Taemin masticaba su labio inferior mientras veía como las nubes de lluvia se arremolinaban de manera amenazante esa tarde. Un cambio algo radical de clima había traÍdo una tormenta cuando no era lo usual, y se encontraba algo preocupado de que su pequeño amiguito Kikyong estuviera en la intemperie.
Minho le había dicho que no se preocupara, puesto que al ser una ardilla y haber vivido en la intemperie toda su vida tenía instintos que la harían estar a salvo.
De cualquier modo, Taemin no se encontraba tranquilo con eso. Así que parado en la ventana, esperaba a ver algo de aquella mancha café que solía ver antes de que Kikyong se parara en el marco exterior de la ventana. El alfeizar era algo estrecho, y bajo la lluvia se volvía un lugar demasiado peligro, incluso para sólo estar recargando las manos en él. Podría ser tan fácil resbalarse y terminar cayendo por la ventana.
Eso, era un pequeño detalle que simplemente los animales no son capaces de comprender. La ardilla, al igual que Taemin, había encontrado divertida su interacción de todos los días. Así que a pesar de la lluvia torrencial, decidió visitar a aquel demonio que le hacía cariñitos.
El pequeño árbol empapado no daba precisamente el mejor sustento para un salto desde la copa hasta la ventana. El alfeizar mojado no permitía que sus garras encontraran una grieta en donde encajarse. La caída eran de un poco más de seis metros de alto.
Antes de que pudiera chillar por su error, un par de manos acunaron su cuerpo.
-Te tengo.- Taemin exhaló. Al ver la pequeña mancha café había abierto la ventana, sacando sus manos para atraparle en cuanto Kikyong había resbalado. –No te dejaré escapar ahora, amiguito.- Rio, con alivio en su voz. Estaba seguro que sintió eso que los humanos llaman paro cardiaco al ver como la ardilla se deslizaba hacia una caída imperiosa. Pegó a Kikyong contra su pecho, metiéndolo al departamento. –Estarás a salvo aquí hasta que la lluvia pare.
Dejó a la ardilla sobre la mesita de café, corriendo por un secador de manos de la cocina, para poder secar su pelaje. De paso tomó las nueces que había comprado y le daba a la ardilla cada tanto tiempo. Al volver a la sala, se encontró con Sweetheart gruñéndole de manera amenzante.
-¡Sweetheart! ¡No!- Fue severo, dándole a entender que no se acercara a Kikyong.
El perro bajó la cola, sus ojos se aguaron al ver como Taemin se sentaba en el sillón y empezaba a mimar a la ardilla. Se acurrucó a los pies de Taemin, esperando recibir un poquito de atención, como siempre lo hacía.
Dos horas más tarde, la lluvia afuera inundaba las calles, pero Sweethear y Kikyong, montado sobre la espalda del cachorro, perseguían a Launcelot esperando a que jugara con ellos.
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