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Hijo de la Luna por CieloCaido

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Notas del capitulo:

Disculpen la demora. Enero ha sido un mes muy ajetreado. Espero que la continuación sea de vuestro agrado =)

Capitulo 5: El único.

Observó con curiosidad el pétalo de rosa en su mano. Era un pétalo grande y arrugado, colorado con el borgoña de la vejez. Cerró su palma y en segundos escuchó el crujir propio de algo que se rompe y al abrir su mano notó los restos de su crimen disperso en su palma. No por eso dejó de mirarlo con curiosidad, el hecho propio de una vida desgastada antes de tiempo.

Y no sólo era la rosa en sí, sino también todo el campo. Observó a su alrededor, el jardín marchitado y seco. A mamá siempre le habían gustado las rosas y por eso se esforzaba mucho por mantenerlas bonitas. Sin embargo, con el clima tan cambiante y peligroso el jardín había quedado reducido a un cuerpo polvoriento, y no faltaría mucho para que el resto de los arbustos se deshicieran igualmente.

Sopló un viento frío y supo que venía la lluvia. Observó en el cielo las odiosas nubes grises que arruinaban el buen panorama y cuando le pareció que en cualquier momento caería un torrente, Light regresó a casa. Adentró un olor a galletas recién hechas invadió sus fosas nasales y trajeron a su mente reminiscencias. 

–Light, ven. Hice galletas –dijo su madre en tono dulce y fraternal.

El niño se quedó observando las galletitas que lucían tentadoras cerca de la tetera negra, recordando a L y su inusual gusto por los dulces.

–Vamos Light, come una. –insistió, sabiendo qué tipo de pensamientos invadían la cabecita del mayor de sus hijos. Le ofreció una y el niño, dubitativo, la tomó entre sus dedos.

Habían pasado ocho días desde la última vez que vio a L. Ese hecho fatídico de haberlo encontrado cubierto en sangre, producía en su mente constantes pesadillas. No sabía qué había pasado, pero le angustiaba pensar que L podía morirse. Nunca antes había presenciado la muerte de nadie y no quería sentirlo tampoco. Aun así, el pensamiento persistía como una tonada siniestra. Apretó la galleta en sus manos y se la llevó a la boca. Sólo pudo saborear la amargura de un nudo de lágrimas que cada vez se hacía más fuerte.

En la tarde, pidió a su madre que lo llevara al cuartel. Quería saber cuál era el estado de L. Y al entrar en la habitación de hospital del chico, lo vio postrado en la cama con una serie de tubos conectados a su cuerpo. No era una imagen alentadora.

–Papá, ¿Qué le pasa a L?

–Esta muy enfermo, hijo. No sabemos cómo tratarlo.

–¿Pero qué tiene?

–Su sangre no funciona como debería funcionar.

–¿Su sangre? ¿Él necesita sangre nueva? –levantó su carita confusa hasta la figura de su padre sin comprender del todo a qué se refería con eso–. Si es así, yo puedo darle de mi sangre.

–Eso es muy noble, pequeño Light –Watari había entrado al cuarto y su arrugado rostro le sonreía con indulgencia–. Lamentablemente eso no servirá. Su cuerpo rechaza cualquier tipo de intromisión –la sonrisa se apagó un poco al igual que el brillo de sus ojos–. L ha sido un gran avance en nuestro mundo, pero al parecer su cuerpo ya no lo soportará más...

–¿Soportar? –se asustó ante lo que significaba eso–. ¿Quiere decir que L… va a morir?

No hubo respuesta. Ambos hombre se sumieron en un silencio fúnebre cada vez más denso mientras Light sentía el palpitar violento de su corazón ante la inminente verdad. No era así como quería que L terminara. Se suponía que iban a ser amigos siempre. Este no era el plan. Apretó su puño que para entonces era muy pequeño y agachó la mirada al sentir el ardor escocerle en los parpados y posteriormente las lágrimas caldeando sus mejillas.

Se acercó al durmiente enfermó y contempló su rostro demacrado y hundido. Detrás de él, los hombres iniciaban una plática entre susurros, palabras dichas en voz baja que no pasaron desapercibida para Light, quien prestó toda la atención que pudo para obtener información. Cosas como «Plaquetas» «Sangre blanca» «Células madres» fueron muy mencionadas, y de lo que pudo entender más tarde es que los científicos no habían avanzado tanto en sus investigaciones y que L padecía un tipo raro de Leucemia.

–Papá, hoy me quedaré con L.

–¿Estás seguro?–asintió muy seguro y su padre suspiró cansado en respuesta–. No podrás hacer mucho estando aquí, Light.

–No importa. Me quedaré hasta que L despierte.

–Vamos a casa, Light, te traeré mañana. Lo prometo. Este lugar no es sitio para un niño.

El pequeño Light frunció el entrecejo y miró con severidad a su padre. Era cierto que seguía siendo un niño, pero eso no le daba el derecho de etiquetarlo como un estorbo en un sitio tan enorme como el cuartel. Y mucho menos en la habitación de L, donde tantas veces habían jugado.

–No quiero que L muera.

Su padre, al ver la determinación y la fiereza en su voluntad lo dejó a su aire, permitiéndole quedarse allí a hacerle compañía a una inerte L.

–De acuerdo. Le diré a tu madre que estarás aquí tiempo indefinido. Mañana traeré ropa para ti y también para mí –le sonrió con fraternidad–. No te dejaré solo, hijo. También le haré compañía a L. Te prometo que no dejaremos que muera.

Le devolvió la sonrisa en respuesta. Esas eran palabras alentadoras. Cuando su padre se fue y no hubo nadie más allí que ellos, se sentó en la orilla de la cama y tomó la mano de L. Se recuperaría. Su padre nunca fallaba a una promesa…

Cuando se hicieron las nueve, salió del cuarto y fue a la biblioteca. No era un sitio para nada ordinario, allí se alojaban cientos y cientos de libros. La biblioteca más grande del país… Había libros de todo tipo, y desde luego habría de medicina. Se propuso a encontrarlos y a buscar una cura. Si los científicos no la conseguían, entonces él debía encontrarla.

-:-

Ardía al tiempo en que mucho placer recorría su columna y mandaba ondas estremecedoras a lo largo de su cuerpo, crispando sus dedos, incitándole a echar la cabeza hacia atrás mientras suspiraba. Unos dientes se clavaron en su clavícula y dejaron una marca en su piel que nunca nadie vería si se dejaba la camisa bien abotonada.

Se mordió los labios, intentando aplacar los jadeos delirantes, sin embargo la resistencia le duró poco al notar que L aumentaba el ritmo veloz y agresivo de su cadera. En respuesta, se aferró a su espalda con la intención de clavarle las uñas en su piel hasta dejar rasguños de sangre. No tardaron demasiado en estremecerse al límite y dejar sobre la cama una huella irrefutable de aquel acto tan íntimo para ambos. Para entonces, la habitación se llenó de la respiración rítmica de ambos cuerpo que yacían uno debajo del otro. L abandonó su interior con suavidad y se acostó a su lado. Su respiración seguía siendo irregular y al cabo de unos minutos consiguió volverla acompasaba, silenciosa, apenas un susurro de aire tibio. Por su parte, Light se quedó en el mismo sitio, observando el techo con aire taciturno, sus ojos al igual que sus pensamientos se encontraban muy lejos.

–Odio que me mires mientras estoy tratando de dormir –dijo de pronto, siendo cociente de la penetrante mirada de su compañero.

–Me preguntaba qué cosas estarían pasando en la cabeza de Light. 

–Estupideces.

–Pensé que Light se quedaría esta noche en su casa.

Light frunció el entrecejo, molesto de tantas preguntas. Le gustaba, después de hacer el amor, quedarse a divagar un rato en sus planes. A veces, sólo en tonterías. El sosiego que le proporcionaba la cercanía de L, era suficiente para tranquilizarlo. Hacerlo sentir como que el sol tocaba suavemente su piel por entre las hojas de los arboles. Y necesitaba eso ahora, justo ahora cuando Ryuk lo había sacado de quicio con sus inútiles argumentos que nada proporcionaban a sus planes. La situación era de lo más estresante y no ayudaba en nada que se sintiera acorralado.

–Después de terminar mi informe, decidí que era mejor dormir aquí.

–Son las cuatro de la mañana, Light.

–Tu tampoco has dormido nada –protestó ante lo que era obvio.

Ambos se quedaron en silencio. Con L observándolo fijamente y Light mirando tercamente el techo, castigándolo con su estudiada indiferencia. Así es como eran ambos. Polos opuestos. Sal y agua. Sus reglas expuestas y revueltas, pero nunca dichas de maneras explicitas.

Podríamos fácilmente ser la destrucción del otro” pensó con desasosiego.

Y aun cuando habían estado años juntos, Light se preguntaba cómo es que habían permanecidos uno al lado de otro por tanto tiempo sin estrangularse. Quizás el hecho de haber pasado tantas penurias juntos había forjado un lazo muy difícil de romper. A lo mejor era el destino quien había decidido enlazarlos, juntando sus caminos entre líneas de penas y perdidas. L había estado allí para él en los momentos más difíciles y Light estuvo allí para él cuando L se quedó solo.

Pensar en eso trajo a su paladar un sabor amargo. Estás eran las tonterías que a veces pensaba; pensar en un pasado que no se podía cambiar. Eran pensamientos improductivos, así que los rechazaba cada vez que aparecían. Sin embargo, en ese momento, la amargura era muy grande, amplificándose con su actualidad y sus planes. No, no podía dejarse llevar por el dolor, tenía que tener la mente fría, ser calculador. Lamentarse no serbia de nada.

¿Qué era el dolor? ¿Un hecho en demasía físico que se manifestaba a través de una sensación punzante en la piel u órganos específicos? ¿Un hecho psicológico que mostraba su vulnerabilidad ante recuerdos y acontecimientos inevitables? ¿Saber que la persona que amaba desaparecería pronto como si su existencia fuese algo vano? Esta última pregunta logró rociar con sal su alma y retorcerla como un gusano clavado con alfileres.

De pronto, el abismo se abrió paso por entre sus costillas y lo envolvió en una manta de silencio y vacío. Sí, esto era el dolor.

-:-

Había dedicado todo su tiempo libre a investigar. Día y noche leía tomos y tomos de medicina, tenías muchas palabras confusas, largas e impronunciables, pero respecto a las ilustraciones era lo suficientemente claro. Para entonces su cerebro, dotado de por si por la inteligencia, se llenó de sabiduría. Y también de muchas tristezas. De entre los tantos tomos pudo descubrir qué era la Leucemia: cáncer en la sangre. Comenzaba en la médula ósea, el cual se trataba de un tejido blando ubicado en el centro de los huesos, donde se formaban las células sanguíneas. La leucemia causaba la existencia de un crecimiento incontrolado de glóbulos blancos inmaduros. ¿Y qué era un glóbulo blanco? un conjunto de células sanguíneas, ejecutoras de la respuesta inmunitaria, interviniendo en la defensa del organismo. Se trataba del sistema inmunológico, y si este no funcionaba correctamente, ¿Cómo se suponía que iba a defenderse su cuerpo?

Eran muchos contras, sin embargo, el pequeño Light también había dado con algunos tratamientos médicos, como la radiación, la quimioterapia y la transfusión de células madres. De esto último había leído que era muy efectivo para poner al paciente en remisión. Claro, dependiendo si el donante era compatible con el paciente. Pero Light estaba dispuesto a dejar que una aguja se enterrase en su carne y succionase su sangre tal como un vampiro chupando a una victima. No importaba, y si no, también estaba Watari, su padre, los miembros del laboratorio. Había mucha gente, seguro que alguien podía ser compatible con él.

Decidió compartir sus conocimientos con Watari tan sólo para darse cuenta de que el resplandor con el que esas letras habían iluminado su entendimiento se apagó tan rápido como si nunca hubiese existido. Tan rápido como las esperanzas de ver a L con vida. No es que Watari no supiera nada de ello, era científico y experto en la materia, por supuesto que lo sabía todo. Su pequeño esquema quedó reducido a una nada tan absoluta como humillante. En efecto, no se trataba de falta de conocimiento en la materia, sino en esa materia. L era especial, según pudo entender, y ninguno de los tratamientos mencionado había hecho algún efecto. Ni tampoco lo harían. No le explicaron porqué, aun así comprendió que todos sus esfuerzos habían sido en vano, tanto como un pétalo destruido en su propia mano.

Sentado al lado de L en esa cama de hospital, atado a un nudo de tristezas, Light contempló el rostro demacrado de su amigo. ¿Esto era todo? ¿Ya no se podía hacer más? Los días pasaban y se amontaban, y también se le amontonaba la desesperación, como un cubo arriba de otro. Hasta que un día, L abrió los ojos. Sus cuencas negras como de un pozo sin fondo, miraron fijamente el techo antes de parpadear y mirar a su alrededor.

–¡L, has despertado! –Light no podía con su emoción, finalmente L volvía en sí mismo. De repente fue cociente de la última vez que había visto a su amigo y en sus ojos se cuajaron el llanto y la impotencia–. Lamento no haber podido hacer nada cuando más sufrías… Lo siento.

–No es muy propio de Light disculparse. –dijo en un suave susurro, cansino y desgarrado.

–Lo siento mucho. –volvió a repetir como disco rallado, odiándose por ser tan débil y por mostrar sus lagrimas aun cuando forcejara con sus pulmones. Se sentía tan patético. Inútil.

–Entiendo. Light esta llorando ahora y también lloró el día en que mi cuerpo se desvaneció. Light tiene complejo de Maria Magdalena.

–¡Cállate! –como lograba sacarlo de quicio ese niño, y frotándose los ojos con el brazo para parar el llanto, pensó que había sido muy estúpido al haberse preocupado por ese búho de ojos negros, aun así…–. Estoy contento de que… estés con vida...

Hubo mucho revuelo acerca de su despertar, aunque eso no significaba explícitamente que había mejorado de salud. Al contrario, estaba peor que nunca, pero con los ojos abiertos. Lo suficientemente cuerdo como para ver su propia desintegración. Como un átomo desprendido de su propia naturaleza. Entre más se enfermaba más desaparecía, tanto que Light temía ir un día a su cuarto y no verlo entre los mullidos cojines de la cama.

–Hay algo que Light debe saber sobre mí –dijo una tarde de abril, sentado en la orilla de la cama con las piernas recogidas hasta el pecho. Estaba tan pálido y tan ojeroso. Tan débil como una hoja seca arrastrada por el viento. A menudo pensaba que si lo cogiese en una mano y lo estrujara, L quedaría reducido a un montoncito de pedazos punzantes.

–Lo sé. Tienes leucemia.

–La leucemia consiste en la multiplicación incontrolada de una población anormal de células de la sangre. Estas células anormales infiltran la médula ósea, impidiendo la producción de las restantes células normales, e invaden la sangre y otros órganos –expuso con cansancio, un cansancio venido desde dentro de sus huesos, cada sonido parecía haberle costado un esfuerzo sobrehumano–. No es sólo eso, no es sólo la leucemia. Mi organismo en general esta fallando, incluso mis ojos. Me parece a mí que dentro de poco comenzaré a perder el sentido de la vista. Pero eso no es lo que quiero que Light sepa. Sino, el motivo por el cual ningún tratamiento es efectivo en mí.

–¿Qué quieres decir?

–La luna desapareció, ¿Lo sabías?

–Claro que sí. Desapareció hace ocho años, pero eso qué tiene que ver.

–¿Cuántos años tengo, Light?

–Ocho –contestó, notando un pesar en la lengua ante la casualidad que L marcaba–. ¿Estás intentado decirme que tu enfermedad tiene relación con la luna? –preguntó con el mismo tono que uno emplea para asegurarse que dos más dos son cuatro, y Light al ver el silencio del niño explotó:– ¡Eso es ridículo! Es casualidad que coincida. Yo también tengo ocho años y eso no quiere decir que tenga alguna relación con… la luna.

–Sé que es difícil de creer, pero Light debe confiar en mí cuando le digo que es cierto. Mi enfermedad tiene relación con la luna.

–No lo entiendo…

–«Si uno reduce el mundo a lo que entiende, el mundo se vuelve muy limitado. Pero si abres bien los ojos y ves lo que hay que ver, entonces descubrirás algo magnifico» Eso me lo dijo Watari antes de rebelarme el origen de mi nacimiento. «La luna como la conoces es un circulo plateado que flota en la lejanía del cielo, pero cuando la conoces de verdad notaras vida fluyendo. Y si conoces su ciclo podrás llegar hasta ella» Los científicos descubrieron que cada Luna Nueva, el astro no permanecía en el cielo. Cuando encontraron la razón de esto supieron que la Luna descendía a la tierra en una forma muy parecida a la de un ser humano. Pude decirse que la Luna es una forma de ser viviente.

L se detuvo un momento, escogiendo con cuidado las próximas palabras que diría. En tanto, Light permanecía cerca de él, oyendo aquel relato tan abrumador y tan ficticio que si no fuera porque L se lo decía jamás lo creería. Notó cuan nervioso estaba pues sus manos estaban sudadas y cada rato tragaba saliva en un intento por calmarse.

–Con este descubrimiento, y teniendo un astro tan misterioso como lo era ella, los científicos decidieron que la querían para realizar experimentos. La descubrieron, la cazaron y capturaron para sus propios propósitos. Extrajeron de su ser un trozo de ella y lo utilizaron para realizar mutaciones. Muchos fueron casos fallidos, sin embargo, Watari pudo dar con una ecuación exacta. Mezclaron su ADN junto con material genético humano. El resultado he sido yo; El Experimento Lunar, El Experimento L.

–¿Experimento L…?¿Luna… L…? Pero… eso quiere decir que tu… que tu…

–Sí. Yo no soy humano, pero tampoco soy una cosa de otro mundo. Soy un ser hibrido. Por eso mi material genético es difícil de manipular. No hay nadie en este mundo que se parezca a mí. Y por eso no hay donantes que me sirvan. No hay salvación.

Las últimas palabras hicieron eco en su cabeza, rebotando como una pelota en una pared. Light podía sentir su sentido de calma a la deriva. Con esta información su conocimiento sobre lo que estaba bien y no, se había derrumbado. La línea de lo real y fantasioso se había difuminado, dejándolo en una nube espesa de ácidos. Porque la idea del mundo como lo conocía había sido destruida, esto era como un globo que se infla y estalla en miles de mentiras. De repente, cayó en picada a la realidad. Qué importaba el mundo, la Luna, el mal… Qué importaba todo cuando lo único que realmente quería era que L no desapareciera. Ellos no eran más que efectos colaterales de una decisión que no había ido por sus cuentas.

–No importa si esto esta mal… No importa si la Luna no vuelve al cielo… Jamás la he visto y puede que jamás la vea… No la necesito de todas formas… Si es verdad que Watari te creo, si él realmente te hizo… ¡Entonces debe existir una solución!

–No. Watari ya no puede hacer nada –el flequillo cubrió su vista, impidiéndole ver qué tipo de emociones experimentaba–. Ha hecho todo lo que ha podido. Sin embargo, me sorprende que Light haya aceptado mi naturaleza sin tanta consternación de por medio.

–No soy estúpido, L. Aun soy un niño, es cierto, pero sé reconocer cuando alguien me habla con la verdad. Tengo muchas dudas, pero la que más hace hincapié en mi mente es… La Luna…

–La Luna está dormida. Cuando extrajeron parte de ella para realizar el experimento y crearme a mí, la mitad de su alma pasó a mi cuerpo y por eso ella cayó en un letargo. Nadie sabía que eso ocurriría, por supuesto, y por lo tanto nadie supuso que ella ya no volvería al cielo. Ha sido un efecto secundario imprevisto. Si yo muriese mi cuerpo se desintegraría y mi alma regresaría a donde pertenece: a Ella.

–¿Dónde…?

–Debajo de nosotros. En el agua. Su presencia es la que mantiene pura el agua de este mundo. Sí Light no me cree puede ir él mismo a verificar mis palabras. Ella duerme en la base subterránea. Es un área restringida, pero confío en que Light es un niño inteligente y sabrá cómo entrar sin ser visto. Light también debe saber que esto es información clasificada y por un tanto no puede hablar nada de ello con nadie, ni siquiera con su madre o amigos.

Más tarde, cuando se hizo medía noche, Light fue en busca de la verdad. No es que no le creyese a L, era sólo que él quería ver la veracidad la situación por si mismo. Siguió las indicaciones entre los pasillos para llegar al sitio hasta que finalmente dio con el. No había nadie allí, como había dicho su amigo esto era un área restringida, y por eso tenía un difícil acceso de seguridad. Sin embargo, conocía esto, conocía el cuartel y el estudio de su padre, por tanto la clave le resultó particularmente sencilla.

La base subterránea era una gigantesca estructura semisumergida, dotada de largas y oscuras galerías y secciones. Penetró el sitio, notando lo aislado que estaba todo de todo, abrió la siguiente puerta que daba a una plataforma y bajó por la escalera que conducía a la reserva de agua subterránea.

No había luces, por lo que todo estaba muy oscuro.

Se quitó la camisa, los zapatos y toda su ropa y se tiró al agua. Nadó hasta el fondo, sujetando la linterna con su boca. Y allí, entre la atmosfera fría y tranquila reconoció un cuerpo sumergido. Un cuerpo blanquecino que incluso parecía refulgir como una luciérnaga en la oscuridad y gracias a esto no podía detallar sus delicados rasgos faciales, aun así pudo distinguirla, ella dormía con las manos juntas en el pecho. La luna estaba detenida en el tiempo, y al contemplarla tan tranquila y sin ruido, Light sintió un remezón en el pecho. Quizás sólo era una vibración en su ser por la nostalgia, o por el miedo, o quizás el asco que comenzaba a sentir sobre los seres humanos. Sí, asco, porque nadie más que ellos se creían con el valor de capturar a una criatura y robar parte de su esencia con fines egoístas. Concentró su mirada en la parte de ella que había sido extraída: su pierna. Le habían quitado una pierna. Mutilar a alguien así… era horroroso.

Pero era más horroroso dejar morir a L…

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El experimento B.B siempre había estado en un lugar donde la oscuridad era eterna. Su alma se veía suspendida en ese ambiente quieto con la bulla propia que hace el agua estancada. Y claro, eso pululaba en sus oídos sumergidos dentro de todo ese líquido. No importaba, estaba acostumbrado. La mayoría del tiempo estaba absorto allí, flotando sobre un espacio negro con ese extraño efecto de inconciencia. Sentía sus brazos yacer suspendido en el agua al igual que sus pies, sin embargo, aunque se sentía libre, no podía hacer nada más que estar allí, como si fuera un trapo colgando en el aire. No hacía nada más que tener los ojos quietos en la oscuridad, esperando.

Con los años, su figura se hundía un poquito más dentro de ese hondo pozo, acercándolo a las profundidades dónde estaba el motivo de su origen. Por eso, podía ver encima de él, quizás a unos cuantos metros, la figura blanquecina de un muchachito.

Innumerable veces había percibido su silueta fantasmal visitar el lecho frio y solitario que era ese huevo donde permanecían. Todavía no había visto su rostro aun cuando ese muchacho llevaba visitando el mismo lugar mucho tiempo, más del que quisiera contar. Al parecer el niño ni siquiera era cociente que su alma se desprendía de su masa corporal y visitaba este sitio, atraído inconscientemente por el poder sumergido en el agua. Tan sólo podía ver de él su espalda estrecha oculta tras un piyama blanco empapado, y también su cabello sin color que se mecía en el agua, ondulando como ondula una serpiente en la superficie.

... Tu también lo sientes, ¿Cierto?” dirigió sus pensamientos al muchacho como si este en verdad pudiera oírlo cuando no era así. De todas formas, persistió, observándolo con aparente regocijo desde donde estaba. “Sientes el llamado que transciende lo físico y que te invita a volver”

Una sonrisa surcó sus labios, componiéndose casi con histeria y burla del infortunio que rodeaba a ambos como cadenas puestas sobre un preso.

“Nuestro origen es sólo posible por L”

Percibió que la figura blanca comenzaba a disolverse lentamente hasta desaparecer, como el polvo llevado por el viento. Eso sólo significaba que su alma había vuelto a su contenedor porque había recobrado la conciencia para despertarle del sueño. Entonces, el experimento B.B quedó en soledad, y tan solitario como estaba se permitió desintegrarse entre la oscuridad de su ambiente y sus pensamientos que siempre convergían hasta L, y los planes que haría una vez que pudiera escapar de la celda en que estaba perpetuamente confinado.

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Abrió los ojos lentamente. Podía percibir desde su sitio y su sentir como una aguja mordía su piel hasta enterrarse en ella y pasar a través de si una serie de medicamentos que seguro Mikami había preparado con especial énfasis. Pestañeó un par de veces tan sólo para acostumbrarse a la luz del cuarto, la bombilla iluminaba explícitamente su rostro y eso era molesto.

–Near, has despertado –dijo la voz siempre correcta de su doctor.

Near no necesitó ladear la cabeza, bastó con solo girar los ojos en su cuenca para ubicar su figura pulcra cerca de él.

–¿Qué es lo ultimo que recuerdas? –preguntó, mirándolo con fijeza. Near volvió la vista a la bombilla sin molestarse en apartar la vista de la luz casi fluorescente que dilataba su única pupila visible, la otra estaba oculta tras un parche blanco.

–Había un Shinigami, también una explosión y un muchacho llamado Mello.

–Bien, me alegra que tu memoria este fresca. Con los golpes de la cabeza nunca se sabe –se quedó en silencio, buscando las siguientes palabras. Near las esperó con paciencia, sabía lo que iba a decir–. ¿Por qué?

Near no lo miraba directamente, pero no necesitaba hacerlo para saber que él le miraba con esos ojos reprobatorios que fingían cordialidad y entendimiento. Mantuvo su vista en la luz, con los labios sellados. Evitó mirarle a la cara. No tenía ganas de afrontarlo.

–¿Por qué? –insistió su doctor.

–¿Por qué que? ¿A qué se refiere? –finalmente se dignó a responder.

–Sabes a lo que me refiero. ¿Por qué saliste? Tú presencia fuera del cuartel sin supervisión esta prohibida.

–Lo siento –dijo. Mentira. No sentía nada en absoluto.

–De acuerdo –suspiró, mirando los últimos exámenes que habían hecho mientras el muchacho estaba dormido–. Debes mantenerte en reposo –dijo y luego añadió en tono condescendiente:– Tienes una lesión en el ojo. Una fractura en la muñeca. Y un golpe en la cabeza.

–Lo sé, doctor. Estaba allí. Era mi ojo. Mi muñeca. Y mi cabeza –replicó indiferente con el mismo tono.

La puerta se abrió para su disgusto y la figura alta de un hombre casi encorvado apareció allí. Era L, quien más sino él se atrevería a visitar su aislado cuarto.

–Near, has recobrado la conciencia –musitó acercándose a la cama. El muchacho no dijo nada si ya era bastante obvio su despertar, tan sólo se mantuvo acostado con gesto inexpresivo. No se movió. Apenas se le veía respirar.

¿Cuántos días habían pasado desde que estaba dormido? Dormir… era una palabra tan ajena a su vida. No sé sentía como si hubiese dormido o descansado. Más bien tenía la sensación de haber sido atropellado por un ejército de caballos. Decir que le dolía la cabeza era ser modesto. Le dolía todo el cuerpo, desde la punta de sus cabellos hasta las uñas de los pies. Tenía el estómago descompuesto y un sabor amargo en el paladar. Además, notaba un hormigueo doloroso en la planta de los pies, como si hubieran tomado una cuchilla y hubiesen hechos cortes tajantes y profundos en su carne. Pero no dijo nada, tampoco se quejó porque él era fuerte, y no quería hacer ruido.

–Mikami, me gustaría hablar a solas con Near. Si podrías ser tan amable…–el hombre hizo una leve inclinación de cabeza y salió de la habitación, entonces los ojos oscuros de L se posaron sobre la silueta blanquecina del muchacho, confundiéndose con las suaves sabanas blancas–. ¿Near, cómo te sientes?

 

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Aunque ahora sabía la verdad sobre su origen, no desistió en su búsqueda en la biblioteca. Debía haber algo que pudiese curarlo. Y si la medicina general no funcionaba, entonces debían buscar otra opción. Ojala existiese la magia de verdad, una varita mágica que pudiese hacer desaparecer sus problemas, porque no era justo que ellos, siendo niños tan pequeños, se vieran involucrados en semejante embrollo. No era justo que sus infancias estuviesen siendo mutiladas de la forma más cruel.

Revisó cada página del tomo que había tomado. Y en cada página que pasaba se dibujaba la forma de su lágrima. La lagrima que caía y mojaba las letras, impregnando al papel de llanto y tristeza. Él no podía simplemente abandonar a L a su suerte. Eso era impensable. Como sostener el hielo en tus manos, dejando que se congelen y se irriten pero sin posibilidad de soltarlo, porque si uno suelta el hielo se romperá en mil pedazos.

Cuando estaba por cerrar el tomo, notó en las ilustraciones la forma del monte Fuji-san. Era un lugar sagrado que aun no había sido abatido por la lluvia y que seguía luchando a las inclemencias del clima. Sabía, por sus compañeros, las múltiples historias que escondía la montaña. Una de ellas era que el elixir de la vida eterna había sido derramado en su cima. Era una tontería, pero era una agradable tontería. Light se fijó en los kanjis que formaban la palabra: fu () shi () y san (); que significaban “La montaña de la vida eterna”

Aunque por sus conocimientos, esos no eran los kanjis correctos, al menos no del todo. Pero decidió creerlo aun cuando sólo fuese una especulación. A Light le gustaba esa idea porque era como la esperanza, como un granito de arena en las ilusiones de niño que todavía conservaba. Antes no creía que la Luna fuese parecida a un ser humano y ahora descubría que su mejor amigo era una parte de ella, así que si creía esto, ¿Por qué no iba a creer en una tontería como el elixir de la vida eterna? Valía la pena intentarlo… Los niños podían creer en todo, ¿No? Ellos dos no eran niños comunes y corrientes, aun así quedaba una pequeñísima inocencia que cubría sus ojos y les instaba a creer en algo que no existía. Y ya que la medicina común no funcionaba…

Cuando le comentó su idea a L, no pareció muy entusiasmado con la idea. A L no le gustaba salir al exterior. Decía que no había probabilidad alguna de que de verdad su deseo se cumpliese… pero accedió. Porque no era el deseo de seguir vivo lo que los impulsaba, pues ambos sabían desde el comienzo que esto no funcionaria, sino más bien el deseo de vivir todo lo que podía en el escaso tiempo que le quedaba.

En un par de mochilas guardaron algo de ropa y mucha comida. Sería un viaje largo. Cada uno se colocó una túnica y cubrieron sus cabezas con la capucha. Burlaron a los de seguridad y se fueron corriendo tomados de la mano sin que nadie más los viera. L no estaba tan repuesto, aun así dio todo de si para alejarse todo lo que podían antes de que los alcanzaran. Habían dejado, sobre la cama de L, una nota que decía que iban a  cumplir un deseo y que no se preocuparan. Obviamente Watari y el Señor Yagami iban a preocuparse, pero al menos eran cociente de que estaban juntos y superarían los obstáculos.

Se resguardaron de la lluvia cuando era necesario y sentados uno al lado del otro, se mantuvieron cerca para mantener el calor corporal. También se detuvieron y comieron de su merienda. Durante las noches buscaron refugios en casas abandonadas y paredes caídas. Jugaron a la luz del sol y rieron con discreción aun sabiendo que la sombra de la muerte les seguiría como cuervos hambrientos, esperando a que cayeran para abatirse sobre ellos como una legión de Shinigamis hambrientos.

Pasaron sobre un campo marchito de flores, y corriendo sobre él. Sonrieron a contracara del viento, dejando tras de sí una línea que marcaba su huella por el mundo, desprendiendo en su recorrido un millar de pétalos muertos que se desvanecían como suspiros en el aire. Como deseos a las estrellas.  Papelillos de flores muertas que danzaban al aire como su última despedida. El pequeño Light cerró los ojos y abrió los brazos, tanto como si quisiera abrazar al cielo, notando la sensación de pequeños toques en su piel lozana. Por su parte, L mantuvo los ojos abiertos, absorbiendo con su mirada la verdad del mundo, despidiendo a lo que una vez fue un ser vivo y que de ahora ya no quedaban más que lamentos. Notó el malestar florecer en su organismo así que fue detrás de un árbol seco, y aprovechando la distracción de Light, vomitó sobre las flores marchitas un liquido tan espeso y rojo como lo era el color borgoña de la vejez.

Esto era sin lugar a dudas, parte de las hemorragias que se cernía sobre su ser. Las consecuencias de un crimen auspiciado por el egoísmo. Y los síntomas súbitos de su reincidencia serían cada vez más virulentos.

–¿L, dónde estás?

La voz de Light se escuchó a lo lejos. Pasó su brazo cubierto por una sudadera, sobre sus labios, limpiando todo desastre perceptible y notando sobre el lecho desabrido de hierbas, su huella como el ser descompuesto en el que se estaba convirtiendo.

–Ya voy…

Dijo. Sin mirar atrás ni una sola vez.

Tardaron cuatro días en llegar al monte Fuji-san, y dos días más en subirla. Caminaron hasta que sus fuerzas se gastaron, hasta que le salieron ampollas en los pies. El agua potable y la comida se habían terminado y sólo subían con el sustento de su propia fuerza de voluntad. Caminaban tomados de la mano, con el temor de dejarse caer, pues uno era el sostén del otro. El viento era muy fuerte y azotaba sus cuerpos sin compasión, haciendo ondular su túnica con fuerza tal como una bandera a la cima del cielo.

Light cerró sus ojos, jadeando con la boca abierta por el cansancio y el hambre. Su vista era cada vez más borrosa, y el cielo no era más que una capa espesa de gris. Llovería pronto y allí no tenían dónde resguardarse, ¿Iban a morir allí? ¿Morir antes de llegar a la cima? No podía, no ahora cuando habían llegado tan lejos. Miró a su compañero, L seguía caminando sin soltarle de la mano y tirando de él para que no se quedara atrás o cayera al piso. Esto último fue lo que ocurrió. Sus pies dejaron de obedecerle y cayó al suelo con un sonido seco y hueco.

–He pensando que… –dijo Light, boca abajo y con la tierra metiéndose por entre sus labios partidos. L se había inclinado y lo miraba con cansancio, jadeando, y la verdad él mismo tampoco tenía una mirada muy vivaz–, un trasplante de médula ósea… sería muy viable…

–Light sabe que… no soy del todo humano… no hay nadie compatible… –con sus ultimas fuerzas colocó su capa encima del niño, evitando que el frio lo matara. Ambos titiritaban sin parar.

–Lo sé, pero… se podría crear a alguien…

Sus últimas palabras fueron escuchadas por la hierba y llevadas por el viento tanto como las hojas secas del otoño mecidas por el torrente de aire, y allí tan arriba del cielo, partieron a un lugar donde fuesen escuchados. Un lugar donde los deseos quizás pudiesen ser cumplidos.  

Light perdió la conciencia y no pasó mucho tiempo para que L también cayera desmayado.

Más tarde, Watari y el señor Yagami dieron con ellos. Habían estado siguiéndoles la pista a los niños, pero eran muy escurridizos e inteligentes, hasta que la falta de alimentos y agua reveló huellas en el camino y su posterior parada. Watari tomó a L en brazos y lo arropó con su propio saco. Lo abrazó con la desolación propia que siente un padre al saber que su hijo partirá pronto.  

-:-

L le había encomendado una misión exclusiva para ella. No es que fuese alguien especial ni mucho menos, pero los comandantes reconocían su inteligencia a la hora de realizar una misión. Por eso estaba donde estaba. Era la directora de operaciones, estaba a cargo de llevar acabo la eliminación de shinigamis en el territorio de Tokio y los otros distritos que aun estaban intactos. A su esposo Raye, no parecía gustarle demasiado la idea y continuamente estaba presionándola para que abandonara el puesto. Ahora que estaban casados, él alegaba que debía quedarse en casa y cuidar de sus futuros hijos.

Pero Misora no podía simplemente abandonar todo. En ella existía un espíritu libre que no se doblegaba fácilmente. Amaba a Raye, pero también amaba su trabajo. No le disgustaba la idea de tener niños, aun así tenerlos en su actualidad le causaba contrariedad. El mundo estaba hecho pedazos, ¿Era justo traer un niño estando el mundo como estaba? Tampoco es que la cosa iba a cambiar de la noche a la mañana. Si embargo, Misora pensaba que esto no iba a durar para siempre. Había un dicho que rezaba: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista…

Así que Misora esperaba. Todavía permanecía en ella la esperanza de algún día ver su mundo como se suponía que debía ser. Sin tanto daño, sin tanto mal de por medio… ¿Qué era el mal después de todo? Aun seguía indagando en ello, en si los humanos habían hecho un mal lo suficientemente grande como para merecer el castigo por el que pasaban. Como las siete plagas en Egipto. Y a su vez, indagaba en si era el mal lo que veían sus ojos, el mal convertido en una masa corporal que respiraba y sangraba. Y si el mal tenía la apariencia de un ser humano, entonces, ¿Qué era el bien?

Naomi contempló el cuerpo que yacía flotando en la cabina de agua. El rostro del experimento B.B seguía tan apacible como lo estaba esa noche. Nada parecía perturbarlo. Estaba sumido en un sueño profundo. Por un momento le pareció que el experimento entreabrió los ojos, dejándole ver por primera vez el color de su iris: eran rojos. Rojos. Como la sangre. Sintió por un instante que el aire se le iba de los pulmones pues esto lo confirmaba, ese de allí no era L, era alguien que se parecía. La cuestión duró unos segundos porque tan rápido como abrió sus ojos, también los cerró, volviendo a ese estado de inconciencia prolongada.

Naomi retrocedió varios pasos y luego se marchó de allí con el pulso acelerado. No debía estar allí, ella lo sabía. Su lugar de trabajo era en los dos edificios principales. Este lugar, ubicado en el cuarto edificio, no era para ella. Era un área restringida por algo. Pero nuevamente, ese espíritu libre, casi salvaje, la empujaba a averiguar cosas que eran mejor no saber.

La razón por la que ahora tenía acceso al cuarto edificio era porque L había asignado una misión para ella: averiguar el motivo de la puerta abierta. El acceso 93 estaba libre de cerradura y su objetivo era averiguar quién había dejado esto así y por qué. Pero hasta ahora no había averiguado nada, en vez de esos sus pies le habían llevado hasta el cuarto aislado a visitar al durmiente de ojos rojos. Y ahora que tenía pase libre, no desaprovecharía la oportunidad de descubrir qué era B.B y por qué estaba allí. Aun cuando esto supusiera una puerta al abismo…

–Llegaré al final de esto.

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Los pasos de Light resonaban sobre el piso, haciendo la bulla propia que hace un zapato al pisar el suelo, amplificándose contra los muros al no haber mucho ruido en los pasillos. Ya casi eran las diez de la noche y había sido un día duro. Cada día eran más shinigamis los que pisaban tierra firme. Él sabía porque estaban aquí y lo que buscaban, pero no iba a revelar esa información. Nunca lo diría. Menos contaría lo que él hacía a esos monstruosos seres. Un secreto más. Uno de tantos.

Frunció el ceño y se dirigió hacia la escalera. Muchos soldados permanecían en el cuartel, había más gente en la cámara de vigilancia y más soldados vigilando los perímetros. Su descuido había provocado esto, una mirada de alerta desde todos los distritos. Si tan sólo las cosas hubiesen resultado como las tenía previsto, esto no estaría ocurriendo. Ahora estaba más acorralado y debía moverse con discreción, si bien el objetivo de Wammys House y el suyo eran lo mismo: matar a los dioses de la muerte. Suponía que ni debería esconderse por tal razón. Sin embargo, las metodologías así como la meta final eran muy distintas. Wammys sólo quería comprender por qué, mientras que él sólo quería obtener cierto poder. Nadie tenía porqué saberlo, de todos modos.

–Hoy la reunión es en horario nocturno. No entiendo porqué insisten en reunirse tan tarde –comentó a su compañero. L caminaba justo a su lado y ambos se dirigían a la cámara de reuniones.

–De hecho, Light, acortaron un par de horas. Generalmente suelen hacer las reuniones a mitad de noche.

–Por eso mismo lo digo, es una estupidez y estás reuniones una pérdida de tiempo. Lo único que harán es husmear.

–Es bastante obvio que intentaran averiguar el motivo de la avería. Pensé que tardarían más en dar con ella.

–Eso quiere decir que… –bajó el tono de voz aun cuando no había nadie a sus alrededores–. Hay alguien que esta espiándonos.

–Quizás Light tenga razón, o quizás es una trampa para ponernos a prueba.

–No me sorprendería. El comité nunca ha confiado en nosotros.

–De todas formas, es necesario asistir y responder a sus cuestiones. Es improductivo provocar al comité inútilmente.

El cuarto de reuniones estaba solo como era de suponerse. L y Light tomaron asientos y apagaron las luces, aun así no se quedaron a oscuras pues la mesa era una computadora pantalla plana que mostraba las graficas que apuntaban la masiva cantidad de los shinigamis bajados a la tierra durante los últimos tres años. Casi de inmediato, fueron ubicándose en sus respectivos asientos, uno al lado de otro hasta componer la mesa rectangular, cada uno de los miembros del comité. Sin embargo, no estaban presentes en sí, sino que su figura era mostraba a través de hologramas, así cada uno podía estar presente en la reunión sin tener que abandonar el distrito donde residían.

–El día de hoy, 22 de noviembre, se reúne el comité de Yotsuba para discutir los últimos informes de Wammy´s House. ¿Se encuentran presente todos los miembros? –preguntó un hombre cuyos ojos eran fríos y determinantes, entrelazando sus manos y apoyándolas en la mesa.

–Kida Masahiko, representante del distrito de Sapporo.

–Hatori Arayoshi, representante del distrito Nagoya.

–Namikawa Reiji, representante del distrito Kobe

–Shimura Hide, representante del distrito Fukuoka.

–Takahashi Eichi, representante del distrito Kyoto.

–Mido Shigo, representante del distrito Osaka

–Higushi Kyosuke, representante del distrito Hiroshima.

–Ooi Takeshi, representante del distrito de Akita –dijo el hombre de ojos fríos cuya cabeza era calva–. Los ocho miembros del comité están presentes, se da inicio a la junta. Comience L.

–Dudo que el comité no sea cociente de lo que ocurre dentro del cuartel. Cada ataque ha sido informado y se han enviado reportes a los respectivos miembros del comité. Por lo tanto, intuyó que las intenciones de esta reunión son otras.

–Tan perceptivo como siempre –secundó uno de los integrantes, acomodándose el lente por encima del puente de su nariz.

–Directo al grano, eso siempre ha sido gratificante –le siguió Namikawa, acomodándose el largo cabello con gesto varonil y elegante–. Me preguntó si esa misma inteligencia le ha llevado al punto que realmente queremos tratar.

–Y según usted, ¿Cuál sería ese punto? –Light mantuvo compostura aun cuando por dentro todo el asunto le cabreaba.

–Yagami Light, comprendo que usted es la sombra de L. Siempre van juntos a donde sea, así que seguramente también lo sabe. –Ooi habló con seriedad, mirando con intención a Shimura, quien tomó la palabra.  

–Yagami, Lawliet, comprendo que la exterminación de los shinigamis es costosa. Todo nuestro dinero van directo a reparaciones y demás maquinaria para alcanzar este objetivo –comenzó a decir el hombre el tono casi urgente, su mirada era preocupada y sus ojeras muestra latente de su fatiga–. Sin embargo, en los últimos tres años los costos se han elevado a niveles exorbitantes.

–Aunque nuestra prioridad es la exterminación de los shinigamis, también lo es descubrir el motivo por el cual descienden a nuestra tierra –Namikawa ojeó algunos documentos, buscando evidencia de lo que decía–. Pero hasta ahora no hay investigaciones que respalden esto.

–Los shinigamis no hablan nuestro idioma y tampoco son seres racionales –replicó Light–. ¿Cómo podríamos dialogar con ellos si no responden a nuestra lógica? Sólo nos atacan y antes de que podamos darnos cuentas, están muertos y sus cuerpos desintegrados sin dejar ni una partícula para analizar. Es absurdo preguntarse el por qué no se ha podido avanzar en la investigación.

–He oído rumores –comentó Higushi, mostrando una sonrisa maliciosa, de canalla–, aunque no se han dado a conocer las victimas del ataque de hace dos noches, se dice que uno de ustedes ha tenido contacto con ellos, ¿Qué dicen de eso?

–Cierto. Dicen que este chico, Nate River, fue atacado por uno de los dioses de la muerte. Si ha tenido contacto, por más mínimo que fuese, queremos saberlo.

–Nate River no tiene nada que ver en esto. Ha sido una victima como tantas otras.

–Una victima muy especial, por cierto –Higushi volvió a sonreír, sondeando sus preguntas al aire como un anzuelo tirado al agua–. Es bien sabido a estas alturas que los shinigamis actúan imprudentemente y por lo tanto, que Midra no atacara la ciudad sino a un muchachito deja muchas cuestiones de por medio.

–¿Sugiere que Nate River tiene algo que los shinigamis desean? –Light movió el lápiz entre sus dedos, manteniendo en su rostro elegante y pulcro la sofisticación que siempre había tenido al hablar con los altos mandos–. Es absurdo imaginar algo como eso teniendo en cuenta que Nate es apenas un niño. Si fuese así, hace mucho tiempo que habrían venido por él.

–Interesante argumento, Yagami. Pero su validación tiene muchas lagunas. Aunque no forme parte de sus soldados, Nate River siempre se mantiene cerca de ustedes. Y según las habladurías, no abandona el cuartel más que en día específicos por motivos que ni siquiera nosotros sabemos.

–El comité ni siquiera debería manejarse en asuntos de rumores. Su viabilidad debe ser la verdad y los hechos en demasía físicos. Lo que presenta ante nosotros es una falacia.

–Tiene razón, Lawliet. Aun así, el muchacho tuvo contacto y-

–El único contacto que tuvo le dejó un brazo fracturado y heridas en la cabeza. Ya hemos dicho que no son seres racionables. Traer a Nate River aquí no sería prudente

–¿Por qué se rehúsan a dejarnos interrogar al muchacho? ¿Intento un shinigami comunicarse con un ser humano? ¿El shinigami es capaz de comprender nuestra mente o nuestros patrones de pensamientos?

–No hay forma de confirmarlo.

–Claro que sí, el chico puede dar algún testimonio de ello, de las razones de su persecución –acotó Higushi–. Seguramente tendrá cosas buenas que decir. A menos, claro, que intenten ocultarnos algo.

–No ocultamos nada. –habló L, tan neutro y centrado como siempre–. Nate no vendrá a hablar. He sido yo mismo quien lo ha interrogado y, como es de esperar, no hay nada productivo que agregar.

–De acuerdo. Pasemos a otro tema, ¿Qué hay del sistema de los drones? La noche del ataque las cámaras estaban desactivadas. ¿Un error o algo intencional?

–El sistema de los drones responde correctamente. Tal cosa como haber sido desactivados o que alguien lo haya hecho intencionalmente es falso. Nada de eso ha ocurrido.

–¿Insinúa que todo ha sido una falsa alarma, L?

–Por supuesto.

–Con que seguridad lo dice –Hatori acomodó el nudo de su corbata y por un momento la estática interrumpió el movimiento a través del holograma–. L, usted debe responder por todo lo que ocasiona su departamento. Lo errores no son admitidos.

–Es cierto –Mido miró con fijeza a los únicos que tenían su presencia en la sala de junta en carne y hueso–. Nuestro dinero no esta invertido aquí para derrochar en caprichos banales así como tampoco en experimentos improductivos. Queremos resultados.

–Wammys House se ajusta a nuestras reglas. Lawliet L y Yagami Light deben recordar que aunque son comandantes principales y el cuartel se rige a ustedes, somos nosotros quienes verdaderamente estamos a cargo de esto. No permitiremos un desastre como el segundo impacto, ni mucho menos alicientes como secretos y mentiras. Si pretenden algo, lo descubriremos.

Cada uno de los hologramas fue desapareciendo, dando por terminada la reunión. L y Light quedaron a solas como lo estuvieron al principio, con el eco de las palabras del comité resonando en sus oídos.

–Te dije que sólo venían a husmear –expuso con mala leche el castaño, dignándose a contraer un poco el ceño.

–Descuida, no pueden hacer nada en contra de nosotros –L se mantuvo con el pulgar entre los dedos, puntualizando mentalmente que el comité tenía en parte mucha razón y aunque sólo habían venido a olfatear el cadáver de su error, comprendía que ellos también estaban más cerca de la verdad. Su verdad. La verdad que estaba escondida tras toneladas de mentiras.

-:-

Escuchaba ruidos amortiguados a su alrededor, su cerebro apenas reconocía los ruidos que debían serle familiares. Abrió los ojos con un lento aleteo, encontrando en su campo de visión un techo desconocido. Intento moverse un poco, pero le dolía todo el cuerpo y la sequedad en su tráquea le hizo antojar una gota de agua.

–¿Dónde estoy? ¿L…? –se sentó sobre el mullido colchón, percibiendo que pasaban a su organismo algún suero para nutrirlo a través de una serie de cables–. Papá… ¿L…?

–Hijo, que bueno que has despertado –el hombre abrazó a su pequeño hijo, sintiendo las lagrimas dejar huellas en su mejilla. Había temido tanto no poder encontrarlo–. L esta durmiendo. Light, fue muy imprudente lo que hicieron. ¡No debieron salir del cuartel sin supervisión!

–Pero papá… L y yo… Nosotros queríamos pedir…

–Lo sé.

–El cielo no nos concederá nuestro deseo…

–Light…

–Pero, nosotros podemos hacerlo –se acostó nuevamente sobre la cama, mirando con los ojos cubiertos de tristeza un punto más allá del techo–. Sólo necesitamos crear a otro L… Necesitamos crear a alguien igual a él…

–Eso es, pequeño Light –dijo Watari, quien había escuchado todo desde el umbral de la puerta. Se acercó al niño con pretensiones de felicitarlo–. Lo que L necesita es un donante alógeno.

Cualquier otra persona se hubiese rendido ante los intentos. Pero no Yagami Light, aun siendo un niño existía en él una voluntad que se empeñaba en rebelarse, como si una esperanza furiosa le gritara al oído que esto no era el final. Y se aferraba a ella con devoción, con fiel convicción. ¿Qué más hacer cuando su propio pecho ardía de pena?

Los siguientes días no hubo mucho que hacer, su cuerpo aun estaba débil y necesitaba reposo, pero supo que Watari había comenzado con los preparativos para hacer una copia de seguridad que facilitase las donaciones. Quince días después, ya podía ir por los pasillos del cuartel sin mayor restricción. Veía a L en una cámara aislada para mantenerlo a salvo, iba al laboratorio de Watari, supervisaba las cámaras junto a su padre. Y esperaba. La creación del savior sibling estaba casi listo, por lo tanto iban a comenzar cuanto antes con los procedimientos médicos.

El temor que sintió durante esos meses al saber que L moriría se desvaneció como una varita de incienso al saber que ahora había una opción.    

El savior sibling estuvo listo. Light lo supo por algunos comentarios de los científicos. L estaba aislado en una cámara diferente así que corrió a buscarlo de prisa para contarle las buenas nuevas. Sin embargo, lo que encontró fue algo muy distinto. Ese día, Light lo recordaría en los años siguientes con resentimiento, con la acides propia que ocasiona algo que te sienta mal.

Sucedió un típico día de lluvia, una que prometía guardar secretos bajo su incansable y agradable sonido de las gotas al caer. La lluvia que lo borraba todo. Que lo escondía todo. Una cortina larga y húmeda que se encargó de esconder un delirio.

Light corrió por los pasillos más desolados del cuartel, buscando la habitación de L. Pero no la encontraba así que comenzó a abrir puertas al azar. Algunas estaban cerradas con un sistema electrónico de apertura y en otras no había nada que ver. Hubo una puerta que llamó especialmente su atención. Era blanca con una pequeña ventana circular en la parte superior. Se subió a una silla y vio el interior: una habitación blanca con una cama y en la cama permanecía sentado un niño cuyos cabellos negros era desordenado. Sonrió al poder finalmente encontrar la habitación. Empujó con todas sus puertas la pesada puerta de metal e ingresó con esperanza.

–¡L, el savior sibling esta listo! –exclamó casi con euforia pues no cabía en su pecho tanta felicidad, sin embargo todo ese sentimiento positivo pasó a una emoción seca y pausada cuando los ojos negros de su interlocutor se posaron en su persona.

Se detuvo de inmediato, como si se le hubiesen acabado las baterías. Light comprendió al momento que algo no iba bien ahí. Había algo, una cosa en este L que le era desconocida. Algo que le ocasionaba escalofríos. ¿Por qué no se sentía como L si este individuo era L? La misma ropa, los mismos ojos, el mismo cabello despeinado. Si era el mismo, ¿Por qué tenía la sensación de ver a alguien distinto?

–¿L…? –había miles de sentimientos retenidos en la pronunciación de aquel nombre. El niño frente a él no respondió

–Este niño no es L, pequeño Light –unas manos se posaron en sus hombros e inmediatamente ladeó la cabeza para encontrarse con la sonrisa siempre amable de Watari–. Este niño es el experimento B.B

–¿El experimento B.B? –preguntó, volviendo la vista al niño. A la copia.

–B.B te presento a Light Yagami. Espero que te lleves bien con él

–Light Yagami –musitó el niño, en un tono tan suave como flojo, sin dejar de mirarlo. Una mirada tan fija y tan amplia como la primera vez que L lo miró–. Mucho gusto en conocerte.

Y eran las mismas palabras que le había dicho su amigo, el mismo tono de voz. La misma expresión indiferente. Y era tanta semejanza que Light se aterró. Su mirada era incrédula y asustada, como si estuviera viendo el espíritu de un difunto. Sentía como si un demonio habitara en la sombra de ese ser.

–Vamos Light, no temas. B.B no muerde.

La copia de L lo analizó por unos segundos, con los ojos fijos en su cara, como quien observa a un animal exótico acorralado. Pero Light no era capaz de discernir nada más allá de eso. El crescendo de la imposibilidad comenzaba a marearle. Ese chico frente a él no podía ser el savior sibling. No, no podía. Tan simple como eso. Sabía que iba a ser algo como una copia, pero nunca espero una copia realmente, esperaba que tuviera una cara y una voz distinta. Porque esto era una cosa nacida para extraerle todo el material que pudieran sin importarle su sentir. Pero si la cosa tenía el rostro y la mirada de L… Entonces…

–¿Qué pasa, pequeño Light?

¿Qué que pasaba? Pasaba que esto era una aberración. Se sentía como comer hierro y tener en la boca el sabor sanguinolento derramándose a borbotes. No podían existir dos L, y aunque esta cosa era B.B, no dejaba de parecerse a su amigo y eso se le antojó asqueroso. Un ser repulsivo y sucio. Porque L siempre iba a ser L, y jamás existiría otro igual a él. Y esta cosa frente a si no era más que un fraude. L era el único.

Watari le dio un empujoncito por la espalda para hacerlo dar varios pasos al frente, tal como una vez lo hizo su padre el día que le presentó a L. Y ante su absoluto horror, Light quedó cerca del niño y por eso retrocedió tan rápido como si hubiera pisado un tizón caliente.  

–No… –dijo. Sentía un vacío inmenso, una soledad inabarcable, profunda y amarga. Un dolor se dibujó en su carita, una mezcla de impotencia y tormento, de melancolía y cólera–. ¡No lo acepto!

Gritó herido ante aquellos ojos que le miraron imperturbables, con fría calma. Todo en él de pronto era cólera. Una bola de cólera que junto a sus sentimientos contrariados se volvía un manojo de sentimientos andantes y revueltos. Era esa manifestación extraña que a primera instancia hacia creer que toda la atmosfera que lo rodeaba era algo antinatural. Aterradora. La esperanza con la que había iniciado este camino había mutado a un perverso escenario donde L moría y sólo quedaba la copia como un respaldo de lo que una vez fue pero que no pudo ser más.

Dolía, algo dolía en la creación de B.B. Su mera existencia ya era de por sí aborrecible. Y sentía un rechazo absoluto ante su presencia, ante su existencia. O quizás no era un rechazo a su condición inhumana y en cierto modo monstruosa, sino el miedo a verse implícitamente enfrentado a una realidad que de ningún modo quería ver...

 

 

 

 

 

Notas finales:

- Los kanji para escribir 'Monte Fuji' son los siguientes: ??? , pero en la historia lo he colocado con kanjis diferentes para hacer referencia al elixir de la vida. Esto es una historia que surge a partir de las versiones del cuento "El cortador de bambú" donde la princesa Kaguya, antes de partir a la luna, les regala el elixir a sus padres adoptivos y estos, antes de vivir una vida eterna sin su hija, decidieron regarlo en el monte Fuji. Esto es, por supuesto, una de las tantas versiones. También se dice que vienen de los kanji ?? (fushi, fuji) que significan 'inmortal'.

- Savior sibling significa "hermano salvador", también hace referencia a los bebés de diseño. Estos son los niños que nacen cuando su material genético es manipulado para un objetivo especifico, a veces para concretar los rasgos físicos, y otras veces, como en casos de donadores, para hacer una combinación especifica de material genético.

 


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