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YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

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Notas del capitulo:

Música del capítulo:

Call your name - Daughtry

https://www.youtube.com/watch?v=RGLMUj60-Dc

 

 

—¿Papá? ¿Me vas a decir?

—Es una historia larga de contar.

—Las palabras de mi padre tienen que ver con Yue, ¿no?

—S-sí.

—No, espera. Esto simplemente no puede ser de esta manera —expresó con la firmeza pintada en sus ojos. Entendía perfectamente, aunque no las razones, la situación que había surgido y no iba a permitir que nadie lastimara a Aoshi, no si él podía hacer algo al respecto, no, incluso si se tratara de su propio padre.

—¿Dai? —Daisuke se levantó, fue directo a la habitación de sus padres en donde el mayor había entrado hace poco y entró sin pedir permiso ni tener cuidado alguno.

—¿Me quieres explicar qué fue eso de allí fuera hace un mo...mento? —Se quedó de piedra ante lo que sus ojos presenciaron; su padre, siempre tan imponente, tan altivo, tan superior, a veces muy frívolo pero el que los amaba a su manera, estaba sentado en su cama con la cara cubierta con sus pesadas y cansadas manos ocultando la caída inevitable de sus lágrimas.

Daisuke se acercó y se sentó a su lado.

—Papá, ¿qué es lo que pasa?

—¿Qué no puede entender que sólo tengo miedo? —Sus palabras cansadas sólo destilaban la más acongojada pena.

—¿Miedo a qué?

—A que lo lastimen. —Sus palabras eran sinceras pero había algo más que le costaba descifrar.

—Papá, no sabes lo que me pesa decirte esto pero, ¿te das cuenta de que el único que lo está lastimando... eres tú? —Yoshiyuki miró a su hijo a los ojos y se dio cuenta de los errores que estaba cometiendo pero eso no era suficiente para remendar ninguno de sus errores. Su pequeño rebelde, Aoshi, era un alma muy pura e ingenua; quizás con el tiempo entendería las acciones egoístas de su padre, quizás nunca lo hiciera.

—Aun así. No puedo permitirlo. Tu hermano no va salir con ese chico. No lo voy a consentir.

 

 

 

 



—¿Puedo pasar?

—Sí —respondió sin ganas, estaba de espaldas a él, recostado en su cama, observando por la ventana la rutina imparable de la ciudad. Las personas iban y venían, ignorando que un corazón lloraba por su primer amor. Pocos segundos después sintió a su padre sentarse a su lado y acariciar sus cabellos. Aoshi se secó las pocas lágrimas que, obstinadas, habían salido de sus ojos.

—Hey, ¿cómo te sientes? —Quiso aparentar ser "el fuerte", quiso no armar más problemas, quiso ya no ocasionar molestias como últimamente parecía ser su único oficio, quería simplemente olvidarlo todo pero el nudo en su pecho pudo más— ¿Sabes que puedes confiar en mí, no?

Fue el segundo exacto en que ya no pudo más. Sin incorporarse de la cama, dio media vuelta y abrazó con urgente necesidad a su padre por la cintura, ocultando su rostro en su regazo.

—Papá... Yue... Yue... yo... él... no quiero... no... —dolía demasiado tan sólo el imaginarlo.

—Lo sé. Shhh. Ahora lo sé. Todo estará bien mi amor. —El mayor se quedó toda la tarde en la habitación de su hijo, acunándolo en sus brazos, dejándolo que se desahogara, sin palabras, sin necesidad de más explicaciones que las aceleradas pulsaciones del muchacho. Como cuando era pequeño sólo lo abrazó para espantar todos sus miedos e inseguridades.

Ya sabía lo que tenía que hacer.

 

 

 

 

 

 

 

Taiki estaba perdido en lo profundo de sus pensamientos mientras su hermano, quien veía la vida de colores pese a las nubes grises, caminaba a su lado totalmente ajeno a la tormenta que se desataba en su alma.

—Hey, te ves distraído, ¿pasa algo?

—No pasa nada, solo estoy cansado.

—Le mentiste a papá, ¿verdad? Aún te sientes mal —preguntó Shin con el rostro lleno de molestia, le desagradaban las mentiras más que ninguna otra cosa en el mundo. Pero más lo enojaba que su hermano descuidara su salud de una manera tan imprudente.

Taiki suspiró; ojalá sólo se sintiera mal, ojalá sólo tuviera un resfriado. Una simple gripe no le cambiaría la vida, un dolor de estómago o una fiebre no lo tendría allí, preguntándose por qué no puede tan sólo morirse y acabar con todo de una vez.

—Estoy bien. Deja ya de molestar y ve a tu clase.

—Óyeme, mocoso... —En ese momento sonó el timbre anunciando el inicio de la primera hora de clase, Shin tuvo que resignarse de momento—. Ya hablaremos más tarde tú y yo. —Shin no se quedaría conforme pero se le hacía tarde y tuvo que correr para no llegar tarde.


Taiki miró a todos lados, perdido en aquel lugar que le traía tantos recuerdos. Ya no sabía qué quería ni hacia dónde iba; ese lugar de sueños lejanos, el que se imaginó junto al hombre que amaba, parecía ahora sólo una horrible pesadilla.

  —Takeshi... ¿será que...?  —Su pregunta murió a medio camino y continuó para ir a sus clases. 

 

 

 

 

 

 

El rubio no podía concentrarse en clases. Faltaban pocos días para que finalmente pudieran graduarse sin embargo aquellos días finales de preparatoria, que se suponían debían ser de ensueño, estaban resultado ser fatales, un total caos emocional invadía su interior. Por un lado, Yuki no había asistido los últimos días a clases ni tampoco había podido comunicarse con él, cada vez que lo llamaba a su casa le respondía Yuu y sólo le decía: «Se encuentra indispuesto, quizás más tarde te llame él».

 

Quizás... quizás... quizás... ¿Cuánto tiempo más debería esperar porque ese quizás se transformara en un sí? Estaba comenzando a impacientarse, él no era así y no quería serlo, no con Yuki. Lo amaba demasiado, quería volver a verlo, quería estar cerca de él, hablar con él, jugar videojuegos, ver películas, que todo volviera a la normalidad. ¿Se debía, quizás, la repentina enfermedad de Yuki al beso de la última vez o a su confesión? Tal vez. O quizás sólo estaba enfermo de verdad. Estaba volviéndose loco realizando aquellas mil conjeturas por minuto hasta que su profesor le llamó la atención por tercera vez. 

Ahora, aunado a su preocupación, estaba su pequeño hermano. Taiki estaba más apático que de lo normal. Por mucho que quisiera ocultarlo, sabía que algo muy malo debería estar pasando para tenerle así. ¿Podría ser que Takeshi tuviera algo que ver con ello? Haru todo lo que le había dicho fue que terminaron pero nada más, ni siquiera conocía las razones de su rompimiento. No podía entender por qué lo habían hecho ya que, si de algo estaba seguro, era de que ellos se amaban profundamente. No podía evitar sentir la preocupación clavándole el corazón.

Las clases terminaron temprano debido al ensayo para la noche de graduación. Habían decidido que la entrega de diplomas y la fiesta la harían la misma noche, por cuestiones de economía y tiempo. En esos momentos Taiki practicaba el discurso de entrada, cabía decir que el aspecto que tenía no era mejor que el de la mañana, de verdad estaba comenzando a temer que en cualquier momento desfallecería.

—El primer año en secundaria, cuando todo es nuevo para nosotros, sentimos miedo por lo que vendrá. Ahora que finalizamos la primera etapa del camino, ahora que perdimos el miedo de aquella vez, nos enfrentamos a un reto mayor: asumir el futuro como adultos, intentar vivir una vida plena, alcanzar las metas que hoy nos proponemos. —Taiki guardó silencio.

Aquellas palabras que había escrito cuando no tenía su corazón lleno de tinieblas, ahora le parecían tan lejanas, tan vacías, tan absurdas. ¿Que tenía que celebrar? ¿Su fracaso,quizás? La sensación de desesperanza se volvió asfixiante. Con el papel lleno de las mentiras que una vez soñó temblando en su mano, miró alrededor, sintiéndose indefenso, vacío, infeliz. 

Nada tenía sentido ya, ni la tan anhelada graduación, ni las fiestas. Takeshi ya no estaba a su lado y él era un ser despreciable que había arruinado su vida, que además arruinaría la del pequeño ser que crecía en su interior. El vacío en su pecho se convirtió en dolor. Miró a todos lados de aquel auditorio. Un zumbido eterno se instaló en sus oídos, en su mente y las luces se apagaron, sumiéndolo finalmente en la oscuridad.

No pudo escuchar el grito de su hermano que corría hacia él, alertado por su extrema palidez pero quizás aquel silencio era lo mejor, acallar así las voces que le atormentaban en su mente.


Notas finales:

¡Hola!

 

Lamento haber tardado mucho. Mis excusas: la vida, el trabajo (o la falta de él), los estudios, etc. Lo siento mucho, no tengo justificación, aunque siempre me pone triste el que esta historia tenga tan poco recibimiento (no lo voy a negar).

 

Muchas gracias a quienes leen y comentan, que son una de las razones principales por las que que continúo con esta historia.

 

¡Les envío un abrazo!

 

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