amor, mimado y protegido. Tienes una perspectiva irreal de la vida, eres impetuoso e impulsivo, porque nada te ha costado. El amor es un sueño banal, es una mentira que se crearon los soñadores que no quieren vivir en la realidad. Tienes que madurar y mirar las cosas como son, dejar de ser un niño y ser un adulto.

 

Misaki lo miraba y no lo podía creer, allí estaba él, con aquel discurso patético, donde prácticamente lo hacía  culpable de todo, por querer algo que todo el mundo soñaba, amor, felicidad.

 

—Yo te amo. — murmuró frunciendo el ceño con angustia.

 

Akihiko hizo una mueca de disgusto.

 

—Y yo aprecio eso. De alguna forma ese sentimiento que tú crees tener nos beneficia a ambos. Yo te prometí que te haría feliz, que te daría todo para que fueras feliz.

 

—Menos amor. — espeto Misaki contrariado.

 

Akihiko se puso de pie con violencia, levantando la mano con desprecio, quitándole importancia a las palabras de Misaki.

 

—¿Para que necesitas el amor? Yo te ofrezco respeto, aprecio, pasión. ¿No son esas emociones más sensatas? ¿Más sinceras?

 

Misaki rio con amargura, las emociones sinceras que Akihiko mencionaba con orgullo, para él solo eran tristes sombras de lo que él deseaba.

 

—Te habrás burlado mucho de mí en estos meses. Tantas veces que te dije que te amaba y tú solo sentías aprecio, respeto y deseo. Que patético te debo haber parecido, que… necesitado. Fui la victima perfecta para tus planes. Joven, ingenuo, enamorado, impulsivo, todo eso que yo creí virtudes, son defectos para ti.

 

Akihiko negó con la cabeza y de nuevo le dio la espalda para tomar un cigarro de una de las mesas.

 

—Nuevamente sacas las cosas de contexto. No me casé contigo porque me obligaran a hacerlo…

 

—No, lo hiciste por la fortuna de mis padres.

 

Akihiko lo miró con ironía.

 

—No eres el único heredero de una gran fortuna en Japón. Había muchos otros candidatos más maduros y preparados para el tipo de relación que yo ofrezco.

 

Las venenosas palabras hirieron profundamente a Misaki.

 

— ¿Entonces por qué… por qué yo?

 

Akihiko suspiró tratando  de controlar su rabia y nerviosismo, todo se le estaba saliendo de las manos. Misaki estaba destrozado, su rostro desencajado lleno de lágrimas, su cuerpo temblaba y se veía realmente mal.

 

— Aunque no lo creas ahora, aunque no lo quieras ver. Te aprecio mucho, eres importante para mí. Había llegado el momento de formar una familia, tener un esposo, hijos y tú eras la mejor opción. Aun lo eres. Misaki, cuando lo pienses bien, sabrás que es lo correcto. Que lo nuestro es perfecto y que podemos hacerlo funcionar.

 

Misaki cerró los ojos con fuerza, el dolor de cabeza apenas le dejaba pensar, y solo quería llorar hasta que no le quedara más dolor en el corazón.

 

— Quiero volver a casa. — pidió suplicante.

 

Akihiko se acercó hasta él y tomó sus manos suavemente.

 

—No digas tonterías. — lo reprendió sutilmente. —Estás cansado y molesto, créeme que te entiendo, pero puedo ver que te estas sintiendo enfermo. Es muy tarde y tomar un vuelo a esta hora no te va a hacer sentir mejor. Por favor recuéstate, descasa un rato, piensa bien las cosas y mañana cuando te sientas mejor, si aún quieres irte, prepararé el vuelo.

 

Misaki liberó sus manos y lo miró con desgana.

 

—Quiero que te vayas, no quiero verte.

 

Akihiko con un suspiro se puso de pie y caminó hasta la salida de la habitación.

 

— Dormiré en el sofá de afuera.

 

Cuando la puerta de la habitación se cerró, Misaki se recostó sobre la cama y dio rienda suelta a su dolor, derramando lágrimas que duraron largas horas, hasta que un sueño intranquilo lo venció.

 

Casi al amanecer, lo despertaría Akihiko con la segunda mala noticia. Ruy había tenido que ser llevado de emergería a una clínica, pues su parto se había adelantado. Misaki aun sentía a su cabeza estallar, por lo que Akihiko casi había tenido que arrástralo al baño y darle una rápida ducha. En medio de la angustia por su hermano y el dolor por su fallido matrimonio, Misaki apenas podía pensar.

 

Akihiko, afortunadamente, había actuado como todo un preocupado esposo, haciéndose cargo de todo. El vuelo privado que los devolvió a Tokio, la rapidez de todos para facilitar el viaje. Akihiko le había dado unas pastillas para aliviar su malestar y se había portado muy solícito, recostándolo en el asiento del avión con una mullida cobija y una suave almohada.

 

Ahora, en la clínica, aunque sin ninguna información de su hermano, Misaki estaba un poco más centrado y Akihiko en parte había sido de mucha ayuda. Miró a su cuñado y le respondió con suavidad.

 

—Akihiko se fue a la casa nueva, yo… le pedí que esperara allí. No quería que hubiese mucha gente aquí para no incomodar.

 

En realidad le había pedido que se fuera, cuando Akihiko le preguntó si quería que se quedara. Misaki apenas podía soportar mirarlo. Sin embargo, ahora que lo pensaba bien, le hubiera gustado que Akihiko estuviera allí con él, esperando las noticias de su hermano, que deseaba de todo corazón fueran buenas.

 

En el trascurso del tiempo que estuvieron esperado, Misaki pensó en su situación, divorciarse era casi impensable, porque a pesar de todo aun amaba a su esposo. Cuando pensó en si podría vivir sin que este lo amara, si podría soportar estar a su lado sabiendo lo que ahora sabia, se sinceró consigo mismo ¿que había cambiado? Akihiko le había hecho el amor de la forma más romántica y erótica, se había hecho cargo de la emergencia con aplomo y con afecto, lo había cuidado y atendido, así que ¿y qué sino lo amaba? Como le había asegurado Akihiko, lo de ellos podía funcionar sin el amor de por medio.

 

Misaki suspiró y trató de controlar sus lágrimas. Miyagi, que lo tenía en ese momento aferrado entre sus brazos, lo apretó con calidez dándole ánimos y el miró a su hermano con tristeza. Si pudiera contarle su tragedia, si pudiera pedirle consejo, pero no, era verdad lo que le había dicho Akihiko, era hora de madurar y era momento de tomar sus propias decisiones.

 

— Él va a estar bien. — le aseguró Miyagi, besando su frente con ternura.

 

Misaki asintió y se recostó del pecho de su hermano, derramando las últimas lagrimas que lloraría por el amor perdido.

 

Un rato después salió Nowaki, con el rostro cansado y tenso. Shinobu, que había estado durmiendo recostado de las piernas de su esposo, se despertó al oír la voz preocupada de Miyagi.

 

— ¿Cómo están Ryu y la niña?

 

Nowaki suspiró antes de responder, con el tono plano que usan los médicos.

 

—Presentó preclamsia, convulsionó y tuvo una hemorragia, la cesaría fue bastante difícil. Ryu está en terapia intensiva y la niña en neonatología, sus pulmones no están bien y el estrés del parto la afectó. No puedo decirles que están bien o mal, solo puedo decirles que tenemos que esperar.

 

Miyagi sintió la mano de Shinobu tomar la suya y apretarla con amor y a Misaki apretarse a su pecho llorando con tristeza.

 

— Nowaki. — llamó de pronto una suave voz.

 

El aludido suspiró con alivio y cuando volteó, miró con alegría al joven que caminaba rápidamente por el pasillo y se lanzaba a sus brazos.

 

Lo recibió con júbilo, estaba destrozado, cansado, se sentía impotente. Su hermano había estado luchando entre la vida y la muerte y él había tenido que presenciarlo todo, ayudando en lo que pudo al médico que atendió el parto. Tener a Hiroki allí con él, era lo que más necesitaba en ese momento, en el que el horror de la sangre de su hermano en sus manos, no se apartaba de su atribulada mente.

 

—Gracias por venir. — murmuró en el cuello cálido de Hiroki, sintiendo que recobraba un poco de su cordura entre aquellos suaves brazos. No pensó cuando le envió el mensaje a su celular, que Hiroki iría allí. Había tenido la esperanza, pero estando como estaban las cosas entre ellos.

 

—Cómo no iba a venir tonto, soy tu amigo. — Le recordó Hiroki besando con suavidad su cabello.

 

Nowaki se separó del cálido abrazo, mirándolo con tristeza.

 

—Eres mi esposo.

 

—Soy tu esposo. — corroboró Hiroki unos segundos después, limpiando con sus finos dedos las pocas lágrimas que lograron escapar de los hermosos y tristes ojos de Nowaki.

 

Ese gesto fue un alivio para Nowaki, quizás no todo estaba tan mal.

 

— ¿Cómo está Ryu?

 

Nowaki le contó lo que ya le había dicho a los demás y dejó que Hiroki saludara a todos. Conversaron unos segundos antes de que el volviera a la Uci para monitorear a Ryu y  a la niña.

 

Kaoru estaba sentado en una pequeña silla, en la esquina oscura de un mínimo cubículo. Hacia un frio demoledor, pero él apenas lo sentía, mas inquietante era el frio que sentía en su interior.

 

Su vida había empezado a desmoronarse, un poco después que regresaran del matrimonio de Misaki. Ryu había llegado ligeramente pálido y tenso a la casa, pero no había dado señal alguna de que estuviera mal. Kaoru lo había ayudado a cambiarse y le había acostado delicadamente, conversando con él en dulces susurros hasta que se durmió.

 

No fue sino hasta la madrugada que se desató el infierno. Ryu había despertado con un agudo dolor y su rostro lleno de terror contagio de angustia al siempre pragmático Kaoru. El viaje a la clínica fue el más largo que Kaoru habría de hacer jamás. Cada segundo, cada quejido, cada lagrima derramada por Ryu, rompieron en pedazos su corazón.

 

Una vez en la clínica la angustia dio paso al terror. Kaoru agradeció haber llamado a sus cuñados, Nowaki había sido un gran apoyo cuando Ryu comenzó a convulsionar y él pensó que iba a volverse loco. Las siguientes horas fueron un continuo rezar y esperar. Nowaki había abogado porque lo dejaran quedarse al lado de Ryu en todo el penoso transe, así que había asistido a la cesaría y lloró de emoción cuando después de un arduo trabajo, Nowaki le mostró a la pequeña princesa.

 

Desafortunadamente, los minutos siguientes jamás los olvidaría. Ryu colapsó y entre gritos y órdenes de todos los que allí estaban, fue sacado del quirófano. A través de un vidrio y muy lejos de quien amaba, tuvo que observar como su cuñado y el médico que atendía a Ryu, lucharon incasablemente para arrancar a su esposo de los brazos de la muerte.

 

Aun ahora, no sabía si lo habían logrado. Por eso no se apartaba del lado de Ryu, no quería que se durmiera para siempre sin el poder haber estado a su lado para decirle que lo amaba, aunque fuera por última vez.

 

—Kaoru ¿por qué no sales un momento y comes algo?

 

El atribulado hombre levantó su mirada un segundo y apretó delicadamente la mano que tenía sostenida cariñosamente.

 

—No quiero separarme de él, Nowaki. — susurró cansado y triste. Volvió su mirada a su esposo y acarició con ternura sus alborotados cabellos. —Quiero estar aquí cuando despierte.

 

Nowaki puso una mano sobre el hombro de Kaoru y lo apretó afectuosamente.

 

—Él es fuerte, Kaoru. Ryu es muy fuerte, lo va a lograr.

 

Sin mirarle, Kaoru asintió y besó la mano que sostenía con esperanza. Nowaki salió dejándole a solas, su cuñado necesitaba un poco de tranquilidad

 

Habló con el médico que atendía a su sobrina, la bebé seguía estable. La miró un rato y acarició su suave cabecita, suspirando salió del lugar y fue a reunirse con su familia.

 

Shinobu estaba de nuevo dormitando entre los brazos de Miyagi. Misaki se tomaba una taza de té que le había llevado Hiroki y hablaba con su cuñado calmadamente. Cuando lo vieron, Hiroki se puso de pie para recibirle.

 

— ¿Cómo están?

 

—Siguen igual, tenemos que esperar. —Hiroki miró a su hermano mayor con un dejo de preocupación. — Deberías ir a casa, este no es lugar para Shinobu y él debe descansar.

 

Por más que Miyagi rechazara la idea de alejarse de su hermano, la salud de su esposo e hijo también era importante. Suspiró y besó el cabello de Shinobu para despertarlo.

 

—Mi amor, vamos a casa.

 

Shinobu despertó confundido.

 

— ¿Irnos? …Ryu ¿qué se sabe de él?

 

Nowaki se sentó al lado de su cuñado y le habló afablemente.

 

—No podemos hacer nada por él ahora, solo nos queda esperar y en tu estado es necesario que descanses. Vayan  a casa, duerman un poco, yo les estaré informando.

 

Miyagi asintió y Shinobu no tuvo más que aceptar.

 

Nowaki se puso entonces de pie y miró a Misaki y a Hiroki.

 

— ¿Quieres que llame a Akihiko san, para que venga por ti? Tú también debes estar agotado y ya aquí no podemos hacer nada.

 

Misaki se enfrentó entonces a lo inevitable. Podría volver a su casa derrotado e iniciar el proceso de divorcio o, podría encarar el futuro con la verdad que ahora conocía. Podía hacerle caso a Akihiko y dejar de vivir entre algodones, madurar y dejar de soñar con el amor y la felicidad. Tendría que aceptar que el respeto, el gusto y el deseo debían ser suficientes para sustentar su matrimonio.

 

“Es eso o perderlo y no quiero, no puedo perderlo”

 

Se dijo en su mente, cerrando los ojos con cansancio.

 

—Yo llamaré a Akihiko para que me venga a buscar y más tarde regresaré. — dijo firmemente, tomando la decisión de seguir el camino más espinoso.

 

Nowaki asintió y le tendió la mano a Hiroki, cuando este la tomó, Nowaki sonrió tímidamente con un dejo de alivio.

 

—Te llevaré a casa de Haneda sensei, luego regreso, voy a quedarme todo el día por si se presenta alguna emergencia.

 

Hiroki apretó su mano, mirándolo con preocupación.

 

—Yo puedo quedarme contigo.

 

—Eso no puede ser, tú también tienes que descansar. —Murmuró Nowaki, poniendo con suavidad una mano sobre el vientre de Hiroki.

 

Hiroki suspiró entre emocionado y nervioso. No había analizado mucho sus sentimientos, solo supo que cuando Nowaki le escribió aquella madrugada, sintió que tenía que estar a su lado y cuando lo vio tan atribulado, algo en él le dijo que lo quería más allá de lo que siempre había pensado, más que solo un amigo.

 

Misaki se había alejado un poco de ellos para llamar a Akihiko. Hiroki lo miró de reojo cuando Nowaki hizo aquel tierno gesto. No quería que nadie se enterara aun de su embarazo. Tenía que solucionar muchas cosas con Nowaki aun. Como Misaki no les estaba prestando atención,  puso su mano sobre la de su esposo y sonrió tímidamente.

 

—No me lleves a casa de Haneda sensei, llévame a casa, a nuestra casa. Volveré más tarde y te traeré ropa y algo de comer.

 

Nowaki sonrió abiertamente y lo abrazó con fuerza.

 

—Gracias. — murmuró a su oído. —Tengo mucho por lo que disculparme. Tengo tanto que decirte, tanto.

 

Hiroki suspiró y se separó de sus brazos, mirándolo con ternura.

 

—Después, después hablaremos.

 

Misaki se acercó entonces.

 

—Akihiko viene en camino.

 

Usami llegó veinte minutos después, saludó a Nowaki y a Hiroki, se informó de la situación y se llevó a su esposo y a su cuñado, prometiendo traerlos más tarde.

 

En el camino apenas intercambiaron palabras, dejaron a Hiroki en su casa y se encaminaron a la lujosa mansión en la que Misaki había puesto todo su empeño para convertirla en su hogar.

 

— ¿Se te alivió el dolor de cabeza? — Preguntó Akihiko cuando cruzaron el umbral de su nueva casa.

 

Misaki apenas lo miró y negó con la cabeza.

 

—Mandaré a traer un té y unas pastillas, sube a la habitación y ponte cómodo, iré en seguida.

 

— ¿La habitación? ¿Nuestra habitación?

 

Akihiko suspiró contrariado.

 

—Mira, no quiero causarte ningún malestar, saqué algunas de mis cosas de la habitación principal  y las pasé a la de huéspedes, dormiré allí hasta que decidas que hacer.

 

— ¿Soy yo quien tiene que decidir? — preguntó Misaki  con tristeza.

 

Akihiko de pie  frente a él, lo tomó delicadamente por los hombros.

 

—Sí, sé que para ti es difícil, pero ahora que ya sabes cómo son las cosas, eres tu quien tiene que decidir. Yo pretendo cumplir mis promesas, Misaki. Hacerte feliz, hacer que este matrimonio funcione ¿qué harás tú?

 

Misaki lo miró largamente, hasta que finalmente suspiró.

 

—Tú… ¿tienes algún amante? Ya… ya que todo este matrimonio es una mentira yo no sé… no sé si hay alguien más.

 

Akihiko negó suavemente con la cabeza.

 

—No hay nadie más y este matrimonio no es una mentira. Te aseguro que es más real que muchos otros que se basan en mentiras, como el amor.

 

Misaki se miró las manos nerviosamente, era un paso muy difícil de dar y el punto de vista de Akihiko era tan cínico, tan frio.

 

—Po-podemos intentarlo, ver si funciona. — susurró finalmente, dejándose vencer por el amor que él sentía, ese que si sabía era muy real.

 

Akihiko sonrió y besó con delicadeza su cabello.

 

— Funcionará. — le dijo con convicción.

 

Pero cuando Misaki subió las escaleras y se encontró en la habitación que había decorado cuando aún creía que su matrimonio seria perfecto, sus fuerzas flaquearon. Quizás no había sido tan buena idea, pero ya no podía echarse atrás.


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