Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí, trayéndoles nuevo capítulo, espero les guste.

Gracias por leer.

Me encuentro aquí.

Habla conmigo.

Quiero sentirte.

Necesito oírte.







—¿Qué voy a hacer Haru? No quiero que mis padres se separen.



—Tranquilo. Verás que saldrán adelante. Por ti, por Kai y también por ellas. Son una familia. Lo superarán juntos, por mucho que ahora eso parezca imposible —Las pequeñas manos de tan solo doce años lo sostenían con firmeza. Los años de amarlo en silencio serían siempre la cruz con la que cargaría, pero si ese era el sacrificio que debía tomar con tal de permanecer a su lado como su mejor amigo, lo haría sin importarle que en el proceso su alma poco a poco fuera rompiéndose pedacito a pedacito─. Es solo un momento difícil. Ya verás que todo saldrá bien. Vas a salir bien de la operación. Ellos solo están muy preocupados por ti, y están tan asustados que por un momento se han dejado llevar por sus miedos. Yo creo que este tipo de cosas pasan todo el tiempo. No dejes que te afecte de esta manera.



—Pero papá no quiere que me opere, es por eso que discutieron, Haru. Mi padre dice que no hay de otra y que debemos tomar el riesgo. Si hubieras visto y oído cómo discutieron a los gritos.

 

—Takafumi-chichi entenderá. Lo sé, solo debe terminar por asimilar la situación. Él tiene miedo de perderte. No, más que eso, solo quiere evitarte cualquier tipo de sufrimiento Sora.


—Tengo miedo, Haru. Yo... —Aquellas manos sostenidas entre las suyas comenzaron a temblar, demostrando cómo se desbordaban sus más profundos sentimientos.



—Ven, Sora —Haru lo abrazó y sostuvo con cariño y toda la paciencia del mundo, recibiendo todas las lágrimas y todos los temores que el Sora ya no podía guardar dentro de su corazón. Los sollozos no se detuvieron ni se reprimieron más. Haru acarició sus cabellos, y lo mantuvo contra su pecho ofreciéndole el refugio más seguro del mundo.



Tú eres la luz que me guía al lugar donde encuentro paz otra vez

 

 

 

No hace mucho le diagnosticaron un aneurisma, dejando estupefactos y destrozados tanto a Takafumi como a Zen. Las disputas no tardaron en surgir, que si debía o no operarse a pesar de los altos riesgos, que si debía o no seguir el tratamiento que, según decían, podría ser peor que la enfermedad misma además de que no garantizaba una cura absoluta. Aquel mismo padecimiento de pasar por los estragos de una enfermedad y sufrir las consecuencias del tratamiento ya lo había pasado Takafumi, él sabía mejor que nadie todo el dolor al que su hijo estaría expuesto, y no lo iba a permitir. Era cierto que el apoyo familiar resultaba un factor de importancia, pero sencillamente hay pesares que solo uno sabe lo que se siente experimentar en carne propia. Sin importar que estés acompañado o no, estás solo con tu propia cruz que cargar y soportar, aun cuando ya no te queden fuerzas para ello. En cambio, Zen, quien también había tenido que vivir aquella fatal época, no pensaba de la misma manera que su esposo. Sí, lo único que cada uno deseaba era que su hijo saliera con bien. Que estuviera sano y feliz. Era el deseo de cualquier padre, pero la idea que tenían en cuanto a su bienestar era muy distinta para cada uno.

 

Zen quería atravesar por todos los riesgos que fueran necesarios y posibles, hacer cualquier cosa por su hijo, mientras que Takafumi no quería que tuviera que pasar por dolores innecesarios sin razones. Cada uno tenía sus motivos, los dos lo amaban profundamente, pero habían olvidado lo más importante por culpa de sus miedos, olvidaron considerar los deseos de Sora.



—Sora, ¿te quieres operar? —Fue Haru el que por primera vez se lo preguntó en medio de su desolación.

—Yo...
—Vamos, a mí me lo puedes decir.

—Haru, yo quiero vivir. Y si para ello debo operarme, lo haré —Ahí estaba una vez más, revelándole sus más sinceros sentimientos con tanta facilidad.

—¿Ves? No fue tan difícil, ¿cierto? Solo díselo a ellos, sé que te escucharán. Estoy seguro de ello. Sora, eres una persona hermosa y muy valiente. Si la vida te pone pruebas tú las enfrentas y logras superarlas todas. Está bien tener miedo, está bien sentirse triste y solo, incomprendido, pero piensa que todo pasará y que te mereces solo lo mejor. Lucha por ti. Hay veces en esta vida que debes dejar de pensar en los demás por mucho que los ames. Vive tu vida, lucha por ella. Sé que lo harás. Estoy aquí contigo, y no te dejaría solo en esto aunque me lo pidieras.

 


Tú eres la fuerza que me mantiene caminando.

Eres la esperanza que me mantiene confiando.



—Haru, tú... gracias. No sé qué haría si me faltaras —Haru no retrocedió aunque sus mejillas cambiaran a un tono carmesí, y a pesar de los acelerados latidos de su enamorado corazón—. Gracias por ser mi amigo —Y justo ahí estaba la espina de su amor, pero en ese momento prefirió ignorar aquella creciente presión sobre su pecho y se dedicó a consolarlo y cuidarlo, nada más.



Tú eres la vida de mi alma.

Tú eres mi propósito.

Tú lo eres todo.



Lejos estaba de saber que el corazón de Sora confiaba en él por el inmenso amor y la devoción que le guardaba, solo que no quería incomodarlo ni mucho menos afectar la relación que tenían.


Cuánto puede la inocencia y la ingenuidad pecar de ignorantes. Pobres y tontos corazones que sin saberlo siempre estuvieron tan unidos, queriéndose desde el principio y entrelazados el uno con el otro, aunque se sintieran distantes.



—No agradezcas, para eso están los amigos.



¿Y qué puedo hacer para quedarme aquí contigo? Y no ser movido por ti.

Dime, ¿cómo podría? Ser algo mejor que esto. Si...






Ahora, ocho años más tarde, se encontraba con un dolor verdadero y agonizante, luchando por recuperar el amor del que tan estúpidamente no se había enterado era dueño hasta perderlo.

—Entiéndelo Sora, si Haru ha regresado no ha sido por gusto, ha regresado más bien por una razón familiar, personal, que como comprenderás son cosas nuestras y de nadie más.

—Te lo prometo, Takeshi, nunca quise hacerle daño. El cielo sabe que si hubiera tenido entonces la más pálida idea de los sentimientos de Haru, hubiera luchado por él.

—¿A qué te refieres con sus sentimientos?

—¿Eh? —Sora se vio notablemente sorprendido. Aquello no se lo esperaba— Tú, aquella vez me dijiste tantas cosas. Haru...

—¿Cómo sabes que es verdad? ¿Cómo sabes que es verdad y no tan solo una mentira que te hice creer entonces para que fuera mayor tu culpa? ¿Alguna vez escuchaste palabras de ese tipo de amor romántico de los labios de Haru? —En ese instante, el corazón de Sora se paralizó. Sintió que en el suelo se abría un abismo en donde comenzaba a caer, nuevamente. Todo este tiempo estaba tan ocupado es sostenerse a sí mismo, en mantenerse alejado de Haru, en nunca confesarle sus sentimientos. Lo había hecho debido a sí mismo, suponiendo, como hizo toda su vida, que sabía a la perfección lo que debería estar sintiendo Haru.

—Pero, ¿qué dices? Tú, ¿hubieras sido capaz?

—Te agradecería que bajes la voz. Taiki aún se encuentra durmiendo —Del desconcierto y la sorpresa nacieron nuevos temores, una confusión que comenzó a formar olas de desesperación en su ya angustiada mente.  

—¿Hubieras sido capaz? —volvió a preguntarle, pero esta vez con desesperanza y desazón en el alma, rogando por alguna pizca de esperanza.

—Haru es mi hermano, recuérdalo Sora. Antes que nadie, antes que tú, para mí está él. Por Haru haría eso y cualquier cosa para mantenerle a salvo. Y sin importar cuáles sean sus sentimientos por ti, en ese entonces traicionaste su confianza. Dime, ¿acaso hay algo más importante que la confianza?

—No la hay —Lo supo con certeza. La vida se había encargado de la manera más dura de hacérselo saber. Cansado, se cubrió el rostro con ambas manos, respirando con dificultad, hundido en sus recuerdos. Nuevamente había actuado como el más imbécil de todos. Nuevamente las dudas lo acuchillaban directamente como estacas en el medio exacto de su pecho. Él nunca deseó hacerle daño, pero de alguna manera todo había terminado así.

—Dime, Sora —Por unos momentos sintió como suyos los suspiros del que había sido su mejor amigo y sintió que debía preguntárselo y conocer la verdad— Sé sincero, ¿qué es lo que quieres de Haru?

—Takeshi, yo nunca te mentí —Ninguna voz hubiera sonado tan triste y desesperanzada como la suya en todo el mundo, en estos momentos—. Lo amo. Lo amo tanto que me duele. Lo amo tanto que no me importó morirme de tristeza cuando se fue. Él tenía que irse, debía de alejarse de mí. Yo le fallé, y no solo a él, le fallé a mi corazón —Se llevó una mano sobre el pecho donde los latidos parecían indicar que su corazón en cualquier momento saldría disparado, y con un nudo en la garganta, y tragándose todas las lágrimas que amenazaban con desbordarse desde sus ojos, continuó—. ¿Cómo crees que me sentí yo ese maldito día? Mierda. Mierda, mierda —La voz comenzaba a romperse, las manos le fallaban. Aun así la seguridad y la firmeza de sus palabras continuaron de pie, inquebrantables—. Desde pequeños, él ha sido mi persona. La persona que lo veía todo a través de mí sin necesidad de que yo dijera nada. No sé cómo diablos lo hacía —Ahora sus labios dibujaban una pequeña sonrisa nostálgica y sus ojos se remontaban a aquel precioso recuerdo— pero cada vez que me alejaba del resto, sin importar en dónde, él me encontraba, y sin motivos me abrazaba. Me cuidaba como nadie más lo hacía.

Le tomó un minuto recuperar el hilo de sus recuerdos.

—Recuerdo muy bien aquella vez, cuando tenía tres años, cuando nuestra gata, Sorata murió. Hasta entonces nada me había dolido tanto en mi corta vida, y fue Haru el que, viéndome llorar, colocó sus pequeñas manos sobre mi pecho y me dijo: ‹‹Sana, sana. Sonríe, pronto dejará de doler. Sana, sana. ¿Viste? El dolor ya se fue››. Y con su hermosa sonrisa me devolvió la tranquilidad e hizo que las lágrimas se detuvieran. Desde entonces, cada día, mis sentimientos por él solo han crecido más y más. No sabes, no, no podrías imaginarte lo que pasé todos estos años. Aquel día en que lo vi partir en un avión a Inglaterra, sentí que la vida se me iba con él. Pero me dije a mí mismo que si era la clase de persona que solo le hace llorar, lo mejor era que se alejara de mí, porque prefería vivir el dolor de perderle que ver el daño que le causo, cada día. No ha sido fácil Takeshi, te lo juro que no lo ha sido. Y ahora que ha vuelto, es como si el destino quisiera darme una oportunidad nuevamente. Quiero sanar las heridas que le causé, quiero estar a su lado, quiero poder, no emendar mis errores, pero sí recuperar el tiempo perdido. No me importa que me lleve toda la vida hacerlo. Solo quiero poder verle feliz, por ver de nuevo su sonrisa soy capaz de todo. Perdóname, pero no te estoy pidiendo permiso. Lucharé por él, incluso si eso significa pasar por encima de ti y por encima del mundo entero.

Takeshi, no había dejado de observarlo cada instante, analizando cada una de sus palabras. Por mucho que quisiera encontrar algo malo, por mucho que quisiera tener la razón y encontrar algo que le diga que el chico que estaba en frente no era la persona indicada para estar junto a su hermano, no pudo encontrar nada.


—Mira, he hablado con él. Trabajará seis meses en la editorial, ha dicho que quiere empezar de cero, aunque la verdad es que no lo necesita. Planea trabajar en su primer libro con Marukawa. Y, esto nadie lo sabe, regresará a Inglaterra cuando concluya ese tiempo.
—¿Qué?
—Sora, no soy quien para juzgarte y sentenciarte. Eres dueño de tu vida, de tus actos, emociones y pensamientos. Pero no permitiré que vuelvas a lastimar a Haru. Si te digo todo esto es porque... —suspiró con pesar— porque a pesar de todo, estás en todo tu derecho de cometer errores como cualquier otro y yo, ¡demonios! Aunque he intentado odiarte, te considero mi hermano, tal y como lo es Haru. Personalmente, creo que ambos estuvieron equivocados. Pero mi consejo es que sigas con tu vida adelante y dejes a Haru hacer a suya. Ya es hora. ¿No crees que hay demasiadas heridas de por medio?

—Takeshi, te agradezco la estima y la consideración que me tienes. También te considero como un hermano, pero no puedo mentirte, justamente por eso. Te guste o no, yo lucharé por Haru. Te lo dije y te lo repito, lo amo. Él es mi todo.

—¿En verdad crees eso?

—No es cuestión de que lo crea, se trata de lo que siento. Haru ha sido, es y siempre ha sido el amor de mi vida. En todo este tiempo, no existió segundo en que no estuviera pensando en él. Cuando él se fue, todo perdió su sentido, y ahora que lo tengo tan cerca, te prometo que no dejaré que vuelva a irse jamás.

—Ja, eres un imbécil testarudo. A ver cómo te va con eso.

—Gracias.
—Sora.
—¿Sí?
—Feliz cumpleaños —Takeshi le invitó a levantarse, y aunque Sora le pasó la mano, siendo precavido, a cambio recibió otra respuesta.

—No seas tonto —Su amigo lo instó a levantarse y lo abrazó fraternalmente. Había sido mucho tiempo manteniendo rencores y ya estaba cansado de todo eso.

—Supongo este es un nuevo inicio, ¿no?

—Tal vez. De todas maneras yo te lo prometo, Sora. Vuelves a comportarte como un maldito imbécil con Haru, y, esta vez estás muerto.

—Gracias por el voto de confianza. No te decepcionaré Takeshi.




Su lengua se introdujo sin permiso dentro de aquella pequeña boca tibia, inundándolo todo, alimentándose de su saliva, de su aliento a mentas y besando cada rincón que encontrase, apropiándose de cada rincón con la más simple de las osadías sin modestia alguna. El niño de dieciocho años y cabellos castaños, casi rubios, en medio de su fatídica confusión, no se quejó de ningún ataque recibido y se dejó hacer, abriendo su boca y enredando su lengua con la de su intruso, deliberadamente, aunque fue el primero en soltarse.
—¿Yue? —Aoshi, aún sorprendido pero sin muestras de disgustos, clavó por sí mismo su mirada en aquellos ojos escarlatas enigmáticos, aún sin removerse de los brazos de Yue—. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque me gustas. Creo que siempre me has gustado pero más me gustaste cuando me percaté que podría perderte en cualquier momento. Tonto de mi parte, ¿no te parece?

—N-no. No me parece tonto, tonto —El aludido, repentinamente se dio cuenta de su posición y se removió de sus brazos, levantándose con ayuda de Yue, colocándose más y más nervioso en cada movimiento, temblando y sin poder articular debidamente las palabras.
—¿De verdad lo crees? ¿A pesar de que no tengo ninguna oportunidad?

—¿De qué hablas? —Yue le miró con el ceño fruncido, era más que obvio a lo que se refería.

—Sé que te gusta Sora.

 

 

 

 

—Chicos, gracias por acompañarme hasta casa —Tenía intenciones de quedarse para poder ver a Taiki, pero no previó la traición de su corazón, al ponerse del lado de Sora y no del suyo. Tal vez regresaría más tarde, necesitaba hablar con Taiki.

—¿Seguro de que no quieres que nos quedemos?

—Sí, estoy bien Kai, Dai. Muchas gracias a ambos por preocuparse tanto.

 

—¿Haru? No sabía que ya estabas de regreso. ¿Te sientes bien? —Masamune estaba regresando del hospital para buscar unas cosas de su esposo y luego regresar, cuando se encontró con los muchachos en la entrada. No pudo evitar preocuparse por su hijo, por lo que lo primero que hizo fue colocar su mano en su frente para comprobar que no tuviera fiebre.
—Hola papá, estoy bien, solo un poco cansado. La reunión terminó antes de lo pensado.

—Ah, ya veo. Vamos entra, te preparare un té.

—Está bien —Haru se dirigió a la entrada de su casa.

—Muchachos, gracias por acompañar a Haru.

—No es nada Masamune-chichi. Haru, nos vemos el lunes, eh.

 —Sí, yo también pasaré a verlos —convino Kai—. Como el hospital en donde trabajo está cerca de la editorial, pasaré a buscarte Haru. Suerte en tu primer día de trabajo.

—Gracias Kai, te esperaré. Nos vemos.

—Nos vemos pequeño, cuídate.




—Haru, ¿quieres algo de comer?

—Papá, gracias pero de verdad, me caigo del sueño.

—Hmmm —le miró de aquella manera, preocupada—. Está bien, anda. Recuéstate. Yo voy en un minuto para tomarte la temperatura, y no me rezongues. Te prepararé el té en seguida.
—Sí, señor.


‹‹Haru, hijo, esa sonrisa fingida, ¿es por él? ¿Cuánto tiempo más pasarás por ello sin decírselo a nadie?››. Su hijo le recordaba a su yo adolescente, no en el aspecto malo, sino en querer esconder las heridas.

 

 

Él sabía muy bien lo que era pasar por un mal de amores, y cuánto le dolía no poder ser de ayuda para Haru. Él mismo sabía de sobra que en aquella época en la se alejó de Ritsu no hubiera podido sobrevivir si no hubiera sido por Takafumi. Haru era tan distinto en ese aspecto, él era tan fuerte como Ritsu, y tan frágil al mismo tiempo. Solo le quedaba confiar en él, era esa su titánica tarea como padre.

 

 

—¿Qué tal la reunión? —Entraba con el té en el momento exacto en que su hijo terminaba de ponerse el pijama, un poco después se acomodaba en la cama.

—Divertida. Fue bueno volver a ver a los chicos después de tanto tiempo.

 

 

Masamune colocó la taza sobre el buró, y se sentó al lado de su hijo, en la cama.

 


—¿Algo que me quieras contar, en especial?

—¿Hm? No. No ha pasado nada relevante.

—¿Seguro?
—Sí.
—Haru.
—Dime —Estaba a un paso de indagar en asuntos que no le pertenecían, sintiéndose tan injustamente impotente ante el rostro cansado y triste de su hijo. Es cierto que hay límites en cuanto hasta dónde uno debe de meterse en la vida de sus hijos, pero es que estos límites, ¿no deberían ser hasta donde empieza el sufrimiento de tu hijo?

—Sabes que puedes confiar en mí, ¿no?

—Lo sé. Hey, ¿cómo se encuentra papá?

—Mañana le darán de alta, ¿vienes conmigo para traerlo? Se sentirá automáticamente sano y feliz si lo haces.

—Lo haré, claro —respondió con una sonrisa genuina— Takeshi tiene trabajo, ¿no?
—Sí. Lo han contratado para tomar las fotografías de una boda.

—Ya —Una repentina nostalgia se apoderó de él.


Masamune alborotó sus cabellos, luego de que Haru tomó la taza de té y lo estaba soplando.

 

—Se puede saber, ¿en qué piensas tanto?

—Es un poco extraño darme cuenta de que ha pasado el tiempo. La última vez que estuve aquí tan solo era un mocoso de dieciséis años.

—Y ahora eres un mocoso de veinte años.

—Hey —Sus cachetes hicieron bonitos mofletes que, al juzgar por su padre,  lo dejaba ver adorable, fuera cual fuera su edad.

—Lo siento. Sabes que siempre serás uno para mí —dijo acariciando sus mejillas.

—Todos han cambiado tanto. Kai ya está practicando medicina como interno en el Hospital Central. Dai es editor, aunque trabaja más afuera que dentro de la editorial haciendo constantes viajes. Takeshi ha cumplido su sueño loco, como lo llamaba papá, de ser fotógrafo, e incluso los chicos están cursando su último año de preparatoria. Es increíble ver todo lo que hemos logrado en cuatro años. ¿Papá?

—¿Hm?

—Vamos, dímelo.

—¿El qué?

—Bien lo sabes. Te mueres por contarme —Masamune suspiró, su pequeño, todo lo contrario de Ritsu, había nacido con una imperceptible sensibilidad con la que se daba cuenta de absolutamente todas las cosas, ‹‹a excepción de aquellas de las que dependía su felicidad››, pensó.

—Sora es músico ahora. Habitualmente anda de bar en bar, tocando por las noches y algún que otro acontecimiento por pedidos que le hacen. No ha ido a la universidad. Ya te imaginarás la reacción de tu tío Takafumi.

 

Haru rompió en risas. Era la primera vez en la noche que reía con tanta naturalidad, sinceridad y alegría—. ¿En serio? Me da mucho gusto por él. Está cumpliendo sus sueños. Uff, ¡Lástima que me perdí de la reacción de Takafumi-chichi! ¡Habrá sido épico! Seguro quiso morirse. ¿Y Zen-chichi? ¿Qué opina?

—Apoya totalmente a Sora, por supuesto. Yokozawa más que querer morirse ha intentado matarlo a él por apoyar “las locuras” de su hijo. Mira, le saqué unas cuantas fotos a tu tío cuando se enteró —Sacó su móvil y le mostró aquellas fotografías en las que más bien su tío parecía la reencarnación del diablo y golpeaba a Zen de diversas maneras, éste intentaba tranquilizarlo con besos y en otras fotos salía huyendo, más divertido que temeroso, ante el eminente asesinato en manos de su esposo. ‹‹El amor tiene caras muy extrañas››, pensó entonces Haru.

—Es tal como lo imaginé —Haru continuó con las carcajadas hasta el punto en que le dolían las costillas, mientras su padre seguía contándole todo tipo de relatos ocurridos durante su ausencia y le mostraba fotografías que inmortalizaban aquellos disparatados momentos.

—De todo lo que me perdí. Hubiera querido ver sus reacciones en vivo y en directo.

—Naah, no te preocupes. También tengo vídeos.


Poco minutos después, y como se lo pidió su padre, se dejó ser arropado por él, como tenían la costumbre de hacerlo, aunque Ritsu faltaba en esa escena. Las noches habían sido tan solitarias durante los últimos años, teniendo como confidente a nadie más que a su almohada. El dolor de su corazón no solo lo acompañó cada hora, minuto y segundo sino que muy por el contrario de lo que creía, nada mejoró en cuanto a su salud o bienestar mental, sino que era una constante caminata en cuerda floja, en la que más de una vez por noche caía solo sin tener nada que sostuviese sus caídas más que el frío suelo.


—Papá, sé que tal vez sea un poco vergonzoso, pero...

—Dime, Haru.

—Eh, como papá no está, ¿me tomas de la mano hasta que me quede dormido? —Masamune sonrió con cierta picardía.

—Ritsu te tiene bastante malcriado, ¿no? Siempre supe que cuando regresábamos juntos a nuestra habitación y volvía a levantarse cinco minutos después no era porque hubiera olvidado algún trabajo pendiente.

—Ups, nos descubriste.

—Pues sí. Está bien, lo haré, aunque sea plato de segunda mesa —Acto seguido tomó su mano entre las suyas, diciendo lo último con tono fingido de resentimiento, aunque le salía perfectamente creíble.

—Hey, no te pongas celoso. Los quiero a ambos. Solo que papá... bueno, es él, además tú te llevas mejor con Takeshi.

—No pongas excusas.

—Está bien —dijo entre pequeñas risas— Vaya padre más berrinchudo que me ha tocado.

—¿Ah, sí? Pues a mí me ha tocado un hijo... —Lo reflexionó un poco— perfecto —terminó con una sonrisa satisfecha y presumida. Cuando observó a Haru, este ya se había dormido. Masamune acarició sus mechones castaños, apartándolos de su rostro con su mano libre y murmuró—. Eres idéntico a él, Haru. Cómo me gustaría seguir protegiéndote como antes —Besó su frente, y poco después salió de la habitación no sin observarlo unas cuantas veces más. Fue a tomar una ducha, recogió las cosas que necesitaba, y en media hora ya estaba regresando de vuelta junto con el hombre que le había entregado las felicidades más grandes de su vida.

 

Tú calmas las tormentas.

Tú me haces descansar.

Tú me sostienes las manos.



—¿Desde cuándo lo sabes?

—Eso no cuenta mucho.

—Yue —Le llama. Pese a su personalidad infantil e inocente es un joven soñador con los pies bien puestos en la tierra y sabe lo que quiere, lo tiene demasiado claro, y ahora lo único que desea es aclarar las dudas nacientes entre él y el joven que se encuentra mirándolo de manera indescifrable pero atenta, casi como si carcomiera su corazón en el más cruel de los silencios y Aoshi no pudiera darse cuenta de ello recién hasta ser completamente devorado—. ¡¿Desde cuándo?! —Le grita, le exige, le implora para que deje los rodeos y le confiese sus secretos ignorando que aquello sería el final o el principio de algo, la destrucción o la salvación de sus más íntimos sentimientos.

—Hace tres años, en el cumpleaños número diecisiete de Sora, y el primero que no la pasamos con Haru. Sora terminó ebrio, como cada año desde entonces, hasta no distinguir ni su nombre —A medida que va relatándolo, desvía un par de veces sus ojos, casi como si quisiera detener la ola de sus emociones de esa manera y no puede evitar preguntarse, ¿por qué se ve tan apesadumbrado?


Tú no me dejarás caer.

Tú sigues en mi corazón.

Y me dejas sin aliento, ¿me llevarías adentro?



Poco a poco se va desarmando de sus armaduras y ya no puede sostener la muralla que durante muchos años sostuvo, prohibiéndole la vista y el paso a cualquiera.

—En el pub donde habíamos celebrado su cumpleaños, cuando ya todos los chicos se habían ido —Le miró a los ojos, porque en el fondo ruega que se de cuenta por sí solo de todo lo que está y estuvo guardando durante tanto tiempo por y para él, para nadie más─. Ustedes estaban en la parada esperando un taxi, ¿cómo lo sé? Yo me fui temprano, pero regresé en busca de mi billetera —Hizo un esfuerzo para continuar su relato tras un profundo respiro— Él había caído dormido y estaba descansando en tu regazo. Te vi acariciándole los cabellos. Él de verdad se veía tan mal. Desde donde estaba no podía oír lo que se decían, pero claramente vi cómo, a pesar de sí mismo, empezó a llorar y tú... —Tragó saliva, jugó con sus manos, miró hacia abajo, luego hacia los costados, y de vuelta a esos ojos azules que se aparecen incluso en sus sueños. Ya no quiso, ya no pudo reprimir todo lo que llevaba por dentro. Su alma, su enamorado corazón le pidió a gritos que lo libere, que lo saque de su prisión.

 

—Tú, en silencio, llorabas por él. Aoshi, nunca imaginé odiar a Sora, jamás. Hasta ese momento, y hasta ese momento no supe lo que era el odio. ¿Sabes? No soy una persona que acostumbre llorar, aun cuando me sienta muy mal. Esa fue la primera vez que derramé lágrimas por alguien. Una manera de arrancarme el dolor asesino de mí fue el odio. Odiar a Sora en esos momentos fue lo que me mantuvo impasible, porque si fuera por ti...

 

Se detuvo, intentando encontrar un modo imposible de decirle todo lo que llevaba por dentro.

 

—En el momento exacto en que vi cómo besabas sus labios y le confesabas tus sentimientos. Esa fue la primera y última vez que sentí que el mundo se estaba cayendo sobre mí.

—Tú...tú... —Aoshi lo veía y no lo veía, se abrazó a sí mismo buscando cómo sostenerse sintiendo cómo las piernas le temblaban a medida que los segundos iban pasando. ¿Lo que sentía? Era el sentimiento más absurdo y tonto de todo el mundo. Ni él mismo lo entendía, pero se vio varado en un paisaje sin rumbo ni dirección, donde no había sentido, ni lugar a donde ir, ni camino por el cual regresar. Esta era la vertiginosa tormenta que no vio venir más que en sus sueños, sueños que se hacían eternos, y que luego, al despertar, comenzaba a llorar por creerse no correspondido. Todo este tiempo, llorando, derramando lágrimas por aquello que ahora resultaba que no era de la manera en la que siempre pensó. No, tal vez hubiera vivido en una mentira, pero todos sus miedos, todas sus lágrimas, todos sus dolores, aquellos espasmos que sufría cada noche y madrugada en la oscuridad de su habitación en la más desconsoladora de las soledades por creerse, por sentirse, por saberse no amado, eran verdad.

 

—¿Y me lo dices hasta ahora? ¿Quién te crees que eres? ¿Eh? —Le empujó con rabia— ¿Quién carajos te crees que eres?

 

Llévame a lo profundo ahora.

¿Y qué puedo hacer para quedarme aquí contigo? Y no ser movido por ti.

Dime, ¿cómo podría ser algo mejor que esto?



—¿Aoshi? ¿Qué?

—¡Idiota! ¿Qué sentido tenia decirlo ahora? —La amargura palpitando en su voz.

—¿Eh? Aoshi, espera, dime por favor, ¿qué sucede? —El pobre corazón de Yue permanecía ignorante de las razones de esas últimas palabras. Comenzaba a desesperarse y temer por el chico que ama, mirándole con incomprensión y dolor. No entiende, no sabe, no comprende que por sus estúpidos miedos lo ha lastimado. Como una lluvia de granizos que no se veía venir y que cayera con fuerza, todos esos motivos, las palabras y las lágrimas asomadas por los hermosos ojos de Aoshi lo golpearon con una demencial dosis de realidad, con la cual los hilos se terminaron por unir. Ahora no tenía ni la más pálida idea de si eso era lo mejor o lo peor que le podría haber pasado.

 

¿Y qué puedo hacer para quedarme aquí contigo? Y no ser movido por ti.

Dime, ¿cómo podría ser algo mejor que esto?

Tú eres lo que quiero.

 

—Maldición —Con las luces del escenario finalmente prendidas, en donde ellos dos eran los únicos actores de la obra que relataba la historia de su primer amor, Yue lo entendió todo y lo primero que intentó fue acercarse a él. Aoshi tapaba su boca con sus manos en señal de vergüenza y pena por hacer sido descubierto. Ni siquiera se había enterado del momento exacto en el cual delató sus sentimientos, hasta que ya fue muy tarde.

—Aoshi —Lo agarró de la mano, tomándolo desprevenido.

—¡Suéltame! ¡¿Quién te crees que eres para burlarte de esa manera de mí?! —Las lágrimas ya caían por su rostro, estrujando el corazón de Yue. Sin darse cuenta, sin quererlo, lastimó al amor de su vida, y eso dolía mil veces más de lo que podrían haber dolido los últimos años.

—Aoshi, por favor, ¿has escuchado cada una de las palabras que he dicho?

—¡Todo este tiempo, lo has sabido! —Le reclama, destilando dolor y dagas en sus palabras— Y ahora. Ahora que Haru ha regresado, tú simplemente crees que ellos dos por fin estarán juntos, ¿no? Es aquí donde mueren mis posibilidades, ¿no? Es lo que crees. Es ahora cuando crees que puedes pasar un buen rato conmigo.

—¿Qué? No, ¡no es de esa manera! ¡Lo entendiste todo mal! ¡Escúchame por favor! —No sabía cómo se salva una vida, pero quería salvar el corazón de la persona más importante en la suya. No iba a darse por vencido cuando su historia ni siquiera había comenzado, no lo haría de ninguna manera. Aunque tuviera que hacer hasta lo imposible, por él lo haría una y mil veces, hasta que le permitiera abrazarlo, hasta que le permitiera entrar en su corazón, hasta que le permitiera entregarle todo su amor.

—¿Quién te creerá? —Muchas veces nos rendimos y nos entregamos a nuestros impulsos porque ya no sabemos qué más hacer cuando cargamos con cosas que no podemos soportar en un momento dado. No somos perfectos. Somos seres humanos necesitados de amor y comprensión, que actúan como fieras cuando son heridas. No queremos que nadie se acerque e intentamos defendernos con garras y dientes, buscando que ya no nos hagan más daño del que nos han causado. Y hay miedo porque una vez dañado, una vez herido, ya sabemos qué se siente, ya sabemos que una vez que pasa, siempre volverá a pasar.
—¡¿Quién en su sano juicio se gusta de una persona por años y no se le declara?! —Yue lo miró con ironía, sin poder evitarlo.

—¡No me mires así! ¡Es distinto! Yo...yo...Sora estaba muy solo, muy dolido, muy triste. Me recordaba a mí. Y al mismo tiempo, me di cuenta de que lo más absurdo que podría haber hecho hubiera sido apostarlo todo cuando tenía las de perder, y perder para mí nunca fue una opción, porque no soportaría pasar por todo lo que Sora pasó y sigue pasando.

—¿De qué hablas? —De verdad que quería hacer rabietas solo de la rabia que le causaba.

—No finjas.

—Te prometo que no lo entiendo.

—¡Fue un beso! Un simple, estúpido y normal beso. A mí no me gusta Sora. Fue un simple impulso del momento —dijo, cansado— Cuando comenzó a llorar en medio de su embriaguez se puso a llamar con angustia y pesar a Haru una y otra vez. Me hablaba como si creyera que yo era él. Su fragilidad y su corazón roto por haber esperado por tanto tiempo a una persona que no le correspondía ni correspondería jamás por sus sentimientos...Solo con él me sentía identificado, especialmente esa noche. Lloré por él, por mí, por todos los amores no correspondidos del mundo. Me dolía el alma como nunca pensé que me dolería. No lo recuerdas, ¿no?

—¿Eh? —En verdad, enceguecido por sus pesares, poco o nada recordaba de todo lo que había ocurrido esa noche.


Aoshi resopló con ironía y amargura un tramo de aliento.

 

—Qué vas a recordarlo. Fue esa noche. Te declaré mis sentimientos y tú, sin responderme, simplemente te fuiste con el primer chico que te invitó a bailar, dejándome allí, sintiéndome como el idiota más grande del mundo.

—¿Qué dijiste? —Poco a poco Yue se fue perdiendo. Fue rememorando vagos instantes. Recordó entonces esa noche hacía tres años, con tan solo quince y catorce años cada uno. Ve cuando su amigo, visiblemente sonrojado, invisible bajo las luces de aquella pista de baile, le dijo: ‹‹Me gustas››. Él, sencillamente, o no lo escuchó bien, o creyó haberlo escuchado mal. Aquello debía ser una broma, ¿de qué otra manera podría el chico de sus sueños corresponder sus sentimientos? El caso fue que más que no escucharlo, no le había prestado atención. Antes de que incluso pudiera haber reaccionado, aquel chico completamente desconocido para él, lo había casi arrastrado a la pista de baile y él no hizo nada por evitarlo. Él siempre tuvo la oportunidad de negarse, de no dejar a Aoshi allí, hablando solo, de lo que él no se había percatado eran las palabras que tanto había necesitado y buscado por no pocos años.


Tú eres todo lo que necesito.

Y tú eres todo. Tú eres todo.

Tú eres lo que quiero. Tú eres todo lo que necesito.


Se siente entonces, ahora sí, como el más grande idiota de todos. ¿Cuánto dolor le había causado a Aoshi por toda la mierda que provocó por su falta de seguridad? Recordó también que, pese al tumulto y algarabío del gentío y la música de los alrededores logró entender leyendo sus labios, cada una de las palabras que el castaño le dijo entonces: ‹‹Me gustas, Yue››. Pero tan estúpidamente creyó que solo era una broma cruel que su cabeza le jugaba a través de dementes alucinaciones donde él se creía correspondido. Creyó y le dio mucha más importancia a lo que sus ojos vieron que a lo que su corazón le estaba gritando todo el tiempo.

 

‹‹Soy un reverendo imbécil››, pensó. Se dio cuenta entonces, que todo lo que siempre había amado y ama estuvo en sus manos todo el tiempo y fue él quien lo dejó caer, soltándolo.

—¡Lo que oíste! ¡Me gustabas! Me gustas, tonto. Tonto, imbécil, idiota, mil veces tonto —Ya son irreparables los sollozos que provienen de aquellos dos mares azules, derramando todo lo retenido dentro de su cuerpo, alma, corazón y mente durante los años en que estuvieron separados sin saber que estaban juntos, que eran correspondidos—. ¡No pretendas darte por enterado ahora! Maldición, Yue. ¿Por qué haces esto? Por qué me lo haces. Después de todo este tiempo —Cae de rodillas pues la resistencia de sus piernas lo traicionó y llora con pena, con angustia, sin reprimirlo nada. Llora con un amor que durante tanto tiempo fue encerrado por la misma persona a quien pertenece.



Tú eres todo...tú eres todo.

Tú eres lo que quiero. Tú eres todo lo que necesito.

Tú eres todo...tú eres todo.

Tú eres lo que quiero. Tú eres todo lo que necesito.

Tú eres todo… tú eres todo



Yue se encuentra paralizado. No sabe qué hacer. Está confundido. La confusión no dura mucho tiempo, no esta vez. Se acerca a Aoshi, a su castaño, a la razón de tantas noches en vela, al responsable de sus más grandes tristezas y los momentos más increíbles que ha tenido durante su existencia. Se arrodilla junto a él y lo abraza con todas sus fuerzas, estrechándolo contra su pecho, el lugar a donde pertenece. Con débiles golpes Aoshi intenta apartarse de él, pero no lo logra.

—Déjame.
—No.
—Que me sueltes, te digo.

—No lo haré.

—¡Que me sueltes, te digo!

—¡Y yo te digo que no lo haré, porque te amo, Aoshi! Te amo.

—¿Qué...dijiste? —El cansancio le estaba ganando la partida, y la cordura ya hacía un buen tiempo que lo había abandonado junto con la última gota de juicio que tenía. No quería creerle pero le creía. No quería darse por vencido pero anhelaba dejar de luchar y caer en sus brazos para descansar. No quería ceder pero ya estaba muy cansado. No quería amarle pero eso era algo ya incuestionable.

—Te amo, siempre te he amado y siempre te voy a amar. Ahora que sé que sientes lo mismo por mí y sería mucho más idiota de lo que ya he sido si te suelto. No te dejaré ir. No te soltaré. Todo lo que te pido es que me des otra oportunidad.

—Yue —Entre lágrimas logra articular su nombre, aún con los labios morados de frío, y ya ambos devuelta al suelo, desde donde habían comenzado con todo esto, donde se escribió el principio de su historia, sobre la nieve que ahora ya terminó de cubrir por completo el césped de aquel parque ahora ya solitario. Yue se sacó el abrigo y se lo puso para luego cargarlo en sus brazos y caminar de regreso a casa.

—Te congelarás —Aoshi le advierte, con la voz cansada y débil.

—No importa —Lo mantiene contra su pecho, arropado con su saco y besa con intensa suavidad sus labios—. Duerme ¿Sí? Pronto llegaremos.

—Yue.
—Ya no hables.

—Yue.

—¿Qué pasa?

—Te amo —Termina diciendo con un leve susurro— Tienes esa oportunidad —Finalmente cae dormido en los brazos de quien le da calor y seguridad. Yue sonríe debido al capricho de su pequeño novio hasta el último segundo. Su novio.


¿Y qué puedo hacer para quedarme aquí contigo? Y no ser movido por ti.

Dime, ¿cómo podría ser algo mejor que esto?


—Ya lo sé mi vida. Ya lo sé.



Mientras dos corazones se unían y se recomponían gracias a la devoción que se profesaban, un corazón terminaba por caer en la oscuridad, rompiéndose en incontables pedazos que no volvería a recuperar.


—Yuki —Shin intentaba llamarlo, sacarlo de su torturador letargo, pero las lágrimas les ganaron a su razón y conciencia sin avisarle, sin darle tiempo a entender que había perdido para siempre aquello que nunca le perteneció, sin imaginar que el regreso a la realidad le cobraría un precio muy alto, tanto a él como a la persona que estaba al lado suyo sin estarlo, por amar un corazón que no les pertenece.


Yuki siguió a su hermano y a Aoshi, incapaz de renunciar a los sentimientos que le profesaba en silencio desde mucho antes que inclusive él se diera cuenta, a su mejor amigo.

 

¿Hasta dónde es capaz de romperse un corazón ya destrozado por culpa del amor?

La profundidad de tal abismo no tiene límites, pero esto era algo que estaban próximos a descubrir, tanto Yuki como Shin quien por esa cosa llamada amor lo seguiría hasta el fin del mundo si fuera necesario, o hasta el último rincón del infierno, que no estaban lejos de conocer.




Continuará...

 

Notas finales:

Nos vemos en la próxima, que espero sea muy pronto.

Si les gusta, háganmelo saber. 

Un abrazo :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).