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Moneda de cuatro caras. por contrateMCarey

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Durante su tiempo trabajando como empleado en McDonald’s Ariel había aprendido a ser empático con todo el mundo, antes de enojarse con alguien siempre recordaba el contexto de vida de la persona con la cual tuviera algún disgusto y procuraba calmarse antes de estallar, tal vez por esa razón su amistad con Dante había conectado tan bien, Ariel conocía el dolor de haber sido abandonado sin ser querido y conocía lo pesada que era la vida siendo un empleado. Su amistad había avanzado más de lo que él mismo esperaba que lo haría, salían a convivir frecuentemente, de vez en cuando ambos procuraban aconsejarse si tenían alguna dificultad e incluso comenzaban a contarse algunos secretos.

Incluso su amistad les había ayudado a retomar su vida, mientras que Ariel asesoraba a Dante en varias materias para que estuviera listo cuando llegara el momento de retomar sus estudios, Dante constantemente visitaba el departamento de Ariel para ayudarlo con su limpieza pues a Ariel lo ocupaba mucho su trabajo.

Pero Ariel seguía guardando un secreto, no tenía el valor de decirle a Dante que la razón principal por la que lo trataba tan preferencialmente era porque él sabía que Bernardo lo  había maltratado durante su relación. Todo empezó poco después de conocer a Dante, Ariel tenía curiosidad por saber un poco más sobre aquel chico y una llamada a su cuñado, quien era amigo cercano de Bernardo, le bastó para conseguir información suficiente como para saber que todo el gabinete científico del país sabía que Bernardo golpeaba a su pareja.

El fin de Octubre se acercaba, pronto sería Halloween/Día de muertos. Gracias a César y su preocupación por guardar las apariencias Ariel no solía festejar esa época del año a pesar de que era una de sus fechas favoritas pero Dante le había comentado que él y varios amigos habían organizado una fiesta de disfraces a la que Ariel estaba invitado, pero había otra razón por la que Ariel marcaba el final de Octubre en su calendario.

—¿Una reunión con compañeros del bachillerato? —preguntó Dante extrañado.

Aquel día ambos se habían reunido para repasar ecuaciones diferenciales juntos, era un tema mucho más adelantado al nivel de bachillerato pero Dante amaba aprender por lo que pidió a Ariel clases sobre ello, pero durante su tiempo de descanso se habían abierto espacio de conversación.

—Así es y la temática es enmascarado, las organizan anualmente en mi escuela y esta vez fue convocada especialmente para mi generación, la cosa es que me enviaron dos boletos y como no tengo pareja creí que querrías ir.

—No suena mal pero ¿Por qué querría ir yo?

—¡Oh, claro! Porque cuando yo estudiaba en el bachillerato la mitad de mi salón era gay o bisexual y bueno, pensé que tal vez te gustaría conocer a alguien más, además de que el gimnasio cuenta con una habitación obscura debajo de las gradas, estoy seguro de que muchos ahí nos reuniremos para jugar, si sabes a lo que me refiero —insinuó Ariel pícaramente.

—No suena mal, es sólo que no sé si estoy listo para conocer a alguien más porque yo…

—¡Ay por favor! —interrumpió Ariel—, ya han pasado más de dos meses desde que ambos nos libramos de esas pestes llamadas exparejas, es momento de que nos demos un espacio para conocer otros ¿No crees?

—Puede ser pero…

—Pero nada Dante, actualmente todos los que iban en mi salón son independientes, tienen auto y ganan cinco cifras por semana, te conviene intentarlo aunque sea.

—Claro, porque seguro alguien así estaría encantado de salir con un asalariado de McDonald’s —respondió Dante sarcásticamente.

—Tú relájate, yo te cubro en eso pero ¿Qué dices, vamos?

—Claro —accedió Dante—, sólo dime con exactitud el día en que va a ser para pedir permiso.

—Es hoy y sé que descansas, no hay fallo, paso a tu casa por ti a las cinco de la tarde, yo llevo tu antifaz así que tú sólo encárgate de ponerte un traje bonito ¿De acuerdo?

—Pero Ariel son las dos de la tarde.

—Entonces corre a casa que se te hace tarde, anda, fuera de la mía, ve a cambiarte que hay muchos hombres esperando en la fiesta.

—Eres un maldito.

Dante salió del departamento de Ariel,  se dirigió a su casa y camino a ella se sintió impresionado, durante los dos últimos dos meses el pensar en conocer a personas nuevas estrujaba su corazón y lo llenaba de nerviosismo pues le era difícil desprenderse de Bernardo pero esta ocasión algo era diferente, ahora sentía emoción recorriendo e inundando cada célula de su ser y sabía que todo se lo debía a Ariel, contar con su amistad le había abierto nuevas oportunidades.

Llegó a su departamento que se encontraba solo como todas las tardes, tomó una ducha tibia, secó su cuerpo y su cabello, como siempre lo hacía se perfumó antes de vestirse y entre su guardarropa tomó uno de los pocos trajes que había empacado al abandonar a Bernardo, aquel traje que Bernardo le había comprado en su viaje a Italia y que nunca había usado por miedo a los malos recuerdos ahora lo atraía con una fuerte emoción prometiéndole una nueva vida.

La hora se aproximaba y Dante estaba listo, un destello de impresión lo invadió mientras se miraba en el espejo de un pequeño tocador el cuál había comprado, Date notó que por primera vez en  mucho tiempo no se arreglaba para guardar las apariencias que alguien más le dictaba que tenía que guardar, por primera vez en tres años se arreglaba por gusto propio y eso invadió su corazón de felicidad, se encontraba cara a cara por primera vez con un progreso.

Finalmente había llegado la hora señalada, Dante tenía su traje puesto, el cabello lacio perfectamente peinado y sus zapatos destellantemente lustrados. Ariel llamó a su número para informarle que se encontraba en la calle esperándolo, Dante no demoró en responder y se encaminó.

Durante el recorrido hacia el bachillerato de Ariel ambos hablaron con una conversación que fluyó naturalmente, a pesar de que los gustos de Dante y Ariel eran abismalmente distintos ambos siempre encontraban la manera de opinar sobre lo que el oro disfrutaba sin ofenderse, llegando al punto de retroalimentarse en la mayoría de las ocasiones, e incluso la rudeza de Dante muchas veces lanzaba bromas negras sobre Ariel que hacían a ambos reír, y aquella noche durante el trayecto no fue la excepción.

 Dante quedó sorprendido al entrar al bachillerato al cual Ariel había asistido, no sólo la arquitectura del lugar aparentaba ser europea y demasiado elegante para ser un bachillerato, también el estacionamiento y los detalles de construcción eran completamente deslumbrantes.

—No puedo creer que hayas estudiado en este palacio —dijo Dante impresionado.

—Cálmate palacio, no es para tanto.

—Es hermoso, tu patio es más grande que toda mi escuela.

—Pues el gimnasio tiene la mitad del tamaño del patio, ahí será la reunión, créeme, te va a gustar.

—No puedo esperar, por cierto, dame el antifaz antes de estacionarte,

—¡Demonios, los antifaces! Los olvidé —exclamó Ariel.

—Es una broma ¿Verdad? —preguntó Dante retóricamente.

—No, diablos ¿Qué hacemos?

—¿Tienes plumón o algo negro en este auto?

—¿Para qué?

—Puedo pintarnos las caras para figurar un antifaz y no se verá mal.

—Sólo tengo grasa de zapatos en la guantera frente a ti.

—Perfecto, estaciónate y  yo te pinto.

Ariel acomodó su automóvil en el estacionamiento del colegio, una vez que lo había apagado Dante encendió las luces y con sus dedos comenzó a pintar la cara de Ariel procurando formar la figura de un antifaz en su rostro. Ariel quedó sorprendido por la delicadeza con la que Dante pasaba sus dedos sobre su rostro, la tersidad de sus yemas le hacía olvidar que en su cara estaban embarrando grasa de zapatos.

—Listo, terminé —indicó Dante—, ahora déjame pintarme yo.

Ariel buscó su reflejo en el retrovisor y al mirar su maquillaje quedó sorprendido por la habilidad de Dante, aquel antifaz estaba tan bien dibujado que daba la impresión de ser real.

—¿Cómo haces esto con grasa de zapatos? —preguntó Ariel sorprendido.

—Si tú supieras cuantas veces difuminar maquillaje me ha salvado la vida lo entenderías.

Dante siguió pintando su rostro en el espejo lateral mientras Ariel seguía impresionado por el impecable trabajo de su amigo, una vez terminado su maquillaje Dante guardó la grasa de zapatos en la guantera nuevamente. Ambos amigos se dirigieron al gimnasio y el impresionado al entrar fue Dante quien a primer impresión le sorprendió que el espacio fuera tan amplio, calculó que por lo menos mil personas podrían haber entrado ahí sin problema alguno pero lo que se llevaba la mayor parte del peso de su sorpresa era que la decoración había logrado que un gimnasio pareciera un salón de eventos, y no uno barato, el espacio en verdad resaltaba gracias a su elegancia.

—¿Estás bien? —preguntó Ariel notando la impresión de su acompañante.

—No sé, es sólo que esto es asombroso.

—Sí que lo es, hace tres años aquí también fue  el lugar en el que mi graduación se llevó a cabo, ese fue el mismo día en que yo…

—Ariel ¡¿Eres tú?! —interrumpió una voz cercana a espaldas de los dos amigos, la voz provenía de un hombre rubio, alto, portador de unos imponentes ojos verdes y bastante delgado quien se acercaba a ellos.

—¡Jeff! ¿Cómo estás hermano? —preguntó Ariel con alegría.

—Bien, perdonen si interrumpí algo, no sabía que venías acompañado —se disculpó aquel rubio.

—No para nada, no interrumpes, te presento a Dante es un buen amigo.

—Mucho gusto —saludó Dante.

—El gusto es mío chico apuesto —correspondió el chico alto, Dante y Jeff se miraron fijamente durante unos breves instantes

—Es un milagro verte aquí —retomó Ariel.

—Eso mismo digo de ti, por lo que me estaba contando César hace unos minutos creí que no vendrías.

Una tensión que sólo Ariel y Dante pudieron sentir se formó en el ambiente, al escuchar ese nombre ambos sintieron como si hubieran escuchado el anuncio de un dictador cuando Jeff dio a entender con palabras accidentales que César también se encontraba en la reunión.

—¿César también está aquí? —preguntó Ariel quien disimuló muy bien su inquietud latente.

—Sí, está en el baño —respondió Jeff.

Aquella tensión hizo que Ariel y Dante se vieran cara a cara por una décima de segundo, fracción de tiempo que generó una comunicación telepática totalmente tácita entre Ariel y Dante en donde Dante le advertía que no fuera en la búsqueda de su expareja, pero Ariel hizo caso omiso de dicha advertencia.

—Creo que debo buscarlo —dijo Ariel—, te encargo mucho a Dante, es asistente de edición en una buena editorial por lo que trátalo con cuidado.

Mientras Dante veía alejarse a Ariel por donde habían llegado la rabia surgía en él, no podía creer que lo hubiera abandonado a la mitad de una reunión social en la que sólo conocía a un desconocido con quien apenas se había presentado y además le hubiera inventado un empleo sobre el cual no tenía demasiado conocimiento. Jeff pudo notar el enojo en la mirada de Dante, por lo que intentó buscar un método para calmarlo.

—No te enojes Dante, Ariel es así desde que estábamos en el bachillerato pero si quieres puedo ser tu guía.

—No es necesario, si vienes acompañado creo que será mejor que pases el tiempo con tu cita.

—Mi cita es sólo una amiga quien en este momento se encuentra felizmente bailando, en serio, no me cuesta nada si damos un paseo por el campus —insistió Jeff—. ¿Qué dices, te va?

—Creo que no me puedo negar a la oferta de un chico alto, vamos.

Notas finales:

¿Saben? Cumplí años el 9 de noviembre y no tenía planeado escribir en toda la semana, pero aquí estoy siguiéndole, sólo no me odien.


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