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YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

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Notas del capitulo:

Hola. Muchas gracias a quienes siguen la historia, y más aun a quienes comentan. Me dan ánimos de seguir. Es decir, gracias a vos, Sary. 

Link de la música:

https://www.youtube.com/watch?v=Y3hP2-zqeTg&list=RDY3hP2-zqeTg&t=39

No Doubt - No Don't Speak

 

 

 

La brisa golpeaba con ímpetu su cuerpo, podría bien igualarse a los latidos de su corazón. No era miedo lo que sentía, más bien una ligera sensación de libertad. Aferrado fuertemente a la cintura de Kai, Haru reía mirando el rápido pasar de las avenidas. Las personas se desdibujaban, los edificios se volvían manchas. De pronto comenzó a reír, Kai sintió su exacerbada emoción, y se desvió por una camino alterno que ofrecía a la vista una mayor magia. La larga carretera se extendía pareciendo interminable. Kai reía con su amigo, quien con sus brazos alzados gritaba de alegría mientras el viento corría por su cuerpo, haciéndolo sentir etéreo, libre.

 

—Eso fue increíble Kai. Gracias —Un sonrojado y un poco despeinado muchacho le sonreía a su amigo con emoción. Nada sabía acerca de lo que causaba con su sonrisa: un anhelo doloroso en el corazón del joven que en silencio le amaba.

 

—Sabía que te gustaría. Cuando quieras. Sabes que puedo llevarte a muchos sitios.

 

—Eso sería genial —Haru respondió, sin notar el brillo en los ojos de Kai, sin notar el amor impreso en aquellas palabras.

 

Qué mejor lugar que una expo anime para tu primera cita, al menos de esa manera no se sentirían incómodos el uno con el otro. De una extraña manera la relación entre ambos había cambiado los últimos días, pero no sabrían decir si para bien o para mal, simplemente sabían que cambió y, hasta cierto punto, preferían quedarse con la duda por temor a descubrir qué era aquello.

 

El resto de la tarde la pasaron inmersos en el enorme salón, personas iban y venían. Rieron, se tomaron fotos con diferentes cosplayers (1) y curiosearon contentos en cada uno de los stands. Kai miraba a Haru con emoción, el chico irradiaba un aura de alegría que lo hacía verse más hermoso de lo que ya era. Se le estaba haciendo titánico el esfuerzo para no gritarle cuánto lo quería.

 

—Mira Kai, es el nuevo número de Batman.

 

Pero Kai no le escuchaba, estaba inmerso en sus pensamientos, estaba perdido en su hermosa sonrisa.

 

—¿Kai?

—¿Sí? —respondió el aludido, volviendo de sus pensamientos.

—¿Estás aburrido, Kai? Te noto distante —dijo Haru con una expresión preocupada.

—No seas tonto Haru. ¿Cómo voy a estar aburrido? Solo estaba pensando en algo que olvidé hacer en casa.

 

Haru volvió a su habitual sonrisa y le mostró al chico el cómic que tenía en la mano.

—Compramos un montón de cosas. Papá va a matarme por gastar tanto.

 

 

Unas horas después se hallaban sentados dentro de un local de comida en la exposición. Haru y Kai revisaban sus compras mientras las maids(2), ni tontas ni perezosas, iban y venían para atender a los dos chicos guapos, esperando que no tuvieran novias.

 

—Gracias, señorita —respondió Haru, tomando su malteada de chocolate con su habitual e inocentemente devastadora sonrisa para el corazón de cualquiera que lo mirase.

 

—De na-nada —La chica resbaló y luego se levantó completamente avergonzada del bochorno que estaba pasando delante de los dos chicos más hermosos que había visto en su vida.

 

—¿Se encuentra bien?

—¡S-sí! —Él intentó ayudarla pero nada más al rozar su mano con la ilusionada maid, esta, con el rostro completamente hervido y con los nervios hasta los cielos, se apresuró a disculparse y a retirarse en casi un segundo.

 

—Oh, qué extraño, ¿se sentirá bien? —preguntó sinceramente preocupado.

 

Kai rompió en carcajadas.

 

—¿Qué es tan gracioso Kai?

—Nada, nada —Su dulce ingenuidad era una de las mil cosas que lo enamoraban de él y planeaba seguir disfrutando de cada detalle de su personalidad por el resto de la tarde. Al menos esta tarde era para él; sólo y exclusivamente para ellos dos.

 

—Está bien —decidido a no indagar más, Haru tomó el manga que le había regalado Kai y que era además uno de sus favoritos.

—Gracias por esto Kai, es increíble que pueda tenerlo.

—De nada. Para eso son los amigos, ¿no? —Lástima que Haru no podía ver dentro de su corazón. Lástima que no veía sus sentimientos y que no podía escuchar su corazón latir con violencia. Quizás si le dijera, quizás si le hiciera ver lo que sentía, a lo mejor él...

—¿Quieres dar otro paseo antes de llevarte a casa?

 

Haru sonrió y asintió al tiempo que acomodaba todo dentro de su bolso.

 

—¿A dónde vamos? —preguntó con su particular y dulce sonrisa.

—Eso es sorpresa —respondió Kai con una enigmática mirada.

 

De nuevo una larga carretera, pero esta se extendía a lo largo de la costa. El cielo se volvía una paleta de colores naranjas. La oscuridad estaba por reclamar su lugar y las luces comenzaban a encenderse. El calor del cuerpo de Haru aferrado a su espalda, su suave aroma, su risa melódica, hacían que Kai se estremeciera con la anticipación, que deseara con anhelo llegar rápido al lugar a donde iba, para así poder desahogar su corazón de tanto amor y poder dárselo al dueño de sus deseos.

 

—Kai esto es hermoso.

 

En la loma de una pequeña montaña había un encantador mirador. A lo lejos podían verse las diminutas embarcaciones balanceándose con el vaivén de las olas. Curiosas estrellas hacían su aparición en el momento exacto en que el crepúsculo ya estaba adormeciendo en el horizonte y brindándole el paso a la luna que se asomaba tímida en el negro firmamento.

 

—Hacía tiempo que quería traerte aquí —anonadado por tal belleza indescriptible, el castaño se dedicó a respirar con profundidad una y otra vez mientras admiraba y disfrutaba del lugar, del momento y de la agradable compañía, dejando por un momento todos los pensamientos que ocupaban su cabeza, buenos o malos. Dejó que su corazón se inundara a través de todos sus sentidos de aquel paisaje sin igual. De aquella perfecta calma en el ojo del huracán. ¿Qué importaba lo demás? Esta divina tranquilidad que lo abrazaba era seductora, complaciente y perfecta. No existían palabras para describirlo, ya ni recordaba cuándo fue la última vez que se sintió de esa manera o si alguna vez lo había hecho.

 

—¿Kai? —El creador de su paz estaba ahí, al lado suyo, tomando sus manos entre las suyas, mirándolo a los ojos como si fuera la primera vez que lo hiciera. Era la primera vez que en verdad lo estaba observando. Era tan puro y sincero el cariño que distaba tan lejano al de un amigo, su amigo de toda la vida.

 

—Haru —Con un paso hacia él cortó la poca distancia que los separaba; afianzando el agarre de sus manos y depositando un suave beso en su mejilla, tomándolo desprevenido entre el asombro y una inocente vergüenza que se dibujaba sutilmente en un adorable rubor sobre su rostro—. Feliz Cumpleaños.

 

Fue entonces que sintió deslizarse algo por su muñeca. En cuanto el rubio apartó casi sin querer una de sus manos, lo vio. Lo que acababa de colocarle sin que se diera cuenta del momento preciso en que lo hizo, adornando su muñeca ahora, era una fina pulsera de plata.

 

—Kai, esto es... —Tenía una pequeña inscripción por delante que llevaba el nombre de "Haru" en romanji y, al voltearlo, se pudo ver que no eran las únicas letras impresas. Llevaba la fecha de su vigésimo cumpleaños, y justo arriba de ella, en letras japonesas: "いつも貴–のそばにいる" (3)—. Kai. Es demasiado... hermoso. Gracias, gracias en serio.

—¿Te gusta?

—Mucho.

—Sé que es un poco tarde pero he esperado esta oportunidad para dártela, cuando estuviéramos solos, en una ocasión especial. Y esta lo es.

—Yo...yo no sé qué decir.

—Tu sonrisa me dice mucho más que todas las palabras que puedan existir, e incluso este hermoso rubor —mencionó acariciando su mejilla, con la misma extrema delicadeza con la que se puede apreciar la más valiosa obra de arte—. Haru —El de ojos almendrados dejó escapar un profundo y hondo suspiro, ¿había un cupo para tanto sentimiento? Tanto amor desbordándose por sus pupilas, las cuales sólo se dedicaban a admirar con eterna y devota fascinación la cuna de sus más preciados anhelos que resultaban ser aquellos bonitos ojos esmeraldas—. ¿Aceptarías mi corazón?

 

Aquel joven corazón, al mismo compás del otro, comenzó a latir de la misma manera: agitada y desbocada dentro de su pecho. Tal vez en algún muy loco y absurdo divague de su mente, y sólo tal vez, se había imaginado una situación como aquella. Saber que era el muchacho en frente de él, quien más lo había protegido, cuidado y amado de la manera más sincera desde siempre. Pero su realidad era una muy distinta a aquellas fantasías carentes de cordura. Ese amor era el de un amigo, el de un hermano, el del compañero de juegos, travesuras y secretos, con el que compartía sus más grandes sueños y sus más profundas tristezas, pero no era precisamente el dueño de su corazón.

 

Sin poder reaccionar, sin poder siquiera pensar con claridad, sólo apretó con fuerza sus manos en un acto de puro reflejo, producto de sus nervios. Estos sentimientos no llegaron de la manera correcta al que estaba esperando por la respuesta que le entregaría a su alma la más bella de sus ensoñaciones hecha verdad, o la más inmensa de sus desdichas.

 

En esas tres simples pero sinceras palabras le había entregado su corazón en sus manos.

 

Extraviado en sus ilusiones, se dejó llevar por ellas, aproximándose a aquellos labios sagrados y jamás probados; la cúspide de su utopía.

 

El ansiado sabor nunca llegó, y aquellos sentimientos se quedaron varados en un paisaje olvidado, sin rumbo, sin dirección, sin compañía. Se sumergió, sin ningún salvavidas, a las profundidades de lo desconocido e incierto, de donde ya no podría salir y todo por buscar un precioso tesoro que no sólo no era suyo, sino que le estaba prohibido.

 

—Perdóname, Kai. No puedo —Palabras fatales, silencio previsible pero devastador. Aquellos ojos verdes no dejaban lugar a dudas. Le estaba siendo sincero desde lo más profundo de su alma. Él lo sabía. Él no le mentiría—. No eres tú, soy yo —Soltó sus manos, y bajó la mirada, ¿parecía dolido? Hasta quizás avergonzado.

 

Haru, sin poder evitarlo, se abrazó a sí mismo queriendo darse cobijo y apoyo. Kai era la última persona en el mundo que hubiera querido lastimar, y lo hizo—. Perdón, perdóname, yo de verdad... —Aquella imagen le destrozaba el corazón, y no su rechazo.

 

Tú y yo, solíamos estar juntos.

Todos los días siempre juntos.

 

—¡No! —El grito repentino recuperó la atención y mirada del Haru, quien por más que lo intentó no pudo evitar derramar una lágrima traicionera cargada de culpabilidad y tristeza.

 

—¡Lo siento! —Se disculpaba nuevamente, secando rápidamente aquella muestra de debilidad y vergüenza, ¿por qué mostraría dolor, cuando era probablemente Kai el más lastimado? Y todo por quizás haberle dado esperanzas, o cualquier mínima señal para que creyera que tendría alguna oportunidad.

 

 

Realmente siento que estoy perdiendo a mi mejor amigo.

 

 

—Haru, mi vida. No lo hagas —dijo con un cuidadoso susurro que buscaba calmarlo, percatándose de lo malinterpretada de su acción—. No pidas disculpas. No lo hagas. No tienes la culpa de nada.

 

No puedo creer que este sea el fin. Parece como que estás permitiendo que continúe.

 

—Pero yo...Kai, todo este tiempo —Su mirada buscó en la suya aquella respuesta que llegó rápida y sin palabras. Era tan cierto como aniquilante la verdad impresa en aquellos ojos. Lo había amado desde siempre.

 

Empezó a agitarse, estado que empeoró por su llanto reprimido. No iba a llorar, no lo haría. No era ese su derecho. Él no se lo merecía.

 

—Shhh. Calma, pequeño —Se acercó a su amor, quien temblaba y libraba una feroz batalla en su interior por no desfallecer y mantener el control de sus emociones. ¿Cómo lo haría? Si todo lo que tuviese que ver con las palabras amor y dolor eran recuerdos enterrados en su ser, que ahora acechaban peligrosamente, amenazando con robarle el último trozo de su razón.

 

—No. Por favor. No te acerques —Le apartó con cuidado, con esfuerzo.

—Haru, lo siento. Yo no quise. No quise lastimarte. Yo Te amo.

 

Y si es real, no lo quiero saber.

No hables. Yo sé lo que estás diciendo.

 

—¡No! —Sus temblores aumentaron, pero aun así no iba a permitir acercársele—. Kai, tú sabes —Ahí estaban sus fantasmas acechándolo, abrazándolo, dominándolo, pero debía hacerlo, por él, por Kai, se lo debía—. Tú sabes mi historia —Lo vio de frente con todo el sacrificio de su frágil pero sublime voluntad—. Y mierda, sabes que te adoro. Pero no puedo darte lo que quieres, lo que te mereces. Yo he perdido mi capacidad de amar. Aquí donde me ves, puede que por fuera no haya cambiado mucho, pero interiormente... Por dentro estoy vacío, Kai. Puede que muchos piensen que es una tontería, pero ¿qué saben ellos de mis noches largas sin dormir? ¿Qué saben ellos de mis lágrimas derramadas en cada una de ellas? ¿Qué pueden saber de todo lo que este corazón amó y perdió antes de que pudiera ser amado?

 

—Haru, a mí no me importa tu pasado. Te amo por quien eres, con tus dolores, con tus tristezas y alegrías. Te quiero por lo que tienes, por tu historia y por lo que llegues a ser. Te quiero sólo por ser tú. ¿Aún no lo entiendes?

 

Así que por favor deja de explicar...

 

—Kai, ya no lo hagas. No quiero dañarte aún más.

 

No me lo digas porque hiere.

 

—Haru, estoy acá queriéndote. Y si con mi cariño te hago daño te pido que me perdones, pero yo no te exijo nada. Sólo te pido que me dejes protegerte, amarte, y cuidarte. Eso es suficiente para mí. Ven, no tengas miedo —Le extendió una mano, esperando, anhelando, rogando porque la tomara.

 

No hables.

Sé lo que estás pensando.

No necesito tus razones.

No me lo digas porque me hiere.

 

—Haru, si te he dicho esto ahora es porque quiero no que me des una oportunidad, sino que te la des a ti mismo. Sólo déjate querer. Yo sabré entender si luego decides alejarte de mí, y no te lo reprocharé. Asumo toda la responsabilidad. Yo te sostendré, seré tu luna. Tú eres y serás por siempre mi sol, y aunque no estemos juntos, siempre estaré cerca de ti, cuidándote, amándote, resguardándote, siempre a tu lado. No te pido más. Soy feliz si tú lo eres. Es una promesa.

 

Nuestros recuerdos.

Ellos pueden ser tentadores.

Pero algunas son en conjunto poderosamente aterradoras.

 

¿Pero cómo construir tu felicidad sobre un corazón roto? Cómo ser feliz si sabes lo que es amar y que no te amen. Él lo sabía, él no iba a causarle el mismo dolor que le provocaron a él. ¿Cómo podría?

 

Evocó de sus memorias recuerdos que parecían de otra vida, impregnadas de nostalgias.

 

El niño de sólo cinco años de edad lloraba sin consuelo, todo sucio y con las rodillas magulladas por el golpe que causó su tropiezo.

 

—¡Haru! ¿estás bien, pequeño?

—No me llames así, tú también eres pe...que...ño —La pobre criatura pronunciaba entrecortadas las palabras, entre espasmos e hipos debido a sus imparables sollozos.

—Te dije que no corrieras, y mira vienes y te caes.

—No me rega...ñes, Kai...tonto —Su sollozo sólo se hizo más fuerte mientras el pequeño rubio de ojos encantadores lo levantaba y sacudía su ropa de la tierra roja con su abrigo.

—Vas...a en...su ciar toda tu ropa...tonto. Takafumi...chichi te...regañará.

 

Kai rió sonoramente mientras lo ayudaba cuidadosamente a sentarse en una banca y limpiaba la herida superficial de su rodilla derecha. Acarició sus cabellos castaños alborotándolos, para luego limpiar las lágrimas de rostro una por una.

 

—Ya no llores. Elijo un regaño a dejarte todo sucio, feo, hecho un chiste y todo con lágrimas.

—¡Tonto!

—¿Ahora que hice? —Haru lo empujó, logrando que este también terminara todo sucio, aún más con su uniforme blanco.

—¡Haru! —Ambos se miraron un buen rato.

 

Haru rompió en un ataque de risas que en poco tiempo el otro niño siguió. Cómo no contagiarse de esa maravillosa risa. Hasta la persona más triste del mundo sería feliz con solo escucharla.

 

—Así está mejor. Te ves más lindo —El pequeño, sin saber qué decir ni hacer, se limitó a intentar esconder su bochorno en inofensivos insultos mientras sentía un calor repentino en sus mejillas sonrojadas durante todo el camino de regreso a sus casas, donde les esperaba un seguro regaño por quedarse a jugar hasta tarde en el parque frente a la escuela y llegar en semejantes fachas.

 

De regreso al presente, ahí estaba. Esa persona que siempre lo cuidó, siempre lo quiso y nunca lo lastimó. ¿Cómo iría a buscar la cura a sus aflicciones en los brazos de su más perfecto amor?

Su mejor amigo, su persona incondicional. Su persona ideal, la que nunca le podría faltar. Qué triste que no estuviese enamorado de él como lo deseaba. Pero el corazón no elige amar, solo ama. Qué desgracia.

 

—No puedo, Kai. De verdad, no puedo.

 

Mientras morimos juntos tú y yo.

Me siento y lloro.

No hables, yo sé lo que estás diciendo.

 

Fue tan frágil su resistencia que ya no pudo más. Cayó de rodillas y lloró como hacía tanto tiempo ya no lo hacía. Y como cuando eran niños, el rubio se acercó. Esta vez no fue para ayudarlo a levantarse, sino para sostener junto a él su pena.

 

—Kai, perdóname. Por favor, perdóname  —Quería, cuánto quería guardar todo adentro, pero tantos años intentando hacerlo y llorar solo entre cuatro paredes eran una carga muy pesada que tarde o temprano le cobraría sus fuerzas.

 

Después de tanto tiempo, ahora por fin estaba en brazos de quien lo amara sin condiciones, sin reglas, en quien sí podía confiar aun cuando anduviera a ciegas. Y más le dolía llorar su profunda pena frente a aquel que tanto lo quería, que por el flagelo que su propio corazón le causaba al sentirse incapaz de dar o recibir atisbo alguno de amor.

 

Así que por favor deja de explicar.

No me lo digas porque me hiere.

No, no hables.

Sé lo que estás pensando.

No necesito de tus razones.

 

—Haru. Tranquilo. No necesito de tus razones pequeño. Ya no hables más. Shhh. Ya no hables más —Lo cobijaba con cuidado, con amor, con devoción y pasión; aquella pasión libre de pecaminosos deseos era tan solo la pasión de un joven corazón enamorado que anteponía el bienestar de quien temeroso y frágil se hallaba en sus brazos a su propia felicidad.

 

No me lo digas porque me hiere.

Todo está terminado.

Tengo que parar de disimular quienes somos.

 

—No hables más. Yo te entiendo. Yo estoy aquí para ti, y no me iré a ninguna parte aunque me lo pidas. Ya no hables más, yo sé lo que estás diciendo. Tú y yo podemos sentir que estamos muriendo. Pero no es así pequeño, no lo es. Deja de dar explicaciones, porque no hacen falta, entre nosotros sobran las palabras, solo...solo no me alejes ¿Sí? —Haru solo se aferró a su camisa, apretándola entre sus puños como respuesta— Y, ¿sabes? No tienes opción. No es una pregunta. Yo seguiré estando cerca de ti, siempre a tu lado. Tranquilo. Todo lo que tienes que saber es que si tú estás bien, yo lo voy a estar. Solo eso, y nada más. Ya no hables. Yo te entiendo y no me cansaré nunca de decírtelo, lo haré las veces que sean necesarias. Todo va a estar bien. Vas a estar bien. Lo estaremos. Vas a ver —Qué lejano estaba en esos instantes su corazón de alcanzar esa verdad. Por él haría lo que fuese, por una sola sonrisa suya. Era todo lo que quería: su felicidad.

 

Un corazón encontró un poco de alivio a su dolor mientras otro se comenzaba a romper poco a poco, y en silencio, aquella noche.

 

 

Continuará...

 

 

Notas finales:

1) Cosplayers: El Cosplay (????, Kosupure), contracción de costume play (juego de disfraz),? es una especie de moda representativa, donde los participantes, también llamados cosplayers, usan disfraces, accesorios y trajes que representan un personaje específico o una idea.


 


2) Maids: Meido (???, Meido) (fonología japonesa del inglés "maid" (sirvienta, mucama)) es un término utilizado en la jerga de algunos otaku o fanáticos de manga y anime para referirse a un tipo de personaje femenino común en el manga y anime que trabaja de sirvienta o criada.


 


3) Es la pulsera que Kai le regaló a Haru:


https://www.facebook.com/LadyTrifecta/photos/a.388992427886372.1073741825.312428402209442/1688013717984230/?type=3&theater


Inscripción: ??????????? (itsumo anata no soba ni iru)= Siempre estaré a tu lado


 


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