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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola chicas, aqui les dejo con amor, mucho amor el penultimo capitulo. Las veo la semana que viene con el capitulo final. Besos, las quiero un monton y Gracias por leer.

 

B.B.

Conviene volver a empezar

 

 

Una sonrisa serena se pintó en el rostro del que miraba fijamente a quien dormía en total desamparo. Había sido un día muy difícil con todos los acontecimientos que rondaban a sus hermanos. Misaki a punto de divorciarse y Nowaki en un limbo emocional que no podía solucionar.

 

Miyagi le dio una última mirada a su esposo y salió silenciosamente de la habitación. Era una suerte que Shinobu tuviera un sueño bastante pesado, cosa que el embarazo había acentuado, pues una vez que se dormía ni una guerra lo hubiese despertado. Esto le fue beneficioso a Miyagi esa madrugada, en la que se sentó en su sala a esperar a su muy inesperado visitante.

 

—Tengo que hablar contigo, voy en camino para allá.

 

Eso era todo lo que le había dicho su cuñado y ahora que lo esperaba en la semioscuridad de la silenciosa y tranquila sala de su departamento, la incertidumbre le hizo sentir un nudo en su estómago.

 

Cuando por fin sintió el ligero toque a su puerta, corrió a abrir.

 

— ¿Le pasó algo a mi hermano?

 

Fue lo único que atinó a preguntar, cuando vio el rostro serio de Kaoru.

 

Este, negó con la cabeza y entró con paso firme al departamento, caminó hasta la sala y se sentó pesadamente en el sofá.

 

—Siéntate. — le pidió conciso, señalando un sillón cercano. —Tengo mucho que contarte y poco tiempo para hacerlo.

 

Miyagi cerró la puerta y caminó hasta el sillón, sentándose silenciosamente. Sintiendo que el nudo en su estómago se hacía cada vez más doloroso.

 

— ¿Kaoru que pasa?

 

— ¿Tu esposo duerme?

 

Miyagi asintió.

 

Kaoru suspiró pesadamente y apretando el puente de su nariz comenzó con la voz ronca.

 

—Ryu fue sacado hace unas horas junto con la niña de la clínica. —Miyagi lo miró sin entender, pero cuando hizo el ademan de intervenir, Kaoru lo detuvo con un gesto de su mano. — Déjame terminar, como te dije al principio es mucho lo que tengo que decir y el tiempo es corto. Tengo que reunirme con Ryu antes de que despierte.

 

Miyagi suspiró y asintió, dándole la pauta a Kaoru para que continuara con lo que fuera que tuviera que decir.

 

—Veras, todo debió dar inicio hoy, pero ayer cuando me entere de lo que le había ocurrido a Nowaki, quise darle a Ryu la oportunidad de compartir con él, antes de llevármelo.

 

Kaoru se puso de pie y metió sus nerviosas manos en los bolsillos, tratando así de mantenerlas quietas, mientras caminaba con la mirada perdida por la sala.

 

—Tuve que hacerlo, no me enorgullece haberle mentido esta noche cuando le di un beso y le pedí que durmiera tranquilo.  Le dije que todo estaría bien. Le mentí. Una enfermera entró poco tiempo después y lo inyectó y así sedado mis hombres lo sacaron de la clínica.

 

Se perdió unos segundos en su mente y finalmente dirigió su mirada atormentada a Miyagi.

 

—No espero que me entiendas, lo que hice, lo que va a pasar mañana quizás destruirá a tu familia, pero tenía que hacerlo. Tenía que terminar con el horror que ella ha causado, debía detenerla, tenía que hacerlo. Por Ryu… por ella también, por mi niña, que aunque no es mía de sangre me pertenece de corazón.

 

Miyagi se puso entonces de pie preocupado y lo tomó por los hombros, mirándolo  con firmeza.

 

— ¿Qué va a pasar mañana Kaoru? ¿Qué hiciste?

 

Kaoru cerró los ojos por un segundo, respiró profundo y finalmente encaró a su cuñado y mejor amigo.

 

— ¿Recuerdas el periodista que persiguió a Ryu por un tiempo? Ese hombre que quería saber la historia que había tras la desaparición de Ryu y su posterior regreso.

 

Miyagi asintió y Kaoru se soltó de su agarre para sentarse de nuevo en el sofá.

 

—Kouji Nagano ¿te suena ese nombre?

 

Miyagi asintió.

 

—El hijo mayor de los Nagano de  Osaka, su padre era socio de mi padre hasta que su hijo murió en un accidente hace…

 

—Unos días antes de que Ryu regresara. — le interrumpió Kaoru. — ¿Recuerdas? Regresó embarazado y fue la comidilla de todo el círculo social. Ese periodista lo persiguió, buscando información, hasta que Ryu se casó conmigo y tu familia casi lo arruinó.

 

Miyagi asintió contrariado.

 

—Mi padre lo demandó, perdió el empleo en el periódico donde trabajaba y nunca más supimos de él.

 

—Mañana sabrán de él. — murmuró Kaoru. —Mañana saldrá a la luz la historia que tus padres trataron de ocultar ¿Recuerdas que me  preguntaste hace poco porque no quería que tu padre entrara a  ver a Ryu, a pesar de que él había ido varias veces a la clínica y rogado por verlo?

 

Miyagi asintió. Kaoru apretó lo puños con ira y se puso de pie de nuevo para caminar hasta la ventana y mirar la oscuridad.

 

—A pesar de que él no fue quien ejecutó todo, fue cómplice con su silencio. Él también fue culpable.

 

Miyagi, cansado de los rodeos de Kaoru, se puso de pie con molestia.

 

—Maldita sea Kaoru ¿cómplice de qué? termina de hablar ¿qué tiene que ver Kouji Nagano en todo esto?

 

—Fue el esposo de tu hermano. — respondió Kaoru, dándose la vuelta para mirarlo con una fría expresión. —Tu madre, una tarde le dijo a Ryu que irían de compras, lo sacó de la casa, lo subió al auto y se lo llevó. Ni tú, ni Nowaki, ni Misaki, supieron nada de eso. Tu padre si lo sabía, pero no hizo nada para impedirlo. Ryu tampoco sabía nada, hasta que después de un largo viaje llegaron a su destino. La ciudad de Osaka, la familia Nagano tiene una enorme mansión en esa ciudad, pero Ryu solo estuvo allí el primer día, cuando tu madre lo entregó al hijo mayor de los Nagano, como si Ryu fuera mercancía.

 

Kaoru se cubrió los ojos y respiró profundo, antes de continuar.

 

—Nagano se lo llevó al día siguiente, después de que se casaran en una ceremonia rápida y sencilla. Lo encerró en una villa en las afueras de la ciudad. Parecía una pequeña fortaleza, rodeada por un bosque y un enorme muro. Allí estuvo Ryu por casi diez meses, hasta que yo lo rescaté una noche.

 

Kaoru miró al vacío, sus ojos perdidos en el horror que viviera ese día.

 

—Entré, en medio de la oscuridad. Había pocos guardias, después de todo, Nagano no le temía a nada. El muy maldito no sabía que yo iría por él. Por toda la casa se podían oír los gritos, las suplicas, el llanto. Recuerdo que no me alcanzaban las fuerzas para llegar hasta donde oía a Ryu suplicar por su bebé. Él lo estaba golpeando con saña, lo tenía arrinconado en una esquina y estrellaba su puño una y otra vez sobre el cuerpo de Ryu. En su otra mano había una pistola y lo amenazaba con matarlo, golpeándolo con ella también. Ryu protegía su vientre, su rostro estaba lleno de sangre, roto y maltrecho, su ropa rasgada y sucia. Ese maldito lo acababa de violar.

 

Kaoru se miró las manos, como si en ese momento pudiera ver sangre en ellas.

 

—Recuerdo que me abalancé sobre él y lo golpee, tantas veces que ya su rostro parecía una masa sanguinolenta. Ryu lloraba, lloraba y…y me pidió que parara. Cuando dejé al miserable ese en el piso entró uno de los pocos guardias que habían en la casa. Ryu sollozó y se arrastró hasta mí, sentí su mano tomando la mía, fría. El temblaba, quizás por lo que pensaba que me pasaría. Yo miré al tipo con furia “Mátame” le dije y luego miré a la basura que se retorcía de dolor en el suelo “O, ayúdame a deshacerme de esta escoria y te haré tan rico como nunca antes soñaste” Ni siquiera lo pensó, recogió el cuerpo de Nagano y entre los dos lo pusimos en uno de los tantos autos que conducía. Condujimos por largos caminos hasta que encontramos el lugar perfecto, puse una botella de licor en el auto, senté a Nagano en el volante y quité el freno de mano. El auto rodó por la pendiente y lo último que vi de él fue el destello de fuego cuando explotó.

 

Kaoru se mantuvo en silencio unos segundos, sintiendo que aun podía ver las llamas alzándose en la oscuridad.

 

—Regresé a la casa. Había dejado a Ryu en la habitación, estaba en shock. Le prometí que volvería por él, se lo juré y se me rompió el corazón cuando me suplicó llorando que no lo dejara en aquel lugar. Pero tenía que irme. Todo tenía que ser perfecto. Alguien llamó a un médico esa noche, para que atendiera a Ryu después de la golpiza. Todo el mundo intuía que Nagano se había marchado luego de golpearlo, la copa vacía en la habitación era prueba suficiente de que había estado bebiendo. Nadie lo vio salir, pero su auto no estaba y siempre lo hacía cuando dejaba a Ryu medio muerto después de cada golpiza. La noticia del día siguiente fue su auto hecho cenizas y su cuerpo carbonizado. Yo esperé un día para ir a buscar a Ryu, me identifiqué como abogado de la familia Kusama y lo saqué de allí. Unas  noches después, también desapareció el hombre que me había ayudado.

 

Kaoru volvió su mirada hacia la oscuridad de la noche, relajando sus puños, que hasta ese momento habían estado apretados.

 

—Nadie sospechó nada. A todas luces, Nagano murió por un accidente, en estado de embriaguez. Fue una salida fácil para ese maldito. Nadie supo nunca de los días de terror que le hizo vivir a Ryu, ni de los dos abortos que sufrió a causa de sus golpes. Hijos que nunca vieron la luz, productos de las violaciones a las que lo sometía. Diez meses de oscuridad, de terror, de dolor y humillaciones.

 

Miyagi no podía creer lo que oía ¿dónde estaba él mientras eso sucedía? ¿Cómo es que nunca supo que eso le estaba pasando a su hermano?

 

— Mi madre… mi madre ¿permitió algo así de monstruoso?

 

Kaoru lo miró y asintió, con el rostro lleno de ira.

 

—Hacia un tiempo que quería saber porque lo había hecho. Pero el embarazo de Ryu era delicado y luego de que nos casáramos estaba poco menos que vivo. Olvidé todo y me dispuse a recuperarlo, quería que volviera a ser el de antes ¿recuerdas? Era tan dulce y sonreía tan bonito. Le gustaba escribir y se vestía con bonitos y alegres colores. Yo lo amaba, lo amé desde siempre, pero él nunca pudo corresponderme, ella no lo dejó jamás. Una tarde antes de que todo esto pasara,  me lo llevé de sus clases de piano. Lo saqué por una ventana, nos perdimos por las atestadas calles de Tokio. Caminamos por horas, hasta que llegamos a un bonito parque. Lo besé hasta que nos dolieron los labios, le declaré mi amor, le conté mis planes con él, le pedí que nos escapáramos, que se casara conmigo. Mis padres tampoco estaban de acuerdo, le temían a ella, a tu madre. Nos escaparíamos con un dinero que yo tenía ahorrado, íbamos a vivir en América, pero ella nos descubrió y preparó todo esto. No pude llevármelo, ella se me adelantó.

 

Kaoru suspiró y caminó para sentarse frente a Miyagi.

 

—La historia del porque ella hizo todo esto, es lo que saldrá mañana la luz. La descubrí  hace poco, cuando logré conseguir a ese periodista y el me contó todo lo que había averiguado. Entre los dos atamos cabos, lo que él sabía, lo que yo había averiguado y construimos la historia entera.

 

Miyagi, asqueado y contrariado por todo lo que había escuchado, se sentó al borde del sillón de donde no tenía fuerzas para pararse.

 

— ¿Cuál es la historia?

 

Kaoru miró su reloj, calculando si aún tenía tiempo.

 

—Por favor Kaoru, cuéntame. — Rogó Miyagi, apremiando a su amigo.

 

—Tu padre fue víctima de un matrimonio arreglado con la caprichosa y prepotente hija de una encumbrada familia. Se casaron y tuvieron cuatro hijos, parecían la familia perfecta, pero no era tal. Uno de sus hijos no era de ella. Ichiro Kusama había cortejado por años a una primorosa y  dulce jovencita, estaba enamorado, realmente enamorado. Ella pertenecía a una buena familia y estaba seguro que sus padres no tendrían problemas en aceptarla, pero ella tenía una hermana mayor, una hermana envidiosa, malvada, que enferma de celos se encaprichó del novio de su hermana menor. Era una familia tradicional, así que hicieron todos los arreglos, pero no fue para que Ichiro se casara con la menor. No, fue Hanako quien se llevó finalmente al novio. Ichiro, quizás solo por estar cerca de su amada y por presión de sus padres, aceptó el matrimonio,  para todos fue idílico menos para la pareja que había sido cruelmente separada. Así nació su primer hijo y todo parecía marchar bien. Solo que no era así, el matrimonio era un desastre e Ichiro, harto de soportar a Hanako, que muerta de celos y envidia por su hermana, le hacia la vida imposible. Se fue de la casa. La hermana menor se enteró de la situación y trató de intervenir, para que Ichiro y Hanako consiguieran ser felices, pero eso solo sirvió para que ella e Ichiro reencontraran el amor que habían perdido.

 

Supongo que tu padre encontró la felicidad ese tiempo, pidió el divorcio y todo se manejó en completa discreción. El y el amor de su vida vivieron felices por un tiempo, en la clandestinidad. Había sido exigencia de los padres de ella. No querían perder el favor de la cuantiosa fortuna de Ichiro y permitieron que viviera con su hija, pero no debía salir nada a la luz, hasta que se concretara el divorcio y el pudiera volver a casarse, esta vez con la hija menor de la familia. En ese tiempo nació Ryu, fruto del amor verdadero que ellos se profesaban. Lo amaron con locura, él era un bebé deseado, un niño feliz. O lo fue hasta que su madre murió, después de una larga y penosa enfermedad. Ichiro se quedó desolado, destrozado, solo y con un bebé a quien criar. Para Hanako fue la oportunidad que había esperado pacientemente todo el tiempo que él estuvo separado de ella. El divorcio no llegaría a realizarse jamás y así de pronto, volvieron a vivir como una familia feliz. Borrando de sus vidas aquel tiempo que habían estado separados. El pequeño Ryu se unió a la familia y todo el mundo lo aceptó como hijo de Hanako, sin sospechar.

 

Kaoru miró de nuevo su reloj y se levantó para marcharse, era hora de reunirse con Ryu.

 

Miyagi lo miró perplejo.

 

— ¿Eso es todo?

 

Kaoru caminó hacia la puerta con paso firme.

 

—El resto lo podrás leer mañana, lo siento Miyagi, siento todo esto, pero tenía que hacerlo. Tu madre estaba buscando pruebas de la muerte de Nagano, quería inculparme y a Ryu. Eso no lo iba a permitir, así que yo descubrí su secreto primero y lo utilicé a mi favor.

 

Miyagi se puso de pie y lo siguió, deteniéndolo por un brazo.

 

— Kaoru por favor… por favor dime ¿Qué paso? ¿Qué secreto?

 

Kaoru suspiró.

 

—No es difícil imaginarlo Miyagi. Tu madre odia a Ryu, siempre lo odió e hizo todo lo posible por destruirlo. Casi lo logró. Si yo no hubiese amado a Ryu tanto como lo amo, si no lo hubiese buscado hasta la saciedad. Cuando lo encontré, cuando investigue como vivía y supe de los abortos, de los golpes, me propuse rescatarlo de las manos de aquel monstruo y lo hice, me llené las manos de sangre por él. Pero el Ryu que volvió conmigo ya no sería el mismo, nunca más. Los días que me tomó que volviera un poco a la normalidad, pensé que lo había perdido. Se despertaba todas las noches, preso de horribles pesadillas. Apenas comía, lloraba a toda hora, pensé que iba  a enloquecer. Maté a ese desgraciado, pero en realidad a quien debí matar es a ella, a esa maldita bruja que fue quien lo condenó y lo castigó en ese infierno.

 

Kaoru se soltó del agarre de su amigo y abrió la puerta, antes de irse se dio la vuelta y miró a Miyagi con pena.

 

—Mañana se va a saber todo Miyagi. Ella va a caer por todo lo que hizo, ella va a pagar y Ryu y su propia hermana, serán resarcidos.

 

Miyagi abrió los ojos con impresión, quizás porque le faltaba escuchar algo aun peor.

 

—Su hermana también… — murmuró, sintiendo un miedo helado en su corazón.

 

Kaoru lo miró con dolor.

 

—Ella la mató, poco a poco, día a día, con un veneno de acción lenta. Está en la autopsia que le hicieron al cadáver y que ella logró desaparecer con una cuantiosa suma de dinero. Existen pruebas, yo las conseguí todas. Compré todo lo que ella quiso desaparecer y se lo di a ese periodista. Tú eres el único que sabe ahora que yo estoy detrás de todo esto. Mañana, cuando salga toda la historia, tu madre va a  ser investigada y seguro ira a la cárcel. Estoy en tus manos Miyagi…

 

Unos minutos después, Kaoru se había ido y Miyagi seguía de pie en la puerta, sin poder reaccionar ante todo lo que en una noche había descubierto.

 

Nowaki apenas había alcanzado a dormir entrada la madrugada, estaba tomándose un café cuando el teléfono sonó.

 

— ¿Leíste el periódico?

 

Estaba aún adormilado y apenas pudo reconocer la voz de Miyagi.

 

— ¿Miyagi?

 

— Si maldita sea ¿leíste el periódico o no? — le gritó su hermano mayor

 

Nowaki arrugó el ceño con molestia.

 

—Son las seis de la mañana Miyagi, apenas me estoy despertando.

 

Oyó un suspiro exasperado al otro lado del teléfono.

 

—Te quiero en mi casa inmediatamente.

 

Nowaki, ahora si no entendía nada.

 

—Tengo que ir al hospital, estoy por entrar en exámenes y…

 

Entonces conoció el lado más iracundo de su hermano, cuando este le grito fuera de sí, haciéndolo alejar el teléfono de su oído.

 

— ¡Nowaki maldita sea, ven a mi casa ahora mismo! ¡Está en las noticias, está en todos lados! ¡Nuestra madre es una asesina!

 

Para Misaki no fue diferente el despertar a la realidad. Shinosuke se despertaba muy temprano y preparaba café mientras ojeaba el periódico que le llevaban cada día. No hizo sino leer las primeras líneas del asombroso titular de esa mañana y corrió a despertar a su amigo. Unos minutos después, Misaki estaba en shock, leyendo el artículo completo. El teléfono sonó y era Nowaki que había ido a buscarle.

 

Shinosuke no quiso dejarlo solo y lo ayudó a vestirse, porque Misaki, entre los nervios y el shock, no atinaba a moverse con coordinación.

 

Nowaki tocó la puerta y Shinosuke le abrió apresurado.

 

—Está en la habitación, no ha parado de llorar desde que se enteró.

 

Nowaki corrió al lugar y Misaki se metió entre sus brazos, con el rostro dolido y bañado en lágrimas.

 

—Ryu… — murmuró apenas pudo, sin lograr que su garganta, cerrada por el horror de todo lo que había leído, lo dejara decir más.

 

Nowaki besó su cabello, abrazándolo con fuerza.

 

—Miyagi nos está esperando en su casa. Necesitas calmarte para que podamos ir, él tiene más información acerca de todo esto.

 

Shinosuke, que hasta entonces había estado acompañándolos en silencio, dijo con resolución.

 

—Iré por unos abrigos. Yo voy con ustedes.

 

Nadie se negó, para Misaki el chico era como un hermano, se conocían desde la primaria y Nowaki lo conocía desde que era un niño. Era como parte de la familia. Además de que sabía que Misaki lo necesitaría.

 

 Cuando el joven volvió con los abrigos, se lo colocó con cuidado a Misaki.

 

—Vamos. — dijo Nowaki y los tres salieron del departamento.

 

Lo último que recordaba Ryu era la sonrisa triste de Kaoru. Esa noche había estado algo tenso y nervioso. Pero Ryu no le había dado importancia. Estaba preocupado por el problema de Nowaki y eso lo hacía ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

 

 Había estado feliz de ver a Kaoru hablar con su bebita y mimarla con ternura. Cuando Kaoru la puso en la cuna y se acercó hasta el para besarlo con dulzura, Ryu pensó que su vida de ahora en adelante seria perfecta, feliz. Solo que para eso, primero debía pisar una última vez el infierno de sus recuerdos.

 

El primer signo de que algo no andaba bien, fue el escenario diferente que se presentó ante él, cuándo abrió los ojos. Ya no estaba en la blanca habitación de la clínica. No, ahora estaba en una muy iluminada y fresca habitación, donde a lo lejos se podía oír el arrullo del mar.

 

—Buenos días Asahina sama, que bueno que ya despertó, iré a avisarle a su esposo.

 

Ryu aun con el sopor del somnífero que le habían colocado, intentó aclarar su mente. La mujer que le había hablado y que ahora ya no estaba, no era la misma enfermera que le había sonreído amablemente durante los últimos días. Poco a poco se fue aclarando su mente y con ello, llegó el temor. Algo había pasado, algo muy, muy malo.

 

Cuando la puerta se abrió de nuevo, trajo consigo a Kaoru y Ryu al verlo lo supo.

 

—Kaoru ¿qué hiciste? — preguntó con miedo.

 

Kaoru suspiró cansado.

 

— ¿No me das los buenos días?

 

Ryu se sentó como pudo en medio de la cama. La cara de Kaoru le decía lo que había pasado. Kaoru había cumplido la promesa que alguna vez le hiciera. Había liberado todos los recuerdos, los horribles recuerdos y habría un culpable. Ryu sabía quién era y eso lo aterraba.

 

— ¿Kaoru por qué lo hiciste? — preguntó suplicante.

 

—Hice lo que tenía que hacer, lo que debí haber hecho desde un principio. Ahora que ya ella nació, ahora que ya no corres peligro, es hora de que los culpables paguen por lo que hicieron.

 

Ryu cubrió sus labios con una mano y  con la otra temblorosa, intentó apartar las sabanas que lo cubrían. Se puso de pie con dificultad. Sentía dolor por su cesaría, pero también era el miedo lo que le dificultaba caminar. Llegó hasta la ventana,  la abrió de par en par y el hermoso paisaje de dunas de arenas blancas y flores, con el mar cristalino de fondo, en lugar de confortarlo, lo hiso proferir un desgarrador sollozo.

 

—No, no… no ...noooo.

 

Finalmente Ryu colapsó. Kaoru se acercó rápidamente sosteniéndolo con fuerza entre sus brazos.

 

— ¿Por qué… por qué lo hiciste? — le increpó Ryu, golpeando su pecho, con apenas fuerza. — ¿Por qué sacar a la luz todo ese horror? No quiero, no quiero esos recuerdos.

 

Kaoru lo miró tristemente.

 

—La verdad tenía que saberse Ryu. Ella tiene que pagar o sino esto jamás iba a detenerse. Ella no iba a parar hasta verte destruido.

 

Ryu se enjugó las lágrimas y lo empujó débilmente para liberarse. Pero Kaoru no lo soltó.

 

—Es mi madre Kaoru, ella… ella no hizo nada de esto a propósito. Yo le fallé yo… fue mi culpa…

 

Kaoru lo tomó por los hombros, lastimándolo. Pero necesitaba hacerlo, tenía que hacerlo entender, hacerlo ver la verdad.

 

—Ella hizo todo lo que hizo para destruirte Ryu, lo hizo porque te odia… y te odia porque ella no es tu madre.

 

Con el rostro descompuesto y lleno de lágrimas, Ryu lo miró entre asombrado y asustado.

 

— ¿Qué dijiste? — preguntó trémulo, con el ceño fruncido.

 

Kaoru lo miró firmemente.

 

—Esa mujer no es tu madre, Ryu. Te hizo creer todo este tiempo que sí lo era, te manipuló y te uso a su conveniencia, para lograr sus planes. Y sus planes eran destruirte, acabar contigo tal y como lo hizo con su hermana, con la que era tu verdadera madre.

 

Si Kaoru no lo hubiese estado sosteniendo, Ryu habría caído al suelo. Afortunadamente pudo sostenerlo a tiempo y tomándolo en brazos lo llevó a la cama, llamando a gritos a la enfermera y al médico que esperaban fuera. El llanto de Ryu no paraba y fue preciso que Kaoru saliera de la habitación, mientras lo sedaban nuevamente.

 

Parado frente a la enorme terraza, de la casa donde hace apenas unos días habían sido felices. Kaoru miraba el mar, ese que Ryu había mirado aquellos días felices, con emoción. Kaoru recordó su risa, su alegría, su belleza y rogó para que esas horas oscuras pasaran pronto. Rogó para que Ryu entendiera que la verdad era necesaria, para liberarlos, para que pudieran ser felices finalmente. Después de todo, ella ya no sería nunca más la sombra oscura que nublara la felicidad de Ryu.

 

La oscuridad de la verdad llegó también esa mañana a la casa Usami. Akihiko, sentado en la mesa del comedor, leía frenéticamente el periódico, frente a un café que ni siquiera había probado. Cada palabra, cada línea que leía, lo sumergía más en un estupor que no tenía límites.

 

Escuchó el celular sonar y estiró la mano para cogerlo.

 

— ¿Estás leyendo la prensa? —preguntó la voz de su hermano, que sonaba preocupada.

 

—Como debe estarlo haciendo el país entero. — murmuró Akihiko en respuesta, mientras seguía leyendo el horror en aquellas líneas.

 

Haruhiko, al otro lado de la línea, sostenía el periódico con asco, tratando de pensar si todo lo que decía allí era real.

 

— ¿Qué vas a hacer? — preguntó.

 

Akihiko puso el periódico sobre la mesa y lo pensó unos segundos.

 

—Tengo que buscar a Misaki, hablar con él. Esto debe haber sido terrible para él. Debe estar muy mal.

 

Haruhiko sonrió, tirando el periódico hacía en un lado. Había pensado que su hermano hablaría de las empresas Usami, del impacto que semejante noticia podría hacer sobre los negocios de las ahora fusionadas corporaciones Usami- Kusama, pero su hermano no estaba pensando en eso. Pensaba en su pequeño esposo y el daño que semejante noticia podría estarle causando. Eso lo dejó entusiasmado, su hermano tenia esperanza, quizás lograría después de todo ser feliz.

 

—Tengo entendido que está viviendo con su mejor amigo, o algo así me dijo Miyagi el otro día que me lo encontré.

 

Akihiko ni siquiera notó el tono de entusiasmo en la voz de Haruhiko. Estaba preocupado por Misaki, tanto, que se despidió escuetamente de su hermano, para subir rápidamente a vestirse e ir a buscar a su esposo.

 

Shinobu estaba preparando un té en la cocina. Esa mañana cuando había despertado, se había encontrado con el rostro cansado y roto de su esposo, pero la historia que escuchó de sus labios antes de que siquiera pudiera ver el periódico, era por demás sórdida y preocupante.

 

Le costó un mundo que Miyagi se metiera en la regadera y se diera un largo y caliente baño, luego lo obligó a comer una tostada y lo hizo beber un té muy caliente. Así, poco a poco, Miyagi había recobrado el color en su rostro y se veía menos como un atormentado fantasma.

 

Mientras añadía azúcar a las tazas que había servido, pensaba en su cuñado. Ryu siempre le había parecido demasiado frágil, tímido, callado. Su mirada hablaba de sufrimiento, de dolor y ahora lo entendía todo. Ryu había soportado lo que nadie había imaginado. Shinobu por unos segundos puso la mano en su vientre y acarició con cariño la suave curva donde su hijo crecía sano, amado, protegido. Sintió dolor por aquel joven que una vez fue Ryu, por aquellos bebés que perdió de la más terrible manera, lo admiró por estar aun de pie, por haber logrado sobrevivir a aquel horror y supo que el quizás no lo habría logrado.

 

Una mano grande y fuerte se posó sobre a la suya y el calor de Miyagi lo llenó. Sintió el beso dulce de su esposo en su frente y escuchó conmovido sus palabras de amor.

 

—Te amo mi amor y te juro que jamás, jamás dejaré que algo malo les pase a ti o a nuestro bebé.

 

Shinobu suspiró, sorbiendo las lágrimas que había derramado, sensibilizado por la triste historia de su cuñado. Se dio la vuelta y Miyagi lo abrazó, limpiando con besos las lágrimas que humedecían sus mejillas.

 

—Siento todo esto. — se disculpó Miyagi, preocupado por cómo estaba afectando la situación a Shinobu.

 

— No es tu culpa y yo quiero estar contigo, quiero acompañarte y consolarte porque sé que tú también estas muy triste.

 

Shinobu besó los labios de Miyagi y este hizo un gesto de dolor.

 

—Si yo no hubiese estado tan absorto en mí mismo, sino hubiese enfocado toda mi energía en largarme de casa, quizás lo habría visto, habría hecho algo, habría podido…

 

Shinobu apretó su mano con amor.

 

—No es tu culpa, es de ella. Ella la manipuló, hizo que todo pareciera normal. Ella lo hizo ocultar que lo maltrataba, lo manejó a su antojo. Ella es la única culpable. Él nunca dijo nada porque siempre pensó que era su madre y que lo amaba. Quizás siempre pensó que no hacia eso por mal. Nadie nunca pensaría que su propia madre le haría daño a propósito.

 

Miyagi cerró los ojos contrariado y entonces Shinosuke entró a la cocina.

 

—Siento interrumpir, pero Misaki necesita ese té. Nowaki dice que tiene la tensión baja.

 

Shinobu cogió la bandeja con las tazas y salió tras su esposo y el amigo de Misaki.

 

Nowaki tenía a Misaki recostado en el sofá, con los pies en alto. El pequeño respiraba siguiendo las instrucciones de su hermano, con el rostro pálido y lleno de lágrimas.

 

—Está demasiado alterado.  — le dijo Nowaki a Miyagi.

 

Shinobu puso la tasa de té sobre la mesa y se sentó al lado de su cuñado.

 

— Misaki tienes que calmarte, sé que es difícil pero estar así te hace daño.

 

Misaki apretó la mano de Miyagi que había tomado la suya y sollozó, sintiéndose desvalido.

 

—No  pu-puedo… Cada vez que… cierro los ojos, lo veo. Veo a Ryu y…y pienso en sus bebés, pienso en su dolor al perderlos y…

 

Misaki se echó a llorar desgarrado y Nowaki miró a Miyagi con los ojos cristalinos, con lágrimas que había contenido para no alarmar más  a Misaki.

 

La verdad es que todos estaban destrozados. Miyagi les había contado todo lo que Kaoru le había dicho. Misaki, entre los brazos de Nowaki, había escuchado todo entre el horror y el dolor. Aun en ese momento, no lo podían creer. Era como una pesadilla. Una espantosa y triste pesadilla.

 

 Nowaki se puso de pie y caminó, alejándose un poco. Miyagi dejó a Misaki con Shinobu y Shinosuke y se acercó a su hermano.

 

—Si sigue así tendré que hospitalizarlo. Tiene la tensión muy baja y aunque ya le di un medicamento para controlársela temo que con todo esto…

 

Miyagi puso una mano en su hombro y lo apretó con cariño, para que Nowaki también se calmara. Nowaki lo miró dolido, apenado, furioso con todos y consigo mismo.

 

—Estuve a su lado todo ese tiempo Miyagi ¿cómo no lo noté? Pude haberlo evitado, haber hecho algo. — cerró los ojos con dolor y apretó los puños fuertemente. — Cielos Miyagi, tuvo dos abortos, pudo haber muerto. Quién sabe si ese hombre le dio las atenciones médicas necesarias ¿Cuántas lesiones pudo tener entre cada golpiza? pudo haber muerto Miyagi y ninguno de nosotros hizo nada.

 

Miyagi sabía que Nowaki tenía razón, sus palabras, su dolor, su indignación eran lo mismo que el sentía. Porque Ryu había vivido un infierno y ellos habían estado allí, a solo pasos y no habían hecho nada.

 

El celular de Nowaki sonó y su rostro se relajó un poco al ver quien llamaba. Se alejó de Miyagi y respondió con un nudo en la garganta.

 

—Allá aún es de noche ¿qué haces despierto? — preguntó lleno de amor, soñando con que Hiroki estaba muy cerca y podría llegar en cualquier momento para abrazarlo.

 

El timbre sonó y Miyagi fue a abrir. Un contingente de guardias vigilaban todas las entradas del edificio así que no era alguien de la prensa que desde muy temprano habían estado llamando para preguntar cosas de las que no tenía respuesta. Miyagi pensó que o era su padre o alguien muy importante para que lo hubiesen dejado pasar.

 

Cuando abrió se sorprendido.

 

—Miyagi, preguntarte como estas sería inútil. — le saludó un circunspecto Akihiko. —Lamento venir así sin avisar pero estoy buscando a Misaki.

 

Miyagi se hizo a un lado.

 

—Está aquí, pasa.

 

Miyagi no estaba en buenos términos con Akihiko, pero ese no era momento para peleas y supuso que a su atribulado hermanito esa visita le haría mucho bien.

 

Tomando su abrigo le señaló la sala.

 

—Está en la sala, pasa y ve si logras que se calme un poco. Nowaki está muy preocupado porque está muy alterado y su tensión se ha estado bajando. Ya estábamos hablando de llevarlo al hospital.

 

Miyagi notó como el rostro siempre controlado de Akihiko, se contraía por la preocupación. Quizás allí aun había esperanza.

 

Akihiko hizo el ademan de entrar a la sala, pero antes apretó el hombro de Miyagi, con un fraternal cariño. Después de todo, ellos también eran amigos, además de familia.

 

—Siento por lo que están pasando.  Haré todo lo que esté en mis manos para ayudarles en lo que necesiten.

 

Miyagi asintió, esbozando una tímida sonrisa.

 

—Gracias, ahora ve a ver a mi hermano, él es quien más te necesita ahora.

 

Por un segundo, cuando Akihiko asintió y caminó hacia la sala, Miyagi sintió temor ¿y si eso empeoraba las cosas? No quería otro hermano sufriendo por amor. Misaki parecía haberse recuperado del golpe emocional que Akihiko le había dado y temió por un momento que su presencia allí le diera esperanza.

 

— Akihiko. — le llamó preocupado y Akihiko, cuando atendió a su llamado, pareció entender su temor.

 

— No voy a hacerle daño. — le aseguró. —Aunque no me creas ahora. Cuando hice mis votos los hice con verdadera intención de cumplirlos, quizás no lo ame como él quiere, como desea. Pero lo aprecio y quiero hacerlo feliz, sé que a lo mejor no es suficiente para ti, pero es todo lo que puedo dar y ahora es mi momento de cumplir la promesa que hice frente al juez. En las buenas y en las malas.

 

Miyagi asintió y lo dejo ir. Fue quizás el amor que ahora sentía en cada poro de su cuerpo el que le dijo que lo dejara entrar, pues en aquellas palabras, aunque Akihiko no lo viera, aunque lo negara, había amor y eso le dio esperanza.

 

Shinobu acariciaba el cabello de Misaki, mientras Shinosuke le decía palabras suaves de consuelo. Este último fue el primero en ver a Akihiko, por un momento sintió molestia, pero viendo el estado de su amigo, pensó que lo que más necesitaba era amor y aunque le molestara Akihiko era el único que podía darle ese consuelo.

 

Se puso de pie y le pasó por un lado a Akihiko, no sin antes mirarlo con desprecio y susurrarle con advertencia.

 

—Si le haces daño otra vez, te mataré.

 

Akihiko ocupó el lugar que había desocupado Shinosuke y cuando Misaki sintió el calor de su mano, abrió los ojos.

 

— Akihiko. — susurró asombrado.

 

—Hola, sé que no debería estar aquí, pero quería estar contigo y…

 

Misaki se sentó en el mueble, metiéndose entre los brazos de su esposo. Akihiko lo abrazó y lo dejó llorar, mientras besaba su cabello con ternura y le hablaba muy bajo en el oído, calmándolo con su hermosa voz.

 

Shinobu y Shinosuke salieron de la sala, dejándolos a solas.

 

Misaki no podía creer que Akihiko estuviera allí. Tampoco era que quisiera razonar mucho su presencia en ese momento. Estaba allí y eso era lo único que importaba. Fuera de lo que hubiese pasado entre ellos, en ese momento lo necesitaba, su calor, su compañía, su consuelo.

 

—Gracias por venir. — murmuró, recostado en su pecho, cuando las lágrimas lo dejaron hablar.

 

Akihiko besó con cariño sus sedosos cabellos.

 

—Estoy donde debo estar, este es mi lugar. Contigo, a tu lado.

 

Misaki sollozó con tristeza.

 

— ¿Leíste el articulo?

 

Akihiko suspiró.

 

—Sí, tenía que saber a qué nos íbamos a enfrentar.

 

Misaki se separó de su pecho y lo miró con un profundo dolor.

 

—Akihiko y allí no dice todo lo que paso. Ryu…mi hermano sufrió lo indecible. Kaoru se lo contó todo a Miyagi.

 

Akihiko acarició tiernamente el pálido rostro de su esposo.

 

—No sabemos dónde está. Kaoru se los llevó anoche y no le dijo a Miyagi donde estarían. Yo quiero ver a mi hermano, quiero abrazarlo, rogarle que me perdone por no haber estado a su lado.

 

Akihiko apretó sus manos con firmeza.

 

—Kaoru san hizo bien en sacarlo de la ciudad. Tu hermano acaba de dar a luz y pasó por momentos muy delicados. Estoy seguro que nada de esto le iba a hacer bien. Los está protegiendo.

 

Misaki miró entonces a su esposo, con disculpa.

 

—Akihiko, las empresas, todo esto ¿tendrá alguna repercusión?

 

Akihiko negó con la cabeza, besando con suavidad los temblorosos labios de Misaki.

 

—Ni siquiera pienses en eso ahora. No te preocupes por nada.

 

Misaki se sentía muy cansado y alterado, ciertamente los negocios de Akihiko o de su familia, eran las ultimas cosas en su lista de prioridades. Agradecía que Akihiko fuera el que se encargara de los problemas que todo aquel caos acarrearían.

 

—Mi madre es una asesina. — murmuró, fijando su vista en un punto en la nada. — Mató a su propia hermana y también a los bebés de Ryu. Porque fue su culpa, fue su culpa que ese hombre… que ese hombre le hiciera todo lo que le hizo a Ryu.

 

Los ojos de Misaki volvieron a llenarse de lágrimas y Akihiko lo tomó en sus brazos, sentándolo en su regazo.

 

—Deja de llorar pequeño, te vas a enfermar.

 

Akihiko sintió entonces un cálido sentimiento en su corazón, deseo de proteger, de borrar ese dolor en aquel dulce rostro y mientras lo abrazaba y lo consolaba, trató de entender esas emociones que hacía mucho no sentía.

 

Nowaki se sentó en un pequeño banco de la cocina, escuchando con tristeza la voz de Hiroki.

 

—Estaba dormido, pero algo hizo que me despertara. Escuché tu voz, sentí que me llamabas.

 

Nowaki sonrió y respiró profundo.

 

—Estabas soñando conmigo. Tengo esperanzas.

 

—Tonto. —Lo reprendió Hiroki con una dulce sonrisa. —Te oyes triste Nowaki ¿Qué pasa? Cuéntamelo por favor.

 

Nowaki estuvo tentado a relatarle el horror que estaban viviendo, pero Hiroki apenas estaba llegando a su nueva vida. No podía hacerle eso. Si le decía todo, estaba seguro que Hiroki se regresaría y él no quería eso. Quería a Hiroki a su lado, sí, pero por méritos propios. No porque su familia se estuviera desmoronando.

 

—Estoy bien. — le aseguró con la voz suave y dulce. —Vuelve dormir y sigue soñando conmigo, eso me da fuerzas para esperarte, me da esperanza. Es lo único que necesito.

 

Hiroki acarició su vientre y suspiró con tristeza. Era difícil para él, había sido difícil tomar la decisión de irse y ahora, instalado en su nuevo departamento, a solo días de comenzar sus clases y su vida nueva, aun no sabía si había tomado la decisión correcta.

 

Era cierto que Nowaki lo había apoyado y en parte eso lo había ayudado a decidir marcharse. Nowaki le había dicho que alcanzara su sueño, pero Hiroki ahora no sabía si eso que tenía era su sueño. Si no habría sido mejor quedarse en Japón, seguir con sus estudios allá y sobre todo seguir casado con Nowaki.

 

—Nowaki yo…

 

— ¿Si? —Nowaki por un momento sintió una ligera esperanza.

 

Pero Hiroki no pudo, no logró decir lo que quería.

 

—Volveré a dormir y no estaba soñando contigo tonto.

 

Cuando Nowaki escuchó que la llamada se había cortado, susurró desolado.

 

—Te amo, te amo mucho, demasiado. Ojala estuvieras aquí.

 

Se quedó mirando al vacío y sintió con alivio una mano cálida que se posaba en su hombro.

 

—Hasta las noches más oscuras tienen un final.

 

Sonrió y miró con cariño al joven que lo confortaba.

 

— Gracias Shinosuke kun.

 

El chico le sonrió.

 

—Te prepararé en té. — le dijo, caminando hacia la estufa.

 

Nowaki asintió y suspiró cansado, mirando a su hermano y a su cuñado, que se reunieron con ellos en la cocina.

 

Esperar era lo único que les quedaba, esperar a ver el desenlace de todo aquello.


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