Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hijo de la Luna por CieloCaido

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El capitulo me salió más largo que el anterior, lo siento (esto pasará muy a menudo así que acostúmbrese). El romance va lento porque estamos empezando, téngale paciencia. También ténganle paciencia al capitulo porque aparte de largo, esta denso. Es el primer fic que escribo con temática de acción así que no todo sale como quiero. Por ultimo, quería desearles feliz navidad y un prospero año nuevo 2018.

ADVERTENCIA: personajes occ.

Capítulo 4: Verdaderas intenciones.

El sueño no era algo inherente a su naturaleza. Podía pasar días enteros sin dormir ni una hora, concentrando su mente y sus capacidades en horas más productivas que la de soñar. Tampoco es que hubiese mucha diferencia, los humanos comunes descansaban mínimo ocho horas diarias, y durante ese trayecto eran capaces de soñar. De recrear en su inconciencia escenarios que tenían que ver con su día a día. Incluso, eran capaces de entrar en mundos fantasiosos.

Pero él no. La capacidad de soñar le había vetada en cuanto nació.

Tampoco podía extrañar eso si era algo que nunca experimentó, aun así era cociente que ese perenne cansancio en su organismo se debía en parte a la falta de descanso en su sistema. Y aun cuando cerrara los ojos y durmiera las ocho horas recomendadas, no cambiaba nada… Porque su sistema dormía pero no descansaba. Podía tener los ojos cerrados e ir a otro espacio onírico, un lugar dónde más que escenas ilusorias sólo veía una masa oscura que lo tragaba. Y no había nada más allá de eso, nada más que un pozo de agua negra que no parecía tener fin. Comprendía, en medio del delirio onírico, que estaba despierto en esa oscuridad, que no estaba inconsciente como se suponía que debía de estarlo, sino que se encontraba en otro tiempo. Su cuerpo pasaba de un plano a otro sin conciencia real de lo que era el sosiego y no soñaba porque seguía despierto.

Y no es que no quería soñar, es que no podía soñar…

Quizás ese era el motivo principal de esas ojeras largas bajo sus ojos, amoratadas, tan insistentes como lo eran las ocho horas que Light le obligaba a dormir. Nunca se iban de todos modos, no importaba cuanto durmiera, esas ojeras se mantenían allí como un recordatorio de lo que se empeñaba en querer olvidar (el espacio negro, el principio del fin que se lo tragaba). L no creía en maldiciones, pero a lo mejor sí estaba maldito, condenado a no sentir jamás la manta indolora de los sueños.

Obligado a mantener su alma en vigilia por toda la eternidad…

Por eso no le extrañó en lo más mínimo percibir rasguños de lasitud en todo el cuerpo, como un tejido nuevo que componía su organismo, era una sensación de lo más normal. Llevaba sintiéndola toda su vida así que el cansancio era como el nombre de un viejo amigo. Demasiado familiar como para querer alejarlo.

L se concentró en el hoy y ahora, y llevó sus rodillas hasta su pecho mientras escuchaba el parloteo de los agentes. La reunión había empezado muy temprano, tipo cinco de la madrugada después de calmar los desastres causados por el dios de la muerte. La cuestión en sí le parecía grave, sin embargo poco exteriorizaba su rostro aquellas emociones. Cortó con la cucharilla un trozo de pastel y se lo llevó a la boca sin dejar de observarlos. El ataque del Shinigami en la madrugada había dejado a todos con muy mal sabor en la boca. Y no es como si fuese una sorpresa, un ataque como ese sucedía siempre, sin embargo, la cosa era muy distinta ahora. Nadie sabía cómo, pero el sistema de alarmas de los drones había sido desconectado. Y si no fuese por la llamada que hizo una de las victimas, quién sabe cuantos destrozos más hubiesen tenido.

Cada uno de ellos, quienes tomaban responsabilidad en la materia, se hallaban en el auditorio; una sala inmensa sin ventanas, con una pantalla plana en el centro que mostraba el mapa del distrito. El cuarto estaba oscuro y cada uno de los agentes responsables permanecían sentados alrededor de una mesa con la forma de una media luna. L, como encargado principal, estaba en el medio de la mesa con uno de sus tantos postres. Su lado derecho, que pertenecía a Light, estaba vacío. L seguía buscando razones del por qué Light no estaba ahí.

–A las 02: 40 AM una mina D17 fue lanzada, neutralizando el enemigo. El impacto produjo ondas electromagnéticas, sin embargo, el objetivo estaba fuera del plano civil y por lo tanto, las ondas no produjeron mayor daño a los civiles –relató con calma el agente encargado de detallar el informe–. A las 03: 00 AM el blanco fue neutralizado y aniquilado. A las 03: 10 AM el cuerpo del Shinigami se disolvió en arena, no fue posible obtener una muestra intacta de su cuerpo –con su mano sosteniendo una pequeña bolsita transparente, la alzó dejándoles ver a los presentes una muestra de arena blanca–. Su forma constituía la apariencia de un reptil gigante. Medidas aproximadas: dos metros y medio de alto. Dientes filosos y piel amarilla. Hemos llamado a este shinigami: Midra.

–Se estima que la aparición del shinigami Midra, fue en la zona de Shinagawa –otro hombre señaló una parte del mapa y su dedo al impactar contra la superficie lisa de la imagen digital, se amplificó, mostrando exactamente el lugar de los hechos–. El blanco se desplazó hasta la ciudad y posteriormente se dirigió hasta la antigua Tokio.

L fijó sus pupilas negras en la imagen del mapa que cambiaba para exponer las imágenes del cuerpo del shinigami en diversos aspectos. Y luego mostraban capturas del edificio incendiándose, el resultado de la explosión de la mina D17, los restos de escombros y fuego. Todo había pasado muy rápido, aunque si el shinigami había aparecido en la región de Shinagawa, ¿Cómo había ido a parar a la antigua Tokio? Existía un largo tramo de kilómetros para llegar allí y antes de allí se encontraba la ciudad. Era extraño que no se detuviera en la ciudad con tantos civiles de por medio…

–La zona de Shinagawa…–musitó L con tono parco–, es el lugar donde está ubicado Wammy´s House.

–Sí señor. El escuadrón de búsqueda ha insistido en que el punto de encuentro fue muy cerca de aquí. Específicamente podría tratarse de la parte lateral del cuartel.

–Entiendo –se llevó el pulgar a la boca, comprendiendo parte del dilema en el que estaba.

La aparición del shinigami en ese lugar coincidía con la súbita desaparición de Nate. Su ausencia había pasado desapercibida durante todo el rato, llegando a saber de ella sólo cuando le avisaron de su llegada directa al centro medico. Volvió a llevarse un trozo de pastel a la boca y analizó en silencio los motivos que llevaron a Near fuera del cuartel. ¿Cómo había salido? Todas las puertas estaban selladas y las que estaban sin sellar permanecían el constate custodia, ¿Acaso había burlado a los de seguridad? No, no se trataba de eso. Nate era un muchacho demasiado introvertido como para querer explorar el mundo. Su espacio se concentraba en su cuarto y sus juguetes. Lo conocía bien y comprendía que tuvo que haber sucedido algo que llamase su atención, tanto como para hacerlo salir al exterior, ¿Pero qué?  Bien, podía aceptar que encontró una puerta abierta, salió, ¿Y fue hasta la vieja Tokio? No. Eso era muy forzado. Existía un noventa por ciento de probabilidades que él hubiese tenido contacto con el shinigami mucho antes del accidente mismo en la vieja ciudad. Si era así, Near presenció su aparición y posteriormente huyó de él. Según el expediente en su computadora, un muchacho llamado Mihael Keehl lo había ayudado y por eso llegaron hasta el punto de mira.

“Eso quiere decir que… ¿El shinigami lo estaba persiguiendo…? ¿Lo siguió desde Shinagawa hasta la antigua Tokio? ¿Por qué?”

–¿Han averiguado el motivo por el cual el sistema de alarma falló?

–No señor.

Naomi Misora también estaba presente en la reunión, la mayoría de los agentes estaban allí. Un error como el que habían cometido era inadmisible y alguien debía hacerse responsable. La mujer ataviada en sus pantalones y su chaqueta de cuero, se puso en pie e hizo una reverencia.

–Como directora de operaciones, tomo la responsabilidad del caso –se irguió y miró a L, de repente, sin querer, su mente trajo a su memoria la silueta del experimento B.B. Se sintió obligada a apartar la vista, pero no lo hizo. Se mantuvo firme en su postura.

–De acuerdo. Este es un problema que debe ser solucionado de inmediato –L miró a Mogi–. Pasando a otro tema… Agente Mogi, quiero el video del interrogatorio que hicieron al individuo que responde al nombre de Mihael Keehl. También me gustaría hablar con él. Haga lo posible por concertar una cita.

–Sí. De hecho señor, Keehl es uno de los candidatos que pretende tomar el examen de admisión.

–Entiendo. Quiero todos sus datos.

En ese momento la puerta del auditorio se abrió y Yagami Light entró. Se veía algo agitado, L lo supuso por la forma en que trataba de disimular su fatigosa respiración. Se acercó hasta la mesa y tomó su lugar. L lo miró de soslayo, preguntándose dónde habría estado durante todas esas horas que dieron alerta roja especial.

–Disculpen la demora –dijo.

–Comandante Yagami, debemos discutir sobre las pruebas de admisión que darán inicio dentro de una hora…

La silla se arrastró ruidosamente sobre el piso al ser empujada por un cuerpo. L se puso en pie y salió sin decir ni una palabra. Nadie se lo incidió, él si podía dejar la cuestión a mitad de reunión, por lo que parecía. E igual que los reyes que no quieren desperdiciar palabras hablando con plebeyos, se marchó. Su desgarbada silueta caminó en silencio por los corredores hasta llegar a la escalera mecánica, dejándose llevar por ella hasta unos de los pisos y de allí tomó el ascensor hasta la terraza. Abrió la puertecilla y salió al exterior. El último piso daba a la azotea, era un sitio enorme.

Afuera soplaba aire frio. Sintió su piel siendo azotada por el viento crepuscular y continuó su trayecto hasta estar al tope del borde, no había barandas de seguridad por lo que podía situarse en la orilla misma del edificio. Desde allí podía contemplar toda la estructura de Wammy´s House; se dividía en bloques como componiendo un rectángulo; un edificio delante, otro atrás, del lado izquierdo y otro del derecho. En el medio de los bloques se situaba un patio, como las cárceles de antaño. Sólo que este patio no estaba expuesto al clima, sino que era protegido por las compuertas ubicadas en los cuatros bloques, se abrían y cerraban, como un ascensor boca arriba al sol. Y no es como si los edificios estuvieran separados, cada uno conectaba su extremo con el otro, volviendo el lugar un sitio inmenso y difícil de recorrer.

L observó como en ese momento las compuertas se abrían y dejaban un espacio lo suficientemente grande como para almacenar más de una docena de helicópteros.

Se desplazó en silencio por toda la orilla con las manos metidas en sus bolsillos, caminando al mismo paso al que iba su sueño; lento, lento, lento. Se detuvo y centró su vista en el lejano cielo, los tintes naranjas pasaban desde diversos tonos; amarillo, rojo, violeta. Admiró la luz del sol que comenzaba a asomarse. Estaba amaneciendo, para entonces eran las seis y media. Cerró los ojos y permitió que esa luz mañanera le diera de lleno en la cara, entibiándole el rostro, como agua al sol. Se mantuvo así largo rato, disfrutando de la calidad sensación.

–L… –Light había concluido la reunión y fue tras su búsqueda. No le costó mucho encontrar su paradero, sabía dónde estaba. Caminó hasta él, aun manteniendo en sus hombros la gabardina que le serbia de capa. Le parecía muy precaria la posición donde estaba L, eran veinte pisos después de todo. Un movimiento en falso y L sería una papilla humana–. ¿No crees que estás demasiado cerca de la orilla?

–Me gusta el sol de la primera hora de la mañana.

–De eso ya me di cuenta –obvió, ofreciéndole su mano para ayudarlo a bajar de allí–. Una cosa es querer recibir el sol y otra muy distinta es buscarla hasta el punto de querer volverte papilla humana.

El pelinegro observó con atención la mano que le ofrecían. Light siempre tenía manos suaves, dedos largos que pasaban horas tecleando sobre la computadora. Eran manos bonitas, no demasiado huesudas como las suyas. Sin embargo, se negó a tomarla por mucho que le gustara.

–Cuando abrí los ojos, Light no estaba a mí lado –musitó con calma, mirando ahora los ojos castaño del muchacho–. ¿Dónde estabas?

Light no respondió en seguida, tampoco se inmutó, aunque dentro de sí se generaba una revolución de ácidos en sus tripas. No le gustaba cuando L le hacía ese tipo de preguntas, como sospechando de él, y bien que tenía de donde sospechar, aun así, dolía saber que de L sólo obtendría desconfianza.

–Regresé a mi casa –dijo sin dejar de tenderle la mano, esperando pacientemente que la tomara–. Tenía el celular apagado y por eso no supe de la alerta roja especial hasta muy tarde.

L tomó su mano y bajó de la línea de concreto en la que había estado paseándose. Tan solo por ese gesto, Light ya era capaz de respirar con alivio.

–Supongo que Light, ya sabe lo de Near.

–Lo sé –aseguró, tensando la mandíbula, sintiendo en su sangre la adrenalina correr por la rabia. De todos modos, no se notaba demasiado, su mascara de indiferencia maquilló muy bien su congestión emocional–. Debemos irnos, L. Los exámenes de admisión comenzaran pronto.

-.-

Se revolvió entre las sabanas de su cama. La alarma hace rato había sonado, dándole una cachetada mental con su incesante sonido que más que torturar sus tímpanos, torturaba su mente, su cerebro. Lo entumecía, envolviéndolo en un manto en el que no estaba en su sueño, pero tampoco estaba dormido. Dejándolo algo así como en el limbo, en el estar y no estar, un pie en el sueño y otro en la realidad. Justo así. Dejó salir un suspiro pesado y volvió a moverse en la cama, despertando sus músculos agarrotados. Abrió un ojo y luego el otro, visualizando un techo y un bombillo apagado.

“¿Dónde estoy?” se preguntó mentalmente, aun sin saber si seguía en un mundo onírico o si este era el mundo real. Su usual desorientación era algo típico al despertar. Nunca estaba seguro dónde estaba, ni tampoco si se encontraba del lado correcto de la cama, horizontal o vertical. Solía sentirse bastante perdido en las mañanas. Parpadeó varías veces al sentir sus ojos secarse por mirar tan fijamente ese techo al que todavía no se acostumbraba.

Es cierto. Estoy en casa” se recordó, volviendo de su abismal vacío e incorporándose en la cama. Dejó salir otro suspiro pesado y se masajeó con evidente pereza los músculos de su hombro izquierdo. A su lado, un cuerpo femenino se removió como una mariposa cambiando de lugar. El muchacho la miró un segundo antes de sonreír para sí al recordar la gran noche que había pasado. Después de todo, siempre era bueno tener un cuerpo tibio calentándole la cama. Vio su pantalón regado en el suelo y se puso en pie para darle alcance. Era hora de iniciar un nuevo día, y que mejor forma de hacerlo que con su usual y querido hábito, ese que un día lo llevaría a la tumba. La ventana estaba empañada debido a la frialdad del día y sin importarle mucho, la abrió.

–¿No es demasiado temprano para fumar? –inquirió una voz femenina proveniente de la cama. Matt viró la vista y observó su cuerpo descomunal desparramado en la cama como una escultura de mármol; su cabello negro y su piel morena la hacían alguien muy deseable.

–He intentado dejarlo más veces de las que puedo contar –dijo, soltando un risita liviana–. El cigarro esta tan atado a mí como yo lo estoy de él.

–Eso podría matarte algún día.

–Quien sabe… –dio una calada profunda y soltó el humo muy despacito por entre sus labios alevosos para al final dejar una sonrisa picara–. A lo mejor morimos juntos.

–Si tú lo quieres… –se alzó de hombros, dejándose caer nuevamente en la cama para recuperar horas de sueño perdido. Aun era muy temprano–. Dormiré un rato más.

–Está bien.

Lanzó lo que quedaba del cigarro por la ventana y dirigió sus pasos hasta el baño. El agua fría del chorro le puso la piel de gallina y estuvo a punto de soltar un gritico por la impresión helada. Se vistió y miró su reflejo en el espejo; tenía el cabello cobrizo y los ojos más verdes que la primavera. Se acomodó algunas hebras rebeldes y se dio el visto bueno. Buscó sus llaves y fue hasta su carro, y de ahí hasta el apartamento de Mello. Iba diez minutos tarde.

–Apuesto a que Mello debe estar asqueado de esperar.

Seguramente su amigo querría ahorcarlo por semejante atrevimiento, tampoco es que le importase mucho, Mello siempre se puteaba por todo. Su genio era terrible. “Como todo un cascarrabias” pensó entre risitas discretas. Hacía mucho tiempo se había acostumbrado a su humor y Mello al de él, a su forma tan despreocupada de ir por la vida y tomarse con calma las cosas. Aunque eso no significara que no tuvieran desacuerdos de vez en cuando y que estos mismos desacuerdos les hiciesen decir palabras de las que después se arrepentían, como trapitos sacados al sol que luego se incendian. Cada uno tenía un carácter muy marcado.

Tocó la puerta varías veces antes de que el encargado le informase que Mello no estaba en casa, ni siquiera había llegado a dormir. Se rascó la cabeza sin saber dónde podría estar su amigo. Sabía que el examen de admisión era importante para Mihael, tanto como para pasarse los últimos meses estudiando y entrenando, solía tomarse las cosas muy en serio. ¿Acaso no había venido a casa para entrar de primero en Wammy´s House? No, no era tan excéntrico como para pasarse horas frente a la puerta esperando que la abrieran, ¿o sí?

–De todas formas, iré a echar un vistazo.

Se fue al cuartel. Hoy las grandes puertas de hierro que solían estar cerradas al público general, permanecían abiertas a todo aquel que quisiese presentarse en la prueba. Algo que sucedía cada dos años; reclutaban nuevos soldados y los entrenaban para el combate. Matt condujo su mustang hasta ahí. Wammy´s House se ubicaba en la zona de Shinagawa, a unos kilómetros de la ciudad, la única forma de llegar era a través de unas serpenteantes carreteras que la comunicaban con la autopista.

Lo demás… 

Tierra desabrida y palos secos.

A Matt no le gustaba ese camino, unos kilómetros en compañía de la soledad y tus propios pensamientos. Como una escena típica de esas películas de miedo de las que solía reírse. Aunque ahora no estaba tan desolada como de costumbre, podía ver varios autos pasarle de largo, como una carrera de videojuegos, sonrió por su propio pensamiento y aceleró, motivado por la nueva perspectiva. Al llegar al cuartel se quitó los googles y soltó un silbido por la impresión. Wammy´s House siempre había conseguido impresionarlo, la inmensa estructura se alzaba desde el piso hasta el cielo con sus veinte pisos de alto y ancho.  Era un edificio viejo, se notaba. Y tal vez era que las nubes grises volvían a acumularse en el cielo, lo que daba la impresión de ser un lugar siniestro.

Aparcó el auto junto con los otros cientos que había alrededor. Al parecer mucha gente iba a intentarlo. Era normal. Ser un soldado de allí brindaba muchos beneficios, como comida gratis, agua potable, y seguridad. La situación del país no era la mejor y conseguir comida no era tan fácil teniendo en cuenta que los últimos cultivos del año fueron arruinados por la lluvia. Cada vez era más difícil sembrar arroz y mantener el agua a salvo. Para ello estaban las vías subterráneas, sin embargo, no estaban seguros hasta cuando podrían mantener las cosas al margen. Si la lluvia llegase a dañar el agua bajo tierra, estarían perdidos.

Al fin y al cabo, no eran más que caminantes de agua roja.

Entró al edificio, llenando un formulario que lo acreditaba como aspirante a soldado. Él al igual que Mello, pretendían entrar al cuartel para averiguar qué rayos estaba mal allí, porque algo iba mal. La gente no se daba cuenta, no aun, pero algo empezaba a apestar y el olor rancio pronto infestaría las calles asfaltadas. Ciertamente, Wammy´s House se encargaba de tener limpia la ciudad de shinigamis, incluso, les debían el hecho de que mantuviesen el agua potable. A fin de cuentas, sus laboratorios con maquinarias avanzadas lograban mantener a raya la corrosión de la lluvia.

Aun así… había algo extraño allí. Algo que hacía del distrito de Tokio blanco de los dioses de la muerte.

–¡Mello! –saludó con evidente alegría al verlo. Aunque luego detuvo su buen humor al vislumbrar el cardenal en su pómulo y notar algunas venditas en su frente lateral–. Te ves terrible. ¿Qué diablos te pasó?

La sala de recibimiento donde estaban, ubicada en el edificio principal, era alta y ancha, lo suficiente para acogerlos a todos, aun así parecían un montón de hormiguitas metidas en un frasco. Así de gente había…

–Resulta que he tenido una gran noche, Matt –respondió con sarcasmo, acercándose a su amigo.

–Uff, yo también. Aunque me parece que yo la he pasado mejor que tú.  

–Deja de payasear conmigo, Matt. Estoy hasta las bolas de esta mierda –escupió. Sus ojos azules brillaron como el peligroso filo de una navaja–. Esta madrugada un shinigami estuvo a punto de joderme la existencia.

–¿En serio?

–Muy en serio. Resulta que ser buena gente causa muchos problemas. Ya lo sabía, pero anoche lo comprobé en carne propia. La próxima vez voy a ser un maldito y haré la vista gorda –se dejó caer en un asiento libre que había encontrado. Matt se quedó de pie y notó el vendaje en su pierna–. ¿No piensas decir nada?

–La situación habla por si sola.

–No eres tan intuitivo, ¿verdad? –soltó un bufido, echó la cabeza atrás y permitió descansar la nuca en el respaldo de la silla. Le dolía todo–. Intenté salvar a alguien y al final acabé en un cuarto interrogativo con agentes haciéndome todo tipo de preguntas. Los malditos creían que era algún tipo de terrorista o mafioso que había secuestrado a su princesa.

–Caray, te cogieron antes de hacer el trabajo mismo –se burló Matt, sonriendo ligeramente de la penosa situación en la que se vio envuelto su amigo.

–Cabrón, esto es en serio.

–¿Y cuando no? Yo también hablo en serio.

–Todo esto es culpa de Nate –gruñó y cerró los ojos.

–¿De quién?

–El malnacido de Nate –repitió, sintiendo en la lengua el mal sabor de su presencia–. O debería decir… Near.

Irguió la cabeza y sonrió con autosuficiencia al ver el rostro de Matt palidecer. Al parecer eso si lo sorprendió.

Luego de que fueran en helicóptero hasta el cuartel y dejaran a Nate en emergencia, a él no lo soltaron tan fácilmente. Mello no comprendía del todo lo que sucedía, pero que Nate estuviese fuera de Wammy´s House no era natural. Acabaron señalándolo como un presunto secuestrador aun cuando sólo le había salvado el trasero al mocoso ese. Lo llevaron a un cuarto aislado con un agente, como esos cuartos policiales de interrogatorio y le hicieron todo tipo de preguntas. Incluso, uno de ellos le propinó un puñetazo cuando se reveló a responder, o una cachetada cuando respondía con altanería. Lo mantuvieron cautivo desde las tres de la madrugada hasta las seis de la mañana, sin dejarlo dormir y sin siquiera dejarle tratar sus heridas. Al final, lo trasladaron al hospital más cercano, trataron sus heridas y volvieron a llevarlo al cuartel. Ya estaba fuera de vigilancia, aunque aun seguía dándole la impresión de que varios ojos se posaban sobre él.

Miró a los lados, escrutando con sus iris que no hubieran moros cerca de la costa. Cuidando incluso que las cámaras de vigilancia no estuviesen grabándolo. El tema de Near, era delicado.

–No fue una perdida después de todo. He averiguado unas cosas, Matt. Y puedo decir con certeza que aquí pasa algo extraño.

Matt asintió en silencio, metió las manos en sus bolsillos y pensó en todos los escenarios posibles. Estaban a punto de meterse en la boca del lobo por voluntad propia. Esperaba que ambos salieran ilesos de la situación y que ninguno dejase un pedazo de su ser enterrado entre esos muros de piedra lisa que escondían más de un secreto. El altavoz sonó, revelando lo que seguía a continuación. El primer examen estaba a punto de empezar.

-.-

La cámara de vigilancia era un sitio con cientos de pantallas ubicadas alrededor del cuarto. Algunos agentes, los encargados en ese momento de efectuar la operación, se situaban en sus respectivas sillas junto a su mesa y portátil de trabajo. Verificaban cada lugar y pasaban de una imagen a otra, pues eran muchos sitios los que pretendían ojear.

Ese cuarto, con sus cientos de cámaras, era el ojo en el cielo.

Dividían la vigilancia en dos, por eso la mitad de la cámara se concentraba en la vigilancia de Japón, y la otra mitad vigilaba a los alumnos dentro del cuartel. El primer examen consistía en una prueba para calificar su intelecto, cientos de preguntas que debían ser respondidas con astucia en un lapso de tres horas. Generalmente, la mitad de los alumnos reprobaban y eso les permitía quedarse con aquellos que tenían un ingenio más elevado. Además, de reducir la cantidad de aspirantes. No podían acogerlos a todos por mucho que quisieran. El primer examen ya había terminado, y los aspirantes se reunían en el comedor; conversando, mordiéndose las uñas, rezando. Darían los resultados después de medio día, cuando todos acabasen de comer. Necesitarían de fuerza para la segunda y ultima prueba, dónde un combate cuerpo a cuerpo decidiría quien se quedaría y quien se iría.

L miró las pantallas sin parpadear, observando a todas esas personas desenvolverse, preparándose. Ellos no lo sabían, pero el combate cuerpo a cuerpo no era una lucha donde quien ganaba se quedaba. No evaluaban así. El combate era un solo un borrador para ver que tan capaces eran y si podían soportar la presión. Una situación para probar sus habilidades. Sólo así sabrían si valía la pena que fuesen miembros, no sólo por un esfuerzo físico, sino también por un esfuerzo psicológico.

–L, hemos logrado neutralizar al shinigami que apareció en el distrito de Nagano hace unas horas. También al shinigami en la zona de Shibuya –informó el agente Ukita–. Fue sencillo porque sus tamaños eran pequeños. Raye Penber enviará el informe en cuanto este listo.

Hizo una reverencia y se marchó. L se llevó la falange de siempre a los labios. Por dentro, estaba aliviado de que los shinigamis aparecidos hace unas horas fuesen una distracción minúscula y no algo tan grave como lo de esa madrugada. Siempre que un dios de la muerte pisaba tierra, daban alarma roja y su voz sintetizada a través del micrófono, se auditaba al pueblo por una pantalla en la ciudad, corriendo la voz de que debían ir a los refugios. Era algo usual, algo monótono. Estaba acostumbrado, y sin embargo…

–L, ya se han calificado quienes pasaran a la segunda prueba –Light se acercó a él. Su rostro serio y su porte altivo le brindaba elegancia a su caminar tan recto. Yagami era muy eficiente y se encargaba de que sólo gente eficaz hiciese el trabajo con los exámenes–. Se reunirán en la sala de espera y allí informaremos los resultados.

–Entiendo.

Tal y como esperó muchísimos fueron reprobados, dejando la mitad de ellos en la sala. Ahora venía la segunda y ultima prueba. Combates cuerpo a cuerpo. Todavía eran muchos, por lo que el examen se realizaría en toda la tarde y toda la noche. Cada uno de ellos entraría a una estación de combate y un agente especializado se encargaría de llevar acabo el desenlace. L y Light nunca participaban, se limitaban a observar a través del ojo en el cielo el desarrollo de los acontecimientos.

–L, señor. Este individuo es Mihael Keehl –uno de los agentes amplificó una pantalla, mostrando a un chico rubio con aspecto malhumorado.

– Mihael Keehl –L sonrió a medias, una sonrisa que sólo aparecía cuando su vista encontraba algo interesante.

– Mihael Keehl. Diecinueve años. Huérfano de padres. Tiene su origen en Ljubljana, Eslovenia. Debido al segundo impacto su país quedó en ruinas cuando tenía cinco años. Vivió en Inglaterra y luego pasó a vivir en Japón, en el distrito de Osaka. Actualmente vive en el distrito de Tokio. Su registro indica que tiene experiencia como detective en la policía nacional –relató Light con recelo, leyendo el expediente del muchacho–. ¿Por qué estás interesado en él?

–Keehl fue quien ayudó a Nate esta madrugada. Me causa curiosidad.

–¿Curiosidad? –el castaño trató de disimular el reciente malestar generado en su estómago, como la amarga bilis saboreada luego del azúcar. Además, estaban en presencia de todos, no podía darse el lujo de dejar entrever sus celos infundados. Aparte de que nadie sabía la relación que mantenían, sería ridículo exponer sus emociones a tal grado de infantilismo. Porque era infantil celarlo de un mocoso de diecinueve años.

–Agente Aizawa, jamás me he involucrado directamente en el asunto de combates cuerpo a cuerpo. Sin embargo, la ocasión amerita una excepción de mi parte. Asigne a Mihael Keehl a nombre de Rue Ryuzaki. Me encargaré personalmente de evaluar su desempeño.

–¿Qué…? ¡No puedes hacer eso, L!

–Por supuesto que puedo. Soy el comandante principal, Light.

Light se acercó a L, casi rozando su hombro, su aire denotaba una furia oculta bajo toneladas de paciencia y discreción. Susurró unas palabras cargadas de ira y preocupación, no era muy sensato ir a una pelea uno a uno cuando su cuerpo estaba tan frágil como una hoja seca y acaramelada por el otoño. El pelinegro comprendía sus motivos. Entendía que el motivo de su enfermedad era un eje en el que siempre iba a girar, y por mucho que Light hiciera malabares con la tecnología, eso no lo iba a salvar de su verdadero fin. El único fin posible para él. Hace mucho rato lo había aceptado, sólo existía una variable de la que no estaba seguro de poder asumir las consecuencias.

–Light no tiene porqué preocuparse –eran palabras que se volvían susurros al pasar por los oídos del castaño–. Tengo lucidez completa de mis capacidades facultativas.

–Ese no es el punto.

–Le pediré a Light que no interfiera con mis asuntos.

Antes de escuchar una replica, decidió irse, marchándose con ese lento caminar suyo, con las manos en los bolsillos y la postura siempre desgarbada. Nunca utilizaba el uniforme a diferencia de Light que siempre mantenía el saco pulcro y los botones bien abotonados, limpios, brillantes, además del calzado en perfecta sincronización. Los zapatos apestaban y L los evitaba la mayor parte del tiempo. Después de todo, no lo necesitaba si ni siquiera salía al mundo de afuera, enclaustrado por voluntad propia entre esas cuatro paredes que habían visto todo lo que el mundo no podía saber.

–De acuerdo –musitó el castaño–. Rue Ryuzaki será el encargado de evaluar los progresos de Mihael Keehl. –dio la orden en voz alta, dejando a un lado el expediente del muchacho con un gesto tan desenfadado que nadie creería que estaba molesto, aunque su expresión ya no era apacible, tenía la mirada dura e inescrutable.

-.-

Mello respiró hondo y trató de concentrarse. Lo habían ubicado en una cámara de entrenamiento, lo sabía por los objetos que daban forma a la instalación; paredes artificiales, edificios falsos y tierra dura bajo sus pies juntos con grandes rocas para ocultar su presencia. Comprendía que ahora venía una pelea cuerpo a cuerpo, aunque había imaginado algo como tipo artes marciales y no un performance completo y real. Incluso le habían dado a elegir que armas utilizar; espadas, ballestas, puñales, revolver, lanzas, y demás. Su instinto le hizo escoger un revolver y un puñal del tamaño de su palma abierta, muy filosa y fácil de esconder.

Una gota de sudor recorrió su omoplato y se quedó quieto detrás de la pared. Sus oídos habían captado la bulla de algo. No estaba seguro de qué, pero alguien estaba allí con él. Era de esperarse, aunque admitía que una situación tan bien estructurada lo había cogido un poco desprevenido. Se movió con sigilo, desplazándose entre las paredes que le permitían mantener su silueta escondida hasta que…

–Esperaba que Keehl notara mi presencia –dijo una voz. Mello se estremeció, notando la sensación de pánico inundar su organismo al ser cociente de que alguien se hallaba detrás de él. Abrió los ojos con sorpresa y logró agacharse a tiempo para esquivar el golpe. Algo, una roca envuelta en un trapo, como una sonda, o como una cachiporra, voló en el aire por encima de su cabeza. Mihael sintió su cabello suelto moverse despacio, tanto como notar que la densidad del aire se agilizaba producto de la rapidez del arma. No perdió tiempo y rodó por el suelo para ubicarse frente a su enemigo. Con la rodilla hincada en el suelo y la otra flexionada levemente, se quedó casi de cuclillas en el piso, observando con fijeza al extraño que lo había atacado.

Pretendía decir algo, no obstante, las palabras que iba a pronunciar se desvanecieron como un cubo de azúcar en una taza de café al fijarse en su apariencia; el sujeto era algo parecido a una persona, lo consideraba más cercano a un espantapájaros que otra cosa. Nada más había que verlo para pensar que era un bichito raro: El cabello enmarañado, la ropa holgada, casi como chorreando en su cuerpo, la postura mal erguida, la piel pálida, como de enfermo, y esas bolsas bajo los ojos. Y lo peor de todo, guardándose la cachiporra en el bolsillo del pantalón en un gesto de la más natural. ¿Acaso ese era una de las armas que había elegido el sujeto? Porque si era así era una estupidez. Mihael se sentía altamente ofendido. Una cachiporra no era suficiente para vencerlo.

–Mucho gusto, Mihael Keehl –dijo con un tono deliberadamente calmado–. Yo soy Rue Ryuzaki y seré tu oponente.

–Que hayas elegido una cachiporra es realmente estúpido.

–Es un arma ligera que no te hará daño. Además, es fácil guardar un arma como esta en el bolsillo.

–¿Estás de broma? –casi chilló, irritado por el tono tan lacónico del sujeto. Que se tomara las cosas con tanta calma le enervaba la sangre, casi como si lo estuviera subestimando.

–No veo ningún chiste en guardar un arma en el bolsillo. De hecho, es algo completamente útil. Sugiero que Mihael lo pruebe alguna vez.

–Déjate de juegos –frunció el entrecejo, irguiéndose y mostrándose desafiante, con la barbilla alzada–. Te demostraré lo que soy capaz de hacer.

–Quizás no lo parezca, pero soy bastante fuerte. –se llevó la falange de siempre a los labios.

–¡¿Y qué estás esperando para empezar?!

–Sí, es mejor terminar cuanto antes. Hay algunas preguntas que quiero hacerte y quisiera que respondieras con total sinceridad. 

Entonces, moviéndose a una velocidad asombrosa, L se lanzó hacia Mihael, este no dudo en apuntar el arma y se preguntó, aun en medio de aquel delirante escenario, si el revolver realmente tendría balas reales, o era de esas balas falsas, llenas de pinturas. No tuvo mucho tiempo para pensar y simplemente apretó el gatillo. El sonido del revolver rompió el aire al igual que los pasos del espantapájaros esquivando cada bala.  Algunas de ellas impactaron contra el suelo y repicaron en otros lugares, pero ninguna acertó en Rue. Se movía bastante rápido y antes de darse cuenta ya lo tenía en frente, esquivando los puñetazos que lanzaba contra sí. Derecha, izquierda, arriba, abajo. Logró acertar uno en su mentón, desequilibrándolo momentáneamente, descuido que L aprovecho y tomó con fuerza el cabello del muchacho, apresando entre sus dedos los hilos dorados, manteniéndolos como rehén y tirando de ellos con violencia. El arma en las manos de Mello salió disparada por el suelo mientras era obligado a hincarse en el piso con el cabello y uno de sus brazos siendo brutalmente jalados hacia atrás.

–Tener el cabello largo puede resultar un problema, en ocasiones.

–¡Púdrete! –siseó malhumorado y adolorido, apretando los dientes para contraer las olas de dolor.

Su extensión derecha de brazo seguía siendo tirada en un ángulo antinatural, provocándole algo así como un desgarramiento en los músculos. Era un dolor espantoso. ¿Acaso quería arrancarle el brazo, o dislocarle el hombro? Porque eso es lo que parecía. Y Ryuzaki no se detenía, seguía tirando de él, probando su resistencia, su ingenio en una situación tan critica como aquella. Lo miró de soslayó con furia, y con el brazos que aun seguía libre, hizo un movimiento lo suficientemente fuerte como para pegarle en el estómago o algo así, tan sólo era un pequeña distracción para lograr aunque fuese un poco de soltura. Y lo consiguió.

Mello giró sobre si mismo en el ángulo que estaba, pegándole una patada en la cadera a L, tambaleándolo y provocando que soltara su cabello. Y luego, sacó el puñal que mantenía escondido y se lazó contra él, haciendo cortes tajantes en el aire. L lo esquivó por poco, sin embargo, en unos es esos movimientos repetitivos, Mihael logró rozar una mejilla. No fue un corte profundo, pero si lo bastante contundente como para dejar una raya en la mejilla y posteriormente el deslizamiento de un hilo de sangre. Ryuzaki retrocedió con rapidez, dando saltos hacía atrás, buscando en su camino la ballesta que eligió como segunda arma. Se pasó el dorso de la mano en la mejilla y notó el denso carmín manchar su piel.

–Es fácil guardar un arma como esta en el bolsillo –Mello repitió sus palabras con un deje de orgullo y malicia, respirando agitado, mirándolo con altivez.  El puñal seguía en su mano con la punta manchada de rojo como prueba irrefutable de su acercamiento.

–Estoy sorprendido –admitió sin emoción alguna, apuntando con la ballesta al muchacho–. Sin embargo, los movimientos de Mihael siguen siendo muy lentos.

Disparó el arma, dejando que una flecha volara en el aire. Mello la vio llegar y esquivó el objeto por los pelos, su estado no era el mejor y seguía doliéndole todo. Pensaba que era un milagro que se mantuviera en pie así como lo era el hecho de que estuviese haciendo algunas volteretas en el aire para esquivar las continuas flechas que eran disparadas. Eso hasta que tropezó con una piedra, trastrabillando y causando que una flecha atravesara su pierna. Dejó salir un alarido mientras seguía tambaleándose por el reciente ataque, ¡Mierda! Eso dolía, y aun así su atacante no se detuvo, llegando hasta él con esa rapidez que le había impresionado desde el principio.

Ahora venía la estocada final, el tiro de gracia, así que L ubicó sus manos en el piso, empujándose hacía abajo para impulsar una de sus piernas al rubio, enviando su pie hasta la barbilla de su contrincante y por tanto, arrojándolo violentamente al otro extremo de la estancia, donde el chico cayó sobre una pared falsa. El objeto se rompió bajo el peso de su cuerpo y Mello quedó tendido entre los pedazos, inerte como una muñeca de trapo.

La pelea había terminado.

-.-

Percibía en su organismo el constaste vaivén del cansancio, haciendo mella en su sistema como un montón de peces nadando de un lado a otro. Intentó frotarse la sien para calmar el dolor de cabeza que amenazaba con explotar sus neuronas, pero no concretó su acción al notar a través de la yema de sus dedos, la textura pegajosa de una sustancia viscosa. Le brotaba sangre del lado izquierdo de la cara. Chasqueó la lengua y continuó caminando entre los corredores del cuartel.

Lo habían mandado a la enfermería.

Y por lo que podía ver no era el único. Muchos de los aspirantes iban por el mismo camino, trazando en su andar un sendero de decepción y amargura. Y Mello se sintió parte de una masa de vulnerabilidad porque él también se sentía así: decepcionado. La pelea había acabado en un pestañear de ojos y él se había visto humillantemente derrotado. Su misión había acabado antes de empezar y eso lo frustraba.

Todos esos meses de entrenamiento…

Todas las horas de sueños perdido…

Y todo para nada…

–¡Eh, Mello! ¡Espérame! –esa era la voz siempre alegre de Matt. Ladeó un poco la cabeza, mirando tras de él y notó la presencia de su amigo acercándose con un trote suave. Y por lo que podía ver, a Matt le había ido tan mal como a él.

–Eres un desastre andante, Matt.

–Mira quien viene a hablar. Tu no te ves mucho mejor que yo –soltó un suspiro de cansancio–. Me ha tocado pelear con un tipa de lo más violenta, bueno violenta no. Era muy bella y fuerte. Es la clase de chica que sabe muy bien donde asestar una patada. Fíjate que hasta su nombre es de temer, la llaman Misora Masacre. Me ha dejado como puré de papas, ¿Quién te tocó a ti?

–Un rarito llamado Rue Ryuuzaki –hizo una mueca de dolor al seguir su recorrido a la enfermería. Le dolía la cabeza y los oídos le zumbaban como si tuviera un pito atrapado en ellos–. Me da la impresión de que ese tipo me dejó una muela suelta y una cigarra zumbando en mis oídos.  Me sangra la nariz, pero no está rota, y ahora sí estoy seguro de tener unas cuantas costillas destrozadas.

–Ufff, tremenda paliza te han dado.

–Cállate –espetó sin fuerzas, entrando a la enfermería.

Le limpiaron la sangre de la mitad de la cara, colocándole algunos apósitos diminutos. También le revisaron el hombro y no estaba dislocado, aunque de todas formas le sugirieron que tuviera cuidado al moverlo y que lo dejara en reposo durante un buen rato. La flecha que atravesaba su pierna la quitaron con mucha atención, pero eso no quería decir que no dolió porque sí lo hizo. Fue una suerte que no tocara ningún nervio. Vendaron su muslo y le regalaron algunos antibióticos para evitar infecciones mayores en la herida. Y también una barra de chocolate. Esto alivió profundamente a Mihael, quien tenía todo el día sin probar una migaja de su dulce favorito. Al final, todos los aspirantes fueron reunidos en la sala de espera, informándole que el hecho de haber perdido la batalla no implicaba que habían perdido la guerra, y por tanto la derrota de hoy no significaba implícitamente que estuviesen descalificados. Al contrario.

Así que debían esperan un par de días para el vistazo final de los jueces y elegir finalmente quien entraba y quien no. Se lo harían saber a los participantes por medio de un correo.

–Así que sólo nos queda esperar –el pelirrojo movió su hombro circularmente como tratando de ubicar el hueso en su sitio. Tronó su cuello y compuso una sonrisa animada  pese a su mal aspecto–. Oye, rubia. ¿Dónde esta tu moto? Afuera esta lloviendo y vas a quedar como colador de cocina si pretendes irte sin capa.

–Mi moto esta destruida y mi capa se fue al infierno –escupió con enojo–. Así que hoy te toca hacer la buena obra de la noche y llévame a mi casa, perro.

–Vale, pero eso de perro esta de más –expuso con una mueca de desagrado. Ese tipo de apelativos eran denigrantes. Compuso una sonrisa adorable, decidiendo que no iba a pelear por estupideces, no ahora cuando estaba molido–. ¿Qué tal si vamos a comer algo primero? Muero de hambre.

Colocó la capucha sobre su cabeza, aplastando sus cabellos rojizos antes de salir corriendo por la lluvia hasta el lugar donde había aparcado su auto. Mello miró el exterior con desgana, la oscuridad era absoluta así que intuía que debía ser tipo nueve o diez de la noche. Estaba exhausto y planeaba dormir las ocho horas que no había dormido por andar de buen samaritano. Frunció el ceño y pensó en la puta ironía que lo llevaba a todos esos senderos.

La lluvia afuera caía en un constante repiqueo. Era suave, casi una llovizna, una cortina de agua que más que cortina, en términos reales, era una guillotina que no dudaba en atravesarte la piel si permanecías mucho rato bajo su efecto. Mello relajó la expresión y la observó caer desde la gran estructura de Wammy´s House. Sintió la necesidad de bañarse bajo esas gotas suicidas, o mejor dicho, gotas asesinas. Se preguntó, con una rara añoranza reflotada después de tantos años, si la gente en el pasado, cuando la lluvia era sólo agua, se bañaba bajo ella en una danza de alegría y despreocupación. Si ahora él mismo hacía eso, eso de caminar en su cortina de agua, no habría un charco de barro en el que saltar, sino más bien un charco de su sangre mezclándose con agua.

–Vamos, Mello.

El auto ya estaba frente a la entrada y Mihael accedió, dejando que varias góticas cayesen en su cabello, en su cara, quemándole tal como se quemaban las polillas al acercarse demasiado al bombillo. En su lejanía, cuando el carro ya se iba, viró la vista hasta la estructura siempre enorme e impresionante del cuartel. Sonrió de lado, una sonrisa entre sardónica y autosuficiente. Tenía la certeza de que no faltaría mucho para volver a estar allí, en ese cuartel, y también cerca de Near. Para descubrir todos sus podridos secretos. Su presencia seria como una tormenta acercándose a un cielo de cristal.

Mientras tanto, dentro de las inmensas paredes, Nate se encontraba sumido en un mar de Dirac…

-.-

Inspiró con cuidado el oxígeno cargado de antisépticos. Odiaba ese olor. Y odiaba esa cama de hospital. Le traía reminiscencias desagradables de una época en la que el gris gobernaba fuertemente su vida junto con una manta interminable de tristezas. Entró al cuarto y cerró la puerta tras de sí. Todo allí era silencio, tan silencioso como el dueño en si mismo. Porque Near era la criatura más silenciosa que había visto, ni siquiera hacía ruido al caminar, y esa blancura tan impecable le producía arcadas mentales. Todo en él lo hacia, desde sus pies pequeños enfundados en calcetines hasta la porquería de sus juguetes pulcramente ordenados en su habitación. Odiaba sus ojos vacíos tan parecidos a los de L. Odiaba su voz suave. Odiaba su cabello sin color. Y por sobretodo, odiaba esa perfección de la que se jactaba, con la que había nacido y se desenvolvía en su mundo como si realmente perteneciera a él cuando no era más que un parasito adosado a un tiempo detenido.

–Light, has venido –dijo Mikami, revisando el suero por el cual alimentaban al muchacho dormido. Una aguja atravesaba su piel blanca para conducir a través de su vena el líquido que mantenía en orden su sistema–. Near está bien. Tiene una herida en la cabeza que es más superficial de lo que parece. Se ha fracturado el radio y dislocado la muñeca. También tiene una infección debido a la frialdad de la noche, pero del resto esta estable. Podrá reponerse en una semana, como mínimo.

Antes de que su lengua modulase palabras al hombre, alguien más penetró la habitación. No necesitaba darse la vuelta para ver quien era si ya lo sabía de sobra; conocía el ruido de sus pasos, su pausada respiración succionando aire y devolviéndolo en tan solo segundos, y conocía a detalle esa sensación que se clavaba en su espalda, esa mirada oscura que siempre lograba estremecerlo.

–Buenas noches Light, Mikami –su voz seguía tan lacónica como siempre. Se acercó hasta estar hombro a hombro con el castaño–. ¿Ya ha despertado?

–No, señor. Ha permanecido todo el día dormido. Mañana por la mañana estará más descansado y entonces despertará.

–Comprendo.

Mikami Teru hizo una reverencia y salió fuera mientras L, con su andar tan vago, se sentó en la silla más cercana a la cama, llevándose sus rodillas al pecho y examinando con sus curiosos ojos negros, la silueta del muchacho que permanecía sin conciencia en la cama. Un vendaje cubría su cabeza, y una gasa con vendas cuidaba de su ojo izquierdo, además de llevar un yeso en el brazo y algunos apósitos en la mejilla. Lucia quebrantable en esa situación, atado a esa cama de hospital con todos esos cables y tubos pasando intravenosamente medicamentos a su organismo.

Le dio la sensación de algo así como deja vu.

–Mihael Keehl ha resultado ser un buen oponente.

–Casi te rebana la cara –espetó un poco molesto al recordar el suceso. La mejilla de L tenía una bandita que cubría la línea peligrosa trazada por el rubio. Era superficial, pero de todas formas le impresionó que siquiera rozase su rostro.

–Honestamente, no esperaba resultados tan impresionantes.

–¿Piensas recluirlo entre nosotros?

–Por supuesto. Ha tenido energía suficiente para librarse de un shinigami y tanto más como para rozarme la cara. Se ha ganado un lugar dentro de Wammy´s House. Además… protegió a Nate.

A este punto, Light sintió un remezón en el pecho.  

–¿Qué estas intentando decirme?

–El agente Rester no puede estar siempre pendiente de Nate. Es indispensable su conocimiento en la base de operaciones. Por tanto, pretendo asignar un cargo extra a Keehl como encargado del bienestar de Near.

–¡Eso es…!

–Light no tiene porqué alterarse. Tengo mis razones para llegar a tal resolución –miró de soslayo a su amante de años–. Todavía la información no es de dominio público y sólo unos pocos agentes lo saben. Sin embargo, tengo la corazonada de que Light lo sabe.

–¿Saber qué?

–El acceso número 93 estaba abierto –respondió calmado, mirando al chico blanquecido dormir–. Anoche, Near abandonó Wammy´s House a través de esta puerta que, curiosamente se encontraba sin sellar. Tenía entendido que todos los accesos del bloque cuatro estaban clausurados.

–Están clausurados.

–Eso no es lo que parece. He asignado un agente especial para investigar el caso. Quiero encontrar la razón de ser de esta puerta abierta. No es casualidad que haya estado sin sellar justo cuando un shinigami a aparecido en la parte lateral de nuestro cuartel, y mucho más que Near haya estado allí en el momento.

Light no soltó ni una sola queja o expresión de descontento, manteniéndose erguido y reacio en su postura.

–Bien, eso es sólo especulación. Si Near estuvo allí o no, lo sabré cuando despierte. Pero aceptaré, en aras de polémica que Near estuvo presente en el momento. Aunado a ello, mi teoría es la siguiente: alguien trató de hacerle daño a Nate, llevándolo hasta el punto de encuentro, dejando como sobra de panes un acceso libre, o… Alguien estaba esperando la presencia del shinigami y ese alguien fue el responsable de que el sistema de alarmas estuviese desactivado –uno de los dedos de su pie rascó al otro en un gesto tan monótono como infantil–. Todavía no he comprendido el móvil en cualquiera de las dos situaciones, pero una vez que tenga todas las piezas en su lugar seré capaz de entender lo que ha pasado.

–Es una teoría interesante, L. Aun así, carece de fundamentos validos. Dudo que alguien en nuestro mundo quiera tener contacto con seres tan destructivos como los shinigamis, y en caso contrario, con respecto a la teoría de Near, tampoco hay validez. ¿Quién querría hacerle daño a él si ni siquiera sale de aquí? No deberías indagar en ese tema, sólo fue coincidencia.

–Coincidencia es que el pastel de fresa sepa tan bien como el pastel de zarzamora. Pero esto no es coincidencia, Light.

–Bien. Investigaré sobre ello, entonces. No es conveniente que un agente lo haga. El bloque cuatro es área restringida, lo sabes. Nadie debe saber lo que allí pasa –dijo con una resuelta resolución en el rostro, dispuesto a marcharse de ese cuarto que tanto asco le daba–. Estoy agotado, así que me iré a mi casa luego de revisar algunos archivos.

–De acuerdo. Buenas noches, Light.

–Buenas noches, L.

Salió de la habitación, dejando a L cuidar de Nate, vigilando su sueño que no parecía sueño, sino una honda tina de frustraciones reprimidas, de pesadillas o quizás de una realidad que él aun no alcanzaba comprender. Sea como fuese la cosa, se marchó de ahí, notando en seguida el ruido de otros zapatos hacer bulla entre su bulla. A través de su mirada periférica, notó la figura de Mikami Teru acercarse. Seguramente estaba esperando que finalizara su discusión con L.

–Light, debemos encárganos de otros asuntos –dijo caminando a la par con él. Estaban en el último piso del bloque cuatro y por eso los pasillos estaban desolados. Poca gente tenía acceso a él–. Near estará muy débil los siguientes días y por tanto no podremos ejecutas las muestras previstas. Eso retrasará el tratamiento. Aunque ayer se haya realizado uno, no debemos confiarnos por eso.

–Lo sé –musitó sin siquiera mirarlo, con la vista al frente daba pasos con seguridad hasta el piso al que deseaba llegar. Entraron al ascensor y bajaron varios pisos.

–También esta el asunto del experimento B.B. Dentro de dos días realizaré la diálisis y la transfusión de sangre. Sin embargo, la sangre de reserva se ha terminado. Mi contacto se ha puesto en movimiento y ya tenemos un objetivo.

–Entiendo. Encárgate de eso.

Sin darle tiempo de exponer otros problemas, Light se fue, abandonándolo en el corredor contrario al que iba. Mikami Teru contempló su esbelta espalda perderse entre la oscuridad de un corredor más oscuro y más largo, un lugar al que no estaba permitido ingresar incluso para personas como él que ya habían visto el lado oscuro de ese sitio. No tenía ni idea de a dónde llevaba ese pasillo o que tan largo sería como para perder de vista al castaño, pero supo que era lo suficientemente profundo como lo era mirar el interior de un pozo a medianoche…

Light descendió por otro ascensor, pasó por otros corredores, perdiéndose entre esos laberintos hasta que al final llegó al sitio que buscaba. La base subterránea. Allí nadie iba, ni siquiera L. Estar allí representaba para L un peligro inminente, el retorno al ovulo que lo engendró, por eso era un sitio seguro, sin cámaras, sin vigilancia, tan sólo él tenía acceso a ese recinto. Se acercó hasta el acceso y dejó que una maquina hiciera un chequeo dactiloscópico, otra captó a través de una luz rojiza, el reconocimiento de su ADN en sus ojos y en un segundo, luego de reconocer los datos en su perfil, la puerta se abrió mecánicamente. El castaño ingresó.

Adentro todo estaba en silencio. Allí mantenía una oficina, un escritorio con papeles, una computadora, varios utensilios quirúrgicos y algunas armas de fiar; como un revolver, una lanza que emitía altos voltajes eléctricos, un puñal de acero, un cuchillo progresivo parecido a un cutter, y una espada afilada. Había también libros por todas partes, desbordándose en toda clase de estanterías. Los había apilados en el suelo, desparramados por mesitas y amontonados en las sillas. Más allá, una puerta común se mantenía cerrada, detrás de ella había una escalera que conducía hasta una plataforma y de allí hasta un lago profundo; agua potable y contaminada por elementos que nada tenían que ver con la lluvia ácida.

–Light, hasta que al fin apareces –expuso una voz que detonaba burla en su hablar. Era una voz masculina y evidentemente satírica, casi parecía humana y podría serlo de no ser por la forma grotesca que lo formaba; una par de alas negras brotaban de su espalda como una extensión natural de su cuerpo y las cuencas de sus ojos eran más grandes de los humanos promedios–. Llevo todo el día esperando por una manzana –insistió, volando hasta el castaño, quien se había acercado al escritorio, manteniendo ambas manos encima de la mesa. Tenía la cabeza gacha, y los cabellos ordenados cubrían su vista como dándole un aspecto silencioso y derrotado en una calma hueca y resonante–. Light, quiero manzanas.

Por toda respuesta, el castaño apretó los dientes y dejó salir a flote toda su agresividad y prepotencia, pasando su mano por todo el escritorio, barriendo lo que allí se encontraba y lanzándolo al piso. Estaba enojado. Se sentía furioso. El deseo irracional de volar todo por los aires invadió su raciocinio.

–¡Cállate, Ryuk! –espetó furioso, golpeando la computadora y tirándola al piso.

El shinigami, lejos de intimidarse sólo sonrió entretenido. El Light que él conocía era aplacado, controlado, recto e impecable en su andar, por eso verlo perder los estribos de tal manera le causaba mucho placer. Como ver dos caras de la misma moneda en una sola vida. Rió en voz alta sin molestarse en ocultar su sátira.

–¿El plan no salió como querías?

–No se suponía que Near estuviese allí, ¡No se suponía que los agentes acabaran con el shinigami! –gritó con un brillo trastornado en los ojos. Comenzó a caminar de un lado a otro, pensando en L, los agente y en especial en Near. El maldito lo había dejado como un incompetente ante la situación. Apretó los puños y pateó la laptop en el piso–. ¡Malditos sean todos!

El shinigami insistió con su risita, esa que parecía tan malévola como las pinturas de íncubos en la antigüedad. El muchacho seguía maldiciendo, podía percibir desde su interior un odio profundo, uno tan cargado que podía notar esa energía airada y oscura manar de sus poros como jalea sin recipiente. Contaminaba sus ojos y su corazón. Light Yagami ahora sólo era una bola de cólera. Aunque a un shinigami como él, poco le importaba el psique de un ser vivo. Le daba igual su sufrimiento, tan solo le provocaba risas y un placer morboso. Porque era divertido ver a los humanos sufrir. El débil sonido de la cólera tocar sus cuerdas vocales era una dulce melodía para él.

–Yo cumplí mi parte del trato, Light. Quiero mi manzana.

–Cállate, maldito –siseó. Le nacía desde el fondo de su ser darle la paliza de su vida–. Esto es tú culpa, dijiste que el shinigami estaría allí, ¡Y no estaba!

–Midra es una diosa de la muerte muy difícil de manejar. Y no responde bien a manipulaciones. Ha vagado por tu mundo muchos años y hasta ahora ningún radar la había ubicado –mantenía la sonrisa perenne en los labios, como un payaso de porcelana que se ríe eternamente del chiste que es el mundo–. Sabemos impedir que se nos vean.

–Los demás shinigamis que caen aquí son estúpidos. No me sirven. Ese shinigami era perfecto para mi plan y Near lo ha arruinado –masticó con fiereza la oración. Las venas en su cuello se tensaban por la ira que corría en su sangre, el fuego de la rabia encendiéndose debajo de su dermis, no dejaba de caminar de un lado a otro, especulando en voz alta–. Si ese mocoso realmente se encontró con ella… Si lo hizo, espero que esa maldita no haya dicho nada.

–¿Te refieres al blanquito? –hubo el relampagueó de un brillo rojo en sus cuencas negras. Un brillo que demostraba interés–.  Si él estuvo allí, Midra no sería capaz de articular nada coherente. Estaría demasiado extasiada como para saber lo que hacia.

–Todos los shinigamis que bajan se sienten demasiado extasiados como para saber lo que hacen. Son estúpidos –su expresión seguía siendo beligerante–. Consigue otro Ryuk. Trae hasta aquí a un shinigami de igual nivel y te daré tantas manzanas como quieras.

Iba a continuar su perorata, su intento de convencimiento a ese shinigami que poco le importaba el destino de su mundo o el de sus compañeros, se detuvo porque lo oyó reír. Y no es que no estuviera acostumbrado a su sonrisa burlista, Ryuk reía todo el tiempo, y Light no estaba seguro si se reía del mundo, si se reía de los shinigamis o si se reía de él.

–¿De qué te ríes ahora? –inquirió mordaz, notando en el monstruoso shinigami una expresión de diversión congelada en su cara.

–Tú que eres conocido como Light Yagami entre los mortales, eres conocido en mi mundo como Kira –dejó salir otra risita y la risita se reflejaba en sus ojos al tiempo en que se reflejaba la imagen del castaño, como una bola de cristal que observa el futuro–. Sí, Kira. El asesino.

Light se estremeció al oír esto, como una ráfaga fría de viento derramándose sobre su columna vertebral. Ya antes lo había oído: Kira. Killer. Asesino. El mundo shinigami lo consideraba un vidrio roto capaz de cortar no sólo el cuerpo de un dios de la muerte, sino también un ser bizarro capaz de arrebatar el círculo que daba forma a su alma. La energía contenida en una masa corporal que se deshojaba como una margarita puesta al viento. Había matado a hombres y a shinigamis por igual, y todos se lo habían merecido. Y qué importaba eso si lograba conseguir su objetivo. No era como si estuviese cometiendo una atrocidad, los shinigamis eran seres repugnantes que torturaban su mundo, su existir, y si arrancarles un poco de su ser le serbia para algo productivo, entonces, ¿Por qué no?

–Sí, soy Light Yagami –miró con fijeza al shinigami frente de si,  y con voz queda, fría y afilada, dijo:– Y también soy Kira.

–Eres muy interesante, Light –dijo, regocijándose de lo que veía, porque aparte de ver esa sórdida ira, también había debajo de todo eso un dolor crudo y sangrante–. Me pregunto qué dirá tu querido L cuando se entere de lo que haces –comentó con un terrible placer en la voz–. Imagínate que él pudiera verte aquí, hablando con un shinigami, pidiéndome que busque más presas para seguir llenando tu copa de sangre. Ay, ay, pobrecito. Seguro se sentiría muy desdichado.

Light lo observó de soslayo, sin emitir muestra alguna de desagrado, manteniendo su rostro rígido, aun cuando por dentro todo placer que sentía al matar a un shinigami se convertía en muecas de amargura. El dios de la muerte no escatimó en sus palabras, dejando relucir en su rostro tan pálido su eterna sonrisa ensanchándose, dejando ver demasiados dientes como para ser una sonrisa normal.   

–No te preocupes, Light. Con tus esfuerzos, L vivirá lo suficiente para verte soportar el peso de tus penas, o quizás para verte revolcándote en tu propia miseria –su voz parecía fascinada, casi conmocionada–. Vivirá lo suficiente para ver tu inminente final.

¿A qué venía eso? ¿Y por qué ese tono deformado de voz? ¿Intentaba sacarlo de sus casillas, acaso? No comprendía del todo porqué ese monstruo se quedaba allí, viendo a los suyos morir. Él siempre traía presas cerca, shinigamis con suficiente energía y nivel. Y mientras lo hiciera, poco importaban sus motivos. Sonrió de lado, una sonrisa retorcida y altanera. Se sentía confiado.

–Que L viva o muera no es un asunto de un shinigami. Si lo que quieres es ver un espectáculo divertido, entonces quédate hasta el final, Ryuk. El entretenimiento apenas esta comenzando.

El muchacho lanzó una manzana al aire y el shinigami la atrapó como si fuera una pelota de beisbol. Observó el fruto rojo y el rojo se reflejó en sus pupilas tan dilatadas, tan faltas de emoción, tan contrario a esa perenne sonrisa que se manifestaba en sus labios como algo eterno. Como el chiste que era el mundo. Porque era gracioso y casi abrumante (antinatural) que un muchacho común pudiera efectuar tales asesinatos con tal de obtener su propia justicia a causa de un “bien mayor”. Convirtiéndose en la guillotina capaz de masacrar de la manera más aberrante a una legión de dioses. ¿Eso lo colocaba en la cima de la pirámide? No. Sólo se trataba de un humano de carne y hueso, un títere más que jugaba a ser titiritero.

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).