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Moneda de cuatro caras. por contrateMCarey

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—La próxima vez que quieras conocer a alguien no deberías acercarte así —reclamaba Dante, quien se encontraba a bordo del auto de Ariel.

Tras el peculiar encuentro en el estacionamiento Dante consiguió que Ariel le soltara y lo calmó, contestó su pregunta revelando su nombre y ambos rieron tras todo lo ocurrido. Ariel inventó una excusa para Dante, diciéndole que la razón por la que lo había visitado tras el trabajo era porque lo había recordado camino a casa y le interesaba saber cómo estaba, pues ambos habían pasado por la misma situación y era una gran coincidencia que se encontraran de nuevo después de bastante tiempo, adicionalmente Ariel lo invitó a desayunar en compensación al susto que lo había hecho pasar.

—Perdón, ni siquiera yo sé por qué reaccioné así —se justificó Ariel.

—Bueno, ya pasó, aunque tengo curiosidad ¿Cómo es que sabías la hora a la que terminaba mi jornada de trabajo?

—Bueno, en realidad yo trabajé ahí un tiempo a lo largo de mi vida.

—¿En McDonald’s?

—Sí, en el mismo restaurante de hecho, hace cinco años y como también tuve que cubrir el turno nocturno alguna vez pues pude deducir a la hora que saldrías.

—¿En serio? Es mucha coincidencia —señaló Dante.

—No, para nada, es sólo que vivimos en una ciudad muy pequeña y cosas como estas suelen pasar.

—Supongo que sí, aunque eso me da aún más curiosidad ¿Desde entonces Xaya ya era la gerente de restaurante?

—Desde entonces y desde antes que yo entrara ¿Aún sigue ahí? —preguntó Ariel sorprendido.

—Y parece que no quiere irse.

—Esa mujer sí que sabe aguantar, de casualidad ¿No sigue por ahí la señora Concepción?

—Esa santa mujer es tan dulce, siempre río demasiado con ella.

—¿Y no te ha contado la historia de su esposo Joel?

—Millones de veces —contestó Dante riendo—, a veces incluso me harta, sí está padre que el señor la escogiera a ella y dejara de lado a la oportunidad de ser rico pero el hecho de que la cuente tanto a veces es estresante.

—Es una bonita historia, yo lloré cuando la escuché.

—No dije que no, sólo que a veces es molesto que la cuente tanto.

—¿Eso crees? Yo siempre derramaba una lágrima traicionera cuando la escuchaba.

—Debes bromear.

—No, para nada.

—Supongo que las historias causan diferentes cosas en las personas. Por cierto, háblame un poco más de ti, o por lo menos háblame sobre el lugar al que vamos, mira que no hay muchos restaurantes abiertos a las siete de la mañana.

—Bueno, no vamos a ir al gran restaurante pero es un lugar bastante cercano en el que abren temprano y es bastante tranquilo, a veces hay gente y otras no pero todos lo aman así que creo que es un buen modo de compensarte el susto.

—Suena bien, aunque en serio deberías pensar en la reacción de las personas antes de hacer semejantes cosas, por un momento creí que… —Dante estuvo a punto de decirle a Ariel que por un momento creyó que era Bernardo quien lo había buscado y había ido por él pero fue consciente de ello a tiempo, sería extraño contarle a una persona toda tu vida apenas después unos minutos de verlo, por lo que decidió interrumpir su oración.

—¿Qué?

—No, nada, que me secuestrarían o algo peor.

—Supongo que es verdad, lo siento en serio, pero en serio tuve una buena idea, ya que los dos quedamos solteros ¿Por qué no unirnos y hacer bromas sobre nuestros ex mientras compartimos un desayuno? Cuando dos personas traicionadas se unen suelen pasar cosas buenas.

—Mientras no sigamos haciendo esto a  los cuarenta todo estará bien

—¡Oh mira, ahí es!

Ariel señaló a un pequeño restaurante ubicado a la mitad de una calle, desde las afueras parecía sólo un agradable local con no más de una docena de mesas en el interior, a pesar de ello su decoración y muebles le ayudaban a dar la impresión de ser perteneciente a una cadena comercial.

—Luce lindo —admitió Dante.

—Y la comida es mejor, créeme, quedarás impresionado.

Ariel estacionó el auto una calle antes de la entrada, tanto él como Dante se dirigieron al restaurante y al entrar Dante quedó instantáneamente enamorado del lugar, no sólo era un pequeño restaurante bastante bien adaptado al ambiente casero, también tenía un olor espectacular similar al pay de manzana el cual lo hacía salivar apenas cruzaba la puerta, le sorprendió que la cocina funcionara aunque el restaurante estuviera vacío. Una amable cajera les asignó una mesa y les estiró dos menús indicándoles que pronto pasaría a tomar su orden, Dante y Ariel agradecieron tras lo cual la mesera los dejó solos.

—Tienes razón ¡Esto es increíble! —dijo Dante emocionado.

—Nunca habías visitado un restaurante así ¿Verdad?

—Pues hace un tiempo en París fui a una pastelería con un olor similar pero la ambientación no era tan hogareña como en este lugar, es hermoso.

—Pues bienvenido, por cierto, en el menú hay de todo pero definitivamente tienes que pedir un postre porque eso es lo que hace brillar a este restaurante.

—¡Claro!

Ambos miraron el menú durante unos minutos hasta que fueron interrumpidos de nuevo por aquella mujer quien al parecer también sería su mesera, Ariel se limitó a pedir una crema de elote, un burrito y un pay de queso mientras que Dante pidió un corte de filete acompañado de una malteada de fresa, spaghetti y una tarta de manzana, aquella señorita les indicó que su orden se les entregaría en cuanto estuviera lista y se retiró nuevamente.

—Bueno, lamentablemente tú sabes a lo que yo me dedico pero yo no sé nada de ti Ariel —comentó Dante para romper el hielo intentando evitar que se hablara de su empleo.

—Yo soy arquitecto..

—Debe ser genial

—Me gusta aunque recientemente estoy en riesgo de que me corran, cosas que pasan, espero que mi próximo proyecto me redima y tú ¿Qué haces además de trabajar?

—Bueno, en realidad apenas estoy por retomar y terminar el bachillerato.

—Ya veo, te alejaste un tiempo de los estudios.

—Lo sé, pésima elección.

—Pero por lo menos estás retomando el camino, eso es algo que no hacen muchos ¿Qué carrera te gustaría estudiar?

—Química, lo que sea pero que sea química —respondió Dante sin siquiera pasar un instante después de la pregunta de Ariel.

—¡Eso sí que fue decisión!

—Perdón, es sólo que en serio me gusta la química

—Eso veo, desde que soy niño yo…

—Perdonen por interrumpir —intercedió la mesera que entregó su comida—, aquí tienen su orden.

Tanto Ariel como Dante intentaron disimular el enorme hambre que les ocasionó el simple hecho de oler lo que la señorita les entregaba en la bandeja, los platillos lucían mucho mejor en su mesa de lo que lo hacían en las fotografías, la carne estaba en su punto, las tortillas bien cocinadas y los postres brillaban más por su olor que por su presentación.

Ambos comieron y a lo largo de su reunión la conversación siguió siendo bastante fluida, a Dante le sorprendió que a pesar de que el encuentro hubiera sido tan poco convencional la reunión estuviera yendo bien, en realidad sentía que terminaría odiando a Ariel pero descubrió que era un tipo agradable, de igual modo Ariel terminó impresionado por el gran momento que estaba pasando junto a Dante, el saber sus nombres había sido un buen avance para tratarse. Tocaron diferentes temas como metas, gustos personales y alguna que otra anécdota personal, pero ambos se llevaron muy bien y la comida dio más fluidez a su encuentro.

La reunión se extendió a poco más de una hora, fue entonces cuando ambos se sintieron satisfechos y recibieron la cuenta.

—Vale, parece que lo mío fueron trescientos treinta y tú apenas cien —dijo Dante al leer el papel.

—Déjame pagar.

—No, para nada —rechazó Dante—, yo consumí lo mío.

—Insisto, por la buena plática.

—No, para nada, en serio creo que cada quien debería pagar lo suyo.

—¿Cómo sería su pago? —interrumpió nuevamente la cajera volviendo por la cuenta.

—Tarjeta, tómela  y no escuche a este chico —pidió Ariel entregando rápidamente su tarjeta a la camarera—, y por favor cobre sesenta de propina.

—Claro, en un momento se la devuelvo.

La cajera cobró la orden y volvió para devolver su tarjeta a Ariel. Ambos se levantaron de su mesa y Ariel se ofreció a encaminar a Dante lo más que pudiera hacia su hogar, pues a través de su conversación habían descubierto que vivían a escasos veinte minutos de diferencia, Dante aceptó y nuevamente subió al auto de Ariel quien lo encendió y se encaminó. Pero en Dante había surgido la sensación de que Ariel estaba sintiendo lástima por él, y eso era algo que detestaba.

—Ariel, dime ¿Pagaste el desayuno por lástima? —preguntó Dante en medio del camino de vuelta.

—¿Por qué preguntas eso?

—Lo sentí, sentí que lo pagaste sólo por haberme visto detrás del mostrador.

—Está bien, lo admito, es sólo que al haberte visto ahí detrás creí que era lo menos que podía hacer para ayudar un poco, ahora debes pagar todo por tu cuenta y esto fue sólo un apoyo.

—Entiendo, es porque ahora ya no estoy con Bernardo ¿Verdad?  Crees que no puedo con mis propias cuentas—preguntó Dante siendo intuitivo, pero al observar el color rojo que su pregunta había originado sobre la piel de Ariel supo que no era necesario que respondiera—. Ya veo.

—Es que yo…

—No no, calma, no me ofende —retomó Dante mostrándose apacible—, bueno, debo admitir que un poco y agradezco tu acto pero no quiero que me tengas lástima, cuando me separé de Bernardo estaba dispuesto a pasar a través de los gastos y algunos sacrificios para poder vivir en paz, lo dejé habiendo pensado con anticipación todas las carencias y aún así me decidí sin ningún miedo, no necesito ayuda. Cuando hablamos en McDonald’s yo fingí no conocerte porque no quería que sintieras lástima por mí y el hecho de que a pesar de todo la sientas no me ayuda.

—Con que por eso fue.

—Así es, y por eso mismo no aprecio lo que hiciste, porque pareció ser un acto de lástima.

—Ya veo, lo siento —entendió Ariel.

 —Y es por eso que la próxima vez que nos veamos me toca pagar a mí, claro, si es que no te he espantado tras semejante reclamo  —propuso Dante sonriendo a Ariel.

—No, para nada, pero acepto que paguemos la mitad, y si necesitas algo aquí tienes un amigo de ahora en adelante ¿Vale? —ofreció Ariel.

—Vale, gracias —accedió Dante.

Durante el trayecto restante ambos intercambiaron teléfonos para mantenerse en contacto y al bajar del vehículo Ariel le recordó su propuesta a Dante, quien la agradeció nuevamente y se despidió de su nuevo amigo. Eran las nueve de la mañana al volver a su departamento,  Dante odiaba a admitir que Emilio había ganado la apuesta por lo que mantendría todo en secreto, de alguna manera se había lamentado por no haber conocido a alguien con quien iniciar una historia de amor pero le consoló darse cuenta de que el no vivir experiencias de cuentos era lo que hacía que su vida y la del mundo fuera real. Ahora tenía un amigo más, señal de que retomaba su camino.

Por su parte Ariel sintió una gran calma después de su reunión con Dante, el sol ya no se ocultaba más detrás de las montañas e iluminaba las calles de una manera hermosa, él había preferido no haber dormido pues la tormenta del día anterior había alterado su ciclo de sueño y el haberse arreglado para conocer a Dante sin asustarlo más de lo que lo había hecho le había impedido recostarse en la madrugada, pero la reunión lo había dejado tan feliz al notar que ya podía vivir sin César y seguir haciendo amigos que apenas llegó a casa recorrió las cortinas de su habitación dejando entrar la luz mañanera y dejó que ésta lo abrazara para que después de un mes pudiera hacer algo más que sólo dormir sino descansar junto a su querido gato.

—Hoy hice al fin un amigo de nuevo Firulais —le comentó Ariel a su mascota antes de dormir.

Notas finales:

Si alguien tiene ideas de temas transgresores por favor haganmelo saber, gracias.


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