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Moneda de cuatro caras. por contrateMCarey

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—No puedo creer que de verdad le dieras mi número a Jeff —decía Dante a Ariel, sin tener la certeza de saber si estaba reclamando o agradeciendo.

—Yo sé que te gusta, además, ya casi es Diciembre ¿no te gustaría empezar el próximo año con una nueva persona?

—Yo… No lo sé.

Dante finalmente vivía junto a Ariel, la mudanza no había tomado un mayor esfuerzo debido a las pocas pertenencias de Dante. Ambos amigos habían compartido departamento durante dos semanas.

Al despertar esa fría mañana de Noviembre, Dante revisó su teléfono celular, no esperaba encontrar novedad alguna como de costumbre, sin embargo, una grata sorpresa lo estaba esperando al encontrarse con un mensaje de Jeff, aquel chico con el que había tenido un muy breve romance en el bachillerato de Ariel, al tope de sus contactos.

Dante no pudo evitar sentir emoción al ver que aquel chico tan apuesto, al cual había dejado ir con anterioridad, hubiera conseguido su número para contactarse, no obstante, la duda lo invadió al pasar de la conversación, por lo que no pudo evitar cuestionarle a Jeff cómo es que había conseguido su número. “Un pajarito me lo dio” fue la respuesta recibida, a Dante no le tomó ningún esfuerzo entender que ese pajarito era Ariel.

—Vamos ¡Anímate! Eres demasiado duro contigo, faltan un par de meses para que curses tu último semestre de bachillerato ¿Por qué no aprovechas ese tiempo saliendo con personas nuevas?

—Me quiero enfocar en otras cosas.

—¿Cosas como ser un asalariado sin pasatiempos durante estos dos meses?

—Bueno, no precisamente, yo…

—Ya, no hagas más excusas —interrumpió Ariel—. ¿Te invitó a salir?

—Sí, esta tarde, le dije que vería si me era posible.

—Pero hoy descansas ¿Por qué no aceptaste?

—Siento que es muy pronto para salir de nuevo, no lo sé, no me siento listo.

—Tampoco es matrimonio. Según lo que me has contado, Bernardo fue tu primer cita, tu primer amor, tu primer todo ¿Cierto?

—De algún modo.

—Entonces disfruta esto, no lo veas como matrimonio, velo como experimentación, comienza a tener citas con otras personas y no te comprometas con ninguno, sólo disfruta.

—No suena mal —replicó Dante, haciendo una pausa para pensar—. Supongo que tienes razón, le diré que sí.

—¡Así se habla! —animó Ariel.

LAS RAZONES DE ARIEL

Ariel se alegró genuinamente por Dante. Durante las dos semanas en las que habían compartido habitación ambos habían comenzado a conocerse mejor, ambos habían compartido experiencias de su pasado, habían hecho confesiones de infancia e incluso se habían sorprendido por llevarse tan bien ya que tenían gustos, posturas políticas y personalidades muy diferentes, a pesar de todo ello, Ariel había encontrado muchas más cosas agradables en Dante, no sólo era mucho más tolerante de lo que se mostraba, el vivir con él también le había permitido conocer mejor sus modales, los cuales eran bastante refinados, era evidente que había sido esposo de un hombre millonario.

Esa simpatía que Ariel desarrolló por Dante se convirtió muy pronto en empatía, ambos habían dejado escapar a sus amores más grandes, Ariel había podido asimilar la idea y poco a poco comenzaba a olvidar a César, aún tenía sueños con él y esporádicamente lo recordaba, pero el dolor comenzaba a irse, poco a poco comenzaba a sanar, deseaba conocer a alguien nuevo pero prefería enfocarse en su carrera. En una de las conversaciones nocturnas que a veces entablaban, Dante le había confesado que quería enfocarse sólo en emprender su carrera, lo cuál le sonó familiar a Ariel, y fue cuando su idea de contactar a Jeff con Dante nació.

Tras convencer a Dante de asistir a esa cita con Jeff, Dante se retiró para poder coordinarse con Jeff. Ariel tuvo una efímera sensación extraña, pero al ver a Firulais pasearse frente a él, esa sensación se desvaneció y decidió revisar su cocina para saber lo que haría de comer, al parecer Dante no estaría esa tarde, por lo que tendría que cocinar sólo para él mismo.

—Ariel —llamó Dante desde su habitación—. ¿El calentador está encendido? Debo ducharme si quiero verme levemente decente.

—Exagerado —replicó Ariel—. Sí, no te preocupes, puedes duchare con toda libertad.

—Oh, por cierto, no comeré aquí.

—Eso pensé, no te preocupes, ya lo tenía contemplado, de hecho me sirve para poder salir y comprar algunas cosas que me hacen falta.

—Perfecto, por cierto Ariel —dijo Dante antes de entrar al baño—, gracias, eres el mejor amigo que podría tener,

—De nada, diviértete.

Dante entró a la ducha, Ariel había decidido cocinar alambre, lo único que le faltaba eran pimientos, pero pensó que sería una buena idea dejar cocinando la carne junto al queso mientras salía a comprar los pimientos. Y eso hizo, dejó todo cocinándose, encerró a Firulais en su habitación para evitar accidentes y tomó su cartera para ir a comprar lo que hacía falta. Antes de salir tocó la puerta del baño.

—Dante ¿No te atraso si te pido que apagues el fuego en veinte minutos?

—Sí, lo apago, no te preocupes —respondió Dante desde el interior del baño.

—Gracias.

Ariel salió de su departamento y bajó las escaleras, al llegar a su auto se dio cuenta de que había olvidado las llaves del mismo. “Que pendejo” Se dijo a sí mismo y se obligó a subir de nuevo por las llaves. Abrió las puertas de su departamento y se llevó una tremenda sorpresa al ver a Dante desnudo, mojado y con una botella de acondicionador en la mano.

Ninguno de los dos pudo evitar sonrojarse al verse mutuamente, sin embargo, en el rostro de Ariel no fue tan evidente gracias a que su barba disimulaba el cambio en el tono de piel. Dante siempre usaba ropa la cual le quedaba un poco holgada, por lo que Ariel nunca había podido apreciar que su cuerpo, delgado como se podía suponer sólo con verlo, era bastante esbelto y tonificado, incluso su piel brillaba y denotaba suavidad.

Ariel tuvo la iniciativa de cubrir sus ojos tras haber observado a Dante unos segundos.

—Perdón, es sólo que olvidé mis llaves y yo…

—No—interrumpió Dante—. Perdóname a mí, es sólo que olvidé la botella de acondicionador en mi habitación y me tomé la libertad de salir así ya que no estabas.

—Bueno, no importa, supongo que tomaré las llaves y me voy.

—Yo mejor regreso a la ducha.

—Sí, sería lo mejor.

Ariel tomó las llaves procurando no mirar a Dante directamente, mientras que Dante, a quien el color de piel aún revelaba su vergüenza, se encerró de nuevo en el baño.

Ariel procuró no pensar demasiado en lo que había ocurrido mientras se dirigía hacia el centro comercial, sin embargo, cuando un semáforo le marcó un alto la espera venció a su cerebro y no pudo evitar pensar “¡Wow! Qué buen culo”.

LA CITA DE DANTE.

El cabello de Dante era tan grueso como sus rasgos, lo cual lo hacía difícil de manejar, razón por la cual le podía tomar hasta una hora el peinarlo de una manera decente. Para un día tan importante, Dante quería lucir lo mejor que pudiera y, conociendo la maldición que representaba su cabello, sabía que tendría que aplacarlo un poco, pero había olvidado el acondicionador en su habitación.

—Dante ¿No te atraso si te pido que apagues el fuego en veinte minutos?

—Sí, lo apago, no te preocupes.

—Gracias.

Dante escuchó  el estruendo de la puerta al cerrarse cuando Ariel salió, supuso que, ahora que el departamento estaba solo, no habría problema si salía desnudo a su habitación. Cerró la llave del agua, se puso sus sandalias y se dirigió a su habitación.

Dante buscó entre sus maletas, pero no podía encontrar nada, no tenía ningún mueble por lo que ese era el único lugar posible para estar, se vio forzado a revisar prenda por prenda en cada una de sus tres maletas hasta que, tras mucho buscar, encontró la botella que tanto anhelaba. Al volver hacia el baño escuchó girar el cerrojo de la puerta del departamento y, al abrirse la puerta y ver a Ariel, no pudo evitar exaltarse, enrojecerse y sentirse avergonzado.

—Perdón, es sólo que olvidé mis llaves y yo…

—No—interrumpió Dante—. Perdóname a mí, es sólo que olvidé la botella de acondicionador en mi habitación y me tomé la libertad de salir así ya que no estabas.

—Bueno, no importa, supongo que tomaré las llaves y me voy.

—Yo mejor regreso a la ducha.

—Sí, sería lo mejor.

Dante entró nuevamente en el baño, lo que había pasado lo tenía demasiado apenado y confundido, tanto que el pensamiento de haber visto una erección en Ariel no pudo penetrar su mente durante más de dos segundos antes de que lo sustituyera un mar de culpabilidad y vergüenza, a la espera de que el acondicionador hiciera efecto.

Me vio, diablos” Pensaba Dante repetidamente mientras se preguntaba cómo es que lo vería Ariel desde ese día.

—Bueno, no importa, por hoy tengo otras cosas en las qué pensar —se dijo a sí mismo.

La cita sería a las dos de la tarde, tenía media hora para arreglarse ya que el trayecto le demoraría una hora y media. La cita sería algo peculiar, Jeff lo había invitado a un parque de diversiones y lo había persuadido de que sería la cita perfecta ya que, entre semana, los parques de diversiones no reciben muchas visitas, por lo que podrían divertirse y estar solos.

Dante pensó que por ser un parque de diversiones podría vestirse de manera casual y no tendría que ser demasiado ostentoso, procuró sentirse cómodo y se encaminó hacia el lugar de la cita.

No soy un editor. ¿Y si no le gusto?”

Al llegar a la entrada Dante pudo visualizar a Jeff esperándolo, le sorprendió recordar lo apuesto que era, pero del mismo modo le impactó notar que bajo la luz del día era mucho más atractivo.

—Dante, ha pasado mucho tiempo ¿O no? —preguntó Jeff al verlo.

—Supongo que sí —respondió con una sonrisa.

—Me alegra verte de nuevo, creí que no se repetiría ¿Vienes? —sugirió Jeff invitándolo a entrar al parque.

—Vamos.

Jeff y Dante entraron juntos al parque de diversiones, comenzaron por las clásicas montañas rusas, subieron a las tazas giratorias, entraron a la casa del terror, recorrieron las cabañas con superficies torcidas las cuales te obligan a caminar en contra de la gravedad y, casi al terminar del día, fueron a los juegos de destreza.

Jeff tenía razón, el parque de diversiones había estado prácticamente vacío, Dante pudo tener contacto con Jeff sin sentir la pena que tanto lo invadía cuando estaba con otro hombre en público, incluso se dejó tomar del hombro por momentos, y le gustó. Le sorprendió que el día hubiera sido tan divertido para él, las conversaciones con Jeff habían sido interminables, tenían demasiado en común, incluso le sorprendió descubrir que Jeff, quien lucía mucho mayor que él, apenas lo superaba por dos años. Posturas políticas, gustos literarios, teatrales e incluso rasgos de personalidad, todo eso compartían Jeff y Dante.

En los juegos de destreza ambos compitieron como rivales por un oso de peluche en una competencia frente a máquinas para golpear topos, Jeff ganó. Continuaron y jugaron basketball, intentaron insertar aros en los cuellos de las botellas, y el clásico tiro al blanco no pudo faltar.

La noche llegó y el parque de diversiones estaba a una hora de cerrar, ambos se tomaron un tiempo para ir a los restaurantes del lugar y poder cenar. La conversación se volvió a dar naturalmente mientras los dos comían.

—Jeff, gracias, creo que este ha sido el mejor día del año.

—¿El mejor día del año en Noviembre? Debes bromear, seguro hiciste algo mejor en algún momento.

—Créeme si te digo que no, en serio.

—Pues me alegra poder ser parte del mejor día de tu año —respondió Jeff con una sonrisa.

—Oye, quería saber ¿Nos besaremos antes de que acabe la cita?

—¡Vaya! —exclamó Jeff sorprendido—. Eres bastante directo.

—Perdón, es sólo que en serio me gustas.

—Y tú a mí, claro que nos vamos a besar ¿Por qué no ahora?

—¿Ahora? Con todo y la comida.

—Relájate —respondió de nuevo Jeff,  mostrando una cálida sonrisa mientras se acercaba a Dante para robar un beso de sus labios.

Dante sintió la calidez del cuerpo de Jeff, sus manos sosteniendo su cara explotaron su corazón y la sangre hirvió en todo su cuerpo, pero por alguna razón no lo podía expresar, por una vez en varios años sentía romanticismo en su vida y algo le impedía demostrar sus emociones aunque deseaba no separarse en ese momento de Jeff.

—¡Wow! —exclamó Dante al separarse de Jeff.

—Sé que hemos estado juntos toda la tarde pero ¿Tienes algo que hacer esta noche?

—Tratándose de ti, no.

—Perfecto, podría invitarte a mi casa.

—Ya veo a donde va esto —respondió Dante, entendiendo hacia dónde iba la invitación—. Me gusta la idea.

11 PM

Eran las once de la noche, Ariel se encontraba terminando los planos del último proyecto que le había encargado su jefe, al dibujarlos había perdido la noción del tiempo y no fue hasta que despertó Firulais, gato que siempre dormía por las tardes, que Ariel recobró la noción del tiempo y se dio cuenta de lo tarde que era, y Dante aún no había vuelto.

¿Le habrá pasado algo? No, lo dudo, las malas noticias no tardan en llegar si estoy sobrio… ¿Será que él y Jeff…? Sí, eso debió ser. ¡Qué gusto que le haya ido bien en la cita! Pero ¿Por qué me siento así?”


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