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Matrimonio... ¿de conveniencia? por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola mis queridas amigas. Lamento la tardanza pero circunstancias ajenas a mi me impidieron hacer esto como me hubiese gustado y en el tiempo que queria. Espero les guste, la verdad no estoy en mi mejor momento. Ojala me sepan perdonar si no esta tan bien como yo hubiese querido.

 

Quisera no decirles esto, pero me retiro un tiempo de escribir, paso por un mal momento y las fuerzas no me dan, ni para inspirarme. Espero solo sea poco tiempo y pueda recuperarme pronto. Mientras, por favor no me olviden, volvere pronto para compartir con ustedes mis locas historias.

 

Como siempre les he dicho las quiero y les doy las gracias por su compañia.

 

B.B.

 

No era un día bonito ni mucho menos feliz. El ambiente estaba cargado de tensión, como si todo en el lugar estuviese aquejado por la culpa o el dolor. Ya no era una casa, parecía más bien una fría habitación donde todo era impersonal y sombrío.

 

Los sirvientes transitaban por los desolados pasillos con pasos inciertos y silenciosos, tratando de mimetizarse con el ambiente lúgubre del lugar. Los ánimos de todos eran inciertos, pues la duda, la incertidumbre,  el silencio, la incredulidad y el estupor, era lo que había reinado aquellos días dentro de las paredes de aquella casa.

 

En medio del enorme salón un hombre esperaba, mirando al vacío sin pensamiento alguno en su mente, tratando de reunir fuerzas para lo que sabía sería un duro y doloroso enfrentamiento.

 

—Kusama sama, sus hijos ya llegaron.

 

Ichiro miró a su mayordomo con cansancio. Aquellos largos días había soportado situaciones que no muchos habrían podido atravesar sin perder la cordura.

 

—Hazlos pasar y por favor que nadie nos moleste.

 

Cuando el mayordomo se marchó para cumplir su orden. Ichiro suspiró y se puso de pie. Caminó hasta las puertas de cristal que se abrían paso hacia una fresca terraza y las abrió de par en par. Miró con detenimiento el basto jardín que circundaba su casa y esperó.

 

El primero en entrar fue Miyagi, tras él venia un serio Nowaki y los seguía muy de cerca  Misaki, cuyo rostro denotaba un intenso cansancio.

 

Este último fue el primero en hablar, cuando Ichiro, aun sabiendo que ellos ya estaban en el salón, no se giró a mirarles.

 

— ¡Papá! — le llamó con suavidad.

 

Los hombros de Ichiro se tensaron y de su garganta brotó un gemido profundo y doloroso.

 

Misaki, que había llorado esa semana más de lo que lloraría en toda su vida, sintió sus fuerzas flaquear y caminó despacio con ayuda de Nowaki para sentarse en un sillón.

 

—Voy a pedir que te traigan un vaso de agua con azúcar. — murmuró preocupado el joven médico, pero Misaki tomó su mano deteniéndolo.

 

—Estoy bien Nowaki, solo…solo terminemos con esto.

 

Miyagi los miraba a ambos con preocupación y se dirigió entonces a su padre con un dejo de rudeza.

 

—Nos llamaste y aquí estamos. Di lo que tengas que decir para que podamos irnos. Ya es suficientemente difícil tratar de reconstruir lo que nos quedó de vida, con las revelaciones que nos expusieron a todos ante la opinión pública. Sin contar con la culpa que nos corroe a todos por haber sido cómplices involuntarios de todo este horror.

 

Ichiro bajó los hombros apesadumbrado y finalmente los encaró.

 

Tanto Misaki como sus hermanos se sorprendieron al ver el rostro demacrado de su padre, parecía que en aquellos días había envejecido muchos años.

 

—No tengo excusa para lo que hice. —murmuró contrito.

 

Miyagi exhaló el aire con  un sonido de sorpresa.

 

—Por supuesto que no la tienes. — exclamó indignado.

 

Misaki miró a su padre y luego a su hermano con súplica.

 

—Miyagi…por favor.

 

Miyagi apretó los puños y se sentó, sintiendo el deseo irreprimible de salir de aquel lugar y olvidar a aquel hombre para siempre. Sus hermanos de cierta forma no entendían su ira, pero claro, ellos no habían oído el relato de primera mano. Ellos no habían visto la desesperación en los ojos de Kaoru, el dolor palpable en su rostro, en sus expresiones algunas veces desquiciadas y llenas de horror.

 

Kaoru le había hecho sentir a Miyagi con cada una de sus palabras, el infierno que había vivido su hermano, a tal punto, que Miyagi podía sentir físicamente aquel dolor. Por su puesto, Miyagi tampoco quería aquellas emociones perniciosas y dañinas en los corazones de sus hermanos y por eso había guardado eso solo para él.

 

— ¿Por qué permitiste que algo así pasara? —preguntó entonces Nowaki, que mantenía la mano de Misaki entre las suyas. —Ryu también era tu hijo, era el hijo de la mujer que supuestamente amabas.

 

Ichiro caminó despacio y se sentó frente a ellos, mirándolos con dolor.

 

—Yo la amaba. — les dijo con una triste expresión. — la amaba demasiado. Tanto, que cuando ella murió una parte de mí se fue con ella.

 

Ichiro sacó de su bolsillo una pequeña medalla que pendía de una fina cadena, la acarició y suspiró con tristeza.

 

—Fue como si… como si yo ya no existiera, por lo menos no la parte de mí que sentía. Cosas como el amor, la felicidad, el deseo, dejaron de ser parte de mi mundo. Se fueron con ella, con sus sonrisas, con sus caricias, con su amor.

 

Ichiro apretó la medalla en su mano y levantó la mirada, posándola en un punto vacío.

 

—Hanako… ella volvió a mi vida como una ráfaga, con tantos argumentos y tantas razones. Teníamos un hijo. —Ichiro miró entonces a Miyagi con disculpa. —Teníamos una historia que había sido truncada por el amor que yo sentí siempre por su hermana. Teníamos un Imperio que llevar sobre nuestros hombros y de pronto allí estaba yo, un hombre  con una parte de su mismo que había muerto con el amor de su vida y con la otra que se sentía desconectada del mundo.

 

Bajó la mirada hacia sus manos curtidas por el tiempo y permaneció en silencio unos segundos.

 

—Fue fácil para ella convencerme. Yo no tenía un norte, no tenia deseos ni ilusiones ni esperanzas, solo un enorme vacío y un dolor tan grande que me consumía. Hanako fue quien se encargó de todo en aquel tiempo. Me avergüenza decir que yo no servía para nada. Para el mundo era yo quien cimentaba el imperio Kusama, pero fue ella quien labró poco a poco todo lo que ahora poseemos. Su ambición era mucha y sabia como envolver a la gente para que hiciera sus propósitos.

 

Ichiro miró entonces a Nowaki y a Misaki con una leve sonrisa.

 

—Cuando tú naciste, Nowaki, yo ya era un hombre resignado,  pude sentir alegría con tu nacimiento y para cuando Misaki llegó a este mundo ya yo había enterrado dentro de mí, el dolor que había cargado por años. Amaba a mis hijos, los amaba, pero Ryu…Ryu me causaba un profundo dolor. Cada día se parecía más a ella, en su rostro y también en su forma de ser. No fui yo el único que lo notó. Hanako también lo podía ver cada día y lo odiaba, siempre lo odió.

 

Miyagi se puso de pie mirándolo indignado.

 

— ¿Y porque no hiciste nada para detenerla? —le gritó dolido. —Ryu pasó cada día de su vida envuelto en un infierno, pagando una culpa que no era suya. Ella lo manipuló, lo controló como quiso, cada aspecto de su vida, haciendo que Ryu fuera miserable, fuera infeliz y tú no hiciste nada, nada para impedírselo.

 

Ichiro se encogió en el asiento, parecía más anciano aun, más cansado, mas dolido.

 

—Yo…sentía culpa. Hanako también supo manipularme a mí. Hizo todo muy bien para que yo me sintiera en deuda con ella. Ella, que me había perdonado por abandonarla por su hermana, que había aceptado a Ryu como su propio hijo, que había cuidado de los negocios mientras yo me perdía en la autocompasión. Muchos años viví con la impresión de que le debía mucho a esa mujer que me había dado todo. Entonces por la culpa,  el dolor y  sí, también lo hice por cobarde. Cerré los ojos a todo lo que ella hizo con Ryu.

 

Ichiro cerró los ojos, apretando los puños con fuerza.

 

—Tuvo mi hijo que estar a punto de morir, para que yo dejara de ser un cobarde y afrontara mis culpas, pero ya era muy tarde. Muy tarde para que me perdonara.

 

 La mirada cansada del hombre se posó entonces en sus hijos.

 

— ¿Es muy tarde también para que ustedes me perdonen?

 

Miyagi lo miró por unos segundos y le dio la espalda, diciéndoles a sus hermanos con seriedad.

 

—Los espero en el auto.

 

Nowaki se levantó y ayudó a Misaki a ponerse de pie, respondiendo la pregunta de su padre.

 

—Es difícil responder eso ahora, papá, supongo que tendrás que darnos un poco de tiempo.

 

Misaki se soltó del agarre de su hermano y se acercó a su padre, que se puso de pie rápidamente. Misaki lo miró con tristeza y acercó su mano hasta la de su padre, tomándola suavemente.

 

—De ti, solo tengo recuerdos hermosos. Siempre fuiste mi apoyo. Me mimabas y cuidabas con amor, no recuerdo un momento infeliz a tu lado.  Pero hace ya quince días, todo eso que yo creí era mi vida, se volvió añicos, con una verdad que nunca vi, aunque lo tuve frente a mis ojos. Te amo papá, pero Ryu…Ryu es mi hermano, mi muy querido hermano y mi dolor por lo que él vivió, por lo que sufrió, es más grande que el amor que pueda tenerte, que los buenos recuerdos que pueda atesorar contigo. No soy quien para juzgarte, tu tuviste tus razones, pero en este momento no puedo amarte como antes, no te entiendo y me duele verte. Quizás con el tiempo pueda entender. Podamos todos entender y seguir adelante. Quizás recuperemos el amor que ella nos robó.

 

Salieron de la que había sido su casa con la intención de no volver, aquel lugar albergaba mentiras dolorosas que no podían enfrentar.

 

Miyagi estaba recostado del carro y los vio bajar las escaleras. Nowaki venía diciéndole algo a Misaki mientras lo sujetaba por la cintura, que Miyagi no alcanzó a oír, pero si se tensó al ver el rostro pálido de su hermano.

 

—Llévanos al hospital. —le pidió a Miyagi.

 

Este abrió la puerta con rapidez, para que Nowaki acomodara a Misaki dentro del auto con delicadeza.

 

— ¿Qué pasa?

 

Nowaki lo instó a subir, mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.

 

—Tengo días sospechando que está embarazado. Con todo este lio no había podido confirmarlo, quiero hacerle las pruebas pertinentes para estar seguro.

 

Miyagi estaba ahora más preocupado y mientras conducía, pensaba en ese nuevo acontecimiento que nadie esperaba. Misaki aún se estaba quedando con Shinosuke. Esos días de caos había sido lo mejor. Nadie de la prensa lo había buscado allí y por precaución, Akihiko había puesto una discreta vigilancia en todo el lugar.

 

Miyagi no sabía cómo Akihiko había tolerado esa situación. Se escabullía casi como un delincuente en el edificio y le hacía largas visitas a Misaki, bajo la mirada siempre atenta de Shinosuke. La situación entre ellos estaba lejos de arreglarse y Akihiko tenía en su contra lo frágil y delicado que había estado Misaki aquellos días. De hecho, a todos les preocupaba el estado del joven, que apenas comía, dormía mal, vomitaba y se había desmayado en dos oportunidades.

 

Miyagi había estado a punto de llamar a Kaoru para que Misaki pudiera hablar con Ryu, pero sabía que su hermano necesitaba tiempo, que Kaoru no había hecho las cosas de forma improvisada. Ryu estaba mejor lejos de todo aquello, hasta que la tormenta pasara.

 

Llegaron al hospital y Nowaki pidió muchos favores para que le dejaran tener un consultorio, e intimidad. Un rato después de haber revisado concienzudamente a su hermano, confirmó sus sospechas.

 

Dejó a Misaki cambiándose en el cuarto de exploración y salió al consultorio donde un nervioso Miyagi esperaba.

 

— ¿Y bien? ¿Si está…?

 

Nowaki asintió con un suspiro.

 

—Tiene muy poco tiempo y el feto se percibe en buen estado. No puedo decir lo mismo de él.

 

Miyagi lo miró preocupado y caminó hacia Misaki, cuando este salió ya vestido.

 

Misaki los miró con sus ojos llenos de lágrimas.

 

— ¿Y ahora que voy a hacer?

 

Miyagi lo abrazó con ternura, besando suavemente sus cabellos.

 

—Por los momentos calmarte. — le pidió. — Te amamos Misaki, no estás solo. Nos tienes a nosotros y te apoyaremos en todo lo que decidas.

 

Misaki se relajó ante aquellas palabras. Ciertamente no estaba solo, tenía a sus hermanos con él, tenía a su mejor amigo que era como un hermano más y ahora tenía también a su bebé, que aunque inesperado, era quizás la mejor noticia que recibiera en su vida.

 

—Vamos a ser papás y tíos casi al mismo tiempo. —murmuró sonriendo, recostado del pecho cálido y fuerte de su hermano.

 

Nowaki, que estaba al lado de ellos mirándolos sonreído, acarició  su rostro y besó fraternalmente su frente.

 

—Ese es mi hermanito valiente.

 

Todos rieron por primera vez en días, con ilusión, pues la vida en aquel pequeño instante les volvió a sonreír.

 

Saori acababa de comer y satisfecha dormitaba entre los brazos de su mamá. Aquellos días habían sido duros para Ryu, pero la tenía a ella y eso le daba fuerzas para seguir adelante. La miraba con ternura y entonces ella abrió los ojitos con un tierno gesto.

 

—Hola mi amor. —susurró, besando la pelusita en su cabeza.

 

La pequeña lo miró arrobada unos segundos, escuchando la voz amorosa que le arrullaba y sin más le regaló una coqueta sonrisa. Ryu se llenó de amor, de paz, con aquel dulce gesto y besó sonriendo la pequeña nariz de su hija, haciéndole cosquillas.

 

—La enfermera dice que tú no sonríes, que esos son gases, pero que sabe ella ¿verdad? Tú sonríes para mí. —murmuró Ryu, besando las manitas perfectas de su hija. —Y para papi a papi también le sonríes.

 

Suspiró con un atisbo de tristeza, aquellos días habían sido tensos entre ellos. Aun no le perdonaba que lo hubiese sacado de la ciudad ni que debelara todo lo que le había pasado, pero Kaoru no había sido más que paciente y atento. Aunque hablaban poco, lo acompañaba en las comidas que casi siempre hacían en la terraza, donde se podía ver el mar. En las tardes lo llevaba a caminar por la fina arena, eran caminatas cortas y silenciosas, pero relajantes. Y en las noches lo arropaba y besaba su frente deseándole buenas noches. Antes de marcharse, se asomaba en la cunita y miraba por largo rato a Saori. Acariciaba su carita, besaba sus redondos cachetitos y le murmuraba cuanto la amaba y que siempre la protegería.

 

Ryu suspiró hondamente, conteniendo las lágrimas que le inspiraban aquel devoto amor que Kaoru sentía por él. Ese, que lo había llevado a soportar los muchos rechazos a los que Ryu lo expuso. Que lo hizo buscarlo cuando desapareció sin dejar rastro y a haberlo rescatado de aquel monstruo, manchando sus manos de sangre. Kaoru se había peleado con sus padres por él y ni siquiera pudo disculparse, pues ellos murieron cuando él estaba buscándolo desesperado.

 

Su esposo había perdido mucho con ese amor y seguía allí, indemne, fuerte, convencido. Lo amaba y se lo demostraba cada día, incluso amando a una niña que no era suya.

 

— ¿Tu amas a papi verdad Saori? por eso le sonríes. —murmuró besando a su bebita. —Yo también lo amo, lo amo mucho y aunque a veces no puedo entenderlo, sé qué hace las cosas por nuestro bien, para protegernos. Porque tu papi es un héroe ¿sabes?, él nos salvó y nos hace felices y…

 

—Y les amo con todo mi corazón. —Dijo de pronto Kaoru, con la voz ronca por la emoción. Caminó y se sentó al lado de Ryu, besando dulcemente sus labios y las mejillas de su hija. —Ustedes son todo mi mundo, mi vida y por ustedes soy capaz de todo.

 

Ryu lo miró con amor y este le preguntó, acariciando su dulce rostro.

 

— ¿Estoy perdonado?

 

Ryu besó la mano que le acariciaba.

 

—Soy yo quien necesita que lo perdones.

 

Kaoru lo besó y tomó a la nena de sus brazos.

 

—Venga señorita hermosa, vamos a su cuna, es hora de hacerle mimos a su mamá.

 

La recostó en la cuna dejándola arropadita y luego se metió en la cama con Ryu. Lo abrazó, lo besó y lo miró por largo rato.

 

—Te amo. — le dijo finalmente. —Soy feliz y completo porque eres mío ahora y serás mío siempre. No quiero nada más en esta vida, solo tu amor.

 

—Lo tienes. — murmuró Ryu.

 

Kaoru sonrió.

 

—Lo sé, ahora ya lo sé. Y creo que es hora de regresar a nuestra vida y ser felices por fin.

 

—Es la mejor noticia que he oído en días…Sí, les avisaré.

 

Shinobu estaba en una esquina del departamento, observaba atentamente el rostro de su esposo que aquellos días había estado tenso y triste. Ahora, por el contrario, sonreía. Eso hizo que Shinobu suspirara complacido, cuando este, al colgar el teléfono, le sonriera muy ampliamente.

 

—Kaoru trae a mi hermano de regreso, llegaran mañana.

 

Miyagi le tomó entre sus brazos dándole la feliz noticia. Shinobu sabía que el regreso de Ryu les traería un poco de paz a los atribulados hermanos.

 

—Me alegro. —murmuró feliz, recostado del pecho de esposo.

 

Miyagi lo tomó por los hombros separándolo de su pecho.

 

— ¿Han sido difíciles estos días verdad? —le preguntó apesadumbrado. —He sido un mal esposo últimamente.

 

El rostro triste y apenado de Miyagi hizo que Shinobu sonriera con ternura. Eso era lo que más amaba de aquel hombre. Su corazón noble y amable, el amor incondicional que les profesaba a todos los que quería. La devoción tan grande que veía en sus ojos cada vez que sus miradas se encontraban.

 

Acarició su rostro murmurándole dulcemente.

 

—No has sido un mal esposo, mi amor. Has recibido un golpe muy grande y lo afrontaste con valentía. Ayudaste a tus hermanos y manejaste todo frente a los medios de la mejor forma, de manera que el impacto para ellos no fuera tan grande.

 

Miyagi suspiró cansado. La mayor parte del proceso había recaído en sus hombros. Había movido todo las influencias que tenía, en gran parte con la ayuda de Akihiko, para que ni Nowaki ni Misaki sufrieran más de la cuenta.

 

Así, se habían retirado los molestos reporteros de las casa de sus hermanos y se habían apostado en su hogar. Él respondía las preguntas, él daba las entrevistas, él tuvo que ir a la policía junto con su abogado a responder preguntas incomodas y estuvo presente cuando su madre fue llevada detenida. Miyagi sabía que Shinobu lo apoyaba, pues había soportado todo aquel proceso apoyándolo incondicionalmente y por eso lo amaba aún más.

 

—Cuando Ryu regrese y vea que todo está bien, quiero que nos vayamos de viaje, lejos muy lejos de aquí.

 

La propuesta no tomó por sorpresa a Shinobu, él también había estado deseando hacer un largo viaje.

 

—Podemos ir a Paris. —murmuró sonriendo coquetamente.

 

Miyagi lo miró emocionado y su sonrisa nuevamente se volvió amplia.

 

—Esa es la mejor de las ideas. —lo besó, lo cargó entre sus brazos y se lo llevó despacio a la habitación. —mientras tanto podemos ir practicando para nuestra segunda luna de miel.

 

Excitado, complacido y extasiado, Shinobu rio contento, pues hacia días que Miyagi no le hacia el amor. Todo parecía volver a la normalidad.

 

Hiroki marcó por quinta vez y el resultado fue el mismo. Nowaki tenía días sin comunicarse con él. Apenas le había enviado un escueto mensaje una semana atrás “Estoy bien, preocúpate por estudiar” había sido el frio mensaje.

 

Suspiró abatido, mirando el periódico que descansaba sobre sus piernas.

 

“El imperio Kusama, un fraude de mentiras y muerte”

 

El titular era por demás perturbador y cuando Hiroki había leído el contenido de aquel artículo, había tenido que correr al baño a vomitar por largos minutos. Pero Nowaki jamás le habló de aquello, incluso aunque habían hablado varias veces, antes de que por casualidad encontrara el periódico en una tienda donde vendían cosas japonesas.

 

— ¿Por qué no me hablas? — murmuró contrariado, mirando el teléfono.

 

Sabía que la respuesta era obvia. Él había decidido marcharse, aun a pesar de que esperaban un hijo se había ido. Hiroki entendía que Nowaki no sentía la necesidad de compartir su dolor con él ¿cómo? Si él lo había abandonado. Se había marchado para alcanzar sus sueños, sin pensar que había sueños en común que también le habrían dado felicidad.

 

Se sentía egoísta y aunque en el fondo sabía que no lo era y que había tenido razones para marcharse, saberlo no le daba consuelo, pues tarde había entendido que amaba a Nowaki, que quizás siempre lo había amado y no lo había querido ver. Porque ¿qué sino lo había empujado a casarse con él? ¿Por qué había permitido que le hiciera el amor no una, sino muchas veces? ¿Que era ese sentimiento que hacía que su corazón doliera con desconsuelo, cada vez que evocaba su recuerdo? Lo extrañaba, lo extrañaba profundamente y añoraba sus abrazos, su sonrisa tonta, sus grandes ojos mirándole con amor, con deseo.

 

Hiroki dejó el teléfono sobre la cómoda y caminó hasta el baño para darse una rápida ducha y salir a sus clases. Era lo único que le quedaba, continuar con el camino que había elegido, pues por lo visto, Nowaki ya no le quería más en su vida.

 

—Quisiera poder abrazarte en este momento. — murmuró un rato después ya vestido y arreglado, mirando una foto donde un muy joven Nowaki le sonreía.

 

La puerta se cerró lentamente cuando él se marchó de su departamento con rumbo a sus clases,  dejando un silencio triste en el corazón de Hiroki.

 

Misaki estaba en su habitación recogiendo unas cosas, cuando escuchó las risas en el salón. Nowaki y Shinosuke se había hecho muy cercanos aquellos días. Como el joven médico iba todos los días al departamento de Shinosuke para visitar a su hermano, muchas veces se quedaba a cenar y Misaki deprimido como estaba, no era buena compañía. Se retiraba temprano a su habitación dejando solo a aquellos dos, que habían descubierto tener muchas cosas en común.

 

Misaki sonrió cuando las carcajadas se hicieron contagiosas, pero su sonrisa muy pronto se congeló en su rostro.

 

—No te enamores de él Shinosuke, no lo hagas. — murmuró, mirando la puerta abierta por donde se podía oír la amena conversación.

 

— ¡No hables! — gritaba Shinosuke entre risas.

 

— ¡Eso es basura! — gritó entre carcajadas Nowaki, corriendo tras el chico para arrebatarle el control de las manos.

 

Shinosuke, protegido tras de un sofá, le dio más volumen a la película, con el control que Nowaki trataba de arrebatarle de las manos.

 

— ¿De qué hablas? Tu… tu… tarado que no sabes nada del buen cine. — lo increpaba, tratando de contener la risa. — Esa película es una joya del cine de terror.

 

Nowaki volteó a mirar una escena de la película y mientras los gritos de la protagonista se hacían más agudos y la escena más grotesca. Nowaki compuso una mueca de disgusto.

 

— ¿A eso le llamas tu terror? — Le gritó al joven, que ahora reía a carcajadas —Es asqueroso. Ahora mismo me vas a dar ese control, antes de que Misaki salga y vea eso, le van a dar ganas de vomitar.

 

Shinosuke corrió hacia un lado de la sala, cuando Nowaki saltó por encima del mueble, ambos riendo descontrolados.

 

—A Misaki también le gustan esas películas. Tú eres un aburrido, tu hermanito tiene mejor gusto que tú.

 

Nowaki lo tenía casi a punto.

 

—Deja que te agarre, te voy a hacer pagar.

 

Lo alcanzó antes de que llegara al comedor y lo encerró en un potente abrazo, quitándole el control y apagando el televisor, a pesar de las estridentes risas y protestas.

 

 Estaban cerca, estaban muy cerca. Agitados, relajados, riendo alegremente. El vientre redondeando del joven se pegaba al de Nowaki, era una cálida escena, cotidiana, casi normal.

 

Shinosuke se sintió envuelto en el calor de aquellos brazos. Era un anhelo de años, un sueño que casi, casi podía hacerse realidad. Pero aunque Nowaki lo miraba, no era a él a quien veía, sus ojos dulces, perfectos, hermosos, estaban perdidos en un recuerdo.

 

Acarició con ternura el apuesto rostro y cerró los ojos suspirando, sus labios a unos escasos milímetro de tocar aquellos que había deseado por años. Cuando volvió a abrir los ojos, le sonrió con un atisbo de tristeza.

 

— ¿Estás pensando en él verdad? — le preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

 

Nowaki ni siquiera intentó negarlo.

 

—Lo amo, no puedo evitarlo. Siempre voy a amarlo… Lo siento.

 

Shinosuke sintió el cálido aliento rozando sus labios como si fuera un beso que jamás recibiría y se arriesgó, aunque solo fuera esa única y última vez. Lo besó despacio, dulcemente. Solo sus labios se movieron, pero fue tan cálido, tan acogedor, tan perfecto. El beso duró solo unos segundos y lo terminó quien menos esperaban. Un bebé incómodo que de pronto dio una certera patada, haciéndolos separarse con una tranquila sonrisa.

 

Nowaki acarició la redonda barriga y sonrió con tristeza, sintiendo los leves movimientos del bebé. Shinosuke acarició con cariño la mano que circundaba su vientre.

 

—Te estás perdiendo la mejor parte de esto. — le dijo con cariño, haciendo que Nowaki lo mirara con un atisbo de dolor. —Si tanto lo amas ve tras él, no dejes que pase por esto solo. A lo mejor eso es lo que él esperaba, que tú no lo dejaras ir.

 

De pronto oyeron a alguien aclarase la garganta. Misaki los miraba entre extrañado y preocupado.

 

—¡Ay! quita esa cara. — lo reprendió Shinosuke. — Tu hermano no tiene ojos sino para su Hiroki y yo ya me di por vencido. Le robé un beso y es lo único que voy a conseguir.

 

Misaki le sonrió a su hermano que también sonreía relajado. Miró entonces a los ojos de su amigo y aunque supo que allí había dolor, también vio entereza. Shinosuke estaría bien, su amigo era una persona fuerte y sensata, acabaría enamorándose muy pronto de la persona correcta.

 

Shinosuke lo abrazó con fuerza y cuando se separaron, miró con preocupación la pequeña maleta que Misaki había preparado.

 

— ¿Estás seguro de esto?

 

Misaki asintió sin pensarlo. Ya lo había pensado mucho. Cada vez que Akihiko le había visitado, había tenido que recurrir a todas su fuerzas para negarse a irse con él. Ahora ya no tenía argumentos y sí,  un motivo para intentar arreglar su matrimonio.

 

—No quiero hacer esto sin él. — murmuró Misaki acariciando su vientre. —No soy tan fuerte como tu Shinosuke y además yo lo amo ¿No puede eso ser suficiente para los dos?

 

Su amigo suspiró y le sonrió con ternura.

 

—Ve, inténtalo, lucha por lo que quieres y si no resulta, regresa aquí. Tú sabes que siempre cuentas conmigo.

 

Misaki lo abrazó con fuerza y Shinosuke dulcemente susurró a su oído.

 

—Resultará, ya veras, no creo que ese hombre estúpido se resista a amarte. Tú eres muy especial.

 

Nowaki se despidió del joven y llevó a su hermano a su destino, despidiéndose también con un dejo de preocupación, cuando se estacionó en frente de la enorme mansión.

 

—No tengo que decirte que si esto no funciona…

 

—Lo sé. — le dijo Misaki, tomando su mano con entereza. —Solo quiero intentarlo.

 

Nowaki se marchó y Misaki se tomó su tiempo para subir los pocos escalones y tocar la puerta. No tuvo que esperar mucho para que le abrieran y su sorpresa fue mayúscula cuando fue Akihiko quien lo recibió con un fuerte abrazo. Le había llamado para informarle sus planes de volver a intentarlo, pero no esperaba tanto entusiasmo por parte de Akihiko.

 

—No veía la hora de que llegaras. — murmuró el hombre a su odio y Misaki sintió que tal vez, solo tal vez, si tenía una oportunidad de ser feliz.

 

—Necesito contarte algo. — le dijo con una tímida sonrisa, cuando Akihiko lo soltó del apretado abrazo.

 

Un rato después, Akihiko tenía una serena expresión. Estaban sentados en el amplio salón de la mansión y Misaki lo miraba expectante.

 

—Mañana traeré mis cosas de nuevo. Me llevé algunas cosas a la mansión pues no quería estar aquí sin ti — dijo finalmente.

 

Misaki asintió en espera de algo más.

 

Con un suspiro, Akihiko prosiguió.

 

—No tomes a mal el que ahora me vea un poco fuera de… lugar. Me has tomado por sorpresa. No… no esperaba esta noticia.

 

Al ver que Misaki componía una mueca de malestar. Akihiko se puso de pie rápidamente para arrodillarse frente a él.

 

— No, no creas que es algo malo. No me expliqué bien. —le dijo rápidamente, tomando su mano con ternura. —Me gusta la idea de ser padre, de hecho lo imaginé muchas veces. Yo quería… quiero que este matrimonio funcione, tener hijos contigo, hacer un hogar. Solo… necesito que me tengas paciencia, por favor, un poco más. Es difícil para mí expresar mis emociones correctamente y…

 

Misaki apretó su mano y le sonrió con afecto. Para él, con aquella mirada preocupada y aquellas palabras conciliadoras, era suficiente. Akihiko le quería, aunque el mismo no se hubiese dado cuenta.

 

 

—Me gusta la idea de volver a estar en nuestra casa. Así podré arreglar el cuarto del bebé.

 

Akihiko le sonrió y besó su mano con fervor.

 

—A mí también me alegra estar por fin en nuestro hogar.

 

El día siguiente fue un poco alborotado para todos. El regreso de Ryu los llenó de alegría y muy pronto se pusieron de acuerdo para cenar en su casa esa noche.

 

Ryu estaba dándole un beso a su bebita, que ya dormía felizmente en su cunita.

 

—Ryu sama, sus hermanos ya llegaron.

 

Sonrió tranquilamente a la joven y miró de nuevo a su bebé antes de salir de la habitación.

 

Al final de las escaleras ya le esperaba su esposo, apuesto, sereno y fuerte, todo lo que él amaba en aquel hombre.

 

—Luce usted muy hermoso. — le alagó Kaoru, haciéndole reír tímidamente.

 

—Tú también estas muy apuesto. — susurró con amor.

 

Kaoru besó sus labios, mirándolo serenamente.

 

— ¿Estás listo?

 

Ryu solo asintió y se dejó llevar del brazo de su esposo. No tenía nada que temer, sus hermanos estaban allí y el hombre que amaba le sostenía y le daba toda su fortaleza.

 

Cuando entró al salón, el primero en correr a sus brazos fue Misaki.

 

—No llores cariño, ya pasó, todo eso pasó. Ahora soy feliz, muy feliz.

 

Ryu murmuró aquellas palabras mirándoles a todos, sobre todo a su esposo, pues era por el que ahora era una persona diferente.

 

Después de un largo rato de disculpas, llantos, explicaciones y emotivas demostraciones de amor, la velada se tornó amena y feliz. Los hermanos compartieron sus planes y deseos futuros. Rieron, y conversaron hasta muy tarde, cuando finalmente se marcharon. Llevaban entonces el corazón completo. Estaban tranquilos, porque todos ellos o casi todos, habían encaminado sus vidas. La tormenta poco a poco se disipaba y ya solo quedaban pocas nubes grises enturbiando su futuro y muy pronto, estas también desaparecerían.

 

El primero en tomar cartas en el asunto fue Miyagi. Dos días después de la cena en casa de Ryu, preparaba maletas para irse a un largo viaje.

 

— ¿Miyagi, estás seguro que es buen momento para irnos?

 

Sentado sobre la cama, Shinobu doblaba algunas camisas, mirando a su esposo con preocupación.

 

Miyagi solo sonrió, pasándole algunas cosas que ya había doblado, para que este las metiera en la maleta abierta sobre la cama.

 

—Ryu está bien, Misaki también. Nowaki… bueno, él va a comenzar con sus exámenes, no va a tener tiempo para pensar en nada. Ya cuando regresemos, me encargaré de ayudarle a que Hiroki lo perdone por idiota.

 

Shinobu lo pensó por unos segundos. Era verdad que los hermanos de Miyagi estaban mejor que hacía unos días atrás, pero aun había cosas que resolver.

 

— ¿Misaki está bien? Yo sé que decidió volver con su esposo por el bebé que esperan pero…

 

Miyagi entonces, se acercó hasta su preocupado esposo y le dio un dulce beso. Adoraba que se tomara las cosas de sus hermanos tan a pecho.

 

—Misaki está donde quiere estar y… la verdad es que todo eso de Akihiko, con su “Yo no sé amar” a mí me parece pura basura. Lo ama. Tú sabes cómo cuidó de él en todo este proceso, fue mi principal aliado y no fue por Nowaki o por mí, fue por Misaki. Solo va a tener que darse duro contra alguna pared, para ver si se le abre el entendimiento.

 

Shinobu rio con aquel pensamiento, pero pensó que no estaba mal la idea, aquel muro imaginario podría ser cualquier evento que hiciera que Akihiko viera en él, los sentimientos que siempre había tenido en su corazón.

 

—Ok ¿y qué hay de Ryu? El juicio a tu madre será en unos días y…

 

Miyagi lo miró con una mueca de disgusto. No le gustaba pensar en aquella mujer.

 

— Kaoru ya se encargó de eso, e incluso mi padre puso su grano de arena, con las pocas influencias que le quedan. Todo ese proceso se hará en privacidad. — Miyagi se puso de pie y caminó hasta la ventana, mirando como el amanecer reverberaba en el cielo. — Además, no creo que todo eso dure mucho, mi…madre tiene todas las pruebas en su contra, su propia familia le ha dado la espalda cuando se enteraron de lo que le hizo a su hermana.

 

Shinobu se puso de pie y caminó hasta su esposo, para meterse entre sus cálidos brazos. Sabia cuanto lo afectaba aquel asunto. Con su padre apenas hablaba y  a su madre no la había vuelto a ver desde que se la llevaran detenida.

 

 

—Serán unas lindas vacaciones. — murmuró sonriendo. Sabía que Miyagi necesitaba ese tiempo fuera. Alejarse de todo aquel caos.

 

Miyagi metió las manos entre la suelta camisa, acariciando la tibia piel de su esposo. Shinobu rio contento.

 

—Estamos haciendo maletas. —murmuró entre suspiros, cuando las sutiles caricias se hicieron más intensas.

 

Miyagi bajó por su piel con un camino de besos, desnudándolo lentamente.

 

—Tenemos mucho tiempo. — susurró con picardía, justo en el momento en el que su boca se tragaba golosa, el pene de Shinobu.

 

Por mucho rato quedarían las maletas sobre la cama a medio hacer, mientras la pareja que se tomaría unas vacaciones, se dedicaba a hacer el amor sobre la mullida alfombra.

 

Por una mullida alfombra caminaba esa mañana un joven médico, llegaba tarde al hospital, pues apenas había dormido la noche anterior.

 

—¿Dónde demonios están mis zapatos? — gruñó con molestia, mirando azorado por todo el lugar.

 

Una risa suave y hermosa se escuchó en su mente.

 

“Siempre dejas los zapatos bajo la cama, Nowaki”

 

La voz murmurada de sus recuerdos lo hizo sentir un profundo dolor. Caminó hasta su cuarto y se agachó para mirar bajo la cama, donde sus zapatos le esperaban.

 

Los tomó y se sentó en el suelo, recostado de una pared. Cerró los ojos suspirando tristemente.

 

— ¿Que estoy haciendo? — se preguntó contrariado, mientras miraba a su alrededor, recordando los buenos momentos, los pocos buenos momentos que tuvo con Hiroki.

 

—Te extraño. — murmuró contrito. — Quisiera estar contigo en este momento, quisiera que despertaras en mis brazos.

 

Nowaki ocultó su rostro entre sus manos, quería evocar aunque fuera un poco más los dulces recuerdos que lo mantenían en píe.

 

Un rato después se dirigía a la universidad con una idea en mente.

 

Buscó por todos los pasillos hasta que encontró a su mentora.

 

—Haneda sensei. — la llamó azorado.

 

—Kusama, ¿qué pasa? ¿Le pasó algo a Hiroki?

 

Nowaki negó con la cabeza, tratando de recuperar el aliento.

 

—No sensei, necesito hablar con usted.

 

La conversación duró largo rato y Haneda llamó a todos los tutores del hospital. Nowaki esperaba en un pasillo, caminando de arriba abajo con cara de preocupación. Finalmente, Haneda salió y lo hizo pasar a la sala donde todos los médicos habían estado reunidos.

 

—Siéntate Nowaki. — le pidió la mujer.

 

Nowaki se sentó nervioso, porque su vida dependía de lo que aquellas personas habían decidido.

 

—Después de mucho analizarlo. —  le informó Haneda. —Todos estuvimos de acuerdo en que eres un estudiante ejemplar. Incluso atiendes tus propios casos con poca supervisión. Tienes un record excelente y tus notas son inmejorables. Es por eso que decidimos por unanimidad darte la oportunidad que pediste.

 

Nowaki esbozó una ligera y esperanzada sonrisa, que Haneda se encargó de borrar con sus siguientes palabras.

 

—Pero Nowaki, ocho meses de exámenes y pruebas no se pueden acortar abruptamente. Así que llegamos al acuerdo de darte dos meses para que termines de prepararte.  Al cabo de ese tiempo, nos reuniremos de nuevo todos aquí y haremos una evaluación oral y escrita de seis horas. Si logras por lo menos un setenta y cinco por ciento de esta evaluación, podremos considerarte como Kusama sensei.

 

Nowaki apretó los puños en sus piernas y se arrodilló en suelo, con una solemne reverencia.

 

—Gracias, gracias a todos, les prometo que daré todo de mí y no los decepcionaré.

 

Ahora, ya Nowaki tenía un plan y un tiempo para cumplirlo, muy pronto estaría en camino para buscar a aquel que amaba.

 

En camino estaba esa mañana Misaki, pero no en busca de quien amaba, más bien estaba en una amena salida de compras. Tras dos días de estar en su nueva casa finalmente. Misaki había hecho una lista de cosas que comprar para el cuarto de su bebé.

 

—Creo que debo ir primero al centro comercial. — decía, mientras leía su lista de compras.

 

Akihiko esa mañana había salido muy temprano, el aún estaba dormido cuando sintió el tibio beso en su frente. Su esposo no había dejado de ser cariñoso y atento. Eso y la calidez de su casa nueva, le habían hecho fácil la transición. Ya no pensaba en cosas fútiles como los sentimientos. Le preocupaba más arreglar su hogar, la habitación de su hijo, seguir viviendo con lo que tenía. Se había dicho a si mismo muchas veces, que era hora de ser realista y disfrutar lo que tenía.

 

Esa mañana desayunó a solas y salió en su auto. Como pensaba volver antes del almuerzo, no avisó a nadie, pero no siempre salen los planes como uno quiere.

 

Cuando ya se acercaba el medio día se encontró con que no había logrado comprar nada. Se reprochó por estar siendo demasiado remilgado para escoger las cosas y luego se disculpó pensando en que quería lo mejor para su hijo.

 

—Tengo hambre. — se quejó, sobando su barriga. Sabía que debía comer bien y a sus horas, pues su hermano le había hecho mucho hincapié en que su peso estaba muy bajo.

 

Se metió en un restaurant y ordenó un copioso almuerzo. Cuando sacó su celular para avisar a Akihiko, se dio cuenta que se había quedado sin pilas. Se reprendió por no haber traído su cargador y dejó caer el teléfono dentro de su bolso.

 

—Buscare una cabina más tarde. — se dijo, mientras miraba con apetito la comida que le era servida.

 

Pero ese “más tarde” no llegó, pues concentrado como estaba en sus compras, el tiempo pasó rápidamente y solo se dio cuenta cuando la oscuridad comenzó a colorear la tarde.

 

— ¿Cielos, que hora es? — murmuró consultado su reloj, cuando salía de un centro comercial.

 

Su cara se volvió lívida al ver la hora, casi las siete de la noche. Había estado todo el día fuera de casa.

 

—Se estará preguntando donde estoy. — murmuró, mirando el azul oscuro del cielo.

 

Caminó rápidamente hasta el estacionamiento y colocó todo lo que había comprado en la maleta. El tráfico no lo ayudó a llegar temprano y cuando por fin pudo aparcar frente a su casa, habían pasado dos horas más. Lo primero que notó fueron las dos patrullas apostadas frente a su hogar y cuando abrió la puerta, el bullicio de gente hablando ruidosamente lo alertó.

 

—Búsquenlo, maldita sea, búsquenlo por todos lados.

 

Gritaba Akihiko desde el salón. Cuando Misaki entró, todos los que allí estaban lo miraron como si fuera un fantasma.

 

—Misaki. — gritó Akihiko con alivio y corrió hasta él, para envolverlo en un apretado abrazo.

 

Misaki miró a todos con angustia y cuando Akihiko lo soltó, fue para revisarlo frenética y concienzudamente.

 

— ¿Estás bien? ¿No te pasó nada? ¿Dónde estabas? ¿Cómo está el bebé?

 

Misaki tomó sus manos que lo revisaban por todos lados, tratando de calmarlo.

 

—Estoy bien Akihiko y él bebé también. Salí de compras y me quedé sin pilas, se me hizo tarde y cuando me di cuenta…

 

—Bueno señores. — espetó con fuerza la voz de Haruhiko, que había estado allí desde temprano, cuando su hermano le llamó desesperado pues no lograba localizar a Misaki. —creo que es hora de irnos, al parecer todo fue una falsa alarma.

 

Los policías salieron con una mirada jocosa, quizás burlándose del atribulado esposo que había armado todo aquel alboroto. Akihiko abrazó a Misaki con un hondo suspiro y Misaki se despidió de su cuñado con una sonrisa, cuando este le dijo adiós con una mano, despareciendo del salón.

 

— ¿Qué hacia la policía aquí, Akihiko?

 

 

El hombre, que ahora se sentía estúpido, lo miró con un atisbo de vergüenza.

 

—Te llamé antes del mediodía para decirte que vendría a almorzar contigo. Quería darte la sorpresa de ir a comprar juntos las cosas del bebé.

 

Misaki lo miró apesadumbrado y lo llevó de una mano a sentarse en un sofá.

 

—Lo siento Akihiko, no sabía que querías hacer eso conmigo. Por eso me fui solo y sin avisar.

 

Akihiko tomó su mano y asintió.

 

— Lo sé, te he dado razones para pensar así. Yo…yo he sido un imbécil contigo y cuando hoy no pude localizarte me asusté tanto. Primero pensé que te había pasado algo, llamé a tus hermanos, a Shinosuke kun, llamé a todos los hospitales de la ciudad y cuando no pude encontrarte llamé a la policía. Pero la verdad es que el fondo temía, pensé que me habéis dejado.

 

Misaki acarició el rostro triste de Akihiko, con un cariñoso gesto.

 

— ¿Por qué iba a dejarte? Yo fui quien decidió volver.

 

Akihiko asintió y bajó la mirada con tristeza.

 

—Sí, pero, lo hiciste por el bebé, porque querías darle una familia. Pero es obvio que  ya no me amas como antes. Ya no veo en tus ojos ese amor que me tenías y eso… eso me asusta. Me asusta perderte Misaki, te amo y no quiero que te vayas de mi lado, no podría soportarlo.

 

Misaki sintió que su corazón se detenía y sus ojos una vez más se llenaron de lágrimas por aquel hombre, pero esta vez eran de felicidad, pues por primera vez se sentía completo. No solo por las palabras que tanto había deseado escuchar de aquellos labios, era el amor que veía en su mirada preocupada y arrepentida.

 

— No llores por favor. — le pidió Akihiko, besando sus lágrimas con ternura y Misaki sonrió feliz.

 

—Lloro de felicidad Akihiko, lloro porque te amo y en este momento no puedo creer que pueda ser más feliz. — murmuró Misaki besando los tibios labios de su esposo.

 

—¿No vas a dejarme? — preguntó Akihiko, mirándolo enamorado.

 

Misaki negó con la cabeza.

 

—Nunca y no estoy contigo por el bebé. Él es una parte de nosotros, pero yo volví porque te amo, siempre voy a amarte y pensé que ese amor sería suficiente para ambos.

 

Akihiko lo besó con pasión, con amor y sonrió al ver de nuevo esa expresión soñadora y enamorada que tanto amaba ver en el rostro de Misaki.

 

—Soy un idiota y hoy cuando creí que te había perdido, me sentí muy miserable. Te he amado desde siempre y no lo había notado. Estaba cegado por mis penas y por mi estúpido orgullo. No quería que nadie tuviera el poder de hacerme sufrir de nuevo por amor, pero me estaba perdiendo lo mejor de la vida. Me estaba perdiendo tu amor. Te prometo que nunca más volveré a comportarme como un idiota.

 

Misaki sonrió y lo besó dulcemente.

 

—Eres un idiota encantador.

 

Ambos rieron y se besaron largamente. Akihiko lo tomó de la mano y caminaron juntos hasta su habitación. Esa vez sería la primera vez que harían el amor con los sentimientos correctos en sus corazones. Esa debía ser su noche bodas.

 

 

Otra pareja tenía esa noche, una noche de bodas. Ryu había regresado ese día del médico y le habían dado luz verde para reanudar su vida sexual. Contento y emocionado, pasó ese día acicalándose y cuando Kaoru llegó a casa, lo esperaban muchas sorpresas.

 

La primera era un Ryu vestido con un hermoso y seductor traje blanco. Su aun redondeada figura lo hacía lucir adorable y Kaoru estaba extasiado con la hermosa visión.

 

— ¿A que debo tanta belleza? — preguntó al mirarle.

 

Ryu se sonrojo y sonrió apenado.

 

—Bienvenido a casa.

 

Kaoru lo besó apasionadamente dejándolo sin aliento.

 

—Estoy en casa. — saludó pícaramente, mientras Ryu azorado y excitado, trataba de recobrar el aliento.

 

La siguiente sorpresa fue una cena deliciosamente presentada. Comieron con una amena charla y cuando ya se preparaban para el postre, Ryu propuso comerlo en el jardín.

 

Kaoru se quedó de piedra, cuando vio el jardín decorado con unas románticas luces y unos cojines dispuestos para mirar las estrellas.

 

Se acomodaron en los cojines y Ryu le sirvió una porción de pastel de chocolate.

 

—Si fuera un poco más suspicaz diría que está tratando de seducirme Asahina sama. — murmuró al oído de Ryu, cuando este se sentó a su lado.

 

Ryu se estremeció y bajó la mirada colorado de vergüenza.

 

— ¿Y… eso es malo? —murmuró mientras comía un poco de pastel.

 

La sonrisa de Kaoru se hizo más amplia. Ryu estaba adorable, todo sonrojado y avergonzado. Ahora entendía porque el sugestivo vestuario, la cena y toda la escena de seducción.

 

— ¿Estas seduciéndome? — le preguntó alzando su rostro con sus dedos, para poder mirar la adorable expresión.

 

Ryu tenía los labios húmedos, el rostro arrebolado, los ojos brillantes. Era toda una deliciosa invitación que Kaoru moría por aceptar.

 

—E-El doctor dice, dijo hoy que…que ya puedo, y…

 

Kaoru no esperó más palabras. Se lanzó sobre él, recostándolo en los mullidos cojines.

 

—Así que ya puedo hacerte mío. — le dijo entre besos

 

Ryu, excitado y emocionado por aquellos besos solo pudo asentir, lo que le dejó a Kaoru el camino libre para aflorar todo su deseo.

 

Comenzó a desnudarlo y Ryu intentó detenerlo.

 

—K-Kaoru, estamos afuera, v-vamos a la habitación.

 

—No. — fue la lacónica respuesta y Ryu solo pudo dejarse hacer pues él también lo deseaba. Esperaba que los empleados de la casa no merodearan por allí.

 

Kaoru se tomó su tiempo para besarlo por todos lados. Cuidadosamente se coló entre sus piernas y lo preparó delicadamente, dejándolo hecho un lastimero tumulto de ruegos, suspiros y gemidos. Cuando sintió que Ryu ya no resistiría más, lo penetró cuidadosamente.

 

Se sintió feliz y  completo al estar dentro de su esposo, sentir las paredes de su culo, sedosas y calientes apretando su pene. Era una sensación deliciosa, obscena y sublime. Y se volvió mejor cuando pudo comenzar a moverse y entre cada embestida sentir como el cuerpo de Ryu se estremecía y el suyo mismo comenzar a arder.

 

Las embestidas se hicieron más fuertes al igual que los gemidos y los ruegos. Desnudos y sudados recostados sobre aquellos cojines y bajo la luz de las estrellas, hicieron el amor aquella noche. Kaoru murmurando el nombre de Ryu en su oído una y otra vez. Marcando con cada embate de su pene el cuerpo que era suyo y cuando finalmente el clímax los alcanzó y el semen llenó sus cuerpos, la dicha también los cegó, como si explotaran dos veces, de pasión y de felicidad.

 

Permanecieron por largos minutos en silencio, abrazados y jadeantes, mirándose con vehemencia, las palabras sobraban. Todo se había dicho entre ellos y aquel momento solo era para sentir.

 

Kaoru recorrió con su mano la blanca piel de las piernas de Ryu, sus tersas nalgas, la sutil espalda, el estilizado cuello y llegó hasta lo rellenos labios, tocándolos con emoción.

 

— Te amo. — susurró con suavidad.

 

Ryu sonrió dulcemente.

 

—Lo sé.

 

Mucho rato después, entre risas y protegidos por la oscuridad, caminaron desnudos hasta su habitación. Se pusieron unos albornoces y fueron a darle las buenas noches a su hija, para luego acurrucarse entre las sabanas de su cama y hacer el amor hasta que el amanecer los sorprendió.

 

Dos meses después, Miyagi regresaba de su largo viaje. Shinobu estaba feliz de volver a casa. Su barriga ya se notaba muy bien y muchas veces conseguía a Miyagi mirándole arrobado.

 

—Por fin en casa. — murmuró feliz, recostándose en el sofá de su sala.

 

Miyagi había  terminado  de deshacer las maletas y se disponía a hacer algo de comer. Sonriendo se recostó al lado de su esposo llenándolo de besos.

 

— ¿Que quieren mis amores de comer? — preguntó feliz.

 

Shinobu iba a responder, cuando sonó el teléfono.

 

—Hola Misaki. — saludó Miyagi, respondiendo el teléfono.

 

—Miyagi sé que acabas de llegar pero recuerda que mañana es el examen de Nowaki. Nos vamos a reunir todos en un restaurant cerca del hospital para esperarle, no puedes faltar.

 

Miyagi sonrió ante la preocupación de su hermano.

 

—No lo olvidé Misaki, por eso regresé antes. Mañana estaré allí. ¿Cómo te preparas tú para hoy? ¿Cómo está Usami?

 

Misaki sonrió y se miró al espejo, donde terminaba de arreglarse para salir.

 

—Estoy bien y él también lo está. Creo que hoy por fin podrá dejar todo eso que lo atormenta y ser feliz como merece.

 

—Entonces nos vemos mañana hermanito. Saluda a Usami de mi parte. — se despidió Miyagi.

 

Miyagi volvió a los brazos de su esposo y se recostó de su pecho cuidando de no aplastar el redondo vientre.

 

— ¿Todo bien? — preguntó Shinobu.

 

Miyagi asintió complacido, pues todo no paraba de ir bien.

 

Misaki terminó de peinarse cuando Akihiko se asomó por la puerta.

 

—Ya llegó mi padre ¿estás listo?

 

Misaki asintió y caminó para reunirse con su esposo, que de inmediato posó su mano en la pequeña curva que ya se notaba en su vientre. Akihiko hacia mucho aquel gesto cuando necesitaba aliento y fuerza. A Misaki le encantaba que la buscara en su hijo.

 

—Gracias por compartir esto conmigo, mi amor. Es muy importante para mí que estés hoy a mi lado.

 

Misaki lo besó cariñosamente y tomados de la mano bajaron a recibir al padre de Akihiko.

 

Unos minutos después se reunieron con Haruhiko frente a una prestigiosa clínica. Misaki sonrió al ver al joven que acompañaba a su cuñado.

 

—Hola. — lo saludó con picardía, cuando vio que este estaba tomado de la mano de Haruhiko.

 

—Hola. — saludó Shinosuke y le hizo un guiño feliz, apretando la mano del hombre que le sonreía amorosamente.

 

Misaki los había presentado hacía más de un mes, en una fiesta que hiciera en su casa y el flechazo había sido inmediato. Haruhiko estaba encantado con la vitalidad de Shinosuke y a este le encantaba su buen humor y galantería. El bebé que esperaba el joven no había sido obstáculo para Haruhiko, que ya hablaba de adoptarlo cuando se casaran.

 

Más tarde, en el interior de una blanca habitación, se dijeron palabras de ánimo, se evocaron recuerdos y hubo una emotiva despedida. Fue el padre de Akihiko quien desconectó los aparatos que sostenían con vida a un alma que ya deseaba marcharse a su destino final. Misaki abrazó a su esposo cuando este lloró al oír el último sonido de un corazón que no latiría jamás.

 

—Ella siempre estará contigo mi amor. — murmuró Misaki, besando lo labios de su esposo y este sonrío tristemente, asintiendo resignado.

 

Shinosuke sonrió cuando miró a Haruhiko recitar una dulce plegaria y lanzarle un beso a su madre. El hombre se volvió a su novio y lo abrazó, su cuerpo temblaba un poco, pero también estaba aliviado por haberla dejado ir.

 

Los jóvenes se alejaron un poco cuando ambos hermanos se acercaron al atribulado padre, que con el rostro lleno de lágrimas, le daba el último adiós al que fuera el amor de su vida.

 

Ese mismo día la cremaron y sus cenizas fueron esparcidas en el jardín de la mansión Usami, donde las rosas que ella había cultivado estaban más hermosas que nunca.

 

Misaki preparó una comida y compartieron en familia hasta que casi anocheció. Los últimos en irse fueron Akihiko y Misaki, cuando llegaron a su casa se sentían diferentes, aliviados quizás y Akihiko aquella noche le hizo el amor a Misaki con ternura, hasta que se rindieron por el cansancio.

 

 

Al día siguiente, un joven se preparaba para lograr un preciado objetivo. Estaba en la antesala, esperando que los profesores llegaran. Ya su familia le había llamado, comenzarían a reunirse unas horas después en un restaurant cercano, solo le faltaba una cosa para tener más fuerzas.

 

Sacó su celular y abrió una foto que Hiroki le había enviado hacia unos días.

 

“Ya tengo dieciocho semanas, papá. Estoy grande y muy sano”

 

 

Era la foto de la ecografía que le habían hecho recientemente a Hiroki y este se la había enviado a Nowaki con esas palabras. Para Nowaki habían sido el empuje que lo motivó cada día a esforzarse hasta el agotamiento.

 

Preparado para lo que venía, hizo la llamada que le faltaba.

 

—Nowaki. — le saludó Hiroki feliz, hacía días que no hablaban.

 

— No tengo mucho tiempo. — murmuró el joven médico. —solo quiero decirte que te amo, que siempre voy a amarte y que amo a nuestro bebé. Tú me das fuerza Hiroki, tú me haces feliz. Espérame, por favor.

 

 

— Nowaki. — susurró Hiroki con los ojos  llenos de lágrimas. — Yo también te amo y voy a esperarte, te lo juro, todo el tiempo que lo necesites.

 

Nowaki estaba en shock cuando Haneda le llamó avisándole que ya estaban listos. No se dio cuenta cuando colgó el teléfono y ya no pudo decirle nada a Hiroki, pero no importaba, se lo diría, le diría cuanto lo amaba muy pronto. Ahora tenía la mejor razón para dar todo de sí, el amor de Hiroki.

 

— Ya han pasado seis horas. — dijo Misaki, mirando por la ventana del restaurant.

 

Los nervios se los estaban comiendo a todos, habían esperado un largo rato.

 

Por fin, Miyagi miró a su hermano pasar por la venta. Todos se pusieron de pie para recibirlo y Nowaki les regaló la más brillante de las sonrisas.

 

—Tengo noventa y nueve por ciento aprobado. — dijo con la voz ronca y los ojos cristalinos. Todos gritaron emocionados y llenos de orgullo.

 

 

Hiroki terminaba de recoger sus libros, la clase había estado por demás interesante, pero él se sentía cansado y abrumado. Ya hacia quince días que no hablaba con Nowaki. Se sentía tonto por haberle dicho que lo amaba. Nowaki ni siquiera le había vuelto a llamar después de eso.

 

—Idiota. —murmuró molesto mientras cargaba su bolso en el hombro y salía de salón.

 

Caminó por los pasillos del hospital y encontró una cara conocida.

 

—¡Ey! que bueno que terminaste ¿te llevo a casa?

 

Hiroki le sonrió a Iwaki con amabilidad, pero ya no había allí más sentimientos que de amistad y agradecimiento. Parecía que el médico había entendido, pues no había vuelto a intentar acercamientos románticos, como los primeros días de estar allí.

 

—Gracias Iwaki sensei, no tenia deseos de tomar el metro hoy.

 

El médico asintió y emprendieron juntos el camino hacia el estacionamiento.

 

—Te ves cansado. — le dijo, cuándo le abría la puerta. — ¿porque no vienes a mi casa y yo hago la cena? puedes dormir allí hoy.

 

No era que a veces no lo intentara, claro.

 

Hiroki sonrió con suavidad.

 

—Gracias sensei, pero de verdad quiero ir a mi casa a descansar. Ya me haré algo ligero cuando llegue.

 

No insistió más y le dejó en la puerta del edificio.

 

—Nos vemos mañana.

 

Hiroki le dijo adiós con la mano y entró saludando al portero amable que siempre le tenía algo dulce.

 

—Te guarde dulces de chocolate, mi esposa los hizo hoy.

 

Hiroki sonrió y tomó el paquetito que el hombre le extendía.

 

—Gracias Thomas, los comeré en la cena.

 

El hombre sonrió enigmáticamente.

 

—Yo creo que vas a comer algo mejor.

 

Hiroki, casando como estaba, no entendió y se dispuso a subir en el ascensor a su departamento.

 

Al llegar a la puerta  de su departamento, no solo lo recibió un delicioso aroma, sino que había música y podía escuchar una voz. Al principio sintió temor, pero de pronto, al abrir la puerta, aquella voz se le hizo muy conocida.

 

—No, aún no ha llegado…Si, estoy haciendo la cena como me dijiste y puse todas las cosas que le mandaron al bebé en la habitación que él ya había preparado…Es hermosa Misaki, me siento tan feliz.

 

Hiroki caminó hasta la cocina silenciosamente y lo vio de pie frente a la estufa. Estaba de espaldas, cocinando algo, mientras sostenía el teléfono en su oído.

 

Aquella era una escena perfecta y Hiroki sintió deseos de gritar de alegría.

 

—Nowaki. — le llamó casi sin aliento.

 

El aludido se dio la vuelta con la más reluciente de las sonrisas.

 

—Ya llegó, Misaki, los llamo mañana.

 

Cuando colgó el teléfono, no le dio tiempo ni de saludar a Hiroki, pues este corrió y se metió en sus brazos, como si solo necesitara estar allí.

 

—Hola mi amor. — murmuró Nowaki, besando su cabello y abrazándolo con fuerza. —Estoy en casa.

 

Hiroki rio entre sollozos y se separó de su pecho, para mirarlo con una brillante sonrisa.

 

—Bienvenido a casa.

 

Nowaki respiró profundo, tratando de controlar toda la emoción que sentía y rio con una estruendosa carcajada, para luego llenar de besos a Hiroki, como si quisiera recuperar el tiempo perdido.

 

Mucho rato después conversaban tranquilamente, uno en brazos del  otro, sentados en la pequeña sala del departamento.

 

—Eres increíble Nowaki, pasar todos los exámenes con solo dos meses. — lo alababa Hiroki.

 

El joven médico sonrió simplemente.

 

—Lo hice por ti, tú y nuestro bebé me dieron fuerzas.

 

Nowaki tenía la mano puesta sobre el vientre de Hiroki y este no podía sentirse más lleno de felicidad. Aquello era lo único que le faltaba a su vida.

 

—Voy a quedarme contigo aquí hasta que termines tu especialización. —Le dijo Nowaki, besando sus labios suavemente. —luego podemos quedarnos a vivir aquí o podemos regresar a Japón, me da igual, siempre que estemos juntos.

 

Ciertamente estaban juntos ahora y juntos, unos meses después, recibieron a su bebé.

 

De los hermanos de Nowaki solo Ruy pudo viajar. Misaki estaba por dar a luz y Shinobu había tenido su bebé recientemente. Ryu había viajado una semana antes y estaba con ellos en el departamento, cuando Hiroki sintió los apremios del parto.

 

Pasaron largas horas en la habitación del hospital, hasta que finalmente el momento llegó.

 

Ryu le secaba el sudor de la frente y le dio trocitos de hielo mientras Nowaki, metido entre sus piernas, revisaba. Una rápida revisión pues Hiroki estaba por demás adolorido y cansado.

 

—Estás completamente dilatado, mi amor. — El joven médico se quitó los guantes y se acercó hasta su esposo, para besar sus resecos labios con amor. —Es hora de empujar ¿Estás listo? 

 

Hiroki le sonrió casadamente y asintió, susurrándole con emoción.

 

— Vamos a tener a nuestro bebé, Nowaki.

 

Nowaki rio alegremente y lo besó una vez más.

 

—Gracias por estar aquí conmigo — le dijo entonces  a su hermano

 

Ryu sonrió y los miró a ambos con ternura.

 

—No me lo perdería por nada.

 

Nowaki se colocó unos guantes nuevos y volvió a su lugar entre las piernas de su esposo.

 

— Con la próxima contracción, empuja fuerte tanto como puedas.

 

Hiroki asintió y se agarró con fuerza de la mano de su cuñado, solo tuvo unos segundos para prepararse antes de que su vientre se contrajera. Cerró los ojos con fuerza empujando con todo lo que tenía.  Sintió que el cuerpo de su hijo se movía. Dejó escapar un gemido tenso y doloroso mientras empujaba, y se detuvo cuando Nowaki le indicó que lo hiciera.

 

Unos segundos de descanso y nuevamente sintió una fuerte contracción en su vientre. 

 

—Eso es mi amor allí viene otra, puja con fuerza. Dos más y lo tendremos aquí.

 

Hiroki gritó, sus ojos llenos de lágrimas. Ryu refrescaba su frente con un paño húmedo,  mientras el empujaba, y jadeaba con  fuerza.

 

 

— Arde, Nowaki, sácalo ya. — gritó Hiroki, agarrándose de las blancas sabanas y mirando a su esposo con dolor. 

 

 Nowaki le informó con una hermosa sonrisa.

 

—Sopórtalo un poco más cariño, él bebé esta coronando, falta poco, lo estás haciendo muy bien". 

 

 

Hiroki asintió. Con la cabeza apoyada en la almohada, miró a Ryu y sonrió a pesar del dolor. Este besó su frente y le dio un hielito para que recuperara fuerzas.

 

Cuando la siguiente contracción llegó, un grito escapó de sus labios. Empujó con fuerza antes de que Nowaki se lo pidiera, ya quería acabar  con aquel dolor.

 

 Nowaki tomó  la cabeza de su hijo y lo ayudó lentamente a salir, mientras Hiroki empujaba.

 

—Hazlo lento mi amor, ya casi sale. — le pidió con ternura y Hiroki le obedeció, a pesar que le dolía y ardía como nada.

 

 

Después de unos segundos el dolor cesó. Hiroki cayó sobre la almohada, exhausto y luego escuchó a su bebé llorar. Ryu besó su frente riendo emocionado y él solo podía llorar de alegría.

 

Nowaki finalmente puso a su hijo entre sus barcos sonriendo de la más dulce de las formas.

 

—Tenemos un varoncito mi amor.

 

Se besaron y besaron a su bebé llenos de emoción, de amor, de alegría.

 

 

Unos meses después regresaron a Japón y su llegada fue motivo de celebraciones. Una mañana soleada se reunió toda la familia, para celebrar una boda. Nowaki y Hiroki se casaron nuevamente en una bonita capilla, pues Nowaki quería que su esposo tuviera la experiencia real. Ellos se habían casado apurados en un juzgado y ahora le daba la boda que siempre soñó.

 

Mientras esperaban a los novios, los hermanos e invitados, conversaban.

 

Misaki y Akihiko, con su hija de seis meses, discutían sobre los planes que tenían para levantar de nuevo el imperio Kusama. Estaban cada día más compenetrados como pareja y trabajaban juntos, siempre que la pequeña Miyumi se los permitía.

 

Miyagi y Shinobu junto con su pequeño Kai, viajaban por todo el mundo. Miyagi trabajaba en proyectos arquitectónicos y Shinobu disfrutaba enseñándole a su pequeño hijo el mundo.

 

En la vida de Ryu no cabía más felicidad, hacia unos días se había enterado que esperaba un segundo hijo y Kaoru lo tenía encerrado en algodones. Muy atrás había quedado el dolor y la tristeza,  solo vivía para el amor de su esposo y de su hija.

 

Hacía poco había hablado con su padre, habían hecho las paces y poco a poco iban a intentar recuperar su relación familiar. De su madre solo sabía que fue internada en un hospital Psiquiátrico, pues había enloquecido al conocer la condena que le habían dado en prisión.

 

—Allí vienen los novios. — Gritaron los invitados al ver a la feliz pareja hacer aparición.

 

Hiroki lucia hermoso,  feliz y Nowaki no podía verse más enamorado y perfecto.

 

Aquel día, ellos y todos los que allí estaban, harían un pacto de amor y dejarían atrás la conveniencia. Porque lo único que conviene, es amar.


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