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YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

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Notas del capitulo:

 

Hola. Muchas gracias por leer, y recuerden:

 

En negrita: es letra de música.

En cursiva: es el pasado. (Flashbacks)

 

Link de la música: https://www.youtube.com/watch?v=pWnj9uYaaD8

Nickelback - Gotta Be Somebody

 

 

 

Pocos entienden del verdadero dolor.

Primero ama, luego comprenderás.





—Ya se están tardando.

—Hermano, yo realmente tengo miedo.

—Haru, ven —Takeshi tomó a su hermano de la mano para atraerlo y abrazarlo, refugiándolo de sus posibles temores como cuando eran pequeños— Todo estará bien pequeño. No permitiré que nada malo te pase, no mientras pueda evitarlo.

—Hermano... —No había palabras. No había maneras de enfrentar adecuadamente aquello. No existía receta que te ayudara a enfrentar tus miedos de la manera correcta o que los ahuyentara, por eso agradecía con el alma poder contar con su hermano en estos momentos, al menos no tendría que enfrentarlo solo.

—¿Takano Haru? —La voz de la enfermera llamándolo los sacó a ambos de su ensimismamiento, mermando los nervios solo un poco.

—¿Ya están?

—Así es. Si desean esperar, dentro de un momento el médico los llamará para leerles los resultados.

—Esperaremos, entonces —dicho esto la mujer se retiró dejándolos solos en medio de la sala de espera, la cual no se caracterizaba por ser precisamente el lugar más feliz del mundo.

 

 

 

Ojos, lanzad vuestra postrer mirada;
vuestro postrer abrazo, brazos míos;
labios, vosotros, puertas de la vida,
a sellar con un beso inmaculado
mi pacto eterno con la muerte ansiosa.

 

Se detuvo entonces, muy cerca de sus labios. Podía sentir su aliento, tan cálido para su acongojada alma y, al mismo tiempo, tan fresco como la brisa del mar. Absolutamente nada lo detenía de cumplir su más ansiado anhelo: el de probar aquellos tiernos y pequeños labios de su amor no correspondido, cumpliendo así sus deseos por tantos años oprimidos.

 

—¿Mino? Hey, ¡Mino! —El muchacho, embelesado ante la belleza de su amor, no desperdiciaba pensamiento alguno de tortura imaginándose el sabor de aquellos labios prohibidos. Quería disfrutar todo lo que fuera posible de ese sueño que no ha de realizar, no al menos que fuera en sus sueños más remotos. Ataviado en sus lágrimas aún derramándose por sus mejillas, provenientes de sus ojos caoba, producto de su elaborada actuación para los expectantes del ensayo de la obra. Se encontraba como nunca antes, tan lejos pero tan cerca de su primer amor. Él, arrodillado a un lado de su lecho de muerte. Aoshi estaba con los ojos cerrados, recostado, haciendo su mejor trabajo, logrando no inmutarse pese a las caricias de su compañero de teatro sobre su níveo rostro, aun cuando estas no estaban escritas en el libreto.

—¡Mino Yuki! —El llamado de atención del profesor Paolo alertó a todos los presentes, descubriéndolo de su manto de ensoñaciones y del agridulce letargo en el que se encontraba al mismo tiempo que Aoshi también fue alertado y abrió sus ojos, incorporándose de su lugar de reposo.

—¿Yuki? —El aludido, luego de mirar a su profesor de teatro, volteó a ver una vez más al objeto de sus desdichas. Fue tanta la cercanía de sus rostros que rozaban sus respiraciones y sus ojos se clavaron en los del otro. En una mirada se hallaba reflejada la inocencia en su más puro estado, en la otra el más sincero y afligido dolor naciente de un sublime y secreto sentimiento. Aoshi, entre preocupado y extrañado por no entender la situación que había desatado, no pudo evitar el sonrojo que invadió a sus mejillas, provocando pecaminosamente, aun más caos en la tormenta que Yuki soportaba en su interior. Qué insoportable puede llegar a ser la pureza ante los ojos de quien lo ama con devoción, pero no debe decir nada.


Lejos estaban de percatarse las miradas de los demás, en especial la de un muchacho de cabellos castaños oscuros y ojos caoba que no les quitaba la mirada de encima, observándolos con una para nada sutil vehemencia, escudriñando cada movimiento que hacían.

 

—¡Mino Yuki! ¿Estás sordo muchacho? ¿Por qué interrumpiste las líneas? ¡Ahora es cuando debes besarlo! ¿Qué esperas? ¿Una invitación? ¡Romeo besa a Julieta y muere! ¿Cuántas veces hemos practicado? ¡Te lo sabes perfectamente! ¿Qué? ¿Te ha dado amnesia? Justo en el momento de la última práctica, ¡qué maldita coincidencia! —Paolo, un hombre de unos treinta y tres años, trigueño y de ojos cafés era un hombre atrayente en todos los sentidos, de origen latino. Estudió y llegó a la cúspide de su carrera en Broadway y ahora intentaba reclutar nuevos talentos que pudiera pulir para el mundo de la obra teatral. Como todo docente que se de a reconocer y respetar no era precisamente indulgente ni mucho menos virtuoso en paciencia cuando se trataba de enseñar y practicar. Ponía la vida en ello, y como tal, solo podía exigir no lo mejor, sino más de lo que pudieran llegar a hacer sus alumnos, sabiendo de antemano que el único camino para llegar a la cima es la constancia en la superación, sin descanso, pues sin sacrificio no hay logros en la vida.

—¿Qué piensan de la vida? ¡La obra es esta noche! Está bien —soltó un sonoro respingo de frustración— Una vez más y luego se tomarán un descanso de diez minutos, sólo porque hemos ensayado toda la mañana, eh.

—No lo haré.

—¿Eh? —Frente a los ojos atónitos de todos, y para satisfacción de algunos a quienes con su actuación opacaba, Yuki dejó el escenario para salir del teatro de preparatoria, sin explicaciones, sin necesidad de más palabras.

Unas risas nerviosas se escucharon desde una de las butacas de enfrente.

—Ya perdió el último resquicio de razón que tenía, pobre —dijo Taiki, despreocupado. Él sólo estaba de espectador, observando a sus amigos ensayar, comiendo unas palomitas y con un refresco en mano, divertido por la suspicaz mirada que cada cinco segundos Yue les lanzaba a su hermano y a Aoshi desde el lugar que ocupaba al lado suyo. Del otro lado se encontraba Shin, el rubio no le quitaba los ojos de encima a Yuki, quien actuaba de Romeo, ni al Aoshi, quien actuaba de Julieta. La verdad es que les cuadraban perfecto los papeles. Como era una escuela sólo para chicos, los papeles de mujeres siempre la interpretaban ellos mismos, como en el antiguo teatro en Roma y Grecia.

 

En cuanto a Taiki, él ya había hecho de Ofelia y de Lady Macbeth los últimos dos años, un tanto muy extremas las personalidades de cada una, pero que no contrastaban del todo con su personalidad extrovertida por un lado y dominante por el otro. Este año creyó oportuno dejar de actuar pues le tomaba mucho tiempo y dedicación, dejándole así las posibilidades al favorito luego de él, el dulce e ingenuo Aoshi, así él también tendría más tiempo para adquirir experiencia en el trabajo de su padre, con aquello que más lo apasionaba en la vida: editar libros de literatura.

 

—¿Ese muchacho habla en serio? No, ¿o sí? —En aquella encrucijada de su vida se encontraba Paolo, casi al borde de una crisis nerviosa y nadie quería verlo de esa manera, por seguridad propia— ¡Que alguien vaya a  traer!

 

—Yo voy, director —anunció Shin, poniéndose de pie para luego dirigirse a la salida, tras un largo suspiro que sólo Taiki fue capaz de escuchar. Ninguno de los compañeros presentes entendía mucho la situación pero los cuchicheos y los chismes no se hicieron esperar.

 

—¿Qué pasará con Yuki?

—De seguro solo quiere llamar la atención, es tal y como su hermano Yue. Los dos son tan enigmáticos y problemáticos —Yue no perdió el tiempo y ya estaba junto a Aoshi, convenciéndole de que tomaran un descanso fuera, solo ellos dos, lejos de todo, por lo que en menos de un minuto ya estaban saliendo.


—Pero si nunca han dicho o hecho nada.

—Ahí tienes. Tienen la suficiente soberbia y prepotencia de creer que no tienen necesidad de hacerlo, pues haciéndolo o no, siempre llaman la atención por su belleza y talentos.

—¿Y que tiene eso de malo?

—¿Consideras que la arrogancia y su altanería no ofenden?

—¡Hey! ¡Muchachos! —Les llamó la atención Taiki, quien no dejaba de prestar atención a todo lo que ocurría alrededor suyo, sin que nada se le escapara—. ¿Pueden bajar el volumen de su voz? De verdad que me duele la cabeza. Ah, y la verdad es que yo considero que la estupidez es la mayor de las ofensas, ¿no lo creen?

 

—Sí, presidente —respondieron de mala gana. No tuvieron de otra que callar su frustración y rabia, carcomiéndose interiormente por la envidia que poseían.

—Así está mucho mejor. Hey, Jesse, tranquilo. No te regañé a ti. Los idiotas son esos dos descerebrados quienes te acompañan, deberías tener cuidado en elegir tus amistades pequeño.
—S-sí, presidente —respondió nervioso el estudiante de primer año a la brillante y sincera sonrisa que irradiaba del rostro de Taiki, sin poder evitar que iluminara hasta el más recóndito y oscuro de los paisajes.

Taiki rió con ganas ante su inocente reacción, no en ánimo de burla, solo de indefensa diversión.

—Tan lindo —Alborotó sus cabellos sin cuidado y con toda la confianza del mundo. Aquel niño lo veneraba e idolatraba casi como a un Dios, logrando que este se pusiera más nervioso y se sonrojara aun ante los ojos incrédulos de Itsuki y Kei, alumnos de segundo año que envidiaban más que nada a Taiki por cuanta razón encontraran para hacerlo, motivo por el cual se inscribieron dentro del elenco de teatro. El pequeño Jesse seguía a todas partes a Taiki y trabajaba con él en el centro de estudiantes. Con el paso del tiempo había encontrado en el joven rubio más que a alguien a quien admirar, a un amigo.




—Ay, Yuki. ¿Dónde estarás? ¿Será que...?





Yuki Shin lo llamaba, intentando sacarlo de su torturador letargo, pero las lágrimas les ganaron a su razón y conciencia cayendo sin avisarle, sin darle tiempo a entender que había perdido para siempre aquello que nunca le perteneció. Sin imaginar que el regreso a la realidad le cobraría un precio muy alto, tanto a él como a la persona que estaba al lado suyo sin estarlo, por amar un corazón que no les pertenece.

Yuki —¿Cuánto dolor podía caber en su corazón? ¿cómo ser capaz de resistirlo y no demostrarlo?

Yuki volvió a llamarlo al notar que este no respondía. Yuki se encontraba en estado de shock. Con gentileza y mucho cuidado, como si fuera a romperse en mil pedazos, Shin lo rodeó con sus brazos y lo acurrucó contra su pecho mientras en su estado catatónico el joven de mirada triste y perdida sentía que su mundo dejaba de tener sentido y se dejaba hacer como si de un muñeco sin vida y hermoso simplemente se tratara—. Yuki volvió a susurrar con suavidad su nombre mientras los copos de nieve eran los únicos testigos de su dolor—. Yuki, aquí estoy Le aseguró con tierno amor, con el corazón partido por tener en sus manos un corazón roto que nunca le pertenecería. Pero no dolía por esa razón, dolía porque su amor estaba sufriendo, su amor estaba llorando por la única cosa que ambos tenían en común: el anhelar desesperadamente un amor ajeno, un amor no correspondido—. Yuki, cariño. Llora. Llora todo lo que necesites, No te preocupes por nada. No tengas miedo, estoy aquí, por y para ti, no te dejaré. ¿Me escuchaste? El castaño poco a poco se fue quedando sin fuerzas, sollozando por lo que no pudo ser y le arrebataron antes de tener la posibilidad de luchar. Lloró con ganas. Lloró sin reparos. Lloró sin culpas por todo lo que su alma estaba perdiendo en ese instante, y por la felicidad que debería haber provocado el primer amor.

 

Lloró porque no deseaba dejar que le doliera, porque sí, era un masoquista y se mantendría aferrado a su dolor si eso era lo único que le quedaría de Aoshi. La razón se extravió en algún lado y ya solo quedaba la agridulce nostalgia a la a cual se sostendría con todas sus fuerzas, para no quedarse sin nada. Qué fatal hubiera sido entonces para el rubio, quien lo cobijaba, descubrir tales pensamientos. Ahora acariciaba sus cabellos, resguardándolo en su pecho como si del tesoro más preciado se tratara y así lo era para él, aunque Yuki nunca lo supiera.

 

—Yuki, ahí estás —Le dirigió una media sonrisa de alivio.



—¿Podemos pasar? —Quienes lo habían despertado de su siesta eran nada más ni nada menos que sus amigos, así que se permitió levantarse de la cama antes de lo acostumbrado, recibiendo más que contento a Yuu y a Chiaki en el genkan.

—Oh, ustedes no...

—¡Holaaa! Hemos traído merienda. Chocolate, ¡rico chocolate! —El primero en entrar fue Chiaki, celebrando como niño esperando por su pastel de cumpleaños, mientras Yuu entraba detrás le seguía.

—...deberían ni de preguntar.

—Pero no te preocupes, también te trajimos algo para ti, Ritsu, ¿cómo has estado? ¿Te despertamos?

—Eh, no. Apenas estaba terminando de lavar los cubiertos del almuerzo. No se preocupen. De hecho me alegra que vengan. He estado tan aburrido y solo todo el día en casa.

—Oh, Ritsu, discúlpame. Olvidé que estabas con dieta estricta —Se lamentó Chiaki, quien seguía conservando su inocencia y aquella personalidad transparente a pesar de los años.

Ritsu simplemente rió.

—No pongas esa cara. Pasen, ¿vamos al patio?

—Claro, ¿estás solo?

—Ah, justo ahora no, pero a punto. Masamune ha estado el doble de ocupado en el trabajo por mis ausencias y Haru acaba de regresar de la editorial a llevar un manuscrito suyo, pero creo que va a salir de nuevo. Ahora está bañándose. Oh, Chiaki, cariño, yo me ocupo de la cocina, tú ve al patio.

—Solo quería ayudar.

—Créeme Chiaki, así ayudas mejor —dijo Yuu.

—¿Eh?

—Nada, nada. Anda, ven. Ah, no señor. Ritsu, si Takano-san se entera de que te hemos dado trabajo, nuestros esposos se quedan viudos antes de tiempo —Le advirtió su amigo quitándole los cubiertos de las manos. Luego de enjuagar todos los cubiertos en pocos minutos, secarlos y colocarlos en su lugar, lo llevó hasta el patio en donde pasarían una amena tarde entre charlas y una merecida merienda como tenían la costumbre de hacerlo cada viernes. La misma no la habían podido realizar desde hacía un mes debido a que Ritsu estaba en el hospital.

Al cabo de una hora estaban matándose de la risa. Bueno, al menos dos de ellos.

 

—Hey, no es chistoso, ¡Ritsu! —Se quejaba Chiaki con las mejillas sonrojadas debido a la vergüenza que estaba pasando frente a sus amigos por culpa de Tori.

—Lo-lo siento —Las risas no paraban— No es por ti, pero Yoshiyuki sí que es todo un caso, y tú aún más —Ritsu intentaba excusarse, limpiándose las lágrimas a causa de las risas que no podían parar y abrazándose a sí mismo debido al dolor de estómago que le causaban las mismas. De pronto escuchó una tos seca proveniente de “su mejor amigo”.

—¡Yuu! ¡Prometiste no volver a reírte! —Lo acusó Chiaki.

—Perdón Chiaki. De verdad lo siento, pero no puedo evitarlo.

—Con amigos como ustedes, no me hace falta enemigos, eh —El castaño dejaba ver su notoria molestia a través de cada una de sus expresiones, que por supuesto no dejaban de hacerle ver adorable. Al parecer los años no habían permitido que perdieran la gracia a pesar de la llegada de la madurez.

—Es que en serio, Chiaki, ¿cómo? Te lo juro. Me imagino la cara de furia de Yoshiyuki cuando esa mesera te coqueteaba. Y con todo eso, ¿Tori se atrevió a intentar a besarte en público?

—¿Y? Es mi esposo, ¿no? Llevamos diecinueve años casados, ¿no? —Se intentó defender, aunque no sonaba muy convencido de sus propios motivos.

—Sí, pero eso no es motivo suficiente como para que Yoshiyuki haga eso en un restaurante —Los colores del rostro de Chiaki inmediatamente tomaron todos los tonos rojo que existían y en tiempo récord.

—Solo había tomado un poco —Se excusó por su marido.

—¿De verdad? ¿Y eso es motivo suficiente como para que el maître fuera casi violado por Yoshiyuki? —Ritsu casi había logrado calmar sus ataques de risas durante unos instantes pero, tras una breve pausa en el que intercambió miradas con Yuu, volvió a desternillarse de risa junto con él.

En la noche en la que habían celebrado su décimo noveno aniversario, creyeron inútilmente que no ocurriría nada desastroso como al parecer venía siendo costumbre desde que celebraban aniversarios de bodas. Lo que ocurrió esta vez fue muy diferente a cuando tuvieron que cuidar de Taiki debido a que Kou y Shouta tenían un compromiso muy importante con un mangaka y ellos habían terminado por ser la última opción. Con solo dos años recientemente cumplidos, Taiki se les extravió por varias horas en las que Chiaki perdió el autocontrol y Yoshiyuki estaba a punto de llamar a la policía, aunque luego su pequeño sobrino decidió aparecer, corriendo desnudo y con pañal en mano, pues no le agradaba usarlo. Sus tíos tuvieron que correr detrás de él por cada rincón de su casa para poder alcanzarlo en lo que no fue precisamente la velada más romántica de sus vidas.


La verdad es que prefirió pasar por ello nuevamente antes del escándalo que Tori les hizo pasar, un poco pasado de copas, justo en el momento en que la pobre camarera había decidido pasarle su número a Chiaki, supuestamente ignorando que eran esposos. Antes de que Chiaki pudiera hacer nada Tori lo tomó del brazo a la fuerza, lo besó y empezó a toquetearle frente a todos. Hubiera podido terminar allí, debía haber terminado allí, pero no. Dejándolo bien en claro, en voz alta, les había anunciado a todos que Hatori Chiaki era suyo, de nadie más y que le haría todo tipos de cosas esa noche.

A continuación, se puso a cantarle una música a Chiaki: only exception de Paramore(*), logrando con esto que su corazón se debatiera entre su inmenso amor y una terrible vergüenza que no lograba evitar que fuera en ascenso. Para colmo de males, como aún no habían podido sacar a Tori del restaurante, en cuanto se acercó el maître a Yoshiyuki, este lo confundió con su esposo, decidiendo que era un muy buen momento para darle un beso, y quizás algo más. Ambos terminaron pasando su noche de aniversario en la comisaría.

 

—Nunca más les vuelvo a contar nada, eh. Vaya confianza que uno les tiene —He ahí la promesa que un inocente y muy apenado mangaka realizaba cada año, como era costumbre.

—¿De qué tanto se ríen? Papá, saldré un rato. Buenas tardes, Chiaki-san, Yuu-san —saludó Haru, abrazando a Ritsu desde atrás, colgando sus brazos alrededor de su cuello.

—Buenas tardes, Haru.

—Buenas tardes.

—¿Y esa cara Chiaki-san? No parece estar del mejor humor de todos.

—Déjalo Haru. Sólo estábamos rememorando su noche ideal —Una vez más, y ante la ignorancia del chico, su mirada de confusión y la infantil molestia del Chiaki, las risas estallaron sin freno.

—De todos modos, me alegra que la estés pasando bien, papá. ¿Cómo te sientes? —Ritsu tomó las manos de su muchacho, guiándolo para que se pusiera en frente de él.

—Estoy bien hijo, gracias por preocuparte tanto.

—No seas tonto. Es la tarea de un hijo —Le dijo con una sonrisa y besando su frente. Aunque no quisieran demostrarlo, uno estaba muerto de preocupación por la salud de su padre mientras el otro intentaba por todos los medios de no demostrar señal alguna de pena, dolor o molestia alguna.

La verdad era que en esos momentos sentía un alivio sincero en su pecho como hacía meses no lo estaba sintiendo. Muy probablemente se debiera al regreso de sus dos más grandes tesoros, pues Takeshi andaba continuamente de viaje pero últimamente se quedaba la mayor parte del tiempo en casa de sus padres pese a sus múltiples trabajos y a que tenía su propio apartamento. Por su parte Haru, su pequeño Haru, había vuelto tras cuatro largos años de ausencia.

Qué difíciles fueron esos años soportando la distancia. Por mucho que luchara e intentara hacerse a la idea, el chico siempre había sido el niño consentido y malcriado por su papi, el que nunca quería separarse de él. El que de pequeño, para que su padre no lo dejara en el kindergarten, lloraba como si el apocalipsis zombie viniera sobre él y no tuviera refugio alguno.

Eran más que lazos únicos e irrompibles. Uno no podía simplemente vivir sin saber del otro ni siquiera por un día. Fue de esa manera que, a través de cartas, vídeos llamadas y todo tipo de comunicaciones, no se perdían detalle del día a día de cada uno. Aunque nunca sería lo mismo amar a distancia que poder abrazar a tu persona más amada y sentir su calidez junto a tu cuerpo, brindándote esa seguridad que tanta falta te hace para sentirte completo. Conversaron un buen rato hasta que una bocina bastante peculiar los interrumpió. No la identificaron y, de hecho, era la primera vez que la escuchaban.

—¿Te vienen a buscar?

—Eh, sí. Justamente estaba por decírtelo.

—Ritsu-chichi. Hatori-san, Mino-san. Buenas tardes.

—Buenas tardes —Ambos saludaron, algo sorprendidos o mejor dicho, curiosos.

—¿Kai? —El más sorprendido de todos fue Ritsu, quien casi no había cambiado apariencia a pesar de sus cuarenta y cinco años. Sólo se lo veía un poco cansado. Sus ojos seguían siendo tan transparentes aunque no fuera una persona muy expresiva en palabras. Ahora, aun antes de verla venir, Haru presagió la impresión de su padre junto a las mil incertidumbres que estaban por estallar, derivando ellas en miedos que luego...

 

—Papá, Kai y yo tendremos una cita, no te molesta, ¿verdad? —decidió ser directo, cortando de raíz cualquier posible problema, además él siempre había sido sincero con su padre, bueno, a excepción de una sola vez en su vida.

—¿Eh? ¿En serio? —Chiaki cuchicheó algo con Yuu, esperando quizás no la mejor reacción de todas, pues aunque Ritsu pudiera ser el padre más comprensivo del mundo podría dar verdadero miedo siendo posesivo y celoso con los que ama—. Pues si así lo deseas, Haru, está bien.

—¿Seguro? Papá, tu expresión no me dice mucho.

—¿Eh? Yo, pues —Sí, esta era la primera vez que alguien venía sin más para llevar a una cita a Haru. Aunque era de esperarse, era algo novedoso para Ritsu, quien aún no lograba comprender del todo las emociones que empezaron a surgir justo en ese momento en su corazón de padre—. No pasa nada, Haru. Ve. Solo cuídate —Algo más allá de sus celos de padre le hacía decir aquello. ¿De qué manera podría contrariar a los deseos de su hijo? Tampoco es como si estuviera haciendo algo malo. Además se trataba de Kai. Era mejor él a que un desconocido viniera, ¿no?

 

—Gracias, papá  —Luego de despedirse con un beso en la frente de su padre, salió por la puerta trasera del jardín donde Kai ya lo esperaba con casco en mano.

—Kai, ¿desde cuándo usas motocicleta? —preguntó Ritsu, precavido.

—Desde hoy, Ritsu-chichi —Luego de un disimulado codazo en su costado por parte del Haru, reflexionó sobre su metida de pata—. Es decir, la mía la uso desde hoy porque me la acabo de comprar, pero ya he practicado bastante antes.

—Estaremos bien papá.

—Ah —respondió, inseguro—. ¿Tus padres saben de esto?

—Sí, Ritsu-chichi. De verdad, no se preocupe. Yo cuidaré de Haru —dijo manteniendo a duras penas la mirada fija en la de Ritsu y con una sonrisa nerviosa, pues sabía muy bien lo sobreprotector que era con su hijo.

—Más te vale. Haru, me escribes cada media hora.

—Sí, papá. Así lo haré. Nos vemos a la noche —Acto seguido dejaron el lugar, dejando a un Ritsu sumergido en sus pensamientos, nostálgico.

 —Y ustedes, ¿qué miran? ¿Tengo algo en la cara o algo?

—No, nada, nada, Ritsu —Le aseguraron sus amigos. Sabían que no era un buen momento para hacerle alguna broma sobre yernos y suegros. El próximo viernes sería cosa distinta.




—Yuki, ahí estás —Le dirigió una media sonrisa de alivio.

El muchacho de ojos caoba lo saludó con una sonrisa.

—Hey, hola Shin.

Esa sonrisa genuina, a pesar de falsa, era lo que tanto amaba.

—¿Estás bien?

—Sí.

—¿Me puedo sentar aquí?

—Claro. ¿No viniste para llevarme? Han de estar como locos buscándome —El rubio se sentó a su lado en aquella solitaria y abandonada azotea en donde podían admirar el cielo en su máximo esplendor. Aun cuando las nubes opacaran la belleza del sol, él siempre estaría allí, lo sabía.

—¿Quieres regresar?

—No.

—Pues yo no te obligaré a hacer nada que no quieras —Le aseguró con la certeza de su joven y enamorado corazón, decidido a no dejarlo solo, aun cuando Yuki se lo pidiese.

—Gracias —El muchacho ni siquiera parecía estar en esos momentos allí con él .Tenía la mirada como perdida, con sabor a melancolía. Mirándolo con el más puro e incondicional cariño, lo vio: un niño de diecisiete años sentado a su lado, abrazando sus rodillas y sumergido en sus tristezas; vestido con unos jeans desprolijos y un suéter negro que apenas lo abrigaba, hundido en la inmensidad del cielo buscando el calor de aquel que no estaba pero que en algún momento aparecería para darle cobijo.

—Shin —Después de un momento, finalmente salieron tímidas y susurrantes palabras de sus labios y no pasaron desapercibidas por su amigo y compañero de clases desde el kindergarten hasta el presente.

—¿Sí?

—Perdóname —No había analogías precedentes a tremenda escena surgida, ni razones suficientes para ello.

—¿Por qué debería?

—Es cierto, no debes —rió ligeramente sin poder evitarlo .Su dulzura tremenda lucía ante sus sentidos como una torturante melodía. El castaño lo miró entre confundido y algo molesto por la aparente burla.

—Yuki —Sin precauciones ni reflexiones, simplemente tomó de sus manos frías—. Corazón, no existen motivos para pedirme perdón —Asombrado y perplejo el más joven lo miró estupefacto. No esperaba aquella ternura genuina. Una comprensión que no conocía y ahora estaba acariciando sus heridas.

—Shin. Yo... —Desvió la mirada de la suya. Sin embargo cuando intentó apartar sus manos el rubio no se lo permitió, afianzando el encierro de estas entre las suyas.

—Yuki, no encierres tu dolor. No conmigo —Era tal la súplica que por reflejo los ojos del castaño volvieron a observarlo, clavando sin querer su mirada en la de su interlocutor. En aquellos ojos de color miel no había otra cosa que no fuera sinceridad y un persistente cariño, esperando a ser correspondido y aceptado—. Puedes confiar en mí, permíteme ser tu pilar. Permíteme ser tu fuerza cuando sientas que tu debilidad te gana. Permíteme ser tu aire cuando la respiración se te acabe, y permíteme ser tu fe cuando ya no creas en nada más.

—Shin —suspiró su nombre. Su corazón, sin motivos, comenzaba a latir desbocado y ansioso, anhelando permitirse ser cobijado por tan dulces palabras. De veras que lo necesitaba— Shin, gracias. No sé qué haría sin ti. Aquella noche no lo hubiera podido soportar si no estabas a mi lado., sosteniendo una carga que no es tuya y aguantando todo el peso de mis angustias.

—Lo hago porque te quiero —Oh, querer. Claro, aquel sentimiento que él sentía no se merecía y jamás encontraría quien se lo diese en la medida que su alma añoraba y soñaba.

—Yo también te quiero. Gracias —Cómo hubiera sabido el pobre muchacho que aquel amor que le era profesado no era uno de amistad, sino del más puro cáliz que absorbe un corazón enamorado, tristemente esperanzado por cada pequeña señal que inocentemente le mandaba al que tan perdidamente encandilado traía desde tiempos que ni siquiera llegaría a sospechar.

—¿No necesitas decir nada?

—Shin, ¿debería? No le veo el sentido —Tras largos y lamentables suspiros, no dejaba duda alguna del dolor de su alma. ¿Cuánto puede un corazón sufrir en silencio y solo? Era una costumbre suya que sin percatarlo lo estaba matando lentamente.

—Hazlo. Quiero escucharte, no importa que no tenga sentido. Importa que tú quieras liberar lo que sientes. ¿Lo quieres?

—Ya no puedo más.

—Entonces hazlo —Se acercó más, juntando su cuerpo con él, quedando uno al lado del otro, reconfortándose del frío ambos. Yuki se dejó hacer y recostó su cabeza en el hombro del rubio quien no soltaba sus manos y ahora lo rodeaba con un brazo, sosteniéndolo, asegurándole que la soledad era algo que se podía compartir entre dos y que a pesar de que se sintiera morir, existía alguien que lo sabía y que no lo dejaría ir tan fácilmente.

—He llegado a mi límite —Shin se dedicó a estar ahí para su secreto amor, con paciencia, con cariño, con compresión. No había lugar para sus miedos o tristezas. Sólo había un lugar en sus brazos para el niño que tanto amaba y necesitaba de él, aun cuando fuera para descargar las penas de un amor que no le pertenecía—. Desde siempre, Shin. Desde siempre he querido a Aoshi —El suspiro esta vez fue con pesar—. Hoy llegué a mi límite. No puedo más. Estaba a su lado y mi corazón roto seguía rompiéndose y auto flagelándose cada segundo en que llegaban a mí su aroma, su respiración, su tacto —Respira con dificultad y, tras una breve pausa, continua— Y cuando sus ojos me vieron sin piedad comprendí que jamás me veré reflejados en ellos. Sé lo absurdo que es aferrarse a un amor no correspondido pero, ¿cómo dejas de amar? ¿Cómo haces para que deje de doler? ¿Cómo sigues fingiendo estar bien cuando mueres por dentro? Y créeme que lo he hecho. Lo he intentado. He luchado tanto. He estado siempre a su lado. Pero ya no puedo más. Estoy cansado, cansado de sentir, cansado de ser quien soy.

—Hey, no es absurdo. Amar nunca será absurdo.

—¿Y de qué me sirve? —dijo con rabia contenida en un abrupto—. Disculpa.

—No te disculpes. Di lo que quieras decir. Ya no te tragues nada más.

—Es que me duele —Guardó una pequeña pausa. Un pequeño sollozo escapó de sus labios—. Me duele tanto Y no puedo. No debo. No se me está permitido decirlo —Jadeó un poquito cansado—. Siento que moriré con estos sentimientos que nunca expresé.

—¿Y por qué no hablas con él?

—¿Qué? Yo no-no podría. ¿Para qué? Mi hermano y él están juntos ahora.

—¿No has pensado que dolería menos y que no sentirías esa asfixia por la cual crees que en cualquier momento morirás?

—Y si duele menos, ¿qué? Tal vez yo quiera que no deje de doler. Tal vez quiero aferrarme a la única cosa que me sostiene. Tal vez sea la única cosa que me mantiene unido a él.

—Ya veo. Tienes miedo.

—¿Miedo? —sonrió con amarga ironía—. Sí. Probablemente tengo miedo de perderlo.

—No, Yuki. Tienes miedo a dejar de amar, a que deje de doler porque entonces, ¿qué te quedaría? Tienes miedo a enfrentar una vida sin los sentimientos que conoces y tanto has cuidado por años. Tan solo estás herido y confundido, temeroso ante lo desconocido.

—Tal vez.

—Yuki, ¿no lo harías si alguien más te ama?

—¿Eh? —El castaño levantó su cabeza de su cómodo lugar para verlo de frente a los ojos—. ¿A qué te refieres?

—Si hay alguien dispuesto a amarte y a sostener tus posibles caídas. Alguien que te valore y cuide como lo mereces. Un amor que corresponda tus sinceros sentimientos, ¿no le darías la oportunidad de amarte? ¿No te darías a ti la oportunidad de sonreír sin dolor?

—Yo...Shin, de veras quiero creer que existe alguien así para mí.

—¿Y por qué no creerlo?

Esta vez, me pregunto qué se sentirá encontrar ese alguien en esta vida.
La única con la que todos soñamos, pero los sueños no son suficientes.


—Porque duele creer en sueños que jamás se cumplirán.

—No tienen por qué ser sólo sueños. Puede ser una hermosa realidad.

—Shin —Yuki se apartó de su agarre con sutileza y necesidad. Sentía que debía tomar su distancia, pero al mismo tiempo una adrenalina inundó todo su cuerpo—. No creo que nadie pueda amarme.

 

Así que estaré esperando algo real.
Lo sabré por lo que sienta.
El momento cuando nos encontremos.


—No digas esas cosas. Yuki, eres maravilloso. Cualquiera estaría feliz de amarte, de cuidarte, de protegerte. Un corazón que ame como el tuyo es un milagro con el que cualquier persona se sentiría bendecida —Si sólo la tristeza no nublara su razón y lograra ver a través de sus ojos, tal vez Yuki descubriría un mundo que le pertenece sólo a él y a nadie más, pero aún no estaba dispuesto a abrir su corazón, no del todo. Shin tomó de sus brazos instándole a mirarlo de frente, pero Yuki mantenía la mirada cabizbaja—. ¿Yuki? Yuki, por favor, mírame —Con dulce cuidado levantó su rostro con una mano, descubriendo las lágrimas asomadas en orbes, inundados con una tristeza que no era ajena a él, pues era su mismo dolor—. Yuki, estoy aquí. Confía. Yo no te juzgaré. Tú eres lo más importante para mí —Ingenuas y peligrosas palabras que eran como una cuerda floja para ambos, en la que con sabiduría, confianza y amor debían atravesar para no caer, y debían hacerlo juntos.

¿Hasta dónde es capaz de llegar el amor por cuidar de la persona amada? El amor no tiene límites, así como nunca es suficiente. Esa es la más terrible ironía y resultaba ser la más cruel de las verdades al mismo tiempo. Sería la voluntad de cada uno la que los ayudase a levantarse tras cada caída, pero aún no sabían las medidas de sus fuerzas. Aún estaban comenzando a vivir y ya la vida les tenía puesta una de las más grandes encrucijadas que pondría a prueba su resistencia.

 

Actuaremos como una escena sacada de la pantalla.
Así que mantendré mi respiración hasta el final.
Hasta ese momento cuando encuentre a ese alguien con quien pasar mi por siempre jamás.


—Shin —Entonces lo hizo. Confío en él como su corazón le rogaba. Tenía miedo, sí, pero quería dejar de tenerlo. Sabía muy bien que solo no podría. Lo sabía de sobra. Se soltó de él y con un ligero temblor en sus manos, levantó las mangas de su suéter dejando al descubierto sus muñecas.

 

Porque nadie quiere ser el último ahí.
Todos quieren sentir que a alguien les importa.
Alguien a quien amar con mi vida en sus manos.
Tiene que haber alguien así para mí.
Porque nadie quiere ir por su propia cuenta.
Todos quieren saber que no están solos.
Alguien más que sienta lo mismo en algún lugar.
Tiene que haber alguien para mí allí afuera.



—Es por esto que nadie podría amarme. —Con miedo, con dudas y con angustia confió en la única persona que había visto a través de él con tanta facilidad, quien con inclemente cariño lo protegía de mil maneras aun cuando él mismo no lo hiciera y fuera como un fantasma que nadie veía, nadie entendía, que todos ignoraban.

Esta noche bajo la calle a la luz de la luna,
y maldición, se siente tan bien,
Es como un
déjà vu, estar aquí contigo
Así que mantendré mi respiración, ¿podría ser este el final?


Justo en ese momento supo lo que era tener el corazón hecho pedazos. No fue por el rechazo de Yuki, no fue por el dolor de un amor no correspondido, sino porque el dueño de cada latido suyo estaba ahí, frente a él, mostrándole las heridas que él mismo se había infringido por medio de cortes; algunas ya eran viejas cicatrices, otras eran más recientes. Todas y cada una de ellas no tenían ni idea de cuan amado y valioso era él.

 

Es en este momento cuando encuentre a ese alguien con quien pasar mi por siempre jamás.
Porque nadie quiere ser el último ahí.
Todos quieren sentir que a alguien les importa.
Alguien a quien amar con mi vida en sus manos.

Tiene que haber alguien así para mí.
Porque nadie quiere ir por su propia cuenta.
Todos quieren saber que no están solos.
Alguien más que sienta lo mismo en algún lugar.
Tiene que haber alguien para mí allí afuera.


—Yuki... —No había huellas de odio, rencor, rabia pena o angustia en su voz. Sólo unos profundos deseos de trasmitirle su amor. Era sólo eso. Esta vez, aunque fue el castaño quien se recostó en sus brazos, necesitado de un refugio, fue Shin quien se permitió expresar sus sentimientos, derramando silenciosas lágrimas que caían sobre los cabellos de su amor.


No puedes rendirte, en la búsqueda de ese diamante bruto,

porque nunca sabes cuándo aparecerá. Asegúrate de cuidarlo,
porque podría ser el único. El único que estabas esperando




Continuará...

Notas finales:

*The only exception-Paramore:

https://www.youtube.com/watch?v=veAXEW8dqdQ

 


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