-¿Minho?- Taemin se levantó de su cubículo, mostrándose claramente sorprendido de ver a su novio en la sala de maestros. -¿Qué haces aquí?- Jadeó, dando largas zancadas hasta alcanzar a Minho a medio camino.
-Yo…- El ángel se coloró, haciendo que Taemin esbozara una sonrisilla. Adoraba verle avergonzado, aunque no supiera exactamente qué era lo que estaba haciendo que Minho se sonrojara. –Em, pues…Yo te extrañaba…- Jadeó.
Oh…Taemin reprimió una risa en el fondo de su garganta. Pasó sus manos sobre los hombros del ángel, atrayéndole para regalarle un beso. Minho le había extrañado, y eso le llenaba de una malsana felicidad. El ángel de seguro pensó en él toda la mañana, antes de decidirse ir a hacerle una visita a la facultad. Se regodearía con ese hecho por mucho tiempo, porque Minho le amaba lo suficiente para pensar sólo en él.
-Búsquense una habitación.
Taemin rio, rodando los ojos mientras se separaba de Minho. Por un momento se olvidó que se encontraba en su trabajo, y que no estaban precisamente solos. Se encontraba a nada de soltar a Minho cuando escuchó el bajo gruñido provenir del pecho de su novio.
-¿Te molestan?- La voz de Minho estaba ronca, sonando casi amenazante.
Taemin volvió a rodar los ojos, todavía divertido por la situación. Minho era demasiado sobreprotector a veces.
-Por supuesto que me molestan.- Sonrió. –Son mis compañeros de trabajo, y yo los molesto del mismo modo a ellos. Nos llevamos bien, Min, sólo son jugarretas.
Minho volvió a gruñir, frunciéndose un poco más contra el demonio.
-¿Problemas en el paraíso, Lee?
Taemin se carcajeó, deslizando sus manos por la espalda y hombros de Minho, en un gesto tranquilizante. Después se dispuso responder el comentario.
-En lo absoluto, Kim. A diferencia tuya, a mí me visitan porque me extrañan, y no porque olvidé mi material de trabajo en el comedor de mi casa.- Habló fuerte y claro, regalándole un guiño travieso a Minho.
-¡Yah! Sólo ha sucedido dos veces…
-Han sido catorce este mes, Kim.
Una tercera voz contestó desde el otro lado del salón. Taemin murmulló una risita por lo bajo, volviendo a subir la mirada rápidamente. Dejó la discusión que se llevaba detrás de sí, de lado, para volver a enfocarse en su novio.
-¿Lo ves? Así somos aquí.- Le apretó la mejilla cariñosamente. –No tienes por qué preocuparte por mí.
-Si te molestaran de verdad, ¿me lo dirías?- Minho frunció el ceño.
-Si me molestaran de verdad, los tendría sobre sus traseros antes de que se dieran cuenta que los golpeé.- Le aseguró.
-De acuerdo.- Asintió. Minho sabía que Taemin podía cuidarse bien solo, y vaya que lo hacía bien. Taemin era peligroso si se lo proponía.
-Ahora, dime, además de extrañarme, ¿qué otra razón tienes para estar aquí?- Una sonrisa coqueta se deslizó de sus labios. Dibujaba círculos con sus pulgares en los hombros del mayor, relajándole.
-No quiero comer solo…- Jadeó, casi sonando como un niño pequeño. –Y vas a llegar tarde…No podía esperar hasta la cena para verte.- Gimoteó.
Taemin bajó la mirada, escondiendo el sonrojo y la satisfacción que invadían su rostro. Esbozó una sonrisa socarrona, tronando la lengua dentro de su boca en un ruido travieso.
-Así que…¿qué piensas hacer al respecto?- Coqueteó.
-¿Quieres ir a comer conmigo?- Minho preguntó, notándose algo incómodo por su atrevimiento. Taemin solía ser muy serio acerca de su trabajo, así que realmente no se encontraba seguro de que Taemin accedería a acompañarle.
-Tengo clase en diez minutos, Minho.- Le recordó.
-Oh…Está bien…yo…
Taemin exhaló una risa, cubriendo la boca del ángel antes de que continuara hablando.
-Pero, después de esa clase, tengo dos periodos libres. ¿Me esperas cuarenta y cinco minutos, amor?
-¡Sí! Por supuesto, digo.- La sonrisa en Minho iluminó su rostro. –Te esperaré por aquí.
Taemin cerró los ojos, evitando rodarlos con diversión. Minho era un bobo.
-Puedes ir a la biblioteca, ¿sabes? Estarás más entretenido que aquí.- Le sugirió. –Yo iré a buscarte en cuanto termine mi clase.
Minho asintió alegremente, tomando una de las manos del demonio y enredando dedos con él. Apretó su mano cariñosamente, dejando un beso sobre el agarre antes de permitirse soltarle y dejar que continuara con su trabajo.