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Días en el Paraíso por Ari_123_love

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Notas del capitulo:

Especial de Halloween Aunque no tiene nada de aterrador xD

En general, es un capítulo que de hecho si iba a aparecer en la historia y decidí publicarlo ahora. Más al rato cuando llegue a la línea de tiempo correcta, lo reacomodaré en su lugar (aunque se supone que esta es una historia de capítulo independientes pero por supuesto que nunca hago eso :v) 

¡Coman muchos dulces! 

Minho suspiró, sacando una paleta del bolsillo de su bata. Esto se estaba volviendo ridículo. Miró al niño sentado en la mesa de revisión, él ya había notado la paleta que Minho tenía ahora en la mano. Se la ofreció, algo renuente a darle un caramelo cuando se supone que el niño había llegado por una obstrucción en las vías respiratorias.

-Enfermera Hwang…- Llamó en voz alta, esperando a que la enfermera mayor llegara a asistirlo rápidamente. -¿Podría por favor traerme un bajalenguas?- Pidió.

-¿Se acabaron los que hay en el gabinete, doctor?- La enfermera preguntó, acercándose al cajón de donde tomó unos cuantos palitos de madera. –Aquí tiene.

-Gracias enfermera Hwang.- Minho sonrió, tratando de no lucir como idiota. Simplemente no podía decirle a la enfermera que si él intentaba tomar uno de esos palitos, estos mágicamente se iban a convertir en dulces. –No los encontraba.- Curiosamente, si alguien más se los pasaba, los bajalenguas no se transformaban en algo más.

La enfermera rio, claramente pensando que el doctor Choi estaba más que distraído el día de hoy.

-De acuerdo, veamos esa garganta.- Minho exhaló, pidiéndole al niño que abriera la boca. Con la lamparilla –que no dejaba de titilar, a pesar de haberle cambiado las baterías más de cuatro veces- revisó la garganta, usando el bajalenguas rápidamente antes de que se convirtiera en algo más. Después trató de mirar con la poca luz de su lamparilla las fosas nasales del niño. -Parece que no tiene nada.- Minho le informó a la madre del niño, colocándose después su estetoscopio para escuchar los pulmones del niño. -Respira ondo por favor.- Se alegró de no escuchar nada realmente malo. -De acuerdo, parece que no tienes nada de gravedad.- Le picó la naricilla al niño, haciéndole reír.

Se sacó los guantes que llevaba puestos, tomando su block de recetas y un bolígrafo.

-Tiene un poco de flemas,- Le indicó a la madre. -por eso se le dificultaba el respirar. Le daré un expectorante, que se deberá tomar cada 8 horas por una semana. Además sería bueno que si tienen un humidificador,  haga que el niño este cerca. Una sesión de media hora, para que pueda expulsar las flemas fácilmente. Si no tiene el humidificador, podría poner a hervir agua y con el vapor que salga.- Señaló. -Si surge algo nuevamente, traigalo de inmediato.- Suspiró, dándole la receta médica.

Tras despedirlos, y descubrir que de hecho tenía cinco minutos de respiro, puesto que no le habían asignado algún otro caso aún, decidió regresar a la ala de descanso. Necesitaba lavarse las manos, le molestaba la textura del polvo de los guantes de látex. Se atrevió a pensar, incluso, que tal vez tenía suficiente tiempo como para comerse el almuerzo que Taemin le había preparado en la mañana. Sonrió, sintiéndose mucho menos cansado tras pensar en su novio demonio. Taemin había estado tan de buen humor en la mañana, que incluso se había levantado de la cama sin quejarse. Había hecho el desayuno, preparado un almuerzo para cada uno. Claro que no se cegaba ante tal actitud dispuesta, sabía que la emoción de Taemin se debía a que era 31 de Octubre. El día en que más cerca estaban las líneas conectoras del infierno con las de la tierra puente. Podía sentir la energía de Taemin vibrar a través de él con tal fuerza, que todavía no podía entender como la piel de Taemin no se había prendido en llamas.

Esperaba que toda esa energía en Taemin fuera usada de un modo provechoso. Sintió su rostro arder cuando una escena algo sexual apareció en su mente. Probablemente Taemin estaría complacido por sus pensamientos, pero a él aún le causaba algo de vergüenza el pensar tan libremente en el sexo como un acto carnal y no necesariamente en un modo de expresar el deseo de tener descendencia debido al amor que se tenían dos personas.

Ahora realmente necesitaba lavarse las manos y echarse algo de agua en su rostro que estaba hirviendo. Exhaló, abriendo el grifo y poniendo su mano bajo el chorro de agua. Frunció el ceño al ver que el agua empezaba a menguar hasta desaparecer. ¿Se había cortado el agua? Nadie le había informado, así que no podía ser eso. Además, era un hospital, contaban con una bomba de emergencia que suministraba agua de una pequeña cisterna que tenían. Torció los labios, acercándose al grifo. Tal vez había algo obstruyendo la cañería.

Definitivamente gritó cuando vio a una pequeña rana salir del grifo. ¿Qué carajos? Una tras otra, las ranas salían del grifo como si ellas fueran el agua. ¿Qué estaba pasando? Miró a su alrededor, notando que estaba sólo en el ala. Necesitaba pedir ayuda. Salió del cuarto, encontrándose con el pasillo vacío. Eso realmente era espeluznante. Jadeó, caminando hacia la izquierda, tratando de localizar a alguna enfermera, o alguien de intendencia al menos. Caminó, y siguió caminando hasta darse cuenta que el pasillo no tenía fin.

-Imposible.- Trotó a lo largo, mirando por las ventanas al otro lado del pasillo. La vista en sí cambiaba un poco, hasta que empezaba a repetirse. –No, no…- Mordió su labio inferior, aumentando su paso hasta casi correr. -¿Qué?- Se detuvo en seco, al ver que de hecho se acercaba a una puerta.

La misma puerta de la que había salido.

Entró con algo de temor, descubriendo que las ranas se estaban desbordando del lavabo. Había dejado abierto el grifo. Sin poder pronunciar palabra, trató de cerrar el paso de agua, logrando que dejaran de bajar las ranas por el grifo. Esto, definitivamente era una locura. Necesitaba pedir ayuda. Rebuscó en su bata, sin localizar su celular. ¡Dios no! Echó la cabeza hacia atrás al recordar que lo había puesto junto a los muchos bajalenguas que se habían convertido en paletas, en el cubículo en el que había estado trabajando.

Gimió, algo preocupado, dirigiéndose a los casilleros que había hasta el fondo de la sala. Tal vez ahí podía encontrar algo que le ayudara. Por un extraño motivo no lograba destrabar la puerta, hasta que un fuerte tirón la puerta cedió. Y entonces sucedió, del casillero empezaron a salir centenares de gallinas. Minho veía con asombro cómo del estrecho lugar las gallinas brotaban como palomitas recién horneadas.

-Joder no.- Exhaló desesperado. Necesitaba escapar de ahí.

Volvió a salir del ala de descanso, esta vez aventurándose a ir por el lado derecho. Tras varios minutos caminando, se dio cuenta que de este lado el pasillo era igual de interminable que el lado izquierdo. Estaba a nada de desesperarse, cuando a lo lejos escuchó el caminar de alguien. Era ese ruido marcado que los tacones de unas botas hacen. Se apresuró al ruido, mirando que a lo lejos alguien se acercaba.

Vaya sorpresa que se llevó al ver la figura confiada de Taemin. Se detuvo en seco, sin saber qué pensar exactamente. Taemin caminaba de manera tan confiada hacia él, con esa sonrisa traviesa que le indicaba que había hecho algo muy malo.

-Taem…

-Hola Min.- Taemin se cruzó de brazos, echando su rostro ligeramente hacia un costado en un gesto muy coqueto. -¿Día cansado?

Minho arrugó el ceño, sin entender hasta que…

-Fuiste tú, bastardo.- Exhaló. -¡Tae!- Lloriqueó. -¿Tienes idea de lo muy difícil que ha sido mi día? No he podido hacer mi trabajo bien, sin que las enfermeras y los asistentes me miren como un tarado.

Taemin se cubrió la boca, riendo animadamente. No dudó en pararse de puntillas, regalándole un beso a su novio.

-Dulce o truco, Min.- Sentenció.

-Cariño, no me diste tiempo de elegir…- Minho se quejó.

-¿Me darías un dulce?- Torció los labios en un bonito mohín, esperando la respuesta del ángel.

-Ciertamente no, pero…

-Dulce o truco, Choi Minho.- Taemin se encogió de hombros. –Es la ley de la naturaleza.

-De acuerdo, el truco. Pero Taem, mi amor, no podemos tener animales corriendo libremente por el hospital.- Señaló.

Taemin rodó los ojos, tronando la lengua dentro de su boca.

-Listo.- Exhaló.

-¿Hiciste que desaparecieran?

-No exactamente, pero pude hacer que volvieran por donde llegaron.

Minho sintió un escalofrío recorrerle la espalda al imaginar las ranas subiendo por la cañería. A partir de ahora se estaría esterilizando las manos con antibacterial.

-Supongo que esto está bien…- Torció los labios. –Ahora, ¿podrías regresarme al…

-Minho, amor, vayamos a cenar.- Le interrumpió.

-Cariño, sabes que tengo que volver a trabajar.- Se negó.

-Pero tu turno ya terminó, Min.- La mirada aborregada que Taemin le dio hizo que Minho casi le creyera. –Mira tu reloj amor, no miento.

Minho suspiró, alzando la manga de su bata para ver la hora. ¡Maldición! Su turno había terminado hacía más de una hora. ¿En qué momento?

-Taem…- Le amonestó.

-Juro que no te necesitaron.- Asintió. –Ahora, ¿vendrías a cenar conmigo?

Minho rodó los ojos, suspirando. Sabía que no podría decirle que no. Taemin estaba más que determinado. Además, estaba tan lleno de energía, que el que sólo la hubiese usado en esas bromas le asustaba un poco. Distraerlo no sería una mala idea. Además de pasar tiempo con su lindo novio.

-Si puedes hacer que salgamos de este interminable lugar.- Se rindió.

Taemin rio, señalando hacia un costado con la cabeza. Minho abrió los ojos enormemente al ver una puerta que no había estado ahí antes. ¿Esa era la salida? Realmente, esta fecha le estaba dando demasiado poder al demonio.

-Dulce o truco, Min.- Taemin sonrió, indicándole que cruzara la puerta.


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