Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, muchas gracias por leer el capítulo. Sary, muchas gracias por comentar.

Música del capítulo:

https://www.youtube.com/watch?v=su592w_NQ8Q

3 doors down - When i'm gone

 

 

¿Qué haría? ¿Lo besaría? Todo su cuerpo temblaba. Su corazón se resquebrajaba en una agridulce letanía. Pero no podía, no debía. Antes morir que lastimarlo. ¿Lo lastimaría?

Sí, ese corazón puro, noble, inocente e ingenuo era del que se había enamorado, pero no le pertenecía. Lo ama demasiado. Son sus sentimientos los que cuentan, no los suyos.

 

 

 

—Si te sigues sintiendo mal, será mejor que nos quedemos.  —Lo abrazó desde atrás, depositando un beso sobre su nuca y rodeando su cintura en un intento de que se quedara quieto y dejara de ir de un lado a otro de la casa en la que ya hacía veintidós años y ocho meses que vivían, guardando en ella los mejores recuerdos de sus vidas.

—Zen, no seas idiota. Ya le dijimos a los chicos que iríamos. ¿Recuerdas lo que le dijiste a Yoshiyuki cuando te dijo que su grabadora se había descompuesto? Si mal no recuerdo era algo muy parecido a: "No te preocupes, llevaremos la nuestra".

—Eso tiene solución, los llamamos y...

—Entonces no deberías andar recaudando compromisos por doquier en primer lugar, pedazo de irresponsable. Anda, déjame terminar de vestirme que si seguimos así no llegaremos nunca —protestaba en vano en un inútil intento de zafarse de su acosador personal: su manoseador esposo, quien desde luego no parecía dispuesto a cumplir con su petición afianzando un poco más el agarre en su cintura y besándolo desde el hombro, pasando luego por el cuello, las mejillas, hasta llegar a aquellos apetitosos y lugar de la perdición que eran sus labios.

—¡Mmph! ¡De-deja de ha-hacer e-eso! —Los besos que empezaron suaves ahora eran demandantes y posesivos, abriéndose paso dentro de su boca tan deseada desde siempre. Introdujo su lengua para saborear su interior y encontrarse con la suya, dejándose llevar con un fantasmal arrepentimiento. Ya había perdido. Cada vez que aquellos exquisitos y finos labios lo asaltaban su férreo carácter se rompía en mil pedazos con insufrible deleite.

—Di que te gusta y...así...te libero —continuó con nula intención de dejarlo escapar.

—Me gusta...y mucho. —Takafumi tomó entonces el rostro de su esposo entre sus manos para profundizar un beso ante la sorpresa agradable y extraña reflejada en esos ojos almendrados en donde se extraviaba su cordura, arremetiendo su lengua por dentro, esta vez explorando cada recoveco con atrevido placer para luego volver a delinear sus labios, ir por su húmeda y ansiada boca; por dentro y por fuera, doblegando (como sólo él sabía hacerlo) al editor en jefe de la revista Japun(1).

—Hmmm, no eres divertido. Tenías que dejarme ganar. ¿Cuándo te has vuelto tan descarado?—Se quejó, sus cachetes haciendo mofletes, señal de una dulce indignación.

—Desde el día en que me casé contigo. Fue en ese preciso momento en que perdí lo poco de razón que me quedaba.

—"Jaja" —dijo pausadamente, en tono sarcástico—. Bien que fuiste el que más disfrutó de la luna de miel, cariño, ¡Takafumi! —No pudo continuar con su perorata debido a que en ese mismo instante su esposo perdía el equilibrio ante sus ojos y lo sostuvo justo a tiempo antes de que se estrellara contra el buró de al lado de la cama—. ¡Hey, Takafumi! —pero este no respondía, aparentemente inconsciente. 

Con cuidado lo recostó en la cama, mientras no dejaba de llamarlo, entre preocupado y asustado, esperando con débil paciencia a que despertara.

—Takafumi, hey. Takafumi, despierta. Vamos, amor. —Con suaves y ligeros golpes en la mejilla intentaba hacer que reaccionara; de un momento a otro había perdido todo el color de su rostro.

—¿Zen? ¿Qu-Qué... pasó? —Poco a poco la oscuridad delante de sus ojos se iba disipando con dificultad, mientras el rubio tomaba sus manos con aprensión y absoluta devoción.

—Sufriste un desmayo. Hey, ¿cómo te sientes?

—No exageres. Sólo fue un mareo. Todo se me oscureció repentinamente, pero no podía dejar de escucharte.

—¿"Sólo un mareo"? —Lo apremió con incrédula expresión. De veras que se había casado con la persona más terca del mundo— A mí no me vienes con cuentos chinos. Ya van casi diez días que no te has estado sintiendo bien. A mí no me engañas. —El regañado suspiró cerrando brevemente sus ojos.

—Lo siento. Pero, Zen...

—¡Nada de peros! ¿Y por qué se supone que me ocultabas? Llamaré a los demás. No iremos a ninguna parte, no contigo en este estado. Más bien, sí iremos a un lugar. Nos vamos al hospital de inmediato.

—Ay, no. Ya basta, mamá. Justamente no te lo dije para que no te pusieras así de loco. Claro que iremos a la obra.

—Que no.

—Que sí.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

—Te lo advierto. Si sigues de necio llamaré a los chicos, a tu madre e incluso a Hiyori y les informaré al respecto, a ver qué opinan. —Sabía perfectamente el control que Hiyori ejercía sobre él, así que era su mejor tirada.

—Eres un demente chantajista —susurró molesto y finalmente derrotado. El vencedor se acercó a sus labios para besarle mientras que con una mano alborotaba sus cabellos.

—Y así me amas. Sólo no quiero que te pase nada malo. Ya sé lo que es pasar por el miedo de perderte y no estoy dispuesto a volver a pasar por ello. —El pelinegro se vio completamente derrotado por culpa de esos ojos en donde se hallaba su reflejo. No pudo evitar que su corazón enamorado cediera ante aquella muestra de la más pura devoción. El cariño y el amor que le daba eran mucho más grandes que su estúpida necedad. Acarició los cabellos rubios de su esposo, profesándole en aquel pequeño acto todos los sentimientos que guardaba y pertenecía solo a él, para él. Y con inclemente y calmante seguridad ante los miedos de quien tanto lo cuidaba y amaba, le dijo:

—No me vas a perder. Ya no pienses en eso, ¿Va? Te amo, idiota narcisista. —Aquellas dos y simples palabras, que aún lo colocaban de cabeza y agitaban con violencia su corazón, eran su más absoluta verdad y la exacta dosis de morfina para todos los males que podría sentir.

—También te adoro.

—Pero no iremos al hospital. —Por alguna estúpida razón creía que podría controlarlo más allá de lo que podía, pero lo que aún no asimilaba es que sus límites se encontraban justamente en su persona.

—Ah, no, ¿ahora quién es el chantajista? Mañana a primera hora iremos. De eso no te libras. —Entre besos, caricias y dulces protestas fue desvistiéndolo para colocarle una ropa más cómoda y aunque la traviesa tentación se hizo presente, esa noche sólo se dedicó a cobijarlo, saboreando son deleite sus quejas e insultos hasta que, rendido, quedó finalmente dormido a los pocos minutos, claro, luego de unos pequeños susurros:

—Zen...avísales... a Sora y a Kai.

—Claro, no te preocupes. Que descanses mi amor —susurró con una placentera y triunfante sonrisa, con el corazón enternecido. Cómo adoraba verlo dormir; en ese estado era hasta la persona más indefensa y adorable del mundo. Poco después le siguió en sus sueños, no sin antes depositar un beso en su cuello, afianzar el agarre de sus brazos alrededor de su cintura y acomodar sus piernas junto a las suyas—. Te amo tanto.

 

 

 

 

Los preparativos ya habían llegado a su fin. No obstante, las revisiones nunca estaban por demás. El teatro del colegio se comenzaba a llenar; docentes, padres, amigos y familiares, expectantes y ansiosos, deseaban que la obra de teatro, por el final del año escolar, por fin diera inicio. 

Habían sido unos arduos meses de preparación, ensayos y un exhaustivo ir y venir de recorrer las diferentes tiendas de Tokio para conseguir la indumentaria necesaria, la vestimenta adecuada, accesorios de utilería y demás cosas necesarias para la decoración y el montaje. 

El escenario, aún bajo telones, estaba elegantemente preparado, recreando aquel ambiente ideal para el encuentro de los más grandes conflictos entre los Capuleto y Montesco, en donde una trágica historia de amor sería la protagonista que se inmortalizaría una vez más a través de los jóvenes y apasionados actores que reencarnarían a los personajes en escena.

—¿Crees que Ritsu esté bien?

—También te quedaste preocupado, ¿no?

—Pues claro —Chiaki y Yuu fueron los primeros en llegar y acomodarse en sus lugares en la tercera fila en donde tenían sus asientos enumerados junto al resto de sus amigos.

—¿Hemos llegado muy temprano o qué? ¿Dónde están los demás? Somos los primeros. Esto es increíble, tomando en cuenta de que vine contigo. Debe de ser un récord.

—Hey, Yuu...

—Yo también estoy preocupado.

—Takeshi y Haru no saben nada, ¿no?

—Takano quiso decírselos, pero Ritsu no estuvo de acuerdo. Si lo supieran, Haru dejaría todo, incluso su trabajo, para acompañar a Ritsu a sol y sombra. Takeshi no se quedaría atrás, volvería a mudarse a la casa de sus padres sólo para cuidarlo mejor.

—¿Te parece bien que no se los diga? Es que veo a Ritsu tan desanimado. De seguro los extraña, ahora más que nunca.

—Chiaki, aun cuando no nos parezca, ¿qué cambiamos con eso tú y yo? O cualquiera, se trata de su vida y de su familia. Ellos deciden.

—Pero te pregunté qué piensas tú. Yo no concibo la idea de que Dai o Aoshi dejen la casa. Aunque lo he pensado.

—Oh, entonces sí que es grave.

—¡Yuu! Hablo en serio. —Yuu rió. 

—Lo lamento. De verdad, Chiaki, es la ley de la vida. Nuestros hijos no nos pertenecen, algún día tendrás que dejarlos irse y no te quedará opción.

—¿También piensas lo mismo de Yue y Yuki?

—Ah, no. Yue se irá de la casa cuando se case y Yuki...pues haré que viva con nosotros cuando lo haga. Sí, es lo mejor, también con Yue, así vivimos todos juntos. Además tenemos una casa grande.

Chiaki rió ruidosamente al ver a su amigo en el papel de mamá gallina. 

—Ahora entiendo la frase: "El pez cae por su boca".

—Pues sí. —No pudo evitar evocar una agridulce sonrisa. Sabía que tarde o temprano sus muchachos lo dejarían para vivir sus vidas, aun así deseaba con fervor que ese día nunca llegara y que si lo hiciera fuera más tarde que temprano, cosa que no ocurriría, pues para él nunca sería lo suficientemente "tarde" como para separarse de ellos.

—Sigo pensando que les debería decir. ¿Qué pasa si el tratamiento no funciona?

—Ay, Chiaki. Ya estás torturándome también a mí. ¿Desde cuándo te has vuelto tan pesimista?

—No es pesimismo Yuu, se llama realismo. Y lo hice desde el día en que supe que estaba embarazado de Dai. Aunque no lo creas, hasta yo puedo darme algunos golpes con la realidad y reaccionar en ocasiones, ¿lo sabías? —¿Cómo podría olvidarlo? Aquella época había sido la más difícil de enfrentar para ellos, tanto como para Yoshiyuki y Chiaki, como para Kanade y Yuu. Si bien había sido quizás la etapa más oscura por atravesar para Chiaki, también había sido la más feliz. Lo había ganado todo, y casi perdido hasta más de lo que tenía.

El rubio rió, pero esta vez de manera condescendiente con su mejor amigo, encantado por el sabor de nostalgia que sentía. Estaba completamente seguro de que Chiaki también lo sentía. Era extraño y a la vez dulce lo mucho y nada que había cambiado este en cuanto se hizo madre, pero el cambio no solo se había dado en él. Quizás todos habían cambiado a su manera al convertirse en padres.

Si bien Chiaki seguía conservando su carácter inocente e infantil y seguía siendo como un niño: malcriado, dulce, incrédulo, ingenuo y despistado; con sus hijos era casi otra persona distinta, cabe resaltar, casi. Pero finalmente había conocido el significado de la palabra responsabilidad, e incluso llegaba a ser estricto con ellos, aunque nunca llegaba más allá de los retos. Era Yoshiyuki el que imponía los castigos aun cuando Chiaki se lo tenía estrictamente prohibido pues era él quien se pasaba cuidando de sus hijos mientras su esposo no podía verlos en casi todo el día debido a su trabajo. Pese a todo ello, sus hijos siempre le ganaban la batalla a su madre con unos cuantos besos y disculpas sinceras. Claro, era exigente, pero Daisuke y Aoshi sabían muy bien como sobrepasar aquel límite. Siempre malcriados por su Chiaki, se habían acostumbrado a resguardarse con él cuando su padre los quería "injustamente" reprender o castigar por alguna travesura ida de las manos.

Aun con todo, Yuu no dejaba de pensar en lo interesante y hasta divertido que resultaba cuando se daban cuenta de los estragos que esos mocosos habían hecho en sus vidas, convirtiéndolos a ambos en "mamás policías y malcriadoras" al mismo tiempo.

Yuu rompió en sonoras carcajadas.

—¿Qué es tan gracioso, Yuu?

—Nada, nada. Que eres lindo, nada más. —El aludido, entre confundido y molesto, presentó un ligero sonrojo por culpa de la actitud tan despreocupada de su amigo. Yuu no perdía oportunidad de molestarlo "inocentemente" con pequeñas bromas a la vez que acariciaba sus cabellos, recordándose a sí mismo que seguía siendo el mismo chico del que se había enamorado en secundaria, y que sólo la edad, un esposo amargado y unos hijos hermosos (no tanto como los suyos) eran toda la diferencia que marcaban el paso de los años. Tampoco podía negar que, en parte, la razón de molestar a su amigo se debía a que lograba enojar con facilidad al "ogro" de su esposo; la verdad a medias era que desde que había superado su crisis de enamoramiento no correspondido por Chiaki, se había percatado de lo divertido que resultaba hacerlo enfadar. Sí, definitivamente ese era uno de sus pasatiempos favoritos.

 

 

 

 

—Es genial que hayamos podido terminar justo a tiempo, ¿no te parece, Hatori? —Aquella sonrisa imborrable, más que molestarlo, le producía escalofríos. Jamás sabía qué era lo que estaba cruzando por la cabeza de su compañero. Siempre indescifrable, siempre enigmático. Ni podía adivinar nunca el verdadero significado de su sonrisa: si era sincera, sarcástica o simplemente una máscara para ocultar debajo de ella su verdadera esencia. Esta vez estaba bastante cansado para reflexionarlo. Si el día ya no había sido lo suficientemente largo y pesado, resultó que tuvieron que llegar juntos al colegio de sus hijos.

—Gracias por traerme. El auto justo tuvo que descomponerse esta mañana. Qué mala suerte, ¿no lo crees?

—Oh, vaya que sí lo creo. No es nada. —Aquellas palabras quizás no llegaron al entendimiento de su compañero, sólo quizás. No es que se llevaran precisamente mal. Simplemente no había una relación, ni siquiera de amistad entre ellos dos, a pesar de todos esos años de ser compañeros de trabajo. 

Yoshiyuki Hatori al ser una persona de pocas palabras, literalmente no llevaba una relación más allá de lo laboral con nadie, a excepción de Masamune, con quien siempre había mantenido un vínculo más cercano, quizás ello se debiera a que era el único que conocía la verdadera identidad de la famosa mangaka Yoshikawa Chiharu, quien compartía cuerpo, alma y talento con nada más más ni menos que su esposo. 

Aparte de Masamune, logró entablar una relación de amistad de igual manera con Takafumi Yokozawa, y con Kirishima Zen consecuentemente, desde el día en que por azares del destino decidieron compartir recetas y técnicas de cocina, hacía ya varios años, en ocasión del cumpleaños de la hija de Zen.

—Oh, veo que esos dos se estás divirtiendo —Kanade comentó al divisar a su esposo junto a Chiaki—. ¿No sería una pena interrumpirlos? —Era ese punto exacto el único que compartían en común. Sin necesidad de conocerlo en profundidad, comprendió de inmediato la advertencia y se percató de la rabia reprimida e impresa en su frase en cuanto llegaron y observaron a los dos amigos conversando amenamente, al mismo tiempo que Yuu acariciaba los cabellos de su esposo.

—¿Se puede saber qué es tan divertido? —indagó peligrosamente Yoshiyuki, en cuanto ya habían llegado junto a ellos, con una sonrisa dibujada en su rostro que de verdad infundía verdadero terror proviniendo de su persona.

—¡Tori! Creímos que ya no llegaban.

—Oh, sólo rememorábamos viejos tiempos, Yo-shi-yu-ki-san —Fue Yuu quien le respondió, entre divertido y desafiante, provocándolo con la mirada, como era costumbre en cada enfrentamiento que tenían—. ¿Ya sabes a lo que me refiero, no?

—Sinceramente creo que no, lo siento. Seguramente fue algo sin mucha importancia. —No estaba dispuesto a perder terreno esta vez, pero de lo que no terminaba por darse de enterado es que ya había caído ante su provocación.

—Oh, cómo olvidarlo. Si fue entonces cuando, gracias a estos dos tórtolos, llegaste a mi vida mi amor —Kanade intervino con desvergonzada seguridad y naturalidad mientras se acomodaba en su asiento, junto a Yuu, en cuanto Chiaki se levantó para saludar a su marido.

—Ah, Kanade, ¿qué te he dicho de esta costumbre tuya de ser empalagoso y toquetón en público? —Se quejaba mientras intentaba zafarse sin éxito de sus garras alrededor de su cintura, y de sus besos. Curiosamente, sus mejillas se tornaron de un bonito sonrojo— Arg, Kanade, ya basta. 

—¿Qué? Si sabes que te excita.

—¡Ya! —Perturbado, y con la estabilidad perdida, se lo advirtió de la única manera en que podría hacerlo, susurrándole al oído— Compórtate, o no tienes sexo esta noche .—A lo que el amenazado, sin chistar, le respondió también en voz baja:

—Entonces deja de enloquecerme con estos celos y sonríe sólo para mí esta noche.

—Eres todo un caso.

—Y así te traigo rendido —reafirmó son su implacable sonrisa, besándolo con propiedad.

—Shhh, dejen de susurrar. La obra ya va a empezar —Les dijo Yoshiyuki, ya más calmado, sentado al lado de Kanade a su derecha y con su esposo a la izquierda, quien se hallaba con su mano entrelazada con la de él y su cabeza recostada en su hombro, ya completamente absorto en el acto el cual daba inicio con unas palabras del director del colegio—. Además, yo que tú le hacía caso a tu esposo; ninguno de los presentes queremos verlo molesto.

—Tú deja de escuchar conversaciones ajenas.

—Y ustedes dejen de toquetearse en público. Para eso hay reservados.

—Ya, ya. No peleen —Yuu intentó amilanar sus ánimos en medio de un campo de guerra—. ¿Qué tal si se llevan bien sólo esta noche o al menos lo fingen?

—¿Yo? ¿Llevarme bien con él? ¡Jamás! —declararon los al unísono.

—Tori. Ya empieza. —Chiaki demandó sutilmente su atención.

—¿Y Ritsu y Masamune? —preguntó Yoshiyuki.

—No vienen.

—¿Tampoco?

—¿Eh?

—Es que tampoco vendrán Takafumi y Zen. Sora acaba de enviarme un mensaje avisándome, por lo de la videocámara.

—¿No te dijo por qué?

—No.

—Hmmm. Entonces, ¿quién tomará las fotos? Dejé mi cámara en casa. La videocámara la tenemos descompuesta.

—Sora me dijo que habló con Takeshi. Le dijo que no tendría problemas.

—Waa, genial. Mucho mejor si tenemos a un fotógrafo profesional, y gratis.

—Oye, ¿quién te dijo que sería gratis?

 

Poco tiempo después de haber empezado, llegaron para unírseles Shouta y Kou, luciendo un poco desaliñados, nadie supo el por qué, aunque tenían sus apuestas. 

 

 

Un poco apurados, para no perderse de nada, llegaron al lugar un rubio con cierto aire de nostalgia y tranquilidad junto a un chico de ojos esmeraldas, luciendo realmente emocionado y ansioso.

—Hey, tranquilo pequeño. Llegamos justo a tiempo, ¿ves?

—Tsk —Haru rechistó, un poco frustrado—.  Es que no veo nada. Rayos, ya apagaron las luces. Pero sí, tal parece que somos los primeros en llegar. 

—¿Entramos? ¿O los esperamos afuera?

—Hmmm —Parecía estar en un verdadero debate mental—. Mejor entramos para guardar los lugares. Quiero ver la actuación de los chicos. Además, conociendo a mi hermano y a Taiki... definitivamente sí. Entremos. —Inconsciente de su acto, tomó la mano de Kai con firmeza, guiándolo hacia el interior, agitando de paso imprudentemente el corazón de su amigo.

—Ay, Haru. —Suspiró para sí, con masoquista pesar y una sincera sonrisa.

 

 

 

 

—¡Apúrate, Takeshi! Ya ha pasado media hora desde que empezó. Tengo la ilusión de llegar para el final- Quiero ver la última escena de Yuki.

—Ya, ya —pronunciaba con desesperante tranquilidad para su exasperado novio—. ¿Por qué no te adelantas mientras busco un lugar para estacionar? Esto está imposible.

—¿Y que te coman vivas las brujas de allá? —Justo en ese momento podían divisar la entrada del teatro en donde unas chicas de segundo y último año charlaban entre sí, y una de ellas fumaba un cigarro—. Ni loco.

—Alucinas, Tai, amor. Hey, mira, por fin alguien sale. —En pocos minutos lograron ubicarse y estacionar el auto. Taiki siguió dándole sus razones.

—Son esas zorra las que alucinan contigo. ¡Ja!, me dan lástima.

—¿Dijiste al...? —En ese instante, Takeshi recibió un mensaje de Daisuke e iba a revisar su móvil— ¡Mmph! —En un no muy desagradable ataque, sin haberse enterado del momento preciso en que su novio ya había agarrado y acomodado sus manos alrededor de su cintura, Taiki se había colocado de puntillas luego de apoyarlo contra el auto, rodeó su cuello con sus brazos y besó sus labios con demandante atención, y una sensual y avasallante necesidad, devorándolo en pocos segundos, disfrutando del contacto con sus lenguas y el exquisito sabor de su aliento y humedad mientras las chicas los observaban, con cierto asombro algunas, otras estaban hechas una furia, muriendo de una para nada sutil envidia.

—¿Qué haces? —preguntó con una sonrisa asombrada pero contenta por la inesperada sorpresa.

—Dejarles en claro que pierden el tiempo viéndote. Eres mío. ¿Qué? ¿Te molesta?

—No me desagrada en absoluto.

 

 

 

 

—¿Seguro no quieres quedarte a seguir jugando play? —Luego de un breve ensayo, con Daisuke acompañándolo en el bajo y aprovechando la ausencia de Hatori, decidieron descansar un poco y matar el tiempo con vídeos juegos. Pero no había caso, no tenía concentración, no podía pensar en nada más que en el chico de ojos esmeraldas que hacía que latiera su corazón y respirara.

—Dai, ya no puedo esperar por más tiempo, lo juro. Debo hablar con Haru.

—¿Ya lo pensaste?

—¡Lo he pensado mil veces, cada noche y cada día desde que se fue hace cuatro años, Dai!

—Ya, ya. Oye, no te la agarres conmigo.

—Lo siento. —Suspiró con ansiedad y se llevó el cabello hacia atrás, desesperado, caminando de un lado a otro de la habitación. El control estaba muy lejos de ser recuperado.

—Son todo un caso. Sabes que sólo me preocupo por ustedes, ¿verdad?

—Lo sé —Lo miró, dedicándole con la mirada una sincera disculpa—. En serio, perdóname, estoy fuera de mí.

—Ya me di cuenta, eh. Qué cosas. Yo nunca me enamoraré. Estaría demente como para hacerlo y terminar... —Lo miró de arriba abajo exponiendo su deplorable y lamentable estado— así.

—Ay, Dai —Sonrió un poco, como quien no quiere pero con inevitable sarcasmo y compadecido de su amigo, y de sí mismo—. No es algo que puedas controlarlo. Mierda —Se apoyó en el alféizar de la ventana y observó el cielo estrellado, dándole por unos momentos la espalda a su amigo—. Es la cosa más maravillosa y terrible que puede pasarte en esta vida —Se llevó una mano al pecho en donde todos sus temores se enredaban entre sí junto con su inmenso cariño esperando a ser tomado—. Cuando lo haces, cuando te enamoras, es cuando ya perdiste la batalla. Sólo quieres verlo, abrazarlo, besarlo, ver su sonrisa, verlo feliz, maldición, sin importar qué. —Dai aprovechó el momento para enviar un mensaje a Takeshi, avisándole que estaba con Sora y que este estaba dispuesto a todo para hablar con Haru esa misma noche. Casi se sentía culpable, pero sabía que esa no era la mejor noche para que lo hiciera y aunque quisiera no tenía mucho por hacer para impedírselo.

—¿Lo quieres demasiado, no?

—Daría la vida por él. Sin embargo no pude protegerlo ni siquiera de mí mismo. Dai, Haru para mí es el sentido de mi vida. La luz que me guía cada día a cumplir mis sueños.

—Maldito loco romántico.

—Algún día sabrás lo que se siente. —Lo miró de frente con vehemente seguridad.

—No lo quieran los demonios, eh. Que se te achicharre esa boca tuya.

 

 

 

Aquellos besos hacían a uno olvidar de su deseo de entrar, y a otro las advertencias que le habían llegado; hasta que un segundo mensaje los interrumpió. A regañadientes Taiki se separó de los labios de su apuesto novio. 

—¿Qué pasa, Takeshi?

—Oh, por los mil demonios. —Fue su primera expresión al revisar el nuevo mensaje.

—¿Amor?

—Tai, necesito que distraigas a Haru.

 

 

 

 

"...Ojos, lanzad vuestra postrer mirada;

vuestro postrer abrazo, brazos míos;

labios, vosotros, puertas de la vida,

a sellar con un beso inmaculado

mi pacto eterno con la muerte ansiosa".

Inmovilizado, no prosigue, ¿no quiere? No, más bien no puede.

 

 

—¿Qué sucede? —pregunta Chiaki desde la audiencia, esperando porque alguien entendiera aquella bizarra escena.

—No lo sé, pero ese muchacho no se ve para nada bien —responde Hatori.

—Yuki —Con el corazón advirtiéndole, Yuu estaba a punto de levantarse e ir por él, pero fue detenido por Kanade— ¿Qué?

—Esperemos un rato.

—¿Por qué?

—Yuu. —Con esa sola palabra y esos ojos, esos mismos ojos que le devolvieron la confianza y la tranquilidad que creyó nunca recuperaría, le aseguró que primero debían ver aquello, antes de hacer nada al respecto.

—Está bien.

 

 

 

 

—¡Maldición! No debí dejarlo actuar. Sabía que esto ocurriría, ¿soy un idiota o qué?

Él quiso confiar, quiso creer, pero antes que haber considerado su propio sentir, debió entender tan sólo con verlo a los ojos, aquellos hermosos ojos caoba irradiaban tristeza y dolor.

—Es mi culpa, ¿verdad?

—¿Qué demonios? ¿Yue? ¿Qué haces? Me asustaste.

—Es mi culpa que Yuki esté sufriendo, ¿verdad? —reflexionó ante aquella pregunta que no tenía ni pies ni cabeza, a no ser que...

—Yue, tú, ¿lo sabes?

—¿Que está enamorado de Aoshi? Sí, siempre lo supe. Sé que soy un imbécil. Debí hablar con él antes de hacer nada. Pero créeme que jamás imaginé que sus sentimientos fueran así de profundos.

—Yue, Yuki, él... —¿Debía decirle? Sí, desde luego que sí. Era su deber. Pero por algún motivo no pudo— no puedo permitir que siga soportándolo.

—Lo quieres demasiado.

—Sí —Recién reparó en que Yue lo sabía—.  Hey, ¿cómo lo sabes? ¿Eres un brujo o algo así?

—No. Sólo soy observador. Shin, te lo pido, cuida de Yuki. Yo no he sabido hacerlo —Aunque sólo se llevaran meses de diferencia, para él Yuki siempre sería su hermanito menor, y aunque no lo demostrara mucho, le dolía en el alma provocarle aquel dolor, pero Aoshi era su vida misma y ya no concebía la vida sin él.

—No hace falta que me lo digas. Yue, lo que en estos momentos debemos hacer es...

—Sí. Hagámoslo.

—Sí. Definitivamente eres brujo.

 

 

 

"Ojos, lanzad vuestra postrer mirada;

vuestro postrer abrazo, brazos míos;

labios, vosotros, puertas de la vida,

a sellar con un beso inmaculado

mi pacto eterno con la muerte ansiosa".

 

Inmovilizado, no prosigue, ¿no quiere? No, más bien no puede.

¿Qué haría? ¿Lo besaría? Todo su cuerpo temblaba. Su corazón se resquebrajaba en una agridulce letanía. Pero no podía, no debía. Antes morir que lastimarlo. ¿Lo lastimaría?

Sí, ese corazón puro, noble, inocente e ingenuo era del que se había enamorado, pero no le pertenecía. Lo ama demasiado. Son sus sentimientos los que cuentan, no los suyos.

Hay otro mundo dentro de mí,

que tú nunca puedes ver.

Hay secretos en mi vida que no puedo ocultar.

—¿Yuki? ¿Estás bien? —murmuró Aoshi, aún ignorante de lo que provocaba, con los ojos cerrados, desde su lecho en donde ahora sólo era Julieta esperando por su Romeo en los gentiles brazos de la muerte.

En alguna parte en esta oscuridad hay una luz que no puedo encontrar.

Quizá está demasiado lejos, o quizás sólo estoy ciego.

¿Cómo dejar de amarlo cuando todo su cuerpo dolía de esa manera por él?

Quizá sólo estoy ciego.

—Perdóname, Aoshi. —Palabras cargadas de dolor, pero de un inmenso amor sin dueño, encadenado al olvido. Tan triste y tan real. Próximos estaban sus labios de ser unidos, y su corazón de convertirse de pedazos a cenizas en tan sólo un soplido.

Así que abrázame cuando estoy aquí.

Ámame cuando esté equivocado.

Abrázame cuando esté asustado,

y ámame cuando me haya ido.

—¡Yuki, no lo hagas! —pidió Shin, suplicante y agitado. Acababa de subir al escenario pese a que intentaron detenerlo; ayudado por Yue logró su cometido.

—¿Shin? ¿Qué...?

—Te quiero, siempre te he querido. No lo beses. Por favor, no lo hagas. Ven conmigo. —Le extendió la mano esperando a que se la agarrara, rogando por ello, arriesgándose a perderlo todo a cambio de nada.

La espera se hizo eterna.

—Di algo, por favor, cualquier cosa.

—Shin, ¿por qué? No...no sabes lo que dices. Lo hiciste por impulso, ¿verdad? Gracias. Sé que te preocupo pero no quiero ser la obra de caridad de nadie, ni siquiera de ti.

Todo lo que soy y todo lo que necesitas.

También seré el que querrías que fuera.

Nunca te dejaré caer, incluso si pudiera renunciaría a todo sólo por tu bien.

¿Por qué debía ser de aquella manera? Dolía, en serio que dolía. Pero era mayor su amor.

Así que abrázame cuando estoy aquí.

Ámame cuando esté equivocado.

Puedes abrazarme cuando estoy asustado.

No siempre estarás ahí.

—¡Maldita sea, Yuki! —Sin pensarlo, sin meditarlo, sólo actuó conforme a los deseos de su egoísta sentimiento. Se acercó hasta el objeto de su sublime sufrir y, tomándolo de los brazos, lo levantó de donde estaba arrodillado al lado de su Julieta— ¡No eres la obra de caridad de nadie!

Y ámame cuando me haya ido. Ámame cuando me haya ido.

Cuando tu siguiente tipo de educación no pueda ver bajo mi piel,

no te diré ni una maldita cosa que no les diría a mis amigos.

Vagando por esta oscuridad estoy vivo pero estoy solo.

Una parte de mi está luchando contra esto

Pero una parte de mí se ha ido.

—¡Eres el chico que amo! —Ante los ojos atónitos de Yuki, y sin preparación para ello, su boca fue asaltada por unos labios demandantes, necesitados, cálidos y amorosos, llevándose incluso con ellos el sabor de sus lágrimas derramadas. Frente a todos, Shin tomó de su mano y lo instó a bajar del escenario con él y así desaparecieron tras bastidores. 

Abrázame cuando estoy aquí.

Ámame cuando esté equivocado.

Abrázame cuando este asustado, y ámame cuando me haya ido.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Notas Explicativas:

1) Japun: Es el nombre del departamento de manga shonen dentro de la editorial Marukawa. Sh?nen es la categoría del manga y anime dirigida especialmente a varones jóvenes (Ej. Naruto, One Piece, etc.).

 

 

A continuación, les vuelvo a dejar los nombres de los personajes. Sobre todo para que se puedan guiar y no se enreden con tanto nombre. Los que están subrayados son los personajes originales de la serie, es decir, los padres. Debajo de ellos, sus hijos, y todos ellos son mis personajes originales. Recuerden que en Japón, por una cuestión de formalidad, primero se dice el apellido (Takano) y luego el nombre (Masamune, Takeshi o Haru).

Takano Masamanue & Onodera Ritsu:
1. Takano Takeshi -22 años-
2. Takano Haru -20 años-

Kirishima Zen & Yokozawa Takafumi:
1. Kirishima Kai -21 años-
2. Kirishima Sora -20 años-

Hatori Yoshiyuki & Yoshino Chiaki:
1. Hatori Daisuke - 22 años-
2. Hatori Aoshi -17 años-

Yukina Kou & Kisa Shota
1. Yukina Shin -18 años-

2. Yukina Taiki -17 años-

Mino Kanade & Yanase Yuu:
1. Mino Yue - 18 años-
2. Mino Yuki - 17 años -

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).