Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

YOUTHFUL HATSUKOI por Lady Trifecta

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capítulo dedicado a mis lectoras. Sin ustedes no soy nada. 

Las amo.

 

 

Música del capítulo:

https://www.youtube.com/watch?v=h3Dl4VQasO4

Nickelback - I'd Come For You

 

 

Ayer te amé. Ayer te adoré, te odié y te lloré.

Pero eres nada más que un sueño agridulce del que quiero despertar.



—Despierta mi Julieta, que la muerte es absurda para tu belleza y la vida no es vida si no la vivo contigo. —Con exquisito cuidado y delicadeza lo besó, despertándolo de su letargo. Era un beso cargado de añorado deseo, aun cuando el último había sido hacía dos horas. Los ojos azules que tanto amaba fueron abriéndose poco a poco.

—¿Yue? ¿Q-qué haces? Tú... —preguntó atontado, preso de la conmoción y un dulce nerviosismo. Se tocó los labios para comprobar que no estuviera soñando y ahí estaban, aún tibios, aún húmedos. Luego miró por inercia al público, encontrándose con lo que no quería: la expresión entre la confusión y el pánico de su padre y la cara enfurruñada del otro. De pronto todo parecía una fantasía sacada de una pesadilla.

Apenas se había percatado de que Yue sostenía sus manos para cuando ya lo había instado a levantarse, le rodeó la cintura con un brazo acercándolo hasta estrecharlo contra su cuerpo y volviendo a unir aquellos finos labios con los suyos en un vertiginoso frenesí de sentimientos intensos, cubriéndolos con un cálido manto que los protegía contra todo, y contra todos.

—¡Yue! N-nos están viendo —murmuraba, tembloroso con la mano apoyada sobre su pecho— Mis padres, ellos...

—Que nos vean todos. Que se enteren que te quiero. No tengas miedo. He venido por ti. Deja que todos vean que te amo, que eres mío. Sostente de mí, yo nunca te dejaré caer.

—¡Tonto! N-nos es-estás avergonzando.

—Pues si es lo que hago, bendita sea la vergüenza por unirnos —Colocó una mano sobre el pecho de su agitado novio— y si es su culpa los arrítmicos latidos de tu corazón, quiero vivir avergonzado por siempre, y quiero ser el único que te avergüence hoy y cada día por el resto de nuestras vidas. —Lo volvió a besar, sin pudor, con naturalidad, despojándolo de sus temores y llenándolo de vergüenza y amor.

—A-aquí no... —Le susurró apenas, con la debilidad carcomiéndole la piel, la misma que era provocada por sus besos, mermando hasta la última gota de sus fuerzas. Yue le miró encandilado, enternecido por cada una de sus expresiones mientras acariciaba su rostro.

—Como tú digas. Pero primero, debemos agradecer al público, ¿no lo crees?

—¿Eh? —Público. Por poco lo olvidaba. ¡PÚBLICO! Antes de que tuviera tiempo de reaccionar ya se habían colocado de frente a la audiencia. Yue aprisionó sus dedos entre los suyos y se inclinó junto con él, dándole el punto final a tan bizarro espectáculo.

 

 

 

 

 

—Sora, en serio, no creo que sea muy buena idea —Lo sostuvo del brazo, deteniéndolo a unos pocos metros de la entrada. Esperaba poder ganar algo de tiempo.

—Dai, en serio, suéltame. —El fervor en su mirada no hacía lugar a las cavilaciones, dejando en claro que no le importaría pasar por encima de quien fuera, con tal de llegar hasta su objetivo. Daisuke, resignado, deshizo el agarre, anhelando desesperadamente no estar contribuyendo a ninguna fatalidad. Suspiró y se echó el cabello para atrás, despeinándose con una mano como intentando organizar sus pensamientos.

—Amigo, te lo ruego, no cometas ninguna locura.

 

 

 

 

 

 

Enmudecida, por breves segundos, estuvo la audiencia por la obra terminada: solo un pequeño cambio de roles, diálogos y escenas, que hicieron que el director casi muriera de un infarto.

Para su sorpresa o desequilibrio mental, dependiendo del punto de vista, la reacción del público tardó en llegar, pero en cuanto lo hizo fue recibida por los actores que quedaron sin sus protagonistas; hubo calurosos aplausos e incluso una ovación de pie. 

Seis personas estaban completamente exentas de tal entusiasmo.

—Kou, ¿viste lo mismo que acabo de ver? —Un hombre completamente sorprendido y boquiabierto perdió el color de su rostro y, recién luego de que aquel espectáculo hubo terminado, pudo reaccionar. Sostuvo casi con ligero temblor la mano de su marido, sin dejar de mirar en frente.

—Sí, nuestro hijo es un secuestrador, romántico he de admitirlo, pero secuestrador al fin y al cabo —Su expresión distaba mucho del nerviosismo, pero tampoco estaba muy cercana a la tranquilidad, más bien podría decirse que se acercaba a la confusión y un escepticismo inevitable.

—¿Viste por dónde se fueron?

—Yo... —La verdad era que sí los había visto— ...no, Kisa-san. No los vi —A pesar de los años seguía llamándolo de aquella manera peculiar, por cariño y costumbre—. ¿Piensas que hizo mal? —No podía juzgarlo si él mismo tenía sus dudas.

Él conocía a Shin, siempre fue un chico muy amable, optimista a pesar de las adversidades, responsable, inteligente, quizás un poco tímido. Pero siempre, siempre había sido un chico serio y sincero, nunca les había causado problemas de ningún tipo. Él era el mejor amigo de su hijo. Tal vez el hecho de que sea su primogénito fuera la razón por la que su padre lo malcriara aunque, paradójicamente, Taiki era el más conflictivo, inquieto y malcriado de los dos. Los amaban a ambos de igual manera, la cuestión era que esperaban que fuera Taiki el que les trajera un comportamiento como el que acababan de presenciar. Kou pensó entonces que lo mejor que podía hacer era darle su espacio y no perseguirlo. Ya se encargaría de hablar con él, y seriamente, luego. Claro, siempre y cuando no fuera con su hijo tras las rejas debido al cargo de secuestro.

—¿Que si lo pienso? Pregúntales a Kaede-san y a Yuu que ahora están discutiendo. Ay, en serio Kou, si tu hijo termina en la cárcel por esto, irás tú por él.

—Ten fe de que no ocurrirá eso.

 

 

 

 

 

—Tori, Aoshi y Yue. ¿Yue lo besó? —preguntaba Chiaki, todavía perplejo, perdido en las mil emociones que lo embargaban.

—Ese mocoso... —Había una rabia, recién nacida, impregnada en aquellas palabras—. Sí lo hizo, y tres veces.

—Pero, ¿por qué? Quiero decir, ¿son novios? ¿Tú sabes algo?

—¿Qué iba a saber? ¿Tengo cara de saber algo? Chiaki, Aoshi el único en quien confía es en ti.

—Él... —Un sentimiento inesperado y desconocido clavó repentinamente su corazón, logrando que algunas lágrimas se asomaran por sus ojos—. No. A mí no me dijo nada.

—Chiaki, ven —Aquellos ojos que tanto amaba lo desarmaron en cuestión de segundos, amilanando su coraje pero dándole tiempo de calcular con cierta frialdad lo que haría después. Lo tomó entre sus brazos intentando apaciguarlo—. Discúlpame. No quise alzarte la voz. Aoshi y Yue no pueden ser novios. No se lo permitiré. —Fue entonces que Chiaki despertó bruscamente de su shock y se apartó de los brazos de su esposo.

—¿Qué dijiste?

 

 

 

 

 

—¡Maldición, Kanade! Les perdimos el rastro a ambos.

—Yuu, amor, cálmate. Te va a dar algo. —Intentó inútilmente apaciguar sus nervios, sujetándolo de la mano, aunque por dentro su corazón también se resquebrajara en mil inquietudes.

—¿Cómo quieres que me calme? ¡Viste lo mismo que yo! ¿No? ¡Yuki estaba llorando! —La incertidumbre de no tener ni la más pálida idea de lo que estaba pasando su hijo terminaba por nublar todo posible juicio que subsistiese en su interior—. Mierda. Sabía que algo le estaba pasando. Esos ojos, Kanade esos ojos no reflejan cualquier sufrimiento —‹‹Sino de uno que conozco perfectamente. Yuki, acaso, ¿tú...?››—. Mierda, mierda, mierda —Se tapó el rostro con ambas manos como queriendo hacer que la verdad que lo golpeaba se disipara como una terrible pesadilla y nada más—. Iré a buscarlo —pronunció con determinación inquebrantable. No se dejaría dominar por sus sentimientos. Irónicamente, es lo que estaba ocurriendo y él, en su afán de proteger a su pequeño, no lograba ver más allá de su sentir. Y hubiera cumplido su cometido si su esposo no lo hubiese detenido con firmeza.

—¿Qué demonios? ¡Kanade, suéltame!

—No, no lo haré. Si te suelto, quién sabe lo que serás capaz de hacer.

—Te aseguro que lo que no sabes es lo que haré si no me sueltas. —Forcejearon un buen rato hasta que, rendido y cansado, las piernas ya no le respondieron a Yuu.

—¡Maldito bastardo! —Este y todo tipo de insultos fueron echados y desechados sin ninguna importancia. Él lo conocía. Sabía muy bien cuál era su miedo y qué tan grande era. Lo ama y no lo dejará enfrentarse a sus demonios solo— Maldición. Kanade, mi hijo. Es mi pequeño Yuki —murmuraba apenas, encerrado en aquellos brazos que eran su prisión y el lugar de su rehabilitación—. Ni siquiera me estaba dando cuenta de sus sentimientos, ¿qué clase de horrible padre soy? ¿Cuándo comencé a fallarles, Kanade?

—Eres un padre hermoso y maravilloso que ha hecho todo lo que estaba en sus manos para amarlos, cuidarlos y protegerlos. No fallaste Yuu, jamás vuelvas a repetir nada semejante. Se nos escaparon de las manos, como tarde o temprano iba a pasar. No busques culpables, porque no los hay.

—Es sólo un niño Kanade. Sólo tiene diecisiete años. —Más le dolía a él recordar lo incrédulo que fue y lo solo que estaba a esa edad en la que se enamoró primera vez. Bien dicen que el primer amor nunca dura, ¿no? ¿Por qué su hijo tenía que pasar por aquel cruel y amargo trago del desamor? La historia se volvía a repetir. En los ojos de Yuki sólo había devoción y un cariño inmenso y sincero para Aoshi, un amor verdadero que no llegaba hasta él y que nunca llegaría, un amor que sólo flagelaba a Yuki. ¿Podría acaso un sentimiento de esa naturaleza llamarse amor? Claro que sí. Es lo que dolía, y él lo sabía muy bien. Eso no era lo peor, sino que el dueño del corazón que tanto anhelaba Yuki pertenecía a nadie más ni menos que su propio hermano, Yue. ¿Por qué los ojos de su hijo debían teñirse de la misma desesperanza que lo abrazó a él por tantos años? ¿Por qué de aquella manera? No era justo, no lo era; nunca nadie les dijo que el amor lo era. A veces puede traer consigo la mayor de las alegrías, así como el más grande de los ensañamientos.

—Lo sé, créeme que lo sé. Estoy tan asustado como tú. No sé qué ocurre y me duele en el alma ver a mi hijo en ese estado. Nuestro hijo Yuu, no lo olvides. Si quieres reprochar algo a alguien, repróchamelo también a mí, no cargues con todo tú solo; deja esa maldita costumbre. Costumbre que, por lo que veo, Yuki ha heredado. Solo no lo olvides. Tiene dos padres. Nos necesita a ambos y vamos a demostrarle que estamos aquí para él. Lo entiendes, ¿verdad?

—S-sí. —Le devolvió una mirada serena, un poco más calmado.

—Toma de mí lo que te haga falta. Desquítate en mí todo lo que quieras, pero estamos juntos en esto. —Él quería creer firmemente en sus propias palabras tanto como la convicción con la que se lo relataba a su esposo, pero por dentro su corazón de padre estaba envuelto en una tormenta de emociones y temores muy lejos de la calma que luchaba por mantener en el exterior.

—Yo... está bien. Confío en ti, Kanade —Con la yema de sus dedos, su esposo limpió el camino dibujado por sus lágrimas en su rostro.

 

 

 

 

 

—¿Eso fue...?

—Oh, sí. Creo que sí. Fue y es exactamente lo que vimos, amor.

—Pero, ¿desde cuándo?

—¿Aoshi y Yue?

—Sí.

—Un mes.

—¿Qué? ¿Cómo soy el último en enterarme?

Kai rió un poco al ver su expresión.  —Hey, no te preocupes. Es solo que estabas con otras cosas, eso y que, además, eres todo un despistado.

—¿Y Shin? ¿Yuki?

—Eso fue...desde siempre.

—Eso es tan...

—¿Inesperado?

—No. Triste. —¿En qué mundo vivía? Él, que era el único que antes sabía todos y cada uno de los secretos de sus amigos. El que no supiera de los sentimientos de Shin y Yuki era una cosa comprensible, pero que no se hubiese dado por enterado de que Aoshi y Yue fueran novios, y ya desde hacía un mes, era épico. ¿Tan alejado había estado de la realidad? De pronto se sintió alejado de todos, ajeno a sus vidas. Un completo extraño.

—Hey, pequeño, ¿te sientes bien?

—¿Eh? Sí, es sólo que estoy un poco, ¿sorprendido? —Quizá era esa la palabra que buscaba—. Tal parece que me debo poner al día, ¿no? —Fue todo lo que alcanzó a decir, dibujando una media sonrisa en sus labios.

—No te preocupes —Tomó su mano para calmar todas aquellas dudas que se asomaban por sus bonitos ojos—. Tendrás todo el tiempo del mundo para hacerlo. Es sólo cuestión de tiempo. Todos seguimos siendo tus amigos, lo sabes, ¿verdad? —¿Cómo lo hacía? Siempre usaba las palabras correctas, siempre sabía qué decir y cuándo decirlo para tranquilizarlo

—Sí, lo sé. Gracias, Kai.

 

 

—¡Haru! Menos mal que...te encuentro. ¡Vamos! —pronunció fatigado cada palabra, debido a que había llegado prácticamente corriendo.

—Hola, Tai, ¿cómo estás? ¿Bonito tu día? —Kai lo saludó moviendo la mano de un lado a otro, haciéndose notar y utilizando un tono de voz sarcástico, al verse olímpicamente ignorado.

—Hola, Kai. —saludó indiferente y sin mirarlo. Si quería sacar a Haru de ahí debía hacerlo deprisa, inventar una buena excusa para ello.

—Hey, tranquilo, ¿por qué la prisa? ¿Y mi hermano? —Haru preguntó, entre preocupado y confundido.

—Sí, ¿qué hay con Takeshi?

—Ha tenido un problema con el auto. Kai, cuando lo veas dile por favor que me fui primero con Haru, por una emergencia. Luego le hablo.

—¿Tengo cara de palomita mensajera?

—Gracias. Nos vemos. —Sin más, el rubio se llevó al castaño del lugar, dejando a Kai consternado, y un poco fuera de lugar.

Pocos minutos después, llegó Takeshi, luciendo también bastante agitado.

—Kai, hey, hola. ¿Viste a Taiki, y a Haru?

—Sí, ¿tu dulce noviecito, siempre tan cortés y amable?

—Ese mismo. —Conocía perfectamente su habilidad con el sarcasmo. No era nada.

—Acaba de llevarse a Haru hace un rato. Hey, ¿me perdí de alguna maratón a la que no me invitaron? Te aviso que te llevan la delantera, eh. Si quieres ganar, mejor te apuras...

—Kai, Sora viene para acá.

—¿Qué? —Entendía el significado de esas palabras, mucho más luego de la cita con Haru esa misma tarde. Podía comprender mejor que nadie el temor de Takeshi y la prisa con la que andaba.

—No importa lo que hagamos o le digamos, está decidido a hablar con Haru.

—No podemos permitirlo. —Estaba consciente de sus palabras. Sabía que su hermano amaba a Haru, pero habían pasado tantas cosas entre Sora y Haru que en este punto las cosas estaban demasiado distorsionadas como para llegar a un "pacífico acuerdo", y no era lo que el castaño podía enfrentar ahora. No con un corazón frágil, con tantos miedos encima y con tantas heridas abiertas.

A veces, cuando deseas arreglar algo, no te das cuenta de que simplemente logras romperlo más o lo terminas por destruir cuando intentas recomponerlo a tu manera. Ninguno de los dos se merecía ni más lágrimas, ni más dolor.

—Ayúdame Kai, por favor. Haru no puede. Él no puede...él no está bien. —La mirada de súplica de Takeshi era más bien un ruego que una petición. Podía sentir que había algo más en todo lo que estaba ocurriendo.

—Vamos, me lo explicas después. No hay tiempo que perder. —Conocía perfectamente la impulsividad de su hermano menor y a dónde lo habían llevado todos y cada uno de sus impulsos. La mayoría no terminaba nunca en nada bueno.

Es impresionante el dominio que puede ejercer sobre la mente y el corazón de algunos la necedad de querer tener la razón y de conseguir aquello que más se desea, sueña, anhela, sin importar los medios, todo por conseguirlo, por hacerlo realidad.

 

 

 

 

 

 —Tai. Oye, Tai. Tai, hey, ¡Taiki! ¡Óyeme! ¿Me escuchas? ¡Ya! —Se resistió a seguir siendo arrastrado de aquella forma, sin razones ni explicaciones. Hizo un esfuerzo por deshacerse de su agarre. Ya habían estado caminando por tres largas manzanas desde que salieron del colegio, y ya eran pasadas las nueve de la noche. Taiki finalmente se atrevió a mirarlo de frente, con la la mirada teñida de preocupación.

Ambos respiraban con dificultad, cansados. Parecía que habían estado huyendo del diablo o algo similar. No existían palabras para amilanar sus emociones: uno confundido, el otro más bien desesperado pues conocía muy bien la historia de su amigo así como las razones para que evitara el que se encuentre con Sora.

Haru podía sentir, más con la expresión de su Taiki que con todas aquellas extrañas acciones, que algo no sólo andaba mal, sino que se precipitaba una tormenta de la que no podría escapar.

—Taiki, dime la verdad, ¿qué pasa?

—Lo siento Haru...mira, entremos allí.

 


 ‹‹¿En serio?
¿No se le pudo ocurrir una excusa mejor? ¿Por qué tenía que ser ese, precisamente, el primer lugar que viera al cruzar la calle?››

No era su sueño pasar por aquello en un baño público, y en tales circunstancias. Los nervios lo estaban carcomiendo de arriba abajo, nunca pensó estar en esa situación. No ahora, no así. ¿Se lo había imaginado, incluso? Seguramente no, pues en cuanto entraron en la farmacia a comprar la prueba evitó en todo momento mirarlo a los ojos; casi no hablaba más que para decir lo necesario y en vista a sus mil dudas, su amigo se ofreció a comprarle tres de cada marca que encontrasen, por si acaso. Una no podía ser segura, pero alrededor de unas treinta sí, ¿no? El pobre chico debió tomarse dos litros de agua en tiempo récord para tener ganas de hacerlo.

Moría de los nervios. Miraba a todas partes y se mordía las uñas durante la espera que se le hizo eterna. Tampoco quería apurarlo, pero ¿estaría bien? Pregunta estúpida, claro que no. ¿Habría entendido las instrucciones? Obvio que sí, pues tarado no era, aunque los nervios te pueden jugar en contra.



¿Cómo habían llegado a esto? Jamás pensaron pasar por aquello. Ni el que estaba esperando afuera, ni mucho menos el que estaba realizándose la prueba.


—Mierda —proliferó en un susurro alborotándose los cabellos, y mordiéndose luego la manga de su suéter para evitar gritar y no asustar a su amigo quien de seguro estaba mucho más asustado que él.

—Te escucho desde acá Haru. Para de caminar de un lado al otro, por favor.

—Lo siento, ¿estás...? —La pregunta no terminó de ser formulada cuando Taiki salió del baño con una expresión apesadumbrada, cabizbajo. Cómo no habría de estarlo, si de una simple situación en la que debía mantener el control y tan solo hacer de distracción, todo se había distorsionado de aquella forma, llevándolo a un paradero desconocido, quitándole toda la seguridad, la confianza y el autocontrol que había tenido hasta entonces.

Cuatro minutos. Esperaron durante los cuatro minutos más largos de su vida.

¿Cómo mierda había llegado a esta situación? Ah, ya recordaba, no se le había ocurrido una excusa más estúpida en ese momento para mantener ocupado a Haru. Conociendo su mala fama de terrible mentiroso creyó que le saldría fatal, pero la realidad le golpeó duro cuando entraron en el primer lugar que divisó desde el otro lado de la calle.

‹‹Ay, Haru, ¿en qué mierda me metí por ti? Sólo Debería haberte dicho la verdad. Ah, pero no, tenía que ocurrirme semejante estupidez para salvarte a ti y hundirme a mí››.

—¿Taiki? —De modo automático camina en estado zombie hasta su amigo, temblando, toda su vida la siente tan lejana. Tan...de otra persona. Y pensar que todo aquello sólo había nacido como una tonta excusa para que un idiota, que también resulta ser su amigo, no lo encuentre y acose. Ah, era eso, ¿sería muy grave? Claro que sí, es lo que piensa. Él sabe del dolor de Haru, él no podía permitir que lo lastimaran si podía evitarlo.

—¿Taiki? —volvió a repetir. Se veía tan ido, tan ensimismado en sí mismo, incapaz de pensar, incapaz de reaccionar— ¿Taiki?


—Todavía falta un minuto. Abrázame Haru, por favor —dijo apenas en un susurro. A veces en unos pocos segundos se puede derrumbar lo que en años se ha construido. Ahora, su fuerza, su confianza, su valor, su coraje, todo estaba por el suelo. Ni siquiera tenía la certeza de por qué estaba allí. Todo era tan...efímero.

—Claro. Ven —El rubio se dejó hacer mientras luchaba por no llorar, por no pensar. Era todo muy confuso, muy bizarro. Muy extraño—. Shhh, tranquilo. Estoy aquí contigo. —Pocas eran las veces que se derrumbaba, y sólo dos personas en su vida lo vieron de esa manera: Takeshi, y Haru. Él se caracteriza por su carácter intrépido, atrevido, vivaz, alegre, temerario. Ama la vida y conserva un ego superior al de los demás, él sólo muestra su verdadera dulzura con sus amigos, pero nadie quiere verlo de mal humor.


—¿Qué voy a hacer Haru? Yo...yo...no puedo. —Pero sí, sí podía, lo sabía. Cuando eran  pequeños, él y su hermano se habían hecho las pruebas correspondientes para verificar si alguno de ellos era fértil. A Shin le salió negativo. Su resultado fue positivo.

Ahora se enfrentaba a la mayor encrucijada de su vida, en un baño público de una estación de servicio, sin haberlo planeado siquiera.

—Ya deben estar listas.

—No las quiero ver Haru. No quiero. —Era ahora que sentía el verdadero terror.


Sólo un momento más.

Es todo lo que necesito.

Como los soldados heridos que necesitan cura.

Tiempo para ser honesto.

Ahora estoy pidiendo. Por favor, no pienses más en eso

Porque no quise decirlo.

 

—Tranquilo. Mira, haremos esto, lo veré primero por ti. Si no quieres no las veas, o podemos verlas juntos. Sólo cuanto tú quieras, ¿sí?

—Está bien. —Se quedó quieto e inmóvil allí, en los cálidos brazos de su amigo, deseando nunca moverse de allí, imaginando que pronto despertaría del mal sueño. Él tiene grandes ilusiones, grandes metas, desde que era un niño pequeño sueña con ser un editor de mangas, lo desea con toda su alma. Quiere estudiar periodismo, por qué no editar para grandes autores. Desea viajar por el mundo también, desea empezar a vivir luego de terminar el colegio. Desea tantas cosas, pero en sus planes no estaba incluido ser padre a los diecisiete años.

Entonces su voluntad se quebró y lloró, aun sin saberlo por lo que podría ser, por los pensamientos que no paraban de llegar a su cabeza, algunos demasiados horribles que jamás llegó a imaginar podría llegar a considerar. Y aún faltaba pensar en Takeshi. Lloró como nunca lo había hecho, antes de sentirse capaz de observar si su vida cambiaría completamente.

 

 

 

 

 

Luego de dejarlo dormido en su habitación, salió al pasillo y, con cuidado de modular su voz, llamó a los padres de Taiki y les avisó que dormiría esa noche en su casa.

—Sí tío, no se preocupe. Sí, iremos juntos al colegio y luego pasaremos por su casa. Claro, se lo diré. Buenas Noches, nos vemos.

—¿Haru? —Ritsu, somnoliento, se acercó hasta la sala en donde encontró a su hijo.

—Lo siento, papá. ¿Te desperté?

—No, cariño. ¿Qué ocurre? ¿Estabas hablando con Kisa? No es que sea un espía, eh. Sólo no pude evitar escuchar.

—Sí, no te preocupes. Lo que pasa es que Taiki se queda a dormir esta noche. Sólo llamaba para avisarle.


—Ah, no lo he visto.

—Es que en cuanto llegamos, se acomodó en la cama y se quedó dormido de inmediato. —Era la verdad. Después de haber llorado hasta el cansancio parecía haber agotado todas sus fuerzas.

—Pobre, debe de estar muy cansado.

—Sí, fue un día agotador.

—En fin, me lo saludas. ¿Ya tienen cobertores?

—Sí, papá. No te preocupes por nada. Ya me encargué.

—Entonces me regreso a dormir también. —Se acercó a besar su frente y acarició sus cabellos con dulzura.

—Buenas noches papá que descanses. —Besó su mejilla y se despidió con una media sonrisa.


—Buenas noches, hijo.

 

Diez minutos después, mientras buscaba otro cobertor para Taiki, porque por las madrugadas las temperaturas bajaban impresionantemente, lo sorprendió el toque del timbre. No tuvo de otra más que salir en pijama.

—¿Quién podría ser a estas horas? Mejor voy antes de que despierte a mis padres. No quiero que nadie los moleste a esta hora. —Fue hasta la puerta y su corazón dio un vuelco al observar por el rabillo de la puerta, casi desvaneciéndolo. Aun así decidió abrir al ver que la persona estaba a punto de tocar de vuelta. Taiki necesitaba descansar.

—¿Sora? ¿Qué haces aquí? Despertarás a mis padres.

—Te he buscado por todas partes. Por favor, hablemos.

No puedo creer que dijera que pondría nuestro amor por el suelo.

Pero no importa, porque ya lo hice.

Ahora perdóname.


Sin muchas opciones a su favor, optó por irse con él a charlar a unas cinco manzanas de su casa. Subió de manera silenciosa en la motocicleta que Sora había traído.

Cuando finalmente llegaron a un parque y se bajaron, permanecieron por un largo rato sin decir nada, uno frente al otro. Por muy tonto que pareciera, ninguno lograba encontrar la manera de empezar aquello.


—Sora, ya dime, ¿qué es lo que quieres? —Fue Haru el que rompió el hielo de una vez. Takeshi, sin aviso, lo atrajo a su cuerpo y lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de que su preciada estrella fuera a convertirse en una nebulosa. Juntos de aquella manera, sentía que en cualquier momento podría morir feliz, sin importar nada.


—Haru, quiero estar contigo. —Aspiró el dulce aroma de su cabello, azucenas, inundándose en su cuerpo. No había cambiado de champú, aquel olor que por tanto tiempo acompañó a sus recuerdos.

Cada día que paso lejos de ti, mi alma está al revés.

Tiene que haber algo que pueda hacer por ti.


—Pues aquí me tienes —Se apartó de él llanamente, no iba a retroceder. Puede que sentimentalmente sea una persona muy débil, pero su voluntad y su carácter eran otra cosa muy distinta. En sus ojos se reflejaban su entereza y firmeza, aquellas que no permitirían que Sora lo doblegara a su gusto y antojo. Hasta entonces había sido demasiado vulnerable, escondiéndose detrás de los demás, pero ya era suficiente. En el fondo sabía que ese momento iba a llegar, sólo rogaba al cielo que sus piernas soportaran tanto como él quería—. ¿Qué es lo quieres decirme?

De alguna manera. Pero ahora sabes que he venido por ti,

sólo por ti. Sí, he venido por ti. Pero sólo si me lo pides tú.

 

—Sora, por favor, habla. Debo regresar, mira la hora que es. —Haru levantó sus manos deteniéndolo cuando el pelinegro una vez más quiso acortar la poca y a la vez mucha distancia que los separaba. Su instinto le pedía a gritos que correspondiera a ese tan anhelado encuentro, pero sus brazos cayeron cuando el peso de su corazón comenzaba a doblegar las fuerzas de su espíritu. Su cabeza le decía ‹‹lucha››, pero su corazón le imploraba de una manera tan extraña ‹‹ríndete››.

—He venido por ti Haru. Te amo Haru, te amo tanto. Siempre te he amado, siempre has sido la luz de mi existir, perdóname por darme cuenta de ello tan tarde, y por no habértelo dicho hace cuatro años.

Una fuerza demoledora lo golpeó, rompiendo algo por dentro cuando creía que nada más podría ser roto. ¿Acaso el amor tiene fecha de caducidad? Claro que no, pero el dolor tenía un límite cuando ya no soportaba estar tanto tiempo herido.

 


Y luché por ti. Mentí, es verdad

Di mi vida por ti. Sabes que siempre vengo por ti.


—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo?

¿Era otra de sus pesadillas o una broma de muy mal gusto?

 

 

 

 

—¡Maldición! ¡Ese mocoso debió haberse llevado mi motocicleta! —Golpeó con furia la pared del estacionamiento.


Enojo era lo que sentía por no haber podido cuidarlo mejor.

Rabia era lo que sentía por no poder evitar aquello.

Frustración, por ser quien estuviera en medio del amor de su vida y su hermano menor.

Impotencia, porque no podía cambiar los sentimientos de ninguno.


Y la ira lo dominaba porque ambos sufrían. Se amaban y sufrían por no darse cuenta de ello, por ser incapaces de verlo. Porque la vida los había separado y se había ensañado con ellos cuando había amor de por medio, ese algo que él siempre anheló tener pero no pudo, porque se enamoró del que no debía hacerlo.

 

—Kai, vamos en mi auto. Entiendo tus sentimientos, pero el único que ahora me preocupa es Haru. —Sus palabras fueron firmes. La decisión en su mirada rotunda.


—Está bien. Vamos.

 

 

 

—¡¿Por qué estás diciendo todo esto ahora?! ¿Por qué? ¿No ves acaso lo que me haces? ¿Lo que provocas? Carajos, Sora. —Su voz se iba apagando conforme fueron disminuyendo las fuerzas de sus primeros gritos. El cuerpo ya casi no le respondía. Sus piernas temblaban, sus manos sudaban, su corazón latía con tal fuerza que creía que en cualquier momento se detendría. Y su respiración, el aire se le estaba acabando junto con sus ganas de seguir enfrentándolo. Era un caos hecho huracán en pocos minutos que parecían años. Y los años en que no estuvieron juntos fueron tan largos comparados a las eternidades.

Me vendaron los ojos pero ahora veo.

Mi mente se cerraba. Ahora creo. Ahora finalmente sé lo que significa

dejar que alguien vea la parte de mí que nadie jamás vio o verá.


—¿Por qué? ¿Por qué tienes que dolerme tanto? —Se tapó la boca para intentar suprimir sus sollozos. Aquellas súplicas emergieron desde lo más profundo de su añejada alma. Las lágrimas cumplieron su traición y abandonaron sus deseos de ocultar sus sentimientos ferozmente guardados. Sora no pudo más ante aquellas banderas de sufrimiento que Haru por fin había sacado ante él. ¿Cómo hubiera cuantificado en el ayer toda la pena que llevaba su amor? Era el infierno entonces algo tan humildemente comparado con lo que su corazón comenzó a sentir. Fue tan poca la condena de sus propios pesares que deseó hallarse muerto si con eso remediaba la tristeza de Haru. Poco o nada le importó que el castaño siguiera intentando alejarse, como quien no mide la fuerza de la tormenta cuando la ve de lejos.
Sora se acercó pese a sus quejas y lo abrazó con fuerzas, aun cuando Haru lo golpeaba con incesantes golpes, forcejeando contra su agarre.


—Haru, perdóname. Te lo ruego, dame una oportunidad. Te lo suplico, escúchame. Nunca quise lastimarte, eres lo más preciado para mí —susurraba a sus oídos con paciencia, amor, fervor. Lo mantuvo fuertemente aferrado contra sí, luchando por recuperar su cordura, su confianza, su cariño y todos los momentos perdidos a su lado, momentos que no volverían jamás. Por todos los días de esos cuatro años que pasaron extrañándolo, recordándolo, añorándolo. Y por toda una vida amándolo en silencio, devoción y ciega y dolorosa fe.

 

Así que si te pierdes y te encuentras absolutamente solo,

siempre buscaré como traerte a casa.

Aquí y ahora, es una promesa. Pero ahora sabes que...

 

—¡No quiero! ¡No quiero escucharte! Suéltame, Sora. Yo no... —Pero no lo haría. Qué ciega puede ser la demencia enamorada que solo se aferra a su locura para no ser cruelmente abandonada.

He venido por ti. Sólo por ti.

Sí, he venido por ti, pero sólo si me lo pides tú.


—Por favor, Sora, Suéltame, por favor. —Fue cuando Haru dejó de luchar. El aire que le faltaba le jugaba en contra, y la vista borrosa le impedía la concentración que requería pues los mareos no lo dejaban ser dueño de sus movimientos. Ambos cayeron al suelo. Uno en los brazos del otro quien lo sostuvo con firme vehemencia y con aquel inmenso cariño que solo le había causado heridas hasta el momento a la persona más preciada y hermosa que pudiera existir.


—No quiero soltarte Haru. Han sido muy largos los días sin estar a tu lado. No quiero soltarte ahora porque temo que si lo hago ya no podré volver a sostenerte. Sé que te fallé, lo sé. Pero, por favor, déjame curar tus heridas. Por favor, no te quedes con todo el dolor que te causé para ti solo. No seas egoísta y déjame acompañarte. Déjame quererte. Déjame compensar mis errores cada día de mi vida, aun cuando requiera mil vidas para ello. He pensado mil veces la manera de acercarme a ti, de recuperarte, de tan sólo poder verte. Pero ya nada me es suficiente. No te pido me entregues lo que no quieres y no puedes. Solo no me apartes de tu lado. Déjame volver, déjame ser esa persona que podía ver tu sonrisa y tomar tu mano, simplemente eso. No te pediré nada más, Haru. Te lo pido, sólo déjame un pequeño rincón de tu vida para admirarte, valorarte, para poder protegerte. Tan solo para estar cerca, ¿es mucho pedir? —Se estaba rindiendo. Tal vez su amor estaba destinado a nunca ser pero si él pudiera, si tan sólo volvía a ser su amigo, si Haru le daba la oportunidad de ser su luna, a él no le importaría no tener su amor. Sólo quería que Haru fuera el sol que iluminara el resto de su vida, porque sin él ya no tenía razón de ser.

Y luché por ti. Mentí, es verdad.

Di mi vida por ti. Sabes que siempre vengo por ti.

 


—Sora, ¿qué piensas del amor?

—¿Eh? Pues, creo que es una cosa de locos. Una locura bonita, diría yo, ¿y tú Haru?

—Eh...pues yo creo que es como un milagro.

—¿Un milagro dices?

—Sí, hace felices a las personas tristes, y hasta puede curar a las personas enfermas. Papá siempre le dice a mi papi ‹‹Yo te curaré›› cuando está enfermo, y mágicamente él ya no se siente tan mal y empiezan a pelear de una manera graciosa que siempre termina en besos.

Sora rompió en carcajadas.

—Sí. Ahora que lo dices, nuestros padres se parecen mucho.

—Sora, ¿ya pensaste lo que quieres ser de grande?

—¿Yo? ¡Claro! De grande quiero ser tu esposo. —El pobre niño casi muere en ese instante de un ahogamiento con su propio jugo de naranja. Empezó a toser como loco.

—Hey, Haru, ¿estás bien? —Sora se acercó hasta él para darle unas palmaditas en la espalda.

—S-sí. ¿Có-cómo es es-eso que-que acabas de de-decir?
—Que cuando sea grande quiero ser tu esposo, ¿qué tiene de malo?

—¿Cómo que qué? ¿Có-cómo pue-puedes decir cosas así con la mayor tranquilidad del mundo?
—Pues, fácil, Mira: Quiero ser tu esposo —Tomó sus pequeñas manos entre las suyas haciendo que disparara el corazón del castaño—. Quisiera ser el dueño de un corazón tan puro y hermoso como el tuyo. Mi sueño es estar casado con alguien que se parezca a ti. El que se case contigo tendrá en sus manos la mayor fortuna del mundo Haru. Qué envidia. —Tan pronto como sus ilusiones tomaron pulso propio, las nubes de sus fantasías fueron terriblemente disipadas.

—Ah, es eso.

—Eso sí, se las tendrá que ver conmigo si llega a lastimarte, porque si así fuera el caso, tendré que matarlo —dijo con una sonrisa natural, pero con la expresión más seria de todas sin dejar a dudas la veracidad de sus palabras.

—Sora.
—¿Sí? ¿Te duele algo? No te ves muy bien.
—Estoy bien, tonto. Sólo deja de decir cosas tan vergonzosas, por favor.
—Haru.
—¿Qué?
—Te quiero Haru, y no permitiré que nunca nadie te lastime.

—¡Tonto! —Un adorable carmesí adornó sus blancas mejillas mientras el otro sólo acariciaba sus cabellos con una sonrisa genuina en sus labios—. Yo...también te quiero.

—¿Eh? ¿Dijiste algo?

—Nada. Sólo que tengo frío.

—Ven. —Sora tomó su mano junto con la suya y las metió en su bolsillo ante la atónita mirada del Haru y su corazón casi al borde de una explosión por arrítmicos latidos—. ¿Está mejor?

—S-sí. —Sólo bajó un poco la mirada y, sin decir ni una palabra más en todo el camino, fueron uno al lado del otro.

 

 

 

De regreso al presente, estaban allí. Uno junto al otro, quizás ellos no habían cambiado pero el corazón de cada uno ya contaba su propia historia. La parte triste era que no era una historia en donde estuvieran juntos.

No importa lo que se ponga en mi camino mientras que aún tenga vida.

No importan los recuerdos. Sabes que siempre vengo por ti.


—¡Sora, suéltalo!

—¿Qué hacen aquí? —No estaba dispuesto a soltar a su preciado tesoro, no ahora, menos de esa manera.

—Sora, por favor. No...no me siento bien. —Haru respiraba con dificultad y casi ya no se movía en sus brazos, alarmando a Sora, sobre todo por los acelerados latidos de su corazón. Poco a poco fue cerrando sus hermosos ojos.

—¿Haru? ¡Hey, Haru! —Lo  llamaba desesperado y agobiado por la salud del pequeño castaño— ¡Haru!

Sí, he venido por ti.

Sólo por ti. Sí, he venido por ti, pero sólo si me lo pides tú.

Y luché por ti. Mentí, es verdad.

Di mi vida por ti. Sabes que siempre vengo por ti.

 

—¡Eres un imbécil! —No se percató del momento exacto en que su hermano se acercó. Enfebrecido de rabia y enojo, lo levantó con una mano del cuello de su camisa para golpearlo en el rostro, dejándolo noqueado en el suelo con un hilo de sangre corriendo por la esquina de su boca. Todo en pocos segundos— ¡¿Qué no entiendes cuando te hablan tus mayores?!

—¿Qué carajos? Kai, ¿tú que mierdas te metes? —Se levantó a duras penas, sobándose la mejilla golpeada, dispuesto a devolverle el golpe.

—¡Me meto todo lo que quiero y con el derecho que me da amar al chico que tú nunca supiste proteger por cobardía!

—Que tú, ¿qué? —Si bien era cierto que las sospechas siempre estuvieron allí, era muy distinto a comprobarlo. ¿En qué momento había pasado? ¿En qué momento su hermano lo traicionó? Porque sí, para él era una traición. Porque no era justo. No era nada justo que él sí pudiera amar y pudiera gritarlo a todo pulmón sin el riesgo de que sus sentimientos fueran considerados como las más crueles de las mentiras. 

—¡Basta! ¡Los dos! —Voltearon a ver a Takeshi, hecho un manojo de cólera pese al miedo reflejado en sus ojos, con su hermano sostenido en sus brazos contra su pecho.  

—Lo siento, Takeshi, ¿ya llamaste...? —Kai se acercó a una distancia prudente, disculpándose sinceramente, dándose cuenta por fin de lo idiota que se estaba comportando con Haru en ese estado.

—A emergencias, sí. Si no vienen en tres minutos, lo llevaré yo mismo aunque lo más seguro es que vengan más rápido de lo que nosotros seríamos capaces de llegar —Abrazó a su pequeño hermano con cuidado—. Haru, hermano, por favor, no te des por vencido. Sé fuerte. Por favor. —De la misma forma en la que podría ser el hombre más decidido del mundo cuando se lo proponía, la única debilidad de Takeshi eran sus seres amados. Aquella férrea voluntad y firmeza sostenida hasta entonces estaba resquebrajándose en pequeñas lágrimas asomadas por sus ojos. Era miedo lo que lo invadía, el pánico de haber llegado tarde, el terror de no proteger como debía a su hermano, la incertidumbre que colgaba de una cuerda floja sobre el bienestar del que apenas respiraba en sus brazos.

No era la primera vez. De pequeño, Haru le había dado muchos sustos parecidos. Su salud siempre había sido frágil, pero ahora no estaban sus padres allí con ellos, y de él dependía que Haru volviera a verlos, así lo sentía su corazón. Cuidarlo era su deber como su hermano mayor. Estaba sintiendo que le había fallado nuevamente como cuando no pudo protegerlo de que le rompieran el corazón.

—Resiste pequeño. —Se lo rogaba una y otra vez mientras Sora y Kai, completamente devastados, culpables e impotentes, los observaban.


No importa lo que se ponga en mi camino, mientras que aún tenga vida.

No importan los recuerdos. Sabes que siempre vengo por ti.

 

En unos eternos tres minutos exactos, la ambulancia llegó para llevárselo. Con los nervios que tenía Takeshi no había logrado manejar y de todos modos no existía poder divino o terrenal que lo separaran de Haru por lo que se fue con él. Kai los siguió en el auto, dejando atrás a Sora quien no había reaccionado a la voz de su hermano.

—¿No vendrás? —Sora no le respondió.

—Como quieras. —Cuando finalmente se fue, pasaron unos cinco minutos en donde se vio envuelto en sus brumosos recuerdos y todo lo ocurrido esa noche.


—¿Qué carajos hice? —Algunas lágrimas cayeron por sus mejillas hasta caer sobre el asfalto. Sus puños golpearon el pavimento hasta sangrar—. Este dolor no es nada en comparación del que te he provocado. Te lo juro Haru, conseguiré tu perdón, aun cuando deba pagar por ello toda mi vida. Es una promesa.

Me arrastré a través de este mundo por ti.

Haría lo que tú me pidas, no importan los recuerdos.

Sabes que siempre vengo por ti.

Sabes que siempre vengo por ti.

 


—Cálmate, Takafumi.

—¡No vuelvas a decirme que me tranquilice! Mira la hora que es y tus hijos no regresan. —Uno estaba intentando cavar un pozo con sus idas y venidas en la sala de su casa mientras que el otro lo seguía de cerca con la mirada, preparado por si debía de sostenerlo pues en cualquier momento podría desvanecerse debido al cansancio y la fiebre que tenía. Los mareos tampoco habían dado tregua, pero en cuanto se acercaba a él para hacerlo sentar se convertía en una verdadera fiera. Estaba muy alterado y nada ni nadie irían a aplacar su presentimiento de padre. Sabía en su corazón que algo no andaba nada bien.

—Pues no harás que aparezcan mágicamente por el agujero que estás cavando. —Efectivamente ya era cerca de la una de la mañana y ninguno había anunciado su llegada ni avisado su tardanza. Nunca habían hecho nada semejante. Era claro que Zen tampoco estaba tomando brisa fresca en la playa pero alguien debía guardar el sosiego o terminarían matándose entre ellos sin siquiera haberse enterado del paradero de sus muchachos.


Entre el debate mental de si golpearlo o no y un gruñido dirigido a su esposo, sonó el teléfono y fue Takafumi el que saltó por él pese a que Zen era el que más cerca se encontraba.

—¿Sora? ¿Kai? ¿En dónde están? —Fue lo primero que dijo mirando aprehensivo a su esposo, quien esperaba y lo observaba expectante con el corazón en la boca al igual que él.

—¿Disculpe, es la casa de Kirishima Sora? —Un nudo se formó en su garganta al escuchar la voz de la señorita y se sentó al notar que las piernas ya no soportaban su peso— Deseo hablar con sus padres o encargados.

—S-sí, ¿q-quién habla? Soy Kirishima Takafumi, su padre. —No pudo evitar su voz temblorosa, así como su aliento poco a poco se perdía y sintió formarse un hueco en su pecho con las palabras que escuchó a continuación.


—Su hijo acaba de ingresar al Hospital Central. Se encuentra en emergencias por un accidente en motocicleta.


Continuará...

 

Notas finales:

Nos vemos muy pronto.

Si quieren saber más de mí, visiten mi página de facebook:

https://www.facebook.com/LadyTrifecta/

Si nos le da el link, simplemente busquen en face la página Lady Trifecta. :D

Saludos. Los amo. 

Adelanto del próximo capítulo:

—Takeshi, tengo miedo.

—No te preocupes, Haru. Sé valiente. Sora te quiere, se ve en sus ojos —respondió sonriéndole a su pequeño hermano, el cual por fin se había decidido a confesar sus sentimientos. Después de tantos años guardándolo en su corazón se armaría de valentía, sabía que Haru le quería y aunque fuera celoso por su hermanito, él era su felicidad y pasara lo que pasara estaría a su lado.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).